Partida Rol por web

El gran viaje había llegado.

Brendan y Evelyn habían planeado el viaje de sus sueños: ¡toda una aventura romantica egipcia en el corazón del desierto!

La noche antes de la gran excursión, el matrimonio se citó con Helen y Theodore, los expertos que los acompañarían y asesorarían en el transcurso del tour.

El encuentro se produjo en un lujoso restaurante de la ciudad, todo a cargo de la cuenta bancaria del Sr. O'Conell como era de esperar.

Aquella charla informal sirvió para que los integrantes de la expedición no resultasen ser simplemente cuatro personas totalmente desconocidas, además fue muy práctico saber cuál era la especialidad de cada uno de los profesionales.

Theodore sería el egiptólogo, aquel que explicaría hasta el más mínimo detalle de las ruinas que iban a visitar; una pieza clave para gozar de una experiencia completa.

Helen en cambio era la guía, ella sabía moverse por el entorno, tenía los contactos necesarios para que aquella visita “extraoficial” contase con el respaldo de un buen fajo de billetes.

Tras la comida, tanto el recién estrenado matrimonio como los profesionales tuvieron que levantarse de sus asientos para ir a descansar.

Cada uno de los integrantes fue a su respectivo hotel…

La noche pasó rápida y silenciosa, casi inexistente puesto que la alarma despertó a aquellos que eran de sueño más profundo.

La hora de la excursión había llegado, se eligió una hora temprana porque era la más asequible en cuanto a presencia de otros turistas, el sobrecoste era fácil de asumir teniendo en cuenta las grandes ventajas.

En el punto de reunión estaba ya la furgoneta esperando, en ella Helen y Theodore se encargarían de recoger y llevar a los turistas al templo personalmente.

El viaje no sería demasiado largo, quizás unos 20-30 minutos con lo cual no había que relajarse demasiado.

Helen estaba acostumbrada a madrugar. Nunca había tenido problema para coger el sueño y aún menos para despertarse. Se había preparado un café bien cargado, más por placer que por necesidad y se había vestido con el uniforme de su propia empresa. 

Había quedado con Theo en que ella iría a recogerle, y cuando ambos estuvieron listos fueron al hotel a por sus clientes. Brendan y Evelyn. Había sido un gusto haberles conocido y haber disfrutado de la cena del día anterior. Ahora estaba con el coche en doble fila, con las luces de emergencia puestas y esperando a que llegaran.

Cuando lo hicieron, Kross bajó del coche para recibirles y plantarles un par de besos a ambos. No era muy fan de las relaciones públicas, ni de hacerse amigo de sus clientes, pero realmente aguantar a la gente era la peor parte de su trabajo, a ella lo que le gustaba era visitar una y otra vez los monumentos que Egipto podría ofrecerles. Era muy feliz con su trabajo, aunque lo cierto es que Helen era una persona bastante borde, pero solo en confianza, cuando conocía a gente nueva podría ser la mujer más simpática del mundo, pura fachada, obviamente.

Buenos días. Les saludó. Por fin vais a hacer el viaje de vuestros sueños. ¿Habéis dormido bien en el hotel? ¿Se os han pegado las sábanas? ¿Y qué tal fue el desayuno? Preguntó todo aquello para ir sacando algún tema de conversación en el viaje y que no se hiciera demasiado largo. Dicen que el buffet es espectacular, yo no soy muy de desayunar, pero si estuviera en ese hotel ya lo creo que lo hubiera hecho.

Esa mañana, Theodore Fawkes se había levantado con el pie derecho, convencido de que sería un gran día. "Esto sí que es un chollo. Te llevas a un par de ricachones a unas ruinas, das unas cuantas explicaciones y te llevas un pastón" se dijo el egiptólogo, mientras se vestía para la ocasión, con una camisa azul marino y unos vaqueros. "Mucho mejor que cuando me dedicaba a darle clases en la universidad a los chavales".

Sabiendo que permanecería todo el día ocupado, Fawkes decidió echarse al bolsillo lo que para él eran sus dos auténticos vicios, sin los cuales no podía pasar más de un par de horas.

Fumador empedernido desde los quince años, el señor Fawkes había descubierto recientemente que ponerse a fumar delante de los clientes generaba una mala sensación, por lo que le había buscado un sustitutivo perfecto en aquellas pastillas romboidales negras con sabor a regaliz.

Helen no tardó en recogerle, por lo que ambos se dirigieron luego al hotel a recoger a sus clientes. Durante la cena del día anterior, le habían caído bastante bien, sobre todo Evelyn, quien probablemente terminaría convirtiéndose en historiadora del arte y, por tanto, colega de profesión.

Al ver aparecer a la parejita, Theodore dejó que fuera Helen la que se aproximara primero a saludarlos. Luego, se aproximó a Brendan y le estrechó con fuerza la mano. En otros tiempos y otras circunstancias, a Evelyn le habría saludado con un beso en la mejilla, pero sabiendo que estaba casada y con el esposo allí presente, optó por estrecharle también la mano. Prefería no rememorar malas experiencias con mujeres casadas.

-¿Y qué? ¿Qué les parece el país? -preguntó el egiptólogo, tras saludarlos, en su habitual tono despreocupado-. Dicen que quien viaja a Egipto, se enamora. Del país, me refiero. Fíjense en los extraterrestres, estuvieron tanto tiempo que hasta les dio tiempo a construir las Pirámides. -Para dejar claro que era una broma y que no creía en aquellas absurdas conspiraciones, se rió de su propio chascarrillo de historiador, divertido. Sintiendo ya el mono de encenderse un cigarro, sacó su bote de pastillas de regaliz y se llevó una a la boca. Después, miró a sus acompañantes y les ofreció el bote de pastillas-: ¿Quieren una?

Brendan estaba contento. La velada de la noche anterior había estado bien. Estaba acostumbrado a tratar con muchas personas por sus negocios y normalmente sabía cuando se encontraba con charlatanes. De momento esos dos no le habían hecho saltar ninguna alarma. Además, su otra velada con Evelyn también había ido bien. Definitivamente, era una luna de miel. Por la mañana se levantó pronto y se preparó para lo que iba a ser un día largo. En el buen sentido. Cuando salió del hotel le estrechó la mano al señor Fawkes, el egiptólogo. Se rió de su broma por cortesía y rechazó una de las pastillas juanadiós, o como se llamasen. Saludó a su Helen y trató de seguir el ritmo de la batería de preguntas de la guía que habían contratado.

-Eh, si, bien, muy bueno. Hemos querido prepararnos bien para el día que nos espera y el desayuno es la comida más importante del día -Tras eso, se giró hacia su mujer Evelyn y la agarró de la cintura- ¿Qué dices gatita? ¿Lista para la aventura? -se dirigió luego a los otros dos- ¿Estamos listos para irnos?

La palabra perfecta para describir el estado de ánimo de Evelyn era flotando. Casi no podía creerse lo que estaba pasando. Hacía casi nada estaba vestida de blanco, dando el "sí, quiero" al hombre de sus sueños. Y ahora se encontraba en Egipto, en un hotel de lujo, a punto de embarcarse en un viaje inolvidable. 

Aquella noche le había costado dormir, pero no había noche en vela que una buena capa de maquillaje y corrector no arreglaran. Llevaba la melena morena en un semi recogido, para ir cómoda pero guapa, y se había vestido con una camiseta ajustada marrón y unos pantalones beige. Muy conjuntado todo. 

La señora Kross, su guía personal (y un amor de mujer), y el señor Hawkes, experto en Egipto, ya les estaban esperando. Evelyn había tenido muy buena impresión de ellos. Helen era muy cordial y habladora, ¡así no se aburrirían! y Theodore era un hombre servicial, pero no terminaba de entender su sentido del humor (¿para qué iban los extraterrestres a construir las pirámides y luego irse del planeta? A no ser que estuvieran entre ellos todavía, escondidos. ¿Sería Theodore un extraterrestre? Podría ser. Ningún humano normal se metería las pastillas esas en la boca. Puaj.)

-Gatita, dice. ¿No es encantador? -pintó una sonrisa. -Tengo que pedirles un favor. ¿Podríamos hacernos una foto cuando lleguemos? Me gustaría publicarla en instagram. Si están de acuerdo -enseñó su teléfono móvil para corroborar sus intenciones.

Finalmente, tras un buen rato de trayecto en coche con una música de fondo interpretada por explicaciones sin fin sobre lo que ibais a contemplar de manera exclusiva el viaje llegó a su fin.

El motor se detuvo y las puertas se abrieron, el sol estaba comenzando a salir y todo aquel que no hubiese ido preparado con ropajes cómodos y frescos iba a empezar a lamentar no haberlo hecho.

Los alrededores estaban tranquilos, no había nadie: ni otros turistas, ni guardias de seguridad ¡era todo un lujo!

Se podía observar que a menos de 300 metros estaba ya el acceso, sin lugar a dudas comenzaba ya lo bueno.

El resto del trayecto se tuvo que hacer a pie, no era cómodo pero si práctico teniendo en cuenta que no se debía llamar demasiado la atención: el lugar donde estabais ahora caminando estaba restringido a todo aquel no perteneciente a un grupo de arqueólogos de la nación.

Con mucho sudor en vuestra espalda, llegasteis a la entrada del templo; un lugar en ruinas cuyo atractivo era alto pero os dejaba una sensación de “no es lo suficientemente bueno por todo lo que he pagado”, lo cual incitó a que la expedición entrase en las ruinas a pesar de las advertencias del guía, quien sabía de sobra que aquel lugar era inestable para pies inexpertos.

Una vez dentro del templo se pudo observar que había mucha infraestructura que indicaba que era un foco muy activo de arqueólogos, algo que dejó intrigado al egiptologo debido a que este templo no tenía tanto interés “histórico” como otros más cercanos a las principales pirámides.

Tras unos minutos de investigación, polvo y telarañas, el grupo descubrió un lugar que no parecía estar habilitado para su exploración, no había cuerdas de seguridad y mucho menos regularidad en el suelo, pero sí que había algo llamativo: un gran número de colgantes y baratijas de corte egipcia que estaban tiradas en el suelo como si alguien hubiese querido huir de allí con las manos llenas y se había dejado parte del botín.

De repente, Evelyn se abalanzó a coger uno de esos colgantes ¡las joyas eran su perdición! Pero nunca aquella frase iba a cobrar tanto sentido, pues tras tocarla todo comenzó a temblar. Un escalofrío recorrió todo vuestro cuerpo mientras intentabais entender qué era lo que estaba pasando ¿un derrumbe? ¿El lugar no era seguro?

Apenas pasaron unos segundos cuando todo el suelo que había a vuestros pies se desmoronó como si fuese azúcar, provocando que vuestros cuerpos cayesen al vacío de una manera que jamás habíais sentido antes.

Todo estaba oscuro y la incertidumbre sobre lo que iba a pasar después era totalmente desconcertante.

La caída terminó en un golpe seco, un doloroso golpe que os recordó que algo iba mal, exageradamente mal.

¿Qué demonios había pasado? ¿Dónde estabais? ¿Formaba parte de la excursión turística?

Muchas preguntas se formaban dentro de vuestras cabezas, pero el aire espeso os hizo daros cuenta de que esta situación no parecía planeada. Un ambiente asfixiante os rodeaba...

Helen estaba intentando encender una de las antorchas que siempre se llevan encima para iluminar las excursiones y adentrar a los visitantes en el ambiente místico, pero algo les decía que esta vez todo iba a ser distinto.

La luz del fuego mostró una imagen aterradora: cerca de vuestra posición encontrasteis lo que serían los restos del cadáver de una persona que a saber cuánto tiempo llevaría ahí muerta ¿falleció por la caída? ¿O por otro motivo? 

Poco tiempo pasó antes de que uno de ustedes registrase los restos para comprobar si había algo útil, obteniendo una respuesta que os dejó más intrigados: un mapa.

Se podía comprobar que el mapa estaba hecho a mano, con anotaciones misteriosas que intentaban “organizar” lo que allí se veía ¿significa que existía la posibilidad de encontrar una salida?

Acababa de comenzar la aventura de sus vidas; una carrera por la supervivencia mientras el miedo a lo desconocido envuelve al grupo.

¿Resolverán el gran misterio?

¡Por fin había llegado el gran momento! Evelyn abrió la puerta del coche con ansiedad y se tiró, impaciente por llegar al templo. La caminata no fue excesivamente larga para ella, pero sí se hizo pesada debido al sofocante calor, que se pegaba en la piel y la dejaba sudorosa y pegajosa. 

Y cuando vio por fin la gran estructura... pues tampoco era para tanto. No es que no estuviera impresionada, pero de algún modo faltaba todo lo que había estado esperando: el misterio, el glamour, el brillo y el lujo del oro y las piedras preciosas. Pero es de mal nacido no ser bien agradecido. La chica puso la cámara en su smartphone, se bajó las gafas de sol y se soltó el pelo, y se hizo un selfie en el que se viera la fachada del edificio. -Bueno, pues qué bonito, ¿no? -se animó ella sola.

Tras un rato paseando por el interior, y escuchando las interesantes explicaciones de Helen y Theodore, Evelyn ahogó un gritito al ver un tesoro secreto en forma de colgantes en el suelo. ¡Lujo! ¡Piedras preciosas! Rápidamente, se lanzó para hacerse con uno de esos souvenirs tan exclusivos, cuando un temblor hizo que todo comenzara a agitarse, y que culminó con el suelo desmoronándose, y dejando de ser un soporte seguro. 

La caída fue torpe y dolorosa, pero un rápido vistazo le hizo ver que no había sido de gravedad: apenas algunos arañazos y trozos de carne doloridos, en los que aparecería un vistoso moratón. Aunque no fue el dolor físico lo que le preocupaba: el aire de aquel sitio estaba viciado y resultaba asfixiante. Evelyn tenía la sensación de que no debería estar allí. 

La luz que salió de la antorcha de Helen les reveló los restos de una persona. La chica sintió una arcada subir desde su estómago, y se tapó la boca para evitar que su desayuno empeorara la situación. Asustada y con lágrimas en los ojos, enterró el rostro entre los brazos fuertes y trabajados de Brendan. 

Tras la caída, Brendan se levantó. Le dolió un poco, pero no parecía ser nada preocupante. Se acercó a su esposa para comprobar si se encontraba bien cuando la luz de la antorcha de Helen iluminó lo que parecía ser un cadáver. Dio un pequeño brinco hacia atrás cuando lo vio y Evelyn se abrazó a él. La curiosidad entonces se apoderó de él y, tras separarse de su esposa, no si antes acariciar su pelo para reconfortarla, inspección el cuerpo. En él encontró lo que parecía ser un mapa. ¿Sería del lugar en el que estaban? Si el mapa era de allí parecían estar en la habitación marcada con un 1. No se le había pasado por alto la habitación con una gran X marcada. Parecía algo importante. Tal vez el tipo era algún saqueador de tumbas que murió allí. Se giró entonces hacia los otros dos integrantes del grupo.

-Sospecho que esto no forma parte de nuestra aventura, ¿verdad? -les tendió el mapa- ¿Qué opináis de esto?

Tras la caída Helen se sintió muy confusa pero decidió que lo mejor sería improvisar algo rápido. Cuando había empezado como guía había investigado tantos lugares y había explorado tantos sitios que poco a poco se había ido encontrando con lugares más o menos desconocidos. Aquello era una completa novedad, pero decidió que antes de que sus clientes se pusieran nerviosos sería mejor improvisar y vender eso como la experiencia que habían contratado. ¡Algo maravilloso!

En ese momento Kross debía sacar todas sus dotes de actriz e interpretar su papel a la perfección, la cosa era que Theo no le delatara y le terminara siguiendo el rollo.

Te equivocas, Brendan, acabas de encontrar la primera pista. Sabemos lo muy de moda que están hoy en día los Escapes Room, y hemos decidido haceros partícipes de uno de ellos. Quiso fingir todo aquello para que no temieran lo peor. Os presento a Ambrosio, dijo señalando el cadáver, él fue nuestro último cliente, dijo entre risas, así que ya podéis curraróslo o acaberéis como él. Sin duda Helen y Theo tenían un sentido del humor muy especial, casi incomprensible y querían que creyeran que el cadáver fuera tan solo atrezzo.

Luego miró a Theo y en un susurro en su oído bastante alto dijo: Joder, los de mantenimientos se han currado hasta el olor, ¿no?

Tras esas últimas palabras fingidas para que le oyeran decidió intentar hacerles entender todo el cuento que se estaban montando ella sola. Estupendo, habéis encontrado la primera pista, nosotros estaremos aquí para ayudaros en todo lo que podamos, pero es cosa vuestras tomar las decisiones que queráis. Tened cuidado porque aún tenemos esto en pruebas, y ya habéis sido que la caída ha sido un poco aparatosa, así que tampoco os mováis con mucha brusquedad no vaya a ser que suceda algo. Dijo finalmente esperando que la excusa hubiera colado.

Theodore dejó escapar un gemido de dolor cuando su cuerpo impactó contra el suelo. Luego se incorporó con rapidez y, llevándose una mano al trasero, que era donde más le dolía, escuchó en silencio lo que decían sus tres acompañantes. La cara del egiptólogo era un poema, tenía el rostro tan desencajado como un niño cuando le revelan que Papá Noel no existe.

Él no era Indiana Jones, ni Lara Croft, ni Nathan Drake. No era un hombre de acción. Si bien era cierto que tenía experiencia en Arqueología Extrema a la hora de colarse en grutas y ruinas, nunca se había visto en una situación de peligro como aquella. Escuchando la justificación que Helen le daba a los recién casados, Theodore fingió absoluta tranquilidad y optó por llevarse una nueva pastilla de regaliz a la boca.

-Como ha dicho mi compañera, esto es parte del show -dijo el egiptólogo, dando una fuerte palmada-. Se llama "Escapa de la Pirámide", el punto donde el visistante verdaderamente conecta con el Antiguo Egipto. Nosotros sólo podremos ayudaros dándoos pequeñas pistas, pero os corresponde a vosotros decidir a dónde vais y qué camino queréis tomar. -Esbozó una ligera sonrisa, intentando que no se percibieran sus nervios y añadió-: Va a ser espectacular, y tenéis que descubrir las sorpresas por vosotros mismos. Mi recomendación personal es que vayáis antes de nada a esta sala. -señala con un dedo a la estancia marcada con un 2 del mapa que le ofrece Brendan-. Aunque vosotros sois los turistas, por lo que vosotros decidís. -Da otra palmada y pronuncia la frase, mil veces dicha, que ha empleado con otros turistas-: A ver, ¿dudas? ¿Preguntas? ¿Dudas?

De repente notasteis como todo el suelo empezó a temblar ¿era un seísmo? ¿aquello podría derrumbarse? La tierra y pequeños pedruscos que se desprendieron del techo impactaron en vuestros hombros y cabeza.

-Ese es el Show del Desprendimiento -dijo Theodore, señalando al techo, en un tono que dejaba entrever cierto nerviosismo-. Si no nos movemos, caerán pedazos de cartón piedra, simulando ser rocas, y os aplastarán. Y si os aplastan, se da por terminada la visita. -Agarra el mapa de manos de Brendan y decide tomar la iniciativa, ante el silencio de los dos turistas-. Seguidme.

Sin más, el egiptólogo echa a andar, dirigiéndose a la sala que, según el mapa, se encuentra más cerca de su posición.

-Entonces... ¿entonces no estamos perdidos de verdad? -comentó la muchacha, limpiándose los restos de rímel de los ojos. -Jolín, pues qué susto, ¿eh? Esto tendríais que avisarlo. A ver si va a venir alguien que padezca del corazón y os demandan -aconsejó. La chica sacó su teléfono móvil e hizo una foto al falso cadáver, que al parecer se llamaba Ambrosio. Pues sí que es realista esto. ¡Si hasta parece que tiene gusanos en las cuencas de los ojos!

Theodore tomó la iniciativa, viendo que el matrimonio se encontraba aún algo perdido y desorientado. Evelyn, aún con el susto en el cuerpo, cogió a su marido de la mano y comenzó a andar detrás del egiptólogo. -Entonces, ¿esto es como las Escape Room esas? ¿Hay que resolver acertijos? A mí eso se me da regular -reconoció, algo avergonzada. Luego recordó el colgante que había conseguido, se lo puso al cuello y se le pasó un poco. 

Brendan volvió al lado de su mujer. Tras años dedicado a los negocios había aprendido a notar el nerviosismo de los demás. Los nerviosos siempre negociaban mal. Algo no iba del todo bien. Tal vez el derrumbe no formaba parte de toda la aventura. O puede incluso que la caída tampoco. Sin embargo, prefirío no exteriorizar sus dudas para no asustar a su esposa.

-Me parece bien, señor Fawkes. Ya que usted y la señora Kross son los expertos, ¿qué tal si uno abre la marcha y el otro la cierra? -dicho esto abrazó a su esposa, siguiendo ambos al egiptólogo.

Helen hizo caso de Brendan y cerró la marcha mientras iba negando con la cabeza. Aquello tenía muy mala pinta, parecía que o espabilaban o iban a terminar siendo aplastados. Confiaba en que el matrimonio tomara la iniciativa pero como viese que no lo hacían, sería ella la que empezaría a dar las órdenes y a hacer que el grupo moviese el culo. No estaba dispuesta a morir aplastada ahí. Pero claro, una vez montada aquella pantomima era necesario seguir fingiendo y tratar de conseguir que la mentira tuviera sentido. Así que sin añadir nada más decidió seguir al grupo y tomar el mismo camino que el resto.

Cada segundo allí dentro era a la par emocionante como espeluznante. El lugar no estaba demasiado iluminado (p1) y para colmo, a cada paso que dabais, un susurro ininteligible rodeaba las paredes que os “vigilaban” en vuestro avance. ¿Qué os depararía este laberinto?

Seguisteis adelante hasta un nuevo pasillo (p2) el cual tenía un jeroglífico pintado en la pared, cualquiera con los conocimientos necesarios podría traducirlos.

Las hijas del sol gobernarán el mundo

Finalmente llegasteis a vuestro destino. Desplazasteis una piedra que actuaba como puerta para daros acceso a una sala (2) en la que se reveló algo que científicamente sería imposible, ya que hablábamos de dos leonas famélicas que yacían durmiendo al fondo de la sala.

Apenas dio tiempo a que reaccionarais ya que ambas criaturas con velocidad sobrenatural se alzaron en carrera contra ustedes.

¿Cómo podríais libraros de algo así? ¿Emplearíais la fuerza? ¿O quizás mejor huir rápidamente?

La cuestión era que teníais que tomar una decisión rápida, vuestra vida depende de ello.

Theodore observó a las leonas, incapaz de creer, por un lado, que pudiera haber animales vivos en el interior de aquel antiquísimo monumento y, por otra parte, totalmente aterrado de aquellos seres hubieran podido sobrevivir encerrados en esa estancia, supuestamente durante miles de años.

-¡Ahora toca el show de la huida! ¡Corred! -exclamó el egiptólogo, en un tono que evidenciaba su miedo.

Sin añadir una sola palabra, corrió en dirección a la salida y, situándose junto a la piedra que actuaba como puerta, aguardó a que sus tres compañeros decidieran salir. Solo en ese caso comenzaría a arrastrar la piedra para dejar a esas bestias confinadas de nuevo en el interior de la sala.

Helen miró a Theo asustada. ¡Joder! ¡Cada vez se curran más los de atrezzo las pruebas! Dijo con calma y pretendiendo seguir con la fachada que estaban ofreciendo sobre un escape room. La verdad que si aquello aún seguía colando era porque eran unos grandes mentirosos. Pero un poco más y Helen se orinaba encima...

La regordeta no dudó ni un momento en salir de allí lo antes posible. No quería ver ni enfrentarse a esos leones famélicos. Así que ayudó a su compañero a cerrar la puerta, huyeran sus invitados o se quedaran a enfrentarse contra las criaturas.

Evelyn se estaba acostumbrando a los temblores esporádicos, a la arenilla que se le metía en los zapatos, y al olorcillo a rancio de aquel templo, pero se lo estaba empezando a pasar bien. Theodore les guió por el pasillo hacia una sala cerrada con una puerta de piedra. ¡Como en las películas! ¡Qué emoción!

Cuando consiguieron mover la puerta, una pareja de leonas los esperaba dentro. Estaban muy delgadas, y a la joven estudiante le despertaron una mezcla de penita y ternura. Lo primero que imaginó es que serían máquinas, pero Theo y Helen se apresuraron a salir de la sala, y la guía incluso intentó cerrar ella sola la piedra que tapaba la salida con sus bracitos rechonchos. Fuera la que fuese la razón, hasta Evelyn se dio cuenta de que no tenían que estar en la sala. 

-¡Vamos, amor, rápido! -apremió a su marido, tirando de su brazo, y se apresuró a salir.