Partida Rol por web

Marek intentó no mostrar ninguna emoción, pero había algo en el cambio de actitud de ese tipo que le indicaba inequívocamente que ocultaba algo o que creía algo erróneo:

- No soy su socio. Intentaré ser más claro, necesito encontrar a ese coleccionista y yo nunca fallo. Pon un precio, me importa un carajo cual, pero no he venido tan lejos para renunciar ahora. - Miró al tipo a los ojos tras haber hecho un barrido discreto con la mirada en busca de peligros cercanos.- No sabes quien soy, y eso hace comprensible tu reacción, pero yo no soy como esta gentuza mercenaria a la que estás acostumbrado. Yo soy un profesional, un artesano de la muerte y la guerra. ¿Seguro que no quieres replantearte que seamos amigos?

El hombre retrocedió unos pasos al escuchar la velada amenaza que Marek dejó caer, pero no parecía amedrentado por las mismas - Con la demostración que has hecho antes, no hace falta que me lo asegures con palabras - el hombre se quedó callado unos segundos, pensativo, hasta que por fin se decidió a hablar de nuevo - Hmm, ya veo que tú y al que buscas no sois precisamente amigos, y que el Metro sería un lugar mejor si alguien le pusiera una bala en el cerebro... pero aún así no quiero meterme en donde no me llaman, me he afincado bien en esta estación y no quiero que por ayuda al que no toca tenga que salir corriendo como las ratas - alzó las manos para indicar que no tenía ninguna mala intención y empezó a retirarse lentamente - Buena suerte, de todas maneras. La necesitarás si vas a por Rezno - dijo antes de mezclarse entre la multitud, de vuelta a encargarse de su negocio.

Anton alcanzó sin dificultad a Marek, la muchedumbre se apartaba de su camino y si no conseguía hacerlo el cuerpo del hombretón ya se encargaba de ello. Alguna queja se alzó pero nadie tenía los ánimos para buscarle las cosquillas alguien de tan envergadura. Pero el hombre con el que Marek estaba conversando ya había desaparecido de la vista de ambos, engullido por la marea de gente, que de nuevo volvió a estallar como al final de la prueba de Marek, señal de que otra acababa de tener lugar.

Las dos jóvenes discutían sobre que camino tomar a la hora de averiguar el paradero de Semenovich. En el concurrido mercado seguro que alguien habría oído hablar de él, pero había tanta gente que ir preguntando a cada comerciante les llevaría demasiado tiempo, no digamos ya si se ponían a preguntar entre los habitantes de la estación, que constantemente entraban y salían del lugar. Svetlana tuvo la idea de acercarse al pequeño grupo de niños, que no acababan de decidirse en qué gastar la pequeña fortuna que sujetaban entre sus pequeñas manos. Al ver que la doctora se les aproximaba, estos enmudecieron y escondieron las manos tras la espalda, temerosos de cualquier adulto desconocido. Pero se relajaron al escuchar la afabilidad con que Svetlana se dirigía a ellos, aunque seguían apretando con fuerza las balas - ¿Lo veis? ¡Os he dicho que tenemos que comprar ese! - saltó una niña, refiriéndose al juguete que la pelirroja acababa de mencionar.

 - ¡No, yo quiero el tren! - intervino otro de los niños.

- ¡Habíamos quedado que el oso de peluche!

- ¡De eso nada! - todos los niños empezaron de nuevo a hablar a la vez, cada uno defendiendo el juguete que quería comprar. Que llegaran a un acuerdo parecía algo realmente difícil.

- Pero bueno, niños, ¿Os decidís ya o qué? ¡Que así me tendréis hasta mañana y yo tengo que atender a más clientes! - el tendero interrumpió la discusión y miró sonriente a Svetlana, esperando que ella sí que fuera más directa y se dispusiera a comprar alguno de los artículos expuestos. Aunque se le borró la sonrisa al escuchar las preguntas de la doctora, viendo que de allí tampoco iba a sacar beneficio - Bueno, se vende lo que se puede... No es que esta tienda sea una de las más frecuentadas, el catálogo es bastante limitado, ya lo ves - señaló a los niños - Pero gracias a estos pilluelos que no paran de pedir al menos me da para comer.

Anton colocó una mano enorme sobre el hombro de Marek y tiró de él. —Vamos fuera.— Fue lo único que le dijo mientras iba abriéndose paso en la hirviente muchedumbre. Una vez estaba más alejado del ajetreo se cruzó de brazos y miró de arriba a abajo al tirador de ratas.

—Me parece que deberíamos ir buscando en otro sitio mejor... ¿Qué has descubierto?

El barman alzó una ceja al escuchar lo de las balas que le proponía Gregori, visiblemente interesado - Claro, ningún problema. Suele venir bastante por aquí, así que aparecerá en algún momento u otro. Mandaré a buscarte cuando lo vea - el hombre se apartó de la barra y se puso a limpiar uno de los estantes llenos de botellas.

De alguna manera Svetlana no consiguió dirigir la conversación hacia dónde le interesaba; aquel misterioso personaje llamado Semenovich. O bien aquel vendedor no había oído hablar nunca de él, o lo conseguía disimular muy bien. Los niños tampoco darían ninguna pista últil, aunque la médico se entretuvo un rato observándolos mientras discutían. 

Finalmente se despidió amablemente y se giró hacia Anna. -A donde quieras ir. Yo te sigo. -Susurró, consciente todavía de las cabezas que las seguían. Seguía sin sentirse del todo cómoda en aquel ambiente. 

Giré el rostro para mirar por encima del hombro, viendo como mi compañera de viaje se acercaba. Parecía que no había tenido respuesta para nuestras preguntas, pero no iba a ser tan fácil que aquellos mercaderes se abrieran ante unas desconocidas. De nuevo miré al armero, ¿quién en su sano juicio no se dejaría un buen montón de balas para armarse como es debido? Quien tiene un tesoro escondido, debe tener con qué protegerlo.

- Hablemos con el armero. Tengo negocios que hacer con él y si de paso responde a nuestras preguntas... - pensé en la cantidad de balas que tenía guardadas, en las que podrían darme por el arma que llevaba. No sabía si sería una buena idea lo que tenía en mente, pero no podíamos ir por los túneles disparando a todo lo que se moviera y formando tanto ruido - Vamos, no nos separemos.

Caminé hacia el puesto donde se encontraba el aquel hombre, rodeado de todo tipo de armas. Venecia era un lugar peligroso y como tal, las armas eran la vida o la muerte de muchos allí. Sin decir una palabra saqué una pequeña bolsa de cuero, con un sonido metálico delatando la cantidad de balas que había en su interior, todas las que podía gastar sin quedarme sin lo básico para seguir viviendo. Abrí la bolsa y la dejé sobre la mesa, provocando que algunos cartuchos dorados se deslizasen sobre la madera. 

- Quizá puedas ayudarme a gastar estas balas - pronuncié con una suave sonrisa de medio lado, mirando al armero - Tengo un par de preguntas. ¿Cuánto cuesta esa joya que está a tu espalda? - pregunté señalando la sigilosa y mortal Helsing, un arma neumática cargada con tornillos - Y la otra es... ¿Ha estado aquí un hombre con una gran cantidad de balas militares? Estoy segura de que podremos llegar a un acuerdo.

-¿Lo de siempre? No sé... Yo había escuchado ciertas historias acerca de un avión estrellado y... Bueno, supongo que serían burdos rumores... Siento haberos hecho perder el tiempo caballeros.- Dijo, haciendo amago de levantarse y tirándose el mayor farol de su vida.

-Estaba dispuesto a pagar una buena suma a cualquiera capaz de contarme algo mas acerca de ello, otro día será pues.-

Gregori hizo una disimulada señal a su compañero para que se acercara hasta su posición. Había lanzado la caña y solo hacía falta esperar. Era cuestión de minutos, puede que horas, que aquel tal Semenovich entrara por la destartalada puerta del bareto y pudieran hacerle algunas preguntas.

-Ese tipo aparecerá tarde o temprano. Nos toca tener paciencia y esperar.

Era momento de dejarse llevar, relajarse unos minutos y aprovechar aquellos minutos para intentar convencer a su amigo de la mala idea de acabar con la vida de sus compañeros de viaje.

-Ya has pensado qué harás con tanto dinero? Yo, lo primero que haré es pegarme una gran fiesta con comida, licor del bueno y un buen par de mujeres para pasar una noche de locura. Necesito desfogarme, después miraré qué hacer con mi vida.

Svetlana no consiguió averiguar nada sobre Semenovich por parte de los niños o del juguetero. Los primeros todavía vivían de manera demasiado atolondrada como para fijarse en detalles de ese tipo, mientras que el puesto comercial del segundo no parecía uno al que se fuera a acercar alguien como Semenovich.

Anna decidió probar suerte entonces con el vendedor de armas, su plan original. El hombre las recibió con una sonrisa mientras se apoyaba sobre el mostrador, listo para enseñar cualquier mercancía que las posibles compradoras quisieran examinar - ¡Una excelente elección, señorita! No solo no hace nada de ruido, sino que además no gasta balas y los tornillos son recuperables, ¡así que es una doble inversión! Y por tan solo 55 balas, ¡una auténtica ganga! - al escuchar la siguiente pregunta de la joven, el hombre se puso serio de repente - Lo siento pero no puedo ir dando información sobre mis clientes, ¿Que sería de mi negocio si empezara a hablar así como así? ¡Las mafias me convertirían en pienso para los cerdos en un santiamén!

Mierda... No íbamos a sacar nada en este lugar. El mercader tenía razón y para él era demasiado peligroso hablar, incluso aunque pudiera cerrar un trato de por medio. Seguramente las mafias locales les estuvieran extorsionando y las miradas que recibíamos comenzaban a pintarse de un color desagradable para la vista. Sería mejor que no nos quedáramos mucho más tiempo, estábamos llamando la atención más de lo necesario y una estación como Venecia era demasiado peligrosa como para hacerlo. El problema era que realmente me interesaba cambiar el arma, la Helsing era silenciosa y quizá fuese necesario algo de silencio durante la aventura en la que nos habíamos embarcado.

- Está bien. Treinta cartuchos de graduación militar, una dobleta y una lolife. Eso más diez cartuchos de escopeta  - dejé ambas armas y la munición sobre la mesa, junto a la pequeña bolsa de cartuchos dorados que había dejado anteriormente - Todo eso por la Helsing y dos cargadores completos de tornillos. Tengo que poder disparar con algo joder, y no llevo nada más. ¿Qué me dices? Es un buen trato y no quieres que los nosalis me hagan trizas por los túneles... no es bueno para el negocio perder clientes - pronuncié dibujando una sonrisa tratando de aprovechar que era una mujer. Quizá con esto sí podía jugar con él.

Aún me quedaban las balas de la pistola, pero era lo único que tenía además de la pequeña reserva que necesitaba para comprar comida antes de partir. Aunque para mí ya no fueran útiles prefería entregárselas a alguno de mis compañeros, que no perderlas junto con todo lo demás.

Svetlana asintió ante las palabras del preocupado mercader. Condescendientemente agregó -Es cierto Anna, lo harían papilla en un santiamén... Después fijó su atención en la ostentosa colección de armas que se exponían delante de ella. Ajena a la conversación que mantenía su compañera con el hombre, Svetlana se entretuvo toquiteando todos los cachivaches, inspeccionándolos desde varios ángulos y haciéndose la entendida, aunque a decir verdad todas las armas le parecían igual de amenazantes. De todos modos, ella era fiel a su querido revólver, Espinoso, y a su bastarda, Gritona. 

Echó mano de un cañón ampliado, que perfectamente podría encajar en el extremo de la pistola. -¡Vaya! Esto le da otro aspecto a Espinoso, vaya un pedazo de trasto. -Comentó divertida Svet, colocando el cañón en el extremo del revólver, simulando que disparaba. -¿Para qué sirve exactamente?

Dejó el cañón ampliado sobre la mesa, bajo la mirada desaprobadora de Anna, a quién había interrumpido. Luego se estuvo quieta un rato, pero no pudo aguantar durante mucho tiempo callada. -¿Eso es un disipador de calor, verdad? -dijo señalando con el dedo al accesorio que colgada al fondo de la tienda. -Eso sí que me vendría genial para mi bastarda. Se pone al rojo vivo en cuanto le doy un poco de caña, ¡hasta he llegado a quemarme los dedos! -Mostró al mercador el dorso de su mano derecha, donde había una pequeña cicatriz en forma de V. ¿Cuánto por los dos, ampliador y disipadora? Le puedo ofrecer... ¿veinte? -Sonrió con todo su encanto a aquel comerciante, sacando una por una las veinte balas de munición militar que guardaba en el bolsillo interior de la mochila. 

Marek miro con disimulo si habia alguien echandoles el ojo, antes de mirar de nuevo al grandullon, al que habia seguido hacia afuera sin rechistar:

- Mas de lo que necesitabamos saber, menos de lo que esperaba saber... Deberiamos buscar un sitio mas tranquilo. - Trato de recordar algo de los viejos tiempo.- Hay un tugurrio no demasiado grande donde puedo alquilar una habitacion para charlar un rato por 1 BGM, vodka para dos incluido. Se que tienes preguntas, se que has oido mas de lo que preferirias, pero puedes confiar en mi. Alli respondere.

Una vez en la Seta Fermentada (Llamado asi porque el viejo gerente y padre del actual solia destilar Vodka de setas) subio a la habitacion con Anton y algo de Vodka. Tomaron asiento lejos de ventanas y angulos de tiro, se aseguro de que la puerta estaba bien cubierta, etc. Parecia algo mas paranoico de la cuenta, como si esperase problemas. Una vez sentados, saco un saquito no muy grande, que tintineaba con BGM y se la lanzo a las manos:

- Antes de que comience a hablar, me dijiste que estabas en esto para ayudar a tu hija. El viaje en el que nos vamos a embarcar, unido ademas al viajar conmigo, es algo arriesgado. No es mucho, pero 15 BGM ayudaran a mantener a tu hija a salvo y cubrir lo que pueda necesitar. - Estaba mirando el vaso, el vodka reflejaba el pasado.- Respondere a tus preguntas una a una hasta donde se pueda.

Gregori y Andrey esperaron en el bar durante un rato, pero no había rastro de Semenovich aún. La mayoría de la gente pasaba tanto tiempo en sus mesas como ellos, solo algunos se levantaban y se marchaban para ser rápidamente sustituidos por nuevos clientes. Un hombre con una guitarra animaba el ambiente y los parroquianos de vez en cuando le echaban alguna bala para que siguiera tocando, en el estuche del instrumento había ya reunido un buen puñado de ellas.

El vendedor de armas escuchó interesado las propuestas de ambas jóvenes, siempre dispuesto a hablar de negocios. Meditó lo sugerido durante unos segundos, pero finalmente asintió con una sonrisa - Bueno, venga, vale. Me sabe mal no poder ayudaros, de modo que al menos os haré una rebajita. Aquí tenéis - dijo, entregando la Helsing y los dos cargadores a Anna y los accesorios a Svetlana, una vez se hubo cobrado su precio - Si necesitáis cualquier otra arma o  munición, no dudeis en volver a verme. ¡Tengo de todo!

Las chicas se separaron del puesto de armas, examinando sus nuevas adquisiciones, pero estas estaban en perfecto estado, dentro de lo que se podía esperar en el Metro, por supuesto. Pero entonces, casi de reojo, vieron que un par de hombres las observaban disimuladamente. O todo lo disimuladamente que sabían, que no era mucho, a lo cual no ayudaba que sus cabezas rapadas destacaran entre la multitud del mercado. No parecían amigables y eran bastante corpulentos, pero por el momento se contentaban con vigilarlas de lejos. Iban vestidos con una chaqueta de cuero marrón una cruz negra en cada hombro. Que los dos fueran igual en un mundo en el que todo el mundo se las arreglaba como podía, solo podía significar que pertenecían a alguna organización con la capacidad suficiente como para darles señas de identidad a sus miembros. En la mayor parte del Metro, aquella descripción se refería a los varios gobiernos que se habían establecido en las estaciones y líneas. En la Tretjakowskaja, solo podía significar una cosa: mafia.

Anton observaba el saco con expectación, ceñudo. Luego dirigió su mirada a Marek y se cruzó de brazos. ¿Qué era todo esto que estaba pasando? Sabía que toda persona en el metro, igual que una moneda, tenía dos caras y por lo general la segunda era la que se escondía debajo. Marek era una de ellas. No podía evitar sentirse invadido por la curiosidad así que no hizo más que encogerse de hombros y tumbarse sobre un sillón.

Hizo un gesto con la mano indicándole a Marek que podía hablar:

—Puedes empezar contándome que fue eso que ocurrió ahí atrás. De ahí puedes extenderte como quieras. ¿Por qué me estás dando esto?

Svetlana se desprendió gustosamente de sus balas cuando el armero accedió al intercambio. Emocionada, comenzó a intentar encajar el disipador de calor y montarlo sobre su bastarda. Las armas no eran lo suyo, pero la chica parecía entretenida en su tarea. Sin embargo, algo la interrumpió. Fue la mirada de esos tipos. Esa mirada. Una mirada diferente, mucho más peligrosa.

-Y el premio a la discreción va para Marmitaco y su amigo Cerebrito... -Apenas susurró al oído de Anna, a quien hizo un gesto con las cejas para que misare discretamente hacia aquel par de bolas de billar. El disipador por fin encajó con un sonoro chasquido, lo que no hizo más que aumentar la atención que el público había puesto sobre ellas. 

-Esto no me gusta, Anna. -comentó preocupada. Se echó a Gritona a la espalda, mientras acariciaba suavemente el revólver que le colgaba del cinto. -¿Qué hacemos?

Marek observó a su interlocutor, parecía que Anton no había atado todos los cabos de lo ocurrido, lo que era en cierto modo algo bueno. Se sentía cómodo con él, era una persona digna de confianza, pero sabía al mismo tiempo que contarle todo con detalles le pondría antes o después en peligro si contaba algo de ello. Respiró hondo y respondió lo que podía:

- Lo que viste en el club fue que el tipo que maneja el lugar se sintió impresionado por mis habilidades. Puedo decir sin alardear que poseo unas habilidades excepcionales como tirador, al fin y al cabo fui entrenado por gente que valora mucho la eficacia. Quería encargarme un trabajo, pero a su vez le pregunté por alguien que es mejor no encontrarse, lo que hizo que él se asustase y no quisiese mezclarse conmigo por miedo a acabar muerto si él se entera de que quiero encontrarlo. - Dio un trago al vodka.- Me crié en un lugar despiadado, fui entrenado para ser un líder despiadado, y llegado el momento abandoné ese lugar para comenzar una vida como mercenario. Andrey es una basura comparado con gente de mi nivel, pese a que compartimos el mismo origen, es un subproducto para que nos entendamos. Dicho esto, cuando decidí convertirme en mercenario lo hice para poder perseguir a un viejo conocido... Y es al que nuestro buen mercader del club teme como a la muerte. - Dio otro trago al vodka.- Te doy esto porque sé que necesitas BGM para tu hija y porque así podrías enviarle algo antes de que nos embarquemos en esta aventura. Llámalo una buena acción si lo prefieres. Tú no eres como yo Anton, tu eres una buena persona y no quiero que otro niño crezca sin su padre por correr aventuras en la compañía inadecuada. ¿Recuerdas el bar con Andrey, Ratón y su momento de charla a solas? Esa rata de Andrey planea matarnos cuando llegue el momento, a todos salvo a Ratón. Yo voy a acabar con él llegado el momento, quisiera dejar vivo a Ratón si sé que puedo confiar en que su cobardía y sentido común tomarán el control. El viaje tiene tres handicaps: El primero, Semenovich y el avión, será algo jodido pero podemos con eso; lo segundo, acabar con Andrey de manera astuta y sin contemplaciones. Debemos alertar a Doc y a la chica a tiempo y con discreción, ellos sospechan de mí, pero no de ti. Tu pareces un buen tipo y demasiado bruto para hacer una jugada sorpresa, sin ofender claro. El tercer handicap... Mi viejo amigo, él es lo más peligroso que hemos visto hasta la fecha, y tengo que llegar hasta él antes de que él haga lo propio. - Dio un trago más.- ¿Alguna pregunta extra?

Aunque su voz es un susurro, alcanza para que ambos puedan hablar sin problema. Marek está visiblemente preocupado y observa desde su asiento las ventanas y la puerta, la pistola está a mano preparada para actuar.