Partida Rol por web

A medida que Svetlana y Anna se acercaban al mercado, vieron que este estaba lleno de gente a más no poder, que hacía sus compras diarias, o en el caso de los que tenían menos balas, se paseaban con mirada lastimera por los puestos, algunos con un pequeño cuenco en el que pedían caridad. El ruido era considerable y apenas dejaba escuchar a nadie a no ser que se estuviera muy cerca. El lugar era grande, y con tanta gente sería fácil perderse, perotambién habría más oportunidades para averiguar algo sobre Semenovich.

Había puestos de comida, armas, cambio de balas, ropa, incluso un puesto de jugetes para niños, tanto rescatados de la superfície como hechos en el Metro con lo que se tenía a mano. Varios niños estaban parados frente a ese puesto y discutían sobre cuál comprar con las balas que habían juntado entre todos. En el resto de puestos se arremolinaba gente de todas las clases, el movimiento era constante, como también lo eran el ruido del comercio y el ir y venir de las balas y productos.

El bar de la estación era un lugar un tanto lúgubre, poco iluminado en comparación con el resto de la Tretjakowskaja, pero no parecía importarle a los clientes que se encontraban en él. Había bastante gente, la mayoría hombres aunque también se veía a alguna mujer que otra. Un barman se encargaba de atender los pedidos y una camarera de llevar las bebidas a las mesas. Detras de la barra había un estante con bebidas alcohólicas de todo tipo, desde la más barata destilada a partir de las setas que crecian en el Metro, hasta las que los Stalkers traían de la superfície y que seguramente valían su peso en oro, especialmente las de origen extranjero.

Los parroquianos estaban cada uno sumido en sus asuntos y hablaban en voz baja, únicamente para sus interlocutores inmediatos, por lo que era casi imposible escuchar algo sin acercarse demasiado. Pero en aquél lugar, seguro que alquien había escuchado algo sobre Semenovich. Y ya se sabái que el alcohol siempre le suelta la lengua a un hombre.

Ratón se acercó a la barra de aquel amortecido local y pidió algo de beber, algo barato y que no afectara nada a su "delicado" poder adquisitivo. Al recibir la bebida, se decidió a preguntar a Andrey como quería actuar en aquella situación. Pero necesitaba aclarar un tema antes de ponerse a trabajar.

-Andrey, sobre tu comentario acerca de como "solucionar" el reparto del botín en caso de encontrarlo... De verdad crees que será tan fácil darles vía? Mira socio, entiendo que estamos en una situación desesperada, pero si nos topamos con ese cargamento, no tendremos que preocuparnos por repartir la mercancía. Habrá para todo el mundo!

Dió un trago a aquel líquido amargo que quemó parte de su cuello y, mirándolo fijamente, le dijo:

-Y si crees que voy a matar a Anna, ya te puedes estar olvidando. No soy un asesino y tu tampoco. Así que te recomiendo que te quites esa idea de la cabeza, porque de lo contrario, tu hermana perderá un hermano de la forma más estúpida posible.

Apuró su bebida de nuevo y con rostro doloroso por los efectos de la bebida, le preguntó.

-Te parece bien que preguntemos al dueño del local o prefieres preguntar mesa por mesa? Creo que la mejor opción es comenzar por el dueño.

Resopló ante los comentarios de Ratón, mientras se bebía lo mas parecido al vodka que puede degustar en ese antro. Estaba convencido de que llegado el momento, iba a hacerse cargo de los indeseables. 

-Sé que no eres un asesino, amigo, y yo tampoco lo soy. Pero no voy a permitir que se nos adelanten y nos hagan ellos lo que tu me estás diciendo que no podemos hacer.-

Se terminó la bebida y se giró en la silla, dándole la espalda a la barra.

-Porque no voy a permitir que eso ocurra, no con mi hermana embarazada. ¿Porqué no preguntamos primero a algún local? ¿Te suena alguna cara que estuviera por aquí ayer también?

Anton observaba con diversión como se desarrollaba la competencia. Mientras que las balas sucias eran disparadas a los cobardes roedores las militares iban pasando de manos conforme cada hombre terminaba de apuntar. La voz que resonaba gracias al megáfono del presentador envolvía el sitio y la atmosfera era tan cálida y alegre como lo podía permitir el metro.

Cuando caminaba alrededor de los espectadores daba la impresión de que se trataba de un pilar andante, superando por una cabeza a la mayoría de los transeúntes del lugar. Se aseguró de que Marek siguiese a su lado y no haya sido arrastrado por el mar de gente y cuando el comentarista dirigió su voz en una exclamación hacia ellos le golpeó el brazo con el reverso de la palma.

—¿Qué tal si pruebas suerte con las ratas? Yo intentaré encontrar alguna pista acerca de ese supuesto Semenovich.— Le dijo mientras dejaba una mano sobre su hombro más para mantenerle cerca que para alentarlo.

Se separó de él por un instante y eso bastó para que la gente se hiciera un espacio en el agujero que dejaron. Se encogió de hombros y empezó a buscar por su cuenta. Caminó hacia la barra del vendedor de armas y observaba con disimulado asombro las reliquias que este vendía. Se apoyó sobre la barra con dos brazos grandes como jamones y habló con un chasquido de lengua.

—Buenas. ¿Siempre se está así de lleno por aquí?— Anton miró por encima del hombro y señaló con un pulgar. Luego se apoyaba nuevamente en la barra. —Parece que el negocio va bien por aquí. Si no me equivoco en Venecia van y vienen muchos hombres y mujeres, mercaderes la mayoría.

Anton intentaba no ser muy directo, tenía en mente que le iría mejor si le sacaba conversación al hombre.

Marek seguía pensando en las revelaciones de lo que escuchó entre Andrei y Ratón. Esperaba sinceramente no tener que hacer correr a Ratón la misma suerte que Andrey correría en cuanto la situación fuese conveniente. Le acaba de dar la excusa que necesitaba para ejecutarle... Bastardo pretencioso y arrogante, además de traidor por supuesto. Anton lo sacó de su ensimismamiento con la amabilidad que el gigante solía tener hacia él, era un buen tipo y deseaba ayudarlo con sus asuntos personales una vez los suyos estuviesen resueltos. Cuando el tipo llamó la atención de ambos decidió probar suerte:

- Si, creo que voy a probar algo de suerte, podemos necesitar la pasta para comprar suministros. Mientras intenta encontrar pistas, luego echo una mano. Por cierto... Tenemos problemas, luego te hablaré de ello. - Miró al tipo.- Eh! Me gustaría apostar algunas BGM, pero quiero hacerlo más interesante, ¿Si hago 4 éxitos duplicarás la inversión?

-La verdad es que no me suena nadie.

Gregori decidió dejar aquella conversación para otro momento. Andrey se encontraba en una situación complicada al tener que ayudar a su hermana, lo entendía. Pero de ahí, a pasar a plantear una matanza... Las dudas y sospechas de su compañero no eran nada descabellado, pero tampoco era buena opción pensar que siendo solo tres, podrían conseguir aquella alocada misión. Puede que la utópica confianza fuera mejor que un impulsivo asesinato. Mejor dejar aquella decisión para otro momento.

-Si vamos los dos, puede que la gente se cierre en banda. Pregunta a la primera mesa que te parezca. Yo haré unas preguntas al encargado de este tugurio. Veamos qué me dice.

Dejó unos segundos a que su compañero se alejara y comenzara a preguntar entre los clientes de las mesas. Era el momento de ser astuto y escoger bien sus palabras.

-Jefe!- dijo llamando la atención del propietario del local - Que se cuece por este lugar? Acabo de llegar despues de una "calurosa" bienvenida por parte de unas graciosas gambitas y me gustaría saber qué puedo encontrar por aquí. O puede que lo mejor sea acabar como estos hombres, con el morro en la bebida? HA, HA, HA...  Seguro que, como en muchos otros sitios, debe haber un loco que hace de esta mierda, un lugar interesante, verdad?

Los dos compañeros se separaron momentaneamente, Marek se dirigió hacia la zona de tiro tras llegar a un acuerdo con el gerente, en busca de llenar sus bolsillos con munición de verdad. Bien sabía que le haría falta en la aventura que se disponía a emprender. El comentarista lo presentó a la multitud con un gran bombo y gestas inventadas, con el objetivo de aumentar las apuestas. Anton, por su parte, se encargaría de tantear el terreno y ver como podían acercarse a aquél que poseía el conocimiento necesario para llegar hasta el avión estrellado, y la fortuna que contenía.

El encargado del estante de las armas lo miró con recelo al principio, era muchos los que simplemente se quedaban observando aquellos instrumentos de muerte pero nunca llegaban a desembolsar ni una triste bala, fuera porque no se lo podían permitir o porque no les interesara lo expuesto. Pero tampoco iba a negarle conversación a un potencial cliente - Pues sí, la verdad es que la idea esta de la galería ha tenido un gran éxito, un hombre habilidoso puede sacarse un buen extra y a los que no lo son siempre los entretiene observar y hacer apuestas - entrecierra un poco los ojos, sin saber muy bien donde el grandullón quiere llegar - Eh... sí, es una estación muy concurrida. Y sobretodo, donde hay libertad de verdad, sin que nadie te impida hacer lo que quieras... mientras no molestes a las mafias y pagues las tasas pertinentes, claro...

Una gran exclamación resonó entonces por todo el local, seguida de inmediato por la voz potenciada por el megáfono - ¡Iiincreíble! ¡Hacía mucho tiempo que no veía semejante maestría con un fusil! Gentes de la Tretjakowskaja, un aplauso para el ganador, esto... ¡Eso! ¡Marek Tarasovich! - la multitud volvió a vitorear a Marek, que regresaba desde la zona de tiro tras no haber dejado ni una rata en pie. La gente palmeaba su hombro en felicitación, al menos los que habían apostado por él. Los que no se limitaban a fruncir el ceño y escupir al suelo.

El gerente se acercó hasta Marek y le puso un puñado de BGMs en la mano, el justo pago por el victorioso espectáculo - Tenía mis dudas pero has cumplido con creces. Aquí está tu premio. Vuelve a probar cuando quieras, eres una apuesta segura - entonces invadió el espacio personal del tirador para hablarle al oído - Y si buscas una paga estable, podrías tener un trabajo para tí, si no te importa mancharte las manos de vez en cuando.

Los dos compañeros decidieron actuar por separado, esperando así tener más esperanzas de éxito en su empresa. Gregori decidió acercarse hacia el barman, una opción segura ya que era el único que sin duda estaría allí a todas horas y por tanto sabría mejor que nadie quién entraba y salía, así como estaría al tanto de los últimos rumores.

El barman escuchó a Gregori con la misma expresión con la que seguramente escuchaba cientos de historias, una mezcla entre aburrida por la monotonía del trabajo e interesada por que rara vez oía dos veces las mismas historias - Bueno... no sabría decirte... Es raro que pase algo fuera de lo habitual, las mafias pueden ser severas pero saben mantener el control en sus dominios... así que mientras pagues lo que piden y no los molestes, puedes tener toda la libertad que quieras.

Marek enarcó una ceja ante las palabras del tipo. Ciertamente nunca venía mal cerrarse una puerta. Sobre todo habida cuenta de que su tapadera de mercenario requería de trabajos que la respaldasen. Y bueno, este asunto del avión podría ser una patraña enorme.

- Siempre es bueno contar con un contrato interesante de cuando en cuando. - "Ahora o nunca Comandante" se dijo a sí mismo dispuesto a probar suerte.- Y ya que estamos, quería preguntar si por un casual había visto a un par de viejos amigos por la zona. Uno es mercader, el otro coleccionista de arte previo a la guerra. Ambos llegaron por separado antes que yo, pero con el ajetreo del viaje llegué tarde a la reunión que habíamos acordado y lo más raro es que no han dejado una nota siquiera. Quiero pensar que están de copas en algún rincón de la ciudad, pero ya sabes, en estos tiempos...

-Sí, sí... tienes razón. Pero siempre hay alguien que consigue, de una forma u otra, pasar desapercibido de los brazos de la mafia. En estos tiempos, la gente necesita sobrevivir como pueda y, a veces, estás dispuesto a hacer lo que sea para conseguir tu objetivo. Aún y sabiendo que si te pilla la "mano dura" mafiosa, puedes quedarte con algún dedo de menos.

Ahora, el momento de lanzarse al vacío.

-Como aquel rumor que dice que un existe un hombre que ha conseguido localizar un avión con mercancía de valor. Puede que la mafia no le tome en serio...seguro que se trata de un borracho enajenado. A quién se le ocurre salir a exterior y encontrarse con un avión con munición para vivir lo que te queda de vida como un rey? Vaya tonterias... Pero puede ser divertido pasar un rato con ese loco. Has oido hablar de él?

Andrey optó por echar un vistazo entre los clientes. Se percató de un par de hombres a los que le pareció ver la noche anterior, esperando que fuera clientes habituales se acercó a ellos y tomó asiento.

-¿Os importa si os invito a un trago, compañeros?- dijo al sentarse, alzando el brazo hacia el mesonero para indicarle que trajera tres vasos.

-Estoy viajando por el metro, escuchando y escribiendo un diario, ¿Sabíais? ¿Habéis escuchado algo interesante últimamente? Ya sabéis, rumores, cualquier historia digna de ser escrita.-

El hombre sonrió a Marek - Excelente, entonces puedes pasar a mi oficina y discutiremos los detalles - el gerente de la galería escuchaba atentamente a Marek, sonriente al haber encontrado una respuesta satisfactoria a su propuesta, y responde alegremente a la pregunta - Sobre el mercader no se mucho, hace unas semanas apareció un tipo con el nombre que dices y parece que esta causando sesación en toda la estación. He oído que alquiló el apartamento más grande de la estación y que se gasta autenticás fortunas en el bar. También se ve que pasa bastante tiempo en el burdel de la Tretjakowskaja, pero, ¿Quién no lo haría si pudiera, eeh? - dijo riéndose al final. En cualquier otro lugar, un burdel solo sería sinónimo de mayor facilidad de pillar una enfermedad venerea, pero el de la Tretjakowskaja era famoso en todo el Metro por su calidad.

Al oír que Marek pregunta por el coleccionista de arte, la sonrisa del hombre se desvanece y su tono se vuelve hosco y poco amigable - ¿Coleccionista de arte, eh? - escupió en el suelo - Márchate. No quiero tener nada que ver con esa clase de personas, o con sus socios.

El barman escuchaba a medias a Gregori al tiempo que va limpiando vasos y sirivendo copas que luego la camarera se dedicaba a trasladar a las mesas pertinentes. Pero cuando el Ratón empezó a hablar del supuesto loco, el hombre dejó lo que estaba haciendo y pasó a prestarle toda su atención. Le indicó que se acercara, y él mismo se inclinó sobre la barra para hablar en susurros y que nadie pudiera escuchar sus palabras - No es solo un rumor... Es cierto que un hombre llegó hace unas semanas cargado hasta los topes de balas... No se a que clase de acuerdo llegaría con las mafias, pero estas lo dejan en paz, y tipo vive tan tranquilamente, alternando entre este bar, donde se gasta auténticas fortunas, el burdel, donde pasa la mayor parte del tiempo, y el apartamento que alquiló al llegar, el más grande de toda la estación... - tras aquella conversación, el barman volvió a apararse y continuó con las tareas que antes estaba realizando.

Andrey, por su parte, probó suerte entre los parroquianos del local. Los hombres lo dejaron sentarse con ellos e invitarlos, aunque lo miraban con algo de recelo al tratarse de alguien desconocido, al que ni siquiera habían visto antes por la estación - ¿Un diario? ¿Y para qué, quién lo va a leer? ¿Las ratas? - los hombres se echaron a reír un rato, antes de dar un trago a sus nuevas bebidas - Por los túneles se escucha lo de siempre. Que si la tensión está creciendo entre la Hansa y la Línea Roja, que si los fascistas se preparan para una nueva guerra, que si ha estallado una epidemia en no se que estación del este, que si los Observadores Invisibles nos acechan a cada momento... Lo de siempre, vamos.

Anton no parecía demostrar ser el mejor obteniendo información. ¿Y quien podía echarle la culpa? Cientos, si no es que miles de rostros iban y venían en Tretjakowskaja, aunque bien sabía que el de Semenovich debía ser uno que todos reconocerían apenas verlo. ¿Y si el hombre en cuestión realmente no existía? ¿Y si todo podía ser otro simple cuento más del metro? No. Él seguiría buscándolo. 

Desde la barra observó a Marek derribar a todos los roedores y sonrió más por compromiso que por satisfacción, dudaba que una de las balas que recaudaría por sus habilidades fuese compartida con él. Luego su vista se afiló al ver como un sujeto se lo llevaba a una habitación singular. Cosa de la cual desconfiaba abiertamente, no iba a ser el primero al que le pegaban una paliza por arruinarle el negocio a los codiciosos propietarios. Pero en el camino algo ocurrió, podía observar los labios de Marek moverse pero no lograba entender lo que quería decir y de un momento a otro aquel hombre que dejó las balas limpias en sus manos le había soltado un escupitajo cerca de sus pies.

—Yo... un momento, por favor.— Le dijo al vendedor de armas de la barra mientras que se iba abriendo camino entre la muchedumbre todavía extasiada en sus propios vitores y risas. Cosa que no era muy difícil para él. Se apresuraba lo más que podía y no sostenía mucho cuidado al apartar a la gente en su camino.

-Pues me interesaría mucho hablar con esa leyenda. Podrías avisarme en cuanto entre por la puerta de tu local. Tengo algunas balas de calidad que podrían acabar en tu bolsillo si me avisas de su llegada. Te parece?

La idea de Gregori era la de vivir aquella larga espera hasta el encuentro con Semenovich. Podría ser desesperante, pero también sabía que si tenían paciencia, tarde o temprano aparecería por la puerta del bar y podrían tratar del tema que los había llevado hasta allí. Ir dando tumbos por aquella ciudad sin saberr a donde ir, no era una buena opción según Ratón.

Caminé junto a la doctora, observando como un hombre hacía girar un par de ratas ensartadas a un palo junto al fuego. Aquello hizo que me sonaran las tripas, incluso después de haber comido bien la noche anterior. Pero no podía desperdiciar más balas, si pensaba continuar aquel viaje necesitaría algo más de equipo y estaba dispuesta a conseguirlo antes de salir de la estación. ¿Quién sabe lo que podríamos encontrar más adelante? Los nosalis y las gambas eran lo mejor que podíamos haber encontrado por el camino.

- ¿Crees que alguno de estos comerciantes sabrá algo de él? – le pregunté a mi compañera, sin decir nombres – Después de lo que escuché ayer en la taberna es más que probable que se haya gastado un puñado de balas por aquí, quizá puedan darnos una descripción… o con suerte, decir donde se encuentra.

Continué hacia delante, viendo a toda esa gente frente los improvisados puestos de los mercaderes. Observando las armas detrás de las rejas, los vendedores de balas, los artistas que trataban ganarse la vida con una guitarra o un acordeón a base de limosnas. Acaricié una de las balas doradas que llevaba en mi bolsillo, dudosa de si dejarla en el cuenco de un mendigo. Pero finalmente saqué la mano del bolsillo, debatiéndome conmigo misma.

- Iré a preguntarle al armero, necesito algo de equipo y así aprovecho la ocasión. Quizá con un buen montón de balas sobre su mesa se sienta más receptivo a contarnos algo. ¿Tú qué quieres hacer?

Me detuve y la miré en mitad de aquel mercado, podíamos separarnos y buscar cada una por nuestro lado, pero Venecia no era un lugar seguro. Menos aún para una chica como la doctora, pelirroja y fácil de mirar. Prefería que no nos perdiéramos de vista la una a la otra, cubrir nuestras espaldas, aunque todavía no sabía si podía fiarme de ella.

Svetlana seguía de cerca a Anna, obviando las muchas miradas que atraían ellas dos. Ciertamente aquella mujer le inspiraba confianza, pero empezó a plantearse si no estaría más segura acompañada de alguien como Anton, mucho más corpulento... o Marek. 

Pasaron junto al puesto de juguetes. Una pequeña congregación de niños discutían emocionados sobre el uso que le darían al buen montón de balas que habían conseguido reunir. Svetlana les dedicó una sonrisa sincera y se llevó la mano a su bolsa de viaje con la intención de darles una pequeña propina que les ayudase con la compra. Entonces recordó las miradas, los ojos que no perdían ningún detalle, y decidió que sería más seguro no hacer gala de su generosidad allí en público. 

Ante la propuesta, contestó.

-Sí, seguro que alguien podría echarnos una mano. Desde luego, éste es el sitio adecuado para gastar algunas balas... ¿El armero? Vale, te acompaño, pero... espera un segundo. 

Svetlana volvió la vista atrás. Los críos seguían discutiendo. Eso es un buen montón de balas para unos críos... ¿y si...?

-Vuelvo en un minuto, Anna. 

La doctora se acercó al grupo de niños, y cariñosamente se dirigió a ellos, arrodillándose un poco para estar a su misma altura. -¡Guau! Que juguetes tan bonitos... ¿cuál es vuestro preferido? Seguro, que ése de ahí, el que tiene la ruletita dorada... Svetlana señaló a uno de los muñecos mecánicos que colgaban al final del puesto. -Seguro que no es barato, pero parece que habéis conseguido algunas balas... ¿os las han dado vuestros padres... o algún señor?

Si Semenovich había vuelto con tal cantidad de balas, no sería raro que hubiese repartido unas cuantas. Ella, desde luego, lo habría hecho sin dudarlo. 

No pude evitar fruncir el ceño cuando vi como la doctora se acercaba a la panda de críos escandalosos que se encontraban junto al puesto de juguetes. No me gustaban esos enanos, nunca lo habían hecho, ni cuando yo misma era una de ellos. Pero entendía la necesidad del metro, eran un mal necesario para que la humanidad tal y como la conocía no se extinguiera. ¿Pero realmente eso sería tan malo?

Caminé con lentitud hacia la doctora, viendo cómo se arrodillaba junto a ellos y les preguntaba algo, aunque mantuve la distancia lo suficiente como para no llegar a escuchar sus palabras. No me interesaba lo que pudiera decirles, lo que ellos pudieran contestarle. Prefería mantenerme atenta a nuestro alrededor, con la mano a unos centímetros de la pistola semiautomática que colgaba de mi cinturón.

Puede que esos tipos fueran grandes y no dudaba en que terminaría en el suelo de un solo puñetazo. Pero yo era rápida, más que ellos, y si alguien intentaba algo descargaría mi arma sobre sus tripas a quemarropa. No tenía tanta puntería como nuestro compañero Andrey, pero a esa distancia no podía fallar.