Partida Rol por web

Svet se mantuvo aferrando la mano de Andrey todo el camino, andando a paso rápido a pesar de su propio cansancio. De vez en cuando comprobaba la herida por encima, pero poco podía hacer más que esperar que llegasen a tiempo a la Hansa. Sin embargo, cuando llegaron, la puerta totalmente bloqueada y la presencia de los guardias le indicó que tendrían problemas. Mientras Jorji se adelantaba con los guardias, Svet indicó a los demás que apoyasen la camilla en el suelo para no cansarse. Sólo faltaba que tuviesen más problemas para moverse luego. Se arrodilló con cuidado al lado de Andrey y le tomó la mano entre las dos suyas.

- No te preocupes, ya hemos llegado. Vas a estar bien, ¿de acuerdo? Tienen que dejarnos pasar, ¿verdad? - miró interrogante a sus compañeros, preocupada por el tiempo que le estaba llevando a Jorji hablar con los guardias - Sólo tiene que aguantar un poco más...

En cuanto Jorji volvió con las noticias, Svet soltó un suspiró, de preocupación y de alivio a la vez. Andrey seguía siendo su paciente y quería estar a su lado, o por lo menos ayudar a curarle, pero sabía que al menos había esperanza para él si conseguían que entrase en la Hansa. Se inclinó sobre él y le posó un beso sobre la frente, sonriéndole con algo de tristeza. "Nos volveremos a ver." Con otro suspiro, empezó a rebuscar en su mochila y sacó 17 BGM, contándolas por si acaso, y poniéndolas frente a los demás.

- Diecisiete. Es todo lo que tengo, me quedaría sin nada. Le tratarán la herida, ¿verdad? - preguntó a Jorji, asegurándose.

"¿Y darías todas tus balas buenas por Andrey? Por supuesto." se respondió, mirando a los demás, y esperando que tuviesen algunas más, las suficientes para llegar a las cincuenta necesarias. En ese momento poco le preocupaba la "otra ruta" a Svet, sólo esperaba que pudieran dejar al soldado curándose cuanto antes.

No sin dificultad lograron arrastrar por turnos la improvisada camilla en la que transportaban a Andrey, una vez hubieron saqueado y tomado lo indispensable. El corpulento soldado se debatía entre la vida y la muerte y era de imperiosa necesidad que lo atendieran en el círculo de la Hansa. ¿Recibiría allí la suficiente atención médica para poder contarlo?

Tras largo tiempo caminando, llegaron a un puesto avanzado muy bien defendido, y Anna suspiró aliviada de saber que lo habían logrado sin volver a cruzarse con bandidos o frentes de la guerra, pero sintió pesar y consternación cuando escuchó las palabras de Jorji, quién se había adelantado para dialogar.

- ¿En serio no nos van a dejar pasar nada más que a uno, y con soborno incluído? - Indicó la joven Stalker aún incrédula. Mierda, no tengo ni una mísera bala de Grado Militar, y las armas las necesitamos para proseguir. ¿Qué hacemos? ¿Nos da lo suficiente para pagar las 50 balas y que le salven la vida a Andrey? Merece tener una oportunidad. - lamentó Anna viendo que en aquel momento no podía hacer nada y sintiéndose impotente. 

Finalmente permaneció atenta a lo que acontecería a continuación. Si no les permitían el acceso. ¿Qué opciones tenían? ¿Había alguna otra ruta oculta para atravesar el círculo de la Hansa sin ser vistos? ¿Quizá no había otra opción que buscar una salida del metro y realizar el recorrido por la superficie? A Anna la idea no le desagradaba, pero entendía que para algunos de sus compañeros la superficie era sinónimo de muerte y que no quería pasar por algo similar nuevamente.

La situación no mejoraba para nada. La llegada a la Hansa, acompañada por la esperanza de poder ayudar a su compañero con una mejor intervención sanitaria, se fue al garete al comprobar que necesitaban pagar un peaje para entrar en las instalaciones. Y 50 balas de calidad, ni más ni menos. Aquello era un auténtico robo!

-Jodidos ladrones! Están viendo que un hombre se muere y son capaces de pedir 50 putas balas para dejarlo entrar. Están al mismo nivel que los desgraciados bandidos del campamento! 

Solo le quedaban 8 monedas de calidad para poder sobrevivir en el Metro y dudó mucho en ofrecerlas. Por un lado, quería ayudar a su amigo. Por el otro, dar esas monedas quería decir ponerse a él mismo en un aprieto para poder subsistir en aquel mundo lleno de dificultades.

-Podemos proponer un intercambio de material. Puede que acepten como pago parte de nuestro equipo. Yo puedo ofrecer la kalashnikov y una lolife. Jorji, crees que aceptarán el trato?

Jorji se giró hacia Gregori, con el duro semblante entristecido - Hansa tiene materrial de sobrra. Balas de sobrra. Serr los más ricos del Metro. Y son porrque no comparrten riquesa con nadie. Ni siquierra necessitan nuestrras balas. Solo esperran que no tengamos sufisiente parra poderr pagarr - y no tenían. Solo para uno de ellos.

Al final, no les quedaó otra que pagar. Andrey no se merecía morir de esa manera después de lo vivido juntos, y en ningún otro lugar conseguirian salvar su vida. Nadie, salvo quizás la lejana Polis, contaba con las instalaciones y profesionales para tratar una herida tan grave. Si acudían a cualquier otro lugar con él, lo único que lograrían sería la sugerencia de que acabaran con su misera.

De modo que reunieron las cincuenta balas, cada uno aportando lo que pudo, para pagar el peaje del soldado. Una vez tras las puertas de la estación, estarían obligados a tratarlo. Con suerte, podrían verlo a la vuelta, una vez regresaran cargados de munición militar hasta los topes.

Jorji los guió de nuevo, dejando atrás la Prospekt Mira y deshaciendo el camino andado hasta ahora, atravesando de nuevo la matanza de bandidos que habían provocado, y luego la montaña de cadáveres de refugiados. Al pasar otra vez por aquella zona, Jorji volvió a hablar, abatido - Crreo... crreo que Hansa sabía. De bandidos. No hisierron nada, porrque no poderr aseptarr refugiados... y así no mancharrse las manos... - por la forma en que hablaba, no parecía la priemera vez que el stalker había vivido algo como aquello.

Al llegar al agujero del túnel de mantenimiento, se volvieron a poner las máscaras, antes de salir de nuevo al exterior, para encontrarse con el viejo paisaje helado y desolado que ya conocían. La Ciudad Muerta los recibía de nuevo.

- Tenerr que seguirr rumbo norrte - explicó Jorji, señalando la dirección en la que irían - Exitirr túnel secundarrio que lleva hasta la Rischskaja. Allí nos dejarrán pasarr, poderr continuar bajo tierra a parrtirr de entonses.

La pelirroja bajó la mirada, entristecida por las palabras de Jorji. Si lo quisieran podrían conseguir que muchas estaciones del Metro tuviesen mejores condiciones de vida. Y ahí estaban, recluidos en sus líneas brillantes, haciendo oídos sordos a la oscuridad del resto de estaciones. Sabía que no era su culpa la matanza que había ocurrido en la línea Roja, pero aún así se sentía dolida de ver cómo ignoraban las vidas de otros de aquella forma. "Por lo menos Andrey estará bien allí... Tal vez incluso pueda encontrarse con su hermana. Le irá mejor..." intentaba convencerse, mientras veía cómo se lo llevaban en la camilla, conteniendo las lágrimas y un enorme nudo en la garganta. 

Al llegar a la zona de los bandidos, las llamas ya estaban extinguiéndose, dejando en el ambiente un amargo olor a quemado y a polvo. Echó un vistazo por encima, por si encontraba alguna cosa de utilidad, ya que no se había fijado antes. Pero lo que sea que hubiese lo había ocultado la ceniza a los ojos de la pelirroja. En cuanto abandonaron el lugar, Svet ya supo adónde se dirigían y aun así las náuseas llegaron con fuerza. Las palabras del Stalker hicieron mella en la doctora. Lo había pensado, pero no quería admitirlo, no quería reconocerlo. No quería pensar que pudieran ser tan crueles con unas pobres personas. Sintió ganas de gritar, de golpear algo, de disparar a cualquier parte por la rabia, pero se contuvo. Se contuvo de una forma que ni siquiera ella sabía que fuera capaz. Se contuvo y se resignó, dando un agobiado y triste suspiro ante tal impotencia. Siguió a los demás al exterior, poniéndose la máscara y haciendo las mismas comprobaciones que antes, asintiendo ante las indicaciones del Stalker. "Sólo podemos seguir adelante..."

A Anna le dolió la actitud inhumana de los soldados de la Hansa y escupió al suelo en cuanto se alejaron de allí. A duras penas aceptaron atender a Andrey, y solo lo hicieron a cambio de una ingente suma de balas de alto grado militar que entre todos pudieron reunir. En silencio fue recorriendo el mismo camino por el que habían venido, y se detuvo unos minutos para rebuscar algunos cadáveres de los bandidos que habían abatido horas antes, por ver si lograba munición para su pneumática, sin mucho éxito.

- Yo tampoco he logrado encontrar nada que me sirva, ni un mísero tornillo, Svet. - lamentó la joven, viendo que no lograba más munición y que no podían permanecer más tiempo entre aquellos cuerpos inertes. ¿Alguno de vosotros ha tenido mejor suerte que nosotras? 

El camino iba a ser complicado por la superficie si iba muy justa de munición, pero intentó alegrar la cara al pensar que al menos Andrey tendría altas probabilidades de salir con vida. Si en un futuro lograba volver a verlo con vida, y para entonces estaba cargada de balas por haber logrado su objetivo, esperaba darle una parte por toda la ayuda. Andrey merecería eso y más, había sido leal y valiente, siempre dispuesto a ayudar al grupo.

Marek avanzaba en silencio junto a los demás mientras oteaba lo que le rodeaba. La Hansa era un puñado de bastardos ávidos de acumular riquezas a cualquier precio, sin escrúpulo ni honor alguno. No era el mal sino la inacción del bien la que llenaba de oscuridad el metro. Pasaron una pequeña escalinata que daba a un espacio abierto cubierto por restos de una batalla, con un vehículo de transporte de tropas lleno de marcas y parcialmente cubierto de nieve. Eso le dió una idea sobre donde intentar registrar, así que se encaminó con precaución a esa zona:

- Creo que voy a registrar ese vehículo, mantened los ojos abiertos...

Una noche más se abatía sobre las ruinas de Moscú. El grupo había esperado poder pasarla bajo tierra, y descansar después de todo lo vivido aquél día, pero se veían obligados a seguir avanzando, a seguir moviéndose por las calles desiertas en su momento más peligroso. Mientras el cielo se oscurecía por momentos, los aventureros continuaban su marcha, infatigables. La pérdida les dolía, pero la mejor manera de honrar a Andrey y que sus heridas no hubieran sido en vano, era lograr su objetivo y regresar cargados hasta los topes con relucientes balas con las que podrían hacer lo que les viniera en gana.

Después del enfrentamiento con los bandidos y el soborno que habían tenido que pagar a los guardias de la Hansa, algunos estaban faltos de munición, por lo que Jorji aceptó detenerse un momento para que Marek registrara un vehículo militar antiguo y abandonado, por si por alguna de aquellas quedaba algo aprovechable que no había sido saqueado por otros stalkers.

La puerta de desembarco del transporte estaba abierta, por lo que Marek pudo colarse sin dificultad en él. Dentro, ocultas en el interior de una caja, había dos cargas explosivas de calidad militar, viejas pero funcionales, y sin duda todavía capaces de crear un buen destrozo allí donde estallaran. Menos era nada, de modo que las guardó en su mochila.

Acabada la no tan infructuosoa búsqueda, siguieron su camino, con algo más de celeridad. Ninguno quería estar al descubierto cuando finalmente cayera la noche y las criaturas que no se atrevían a mostrarse cuando brillaba el sol salían de sus madrigueras para cazar.

A mitad de la marcha, Jorji farfulló algo y cambió de dirección, yendo ahora hacia uno de los edificios cercanos, que debía de haber sido un bloque de apartamentos en su tiempo. Ahora estaba medio derruido, pero les serviría para pasar desapercibidos y poder defenderse con mayor facilidad en caso de que algo les encontrara.

Tras comprobar que un apartamento del primer piso y los cercanos a este estaban despejados, se dispusieron a pasar la noche, aprovechando para tomar un bocado rápido antes de volver a colocarse rápidamente las máscaras.

- Mañana sserrá día más durro - dijo Jorji mientras limpiaba su arma - Serr uno menos, y parra llegarr a entrrada secundarria habrrá que crusarr terreno muy peligrroso, pocos stalkerrs se atrreven a entrrarr en él. Habrrá Vigilantes, o cossas peorres... Puede que inclusso Demonios. Mejorr descansarr todo lo possible.

Estar de nuevo en el exterior, no provocó para nada la misma sensación que tuvieron la primera vez que salieron del Metro. Si bien el escenario era de nuevo sorprendente y que podía trasladar a cualquiera a un pasado lleno de buenos momentos, alegría y cierta esperanza, ahora todos lo observaban apesadumbrados y con cierto aire de desesperación.

No solo habían sido espectadores de un escenario dantesco frente a una montaña de cadáveres de inocentes, sino que también habían sido protagonistas de una matanza (sí, de bandidos desalmados, pero en el fondo una matanza). Pero lo que realmente había calado hondo en todos y cada uno de ellos, había sido aquella demostración de poca humanidad de la gente de la Hansa.

Un hombre estaba al borde la muerte, debatiéndose entre dejar este mundo de mierda o pasar a una mejor vida lejos de aquel infierno bajo tierra. Y aquella gente solo se preocupaba en si el pago era suficiente o no. Donde había llegado a parar este mundo? Como podríamos crear un lugar mejor si la gente que tenía que crear un "nuevo mundo" actuaba de aquella manera? Respuesta que dejaron al Gregori ciertamente tocado. "Todos somos depredadores. No hay lugar para la humanidad... no es el mundo que quiero vivir", pensó entristecido.

-Andrey, encontraremos ese puto avión y nos haremos asquerosamente ricos. Y se lo refregaremos por los morros a esos jodidos de la Hansa!- susurró para sus adentros.

Volver a llevar la máscara pareció algo incómodo durante los primeros minutos, pero alejarse de aquellos recuerdos fue positivo para todos. Gregori intentó bromear en alguna ocasión para elevar el ánimo del grupo, consiguiéndolo en alguna ocasión. Pero el cansancio y la peligrosidad del terreno obligaba a estar en alerta continua.

Encontraron un lugar donde pasar la noche, un apartamento que ofrecía seguridad frente a los peligros que acechaban en el exterior. Tras cenar rápidamente y sin apenas intercambiar palabra, Jorji les explicó el panorama para el día siguiente. 

-Una maravilla, vamos!- dijo Gregori frente a las palabras del stalker. 

Si era cierto lo que decía Jorji, el día siguiente sería de aquellos que recordarían durante toda su vida... si llegaban a salir de una pieza! Y lo mejor sería que descansaran para estar preparados para hacerle frente.

Anna parecía un poco frustrada de ver que por mucho que rebuscase, no lograba nadie encontrar tornillos o algún material metálico con el que poder elaborarlos para su pneumática. Tenía suficientes balas de escopeta para defenderse, pero intuyendo que al día siguiente sería fundamental ser silenciosos y andar en modo sigiloso, no terminaba de estar conforme. 

Al ver aquel vehículo militar tras salir nuevamente a la superficie, se alegró que que Marek encontrase sendas cargas explosivas. En un momento dado podrían ser de verdadera utilidad, aunque de ser posible prefería que no tuviesen que llegar a esos extremos. 

La superficie tiene algo que aterra e inflinge respeto, pero he de reconocer que comparado con el lúgubre metro, me atrae sobremanera. ¿Es posible que algún día logremos volver a hacer habitable este lugar? ¿Somos los únicos supervivientes o hay más gente ahí afuera? 

A cada paso que daba la pequeña comitiva, más dudas le venían a la mente a la joven Stalker. Sumida en sus pensamientos, casi no habló en todo el trayecto, y solo asintió en momentos puntuales cuando Jorji explicó lo duro que podría ser el trayecto del siguiente día, una vez se acomodaron como bien pudieron en un bloque medio derruido a pasar la noche.

- Sea lo que sea que encontremos mañana, trataremos de pasar desapercibidos a sus ojos o en caso de ser inevitable, intentaremos acabar con la amenaza. Tengo confianza en todos vosotros, lo lograremos. - Terminó por comentar Anna, intentando animar al resto. 

El piso en el que estaban tenía muchos escombros por doquier, y creyó interesante echar un vistazo por los alrededores, sin alejarse demasiado, con tal de encontrar algo útil. Aún no tenía mucho sueño y esperaba poder aprovechar el tiempo antes de descansar. ¿Quizá tuviese suerte y encontraría algo?  No quería perder la esperanza, la joven era muy obstinada y allá donde otros abandonarían, ella siempre daba un paso más allá. Ser una superviviente implicaba nunca darse por vencidos, fuese cuál fuesfuese la situación.

Durante el camino, Svet repasaba mentalmente sus conocimientos de medicina, casi buscando la forma de haber podido curar a Andrey sin tener que haberle dejado en la Hansa. Claro que ya era tarde, y por mucho que pensaba sabía que en sus manos podría haberse infectado o desangrado, sin los útiles necesarios, pero la doctora realmente seguía preocupada por él. "No, Svet, tienes que centrarte. Andrey ya no está aquí y no puedes estar pensando en él todo el tiempo. Nadie te va a salvar ya."

Con una nueva determinación, la médico permaneció más atenta de lo normal a las calles del pasado. Cada sombra, cada esquina, hacía que la mujer se pusiera en guardia, aferrando su bastarda con los nudillos blancos. No iba a quedarse atrás de nuevo, sabía que no podía darle más problemas al grupo ahora que estaban tan cerca. Fue por eso, que nada más llegar al edificio derruido y comprobar que era seguro, Svet se derrumbó en el suelo, cansada por haber mantenido tanta tensión durante el viaje. El comentario de Ratón hizo que la médico esbozara media sonrisa y asintió, algo más animada, a las palabras de Anna.

- Ahora somos menos, así que lo mejor será moverse por lugares por los que seamos difíciles de encontrar, aunque tardemos algo más. Anna, Marek, vuestras silenciosas nos van a ser de gran ayuda ahora... Si no lo eran antes. Si necesitáis balas puedo daros de las mías. Aunque creo que a ti no te servirán, Anna... - se giró con gesto algo triste a su amiga. La había visto rebuscar tornillos por todas partes, pero no parecía haber tenido mucho éxito - Puedo encargarme yo de la primera guardia. Prefiero dormir del tirón luego, si os parece bien...

La noche resultó dura para todos, la pérdida reciente y el verse obligados a tomar una ruta más larga y peligrosa hizo mella incluso en el férreo ánimo de Jorji, que también recordaba como Andrey, al cual consideraba ya un amigo, había protegido al grupo una y otra vez.

Pero el paso del tiempo era inclemente. La mañana siguiente llegó antes de lo que hubieran querido, los rayos de aquél moribundo sol bañando de nuevo las ruinas de la ciudad. Recogieron sus bártulos con rapidez, debían aprovechar esos primeros momentos de tranquilidad todo lo posible, antes de que las criaturas que moraban entre las ruinas despertaran también del todo.

Anna había logrado fabricarse algo de munición para su Hellsing con materiales que había encontrado en el apartamento, pero eso era todo lo que conseguirían hasta volver a estar bajo tierra, seguramente. Tendría que bastar.

El similar paisaje quebrado los recibió de nuevo, escombros, ruinas y nieve. Pero al poco de avanzar, algo les llamó la atención, una escena que no esperaban encontrar en aquella parte tan al norte de la ciudad.

En un claro en medio de una carretera, había cadáveres de Vigilantes y cartuchos y casquillos de bala gastados por el suelo, así como una máscara de gas con el cristal roto y sangre alrededor de la misma. Los defensores habían tratado de usar los vehículos como barricadas, pero parecía que al final habían tenido que retirarse. Aunque los cuerpos de los mutantes estaban ya fríos, el enfrentamiento no parecía haber tenido lugar hacía mucho tiempo.

De repente, a lo lejos, empezaron a oírse disparos amortiguados.

- No deberr de estarr muy lejos - dijo Jorji tras escuchar atentamente. Se oían ráfagas de armas automáticas y pistolas - Un poco más al este de donde debemos irr, quisás - miró a los demás, dejando en su mano la decisión de investigarlo o no.

Svet pasó la noche llena de sueños y pesadillas, sin ser capaz de decidir cómo acabaría su viaje. Al día siguiente casi se sintió extraña estando de nuevo en el exterior, pero si estaba preocupada, no dejó que sus compañeros los viesen. En ese sentido, la máscara de gas le resultaba aún más útil. Al salir, la visión de la nieve no le hizo tanta ilusión como aquella primera vez. Sus pasos sonaban junto a pequeños crujidos, dejando algunas manchas negras en las huellas blancas impolutas de sus botas. Intentaba mantenerse concentrada aunque las dudas y las preocupaciones no dejaban de asaltarla por el camino. ¿Y si el avión no estaba? ¿Y si se les habían adelantado? ¿Estaría Andrey bien?

Otra vez distraída, tardó un instante de más en darse cuenta de que el paisaje no eran tan "natural" como antes. Manchas de sangre, restos de monstruos y una máscara de gas... No había duda de que otro grupo de Stalkers había tenido un mal encontronazo y estaba claro que al menos uno de ellos no sobreviviría mucho sin su máscara. Svet se agachó apenas un instante para comprobar si aquello era reciente o eran restos de una rencilla más antigua, justo antes de que los disparos siguieran sonando.

- Tenemos que ayudarles. - dijo decidida Svet, casi sorprendiéndose a sí misma con esas palabras - Tienen al menos un herido y no sé cómo será su grupo, pero cuantos más seamos mejor. Cada vez somos menos y si esta es una zona tan peligrosa, tal vez haríamos bien en unirnos a ellos. Por lo menos una parte del camino. - miró a Jorji y a los demás, esperando su decisión. Luego añadió algo que podía sonar cruel, pero era igual o más convincente que lo anterior que había dicho - Los Vigilantes que no maten ellos ahora, acabarán viniendo después a por nosotros...

Por increíble que pudiese parecer, después de haber estado confeccionando algunos tornillos cerca de la hoguera, Anna se acurrucó y quedó profundamente dormida, como si nada de lo que le rodea de fuese peligroso. Si algunos tenían pesadillas y a otros les era imposible conciliar el sueño, para la joven Stalker la hora de acostarse era una bendición y dormía plácidamente para sorpresa del resto.

Cuando despertó al amanecer del día siguiente, la jovencita esbozaba una sonrisa sincera de quién ha podido descansar y recuperar energías al completo, y con ánimos renovados desayunó algo frugaz y comprobó el estado de sus armas. La jornada prometía ser larga y ella estaba dispuesta a estar en primera línea para advertir los peligros y actuar con presteza y sigilo de ser necesario.

Horas más tarde, después de avanzar un buen trecho por las que calles de Moscú, vislumbraron un paraje lúgubre y siniestro con múltiples cuerpos de vigilantes abatidos e incluso una máscara de gas rota. Probablemente su dueño estuviese gravemente herido, si no había perdido ya la vida. ¿Qué demonios había ocurrido en aquel lugar? ¿Se trataba de otro grupo de Stalkers que había escuchado hablar del avión caído? 

- Uff, aquí ha habido una buena refriega y no tengo claro que todos hayan sobrevivido... - comentó Anna observando bien la zona, atenta a cualquier peligro. ¿Creéis que alguno andará cerca...?

Jorji los hizo callar de inmediato levantando la mano en alto, y se escucharon a lo lejos los sonidos sordos de armas automáticas y pistolas. Sin duda alguna aquel grupo estaba en esos instantes inmerso en una nueva contienda. Cuando Svet sugirió ir a ayudarles, la muchacha asintió conforme.

- No me parece mala idea tratar de acercarnos y comprobar la situación. Si podemos ofrecer ayuda y salvar alguna vida inocente, creo que nos lo agradecerán de corazón. Y sí, puede que podamos sumar fuerzas para lograr nuestro propósito en caso de que tengan el mismo interés, aunque también es posible que no tengan conocimiento de nada y solo sea una partida de Stalkers que buscan lamforma de ganarse la vida...

Durmió poco, pero aquel descanso fue reparador para afrontar el nuevo día con energía suficiente. Antes de la salida de aquel sol encapotado que comenzaba a mostrar un escenario grisáceo y deprimente, Gregori se levantó para estirar su entumecido cuerpo. Paseó por el piso sin alejarse mucho del grupo, mirando el horizonte y reflexionando sobre el objetivo real de aquel viaje. Un cargamento de balas... o era el de sentirse algo más "vivo" que enterrado bajo tierra en los túneles del Metro? Tras estar todos preparados, iniciaron de nuevo el viaje entre escombros y ciudad abandonada. Los restos de un combate reciente llamaron la atención de los supervivientes, frenando su avance para investigar qué podía haber sucedido. Los disparos en la lejanía congeló a todos los miembros del grupo y creció la duda entre como actuar a continuación. -Podríamos ser nosotros. Tenemos que ir! Gregori se asombró de haber dicho aquellas palabras. El lema que había aprendido en el Metro era el de la más pura y dura supervivencia: primero tu...y luego también tu. Bajo tierra había sido consciente de que el egoísmo, aunque fuera un valor con el que uno de podía enorgullecerse, podía serle de mucha ayuda para salir adelante y no acabar pisoteado por el entorno. Y aunque había gente que se entestaba en querer predicar el compañerismo para intentar subsanar la falta de humanidad, él no seguía aquel discurso. Pero en aquellos últimos días, su percepción del mundo había comenzado a cambiar. Puede que al estar tan cerca de una muerte segura y tener que depender de la ayuda de los compañeros del grupo, o puede que ver como habían tratado a Andrey de aquella manera, había provocado un "clic!" interior difícil de definir. -Si estuviéramos en su misma situación, agradeceríamos cualquier posible ayuda. Si nosotros ya estamos jodidos, como pueden estar ellos. Y agarrando su bastarda con ambas manos, continuó: -Yo voto por echarles una mano.

El voto de la mayoría se decantó por dirigirse hacia el origen de los disparos, a pesar de que supondría un desvío en su camino, para comprobar el estado de aquél otro grupo de stalkers y tratar de ayudarlos si era necesario. Se pusieron en marcha, guiándose por el sonido de los disparos. El ruido revelaba el fuego de varios fusiles de asalto, escopetas y pistolas, e incluso algún tipo de arma pesada. También se escuchaban explosiones de vez en cuando.

El combate, aunque parecía intenso, no era contínuo, si no que a veces las armas callaban un rato para luego estallar en una nuevo momento de lucha. Hasta que finalmente quedaron en silencio del todo, pero por suerte habían podido escuchar lo suficiente como para averiguar hacia donde moverse, al menos si el otro grupo no cambiaba de sitio.

Por el camino fueron encontrando más restos de la batalla, casquillos de bala, sangre y cadáveres de mutantes, pero ningún cuerpo humano, aunque había indicios de que algunos habían sido arrastrados por la nieve y los escombros. Después de unos veinte minutos de avanzar entre las ruinas, consiguieron llegar hasta el lugar del que provenían los disparos, parapetándose desde un edificio para poder observar la escena.

Protegidos por barricadas de escombros y rodeados de cadáveres de mutantes, estaba el grupo de stalkers. Debían de ser al menos una docena, aunque cuatro estaban tendidos sobre el suelo con un quinto arrodillado a su lado. Parecía que estaba tratando las heridas del que tenía cerca. El resto estaban alerta, con las armas preparadas y observando los alrededores de manera casi paranoica, mientras que otro, el que parecía estar al mando, se movía entre sus hombres alentándolos con gritos.

Todos llevaban equipo variado, pero debajo vestían el mismo uniforme. Un uniforme que todos en el Metro conocían muy bien, o al menos, lo que representaba.

Aquellos stalkers eran soldados del Reich.

Marek se había mantenido en silencio durante toda la travesía, en especial cuando encontraron restos de una batalla. Que hubiese otros stalkers no los hacia ser buenos, de hecho podrían ser enemigos. Con ese pensamiento en mente decidió acudir preparado a "socorrer" a los que estaban en apuros. Cuando vieron que eran soldados del Reich comenzó a dudar entre dejarlos a su suerte o usar su pasado como ventaja para ganarse su confianza y unir tropas a la causa como mera carne de cañón o hasta que hubiese una zona segura donde ellos se fuesen. Hizo un gesto de espera al resto del equipo y se dirigió a ellos en voz baja:
- Estos parecen soldados del Reich, pueden serlo o pueden ser de alguna tropa roja que haya robado uniformes para pasar "seguros". Esperemos antes de tomar una decisión. Y preparemonos para lo peor.

Ir atravesando las calles y rodeando los edificios derruídos no estaba siendo complicado, aunque de vez en cuando debían de detenerse para identificar bien de dónde provenían los disparos y continuar avanzando por sitio seguro. Siempre al lado de Jorji para ayudarle a detectar el peligro al que se enfrentaban y tomar una mejor dirección, Anna fue aproximándose hacia el lugar y no tardó en observar una situación bastante caótica y desesperante para un grupo bastante más numeroso que ellos de Stalkers, aunque varios de ellos heridos. 

Todo tenía sus pros y contras, y si bien ser un grupo numeroso como aquel les confería más potencia de disparo y protección ante el peligro, también era cierto que eran más susceptibles a ser detectados por las criaturas que poblaban el exterior y ser atacados. La joven observaba la escena con atención y no podía creer que estuviesen haciendo tanto escándalo, los gritos de pánico y desesperación o para simplemente infundir ánimos eran contraproducentes en aquel momento, pero no tenía forma de hacérselo entender y poco a poco la muchacha iba desesperándose...hasta que no pudo más y cometió el error que les achacaba a ellos.

- ¡Dejad de gritar y atraer más vigilantes, imbéciles! ¡Disparad sólo cuando sea estrictamente imprescindible y usad silenciadores! ¿A caso queréis morir? - gritó Anna desde lejos revelando su posición, para de inmediato darse cuenta que había cometido un enorme error. ¿Podían aquellos tipos tomarles por enemigos y abrir fuego contra ellos, simplemente llevados por el pánico? La joven stalker sintió mucho lo que acababa de hacer y simplemente se cubrió de inmediato tras una pared, para después disculparse en voz baja con sus compañeros. Mierda, lo siento. Me dejé llevar y perdí la paciencia... ¿Qué hacemos ahora? ¿Les digo algo? Creo que no saben que estáis aquí, solo me han visto a mí...

Tampoco tenía claro si habría alertado a algún vigilante hacia su posición. Viese como lo viese, había cometido un error que comprometía y ponía en peligro al resto de sus compañeros. Estaba decepcionada consigo misma en aquellos instantes.

En cuanto llegaron a la barricada improvisada del grupo de Stalkers, Svet no perdió de vista a los cuatro que había tumbados en el suelo, suponiendo que el quinto sería el médico del grupo. Al menos tenían a alguien que pudiera curarles, pero estaba segura de que una ayuda extra no les vendría mal. 

Se disponía a avanzar hacia ellos, de forma pacífica, cuando se fijó en los uniformes. Su cuerpo se detuvo en seco y frunció los labios, con rabia por la batalla que se estaba debatiendo en su cabeza. Esos soldados son responsables de cientas de muertes de la Línea Roja. Y, aunque sea de forma indirecta, del montón de cadáveres que hemos pasado antes... Pero siguen teniendo heridos... Y estamos en la superficie. Tenemos un enemigos común. Pero son del Reich...

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el grito de Anna, obligándola a pegarse a la pared tras ella, sin que le vieran. Miró a su amiga con los ojos abiertos como platos, y preparó su bastarda por si había llamado la atención de algún Vigilante cercano. 

- Podrían estar camuflados, sí... Pero ahora no podemos hacer nada más. Podríamos intentar marcharnos aunque hayan oído a Anna, pero tienen heridos... - la pelirroja miró a los demás con gesto de preocupación y sacudió la cabeza - Decidid vosotros. Aceptaré lo que sea...

El grupo se acercó todo lo que pudieron hacerlo sin ser detectados al otro grupo de stalkers, más numerosos y mejor armados a pesar de las bajas, y visiblemente nerviosos por la situación en la que se encontraban. Marek sugirió intentar un acercamiento con calma, para asegurarse de que no se llevaban ninguna sorpresa. Él, y Andrey si todavía estuviera con ellos, conocía de primera mano de lo que eran capaces esos soldados, los que antaño habían sido de su propio bando.

Desde su posición, pudieron echar un amplio vistazo a la zona. La mayoría de los stalkers del Reich llevaba carabinas VSK-94, aunque unos pocos llevaban también escopetas Shambler, y uno, ataviado un traje reforzado realmente pesado, incluso se movía de manera lenta con una ametralladora en las manos. El que debía de ser el oficial en vez de casco llevaba una gorra de plato, y tenía una Lolife en la mano alzada.

Ante los gritos que daba, Anna perdió los nervios, viendo que de aquella manera solo hacían que empeorar su situación. Cuando la joven se asomó, pudo ver, al igual que los otros, que las heridas que aquél sanitario estaba tratando, eran de bala. Y cuando empezó a gritarles, todavía no habiendo procesado la información, todas las miradas se volvieron hacia ella. Así como todos los cañones de las armas.

Un segundo más tarde y quizás no habría vivido para contarlo, pues una ráfaga tras otra de balas impactó en la pared tras la que se cubrían y en los escombros de alrededor, arrancando piedras y levantando ceniza del suelo. Pero entonces se escuchó otro disparo, uno mucho más potente y profundo, que dejó una estela de sonido que se fue apagando. Los disparos se detuvieron un segundo, el suficiente para que pudieran ver que la cabeza de uno de los stalkers del Reich había desaparecido, antes de que el infierno se desatara.

Más rifles de asalto, esta vez bastantes más que antes, empezaron a disparar de un lado a otro. Los del Reich disparaban hacia los edificios cercanos, desde donde otro grupo abría fuego sobre ellos. La ametralladora se unió a la cacofonía general, y de nuevo se volvió a escuchar aquél potente rifle que solo podía indicar que se trataba de un Valve de francotirador. Entre el aborotador sonido, nuevos gritos se escucharon.

- ¡Muerte a los fascistas! - y - ¡Por el camarada Moskvin! - no había mucha duda sobre quién podían ser los atacantes tras aquél grito.

Algunos disparos también caían sobre ellos. Los del Reich les disparaban pensando que eran parte del oro grupo, y los de la Línea Roja lo hacían por el mismo motivo. Acababan de meterse en una batalla cruzada que no tendrían más remedio que atravesar.