Partida Rol por web

Conrad vio al hombre acercándose, fijándose en el color de su cabello, que era un poco enrulado, notó la enorme similitud entre aquél y el pelo de su hermana, y el suyo mismo. No era difícil pensar que quizás él fuese su padre, pero no lo sabía. Eara, a su lado como siempre, también advirtió el enorme parecido. Ella cesó en sus dudas a medida que él se aproximaba, entrelazó sus dedos con los de su hermano y aguardó.

Este era un momento inigualable en sus vidas y ellos eran conscientes de eso. Incluso después de todo lo que les había pasado, este encuentro era único y de una importancia enorme.

Primero se presentó la anciana, que oyó a Conrad decir el nombre de su hermana y el suyo. Ella fijó sus ojos rasgados en el joven, porque no podría tener más de treinta años que se detuvo cerca de los niños. La mujer de edad nada le dijo a ese muchacho solo le hizo un gesto que indicaba que podía acercarse a los pequeños.

Él entonces, sin mediar palabra, poseído su rostro por una enorme emoción, corrió hacia los dos y se fundió con ellos en un abrazo.

-Les presento a Alec Gunn, su padre, cachorros. Su padre humano… y parte de nuestra parentela.

Fang intervino solo con una breve explicación, dejando que el momento sea de los hijos y su padre.

-Agua de Lluvia, creo que todavía no conocen esos términos.

-Oh claro, entiendo. Pero todo tendrá su momento, la rueda de Gaia gira lenta pero inexorablemente para llevar a cabo sus planes.

-Están a salvo, los años se me hicieron eternos sin ustedes, hijos. Pero tuve que hacerlo… necesitaba esperar.

Tenía los ojos de un verde claro que se asemejaban un poco a los de Eara, y su cabello, el tono más exactamente, era similar al de Conrad. Besaba sus frentes y nos los soltaba, el temor a volverlos a perder era desgarrador. En su mirar había una preocupación incesante por esos niños y poder. De alguna forma se dieron cuenta de que su padre, no era cualquier persona. No era Garou, eso se lo habían explicado ya, pero no era un tipo débil, de eso estaban seguros.

-Agua de Lluvia –dijo Perla –Olliver nos siguió.

La anciana hizo un gesto para que la muchacha se acercase a hablar con ella en privado.

No sabía qué decir, ni qué hacer. Pero sobre todo, no sabía qué pensar. ¿Cómo debía sentirme? La anciana nos presentó a aquel hombre, y sentí cómo se me encogía el pecho por la impresión. Una cosa era tener la sospecha, la esperanza, el deseo, y otra muy distinta tenerlo justo delante. Aquel hombre, cuyo color de pelo me recordaba tanto al de mi hermana y al mío propio, era... nuestro padre.

Nos abrazó. Era un abrazo fuerte, tierno, lleno de emoción, pero tardé en reaccionar. Era nuestro padre, un padre al que nunca habíamos visto, del que no sabíamos absolutamente nada. Un padre desconocido, que sólo tenía de ello el nombre. Pero allí estaba, abrazándonos con fuerza, como si nos quisiera. Querernos... Me quedé paralizado, sin saber cómo reaccionar, sintiendo su calor a mi alrededor, el modo desesperado en que nos besaba en la cabeza sin querer soltarnos. Y finalmente, me rendí al deseo que había albergado toda la vida, como todos los niños del orfanato, ese sueño imposible que se hacía realidad. Eara y yo teníamos una familia. No era únicamente que una familia nos hubiera adoptado, era mucho más. Teníamos a NUESTRA familia, a nuestro padre. Así que le abracé, también con fuerza, la poca que tenía.

Si aquello era un simple sueño, mejor aprovecharlo antes de despertar.

Aquel hombre, de aspecto joven y apuesto, decía ser nuestro padre. De manera rápida nos abrazó con fuerza. Era una abrazo especial, de esos que sólo puede dar un padre. No era que el propio abrazo fuera fuerte, es que era tierno y protector a la vez, de esos abrazos que hacen que sientas que nada malo puede pasarte. Aún así, me siento rígida y dentro de mi una guerra de sentimientos comienza. Por un lado, mis ganas de sentir que pertenezco una familia, el ansia que he sentido siempre, al igual que Conrad, el sueño que tantas veces hemos compartido; frente a la sensación de sentir que tengo delante a un extraño, a un señor que no conozco, pero que me trasmite un calor extraño que alguien con una familia estructurada sabría que se trata de calor parental.

Sus labios tocan mi frente y entonces me vengo abajo. Gruesas lágrimas comienzan a caer por mis mejillas y mi mano suelta la mano de Conrad para que mis brazos rodeen el cuello de ese extraño que tanta protección me trasmite.

Lo apreté muy fuerte deseando que aquel momento, que ese sueño del que tanto hemos hablado mi hermano y yo, no termine nunca.

Los niños abrazan a su padre, es la primera vez que conocen a su progenitor, al que biológicamente los había concebido. Para los dos es algo tan fuerte que no hay palabras que puedan expresarlo, aunque Eara logra catalizar parte de tanta emoción en sendas lágrimas que caen por sus mejillas.

Alec Dunn nota eso, por supuesto, y se siente culpable de haber tenido que dejarlos por tantos años.

-Hijos, no tengo manera de pedirles que me perdonen… no hay forma de volver atrás el tiempo.

Besa la frente de la niña y luego la de su hermano.

-Pero quiero que entiendan que su vida estaba en juego. Su madre… su madre era una Garou especial, tenía forma de ver lo que podía pasar en el futuro.

Se sentó en cucillas para estar a la altura de los pequeños a medida que intentaba explicarles retazos de la situación.

-Ella me pidió, me hizo prometer que los dejaría para que no murieran. Porque si estaban conmigo o con ella, antes de… antes de esos que ustedes conocen como cambio –replanteó esa frase- o tal vez no lo han experimentado aun pero debería pasar pronto… estarían en peligro, uno que ni la manada podía evitar.

Los volvió a abrazar.

-Los vigilé, de lejos… todo este tiempo. Tanto como yo Perla y Fang, y el jefe… pero no se dieron cuenta y eso es bueno… eso indica que lo hicimos bien.

Terminar con aquel abrazo dio paso a poder hablar con aquel hombre, nuestro padre, sobre todo lo que había pasado. Nuestra vida. Lo que había pasado era eso, toda nuestra vida, el modo en que habíamos tenido que vivirla. Nos pidió perdón, y repitió lo que ya nos había contado Fang, que había tenido que ser así para protegernos. Nuestra madre había visto el peligro, lo que pasaría si nos quedábamos con ellos, y por eso nos habían tenido que dejar.

¿E-era...? -Me atreví a repetir, aquella palabra que había usado, hablando de nuestra madre en pasado- Entonces... ¿Habéis estado ahí todo este tiempo, mirándonos? ¿Vigilando? -Aquello me parecía tan difícil de hacer, tan propio de un cuento de hadas lleno de magia, que me costaba asimilar la idea. Pero pronto mis ojos se abrieron desmesuradamente al recordar algo- Oh, yo sí, yo he cambiado, hace poco, en el bosque. Me hice grande, y con garras, pero no podía hablar, no me salía la voz de la garganta, sólo gruñidos... Y soñamos que éramos lobos, ¿verdad, Eara? Los dos el mismo sueño, a la vez. Y alguien nos hablaba en el sueño, pero no sabíamos quién...

De repente, me quedé callado con el ceño fruncido. Se me había ocurrido algo, y trataba de recordar cómo era aquella voz, y si se parecía a la de nuestro... padre.

Era. Ese tiempo pasado hace que mi corazón se encoja un poco. Nuestra madre "era", eso quería decir que ya no lo era más. Los tiempos verbales que tanto había estudiado antes en el orfanato, de repente me abren una sensación de completa tristeza. Papá nos explica todo, al menos lo intenta, atropelladamente. Pero no hay nada nuevo, nada que Fang no haya intentado hacernos entender. 

Conrad le habla de nuestro sueño. Ese sueño que compartimos y que nos hizo estar aún más unidos. Yo me limito a asentir con la cabeza. Tengo la nariz congestionada a causa de las lágrimas y me comienza a doler un poco la cabeza, pero no le doy importancia. De repente, Conrad se calla. Parece intentar recordar algo o cuadrar algo, pero no consigo adivinar qué es. 

Siento la cajita en mi mano y se la tiendo a mi padre.

-Encontramos algunas cosas en un sitio al que fuimos siguiendo el camino que nos enseñó aquel sueño-le explico.

Aún estoy intentando entender que ellos estaban allí desde siempre. Cuando me rompí el brazo derecho, ellos estaban allí. Cuando estudiábamos los dos juntos bajo aquel árbol, ellos estaban allí. Estuvieron allí siempre, cuidando que nada grave pasara, cuidando de nosotros pues, siempre los hemos tenido. Siempre hemos tenido una familia.

Entonces... ¿Habéis estado ahí todo este tiempo, mirándonos? ¿Vigilando? –

Su padre sonríe, y tiene una sonrisa maravillosa, de esas que hacen pensar que el mundo es un lugar seguro, aunque los niños hayan comprobado ya otra cosa.

-Siempre… he estado en el Convento, serví de ayudante de cocina… limpié los pisos. Hice muchas tareas aunque nunca mantuve contacto directo con vuestros ojos. Incluso me teñí el pelo… su madre lo hizo por mí, antes de…

Conrad le explica sobre el cambio, y sobre el sueño que los dos habían tenido en común, antes de éste, desde que eran pequeños… ese sueño en el que solían correr a cuatro patas por un umbroso bosque.

-Es algo que los niños que tienen el gen Garou fuerte, suelen vivir. No todos los hijos de un Garou son como ellos, con el tiempo parece que la sangre de Gaia se ha ido debilitando. ¡Ja, sí me viera ella hablar de todo esto! Me costó tanto entenderlo al principio.

La voz que sale de esos labios, finalmente, le llega al niño como la exacta voz del sueño. Sí, sea como sea que haya acontecido, ha sido su padre el que se había presentado aquella vez. Realmente sí los estaba cuidando… siempre.

-Encontramos algunas cosas en un sitio al que fuimos siguiendo el camino que nos enseñó aquel sueño-

Eara, luego de enujgar un poco sus lágrimas, y ahora sabiendo que siempre hubo una familia a la que pertenecían, le hizo entrega de la caja. Ahora no estaba ya tibia, como cuando tuvieron ese encuentro con aquella cosa dentro del ataúd.

Alec la toma y su rostro se transmuta en uno de horror.

-Han estado en el viejo granero…

Los abraza ahora tan fuerte que casi les hace doler.

-Niños, oh Dios… oh Dios… ¿dónde hallaron esto? Algo, algo les pasó?!?!

Niega con la cabeza un poco hablando solo.

-No, eso está encerrado… está encerrado. Tenemos demasiado en nuestras manos con estos jodidos Danzantes… por favor Gaia, ¿acaso quieres poner el mundo sobre sus hombros?

Papá... Aún me costaba asimilar que lo era, pensar en aquel hombre como nuestro padre, pero es lo que era en realidad. Nos explicó cómo había estado cerca nuestro sin que lo supiéramos, todo el tiempo, de un modo u otro. Todo ese tiempo en que nos habíamos sentido tan solos, en que habíamos pensado en por qué nos habían abandonado, creyendo con que era porque no nos querían... todo ese tiempo él había estado ahí, vigilando.

También nos habló del sueño, como si fuera habitual tenerlos cuando era fuerte el gen que volvía lobos a los niños. Y mientras lo decía, me quedé boquiabierto al descubrir lo que había sospechado desde un principio, al oírle por primera vez. Y sonreí, mirándole a los ojos.

T-tú estabas allí... Nos hablabas, era tu voz, aunque no te veíamos... -Confesé- Nos dijiste que teníamos que bajar para proteger a los Ferguson.

Sin embargo, me asusté un poco al ver la cara que papá puso al ver lo que Eara le enseñó, lo que habíamos sacado del sótano. Parecía tan asustado que no lo entendí. Sí, habíamos pasado miedo allí abajo, pero ya estaba, habíamos salido y estábamos bien, ¿no? No hacía falta preocuparse tanto...

Estamos bien, no pasa nada... -Quise tranquilizarle- Bajamos al sótano, como en el sueño, y encontramos una especie de tumba. Luego se apagó la luz, y había algo allí que nos habló, pero nos fuimos. Sólo pasamos un poco de miedo, nada más.

Era verdad. Era nuestro padre y, si hacíamos memoria, seguramente recordáramos su cara en algún momento en aquel orfanato. No puedo evitar cruzar mis ojos con los suyos y ver el inmenso parecido de su pelo con el nuestro. Es nuestro padre, un hombre tan conocido y desconocido a la vez. Un hombre al que amamos y odiamos tanto al mismo tiempo. ¿Era posible que la familia se hubiera reunido de nuevo?

Me horroriza ver la cara que pone cuando ve la caja que le tiendo. Conrad se apresura a explicarle que nada grave nos pasó, iluminando mis recuerdos al ver que la voz que nos hablaba era la de nuestro padre. Agradezco que Conrad lo tranquilice pues, de alguna manera, me siento incómoda aún cuando me abraza.

-Estamos bien-corroboré como afirmando las palabras de Conrad.

Luego él menciona el peso sobre nuestros hombros y trato de entender, pero mi mente ya está agotada, abrumada y casi que no quiere entender nada.

Así que trato de explicarle como recuerdo todo lo vivido en aquel granero al que llegamos gracias a nuestro sueño y su voz. Le cuento de la trampilla, como conseguimos abrirla, como bajamos, lo que encontramos y finalmente como escapamos de aquel terrible lugar. Sólo se lo cuento para que entienda todo un poco. Tal vez ellos  sepan hallar respuesta o el hilo conductor de todo lo que nos está ocurriendo. Aunque mi cabeza me grita que primero debemos acostumbrarnos a nuestra nueva vida, esa vida que transcurrirá, a veces, a cuatro patas y cubierta de pelo.

El padre de los pequeños los escuchaba con atención, ahora sujetando la caja entre sus manos, con evidente interés en mantenerla segura. Conrad le dijo del sueño, de ese en el que oían su voz aunque no podían ver su rostro.

-Puede que hayan heredado algunos dones de su madre, no sería raro… aunque no sé realmente sobre esas cosas.

Sin embargo, en el momento en el que él y su hermana trataron de quitarle preocupación sobre la caja, y dijeron más cosas sobre la expedición, Dunn se puso aun más preocupado; se lo notaba en la manera en la que los miraba así como con la fuerza con la que sujetaba aquella pequeña caja.

-Por los dioses… pensé que la manada los vigilaba más de cerca. No tienen idea del peligro que enfrentaron…

Entonces tomó a la caja  y la observó atentamente, con sus dedos recorrió los grabados inscriptos en su superficie.

-Sigue cerrada… bien.

Exhaló el aire que estaba conteniendo debido a sus nervios.

-Vamos a conocer al jefe de la manada. Quiero que caminen a mi lado, él les explicará todo lo que yo no puedo. Y es mucho, les hablará de las reglas de los Garou.

Perla estaba viniendo con paso tranquilo, pese a todo no dejó pasar la visión de la caja.

-Alec…

-No, no, ustedes me dijeron que estaban a salvo, casi… ¿no es suficiente con los danzantes que además los dejen entrar a la maldita cueva de un antiguo?

Perla subió sus manos en actitud de derrota.

-No sé cómo los perdimos, lo juro… es casi como si una fuerza elemental los estuviera conduciendo allí.

Nuestro padre parecía realmente agobiado al saber que habíamos estado allí abajo. No entendía por qué, sobre todo sabiendo que al final todo había salido bien. Tampoco es que me gustase mucho el modo en que echaba en cara a la manada que no hubieran cuidado de nosotros, sobre todo cuando se acercó Perla. Sin embargo, fue algo que dijo ella lo que me decidió a hablar.

¿Fuerza elemental? No, fue el ciervo… -Dije con absoluta inocencia, guardando silencio hasta que vi las expresiones de sus rostros- El ciervo… Aparecía en nuestro sueño, guiándonos hasta ese lugar, y luego cuando estábamos perdidos en el bosque volvió a aparecer, y también nos guió. –Fruncí el ceño, pensativo- Aunque ahí no era tan majestuoso, era más normalito, y más pequeño. Eso fue después de que Oliver nos encontrase, por eso estábamos solos, huíamos de él mientras Fang le hacía frente… -Le dije a nuestro padre, mirándole fijamente- …no te enfades con ellos. ¿Y qué es un Antiguo?

Nuestro padre se siente tranquilo al ver que la caja sigue cerrada. No puedo evitar sentir cierto bochorno pues en más de una ocasión intenté abrirla. Parecía que lo que habíamos visto allí abajo era realmente peligroso. Conrad, como siempre, les explica todo mucho mejor que yo. Era cierto que allí habíamos llegado gracias al ciervo, era cierto que huíamos de Oliver, era cierto todo y no era justo que se enfada con esa gente que nos había salvado la vida hacia una hora y pico escasa. No pude evitar sentirme cierta sensación de rechazo hacia aquel hombre que aseguraba que había estado cerca de nosotros, pero que deja nuestra seguridad en manos de aquellos que parece van a ser nuestra manada. No paran de decirnos que nos lo explicaran todo, pero hablan delante nuestra de mil términos que despiertan nuestra curiosidad. Espiezo a sentirme algo cansada física y psicologicamente. Agarro la mano de Conrad y le miro a los ojos, de seguro, él sabe cómo me siento. 

Perla escuchó a Conrad hablar sobre el ciervo y también preguntar lo que era un Antiguo. Su padre la miró, como no sabiendo qué hacer, qué información compartir y cuál aun no. Eara estaba cansada de todo aquello, de cómo parecían siempre dejar cosas de lado.

-Es hora de conocer al jefe y saber la tradición –los miró con ternura y algo también de pena, la niña todavía ni siquiera había cambiado y no era así como se solían hacer las cosas, sin embargo no había muchas opciones.

-Tienen preguntas, lo entiendo –afirmó Alec –y también sé que no soy tan indicado para decirles las respuestas, que se debe hacer correctamente.

Perla asintió.

-Vengan, vamos a conocer a aquél que dirá todo lo que deben saber pero primero… antes de que estén cara a cara delante de él.

Sus ojos fueron a Eara, lo mismo que los de su progenitor.

-Debes cambiar, Eara… tenemos que acelerar el proceso. ¿Estás lista para intentarlo? La manada te ayudará y tu hermano también… estuviste a punto hace poco, sé que el gen es fuerte y tira en ti hacia ese salto.

La muchacha se puso en cucillas y tomó el rostro de la niña.

-Y sé cuánto les estamos pidiendo, que así no es la manera natural en que debe ser, pero la misma Gaia creo que quiere esto. El Ciervo, el Ciervo es el símbolo de los Fianna, es nuestro tótem… y él los ha elegido. Pero necesitamos que ambos ya sean parte de los Garou, necesitamos el primer cambio para mostrarles aquello que yace tras el velo y enseñarles nuestras leyes.               

Al parecer, teníamos que conocer a alguien y aprender cosas, cosas importantes. Nuestras preguntas, y teníamos muchas, tendrían que esperar, y no iba a ser nuestro padre quien pudiera responderlas como hacía falta. Así que nos iban a llevar ante ese... jefe. Pero antes, Eara tenía que pasar por lo mismo que yo había pasado, cambiar, convertirse en lobo.

Ehm... ¿Y cómo... lo hacemos? -Pregunté, lleno de curiosidad y preocupación. Hablaba de acelerar el proceso, y de una ayuda que le daríamos los demás pero que yo no sabía en qué consistía. Asentí igualmente, convencido de poner todo de mi parte, a pesar de que no sabía lo que tenía que hacer.

Al menos, entendí al final lo que era ese ciervo. El símbolo de los Fianna, su... tótem. Aunque no sabía exactamente lo que era un tótem, me sonaba que era una especie de espíritu protector de los indios, o algo así. Supuse que por eso se nos había aparecido, porque cuidaba de nosotros.

Vale. Las respuestas han cesado, de momento. Nos dicen que nos las darán en algún momento, pero antes... antes debo convertirme. Ser lo que Conrad fue. Ni siquiera sé cómo hacerlo y me siento bastante presionada a pesar de que las palabras de Perla son maternales. Mis ojos cruzan los ojos de todos los presentes hasta terminar en los de mi hermano.

-¿Cómo lo hiciste?-le pregunto con un hilillo de voz temblón que casi es imperceptible, pero que, a pesar de todo, sé que el resto también ha oído.

Recuerdo como Conrad pasó de ser mi hermano, de carne y hueso, con cuerpo humano, a esa cosa deforme que nos salvó de Oliver en aquella ocasión. ¿Cómo lo hizo? ¿Qué pensó? Ni siquiera se me pasa por la cabeza las ideas que seguramente sean necesarias para pasar de ser Eara a ser Eara deforme.

-No sé... no sé cómo hacerlo-reconozco en voz alta.

La pregunta de mi hermanita me pilló por sorpresa. La miré, con los ojos muy abiertos, pero aunque mi boca se abrió un poco no pude decir una sola palabra, al menos en principio. ¿Cómo lo había hecho? No lo tenía del todo claro. Recordaba haberlo deseado, haberlo intentado, pero por lo demás había resultado como... muy natural. Lo que sí recordaba era lo que sentía en esos instantes. Aquella idea me hizo fruncir el ceño, pensativo.

M-miedo... Tenía miedo... -Dije al final- Quería cambiar, no a esa forma porque no sabía que existía, sino a la forma de lobo como en nuestro sueño, pero creo que lo hice por miedo. Tenía miedo de que ese lobo te hiciera daño.

Escucho las palabras de mi hermano. Miedo. Él había sentido miedo. Yo recuerdo que también lo sentí, pero sobretodo sentí rabia. Mucha rabia y cabreo cuando esa bestia mordió la tierna piel de mi hermano. Intenté concentrarme en ese pensamiento, en ese recuerdo, ese sentimiento. Cerré los ojos tratando de obviar el sonido del mar, la presencia de los demás y recordando en mi mente el momento en el que la mandíbula de aquella bestia se cerró sobre la piel de mi hermano. ¿Qué sentí? Miedo, por supuesto. No quiero que a Conrad le pasé nada malo. Pero, encima del miedo, de todo ese temor que me hacía llorar y temblar, vibraba la rabia y el deseo de acabar con aquella cosa. Yo ni siquiera me había planteado transformarme; pasar de ser una persona a una loba, pero en aquel momento lo intenté. Intenté visualizarme como lo hice en mi sueño, sentir las cosas como lo hice en mi sueño y deseé poder ser esa loba para ayudar a Conrad cuando hizo falta. Así que sólo cerré mis ojos y me dejé ir esperando cumplir con las expectativas que se tenían de mi.

Eara sabía que esto era importante e iba a poner toda su voluntad en conseguir el cambio. Su hermano ya le había dado pistas sobre cómo él había tenido éxito. Sin embargo, el enfoque de la niña se centró más que nada en la rabia que había engullido al ver a su hermano siendo atacado por ese animal de negro pelaje y ojos furiosos.

Cerró los ojos y… antes de lo que incluso ella hubiera anticipado, sintió la energía llenar su cuerpo. Era como una corriente luminosa que recorría sus nervios, que estimulaba sus músculos y que deformaba sus huesos para otorgarle una anatomía diferente.

El poder la llenaba y se sentía subir más arriba de lo que su altura de niña le permitía. Sus manos se alargaron y sus dedos se curvaron hasta convertirse en garras de afiladas uñas. Abrió los ojos y observó la mirada sorprendida de todos y llena de orgullo de su padre. Desde su nueva altura, aquel hombre parecía petiso, Eara ya no era una pequeña frágil mujer sino algo conocido como Crinos y que producía un terror enorme para cualquier humano que jamás hubiese contemplado semejante criatura.

Por fortuna todos allí ya lo habían hecho.