Partida Rol por web

En el pasillo del primer piso, además de la esperables puertas numeradas de las habitaciones hay dos puertas dónde puede leerse "baño", una en cada esquina, y unas puertas vidriadas en el ala sur que dan a un cuarto e juegos.

En esos "baños" comunes hay sendos jacuzzis junto a ventanales con vista a los cerros y vestidores.

En cada habitación hay un baño privado, pequeño pero compelto. Es evidente que se trata de adiciones recientes, una construcción moderna que contrasta con el estilo clásico del resto de la construcción y mobiliario.

El mozo va por las habitaciones dejando el equipaje de cada uno junto a la puerta. La mucama está también en el lugar completando los últimos detalles de algunos cuartos. Te señalan tu habitación.

- Gracias- respondió Claudia fríamente. 

Entró a su habitación y se fue directa al baño, abrió el grifo y echó unas sales y espuma de baño. 

Se quitó las gafas de sol y se miró en el espejo las marcadas ojeras. Salió del baño mientras la bañera se llenaba y buscó en el mueble bar un vino blanco. Se sirvió una copa y cogió su bolsa de aseo. De sus maletas, tomó un antifaz de sueño y volvió al baño. Se desmaquilló y se puso una mascarilla revitalizante para el rostro.

Cuando el baño estuvo listo, se desvistió, se puso el antifaz y con la copa de vino aún en la mano se metió en el agua. 

Dios... como necesitaba aquello...

Tras dejar el equipaje, no dudó en observar la habitación un tanto pensativa. Tenía que establecer un plan, así que será cuestión de conocer a la gente que estaba allí y ver de que iba cada uno, analizando sus intenciones. Así que por esa razón es que decidió tras acomodar un poco la maleta, abandonar su cuarto y dirigirse hacia donde se encontraba la mayoría. 

Eliott Duchamps deshizo su equipaje y, cuando estaba en la intimidad de sus aposentos, sacó una carpeta con un expediente de un compartimento de doble fondo en su maletón. Abrió la carpeta y de ella extrajo un plano de la finca Zuñiga que reposaba junto a otra serie de documentos a los que no hizo caso.

Abrió el plano de la finca y lo observó haciéndose una composición del lugar, identificando cuál era exactamente su habitación en aquella disposición e intentando memorizar el resto de estancias y su ubicación. Había algunas sutiles diferencias entre la realidad y el plano que había conseguido en el catastro de Buenos Aires, pero nada relevante. Todo estaba en orden.

Guardó de nuevo aquel plano en el dosier, el dosier en el doble fondo de su maletón y el maletón en el altillo del armario y entonces dedicó tiempo a establecerse, después de todo, no todo era trabajo. Se aseó, se adecentó, se cambió de ropa y todo ello siendo rápido y eficaz para no dedicar mucho tiempo a aquellas tareas.

Cuando estuvo listo, quiso abandonar su habitación y dirigirse a la sala de juegos que podía verse en la planta alta. Para ello, se aseguró de llevarse un periódico. Allí pretendía buscar una ubicación con vistas al pasillo y esperaba escuchar y ver todas las idas y venidas del resto de visitantes para hacerse una composición del lugar y de la habitación de cada uno.

Después de todo... nunca se sabe.

Te relato qué hay en las partes no dibujadas de la planta baja (no la puse en el mapa pues es probable que cualquiera entre a las dependencias de servicio)

En la esquina noreste hay un ambiente grande, lavandería o taller o ambas cosas, con salida al exterior. Desde allí un pasillo largo hacia el sur atraviesa varias habitaciones pequeñas y unas pocas de mayor tamaño hasta una puerta de salida en la pared sur.

De este pasillo surgen tres pasillos hacia el oeste, dos desembocan en el hall (están dibujados) y otro en la cocina. De la cocina puede accederse al comedor y a otro cuarto en la esquina sudeste. Desde este último cuarto hay una puerta lateral que sale al exterior.

Por las ventanas empieza a verse una tenue nevada

Al ingresar a tu cuarto la puerta de junto se abre y ves salir a una jovencita vestida de negro con cara de ofuscada que se va por el pasillo sin saludarte.

No sé si me habrá visto siquiera. Parecía demasiado enfrascada en sus pensamientos. Pero eso no me importa. De momento no me importa que me haya visto, pero será conveniente tener en cuentra quien más hay por aquí. He venido con un proposito y no pienso irme de la hacienda sin haberlo cumplido. 

La bruja caerá, pero no tengo que ser demasiado explícito, de lo contrario todo aquello que me corresponde y por lo que he sufrido se irá por el retrete.

Como ha indicado el Mayordomo mi equipaje está en el cuarto, sin desempacar, según mis instrucciones. 

Abro la maleta y en ella puedo ver que todo está en su lugar. Las marcas que puse en ella para notar si alguien la había abierto siguen en su lugar asegurando que todo esta intacto.

Dejo el bastón (que tiene un compartimento oculto) a un lado y coloco los trajes, las camisas y el resto de mi atuendo en el armario de la sala. No es una gran suit, pero es bastante elegante. La dedoración barroca se diría que incluso es algo recargada, pero no me llega a desagradar. 

Ya con la maleta vacía compruebo que las piezas que hay ocultas en ella siguen en su lugar. Las repaso todas y veo que estn todas y en perfecto estado. 

Cambio mi traje del viaje por otro más apropido para la cena, que presumo será bastante formal, sin llegar a ser de gala.

Un repaso al afeitado y al fino bigote. Todo listo. Me recreo en el espejo. Toda esta apariencia me da un aire de mafioso, pero eso es precisamente el look que quiero dar en esta ocasión. Mis planes requieren de ello.

Todo el proceso me ha llevado un buen rato, No sé cuanto faltará para la cena, así que vuelvo a bajar al salón. 

Habrá que socializar.

Cuando Claudia se quitó un momento el antifaz, puedo ver que había comenzado a nevar. Aquello era perfecto: un baño caliente, una copa de vino, una nevada tras la ventana con un bello paisaje de fondo... Pero quizá iba siendo hora de bajar. Debía ser casi la hora de la cena...

Salió de la bañera y se limpió la mascarilla. Ahora ofrecía mucho mejor aspecto que cuando llegó. 

Eligió el vestido para bajar a cenar y lo puso sobre la cama mientras se maquillaba. Después se vestiría y bajaría a cenar.

Mientras subías a tu habitación te cruzas con Rodolfo Peñareal que iba bajando. Además alcanzas a ver que de una de las puertas bajo el vitral (las del sur) sale el mozo llevando tazas de té y tartas.

Me dedico a revisar mi equipaje y colocarlo en el armario.

Tan pronto como acabo me doy una ducha y me preparo para bajar de nuevo al vestíbulo... creo que se está acercando la hora de la merienda.

Al ir hacia tu habitación pudiste ver en qué habitación entraba María Mercedes.

Ricardo había podido notar a qué habitación se dirigía la viuda de Zúñiga. Si era la misma en la que dormía el esposo, con suerte allí sería donde se encontrase la caja fuerte de la que debía extraer todos los documentos que le incriminaban. Aunque la gente rica estaba acostumbrada a tener su propio despacho, por lo que no descartaba que únicamente se tratase del dormitorio del matrimonio y ya.

Por ello, lo primero de todo que hizo el joven tras comprar que María Mercedes entraban en aquella habitación fue dirigirse hacia su propia habitación con pasos presurosos. Se aseguró de que su equipaje estuviese en orden y después depositó la mochila bajo la cama de aquella habitación, donde no pudiera ser vista de un primer vistazo. Únicamente había tomado un objeto de la mochila: el veneno, que decidió guardar en uno de sus bolsillos.

Por último, acudió raudo al aseo para echarse algo de agua en la cara, inquieto. De momento, todos le daban la sensación de que habían picado el anzuelo, salvo aquel tipo trajeado de sonrisa inquietante que hablaba en francés. Debía asegurarse de que ese hombre tampoco sospechaba de él.

Mientras caminaban hacia las habitaciones María Mercedes empezó a reír, se notaba que había bebido un poco de más, aunque no estaba del todo borracha.

—¿Quién diría que me iba a llevar a un bomboncito al cuarto? No, no te pongas tímido, que era broma. Dolor vamos a ver unas fotos, no me propasaré contigo—aclaró tomando a Ricardo del codo para guiarlo.—Mi pieza es por acá.

La habitación de la señora era el doble de grande de las otras. Por contraste resaltaba que su cama no era muy amplia, de esas que llaman de una plaza y media.

En las paredes había un par de pinturas y dos bibliotecas con algunos libros y muchos álbumes de fotos.

María Mercedes cogió uno de esos álbumes y lo llevó a la mesa que había en el centro del cuarto y se sentó en una de las dos sillas.

—Sentate si querés.

Y empezó a pasar las fotos de viajes por Europa, fotos en las que ella tendría poco más de veinte años y andaba sola o con grupos de amigas.

—Cada vez que me sentía sola venía aquí a mirar estos recuerdos. Desde que murió Carlos no había tenido tiempo de volver a ojearlas.

La viuda de Carlos Zúñiga estaba un tanto bebida, aunque no llegaba al punto de encontrarse borracha. Tal y como Ricardo lo veía, las personas con alcohol en sangre tendían a ser más atreveidas y hablar más de la cuenta.

-Bu-bu-bueno, tampoco me hubiera molestado si no hubiera sido una bro-bro-broma -reconoció el joven, que seguía fingiendo su tartamudeo-. Sigue siendo usted una mujer muy atractiva para su edad... -halagó a la viuda. Ya la había visto coqueteando con alguno de los invitados con anterioridad, por lo que consideró que podía ser una mujer fácil si él seguía en esa línea.

El joven tomó asiento al lado de la mujer y comenzó a observar las fotos de los viajes que María Mercedes había hecho en su época de soltera, mientras se esforzaba por sonar interesado.

-Se la ve muy joven... -reconoció, observando cada una de las imágenes-. Debieron ser años felices para usted. Su esposo... ¿También solía viajar a menudo? Por lo que me ha dado a entender, no era muy dado a ir de vacaciones, ¿no?

—Nunca viajamos juntos. Salvo en la luna de miel, claro. Es que nos casamos grandes, y las costumbres de cada uno son difíciles de cambiar. A mí y a mi hija nos gusta Europa. A él le gustaba América.

»Estas fotos son anteriores a mi primer matrimonio. Con mis amigas creíamos que esa libertad duraría para siempre. Pero ya sabés, tus padres tarde o temprano te van a poner un límite si no conseguís un marido de buena familia que pueda mantenerte.

»Je, je. Creo que estoy diciendo muchas pavadas.

Fue hasta un frigobar y trajo dos vasos y una botella de ron.

—¿Querés un poco? O quizá ya te aburriste de esta vieja y quieras ir a descansar para dedicarte a lo tuyo mañana.

María Mercedes le había dado algunos datos que arrojaban algo de luz sobre su forma de ser y el motivo por el que se había casado con su marido. Aquello no le servía para poder llegar hasta las pruebas incriminatorias, pero podía darle algún tipo de utilidad de cara al futuro.

-¿Pa-pavadas? No, en absoluto -le aseguró Ricardo, en un tono mucho más tranquilo, aunque siguió forzando el tartamudeo-. Me parece usted una mujer muy interesante. -Al ver que le traía dos vasos y una botella, sonrió ampliamente-. Po-po-por supuesto. Nunca le digo que no a una buena botella de ron. Aún es temprano para beber, ¿no?