Partida Rol por web

La embestida de aquellos desdichados muertos en vida llenaba mi alma de desesperanza. Nos había supuesto un gran esfuerzo destruir a la niña, y en aquel momento eran cuatro como ella los que corrían hacia nosotros. ¿Qué íbamos a hacer?

Apenas logré reaccionar cuando Shiral ya se había desplazado hasta situarse junto a Luelar. Me costó comprender el motivo, lo que hice al mirar nuevamente a aquellos seres y la dirección que tomaban. Tres de ellos la habían tomado con la elfa oscura, por alguna razón. Fue entonces cuando oí a Ivar gritando, y sus gritos me parecían de todo el sentido del mundo. Estábamos en campo abierto, sin ventaja táctica alguna, frente a un enemigo con demasiado aguante. Podíamos defendernos de ellos en el interior de aquella cabaña mucho mejor, obligándoles a luchar por acceder más que por nuestra carne.

Sin embargo, apretando los dientes me di cuenta de que Nayí tenía razón. Aquellos seres, ya en carrera, estaban casi sobre nosotros. Nuestra capacidad para forzar una retirada era, como mucho, limitada.

Necesitábamos ganar tiempo...

Aquella idea se introdujo en mi casco y se afianzó en mi cabeza. Era necesario que llegásemos a la cabaña, pero que llegásemos todos y a tiempo, y para ello deberíamos combatir hacia atrás.

¡Corred! -Exclamé sujetando con mayor fuerza la empuñadura de mi bastarda mientras tomaba el necesario impulso que me exigía la pesada armadura para comenzar a correr. Si lograba alcanzar suficiente velocidad, podría interceptar a aquellos seres bastante antes de que llegasen a los demás y, con fortuna y la bendición de Korth, hacer que se detuvieran en ese punto. Si con ello conseguía un salvoconducto para que todos llegasen a la cabaña, podrían flanquearme la entrada si llegaba hasta ellos combatiendo cada paso atrás. Era lo único que se me ocurría- ¡Llegad a la cabaña! ¡Intentaré ganar tiempo!

Como si el tiempo se detuviera, en los primeros pasos de mi carrera vislumbré horrorizado el cambio de Luelar, que se envolvió en su capa para reaparecer convertida en aquella niña muerta. Una brujería que me hizo musitar una plegaria a El Salvador, pero por la que no detuve mi carrera, decidido ya a enfrentar a aquellos seres.

La carga del caballero de Stumlad cambió ligeramente las tornas, aunque no tanto como lo habría hecho de no haber causado tanta impresión el cambio de aspecto de la elfa oscura, que con aquel truco de brujería élfica hizo a aquellos seres replantearse su cacería. Puede que no fueran demasiado listos, o que no lo fueran en absoluto, pero tenían claro lo que perseguían, y uno de los suyos no era la presa que querían.

Así que sus ojos sin vida comenzaron a buscar rápidamente otras presas, omento en que Tyron se abalanzó sobre ellos, espada en mano. Con tanta destreza como vigor, asestó un poderoso mandoblazo a uno de los muertos vivientes, abriendo en el proceso el pecho del zagal muerto, que mostró sus costillas fracturadas al aire. Aquel impresionante golpe le hizo detenerse, cosa que hizo también otro de los muertos vivientes, mas no todos. Aquel que tenía fijada a Shiral de Lidtanast como presa continuó corriendo, pasando junto al caballero sin siquiera mirarle. Lo mismo hizo otro de los niños muertos, que tras perder el interés en Luelar, se fijó en Nayí y cambió su rumbo para acudir a su encuentro.

El muerto al que Tyron había abierto el pecho se abalanzó contra él, golpeando con una mano huesuda la pechera de su coraza. Por supuesto, aquel torpe intento distó mucho de causar el menor daño al caballero, como tampoco lo hizo el intento de otro de los zombies de acercarse a él para morderle, que hendió el aire helado con sus dientes sin llegar a rozar al guerrero, que se veía combatiendo a dos adversarios al mismo tiempo, muy a su pesar. Y es que dos de ellos se le habían escapado.

El último de aquellos niños sin vida corrió hacia la elfa del bosque, aprovechando su renqueando carrera para acortar la distancia entre ellos y poder alcanzarla antes de darle tiempo a escapar. Elevó los brazos y saltó sobre ella, a diferencia de su igual enfrentado a Nayí, no con la intención de derribarla, sino simplemente de aferrarse a ella y no dejarla huir ni moverse. Tal vez pensaba, si es que era capaz de ello, que si lograba inmovilizarla podría morderla con mayor facilidad. Sin embargo, por fortuna para la montaraz, aquel zombie erró en su intento de agarrarla, quedando ante ella sin impedirle que se defendiera.

Si padecer la amenaza de los dientes y las manos de aquellos horrendos seres ya ponía a nuestros héroes en una precaria situación, no creo que ninguno de nosotros pudiera siquiera aproximarse a comprender lo que sentiría nuestra heroína Nayí al verse desequilibrada tan bruscamente por uno de aquellos muertos. Incluso a pesar de su habitual agilidad, ni siquiera ella era inmune a la posibilidad de caerse, y la forma en que aquel muerto se echó sobre ella logró que diera con su espalda sobre la fría y dura nieve, con la muerte cerciéndose sobre ella... literalmente.

Ivar no tarda en llamar una retirada hacia la cabaña. Entiendo lo que quiere hacer, pero como dice Sombra, ya están demasiado cerca, así que me preparo para aguantar la carga enemiga junto a Luelar, aun desconociendo su capacidad de combate cuerpo a cuerpo. Va a seguir siendo un misterio para mí, pues ella tiene otros planes. A mi lado, veo cómo se envuelve en su capa para regresar como la recién caída niña muerta, con la única diferencia del color, o la falta de este, de la elfa oscura. Paso la mirada por ella en su nueva forma, por mi espada con su brujería y con los enemigos aun cargando hacia nosotros; hacia mí y mis compañeros, pero no más contra Luelar. 

Es entonces cuando Tyron se cruza con mi mirada, cargando con velocidad hacia el grupo de niños para detener él solo a dos de ellos, destrozando el pecho de uno con un poderoso golpe en una impactante escena. Sin embargo no tengo tiempo para contemplarlo, pues el enemigo se sigue moviendo, renqueante pero veloz, hacia Sombra y hacia mí hasta que nos acaban alcanzando, o al menos a la humana, a la que derrumban contra la nieve, intentando lo mismo mi atacante de un salto pero fallando en su intento.

El niño no-muerto queda frente a mí, y lanzo mi espada por primera vez contra este objetivo, desobedeciendo así la orden de Tyron. No voy a alejarme dejándolo solo frente a dos y con Sombra atosigada por uno de ellos, pero tampoco puedo dejar de atención a mi propio enfrentamiento.

A pesar de la insistencia del explorador y el caballero en hacer que el grupo buscase el refugio de aquella edificación de madera, la elfa de los bosques optó también por plantarse en su posición y negarse a retroceder. Con gran destreza, sesgó a la criatura carente de vida que tenía ante sí, golpeándole en el pecho como había hecho Tyron un instante antes con su propio rival. Sin embargo, el golpe careció de la fuerza de impacto con que el caballero stumladés había descargado su pesada espada bastarda. La hoja élfica abrió una herida seca en el torso del muerto viviente, que apenas pareció sentir nada en absoluto.

El cuervo grazna y como bien es costumbre, nadie le escucha. ¿Acaso huyen? ¡No! se quedan para dar muerte a criaturas que ya están muertas. Disponemos de astucia y velocidad, pero prefieren combatir con acero y coraje. ¡Malditos sean todos! Si tan solo lograse llevarme conmigo a la elfa, quizás el resto...¡oh mierda! En nombre del dios de la espesura...¿¡Qué diablos pasa con la elfa!?

La capa la envuelve y la oscuridad fluye a través de ella como un torrente de pura maldad. La demostración de magia de la que hace gala, que logra que se me ericen todos los cabellos del cuerpo. Cómo esto continúe así, pasaré a ser llamado Ivar el erizo.

Bendita sea mi suerte por no orinarme encima y aunque me detengo unos instantes, no dudo en salir corriendo como un cervatillo asustado. No estoy seguro de si se trata de un truco de la elfa o si realmente acaba de mostrar su verdadero aspecto y ella es la causante de todo esto, pero no pienso parar a preguntárselo. De un modo u otro, acabaré por descubrirlo.

A la entrada de la cabaña, clavo la antorcha en el suelo. Mi plan de poco va a servir si nadie me acompaña, así que retomo mi arco y me dispongo a disparar a la muerte. Tan solo espero llegar a tiempo y evitar así que ese niño endemoniado se de un festín con la dama de las dagas.

Ivar, el más conservador de entre los estrategas de aquel variopinto grupo de aventureros, se había situado en una posición estratégica sin igual. Desde la puerta de aquella cabaña, estaba a un mero paso de poder ocultarse o parapetarse cerrando la puerta, cubriendo con ello la posible retirada de sus compañeros, como era su verdadera intención. No obstante, se había quedado sólo en su estrategia, pues ninguno de los jóvenes, o no tan jóvenes en cuestión de años en lo referente a las elfas del grupo, había hecho la menor intención de seguirle. Al menos, por el momento.

Sin embargo, eso no impidió que el explorador mantuviera su empeño, guardando aquel refugio con su guardia. Clavó la antorcha en la nieve, asegurándose de que no cayera y corriera el riesgo de pagarse, y retomó su arco, situando hábilmente una flecha en la cuerda. Aún podía ayudar a sus compañeros mientras combatían, y seguir haciéndolo cubriendo su retirada si finalmente terminaban por hacerle caso.

No me podía creer que aquella cosa tan pequeña me hubiera arrodallo y dejado tirada en el suelo, como si de un espantapájaros de paja me tratase. Mi batesta estaba cargada, pero él estaba demasiado cerca como para poder usarla con eficacia, además, si no me levantaba, pronto le tendría encima mío. Debía ganar distancia, pero lo primero era levantarme del suelo y eso hice, aprovechando mi agilidad y mis acrobacias me alcé de manera segura¹.

Mi cuerpo buscó estabilidad sobre la fría nieve y sin quitarle el ojo de encima a aquella cosa, me preparé para esquivar cada uno de sus ataques². Mientras, mi mano diestra buscaba con premura una de mis dagas, mientras que en la mano zurda mantenía sujeta mi ballesta, sin intención de usarla por el momento. Su recarga era demasiado lenta y no quería desperdiciar el virote desde esta distancia y aunque la daga no le hiciese nada aparentemente, al menos era algo a lo que debía temer... si es que aquellas criaturas temían a algo o a alguien.

Mientras tanto, en mi cabeza aún estaba grabado lo que la elfa oscura acababa de hacer y el aspecto que tenía actualmente. ¿Sería todo esto una trampa creada por ella? En ese momento tampoco me importaba demasiado, tenía delante a alguien a quien no vencería jamás yo sola y menos aún luchando cuerpo a cuerpo. Sentí la empuñadura de mi daga entre mis dedos y desenfundé tan deprisa como pude, mostrando el filo del arma a un crío que tenía la mirada fría y perdida.

El uso de aquel ardid, asemejándome ahora a una de aquella criaturas, me permitió librarme de estas; pero no se dieron ni mucho menos por vencidas, captando pronto nuevos objetivos. Se repartieron entre quienes continuaban en la lucha, entre ellos Tyron, quien pidiéndonos que nos dirigiéramos hacia la cabaña en seguida se adelantó para embestir contra aquellos horrendos seres.

El caballero y la elfa de los bosques lograban evitar que aquellos muertos vivientes les hicieran mal alguno, pero la mujer de negro no tuvo tanta suerte. Me planteaba el ayudarla cuando vi cómo esta lograba levantarse con gran destreza, cambiando entonces mi rumbo de acción.

Rizos dorados tenía a dos de esas cosas encima, y aunque una parecía mal herida, podía continuar dándole problemas; así que me decidí a dirigirme hacia allí, tratando de apoyarle en el combate contra aquellas cosas. Intentando que mi ballesta no llamara la atención, quedando semicubierta por mi capa, me encaré al niño sin vida que parecía suponer una mayor amenaza.

Mientras mi mano libre y con evidentes signos de congelación se posaba en el acorazado pecho de Tyron, miré a aquel ser de manera amenazante, abriendo mi boca hasta límites casi imposibles para emitir una suerte de rugido a modo de advertencia. Esperaba dejarle así claro que aquella era mi presa y de nadie más, amedrentarle para impedirle o dificultarle su propósito de alcanzar al caballero.

La contienda estaba realmente fea, amigos míos, pero nuestros héroes aún tenían mucho que decir, y no pensaban vender sus pieles a precio de costo. No, las pensaban vender bien caras. Sombra hizo alarde de su velocidad de reacción y su gran agilidad, que era extraordinaria para los estándares de la raza humana, y se apresuró a rodar por la nieve buscando la forma de ponerse en pie lo antes posible. Aquel movimiento la dejaba moderadamente desprotegida ante nuevas arremetidas del muerto viviente, pero sin duda era mucho mejor que quedarse tendida en el suelo, a su completa merced. Además, concentrada como estaba en aquel niño muerto, quizás no le resultase tan sencillo alcanzar a la fuera de la ley.

Mientras tanto, la elfa oscura trataba de sacar réditos a su engaño. Con el aspecto de una niña tan muerta como aquellos zombis, se apresuró a correr junto al caballero de Stumlad, quien se veía rodeado por dos contendientes, y trató de amedrentar a uno de ellos haciéndole ver que aquel hombre era su presa. El niño la miró brevemente con aquellos ojos vacíos, pero no hizo el menor gesto de entendimiento. Al contrario, no tardó ni medio segundo en volver a centrar su atención en el caballero, ignorando a quien consideraba una igual.

Con aquellos dos muertos ocupados conmigo, esperaba que los demás tuvieran tiempo para alcanzar aquella cabaña, al menos ayudándose unos a otros. Al fin y al cabo, me habían superado dos de aquellos seres, y eran cuatro los compañeros que tenía a mis espaldas para encargarse de ello. No era un mal promedio estratégico, aunque la dureza de aquellas criaturas me hacía dudar del nivel de ventaja que les podía estar ofreciendo.

Aquella misma dureza era la que actuaba en mi contra. Esperaba que la armadura sirviera para poder aguantar lo suficiente, pero lo cierto era que uno sólo de aquellos seres era más que suficiente, y yo tenía que ejercer de muralla con dos de ellos. Incluso, en un momento dado, creí que serían tres. Y es que alguien tocó mi hombro y, al girarme, vi a otra de aquellas criaturas a mi lado. No fue hasta que reparé en su cabello blanco como la nieve que pisábamos que me percaté de que se trataba de Luelar, quien trató de hacer algo con uno de los muertos vivientes que se me echaban encima. No tuve forma de saber si trataba de comunicarse con él o simplemente amedrentarlo, pero no pareció que diera resultado en absoluto, ya que el ser volvió a la carga contra mí.

¡Hay que llegar a esa cabaña! -Grité, para que todos me oyesen, y no únicamente aquella muerta que ahora era la elfa oscura, esperaba que por algún tipo de magia que la hiciera "parecerlo", y no porque lo fuera de verdad- ¡Retirada! -Exclamé, retrocediendo de espaldas mientras trataba de mover la espada ante mí, no para impactar con ella, sino para tratar de evitar los ataques de aquellos monstruos- ¡Retirada a la cabaña!

Nayí trató de ponerse en pie antes de que aquella criatura pudiera darle alcance. Sin embargo, y a pesar de la velocidad y agilidad que la mujer atesoraba, moverse sobre la nieve no era tan sencillo como hacerlo sobre el empedrado o la tierra seca a la que estaba habituada en la ciudad. Antes de lograr ponerse en pie y tomar la distancia suficiente con su rival, éste se echó sobre ella y logró morder su hombro brevemente, pero lo suficiente para que una punzada de dolor sacudiese a la delincuente, que notó la humedad de su propia sangre al ser derramada. No era grave, pero aquella criatura había logrado probar su carne.

El caballero de Stumlad, quizás siguiendo el ejemplo del experimentado explorador, aplicó una estrategia más conservadora de lo que había mantenido hasta el momento. Así, defendiéndose como podía mediante el uso de su amplia espada, comenzó a retroceder evitando los ataques de aquellos seres que le rodeaban. Era muy posible que tan sólo tratase de ganar tiempo, motivo por el que instó a los demás a retroceder también en lugar de enfrentar a los muertos en terreno abierto. Aquellos dos zombis, que ignoraron la presencia de la elfa oscura que se había caracterizado como uno de ellos, avanzaron renqueantes hacia el caballero, tratando de evitar que huyera. Sin embargo, sus movimientos espasmódicos y la destreza que el joven demostró en su intento de evitar sus ataques fue suficiente para que uno de aquellos muertos en vida fuese tan sólo capaz de atacar al aire cuando fue empujado por la espada bastarda del caballero hacia un costado. En cambio, aprovechándose del esfuerzo de Tyron con el primer muerto viviente, el segundo de ellos se abalanzó contra él y logró morder el brazo del caballero por encima del guantelete protector. Cuando Tyron se sacudió, notó una punzada al desgarrar ligeramente su carne la dentadura de aquella criatura, una herida menor pero que empapó de sangre sus ropas bajo la armadura.

Mientras tanto, el último de aquellos muertos se abalanzaba nuevamente contra la elfa de los bosques. No trató de derribarla ni de sujetarla, sino que avanzó como si tropezase con los brazos colgando a ambos lados de su cuerpo y trató de morder con su rostro por delante. No obstante, el movimiento fue tan lento y torpe que a Shiral no le costó apenas esfuerzo moverse a un lado y evitarlo.

Ivar se aposta en la cabaña y se prepara para atacar desde la distancia. Tal vez así facilite la retirada para el resto de nosotros. Sombra consigue ponerse en pie, y lo que antes era Luelar llega hasta Tyron. Debería ser una buena señal, pero no deja de ser inquietante ver a uno más de ellos, y no de los nuestros, acercarse al caballero para tener a tres encima de una vez, aunque las intenciones del trío de críos no sean las mismas. 

Aun combatiendo él sólo a dos de ellos, el humano insiste en la retirada a la cabaña, resistiendo como puede las agresiones de los no muertos mientras él mismo pretende retroceder hasta esta, pero tanto él como Sombra son alcanzados por los ataques de los pequeños, mientras que el que pretende ir a por mí es esta vez el más lento, volviendo a errar estrepitósamente en su intento. 

Debería seguir el plan, ¿Pero cómo dejarlos solos frente a tal enemigo? Ni siquiera entiendo qué pretende la elfa oscura, que bien podría mezclarse entre ellos en nuestra contra y hacer un favor a su diosa. Miro a mis compañeros, acosados por los enemigos, y después a Ivar al otro lado, preparándose para disparar con su arco y aclarando a la vez mis ideas. Yo también podría apoyar su retirada desde allí, mientras que en mi posición actual sólo lucho por mí misma, así que finalmente decido ignorar a mi atacante y obedecer la retirada para reunirme junto a Ivar, aun sosteniendo mi espada para contraatacar al no muerto que me fijaba en caso de que me siga. 

Me pregunto si algún día, en caso de salir de aquí con vida, alguien contará la lucha contra la propia muerte que libramos en este apartado lugar. ¿Qué pensarán al escuchar que el viejo cuervo alzó su arco y disparó una flecha contra un niño ya muerto? Seguro que muchos se reirán y pensarán que no era más que un viejo loco, después de todo, si las pequeñas criaturas sobreviven al gran acero del caballero...¿Qué daño podrá causarles mis flechas?

¡Bah! Desecha esas malditas ideas de tu cabeza, viejo estúpido. Nadie cantará canciones sobre ti y mucho menos, nadie va a querer escuchar las aventuras que libraste. Si la suerte te sonríe, regresaras a tu hogar para morir junto a un fuego. De todas formas, no es que creas que vas a destruir a esas malditas criaturas. Lo único que buscas con las flechas es entorpecer su avance y ayudar al caballero a llegar a lugar seguro.

No poseo la elegancia ni velocidad de la dama elfica, tampoco la fuerza y resistencia del caballero, mucho menos las artes malditas de la espeluznante elfa oscura, ni mucho menos la agilidad felina y habilidad de Sombra, pero si en algo soy bueno, es en saber cuando debo disparar una flecha.

He pasado tantos años apoyando a guerreros desde la distancia, que está mal que yo lo diga, pero sé cómo hacer que las flechas se retuerzan en el propio aire para esquivar a mis aliados y así, golpear a mis enemigos. Así pues mi flecha vuela rauda contra uno de los niños más heridos, no espero matarlo ¿Cómo matas a la muerte? Pero al menos espero que el disparo lo logre desequilibrar lo suficiente como para que Tyron pueda dejarlo atrás.

Finalmente, alguien más pareció prestar atención del plan del experimentado explorador. La elfa de los bosques, cuya prolongada experiencia como montaraz tal vez rivalizase con la vida misma de aquel humano, decidió postergar su enfrentamiento con el niño muerto que la había tomado como objetivo y corrió, corrió con todas sus fuerzas sobre la nieve para alcanzar la puerta de aquella cabaña. En aquel lugar, cubriendo su retirada, Ivar aprestaba su arco y disparaba una de las saetas de su carcaj. Sin embargo, no iba el proyectil destinado a evitar que aquel ser siguiese a Shiral. En cambio, surcó el aire en busca de otra presa, otro cuerpo donde terminó clavada profundamente. Era uno de los muertos en vida que se las veían con el caballero de Stumlad.

De pronto pareció que todo el mundo se había vuelto loco. Tyron cargón contra los niños putrefactos mientras gritaba retirada. Yo había tenido suficiente cuerpo a cuerpo con aquel crio muerto, su mordisco y el revolcón en la nieve fueron prueba de ello. Además ya comprobado como mi daga era inútil en aquellas criaturas, aunque no me gustase la idea de encerrarme en ningún sitio, quizás si fuese el mejor plan. Solo esperaba que mis reflejos fuesen lo suficientemente buenos para evitar el ataque que sin duda lanzaría aquel muerto con forma de niño, en cuanto me comenzase a girar.

Y eso hice, me giré y corrí hacia la cabaña donde se había metido el viejo. Esperaba que su plan funcionase... fuese el que fuese, y que aquel niño o aquel ser que una vez lo fue, no volviese a derribarme de nuevo. No dolia caer sobre la nieve, pero si el orgullo.

No cabía duda de que aquella desvencijada cabaña podía parecer un refugio mucho más apetecible que la más alta torre de recia roca que uno puede imaginarse, en un momento como aquel que este humilde juglar describe. Yo mismo habría estado encantado de haber podido ocultarme en el interior de aquellos muros de madera, y parapetarme tras aquella puerta. Y sé que ustedes, buenas gentes, correrían igual que yo, igual que lo empezaban a hacer nuestros héroes, en busca de un mínimo cobijo que les permitiera ejercer una defensa suficiente frente a aquellos seres.

En base a eso, la hábil Nayí dejó atrás a su lento pero duro adversario, corriendo como alma que lleva el diablo, como había hecho tantas veces por callejones y tejados de la gran ciudad tras un trabajo más o menos afortunado. Con ello, pasó relativamente cerca de aquel muerto que también se había quedado rezagado al abandonar momentáneamente la batalla la elfa de los bosques, pero éste apenas alcanzó a girarse para prestar atención a su presencia, antes de que ésta se desvaneciera.

Así fue que Sombra alcanzó a sus compañeros Ivar y Shiral en la puerta de aquella cabaña, una entrada que se hacía insuficiente para albergar a los tres aventureros en su quicio. ¿Dos? Un poco apretados, pero aún era posible. Pero los tres... No, imposible. Fue por eso que a los tres les dio por comprobar la situación de aquella cabaña. En la misma fachada que aquella puerta había dos pequeñas ventanas, una de ellas cerrada y la otra abierta hacia dentro. En el interior se veía la luminosidad que penetraba en el lugar a través de otras dos ventanas, y una puerta al fondo que parecía estar cerrada, aunque era imposible saber si se encontraba asegurada.