Partida Rol por web

Krampus se estiró levemente en su silla, haciendo un gesto claro, dando por hecho de que él sería el primero.-Estad pendientes del móvil, dadme dos minutos e id entrando sin dar el cantazo.- simuló ir al baño de los tíos y allí en uno de los cubículos se volvió invisible de la vista humana. Al poco saldría sin ser visto y entraría en el de mujeres para buscar la manera de llegar al vip.

 - ¿Sobre el secuestro?. Solo lo que me ha contado usted, no se nada más, me temo. - Respondí sinceramente, mientras trataba de procesar todo lo dicho.

Esperó a que Krampus se perdiera de vista para dirigirse a Cathrain.

—Ovillito tiene razón. Esa rubia es una trampa —recordó el rostro de Linn, y tuvo la súbita realización de que en realidad todas las rubias lo eran— Y no se tomará a bien ser abordada de improvisto por un nosferatu. Déjame entrar y yo hablaré con ella. Créeme que puedo ser mejor que un nosferatu en cuanto a relaciones públicas, y hasta donde sé, soy el único anarquista entre vosotros.

Antes de que pensaran que intentaría escapar nuevamente, agregó:

—Podéis entrar conmigo, pero tiene más tacto que entre sólo. Ya sabes, las divas... Cada segundo que perdemos pone a Gaia en peligro. La cosa pinta fea si no se ha aparecido aún, probablemente estaremos rodeados en cualquier momento.

Me giro hacia él -¿Qué secuestro?

Nicholas tenía razón, y eso me jodió. Tenía que haberme dado cuenta. No lo había hecho, y ahora tenía que lidiar con las consecuencias. Con Gaia en paradero desconocido y Krampus, como era habitual —llevaba poco desde que le había conocido, pero ya me quedaba claro aquello—, actuando por su cuenta, las cosas se podían torcer muy rápido.

—Ve —dije a Øystein, dándole un voto de confianza.

Entras en el servicio de mujeres justo en el momento en que, curiosamente, a la rubia se agachaba a recoger la barra de labios que rodaba por el suelo. La mujer se irguió y miró hacia la puerta -cerrada- frunce el ceño -juraría que ha entrado alguien-.

Continúa perfilándose los labios. A la izquierda, la pared de azulejos lisa y sin adornos se extiende a todo lo largo de la estancia. A la derecha, la encimera con tres lavabos limpios y cuidados. La rubia, con todo su arsenal de maquillaje desplegado frente a ella, se encuentra afanada en el más alejado desde la puerta. Continuando por este pasillo ancho que es el aseo de señoras, están los compartimentos separados de los retretes. Hay tres en total. Las puertas de todos ellos están abiertas por lo que no tienes que agacharte ni mirar por encima.

Miras el primero, nada. Miras en el segundo. Nada. Miras en el tercero... WC fuera de servicio. El water está cubierto por una bolsa de basura negra. -Como temías, Gaia no está por ningún lado-.

-¿Cómo es posible?- Miras la habitación con otros ojos -Aquí hay gato encerrado, nunca mejor pensado-.

La puerta se abre y en ella aparece Øystein. El Anarquista entra cerrando la puerta tras él. No ve a Gaia ni a Krampus (aunque esa sombra al fondo bien podría ocultar al Nosferatu). En cambio, sí está la rubia ahí, perenne, maquillándose. Se gira hacia el anarquista y lo mira esperando que diga algo.

Después de que Krampus abandonara la mesa en la que os reunís, Øystein camina con decisión y rapidez hasta el baño femenino, entrando y cerrando la puerta tras de sí. Quedáis Cathrain y Nicholas mirando en derredor. El brujah se fija en los presentes. Sólo unos pocos han visto que el anarquista -se ha equivocado de baño-. Pero no parece importarles. Cada uno sigue a lo suyo. Es increíble la capacidad que tiene el rebaño para ensimismarse y seguir a su aire aun cuando su subconsciente les grita -¡Depredador!-. ¿Cuántos de estos chicos llegarán sanos y salvos a sus casas?¿Cuántos serán conscientes de que están en un nido de chupasangres?

Era la segunda vez en la noche que la veía, aunque ella no podía saberlo. Al menos no se había puesto a gritar como una colegiala al ver profanado aquel templo de impulsividad femenina.

—Hola, encanto —guiñó un ojo— Estoy buscando a Tati. Negocios entre anarcas, ya sabes.

Comenzó a recorrer el baño buscando pistas sobre el pasaje oculto, pues no estaba seguro acerca de las intenciones de la rubia. Por fin, se detuvo frente a uno de los WC.

—¿Fuera de servicio? Interesante.

Quitó la bolsa negra de la entrada y abrió la puerta.

La facilidad con la que los humanos se engañaban, lo simple que resultaba ignorar deliberadamente un acto que, en el fondo, sabían que no era correcto, que deberían hacer algo, era un verdadero don. Aún a sabiendas de que conocían el peligro, de que eran conscientes de que el mundo era despiadado, vivían en una burbuja de la que no querían salir, y así eran felices, o al menos todo lo que podían fingir serlo durante lo máximo posible.

En el caso de los vástagos no iba a decir que fuéramos muy diferentes, pero desde mi abrazo si que era distinto. No solo debía estar más atento, prestar atención, sino que pasar de algo por propia voluntad podía ser igual a firmar por mi mismo mi sentencia de muerte. Lo que como mortal me parecían chaladuras, ahora tenía un nuevo cariz. Ya no tenía que preocuparme de ladrones de tres al cuarto, navajeros de pacotilla ni yonquis con el mono, pero a cambio había descubierto que los vampiros existían —y ni brillaban a la luz del sol ni eran señoritos victorianos con capa—, y que había cosas aún peores acechando.

Me obligué a centrarme y dar el siguiente paso llamando la atención lo menos posible, así que volví a mirar alrededor, asegurándome de que cualquiera que hubiera visto a Øystein hubiera perdido el interés

—Vigila, no llames la atención. Si pasa cualquier cosa, avisa. Si no puedes, huye, que no te maten por nosotros —susurró a Nicholas.

Después me puse en pie con tranquilidad, con la copa de whisky en la mano, y me dirigí también al baño, cambiando de rumbo en el último momento para meterme al de mujeres.

La rubia se sobresaltó dando un respingo cuando Østein entró. No responde a sus comentarios, se limita a seguirle con la mirada (hay algo de miedo y recelo en sus ojos, como si contemplase a un loco que acaba de entrar al baño equivocado).

Retiras la bolsa polvorienta del WC y accionas la palanca que descarga la cisterna, pero no ocurre nada. Está realmente rota. La bolsa queda en el suelo, a un lado.

Hay unos segundos de desconcierto y la puerta del baño se vuelve a abrir y cerrar, entra Cathrain. La rubia se gira visiblemente nerviosa, teniendo que los dos arremetieron contra ella. No dice nada pero tiembla como un flan.

Gaia había entrado y había hablado con la rubia. No pudo evitar descojonarse cuando la maniobra de Øystein solo consiguió cubrirle de mierda, literalmente. Aquella era el acceso a la parte trasera, el cómo todavía no se desvelaba, por el momento Krampus seguiría escondido. En caso de apuros siempre podría cubrir a los suyos.

Comenzaba a perder la paciencia cuando Cathrain decidió aparecer.

—Encanto —repitió, dirigiendose a la rubia asustada, al tiempo que con su índice le levantaba el mentón— Hace unos diez minutos ha entrado una morcha, ojos bien azules. ¿Qué ha sido de ella? ¿Por dónde se ha ido? Verás, es la novia de ese tipo —señaló a Cathrain— y ese tipo es irlandés. Ya sabes como son los irlandeses cuando se ponen de malhumor, ¿verdad?

Le miró a los ojos sin pestañear, con una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora.

—Así que, por última vez, ¿por dónde se ha ido nuestra compañera?

La situación que encontré nada más atravesar la puerta del aseo femenino fue, cuanto menos, extraña. Parecía que iba a ser verdad que los baños de mujeres eran un mundo en sí mismos, un microcosmos en el que los tíos, daba igual jóvenes que viejos, modernos o anticuados, mortales que vástagos, estábamos destinados a perdernos. Como mínimo, Øystein tenía toda la pinta de estarlo, y ni una sola idea sobre como encontrarse. Algo en lo que me estaba metiendo de cabeza, con todas las papeletas para seguir sus pasos.

—¿Qué coño está pasando aquí? —pregunté malhumorado nada más entrar y echar un vistazo, apoyándome contra la puerta para evitar que nadie entrara de improviso. No es que quisiera seguir el juego al otro Brujah, es que de verdad la situación me estaba empezando a crispar—. ¿Dónde se ha metido la chica? —pregunté también, mirando directamente a la rubia con aire amenazante.

No pude dejar escapar una risa ronca que me salía del pecho. El WC estropeado desapareció hacia arriba junto con toda la base de aquel compartimento, dejando ver unas escaleras descendentes en las que me encontraba. Subí los escalones manteniendo en la memoria dónde había sido la última vez que las cámaras captaron al Nosferatu. -Preciosa: sal, tómate algo y llama a tu relevo. Ya has hecho suficiente hoy- la rubia obedece como un autómata. -Pasad, no es apropiado que las clientas saquen conclusiones precipitadas al vernos aquí- reí mi propio chiste y empecé a descender. Unos pasos más abajo aguardé para accionar el contrapeso que devolvería toda la estructura del servicio estropeado a su luga.

Miro a los tipos, teniendo cuidado se ver bien visible al Nosferatu antes de darles el paso. -Gaia ha sido un encanto. Al menos en lo que a mí respecta. Se presentó como es debido para así poder anunciaros. Bajais de uno en uno, pero seguidos, sin deteneros.

Repito la parafernalia aprendida. Era el protocolo habitual pero no por eso omití el habitual tono cordial. Pese a mi voz ronca y mi apariencia macarra la primera impresión no es restrictiva o amenazadora sino amigable. De ellos depende que siga siendo así.

-¡Ah! Coño, Østein. ¿Qué tal te va? Menuda cagada lo del tren. ¿En qué pensaba Linn?¿En irse y dejarnos el marrón? Qué mamonazo, seguro que todo fue idea tuya. Con lo que te gusta joder a los camarilla, jejeje.- le doy unos golpes en el hombro. Sigo manteniendo el buen tono.

Cuando veo al Nosferatu bien visible lo señalo, no con el índice acusador sino con la mano abierta en señal de invitación.

-Presentaros y luego tú bajarás primero. Órdenes de Tatiana.-

Una vez la chica abandono el baño Krampus se hizo visible saludando al enorme vampiro con un gesto educado pero informal.-Gracias, no quería liarla con la chica y este careto, soy Krampus del clan Nosferatu como salta a la vista. Sin problema, voy donde digas.- le ofreció la mano y se dispuso a seguir la instrucciones del vampiro para bajar de uno en uno.

Las cosas estaban a punto de caldearse cuando un nuevo actor entro en escena de una manera que debía estar directamente sacada de una comedia de espías. Aún así, tenía que aceptar que aquello era útil. Y el hombre era imponente, todo un portero de discoteca, versión macarra chupasangre; alguien a quien no cabrear, vamos.

Estaba a punto de hablar para decir quien era, cuando me di cuenta de que no tenía ni idea de si "presentarse" conllevaba algún tipo de ritual o formalidad, además de que como Camarilla era mejor mantenerme, por el momento, en un segundo plano. Cerré la boca por tanto, y esperé que tomaran la iniciativa Øystein o Krampus, aunque estaba bastante seguro de que iba a ser el último quien lo hiciera. Por supuesto, no decepcionó, y dada su intervención decidí seguir el mismo ejemplo.

—Yo soy Cathrain, un Brujah, como aquí nuestro amigo en común —dije refiriéndome Holstet—. Gracias por permitirnos el paso, aunque supongo que tengo que dárselas a Tatiana.

El mentón de la rubia se despegó de sus dedos fríos tan pronto Bahuman apareció ascendiendo por las escaleras.

—Qué va, si al final va a ser que nosotros fuimos los más educados. Otras fuerzas enviaron volando el tren esa noche. Pero esa apasionante historia la dejo en manos de mi colega Krampus.

Era una forma bastante rápida de hacer que el nosferatu hablara al sentir la presión en el seno de los anarquistas. Si Tatiana demostraba algún interés en el evento, Krampus no iba a tener otra opción que entregar sus pruebas por adelantado.

Le devolvió el saludo informal a Bahuman, antes de añadir.

—Ya veo que Tatiana se ha acomodado a gusto. ¡Qué encantador lugar! Y ahora nos metemos por el retrete a su guarida secreta... ¡ni que estuvieramos en Harry Potter!

El tono irónico era evidente, aunque por supuesto no lo emplearía en presencia de la anarquista. Al comenzar a descender en fila india por las estrechas escaleras, señaló a Cathrain, que iba detrás.

—Por cierto, a mi colega puedes llamarle Princeso. A Tati le va a encantar, a lo mejor pueden hacer un dúo y todo.