Partida Rol por web

La niña se vuelve a Jonás y acto seguido vuelve a prestar toda su atención al catálogo.

- ¿Tienez un lápiz?

Tenia la lengua fuera en un gesto de mucha concentración marcando hojas en el libro.

- ¿En que pienzaz? - le mira curiosa con el dedito puesto en un juguete

Jonás hace un gesto con la mano para que te centres en el catálogo y no contesta. El tiempo pasa aburridamente, pero por suerte, no tardáis mucho en llegar.

"¿Dónde le dejo, Señor?" Pregunta el taxista. Jonás le da una dirección y 10 minutos después os bajáis, cogiendo vuestras maletas.

Estáis en una ciudad oscura. No solo por que sea de noche. Es como si la oscuridad tuviera forma dentro de sí misma. Sientes como si alguien te vigilara, pero claramente solo estáis Jonás, tu y el taxista.

El ghoul paga al hombre, que se marcha, dejandoos solos en este nuevo lugar.

Toma con dos manos a las muñecas, una rodeándola con el brazo y la otra sujetándola de los pelos, casi arrastrando, para poder buscar la mano de Jonás con la suya libre mirándole con carita de bebé perdido.

- No me guzta - sentencia como si fuera algo importante

Buscaba a todo su alrededor el porqué la calle le parecía tan sórdida.

- ¿Donde vamoz? - con los labios bien juntitos te mira como culpabilizándote de que no le gusta este sitio

El hombre mira a su alrededor, tenso.

- Sinceramente, pequeña, a mi tampoco me gusta. - Luego te mira y se encoge de hombros. - Pero tendremos que acostumbrarnos... Algo me dice que aquí pasarán cosas... cosas nuevas. - Para ti todo lo que decía no tenía sentido, era como si hablara consigo mismo.

- Vamos a buscar alguna presa.

Y os encamináis por los fríos y sobrios callejones de la vieja Munich.
 

Comida.

Había dicho la palabra clave. Comida. Empieza a revolverse nerviosa a su lado mirando por todos sitios, tirando de él hacia un lugar, hacia otro, hacia un cruce, hacia un paso de peatones. Cualquier cosa.

- ¿Qué me vaz a traer hoy?

Quizás podría elegir algo rico en el menú. Lo que más le gustaban eran los niños. Su sangre era tan dulce. Un niño gordito, lleno de pecas, con un pantalón corto y una pelota en la mano. Y seguro que luego podría jugar con él.
 

Jonás también busca por los alrededores, hasta que finalmente ve algo y sonríe.

- Lo siento, pero hoy te tendrás que conformar con esto.

Os acercáis a una mujer de edad media que camina con nerviosismo por la calle, con las manos escondidas en su chaqueta.

- Disculpe, ¿podría ayudarnos? - La mujer primero duda, pero al ver a un joven y a una niña, sonríe.

"Claro, señor"

- Mire, busco esta dirección.

Jonás saca un pañuelo y agarra con fuerza a la mujer. Hasta que esta pierde las fuerzas y cae inconsciente.

- Vamos, bebe. Pero modérate.

Se pone de puntillas con prisa como si no pudiera esperar para clavarle los dientes. Resulta bastante macabro ver a la mujer en brazos de Jonás con la niña de puntillas asomándose al cuello de la mujer, con una muñeca en la mano y con la boca en su cuello mientras bebe su sangre de forma compulsiva.

Es monstruosamente aberrante, como quien da veneno a un niño, ver que un niño comete tal atrocidad.

Bebe y bebe y sigue bebiendo con el ansia que solo un niño puede tener, la agonía y la gula, como si no hubiera mañana.

- Darla, basta.

Jonás no hace gesto alguno de apartar a la mujer de tus colmillos, pero su mirada es muy parecida a la que te lanzó en el pasillo del hotel. Espera a ver qué haces.

Después de decir basta, toma un par de sorbitos más y le retira lamiéndole toda la herida pero como si fuera un perro y dejándole un cerco que va desde la clavícula hasta la oreja.

- Ezta zeñora no zabía rico - dice negando contundentemente - ¿A que no Mizty?

Te mira seriamente y pone a la muñeca, a la cual le hace negar con la cabeza.

- ¿Vez?

Y observa a la señora

- ¿Vamoz al parque?

Jonás la deja al lado de un callejón y vuelve a coger las maletas.

- No, vamos a casa.

El chico empieza a mirar los números y las calles, observando todo a su alrededor. Atravesáis una zona bastante tranquila de la ciudad, aunque algo pobre. Aun así, las urbanizaciones son grandes, sobrias y limpias. Nada que ver con Estados Unidos.

Finalmente, tras un largo rato de caminar, se para ante una casa adosada. Nada del otro mundo, pero muy mona, con una planta y la ventana de lo que seguramente será una buhardilla. Jonás comprueba un par de veces el papel que tiene en las manos y asiente, sacando unas llaves.

- Aquí es... - Abre la puerta y mueve el brazo para que pases primero.

Correteaba adelantándose a él, cruzándosele y entorpeciendo.

- ¿Una casa con mama?

Entra en la casa y busca las luces dándole a encender y a apagar reiteradamente.

- ¡Hola mamá! - gritando - ¡Mamitaaaa mama!¿Dónde estas?

La casa se ilumina de forma parpadeante cuando enciendes y apagas las luces. Es una casa salida de un cuento de terror, ya que esta sin habitar. Muebles cubiertos por sábanas, polvo en el suelo, cuadros viejos...

Ninguna mamá responde. Jonás entra por la puerta con las dos maletas y suelta un silbido ante el panorama.

- Vaya, habrá que hacer un gran trabajo aquí. Toma, Darla, lleva las maletas a tu cuarto. Es la habitación del fondo, la de la cama grande.

Toma las maletitas y las arrastra del revés (no por el lado que tiene ruedas) hasta la habitación que le ha dicho Jonás y cuando llega allí las tira a una esquina y sube a la cama pegando saltos.

- ¡Yupiiiii! ¡Esto es fantásticooOoOOooOoooO! ¡Me gustaaaa!!!!

Y cuando ya ha terminado de deshacer la cama baja como si fuera una niña buena y se dirije a Jonás.

- ¿Y ahora que?

Jonás esta preparando su propia habitación, barriendo un poco el suelo y comprobando las sábanas.

- Deshacer tu maleta y colocar todas las muñecas, ya te lo he dicho. Mañana por la mañana deberían llegar todas las cosas, así que limpiaré mientras duermes.

Cuando termina, te mira y sonríe.

- ¿Te ha gustado el cuarto? - Luego adopta una expresión más seria y se arrodilla a tu lado. - Darla, este sitio es peligroso y ya no te voy a poder estar vigilando todo el rato. ¿Te acuerdas de las normas de la Camarilla? Lo de las tradiciones. Pues tienes que seguirlas todas... ¿Entiendes?

Eso de colocar muñecas no sabía si le gustaba o no le gustaba. Por una parte, pasaría lista para ver dónde estaba cada una y qué había estado haciendo, pero por otra parte, eso implicaba ordenar; y de todos es bien sabido que ordenar no es para nada divertido.

- No ze - termina diciendo mientras se encoge de hombros y mira la habitación de Jonás.

Pasea moviendo los hombros rítmicamente y luego al final se pega a sus pies, tira de su pantalón y con un gesto excesivo del índice subiendo y bajando (como cualquier gesto excesivo de un niño) le hace que se ponga a su altura. Una vez ahi susurra.

- No me guztan loz de la Camorrilla - en un tono muy confidencial, como si las propias paredes escuchasen.

Jonas te sigue el juego y asiente, respondiéndote en el mismo tono confidencial.

- Tampoco me gustan los otros y de esos te puedes fiar menos. - Se levanta y se sienta en la cama, colocándote a su lado. - Todavía no vamos a presentarte a ninguna de los dos. Si la mujer a la que busco está realmente aquí, será con ella con quien actuarás. Y ya veremos qué haremos después...

El hombre se deja caer en la cama.

- Buff. Estos días han sido duros. Necesito dormir un poco...

Ella se vuelve hasta Jonás... y abre mucho los ojos.

- ¿Una mamita? Una mamita? Zi... Camorrilla no... pero mamita ziiii - dice ilusionada dando vueltas por la habitación, hasta que le dices que tiene sueño.

Entonces se sienta a tu lado y te da con el dedito en la frente

- ¿Quierez que me quede quietezita y y te cuente un cuento?

- Eso depende de ella... y de ti. - Te mira a los ojos. - Ya eres toda una señorita, y así es como debes portarte.

Cierra los ojos y empieza a relajarse. Haciendo eso que tu ya hace mucho que no haces. Respirar.

- Si, eso estaría bien. Un cuento...

- Zi zi zi - te contesta ansiosa cuando le hablas de portarse bien - Zoy buena, zoy buenita, zi zi, zoy una zeñorita, zi zi zi 

Y baja el volumen mientras se sienta a tu lado con las piernas cruzadas en modo indio y la señorita Misty en sus rodillas.

-Eraze que ze era en una ciudá cualquiera, que vivía una hermoza prinzezita de cabelloz duradoz - te dice con el tono muy muy bajito comenzando a narrar - Y la prinzezita tenía un poni y muchaz muñecaz...

Entonces se queda en silencio y vuelve a hablar, esta vez de forma más estridente

- ¿Como ze llamará? ¿Falta mucho para que venga?

Jonas, que había empezado a quedarse dormido, se sobresalta asustado.

- ¿Qué pasa, qué pasa?

Al ver que sólo eres tú, preguntando, suspira y se vuelve a tumbar.

- Darla, duérmete. Si te duermes el tiempo pasará más deprisa y la podrás conocer antes.