Partida Rol por web

- Pero no tengo zueñito  - protesta - ¿Cuanto falta? ¿Queda mucho? ¿Como ze llama mi mamá?

Se pone tumbada a lado de Jonás con la mejilla en la cama para que se le vean los ojos mientras habla con él, a la misma altura pero se nota que se mueve de forma nerviosa y compulsiva, como si no pudiera esperar a conocer a su mamita.

- ¿Mañana ?¿Mañana vendrá?
 

Jonás intenta mostrar paciencia, pero el último suspiro suena más a un bufido.

- Mañana la buscaré, Darla. Pero tengo que descansar o no podré hacerlo. Si no tienes sueño, ve a tu cuarto a jugar con las muñecas.

Se da la vuelta, dándote la espalda.

Le da un besito humedo en la frente y se arrastra para bajar de la cama

- A dormir, zi, naz nochez - le dice mientras se decide si dejar la muñeca para taparle o si lo hace con una mano de forma torpe. Finalmente elige una sola mano y arrastra la colcha por un lado y por el otro, dejándole tapado a medias y de forma chapucera mientras se va dando saltitos a su cuarto.

Ya en su cuarto empieza a dar vueltas aburrida y finalmente, tras tres tazas de te a Misty, una pelea de la Señora Polli y Madame Branchi, por el sombrero azul, sale de su habitación yendo a la de Jonas y quedadandose frente a él.

Le pregunta algo tan tan tan bajito que no se escucha y como no puede contestarle....sonríe y se va a la puerta de la calle, abriendola y saliendo

"Si no dice que no... puedo salir ¿verdad?"

Línea de pensamiento interesante.

Las calles sombrías de la fría ciudad se abren ante ti. No hay un alma en la calle. Tu casa se encuentra en el centro de una "T". Frente a tí otra calle se interna en la oscuridad, pues la zona esta pobremente iluminada. Mientras que la calle de tu casa esta repleta de farolas, alejándose tanto por la izquierda como por la derecha.

Entre la calle central y la de tu izquierda hay un parque, con un par de farolas ocultas entre los árboles. Realmente, el silencio y la quietud del lugar asustan aún más que el bullicio de Norte América.

Miraba el exterior con un poco de retraimiento y miraba al cielo. ¿Qué podría hacer fuera a esas horas una niña tan cándida como ella? La respuesta era fácil. A liarla.

Miró de nuevo hacia el interior de la casa. No olvidaba su muñeca.

¿Debería dejar la puerta abierta?

Parece que no tienes opción. Con una ligera ráfaga de aire, la puerta se cierra de golpe, dejándote fuera.

Te das cuenta de una cosa, no tienes llaves. Tras de ti la ciudad asoma sus garras amenazadoras, y por tu cabeza pasa el pensamiento de que quizás, al fin y al cabo, no fuera tan buena idea salir en una ciudad desconocida.

Cuando vuelva pegará fuerte y seguro que Jonas puede abrirle, así que lo mejor es explorar los alrededores agarrando con fuerza la muñeca, no vaya a mancharse. 

- El zilenzio ez una coza muy, muy fea - le dice hablando con la muñeca mientras mueve un dedo - No me guzta el zilenzio.

Claro, acostumbrada al caos. Está todo oscuro y para cualquier niño debería darle miedo, pero ella no es una niña cualquiera.

- Ahhhhhh - canturrea mientras pisa algunos charcos.

Se acerca a una casa y toca el timbre para salir corriendo luego, y asi en varias casas, escondiéndose en un callejón mientras mira la confusión.

Varias personas salen a mirar por la ventana o la puerta. Viendo que no hay nadie la mayoría insulta y vuelve dentro con un portazo.

En ese momento escuchas un ruido a tus espaldas, y al girarte ves a tres hombres, bastante jóvenes, altos, vestidos con ropa negra, cadenas y algún pincho. Parece que han salido de una puerta medio roída del final del callejón.

Uno de ellos, el que parece llevar la voz cantante, se empieza a acercar, con una mano en el bolsillo. En ese momento otro le susurra algo al oído. La cara del primero cambia durante un instante, pero luego sonríe.

- Vaya, vaya... Una dulce niña en un callejón de madrugada. ¡Que cosa más curiosa! - Suelta una carcajada algo maniática. - ¡Si tiene muñequita y todo! Guapa, ¿por qué no vienes a jugar con el tito Shaun?

Se agacha y abre los brazos, animándote a acercarte.

Ella le mira desconfiada apretando la muñeca más contra sí.

- Mi hermano dizzze que no debo hablar con dezconocidos - sonríe de forma peligrosamente angelical - ¿Tienez una piruleta para mi?

No le gustaba ni un pelo ese tipo porque tenía una voz muy fea así que se concentró en buscarle el latido de su corazón para ver dónde podría morderle mejor y alimentarse. ¿Por qué volvía a tener hambre?

Justo en ese instante un coche pasa por detrás y el ruido te embota unos segundos los sentidos, impidiéndote detectar lo que buscas. El hombre tuerce el gesto en una sonrisa bastante fea ante tu pregunta.

- Una piruleta, si claro. Además, nosotros no somos desconocidos. Somos tus amigos. ¿A que sí, chicos? - Pregunta a sus compañeros, que contestan riéndose. Entonces se lleva una mano al bolsillo y dice. - Venga, acércate y te doy la piruleta.
 

Ella te mira de una forma insolente y desafiante.

- ¿Zabe que? No me zimpatiza nadita de nadita. Uzted lo que quiere ez quitarme mi muñeca. ¡Y ez mia!

Mira a los otros hombres malos con cara de feos como se les hubieran aplastado un plato de brocoli en la cara, con mucha intensidad a ver qué le pasa y porqué quiere quitarle su muñeca.

"Ahora echo de menoz a Jonáz"

La niña mira a su alrededor, seguramente podría hacer algo... si, en el callejón. Si se queda muy calladita.... Y sale corriendo a todo correr mientras dobla la esquina y se esconde en las sombras de un contenedor

Pillas por sorpresa a los tres, que apenas pueden reaccionar cuando sales corriendo. Te escondes detrás de un contenedor, donde te quedas quieta y calladita, tal como te dijo Jonás que funcionaría tu poder.

- ¡Hija de perra! ¡Patrick! ¡Ruffus! ¡Buscad a esa mamona chupasangre, no debe haber ido lejos!

Los tres salen del callejón y empiezan a mirar por todos lados. Debajo de los coches, en los portales, por los callejones. Quizás no te encuentren, pero quizás...

- Vamooos, niñita. Sal aquí. Solo queremos un poquito de tu sangre...

Esto si que no le gustaba nada de nada. Esas eran palabras muy, muy feas. Y esos no eran hombres buenos, ya le había quedado bien claro.

Entre las sombras busca la manera de seguir caminando para darles esquinazo por la calle, hay que estar quietecita y en silencio. En ese sitio, debajo del contenedor, sabía que no podría encontrarla. Y cuando vinieran por ese lado, ella saldría por el contrario.

"¿Y zi le volviera loco?"

Apretaba con fuerza la muñeca y no sabía que eran esos tres feos y malhablados.... pero no eran buenos, buenitos para nada.

No, no, no. Pero si le volvía loco... lo mismo sería más peligroso.

Un cuerpo pasa volando por tu línea de visión y cae detrás del jefe del grupo, golpeándole. Éste se gira cabreado.

- ¿Qué cojones? - En ese momento ve al otro en el suelo. Le falta la cabeza y un chorro de sangre emana del cuello. - Joder, Ruffus. ¿Quién te ha hecho esto?

Mira en la dirección en la que vino el cuerpo, a un lugar que no puedes ver desde aquí, y su cara se vuelve pálida. Empieza a tartamudear.

- Yo-yo-yo, lo siento, señora. Sólo estábamos...

"Se lo que estabas haciendo. Coge el cuerpo y largáos los dos. Ya hablaré con Marcus..." La voz es de una mujer. Fría, amenazante, destilando peligro y fuerza en cada palabra.

El antes arrogante macarra, hace reverencias mientras hace una seña al otro y se llevan el fiambre del lugar.

- Gra-gracias, mi señora. Ya nos vamos.
 

"¿Hay alguien ahi?" le entran ganas de preguntar, pero mejor se queda calladita. Aunque ha hecho que los hombres malos se vayan. ¿Eso hace que ella sea buena o sea más mala que los hombres malos?

Le daba besitos a la muñeca, escondida donde está. Cuando Jonás viera el vestido estropeado se iba a enfadar bastante. Quizás si le hacía pucheritos lo mismo solo le gritaba un ratito.

Seguía calladita donde estaba y se asomó un poquito para ver quién era...pero sin que la vieran a ella.

En medio de la calle hay una mujer. Es alta, guapa, con una larga melena cayéndole en dos. Lleva unas gafas redondas y grandes, como las que se llevaban antes y un sombrero muy gracioso. Su vestido tiene dos motivos distintos, como si fueran dos vestidos cosidos por el medio.

Ella mira a su alrededor y con una sonrisa susurra.

- ¿Hola? Ya puedes salir, nadie va a hacerte daño. Los hombres malos se han ido.

Su voz es dulce, tierna y algo seductora.

Desde un lado del contenedor sale la voz de la niñita.

- ¿Y como ze que uzted ez una zeñora buena? - pregunta - Zi loz maloz tienen miedo ¿Ez máz mala? ¿O ez que ez mu buena?

En disyuntiva se asoma mirándola y ella puede ver una marca de mancha en la mejilla derecha, una coleta casi desarmada, el vestido con algunas manchas oscuras en la falda y la pechera, mientras con el brazo regordete sujeta la niña.

Agarra con la mano libre, el trocito del contenedor para poder asomarse de puntillas. Uno de los calcetines se le ha bajado. ¡Ay cuando la vea Jonas!