Partida Rol por web

Los pandilleros empiezan a detenerse tras tu acción. Se miran entre ellos y levantan los hombros, resignados.

- Bah, larguémonos. -Y se marchan dejando a su compañero todavía gimoteando.

La chica te mira desde el taxi con lágrimas en los ojos.

- Gracias...

No hay rastro del otro cliente.

Tras asegurarme de que realmente se largan, y vigilando al del suelo por si intenta alguna tontería, vuelvo a montar en el taxi cerrando la puerta. 

- No pasa nada guapa. - respondí a la niña con un tono totalmente paternal, como si se tratara de mi propia hija. - ¿Estas bien? ¿te hicieron algo? Ahora ya estas a salvo, no te preocupes, ya paso todo.  - 

Entonces me doy cuenta de que mi cliente se había marchado. ¿Para eso quería que saliera a por los pandilleros?... Tiro el bate en el asiento del copiloto y respiro para tranquilizarme. 

- Emmm... te acercare hasta casa. O al hospital si tienes algún corte o algo. - 

Me veía en la obligación de custodiarla hasta un lugar seguro. Puede que hubiera sido eso lo que provoco que aquel hombre abandonara el taxi, le iba a retrasar. Aunque me sigue jodiendo que lo hiciera sin avisar. No le iba a cobrar una carrera de dos minutos con problemas con pandilleros si prefería bajarse ya. 

- Parece que mi cliente ha huido... - 

¿O me uso como cebo para huir?...

La chica se gira, todavía asustada y parece sorprendida, como si acabara de darse cuenta de la desaparición del hombre.

- Es...estoy bien... Lleveme a mi casa, por favor.

Tras lo cual te da una dirección.

 - Gracias, de verdad.

Mi cabeza dibuja el trayecto rápidamente y tomo rumbo hacia la dirección que me ha dado. 

- No hay de que. Me recuerdas a mi hija. Espero que alguien la ayude si le pasa algo parecido. - giro a la derecha. - Esta de fiesta... - empiezo a preocuparme. - espero que este bien. -

- Seguro que es muy buen padre.

Llegáis a la dirección que te indica la chica. Sale por la puerta y, tras agradecértelo mil veces, entra en un portal. Imaginas que camino a la seguridad de su casa. Ya falta poco para que acabe tu turno, aunque la noche te ha dejado algo trastocado.

- Lo intento. - digo con una sonrisa que no puedo aguantarme. - No es nada, tranquila. Ten cuidado. - 

Me quedo observando como entra en el portal, asegurándome de que llega a casa sin sufrir ningún percance más. 

Miro la hora dándome cuenta de que ya se acaba mi turno. Lo primero que pienso es en irme a casa ya, poco más voy a hacer en el poco rato que me queda, pero entonces recuerdo que mi hija aun sigue por ahí. La preocupación me acecha, aquellos pandilleros aun siguen sueltos por la ciudad y mi niña esta de fiesta. Espero que no se crucen.

No puedo contenerme y la llamo para comprobar que esta bien. 

- ¿Hola? ¿Papá? ¿Qué pasa, va todo bien?

Su voz suena tranquila y sobria. Una voz joven, llena de vida y energía.

Me tranquilizo enormemente al escuchar la voz de mi hija de manera animada y alegre. 

- Hola princesa, era para comprobar que todo estaba bien. He visto a unos pandilleros correr tras una chica y me preocupaba por ti. Ya te contare. ¿Vas a estar mucho tiempo más? Yo me iré en un poco para casa, pero llámame para que te recoja. -

Tanto su madre como yo habíamos decidido no ponerle hora, por lo que estaba limitada por los horarios que los otros padres habían puesto a sus amigas. Aquello lo hacía más fácil y evitaba enfados absurdos. Además yo la recogía y estaba cerca por si pasaba cualquier cosa. 

- ¡Ah! Yo ya estoy en casa. Hoy me ha traído Janos, el novio de Stephie, con el coche. Me voy a acostar, ¿vale? Ten cuidado, papa. Ya me cuentas mañana lo de la chica. ¿Llamaste a la policía? Bueno, nos vemos.

- Ah, bien. La próxima vez avísame para saber que ya estas en casa. Mañana te cuento. Un beso, que duermas bien princesa.-

Cuelgo con una sonrisa. Aunque me había molestado que no me hubiera avisado de que ya la llevaban para casa, estaba bien y eso era lo importante. 

Me guardo el móvil y acelero con intención de irme a casa a dormir, ya había tenido bastante noche por hoy. 

Vas hacia casa, ya cansado y notando el peso de los párpados, que quieren cerrarse ya esta noche. Una vez que la adrenalina se ha ido, el agotamiento acumulado te invade.

Llegas a tu calle y te alegras de estar ya en casa. Vas a meter el coche en el parking del bloque de pisos, pero en un pestañeo tus ojos dan con una figura frente a la misma puerta. Frenas el coche para no atropellarla. Iluminado por los focos, ves al extraño cliente de esta noche. Con total tranquilidad se enciende un cigarrillo y da una calada, tras lo cual te hace una señal para que bajes del coche.

Me aseguro de dejar el coche en un lugar donde no moleste al posible tráfico y lo inmovilizo, sin apagar el motor. No debería ser una conversación larga, aunque me siento extrañado por encontrarme a este hombre aquí, frente a mi casa.

- ¿Qué quiere?- pregunto mientras me bajo del taxi. - Estoy fuera de servicio...- No esperaría que le fuera a llevar a otro lugar para que vuelva a aprovechar y largarse sin avisar si quiera. Y menos con el sueño que tengo... Aunque sentía cierta curiosidad por saber que es lo que iba a decir. 

El hombre se acerca al borde de la acera y se sienta.

- Tranquilo. Solo quiero hablar. No serán más que unos minutos.

Palmea el suelo para que te sientes a su lado. Saca de nuevo el paquete de cigarrillos y lo sacude, haciendo que uno asome.

- ¿Fuma?

Avanzo junto a él, sin saber bien que pensar de aquel extraño sujeto. Prefiero mantenerme de pie por el momento, aunque si acerco la mano para coger el cigarro que me ofrece.

- Si, aunque debería dejarlo. Para dar buen ejemplo...- 

Con la otra mano busco mi mechero.

- ¿Qué es lo que quiere? - pregunto desconcertado. - Comprenderá que esto no es muy normal... -

Pienso que posiblemente no hubiera llegado ni a aceptar su cigarro si no se hubiera comportado correctamente hasta huir ¿pero acaso podía reprenderle aquello? Yo también tenía miedo. 

El que había sido tu cliente da otra calada y suelta el humo despacio.

- Ya se lo he dicho, hablar. - Te mira desde abajo y al fin ves sus ojos por encima de las gafas de sol. De un color extraño, brillante. Da otra calada y su cara se ilumina del rojizo fulgor del cigarrillo. - Curioso incidente el de hoy, ¿verdad? Espero que no le molestase mi salida, pero tenía prisa.

Se mete la mano en el bolsillo y saca un par de billetes.

- Tome, por el recorrido y las molestias. Aunque antes, me gustaría hacerle una pregunta.

Enciendo el cigarro y escucho. 

- Si, bueno, a veces hay problemas por la noche.-

Extiendo la mano para agarrar unos billetes que normalmente le rechazaría. No habíamos llegado a su destino y la circunstancia era... desagradable. Pero ahora me había pillado por sorpresa y no supe reaccionar a tiempo.

Aun con los billetes en la mano y de pie respondí.

- Adelante, pregunte. -

Casi no me había parado a pensar en porque sabe donde vivo... y ahora la duda empezaba a coger fuerza en mi cabeza. 

Directamente lo dice.

- ¿Qué piensa de los macarras que se ha encontrado? Quiero que se lo tome como una pregunta profunda. Reflexione.

- ¿Eh? - 

La pregunta me pilla un poco por sorpresa. ¿Había venido hasta la puerta de mi casa para darme un par de billetes y preguntar mi opinión sobre unos pandilleros? Aquello cada vez era más surrealista. 

- Pues no se... Debería haber más policía para evitar este tipo de altercado... 

Por su cara me parece que no esta satisfecho con mi respuesta y empiezo a reflexionarlo más, aunque tampoco sabía que quería exactamente que le respondiera. 

- Alguien debería encargarse de ellos, son una molestia. - hablaba el miedo que había sentido cuando empezaron a rodear el coche, la furia porque querían hacer daño a una niña que podría ser mi hija, la preocupación porque pudieran haber otros que finalmente se lo hicieran. - Seguro que se les puede reeducar para que cambien su actitud, pero no se puede tolerar que merodeen por la ciudad acechando a niñas vulnerables. Esos chicos dañan nuestra sociedad, a nosotros, a nuestras hijas... La gente no debería tener miedo a pasear de noche por su ciudad, no es natural, no es justo. Y sino se les puede corregir habría que encerrarlos...

El hombre se levanta y te mira. Aprieta un puño, pero su rostro se mantiene serio.

- Esos macarras, no son un daño para la sociedad. Son EL daño de la sociedad. Es culpa de las leyes, de las injusticias, de la falta de educación y de habilidad de un gobierno que solo mira por sus propios intereses. ¿No le parece?

Tira el cigarro y lo pisa, soltando la última bocanada de humo.

- Anda, entre en casa. Su mujer y su hija le están esperando.

Sin nada más, el hombre comienza a andar por la calle, alejándose de ti.

Las palabras de aquel hombre obligan a mi mente a ver las cosas desde la otra perspectiva.

- Puede que tenga razón. - Dije, planteándome aun más aquella forma de ver nuestra sociedad. - Pero mientras no se cambie a los gobernantes tampoco tenemos porque permitir que esos vandalos dañen a los ciudadanos. Al menos no puede esperar que permita que le hagan daño a mi hija.- me quedo en silencio unos segundos. - Ya veo... Espera que sea el detonante. - 

Hablaba mientras se iba, pero sin gritar. Mi respuesta no le había gustado nada, pero sus palabras me habían dado en que pensar. Había escuchado muchos discursos políticos, muchos sistemas alternativos, motivos de manifestaciones, demandas, protestas... Pero nadie conseguía demasiado ¿qué esperaba este hombre con aquella pregunta? ¿por qué me la hacía a mi? ¿qué esperaba de mi? 

Me gire hacia el taxi confuso, dispuesto a aparcarlo en el parking.