Partida Rol por web

Cualquier ciudad bien puede ser visitada, noble guardia, y has de saber que podríamos estar interesados en realizar alguna compra en sus puestos variados, para comprobar la fama tan bien ganada de Agrabah.

No seáis maleducado y dejadnos adentrarnos, pues si mal no tengo entendido, todos son bienvenidos...

La pereza me podía. Me encantaría sentarme en el suelo, pero pensar en levantarme era taaaan cansado... Me quedé de pie. observando el espectáculo que montaba Blanca.

Si al menos se acercara más, podría acomodarme en su trasero. Seguro que le tiene blandito y puedo descansar la cabeza ahí. Pero no, la señora sólo se dedica a gritar y a pegarse con el guardia.

Las cosas se salieron de madre una vez Blanca abrió la boca.

¿No se suponía que íbamos a intentar permanecer en el anonimato?

Consideré mientras me ocultaba detrás de Perezoso, quién de seguro no haría nada por impedírmelo.

Mudito se llevó una mano a la cara ante la forma de hablar de Blancanieves. Solo esperaba que saliera bien, o tendría que convencer a los guardias de que se equivocaban. Pero esto solo podía ser con la única forma de intercambio de opiniones que tenía.

Dándose de ostias.

Gruñon salió de la ultima fila cansado de estar bajo el sol. - Mira tio, empiezo a cansarme de tus tonterías. - dijo Gruñon de malos modos. - Si eres tan hábil detectando mentirosos como dices sabrás que no te miento. Hace calor y estamos parados en medio de esta caluroso lugar, así que te aconsejo que te dejes de payasadas  y te quites de en medio antes de que me enfade. - terminó mirándole fijamente a los ojos con cara de pocos amigos.

-Pero si al solete se está muy bien.-Respondo a las palabras de gruñon con una sonrisa de oreja a oreja.

La verdad es que hace algo de calor, pero dentro de mi armadura completa con puas de fuego siempre hace calor, asi que....

-Disfruta del dia tan espléndido que hace. Seguro que hasta el señor soldado está deseando echarse un rato de siesta al solete mientras toma algo fresquito. ¿Me equivoco?

El Soldado hizo una reverencia ante las palabras de Blancanieves y los Siete Enanitos. Tan solo era necesario eso. Os pedí que os presentaráis, nada más. No tienen sentido estos modos. No sabía que el Sultán esperaba visita, yo os llevaré ante él. Acompañadme. Concluyó ofreciendo una siniestra sonrisa.

Seguís al soldado através de los callejones de Agrabah. La ciudad que hasta hacía unos momentos os parecía que había prosperado en mayor o menor medida parecía cada vez más oscura y menos hospitalaria. Recordabais Agrabah como una ciudad mejor, una ciudad en el que el reinado de Aladdín la había hecho prosperar.

Finalmente llegasteis hasta Palacio. El guardia sacó un manojo de llaves de su cinturón y abrió una de las puertas principales de hierro brillante. En la puerta había una gran A, entrelaza con una J. Un bonito diseño.

Llegasteis hasta la puerta, y allí sentado en un gran banco estaba el príncipe Aladdín, junto a su amada esposa Jasmín.

Su tigre Rajah campaba a sus anchas por el jardín, mientras que el mono de Aladdín, Abú, estaba colgado de uno de los árboles no muy lejos de allí.

¡Oh cielos! ¡Blanca! ¿Qué te trae hasta aquí? ¿A qué se debe tu presencia? ¿Sucede algo?

-¡Jas, querida amiga!-Blancanieves levantó los faldones de su vestido y corrió al encuentro de la hermosa joven cuya piel de tono broncíneo contrastaba con la palidez de su propia piel. Tomó las manos de ésta entre las suyas y sonrió con alegría sincera pero con un velo melancólico en la mirada. A su lado, el animal que la acompañaba se acercó al gran tigre de Jasmín y lo olfateó amistosamente.
-Es terrible. Terrible... Oh, mi pobre príncipe...-las lágrimas anegaron sus ojos y rodaron por las sonrosadas mejillas de Blancanieves mientras sus labios dibujaban un puchero. -chicos...-dijo con voz afectada a los enanitos, no se veía con fuerzas para explicar lo ocurrido.

Puffff, que pereza. ¿No nos van a ofrecer asiento? No quiero sentarme en el suelo. Con tanto animal suelto, seguro que está demasiado sucio.

Miré como Jasmine nos recibió mejor que el soldado en esa ciudad oscura. ¿Se les habría olvidado encender las luces? Bah, me daba igual.

Bueno, así resumiendo, la Reina Malvada se cargó al Príncipe.

Fin de la historia.

Mudito seguía al grupo mientras miraba con ojos melancólicos como esa ciudad, antaño gloriosa, había ido cayendo en la decadencia. Cuando entraron al palacio le chocó que este permaneciera igual, sin que le afectara lo que hubiera pasado. Algo que le chocaba sabiendo de donde provenía el Sultán Aladdín.

Cuando Blanca se fue a abrazar a Jasmín, Mudito miraba la sala e intentaba hacerse una idea de lo que estaba pasando por ese lugar, y entonces fue cuando Perezoso hizo su "resumen".

Se acercó a él y le soltó una colleja con la mano llena de cayos de haber estado trabajando toda su vida en las minas, y antes de que protestara se llevó un dedo a los labios e hizo un gesto para que se diera cuenta delante de quien estaba hablando con tanta ligereza sobre la muerte de quien.

-La verdad es que es muy triste, pero es cierto.-Digo conteniendo las lágrimas.-Pero nos ha servido para volver a vernos, asi que no tiene sentido lamentarse por el mal que nos han causado cuando podemos sacar cosas buenas de ello. Llorar no produce nada, reir si lo hace.

Mocoso se alegró de ver a aquellos dos, y al tigre y al mono. La mayoría de las veces los animales eran mejores que las personas.

Permaneció en silencio mientras Bella y Jasmine se ponían al día.

Sonreí ante las palabras de perezoso, pero lo cierto era que el resumen coincidía...

¿Cómo está usted? - dije arrodillándome ante Jasmín.

Hemos venido a sus tierras puesto que parece ser que la Reina Malvada ha encantado a buena parte de los reinos y muchos de los que allí viven, están a las órdenes de esa perversa mujer...

Tras decir esto, cerré los ojos esperando alguna respuesta que nos ayudase.

No con decir algo más iba a mejorar nada, así que simplemente bajé la mirada y empecé a chocar los índices intentando pasar lo más desapercibido posible. Lo cual no era tan mala idea por si ese tigre se le acababan de cruzar los cables... quizás hasta pudiera conseguir que se comiera a Gruñón antes que a cualquiera si me ponía detrás suya y conseguir algo de tiempo mientras quedaba sin apetito.

Gruñon no se le ocurría porqué protestar así que simplemente soltaba gruñidos espontáneos.- Menudos guardias que tenéis, no son para nada corteses. - le dijo a Aladin entre gruñidos.

- Mis guaridas saben perfectamente lo que se hacen. Así que deja de quejarte, Gruñón. Dice lanzando una mirada de reprimenda al enanito.

¿Así que la Reina Malvada ha acabado con tu príncipe? ¡Eso es terrible! Dijo Aladdín sin un ápice de lástima en sus palabras. ¿Y quién te dice que nosotros íbamos a ayudaros? La verdad que ya tenemos bastante con controlar este reino de alimañas y sucias ratas callejeras. No necesitamos más aquí. ¿Qué queréis de nosotros, y por qué habéis venido a molestarnos?

Os dice un Aladdín casi irreconocible.

Algo le decía a Sabio, que no era Aladdín el que realmente controlaba sus palabras, había alguien detrás de todo y él lo sospechaba, no era normal que él emplease "sucias ratas" y "alimañas" en su vocabulario.

Aún así lo intentó una vez más antes de probar algo...

A sus tierras hemos venido para ser ayudados, sabemos que ella se esconde tras esto y deseamos solucionarlo. Por ello nos complacería, y mucho, que vos nos prestáseis vuestro apoyo.

Me fijé si Rajah y Abú se encontraban a poca distancia...

¿Reino de alimañas y sucias ratas callejeras? - dijo Gruñón boquiabierto. - ¿Me parece que a alguien se le ha subido el turbante a la cabeza no? No debería ser yo quien te recordase que tú eras una de esas "sucias" ratas callejeras de las que hablas. - dijo con duras palabras.