Partida Rol por web

Niego con la cabeza. Aquella era la única solución, pero no me convencía. A pesar de todo, no tenía opción de hacer otra cosa. Y no era por que aquella mujer era mi superior, si no porque no tenía ni idea de como afrontar aquello. Y eso me ponía tenso.

Miré a Manfred, parecía que se estaba llevando bien con Afilla. Eso era bueno. Yo me sentía un poco desplazado, pero era normal, mi carácter era más seco, con menos palabras. Acatar las normas. Eso había aprendido. En fin, seguí caminando, deseando que todo aquello terminase en buen puerto. Lo último que desearía era encontrar una criatura de la Oscuridad en aquellas condiciones. 

Tras horas de caminata, y con los lárgos días venusianos, vuestros cuerpos no aguantaban más, ni el sol tampoco. Empezó a anochecer. Sabíais que alguno se había hecho "sus necesidades encima". El miedo a quitarse las armaduras era extremo. Sobre todo tras ver lo que le había sucedido a aquel muchacho. No todos lo habían visto, pero tras comentarlo, corrió la voz y todos estabais enterados. Cuando ya no podíais más y estabais decididos a descargar dentro de las placas ... un tremendo ruido os desconcentró. Era inmenso. Algo pasó por encima de vosotros a una velocidad inmensa y con un ruido ensordecedor.

- Un icarus. Dijo la única mujer que había en la compañía, a parte de la propia Jefa Afilla. De inmediato, pasó otro, con la misma velocidad y sigilo. Los árboles se zarandearon y la presión que ejercía el aíre bajo las alas os impactó en las espaldas. Nadie esperaba el primero, y mucho menos al segundo. Al bajar la mirada tras intentar ver a aquellas aeronaves pudisteis ver a la jefa presionando el lateral de su casco. No tardó en caer de rodillas.

Una tenue voz os indicó que alguien se perdía. Que un alma más se desvanecía: - Chicos ... llegad. Aquella voz sin energía desapareció mientras la jefa, desde rodillas en tierra, cae de bruces. Desplomada. Sin vida. Os dio la última orden. El último consejo.

- Maldita sea, pero qué...

Manfred se lanzó velozmente a por la jefe, llegando a recogerla justo cuando su cuerpo inerte casi rozaba el suelo. Sin pensar demasiado, le quitó el casco para conocer su estado. Muerta.

Pero qué había pasado, cuándo había ocurrido esto, ¿estaba herida? ¿Porqué no les había avisado antes? Las preguntas se agolpaban en la cabeza de Manfred como un huracán a punto de estallar.

- Raphael, ayúdame con esto, tal vez todavía podamos salvarla.

Manfred la colocó con suavidad en el suelo mientras la retiraba las placas superiores de la armadura. Se quitó el casco tras los habituales ruidos de desanclaje y trató de centrarse en reanimar a la jefa. Tal vez la luz del cardenal todavía pudiera salvarla.

La cara está como chupada. Como si alguien de 50 quilos hubiera perdido más de la mitad.

Parece momificada. Os recuerda al ser con el que luchasteis en las catacumbas del campamento, pero demacrado, como si hubiera pasado años en un campo de concentración nazi.

Veo a la jefa caer desplomada, y Manfred, el que estaba más cerca de ella, logró cogerla al vuelo, justo antes de caer. Doy un par de zancadas para llegar a su altura. Al llegar, veo la desesperación de mi compañero al intentar salvar la vida de Afilla, vida que ya se ha ido.

Toco en el hombro a Manfred.

- Déjalo, está muerta.

Miro a mi alrededor, pensativo.

- El aire de la selva tiene que tener algo tóxico, que nos consume en cuanto lo respiramos. - Mi voz se nota cansada. Muy cansada. - Algo que en el campamento no está. Quizás sean los árboles. - Los miro, sin tener ni idea de lo que estaba pasando, y mi vista se fija en el resto de los compañeros, que nos miran como esperando a que alguien lidere al grupo. Me sorprendo y dudo.  Luego miro a Manfred. - Deberíamos de hacer algo, o moriremos todos.

Vuelvo la mirada hacia Afilla. 

- Quizás se le haya producido una fisura en la armadura y por ahí le ha entrado el aire tóxico de la selva. No lo se...

Las manos de Manfred se quedaron paralizadas sobre los cierres del casco y volvió a cerrarlos rápidamente tras la advertencia de Raphael.

- Esto no es habitual, Raphael- asintió- la jefa Affila no es...no era una novata, tampoco en este entorno. De haber sido el ambiente siempre tan mortal hubiera tenido más cuidado, estoy convencido. Aquí está pasando algo extraño, algo... antinatural. Tal vez estén utilizando algún tipo de veneno de ambiente o... quizá sea algo peor. Debemos regresar al campamento cuanto antes. Me gustaría llevarla con nosotros pero no sería inteligente. Tendrá que quedarse.

Manfred se irguió, cerrando los ojos de la jefa con cuidado y dirigió su mirada hacia a su alrededor, tratando de analizar el entorno.

Manfred tenía razón. Era muy extraño todo.

- No se, compañero. La verdad es que la forma en que caímos en el río me pareció muy extraña. ¿Nadie sabía la existencia de ese río o lo que transportaba? Incluso ella ha caído. Si tanta experiencia creemos que tiene, ese río no debería de ser tan mortal como lo ha sido. Quizás si seguimos el camino contrario a la corriente del río, podamos llegar a un punto en el cual se ha vertido algo. O bien, descubrir que le ha sucedido. Aunque también... deberíamos de ir al campamento a informal.

Mientras la sostienes, ves que su casco se ha cerrado sobre el pelo. Le ha pillado varios mechones y crees que algunos, al cerrarlo, los ha cortado, pero otros sobresalen por la junta.

Todos están expectantes. Incluso el justicar. Todos parecen haberse puesto bajos vuestras órdenes.

Manfred sostuvo con cuidado el pelo de la jefa caída. Sobresalía entre las juntas como una cuña mortal.

- Puede que algo tan estúpido como esto- mostró el pelo sobresaliendo de las juntas- haya permitido a lo que sea que la mató colarse en su armadura.

A su mente vino la imagen de su propio cuerpo braceando bajo el río... y como el agua empezaba a colarse por las juntas.

- Estas armaduras no son estancas- advirtió a los suyos- si se filtró el agua del río pueden filtrarse los mismos agentes contaminantes que han matado a la jefa. ¿Alguien recuerda si en algún momento se quitó el casco? Algo silencioso y mortal nos rodea. Hagamos lo que hagamos, no debemos permanecer aquí. No creo que afecte a todo el planeta, intuyo que debe ser zonal. Debemos tratar de alejarnos de la zona lo antes posible y, por supuesto, evitar volver a meternos en ese agua. En marcha. Sigamos río arriba. Tanto si buscamos pruebas de un vertido como un vado para cruzar, la respuesta está en el mismo sitio.

Hago un gesto de dolor al ver el pelo de la jefa y la recurrente idea de que por ahí ha pasado el "veneno" que la ha matado. En ese momento intento recordar si verdaderamente había comprobado bien mi armadura. Ahora mismo, no sabía si estaba seguro o moriría de un momento a otro. Y me estaba dando miedo. 

Pocas palabras podía añadir a lo que había dicho Manfred. Miré a los pocos que estábamos allí. Parecía como... si esperasen que nosotros le sacáramos de allí con vida. Era sorprendente. No estaba preparado para eso. Y las palabras se me estrujaron en la garganta.

Demasiadas cosas en la cabeza. Demasiadas emociones. Tenía que  poner en práctica todo lo que había aprendido en la Hermandad. Mantener la mente fría en situaciones de peligro. No llorar por los caídos, honrarles por entregar su vida por los que aún estamos con vida. Todo era muy fácil en la teoría, pero una vez en el campo de batalla... todo se veía de otra manera.

- No perdamos tiempo entonces.

Me salió más bronco de lo que me fuese gustado.

Tras varias horas de caminata, el hambre aprieta, y las necesidades fisiológicas también. Ya no da más de si. Por suerte, uno de los mayores estreses que puede sufrir el cuerpo, a pesar del calor, no os está atacando. La sed. Incluso sería lo normal, tras vuestro chapoteo en el rio, las horas de caminata, el calor y estrés térmico, ya que ni ventiláis armaduras ni nada por el estilo. Tras un breve alto descubrís que la noche os cae encima. Además, anochece rápido. Como cabría esperar. El agua empieza a resplandecer con un tono verdoso, y las aguas, cada vez más mansas, aunque con un caudal importante, parece que se reduce. También os habéis dado cuenta que ya no son varios metros desde el final del "tierra firme" hasta el agua. Ahora no llega a un metro. La zanja se va reduciendo de profundidad. Eso si, el esfuerzo ha sido considerable, ya que ha sido una leve pendiente, pero constante.

Es noche.

Dejasteis a la Jefa Afilla a su suerte. Tirada donde exhaló sus último suspiro. Por su propio pié ya no daría muchos pasos más. - Una pena.

El justicar está inquieto.

Os habíais dado cuenta que realmente era como un perro amaestrado. Perceptivo, siempre fiel y que no se sale jamás de las cosas aprendidas, pero que ni se le ocurriría jamás innovar, ni permitiría que nadie, por debajo lo hiciera. Eso si, obedecería fiel mente al superior. Tal vez, ciegamente.

Eso estaba bien para un soldado, pero sería un soldado avanzado; jamás un mando ni nada similar. Eso os hace fijaros, y ni si quiera porta distintivo alguno de galones. Simplemente es él.

- Por fin- jadeó Manfred.

Levantó la vista para ver como el sol empezaba a ocultarse tras los árboles. Pronto la oscuridad sería absoluta. Las aguas acompañaban susurrantes sus cansadas respiraciones.

- Mañana cruzaremos el río- anunció- apenas nos separa un metro así que seguramente no hay peligro pero es una insensatez seguir avanzando de noche. Establezcamos un campamento, dividamos las guardias y tratemos de descansar. Si mis cálculos son correctos, con un poco de suerte, mañana por la noche descansaremos en el campamento.

Miró a sus compañeros. Tras las máscaras podía adivinar gestos cansados y hambrientos pero también esperanzados. La supervivencia parecía ahora más cerca que hace un par de horas.

- Sé que estáis hambrientos porque yo también lo estoy, sé que tenéis sed porque yo también la tengo pero debemos aguantar. Podemos sobrevivir a un par de días sin comida y agua pero intentar comer algo de este entorno o beber de esas aguas- señaló las cristalinas y verdosas aguas que serpenteaban a su lado- sería jugársela innecesariamente. Mañana estaremos en casa, y todo esto será solo un mal recuerdo. Disponed las guardias, yo me quedaré con la que nadie quiera.

Me acerco Manfred.

- No creo que sea buena idea pararnos aquí. No sabemos que nos está atacando para que estemos muriendo sin motivo aparente. Seguir aquí sin saber si tenemos fisuras en las armaduras, o si el agua que tenemos dentro de éstas está contaminada. Deberíamos de seguir avanzando.

Mire el anochecer. Imponía. Pero no era buena idea parar.

- Tengo barritas energéticas, pero no tengo para todos. Si avanzamos, con las que tengo podríamos llegar si no tardamos mucho. 

- Entiendo lo que dices- asintió- pero hemos tardado más de medio día en llegar hasta aquí. No me preocupa cruzar el río, esa es la parte fácil, al menos aparentemente.

El río se había estrechado hasta apenas un metro de separación entre las dos orillas. No se veía muy bien en la oscuridad pero era de suponer que apenas tendría profundidad en ese momento.

- Lo más sensato sería recorrer la otra franja del río, siguiéndolo hasta llegar al punto en el que lo cruzamos la primera vez. Desde ahí podremos orientarnos para llegar a la base. Difícilmente lo conseguiremos en menos de diez o doce horas, caminando de noche podríamos hablar de de dieciocho horas de caminata nocturna y sin descanso. No sé- negó con la cabeza- me parece un suicidio.

Los demás os miran ansiosos. Sois los líderes del grupo. Tenéis el apoyo del Justicar y lo notáis, pero ... todos están a la expectativa de lo que decidáis.