Partida Rol por web

Náhoda či Dopuštění

Chemnitz

Cargando editor
17/09/2008, 03:19
Kanda Takeshi

-Shibata... -mascullo entre dientes al perder la visibilidad, lanzándome al suelo seguidamente para coger el arma del hombre al que acabo de herir y quedarme agachado buscando una improvisada cobertura en la oscuridad que se ha creado. Debo estar calmado, esperar al momento preciso y aguardar a que alguien lleve a cabo una acción que le delate para poder actuar...

Cargando editor
17/09/2008, 17:04
Director

Unos pasos que se arrastran alejándose, con un gemido de dolor, y una voz femenina que emerge de la oscuridad no demasiado lejos de tu posición, desesperación en ella.

¿Steffan? ¡Estarás bien, resiste un poco! un instante de silencio Agente Strindberg en el 53 de Bonn Street... Agente herido. ¡Envíen refuerzos! ¡Y una maldita ambulancia! una pausa Teniente,¿estás bien? ¡Di algo por Dios!

De nuevo unos pasos que corren y una caja contra el suelo, con un ruido sordo, seguido de algún crujido y un chirrido metálico, una ráfaga de aire frío te recorre, y buscas apoyar tu espalda en lo que parece la pared, entre una fila de cajas apiladas.

Cargando editor
17/09/2008, 17:31
Madeleine Strindberg

Me seco las lágrimas manchándome la cara de sangre, recordando paso a paso las palabras de Steffan.

¡Hijo de puta! Ni en el momento de su muerte se olvidó del maldito trabajo...

-Sí, lo habríamos pasado bien, teniente...-le abrazo por última y única vez.

Cómo puedo, al escuchar los pasos, empujo el cuerpo de Steffan con gran esfuerzo. Es más alto que yo, más pesado, las lágrimas corren por mis mejillas pero no puedo hacer más, ahora tengo que salir de allí a como dé lugar. Cuando logro apartarlo de encima de mí y aún con las manos temblorosas, pongo mi espalda recta en las cajas que nos protegían a Steffan y a mí. Me cuesta mucho creer que él está allí, a unos centímetros míos, sin vida. Siento como si alguien hubiera puesto una loza muy pesada en mi pecho y no me dejara respirar, incluso en ocasiones tengo que hacerlo por la boca, esperando, intentanto dilucidar dónde estará mi enemigo. Me muevo apenas unos pasos y me pregunto dónde estarán esos refuerzos que pedí; ya no escucho los pasos que antes había escuchado, quizás estén más cerca de lo que imaginé. Mi pistola sigue en alto, apuntando a nada y a todo al mismo tiempo, no dudaré en disparar, espero acertar de ser necesario, acertar de una buena vez pero mientras tanto, intento pensar con claridad. Quizás si logro llegar al pasillo, logre ver algo... Si me matan, habrá sido sólo cuestión de tiempo, la bala de Steffan era para mí.

La bala de Steffan era para mí.

Cargando editor
22/09/2008, 16:05
Kanda Takeshi

-Tsk... -parece que la situación es bastante complicada... El compañero de la teniente Strindberg herido, ella misma expuesta a un posible disparo. Ahora que tengo cobertura, quizá deba comprometer mi posición para echar una mano a la teniente. Un disparo de advertencia será lo mejor... Apunto con el arma que acabo de coger al techo y disparo, sin descubrirme todavía, antes de gritar-. ¡Inspector Kanda, brigada de homicidios de la Interpol! ¡Tiren sus armas y entréguense y nadie saldrá herido! ¡Si se entregan, esto servirá de atenuante para su condena! ¡Sean razonables, por favor! -pero asomo levemente la cabeza por la esquina de la pared en la que me encuentro, intentando divisar a alguno de nuestros invisibles enemigos.

Notas de juego

Dios, lo siento mucho, tío, no sabía que tenía post aquí, debió pasárseme por alto. Mil perdones.

Cargando editor
22/09/2008, 16:18
Director

Un disparo resuena en el aire casi antes de que tengas tiempo de moverte, después una voz conocidad pronuncia las siguientes palabras.

Inspector Kanda, brigada de homicidios de la Interpol! ¡Tiren sus armas y entréguense y nadie saldrá herido! ¡Si se entregan, esto servirá de atenuante para su condena! ¡Sean razonables, por favor!

Ligero acento y tono firme, no parece provenir de muy lejos, un poco a la derecha, tal vez detrás de una pila de cajas, si hablara de nuevo, tal vez te sería más fácil asegurar de donde viene.

Cargando editor
22/09/2008, 17:25
Madeleine Strindberg

Sentí de pronto nuevamente unos pasos, quizás... O quizás me había vuelto loca y estaba imaginando cosas. Y entonces escuché la voz de Kanda, sin duda era él pero no sabía exactamente dónde estaba ubicado; me sequé las lágrimas pegando mi hombro a mi rostro y di un par de pasos respecto a donde creía que venía la voz del inspector, me detuve unos instantes; él podría dispararme también. No tenía más opción que caminar y hablar, si es que podía hacerlo. Sentía que tenía los labios sellados y que no podría hacerlo, las lágrimas caprichosas seguían corriendo por mi rostro, al fin que no podían entorpecer mi camino pues nada veía.

Un paso y sentí otro bloque de cajas a mi derecha. Dos pasos, caminé respirando brevemente. Tres pasos, mi corazón retumba con fuerza, temeroso, nervioso. Cuatro pasos, doy vuelta al bloque de cajas y rezo -aunque no crea mucho en ello- que Kanda no me dispare.

-¿Japón?-la voz es tranquila pero precisa y fuerte.-¡Soy la teniente Strindberg!¡No dispares!

Me detengo con la espalda pegada a las cajas y luego sin pensarlo más, doy dos pasos al frente y luego nuevamente, quizás me tope con él. De pronto he perdido el miedo y que sea lo que sea.

Cargando editor
22/09/2008, 17:49
Director

Notas de juego

postead en abierto de nuevo, XDD.

Cargando editor
24/09/2008, 14:06
Kanda Takeshi

-¡Lo sé, Teniente! ¡He neutralizado a uno de sus atacantes, pero no puedo saber ahora mismo si hay más! ¡Necesito su colaboración, por favor! ¿Cuánta gente les atacó aquí? ¿Cuántos pueden quedar en pie o en disposición de presentar resistencia? -grito, desde mi escondite, exponiéndome aún más a que un posible enemigo me encuentre y dispare entre las cejas. Aunque, por lo que parece, eso no va a ocurrir. Normalmente el procedimiento policial dice que, a la voz de "no dispares", los criminales en un radio de diez metros, aproximadamente, han sido ya reducidos o a punto de serlo.

Cargando editor
24/09/2008, 17:06
Madeleine Strindberg

Al oír su voz pienso en que si hubiera llegado momentos antes, nada de esto habría pasado, respiro profundo y es como si de pronto toda la sarta de desgracias acontecidas en mi vida, se decidieran a venir a mí en un carrete de imágenes que apenas pueden ser soportadas; aprieto los ojos con fuerza pero las lágrimas siguen cayendo.

-Yo... Yo no...-la voz me tiembla.-¡Estoy segura que no hay nadie más aquí! Schwarz mató a uno y el otro lo tiene usted...

Al menos eso espero, que no haya ninguna sorpresa más. Doy un paso nuevamente, temerosa de caer pero más que nada por lo que pasa por mi cabeza en ese momento que por lo que pueda encontrarme en aquel lugar; cómo sea, si hubiera alguien más, ya hemos hablado bastante como para dispararnos si el deseo es ese. Extiendo una mano a ver si logro sentir algo o vislumbrar al teniente y en eso, se me ocurre una sola cosa. Saco mi móvil y lo abro, lo pongo frente a mí para ver hacia adelante, con tanto desastre no se me había ocurrido, aunque también puede ser un modo de que sepan dónde estoy.

¡Me arriesgaré! Japón me verá...

Cargando editor
25/09/2008, 01:39
Kanda Takeshi

Me pongo en pie guardando la pistola en mi sobaquera. Tendrá que ser presentada como prueba, pero por el momento no veo mejor lugar para guardarla que ese. Ya que la teniente ha avisado a los refuerzos, calculo quince minutos hasta que lleguen. Es el tiempo habitual de reacción del cuerpo de policía, y esto es así aquí, en Chemnitz, como en cualquier otra parte del mundo. Alzo ambas manos para indicar mi posición y para no alertar más de la cuenta a la teniente quien, por su voz, parece bastante afectada.
-Aquí estoy, teniente -informo, encarado hacia la luz de su móvil-. Tengo aquí a uno de los criminales herido. Está perdiendo mucha sangre, écheme una mano para estabilizarle... Probablemente necesite un torniquete... -y seguramente perderá la pierna... Pero tenía que actuar de alguna forma, y había vidas en juego. Hinco la rodilla en el suelo y saco mi propio móvil, copiando la idea de la teniente, para observar la herida del matón del que he dado cuenta.

Cargando editor
25/09/2008, 16:33
Madeleine Strindberg

Cuando al fin logro dar con el inspector, mi cara se transforma en una mezcla de odio y desconcierto que ni quiero, ni puedo disimular.

¿De qué carajo está hablando?

Mi corazón late aprisa a veces y otras más lento que de costumbre, no entiendo cómo puede estar pensando en salvar a ese imbécil que estuvo a nada de matarme; parte de lo que necesitábamos saber, ya me lo ha dicho Steffan. Noto gracias a su móvil que se ha encuclillado frente al hombre herido y sin pensarlo vuelvo a levantar mi pistola, me acerco a ellos con paso decido y el llanto contenido para no darle espacio al desgraciado asesino, si el oriental quiere hacer un torniquete, se lo hará a un muerto. Le apunto en la sien, dejándolo sentir el frío del cañón de mi pistola.

-A las ratas como éstas, Japón, no se les hacen primeros auxilios-miré un instante fugaz a los ojos al oriental con una rabia contenida y luego miré al delincuente, quería que estuviera seguro de que no dudaría en dispararle.-Así que... ¡Habla de una buena vez, malnacido! No tengo más que diez minutos o menos para matarte.

Me sequé las lágrimas con el puño de la mano libre y sonreí o intenté hacerlo aunque más parecía una mueca que otra cosa.

-¿Quién eres? ¿Qué hacían con mi compañero aquí? ¿Quién de los dos era el informante? ¡¡Habla, carajo!!-cada vez que terminaba una frase, empujaba un poco el cañón violentamente, ésta vez no iba a darle tregua a nadie.

Cargando editor
29/09/2008, 13:31
Kanda Takeshi

La reacción desmedida de la teniente Strindberg me hace, en primer lugar, apartarme del herido con cara de sorpresa. Parece que, después de todo, su relación con su compañero era mucho más profunda de lo que dio a entender. Esta reacción así lo demuestra, no en vano. Me pregunto ahora mismo dónde estará Soranno... Le envío un mensaje de texto indicándole el piso en el que nos encontramos, añadiendo que no hay peligro ya. No pude enviarlo antes debido a lo complejo de la situación.
Sea como fuere, si la teniente no está jugando al "poli malo", realmente pretende acabar con la vida de este hombre o dejar, simplemente, que se escape entre sus dedos. No es algo que yo pueda permitir. No somos asesinos, no es nuestro deber acabar con los criminales aunque a veces tengamos la necesidad de hacerlo... Un agente de la ley no puede matar a sangre fría. Jamás.
-Teniente Strindberg, le recomiendo que se tranquilice y no haga nada de lo que pueda arrepentirse -hubiera intentado convencerla de forma mucho más elocuente, pero si lo hubiera hecho, el criminal (si no está ya inconsciente y a punto de morir) se habría dado cuenta de que no estamos de acuerdo en esto. Ahora mismo no se podría determinar si estoy en el juego del "poli bueno, poli malo".

Cargando editor
29/09/2008, 17:22
Director

El hombre que estaba en el suelo abrió ligeramente los ojos, parecía en otro mundo, medio inconsciente, el sonido de las pisadas sobre un charco de sangre de la teniente se intensificaba con cada movimiento que realizaba, era un tanto desagradable.

No da muchas muestras de reacción ante los gritos de la mujer, pero tampoco está gritando como debería tras haber recibido una importante herida, aquel hombre no emitía sonido alguno, y tampoco había la suficiente luz como para verle el rostro con claridad, aunque desde luego se retorcía e intentaba recular ante el empuje de Madeleine.

Sus ojos reflejaban vacío más que otra cosa, tal vez estuviera drogado, los síntomas eran parecidos a los de alguien que ha tenido una sobredosis de heroína o algún tipo de droga similar.

Cargando editor
29/09/2008, 17:56
Madeleine Strindberg

Al mismo tiempo que escuchaba las palabras de Takeshi asentarse en mi cerebro, me colgué con una mano el móvil en el cuello, para que la luz pudiera iluminarme bien al malnacido que se estaba desangrando cerca nuestro; también pude ver un poco de los rasgos del oriental y con ello, convencerme de que no estaba bromeando. Que aquello no era un procedimiento de rutina y que yo, yo no podía dejar que las cosas terminaran así y ya. Miré la sangre del asesino o la sentí y enarcando las cejas, supe lo que él haría de ser yo la que estuviera en el suelo.

Sí, piénsalo bien, Maddy... ¡Este no sabe de qué carajo habla! ¡Por Dios! ¿Compasión por un drogadicto ya casi muerto? ¿¡Un asesino!? Eso es... Eso es, es un asesino y si tuviera la oportunidad de dispararnos a cualquiera de nosotros lo haría... Y sí Takeshi estuviera en su rango de tiro, estoy segura que no me diría que lo piense. Pero claro, él respira, se mueve, habla, todo lo demás. ¿Qué pensaría si el muerto allá fuera Soranno y no Schwarz.

Mi subconsciente me hablaba tanto y tan rápido que sin darme cuenta empujaba más el cañón de mi pistola sobre el inútil saco de huesos que teníamos a nuestra disposición. Aquello sería como un entrenamiento.

¡Qué bien tiras Strindberg! Sí, eso... ¡Excelente! ¡Bam, bam! Y adiós, es lo que habría hecho mi padre o el propio Schwarz... Acabaría con este asunto en un instante. En un instante. ¡Un segundo!

Levanté la mirada, ni siquiera necesitaba ya ver dónde estaba el blanco porque podía sentirlo, podía casi oírlo respirar con dificultad. Sonreí maliciosamente, el momento había llegado y después de eso, ya podía pasar lo que fuera que yo no estaba preocupada de ello.

-Yo no ayudo a asesinos y drogadictos y peor aún si no me dicen nada... No soy una blanda, inspector-solté el gatillo y disparé, una sola bala fue suficiente para que el cuerpo quedara inerte, le hacía un favor a la sociedad.-Ahora puede arrestarme, inspector.

Le di la espalda, solté el arma y puse mis manos tras de mi espalda para que pudiera hacer lo propio.

Cargando editor
29/09/2008, 22:17
Kanda Takeshi

Observo entre la penumbra los sentimientos que afloran directamente en el rostro de la teniente. Estoy seguro de que no está pasándolo bien, pero confío en que no haga nada que pueda arruinar su carrera. No sólo confío en ello, sino que también lo deseo. Comprendo que es una situación difícil... Comprendo los deseos homicidas que está sintiendo... Los comprendo demasiado bien... No me trae buenos recuerdos esta situación. Por eso, porque sé qué va a ocurrir si Madeleine hace lo que desea, confío en que sea fuerte y no lo haga.

Pero el sonido del gatillo resuena por todo el pasillo en mis oídos, hasta que queda ensordecido por la explosión provocada por el disparo. Aparto la mirada en el momento en que se efectúa, con el ceño fruncido, los ojos cerrados y el rostro contraído por el dolor. Tardo unos segundos en reaccionar, segundos en los que no aparto la vista de la pared que tengo frente a mí. Maldita estúpida... Maldita estúpida inconsciente... Es muy diferente herir a un maleante en el cumplimiento del deber a matarle a sangre fría, como acaba de ocurrir.

Lentamente giro de nuevo la cabeza para encarar a la mujer, de espaldas a mí en este momento. ¿Qué esperaba que hiciera yo ahora? Me debo a mi trabajo y a mis valores... Debo hacer lo correcto, aquello para lo que me he entrenado y aquello en lo que creo. Por eso llevo la mano a la parte de atrás del pantalón, donde guardo las esposas, apartando la gabardina en el movimiento. Alcanzo a la teniente y la esposo, sin encontrar resistencia por su parte, al parecer.
-Se equivoca, teniente: es blanda. Ha demostrado ser débil por haber apretado el gatillo y haber escogido el camino sencillo: el mismo que habría elegido el hombre a quien acaba usted de matar. Nosotros no trabajamos así. Somos agentes de la ley, no asesinos de sangre fría -mis palabras suenan en la oscuridad de la habitación con seriedad y un deje de decepción en la voz-. Conoce sus derechos, así que no se los cantaré.

Sólo queda esperar a que llegue el resto del equipo... ¿Quién iba a imaginar que esto acabaría así?

Cargando editor
30/09/2008, 18:20
Madeleine Strindberg

Sentí cómo Japón me ponía las esposas, como tantas otras veces las había puesto yo y ciertamente no necesitaba que me cantara mis derecho, los tenía y sabía cuáles eran. Él no entendía nada y muy probablemente no lo entendería jamás porque éramos de culturas distintas y porque no sabía las cosas que yo pero ya no me importaba si terminaba refundida en una cárcel alemana. Respiré profundo al tiempo que esposada como estaba y sin halarme mucho, me encaminé hacia el pasillo de aquel maldito lugar.

Me costó un poco de trabajo acostumbrarme a aquel pasillo que tenía muchisima más luz que el nido de ratas donde habíamos estado los últimos minutos. Me volví para mirar al inspector a los ojos. Podía tratarme como una asesina, como una cobarde o como quisiera pero lo haría mirándome a los ojos. A mis celestes ojos llorosos que apenas empezaban a secarse. Sonreí irónicamente, había ido allí por una razón y terminaba de aquella manera pero en absoluto estaba arrepentida.

-No iba a hablar, Japón y además, se iba a morir de todas maneras. Más celebro que hagas tu trabajo con esa soberbia...

Me giré a ver si venían los refuerzos que tenía tanto rato que había pedido pero de ellos ni sus luces, quizás la amiga del inspector si que estuviera cerca, quizás hasta tuviera un poco más de temple que él. Moví la cabeza con fastidio, no estaba abrumada, estaba fastidiada porque sabía lo que vendría; porque la sangre de mi compañero estaba aún fresca sobre mi ropa, porque a mi jefe estaría por darle una ataque contra mí. Me encogí de hombros mirando de nuevo al oriental.

-Al menos si necesita una buena asesina, ya sabe donde encontrarme.

Volví a darle la espalda y a pensar en otras cosas, uno se había muerto, el otro iría a la cárcel, ¡vaya par de locos! En un día acabamos con nuestras carreras, al menos era congruente con Schwarz pero no conmigo. A lo lejos me pareció escuchar las sirenas de los refuerzos, quizás Kanda aún los necesitara.

Notas de juego

Blanda, quizás... Me pregunto qué habría sucedido de ser Soranno la asesinada, inspector.

Cargando editor
30/09/2008, 19:56
Kanda Takeshi

-Sé que no iba a hablar. Sé que no iba a hacer nada más. Y también sé que nuestro trabajo consistía en que respondiera ante la ley, no ante nuestra propia ley -respondo, sin dejarme llevar por los sentimientos y emociones contradictorias. Hay algo que me pide que suelte a la teniente... Pero no puedo hacerlo. No soy negligente y nunca he sido irresponsable conmigo mismo. No hay nada peor que ser irresponsable con uno mismo. Saco nuevamente el teléfono móvil y enfoco el suelo para buscar al compañero de la teniente. Al encontrarle, me arrodillo junto a él y comienzo a observar las heridas que presenta y a comprobar si realmente está muerto, como parece. Una vez lo haya hecho marco el número de teléfono de Soranno y llevo el móvil al oído, para comenzar a hablar.

Cargando editor
01/10/2008, 09:33
Lausanne Soranno

Justo en el momento en el que el inspector Kanda Takeshi se introduce de nuevo en la habitación, las luces de la misma se iluminan de nuevo, parecen de emergencia y aunque son tenues, permiten ver con claridad a ambos agentes un poco mejor la escena. El cuerpo del teniente Schwarz yace sin vida en medio de un charco de sangre, tiene un tiro en el pecho, a unos siete u ocho metros hay otro cuerpo, se trata de un hombre joven, de unos veintipocos, pelo rubio y ojos azules, con un disparo a la altura del corazón. Dos muertos más completan la macabra escena, uno que seguramente ha sido abatido por el agente de policía que luce un disparo en la frente, y el que acaba de asesinar la teniente, con el tiro a bocajarro en la cabeza.

Apenas marcas el número la llamada se corta, y en la puerta aparece la agente Soranno, que al ver el espectáculo se lleva una mano a la boca cubriéndosela para ahogar un grito, dejando caer el teléfono que choca con estrépito en medio de aquel silencio contra el suelo. La joven mira a Takeshi con preocupación, y luego abre los ojos sorprendida por la situación de Strindberg.

¿Qué ha pasado? pregunta con toda la firmeza de la que es capaz, acercándose a la posición del oriental, el cabello se le escurre de nuevo por el rostro y su mano estira la manga de su jersey hasta que la oculta, se la nota nerviosa, y también veis como la pernera derecha de su pantalón luce un generoso desgarrón.

Cargando editor
01/10/2008, 15:32
Kanda Takeshi

Vaya escena... Esto ha sido completamente inesperado. ¿Quién me mandaba seguir la intuición de Soranno? No es que no haya hecho algún bien... Creo que he salvado la vida de la teniente... Pero me he visto obligado a detenerla por su comportamiento posterior y el asesinato que ha llevado a cabo. Llevo la mano a la cabeza, rascando uno de los lados y removiento el pelo, observando cada uno de los cadáveres y procurando formarme una imagen mental de lo ocurrido... Parece que había dos criminales, un inocente y el agente Schwarz, si es que el chico rubio es inocente. Las cosas no podrían haber salido peor...
Por suerte, Lausanne está bien y el único daño que parece haber sufrido es un desgarro en el pantalón... Seguramente se lo habrá enganchado en algún hierro salido de su lugar, o algo por el estilo.
-¿Qué ha pasado? Un desastre, Lausanne... Un desastre... -respondo, alicaído-. Cuatro muertos, uno de ellos agente de policía -saco de nuevo la katana y paso por todo el filo un pañuelo, limpiando la sangre a conciencia para que no estropee la hoja. No me había visto obligado a usarla desde hacía ya mucho tiempo, y uno no termina de acostumbrarse a su devastador efecto en el cuerpo humano-. Hay que esperar a que lleguen los refuerzos y el equipo forense...

Cargando editor
02/10/2008, 18:53
Madeleine Strindberg

Observo a Soranno con detenimiento, es una chica linda y a veces hasta parece débil para este mundo pero sin duda que dentro trae mucha fortaleza. Los escucho a ambos a hablar pero mi mente está ya muy lejos de allí, mirando formas y oyendo cosas que no debería oír.

No me falló y no le fallé...

Sí, claro que le fallé pero otra cosa no podía hacer. Cuando aquella tarde Schwarz me llamó, jamás imaginé lo que estaba por pasar y ahora tengo que aceptar la reacción de mis actos, nunca me echaría atrás y si pudiera, lo volvería a hacer. No me siento culpable, era uno de esos tipos que mejor muertos que insertados en la sociedad, sólo le ayudé a morir antes. Schwarz hizo su santa voluntad a última hora, debió dejar que me mataran. Me vuelvo a los dos agentes, veo la katana de Japón, no somos tan distintos aunque él crea que sí. Lo miro fijamente a los ojos por largos instantes, por incómodos instantes.