Partida Rol por web

Náhoda či Dopuštění

Chemnitz

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08/10/2008, 17:58
Madeleine Strindberg

Lo miré de pies a cabeza, su atuendo no era lo que más me importaba en ese momento y luego, cuando creí que me esposaría y me llevaría, me invita a tomar un café o al menos eso entiendo. Tomó el pañuelo que me ofrece, me lo paso por las mejillas para secar las lágrimas y se impregna de sangre, todo esto parece una estupida pesadilla pero no lo es, de eso estoy segura. Me encojo de hombros, me bebería un buen trago de alcohol en este momento más que un café y unas cuantas aspirinas a ser posible.

Observo por unos instantes al hombre que se va a cumplir las órdenes de Rhemer, parece que alguien aquí tiene autoridad. Sujeto con fuerza su pañuelo en mi mano, estará inservible. Su propuesta me sorprende pero no quiero estar más allí, doy un último vistazo al cuerpo sin vida de mi compañero y asiento, será mejor irnos cuánto antes.

-Vamos-digo volviéndome a secar las lágrimas con su pañuelo y poniéndome de pie con agilidad.-Quizás sea el último que tome en libertad...

Eso último es apenas un murmullo pero estoy segura que Rehmer lo ha escuchado. No sé qué pretende pero no me detendré a averiguarlo, por ahora, ni siquiera sé muy bien qué haré a continuación; quizás ir en busca de Van Troy, después de todo, Japón y Soranno quizás no se den abasto. Pero antes he de comprobar que Rehmer es de fiar.

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08/10/2008, 18:25
Director

Notas de juego

vamos a la escena Viena

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13/10/2008, 11:09
Jan Rhemer

Salís de aquel lugar, el aire frío alivia un poco el dolor de cabeza, pero la sensación de que sigues inmersa en una irrealidad que nada tiene que ver contigo se mantiene intacta por desgracia, o por suerte, que en estos casos nunca se sabe. Se detiene frente a uno de los coches, un Opel azul oscuro, abre el maletero y te tiende una toalla y una botella de agua, con la que puedes limpiarte un poco la sangre de las manos, y luego saca una chaqueta de la policía que te tiende en silencio. Cuando te la colocas os alejáis un par de calles, evitando el cordón policial y algún periodista suelto.

El bar es bastante sórdido, y quizás en otras circunstancias no hubiera sido buena idea entrar con esa cazadora, pero Rhemer parece tranquilo, el trayecto ha transcurrido en silencio. Sentados en una mesa retirada, pide una cerveza y te insta a que elijas lo que desees, espera a las bebidas y finalmente sonríe, sin importarle algunas miradas de las que sois objeto. ¿Quieres ir a la cárcel? pregunta dando un primero sorbo a la fría bebida. Puedo ocuparme de eso si es lo que deseas,

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13/10/2008, 16:57
Madeleine Strindberg

Su pregunta me ha tomado por sorpresa, me aprieto un poco la cazadora en el pecho, respiro profundo, supongo que he de contestar con la franqueza con la que me está interrogando. Bebo un trago de mi cerveza obscura, está tan fría que siento que quema mi garganta. Lo miro a los ojos, una pregunta así merece una respuesta directa y sin rodeos.

-Nadie en su sano juicio querría ir a prisión pero tampoco quiero huir de por vida, creo que eso lo entenderás. No soy una cobarde, teniente...-mi voz se quiebra por instantes.-Hice lo que tenía que hacer, el malnacido nos habría matado a Japón o a mí de haber sido necesario, pero estaba ahí, moribundo... De todas maneras iba a morir.

La cabeza me explota y mataría por un par de aspirinas, bueno, propiamente no pero algo parecido. Me pregunto qué pasará por la cabeza de Rhemer, me pregunto si pensara que soy una asesina psicópata o si me cree sencillamente una estúpida. Estoy tan molesta conmigo misma porque aquello debe ser mi culpa, miro a otro lado tratando de contener las lágrimas que amenazan con salirse.

-De la única muerte de la que soy culpable es de la del teniente Schwarz, la bala que le mató era para mí... Yo creo, Rhemer que harás las cosas bien, veo que eres capaz de eso y...-bajo la mirada para que no me vea llorar, luego de unos instantes y de secar mis lágrimas en mi dorso de la mano discretamente.-Gracias por esto, dudo mucho que alguien más lo hubiera hecho y lamento haber interrumpido tu partido de tennis con tu hermana. No dudo que ella es muy buena...

Me recordó un poco a mis propios hermanos, aunque esas no hubieran sido precisamente las maneras entre nosotros. Sonreí con ese regusto amargo y ácido en la boca y no precisamente por la cerveza.

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13/10/2008, 17:42
Jan Rhemer

No deja de observarte, no parece sentirse incómodo por tus lágrimas, gira un poco el cuello, ejercitándolo, se ha quedado frío al dejar el deporte a mitad, Te equivocas en una cosa, dice con calma, eres culpable de la muerte del hombre al que disparaste en la cabeza, no de la de Schwarz sorbe ligeramente por la nariz, él hizo lo que tenía que hacer, salvar a su compañero por todos los medios, era un buen policía había un deje de tristeza en la voz de Jan ahora.

Todavía juego mejor que ella, aunque me hago mayor sonrío intentando alegrar un poco el ambiente pero ella también se hace, y pensar que hijos de puta como ese anden sueltos me aterra, pero tampoco podemos tomarnos la justicia por nuestra mano parecía sopesar lo que iba a decir a continuación. Me lo pones difícil teniente, no quiero enviar a un buen poli a la cárcel, pero hay cosas que no me has contado, algo más enojado ahora. ¿Quién es Japón?

Él se la estaba jugando por ella, y ella no le decía todo lo que sabía, no le parecía justo, bebió un largo trago de la cerveza, mirando después los ojos de Strindberg, afilados ahora.

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13/10/2008, 17:47
Madeleine Strindberg

Sonreí de medio lado, no me había dado cuenta de que no le estaba diciendo todo y mucho menos me había dado cuenta que había mencionado a Japón. Respiré profundo, tenía serios motivos para haberse puesto así, yo misma me habría puesto así de ser yo la que estaba del otro lado. Me incliné sobre la mesa con los codos sobre ellos, miré en derredor pero no importaba, parecíamos un par de invisibles, nadie nos miraba.

-Kanda Takeshi... Inspector de la Interpol-respondí mirándolo a los ojos, no estaba ya para mentirle u omitir cosas.-Vino aquí siguiéndome porque estaba conmigo cuando Schwarz me llamó. No le pedí que viniera y no sé si ayudó o fue peor, lo cierto es que trató de disuadirme de que hiciera lo que hice. No quise ocultartelo, sólo quería saber qué terreno piso, Rhemer, en este momento son pocas las personas en las que puedo confiar y que pueden confiar en mí...

Le conté todo lo que necesitaba saber y agregué lo que me había dicho Schwarz y que yo a su vez le había dicho a Japón, por supuesto no olvidé mencionar a Soranno, no pensaba decir nada más a medias. Le sonreí, esperaba que hiciera lo correcto, no iba a huir, eso no estaba en mis planes y tampoco tenía mucho a donde ir.

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17/10/2008, 13:16
Jan Rhemer

Rhemer asintió en silencio a la explicación, relajando un poco su actitud, a pesar de no mostrarse muy convencido de lo que le estaban contando. ¿Qué coño busca la interpol aquí?, dice más para sí mismo, cabreado y curioso. Si enchironaba a Strindberg, y se sabía lo de la interpol, estaría bien jodida, y seguramente la interpol se le echara encima por revelar su presencia, y lo último que necesitaba era un nuevo escándalo, puta mierda.

Oscuridad, hubo una pelea, el tipo intentó matarte y le disparaste a bocajarro, la falta de luz será la mejor baza, no creo que nadie pelee mucho por ese hijo puta muerto ese cabrón que podría estar en la calle jodiendo a cualquier persona. Alza los ojos buscando los de la teniente, esto no está bien, y los de asuntos internos meterán las narices, pero ya se la van ocurriendo ideas de cómo defender la teoría, y también de cómo cobrarle a la mujer el encubrimiento.

Las oportunidades están para aprovecharlas, y tener a alguien cogido de los huevos siempre era una buena opción, aunque no le gustara apretarlos, y menos a alguien como ella, la jodida sueca. ¿De acuerdo?

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17/10/2008, 16:55
Madeleine Strindberg

Su pregunta pasó al aire para mí, la verdad es que aunque hubiera querido responder, no lo habría logrado porque no sabía qué demonios estaba haciendo la Interpol allí. Bajé la mirada unos instantes, estaba cansadisíma, como nunca en la vida lo había estado y luego la levanté cuando me hacía una narración de lo supuestamente acontecido en aquel lugar que siempre tendría en la mente a partir de ahora.

Asentí con la cabeza y le sonreí, parecía un buen tipo y estaba haciéndome un favor. Uno que no cualquiera haría y si algo sabía, era a ser agradecida. Respiré profundamente, era como si de pronto toda aquella historia no tuviera sentido y como si estuviera sola en medio del desierto pero no, allí estaba Rhemer tendiéndome una mano; una mano que Japón no pudo y Soranno tampoco. Una mano que quizás hasta un buen amigo habría dudado en dar.

-Gracias, teniente... La idea es buena aunque seguramente los de asuntos internos le encontrarán huecos, aún así, si este teatro se desmorona, intentaré que usted salga limpio de esto. Se lo merece por la ayuda que me está brindando.

Bebí de un solo trago lo último que quedaba de mi bebida, esperando que el dolor de cabeza cesara de una vez por todas de una u otra manera y esperando por lo siguiente, que sería seguramente enfrentar las investigaciones y demás. Aún así, había cosas que yo no sabía y seguía pensando en aquella bala que no debió ir a parar al cuerpo de mi compañero sino al mío. Pensé en mi pistola, quizás las cosas serían más sencillas sí...

-¿Puedes devolverme mi pistola?-pregunté a Rhemer con tacto pero conociendo la posible respuesta.

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20/10/2008, 09:59
Jan Rhemer

Rhemer miró a los ojos de la teniente cuando pidió su arma, parecía intentar leer en ellos, y es difícil adivinar por su expresión si ha conseguido ver algo en ese cristal tan opaco, un libro en blanco, o uno ininteligible, lágrimas de rabia, ¿de dolor?, de frustración, Jan suspiró y coloco la pistola sobre la mesa, con disimulo, aquel bar no era un buen lugar para llamar la atención.

No me preocupan asuntos internos, me preocupa lo que vayas a hacer con eso hizo un gesto con la cabeza hacia el arma, con una preocupación que parece sincera, ahora todo se ve muy complicado, pero las cosas terminan cambiando una pausa, un silencio, si uno quiere que cambien Madeleine termina dando un último empujón al peligroso objeto.

Él sabía bien de lo que hablaba, cuando la perdió, todo terminó, todo, o eso creía, pero encontró consuelo, su hermana, su trabajo, sus amigos que creyó perder, ahora puede recordarla sin desear morir, puede recordarla sonriendo.

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20/10/2008, 17:03
Madeleine Strindberg

Sorpresivamente para mí, Rhemer puso mi pistola sobre la mesa; tras el último empujón del teniente a ésta, la tomé y la metí en su lugar, quizás de donde nunca debió haber salido, con una media sonrisa se lo agradecí porque aquello era un gesto digno de aplaudirse, aún cuando viniera acompañado de todas esas palabras que me parecían una terapia demasiado sensible para mí, no me lo merecía y ambos lo sabíamos.

De pronto había pasado de una teniente a una asesina y no dejaba de darme vueltas en la cabeza, era como si la vida se hubiera empeñado en joderme; no importaba dónde, Alemania o Suecia, las cosas eran siempre igual. Pedí otra cerveza mirando al camarero que se acercaba, quizás a por la cuenta y dejé caer mi frente en la mesa. Ya imaginaba las risas de mis hermanos, el regaño de mi padre si estuviese vivo. Había cometido una estupidez y esas cosas nunca se zanjaban así nomás.

Volví a mirar a Rhemer o al menos lo intentaba porque tenía el estómago revuelto, la cabeza me punzaba y en cada golpe del corazón, parecía querer explotar. Sentía naúseas y deseos de salir corriendo, veía borroso, muy probablemente era el dolor de cabeza, mis manos estaban heladas; tenía que controlar todo aquello, así que respiré profundo dos o tres veces y me dirigí a él.

-Gracias, teniente... Nunca olvidaré lo que, lo que..., Lo siento-mi voz era un tanto pastosa, tenía que ser fuerte, derrumbarme hasta que no hubiera nadie cerca.-Sé que tenemos que ir a la comisaría, volver a la escena, no sé... Pero quisiera pasar por casa, darme un baño.

Lo miré a los ojos, sí hacía todo aquello por mí, ¿por qué no pasarme por casa unos minutos?

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21/10/2008, 09:50
Jan Rhemer

Rhemer dejó un billete de diez euros sobre la mesa y se levantó de la mesa, esperando a que hicieras lo mismo, estiró sus pantalones deportivos, y miró al camarero señalándole el billete. Hacía calor en aquel garito, y deseaba salir. Ojos azules, rubia, alta y guapa, ¿cómo habría acabado en la policía?, le devolvió la mirada, desde luego no pasaba por su mejor momento.

No pudo evitar preguntarse la relación con su compañero, ¿se querrían?, había oído hablar de Schwarz, un autentico gilipollas según decían, grosero, machista, hijo de perra era la palabra más usada, y sin embargo había dado su vida por su compañera, puede que fuera sólo un policía. Pensó por un momento en confortarla, en abrazarla y decirle que todo iba a ir bien, pero no podía hacerlo, no era el lugar. Simplemente espero que Madeleine se adelantara y salieran al exterior.

Hacía ahora más frío debido al contraste de temperatura, así que le tendió la chaqueta a la mujer, se estaba buscando un buen lío, y las excusas de porque protegía a una asesina se le empezaban a terminar. Caminaron en silencio hasta llegar de nuevo cerca del fatídico edificio, pasó de nuevo por el pequeño control que habían establecido y cogió su coche antes de que pudieran retenerlos. Echo un vistazo de nuevo al asiento del copiloto, suspiro esbozando una sonrisa triste. Arrancó y aceleró de manera suave, el BMW se deslizaba sobre el asfalto con elegancia, y hasta que no salieron del marginal barrio no habló.

¿Dónde vives? preguntó sin dejar de prestar atención a la carretera.

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21/10/2008, 17:25
Madeleine Strindberg

La verdad es que Rhemer cada vez me sorprendía más y gratamente, parecía demasiado irreal para ser un policía. Apreté su chaqueta contra mi cuerpo cuando su voz rompió el silencio en aquel BMW, volví a la realidad. Lo miré por unos instantes. ¿Qué vida loca era esa que me llevaba a terminar cubierta de sangre, casi tiritando y jodiendo la vida de otro compañero? Sentí deseos de salir corriendo de allí, de entregarme en la primer comisaría que viera pero estaba simplemente pegada a aquel asiento.

Le expliqué claramente por dónde vivía y no estaba muy lejos de allí, tampoco sé cómo es que podía recordar para ese momento, cosas como esas pero podía y no debía ser tan malo. Lo importante era llegar a casa, darme un baño y sentir que estaba al menos en un lugar que me recordara quién era; aunque fuera por escasos segundos pues debía volver a la base y poner manos a la obra, había de buscar a Van Troy y al imbécil de Japón con su novia, porque me parecía que aquello me pertenecía a mí. Claro, si es que no me encerraban.

Los edificios pasaban frente a mí como una gran pesadillas, como si fueran sólo humo y me amenazaran con asfixiarme, los otros autos eran grandes obstáculos que el auto de Rhemer tenía que sortear. Los ruidos parecían muy lejanos y sin embargo sabía que estaban allí, a nuestro alrededor. Sonreí amargamente, aquella mañana cuando salté de la cama, jamás esperé que la vida de mi compañero terminara de repente, jamás esperé siquiera cambiar de compañero. ¡Cuán distinto hubiera sido que aquel viejo hombre que se jubilaba pronto, hubiera seguido siendo mi compañero!.

El perfume en la chaqueta de Rhemer me parecía familiar, era como si lo hubiera olido antes, traté de asociarlo con algún conocido, pero pronto deseché la idea. Seguramente significaba que lo asociaba con él, que hasta ahora no había hecho más que protegerme y no tenía modo de pagarle. Intentaba que las calles también se me hicieran familiares, pero me dolía tanto la cabeza, que daba igual a dónde me llevase.

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22/10/2008, 10:49
Jan Rhemer

Rhemer siguió las indicaciones, pensativo, reflexionaba sobre el siguiente paso a dar, nunca había imaginado tener que estar haciendo esto, encubrir un asesinato, ¿qué había visto en aquellos ojos azules qué le impulsó a tal comportamiento?, ¿Los de Ella?, ¿el terror de su hermana?, ¡Maldita sea!, todo se estaba yendo a la mierda, siempre solía pensar antes de actuar.

Llegaron al apartamento de Strindberg, y el agente aparcó a poca distancia, dispuesto a subir con ella, no es que no se fiara, pero no iba a dejarla sola al menos por el momento, se jugaba demasiado, utilizó como excusa mientras subían por el viejo ascensor. El lugar era bonito, pensó, aunque algo frío, muy diferente de su pequeño apartamento en el centro, que era bastante más chico y desarreglado. No pudo evitar mirar de nuevo a la mujer, temía que se derrumbase, y eso no podía permitirlo.

Bonito lugar comentó buscando un tema banal, la temperatura era baja, echaba en falta algo de abrigo, pero ella lo necesitaba más, fue capaz de sonreírle, nunca era fácil matar a nadie, él lo paso mal la primera vez que lo hizo, y ni de lejos se acercaba a esta situación, aunque sabía que el problema era más lo difícil que era ver morir a alguien. Espero a que la chica abriera la puerta.

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22/10/2008, 18:07
Madeleine Strindberg

Abrí la puerta lentamente, era como si volver a casa fuera aún más irreal que todo lo que acababa de pasar. Sentí el peso de mi pistola en el costado y respiré profundo, aquello sería por mucho tiempo el recuerdo de lo hecho pero no en un arrebato, no, eso no. Dejé la puerta abierta para que Rhemer entrara tras de mí y con una sonrisa volviéndome a él le devolví su chaqueta.

-Tomaré un baño y estaré con usted, teniente-le entregué la chaqueta y le di las gracias.-Póngase comodo, si quiere beber algo podrá encontrarlo en la cocina.

HIce una seña con la cabeza y lentamente me alejé hasta mi habitación, no cerré la puerta por dentro; tan acostumbrada como estaba a mi soledad que aquello era un acto natural para mí. Sobre la cama estaba mi querido gato, mirándome con sus grandes ojos azules y preguntándose qué demonios había pasado o al menos esa era la idea que me daba la expresión de su cara.

Me fui desnudando mientras buscaba la ropa en el pequeño placard, más de lo mismo. Un vaquero y una camiseta, la chaqueta la tomaría de otro lado. La ropa interior de un pequeño cajón de mandera y las sandalias de baño. Regulé la ducha hasta sentirla lo suficientemente tibia y entonces me metí bajo ella, cerré los ojos y puse las manos sobre el mosaico. Las lágrimas no tardaron en aparecer, los miedos, los rencores, los remordimientos. Simplemente no podía dejar de llorar.

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24/10/2008, 09:44
Jan Rhemer

Rhemer entró dubitativo, no se sentía cómodo, era como si invadiera la intimidad de alguien que lleva mucho tiempo intentando ocultarse del mundo. Observó distraído la estancia principal de la casa, era hermosa, estaba perfectamente decorada, pero él sentía que le faltaba algo a aquel lugar, era inevitable establecer los paralelismos entre hogar y propietaria. En realidad era parte de su trabajo.

La vio alejarse y atravesar la puerta que seguramente nunca atravesó con compañía de verdad, tal vez la del teniente Schwarz, ojalá hubiera sido así. Jan sabía que no podía sentir lástima por Strindberg, pues ella no la merecía, y no lo soportaría, pero esa punzada le abrasó el estómago. Enfadado consigo mismo apartó esa estúpida idea de su cabeza y se dirigió a la ventana, corriendo levemente la cortina para mirar al exterior, donde encontraría menos en lo que pensar.

Oyó los movimientos ligeros de Madeleine, el agua de la ducha correr, y la imaginó abatida, arrastrada por una espiral incontrolable de dolor y negrura. Recordó la cantidad de veces que creyó que nunca saldría de aquel baño, que se ahogaría de pena, nunca tuvo de quien vengarse, eso le habría ayudado. La entendía mejor de lo que ella pensaba, pero a él le costó dejarse ayudar.

Que jodan a ese hijo de puta que mató a Schwarz, que jodan al puto departamento de policía, nada te compensa de ver morir de esa manera a alguien que quieres. Dio un golpe en la pared, no quería volver a sentir esa rabia.

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24/10/2008, 18:22
Madeleine Strindberg

Me lavé la cara tantas veces que casi dolía, me pasé jabón en los brazos, por todo el cuerpo pero seguía sintiendo la sangre de Schwarz sobre mí; sentía un profunda rabia, impotencia. ¿Aquella mujer, Van Troy, valdría tanto la pena? ¿La vida de Schwarz por la de ella? No lo sabía pero lo averiguaría, allí, bajo el agua tibia me lo juré y nunca faltaba a una promesa. Unos 20 minutos después, aún con el agua cayendo sobre mí, decidí que por mucho que estuviera allí, nada volvería a ser lo que era. Cerré la mezcadora y tomé una toalla, me sequé apenas por encima y comencé a vestirme; una vez que terminé, me miré en el espejo de mi baño: aquella no era yo.

Sí, era yo y una yo tan perturbada como siempre, como antes y como nunca. Madeleine Strindberg, la hija de, la hermana de, la compañera de... Golpeé el espejo con fuerza en un puño haciendo mil pedazos el espejo.

7 Años de mala suerte…

Sonreí, tenía los ojos rojos, hinchados, parecía que no había dormido en semanas. Vi brotar la sangre de mi puño hecho trizas también y la sacudí sobre el lavatorio mientras sentía el ligero ardor de las cortadas. Me maldije por aquella estupidez, esperando no asustar a Rhemer con aquel ruido. Tenía que tranquilizarme, volver al trabajo si me dejaban, si mis remordimientos lo hacían también y hacer lo que tenía que hacer. Después de todo, al menos había matado al desgraciado que mató a Steffan.

-¡Estoy… bien!-grité titubeante.

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29/10/2008, 09:31
Jan Rhemer

El estrépito alertó a Rhemer, que echó mano de la pistola de manera instintiva, pero enseguida se calmó, que no se tranquilizó, al oír la voz de Strindberg al otro lado del apartamento. Aquello resultaba cada vez más complicado, con pasos firmes atravesó el lugar y tocó a la puerta del baño, dos golpes suaves.

¿Seguro que está todo bien? preguntó con preocupación, él conocía ese camino, lo había recorrido, a lo mejor tenía variaciones, pero al fin y al cabo los paisajes eran similares. Por un momento cruzó por su mente la imagen del cuerpo desnudo de la teniente en la bañera, caída, derrotada, con esa mirada perdida que nada auguraba, y siento miedo en su interior.

No debía precipitarse, había visto fuerza en ella, o eso es lo que se había imaginado, no podía fallar en algo así, las consecuencias serían demasiado graves.

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29/10/2008, 17:15
Madeleine Strindberg

El dolor era cada vez más insoportable, cómo miles de agujas clavándose en mis nudillos. Me quité la camiseta y la enrollé alrededor del nudillo sangrante y con voz temblorosa contesté a Rhemer del otro lado.

-No voy a morir...

Cogí la toalla con la que me había secado, me la eché encima con cierta dificultad con una mano y salí del cuarto de baño, en la puerta estaba Rhemer; mis ojos se cruzaron con los de él apenas un instante, me sentía cómo si le hubiera ofendido de alguna manera pero según mis modos, aquello podría parecer para él otra cosa. Necesitaba ir a la cocina a buscar los primeros auxilios o atarme cualquier cosa y ponerme una camiseta. Opté por lo primero, así que volví a mi cuarto, tratando de restarle importancia a la mano herida.

Como pude me calcé una camiseta limpia y negra, olía a recién lavada. Intenté ponerme las botas militares pero no podía con una sola mano, así que no las até y luego volví la vista atrás, había dejado la puerta abierta. Mientras terminaba con mi ritual de aseo, empecé a hablar.

-Teniente-la voz era fuerte y clara, aunque seguía sentada frente al pequeño tocador de mi cuarto.-Yo sé que esto que hace es demasiado, creo que deberíamos hacer las cosas bien, no quiero que se arrepienta toda la vida por haberme ayudado...

Me paré en el umbral de la puerta con el cabello aún chorreando, tiritando levemente, con la mano hacia atrás, escondida en mi espalda.

-Esto es cosa mía, lo eché todo a perder en un instante y lo sabía. Sabía que pasarían cosas como estas pero no quiero arrastrarlo conmigo, iré a la comisaría y le diré a mi jefe lo que ha pasado. Le diré que le mentí para que usted accediera a traerme hasta acá y nunca más sabrá de mí-sonreí amargamente mirándolo con mis ojos celestes que más bien parecían grises.-Le aseguro que nadie me echará de menos, nadie me necesita y aunque no soy una asesina por gusto, si volviera a estar en la misma situación, lo volvería a hacer.

Me di media vuelta, apenas lo suficiente para coger mi arma y mi placa que se habían quedado en la mesilla de noche de la cama y le extendí ambas cosas.

-No me habría dado por vencida si esto tuviera posibilidad de final feliz pero no lo tiene, así que... Tómelas y lléveme a la comisaría, rendiré cuentas...

Mi voz se quebró en ese momento, pero tantas cosas daban vueltas en mi cabeza. La muerte de aquel hombre de todas maneras me iba a cambiar, ¿para qué joder a alguien a más?