Partida Rol por web

Lope apunta desde el caballo y sin pensarlo dispara a la extraña mujer que tiene enfrente Alvar..

Una vez visto el resultado, ve que se le ha ido un poco bajo el tiro, en lugar de la cabeza acabó en el pecho, aún así atravesó de lleno el pecho de la mujer

Después de tus palabras con Mertxe, notaste que éstas eran verdaderas, las que salían de su boca, y nada tenía ella que ver en consonancia con las lamiñas, excepto que la hostigaban de la manera que ella contaba. Con este alivio momentáneo en el cuerpo, saliste de aquella cueva y viste a Lope algo alejado de la cueva, cerca de donde estaba antes, un poco alejado en el lateral. Por su parte, Alvar estaba en una zona lateral arbolada, a unas veinte  o treinta varas más y delante de ella una mujer de aspecto de campesina... y otras dos subidas en árboles cercanos a su igual: eran las lamiñas.

Lope se percató de que Diego acababa de salir de la cueva, y en esos instantes lanzó el virote hacia la mujer que estaba delante de Alvar, y la cual le había lanzado un extraño polvo a la cara, soplando de su mano. Hizo entonces el virote efecto, clavándose de vientre de aquella pérfida (pese a la distancia) y ésta cayó entonces de rodillas un instante, con el virote clavado (ahora apagado nada más entrar en la carne) y llevándose las manos al vientre...

Daño a Lamia1: (crítico): daño máximo e ignora armadura: 10 puntos.

Mientras tanto quedó Álvar atontado, atolondrado por los polvos; Diego y Lope quedaron observando (este último mientras recargaba otro virote sobre el caballo), cómo las otras dos descendían de un salto impropio de una mujer o un hombre, para socorrer a su congénere...

Un instante después, cuando Lope logró cargar otra ballesta con el cranequín, éste elevó la vista y vio cómo Alvar se lanzó al cuerpo de la mujer herida, como atraído por ella, fruto de algún extraño deseo carnal momentáneo... Y mientras ello ocurría, una de las lamias pasó el brazo de la herida por encima de sus hombros, para sostenerla y que no cayera, mientras la otra levantó a Álvar (aún no merecedor de sus facultades) y logró asirlo por el cuello, apretándole la garganta con unas garras que parecían filos de daga de medio palmo... Diego observaba todo aquello algo más alejado, aún desde la entrada de la Breka.

Entonces la mujer que amenazaba a Alvar habló en alto.

¡TÚ! ¡Maldito! -gritó a Alvar, desde la distancia-. Baja del caballo y suelta esa ballesta... ¡si no quieres ver morir a este desgraciado! -en ese momento apretó un poco más, y el rostro y piel de Álvar comenzó a ponerse morado, pues estaba totalmente a la merced de aquella Lamia-.

Diego salió fuera de la cueva y tenía nuevas que comunicar a sus miles, pero se encontró que mientras estaba dentro la situación había cambiado dramáticamente*. Vio durante un momento la situación y decidió jugarse el todo por el todo.

En ese momento se acordó de que se había quitado los tapones. Esas malditas brujas tenían a uno de los suyos y seguro que iban a intentar mentirles, seducirles o lo que fuera para acabar con ellos, pues como hijas del mal seguro que reconocían a adalides de Dios como ellos. Meditó si ponerselos o no y finalmente lo hizo. No las iba a escuchar, pero lo importante era ver si soltaban a Alvar o no, no lo que dijeran, que seguro que serían mentiras ponzoñosas. Tras ello fue acercándose a Lope a la vez que gritaba a las Lamias. - Nuestro cometido es el de liberar a esa pobre infeliz que tenéis aprisionada, pues sus padres sufren mucho por su falta. Dejadla ir, soltad a mi guardia y nada os pasará. No tenemos nada contra vosotras y no os queremos ningún daño, sólo recuperar a la chica y marcharnos por donde hemos venido. No nos habléis puesto que no podemos oiros, soltad a nuestro compañero y entenderemos que queréis negociar. Nos cubrimos los oídos porque nos aseguraron que vuestros cantos eran mágicos.

Alvar sentía que ya no quería matar a esa extraña mujer, sino que un arrebato pasional se apoderó de él, pero la lamia había sido atravesada por un virote. Antes de poder hacer nada, sintió unas garras aprisionadoras apretando su garganta. Sentía que no podía respirar y pensó si es que ese sería su final.

En su interior, se acordó de sus pequeños Manuela y Froilán, confiando en que estarían bien y en su cabeza empezó a recitar lo que recordaba del paternóster, por ver si el Altísimo tenía piedad de su alma y no lo condenaba a las llamas del infierno, pues bien sabía que sus pecados eran muchos.

(Por quitar hierro a la situación podríamos poner música de fondo de El Mandalorian…

https://www.youtube.com/watch?v=2YDKxcdIXBs )

Lope, que no escucha, pero entiende la situación al ver a su querido compañero agarrado por el cuello por la Lamia. Piensa que quizás la única oportunidad sea matar a la lamia que le tiene hechizado, a la que ya ha herido y ver si se puede liberar por sí mismo de la que le tiene agarrado..a no ser, piensa…quizás….Sin dejar de apuntar a la misma lamia que había herido, se acerca con el caballo mientras da un ultimátum, a viva voz (pues no oye).

• ¡Me acerco para que miréis la verdad en mis ojos! Voy a terminar de matar a la que he herido y seguiré sin piedad con vosotras, a menos que ahora mismo vea como soltáis el cuello de ese hombre, del que poco me importa su vida y le liberáis de vuestros embrujos! Y seguidamente liberaréis a la chica de la cueva. Será cuando doy mi palabra de no disparar ni una flecha más a vuestros cuerpos.
  

   

Si Lope va hacia adelante, Diego volvería hacia atrás, que en combate es un zote.

Cuando llega Lope a la distancia de 14 varas, su pulso se acelera, para el caballo y al ver que no han soltado, ni mucho menos a su compañero Alvar, aprieta el gatillo nervioso, esta vez rezando tener suerte, si no tanta como la primera vez, pero la suficiente para acertar...justo en ese momento en que el virote sale despedido hacia la Lamia que ya había herido previamente, cierra los ojos por un momento y reza una oración pidiendo acertar y que esa flecha pueda matar a ese malévolo ser...

Lope disparó, y en ese momento otra flecha impactó contra la lamiña herida, concretamente en el pecho, demostrando así el fráter de la hermandad su buena puntería.

Daño: (sin protección): 7 puntos de daño.

La lamia no murió, si que emitió otro quejido y siguió sangrando, sostenida por la otra mediante el brazo.

Acto seguido, al ver negadas sus exigencias, la lamia más vieja, quien tenía a Alvar tomado por el cuello, apretó sus garras, y hundió por completo sus dedos en el cuello de Alvar. Enseguida, el alguacil tornó sus ojos en rojo, expulsó sangre por la boca y la nariz y su cuello quedó destrozado, muriendo en ese mismo instante.

¡¡Llévatela de aquí!! -ordenó la lamia asesina a la que sujetaba a la herida-, ¡yo me encargaré de ese!

Un momento después, la lamia asesina comenzó a correr hacia Lope, mientras Diego se alejaba un poco de la situación, avanzando en dirección contraria a Lope.

Por su lado, las otras dos (la herida por las saestas y por la que le apoyaba), se dieron la vuelta y marcharon a paso algo forzado (la herida cojeando y con las saetas clavadas), pero raudo, en dirección contraria a toda aquella refriega. Parecía que ahora se produciría una lucha mano a mano entre Lope y la vieja Lamiña.

Don Diego vio con horror como uno de los engendros acababa con uno de sus miles. «Malditas seais, brujas del demonio. Me aseguraré de borraros de la faz de la tierra» pensó. Con sus capacidades para la lucha poco o nada podía hacer en el combate así que hizo lo más sensato, buscar un escondite desde el que pudiera ver el combate sin ser un estorbo en el mismo.

De reojo, miró al clérigo como se escondía, le hubiera gustado que prendiera fuego a ese árbol retorcido que tan mala espina le daba, pero estaba claro que lo tendría que hacer todo él solo en caso de sobrevivir (se puso a tararear la banda sonora de Curro Jiménez o algo similar de la época). Con esos pensamientos y viendo como se acercaba una figura propia de las peores pesadillas, manteniendo la frialdad propia de mil batallas (alguna menos, quizás 10 como mucho) montaba su ballesta ligera..

Sin perder de vista a las otras dos (supongo que las veo, suponiendo que van andando...) una vez terminada de montar la ballesta, pico espuelas y me desplazo con el caballo fuera del alcance de la lamia salvaje en la dirección que puedo seguir manteniendo a la vista a las otras dos (ver mapa), vuelvo a estar a una buena distancia para disparar y mientras disparo, grito :

- ¡Por San Juan, mi santo patrón (Lope siempre asumió a San Juan, cosas suyas) que moriréis!!!

Turno 1:

Aquella criatura echó a correr y sus pasos eran tan rápidos como cualquier otro hombre o mujer. Mientras tanto, Lope se apuró en recargar la ballesta sobre su caballo, y terminó haciéndolo justo en el momento en que la lamiña llegaba a su posición.

Diego, por suparte, reculó un poco y se escondió al abrigo de unos arbustos, cerca del montículo rocoso donde se ubicaba la breka (aunque a cierta distancia de la entrada).