FRATERNITAS DE LA VERA LUCIS
SOCIEDAD secreta empeñada en una lucha secreta contra la magia (sea del tipo que sea) y contra todo tipo de criaturas del mundo irracional, desde demonios hasta simples duendecillos, pues a todos considera malignos.
El fundador de esta sociedad secreta fue un caballero francés, llamado Houg de Molay, que en el año 1101 mató a su mujer, pues ésta intentaba sacrificar al hijo de ambos en un aquelarre al demonio Agaliaretph. Veterano de la Primera Cruzada, Molay decidió emprender su cruzada particular contra el Anticristo, fundando una orden de hombres de Dios consagrados a dicha causa. Pero como los caminos del Maligno son oscuros y retorcidos, Molay decidió que la orden sería secreta, para trabajar en la sombra y atacar al Diablo cuando éste menos lo esperara. Cualquier medio —la extorsión, el asesinato, la corrupción o la tortura— sería válido para esta guerra sin cuartel.
La Hermandad de la Luz Verdadera (como se la conoce popularmente) ganó su primera gran batalla en pro de su causa cuando instigó y llevó a cabo la cruzada contra los cátaros franceses (año 1213). Simón de Monfort, el magister magnus de la sociedad, no vaciló para ello en envenenar al rey catalán Pere I, protector de los cátaros, poco antes de la batalla de Moret. Todos los hombres, mujeres y niños de la zona fueron exterminados. Dios, dijeron, ‟ya separaría herejes de creyentes en el cielo”. Con ello se enfrentó a otra sociedad secreta, radicalmente opuesta, con la que en un principio habían estado aliados: la Cofradía Anatema, una hermandad secreta de magos que buscaba igualmente el enfrentamiento con el Diablo, pero usando la magia blanca.
Ante estos nuevos enemigos Simón de Monfort decidió dar un nuevo enfoque a la orden: el objetivo de ésta a partir de entonces no fue tanto luchar contra el Diablo como luchar contra todos los aspectos de lo irracional, en general, y contra la magia, en particular. Los miembros de la orden intentaron a partir de entonces erradicar la magia y las criaturas mágicas de la faz de la tierra, haciendo que la gente considerara lo primero una fantasía y lo segundo una superstición. A los cátaros siguieron los templarios en 1307. Muchos que no creían que la todopoderosa orden de monjes, cruzados y magos pudiera caer tuvieron que rendirse a la evidencia cuando, siete años más tarde, el gran maestre y los principales de la orden morían en la hoguera. Eso supuso el espaldarazo definitivo de la sociedad secreta, que a finales del siglo XIII se había instalado ya en la mayoría de los reinos y ducados de Francia, Islas Británicas, Imperio germánico, Italia e Hispania.
La organización de la Fraternitas en cualquier país consiste en un magister magnus que suele estar en la capital del reino, la mayor parte de las veces férreamente instalado en los círculos de poder. A este gran maestre tienen que rendir cuentas los respectivos responsables de zona, los pater. No existe una jerarquía internacional, pero sí ha habido numerosos casos de ayuda mutua entre miembros de la hermandad en distintos países, y se han dado varios sínodos de magister de diferentes reinos, en los que se ha decidido la política conjunta a seguir.
Existen tres tipos de fráteres:
Los miles, que son la tropa de choque, los soldados.
Los doctus, que son los sabios, los estudiosos.
Los servus, los servidores que se dedican a trabajos menores, como la vigilancia, el robo y hasta el asesinato.
Las leyes de la hermandad son sencillas: se jura obediencia absoluta y ciega a los superiores de la orden y el mandato de éstos se ejecuta sin preguntas, sin dudas y sin retrasos. Se jura también hostilidad eterna hacia el Demonio, y a partir del siglo XIII, contra aquéllos que practican la magia, por ser ésta un don del Infierno. Se considera a su vez que las criaturas mágicas son demonios, y como tales deben igualmente perecer. Aquellos hermanos que traicionen las sencillas normas de la orden serán exterminados por sus propios hermanos de armas. Las faltas menores son castigadas con gran severidad, decidiendo la pena el pater de cada región, según su sabiduría y el agravio cometido.
Aunque no siempre, la Fraternitas suele sentirse cómoda en el seno de la Iglesia, y muchos de sus miembros se disfrazan de prelados (cuando no lo son realmente) para mejor servir a los fines de la sociedad secreta. Esto se hizo especialmente evidente en Francia, donde la Fraternitas llegó a dominar durante casi cien años al papado, preso en sus dominios de Avignón. La Fraternitas Vera Lucis nunca usará, por supuesto, la magia, ni aun para enfrentarse a un mago. Prefieren siempre utilizar la fuerza bruta, la traición o las intrigas. Tienen varios símbolos y signos para reconocerse entre sí, siendo uno de los más usados un medallón de hierro esmaltado en rojo, con una cruz cretense (gamada) con las aspas orientadas a la izquierda (la suavástica): símbolo solar usado ya por las primeras tribus arias, algunos ven en él la representación de la oscuridad de la cerrazón, el negarse a ver lo evidente. Fuera a posta o por casualidad, si es que las casualidades existen, no se podía haber elegido símbolo más adecuado.