Partida Rol por web

Robert caminaba entre los alumnos con extremada tranquilidad. Destacaba por llevar traje en un instituto en el que lo habitual era vestir de manera informal, pero sobre todo, por moverse como si nada malo pudiera sucederle. Pero estaba afectado por lo ocurrido. No lo entendía.

Claro que no tardó en despertar, cuando se encontró con aquella escena de pelea de bar entre la joven Carrigan y la chica Madsen. Rápidamente, se interpuso entre ambas.

-¡Carrigan! ¡A mi despacho ahora mismo! -dijo, sin elevar demasiado la voz -. Tú también, Madsen, a no ser que queráis que vuestros padres os castiguen hasta el siglo que viene. Y Carrigan, no me vengas con que tienes que ir a otro sitio. No hay nada más urgente que esto y esa sangre podrá esperar, igual que lo ha hecho ahora.

No había dado ni un paso, cuando Carrigan pasó a nuestro lado y le dio un claro empujón a Alex, la cual vino lanzada hacia mí. Solté los libros que tenía en mis manos, para contener el avance de la chica y pude sentir como su cuerpo impactaba con el mío. Miré a Sam furioso y entoncés leí aquella frase en sus labios y me hizo dudar de las intenciones de mi vecina. No sabía si buscaba ayudar o reírse de nosotros dos...

En ese momento me di cuenta de cuan cerca estaba Alex de mis labios y sentí como mi corazón se aceleraba de golpe. Jamás había tenido a un chica tan cerca y... no era el momento. Eso era lo único que sí tenía claro. Pero no pude evitar mirar a sus ojos y luego a sus labios, antes de que Alex misma se apartase mientras sentía como me ruborizaba de nuevo. - ¿E-e-estás bi-bien? - Logré preguntarla entre balbuceos mientras se reincorporaba.

- No... no pasa nada... - Sonreí acaloradamente ante sus disculpas, sostenerla así en mis brazos, tenerla tan cerca... me hizo empezar a verla cada vez más de otra manera. Pero todo aquello me había dejado cortado y sus siguiente palabras... acabaron con mis renovadas esperanzas. Me recordó la manera educada y cortés que tuve con Sandy cuando la dije que no quería nada con ella y, a pesar de que ella no lo entendió ese día, yo lo pillé a la primera.

Y de golpe, aquella sonora bofetada resonó por todo el pasillo. Miré a Sam para luego mirar a Sandy, quien había acabado de culo en el suelo. Las risas se hicieron eco en el pasillo mientras que una orgullosa Sam se alejaba de allí.

- No... no t-te preocupes, Alex yo... no volveré a molestarte... - Fue lo poco que la dije tras recibir su mensaje de rechazo y antes de que saliese corriendo de allí. Tampoco era tan malo lo que había hecho, como para que huyese así de mí. Ni Sandy y Sam juntas, hubiesen logrado hacerme tanto daño con sus palabras, como Alex en aquel momento con aquella actitud. De hecho, no sabía bien que había pasado, puesto que creí que iría a socorrer a su amiga... no que huiría de allí, lo que me hizo desmoralizarme más y pensar hasta que punto la había cagado con ella.

En ese momento apareció el profesor Edge y puso orden en el pasillo, mientras que, bastante apenado por lo ocurrido y torturándome a mí mismo por abrir la boca, recogía mis libros del suelo. Luego caminé hacia mi taquilla para dejar mis cosas y marcharme a casa. Ni siquiera me acordaba de Steve en aquel momento y, sinceramente, me daba igual ya que me viesen con él a mi lado en el instituto en ese instante. Al pasar deprisa junto a Sam no pude evitar mirarla. - Gracias... creo. - La susurré acelerando el paso y alejándome de ella y Sandy.

Al ir a dejar mis cosas en mi taquilla, me di cuenta de que uno de los libros no era mío. Se le debió caer a Alex cuando Sam la empujó y con el desconcierto de lo ocurrido, ninguno de los dos nos dimos cuenta. Lo dejé en la taquilla, pensando en aquel momento que no me había dicho ni lo que la gustaba cuando la pregunté y la cerré angustiado, dejando todos los libros dentro.

Ya se lo devolvería mañana, quizás con dejarlo sobre su pupitre antes de que llegase a clase sería suficiente. No tenía ni que hablar con ella... Sí, era buena idea. Cabizabajo y con el malestar aquel en mi cuerpo, salí del instituto y me encaminé hacia mi casa.

- Antes de encerrar a la fiera, debes dejarla libre.- Me repitió mi cabeza sin venir a cuento. Era como si me estuviese pidiendo algo...

Gaspar nunca antes había vivido la experiencia de alguien mínimamente cercano falleciendo, y mucho menos por asesinato. Aunque una pequeña parte de él sentía pena por la profesora, el sentimiento o emoción que primaba en su mente era el miedo por el asesino que se veía enormemente potenciado por el sueño que había tenido la afortunadamente mala fortuna de vivir la noche anterior. Ese mismo miedo que tampoco había vivido antes le generaba una sensación difícil de describir, era de alguna forma... agradable.

Las palabras de Benson lo sorprendieron un poco. No se esperaba que el matón volviese a hablarle como si nada después de lo sucedido en clase, pero quizás fuese de esos que luego de una piñata volvían a bromear con sus hace poco oponentes como si no hubiese sucedido nada de mayor importancia. Eso o las pesadillas de su amigo lo habían afectado de sobremanera. Gaspar entrecerró los ojos. Casualidad o no John no era el único que había tenido pesadillas, aunque a saber cómo estaría si hubiese tenido unas como las de Gaspar.

-Sí, anoche he tenido unas que parecieron más reales que cualquier otra que hubiese tenido jamás... -dijo mirando a un lado, para luego volver a posar su vista sobre su interlocutor- ¿Qué soñó tu amigo?

Aunque él no era de olvidar ofensas como quien olvida qué comió la noche pasada, a sus ojos estaban a mano, o incluso puede que él hubiese "ganado" por cómo terminaron las cosas. En todo caso, a pesar de lo sucedido en la clase anterior no tenía nada personal contra Benson.

Mientras salíais, un sonoro golpe hizo que Benson se girase, justo a tiempo para ver Sandy caer bajo los "encantos" de Sam y al profesor poner orden como un policía.

-Esa Carrigan está como una puta cabra -comentó, antes de reanudar la marcha en dirección a la salida -. Pues.... yo... quiero decir, mi amigo soñó con un tío raro, uno que tiene la cara como una hamburguesa, y lo perseguía después para matarlo. Era bastante inquietante, según me contó. De hecho, se despertó con una herida en el brazo, la misma que le hizo en el sueño. Es casi como si fuese real.

En ese momento, estabais ya saliendo del instituto y el ambiente era mucho más distendido.

No había dado ni cuatro pasos, cuando me replanteé lo del libro de Alex. La gustaba estudiar, se esforzaba mucho en ello y quizás la hiciese falta a lo largo del día... Tampoco me había fijado demasiado en el libro*, solo sabía que no era mío... Suspiré sintiéndome como un idiota por lo que iba a hacer y regresé a mi taquilla.

Al abrirla, escuché a Benson hablando con Gaspar y contarle algo de una pesadilla. Mis ojos se clavaron en el chico al tiempo que un escalofrío recorría todo mi cuerpo, porque parecía que estuviesen hablando de mí y mi jodido sueño. Me di la vuelta para preguntarle y vi que estaba con don vida perfecta a su lado. Seguramente si él le hubiese dicho a Alex lo que la había dicho yo, hubiesen salido juntos de la mano por la puerta del instituto, con las bendiciones de Sandy sobre ellos. Pero él era más y mejor que nadie... o eso se creía.

Miré con recelo al chico y me giré para coger el libro de Alex. Luego cerré la taquilla de muy mala gana, cabreado conmigo mismo y con mi mala suerte en todo. No entendía como unos podían tenerlo todo y otros no tener nada...

Mi cabeza se convirtió en un revoltijo de pensamientos, donde el dolor y el miedo parecían llamar al odio y la furia y alimentar a algo dentro de mí... quizás a ese pasajero oscuro del que hablaba el profesor Critter.

-Todo esto del asesinato no me mola un pelo...-confesó algo nervioso. -No se... me da mal rollo y no quiero que te pase nada-buscó su mirada con sus ojos, que tenían un deje de desazón, si bien enseguida se desviaron hacia el suelo.

-Olvidemos esta mierda de mi madre por ahora, al menos hasta que pase todo este marrón... hasta que la poli pille al asesino y luego si quieres te enfadas conmigo, o dejas de hablarme, o lo que sea... ¿vale?-su voz estaba teñida de súplica.

Cuando estaba a solas con Delilah Shawn cambiaba radicalmente de como se comportaba de cara al resto de personas. Toda aquella seguridad en sí mismo desaparecía por completo y se convertía en alguien complaciente y sensible.

El despacho del profesor Edge era un batiburrillo de libros viejos y papeles por todas partes. Las estanterías estaban repletas de libros colocados en variadas posiciones, como si nadie se hubiese molestado en ordenarlos nunca. Edge cerró la puerta detrás de vosotras, dejó las cosas encima del escritorio y se sentó, haciendoos una señal con la mano para que lo hicieseis también vosotras.

-Y bien. ¿Quién empieza primero? ¿La que ha recibido o la que ha dado? -os preguntó, mirándose las manos, como si no os estuviese prestando atención.

- Está bien, no te preocupes... Es decir, a mí también me resulta muy extraño todo... Y tampoco quiero que te suceda algo mi amor, en serio. -​​​​​ Digo al dejar escapar un suspiro entre mis labios, y tras extender mis brazos, lo rodeo con ternura así no se preocupa tanto. - Vale, lo olvidamos. - respondo en medio de aquel abrazo, estamos en una situación delicada con respecto a esas pesadillas y no sé si tiene relación con las muertes. Pero es raro que varios las padezcamos. ¿Será algo que nos intoxica? ¿El agua? 

- No voy a dejar de hablarte, solo me ha golpeado duro las palabras de tu Madre. Yo no tengo segundas intenciones contigo, sabes que te amo Shawn y me ha dolido que me tome como una tía que se jode en todo. Nada más... Además de que no me gusta como te trata. - aclaro mientras lo miro a los ojos, luego le dejo un dulce beso en los labios para que se quede tranquilo. Mi moreno es una cosita tierna, pero lo comprendo, en la situación que estamos acojona mucho lo que pueda pasar. 

Llegaste a casa en medio de profundas inquietudes, gracias a aquel capullo de Critter. Sus ideas, sus pensamientos, aquella idea con la cual se había marchado, dejándote con ella revoloteando por todo su cerebro. Cuando abriste la puerta de tu casa, simplemente sopesaste todo lo que podías hacer y lo comparaste con lo que deseabas hacer. Había demasiadas cosas interesantes e imposibles, a veces impensables, pero muchas de ellas, extraordinariamente fascinantes.

Por otro lado, Alex te había dejado con un sabor agridulce. Había salido corriendo, pero al final, tampoco es que te hubiese rechazado y tenías algo por lo que llamarla. Al final, quizás existiera una posibilidad de salir con ella... o quizás no. En parte, dependía de Alex; en parte, de la puta de su amiga, Sandy.

Solo con pensar en lo que te gustaría hacerle, se te hacía la boca agua, y esa sensación era incluso más poderosa como soñar despierto con lo que podías hacer con Alex... o con Sam.

Demasiadas cosas dando vueltas por tu cabeza como para darte cuenta de que estaban llamando a la puerta mientras permanecías de pie en mitad del salón. Cuando te percataste de ello, te giraste y abriste, casi como si fueses un zombie.

El rostro con el que te encontraste al abrir, era sin duda el último que esperabas ver.

-Hola, Edward. ¿cómo está mi alumno favorito? -te preguntó la profesora Dawson, que apareció sonriente, y completamente viva en la entrada de tu casa.

Caminé hasta casa sin hacerle caso al único libro que llevaba entre mis manos. Habían pasado demasiadas cosas en aquella clase, en aquel aún corto día, que habían logrado colapsar mi cabeza. Las palabras de Critter, no lograba sacarlas de mi cabeza. Todas y cada una de ellas. Había visto más allá de mí, se había dado cuenta de lo evidente, de lo que todos tenían en clase y de lo que en lugar de temer, usaban para mofarse.

Pero aquel hombre... alentó a que dejase salir a la fiera y por sus palabras, el también lo había hecho. - Antes de encerrar a la fiera, debes dejarla libre.

- ¡¿Madre?! - Exclamé nada más abrir la puerta de casa y me asomé a buscarla en la cocina y el salón antes de subir a mi cuarto. - ¿¡Madre!? - Repetí en las escaleras, pero no obtuve respuesta. Así que dejé el libro de Alex sobre mi cama, junto con mi chupa de cuero y bajé a la cocina, no sin antes reparar por fin en la para del libro. - Carmilla, de Sheridan Le Fanu.

Volví a coger el libro y leí su contraportada, puesto que no me sonaba de nada y arqueé una ceja al ver de que iba. Parecía que Alex no era tan inocente como decía o la gustaba pasar miedo, por lo que pude deducir de lo poco que leí. Me senté en la cama y me dejé llevar por algunas páginas sueltas, donde curiosamente Alex y Sandy tomaban los papeles de aquella terrible historia de sangre... que me hizo recordar de golpe a "La Condesa Sangrienta".

Me recosté en la cama y comencé a pensar nuevamente en las palabras del profesor, acompañado todo aquello de lo ocurrido con Alex y Sandy. La delicada e inocente criatura que había descubierto aquella misma mañana y que era capaz de eclipsar a Sam. - Sam... - Suspiré recordando su perfecto abdomen y las cuatro cuchilladas en él... como no me importaría acariciarlo... y a mi mente regresó Alex, con su pureza y sinceridad acompañada de la arpía de Sandy...

- Antes de encerrar a la fiera, debes dejarla libre.

Entre asustado y excitado con lo que leía, dejé el libro a un lado, estaba claro que en cuanto fuese a la biblioteca tendría que hacerme con una copia tanto del que me dijo el profesor Critter, como el de Alex. Tratando de despejar mi mente, bajé a la cocina, me serví un vaso de zumo y me senté en el salón, encendiendo la tele.

Pero mi mente no tardó en jugar con aquellas palabras, con aquellos hechos al tiempo que usaba mi navaja, con la que solía matar y destripar pequeños animales en el bosque, esta vez sobre el cuerpo de Sandy. Me atraía la idea de tenerla atada sobre una mesa, con la boca tapada para no escucharla hablar... y pasar aquella navaja por su cuerpo lentamente...

... hacerla ver quien es el que manda...

... sentir tener el poder, el control de la situación de su vida...

... rasgar su ropa mientras su cuerpo tiembla de miedo y llora suplicando piedad...

... sí...

... para luego comenzar con su piel...

... su suave y cuidada piel...

Pensar en ello era como pensar en poseer a Sam o ahora a Alex, me había provocado una fuerte erección y sonreí ante aquella nueva manera de obtener placer. Estaba cortando la parte superior de su ropa cuando sonó la puerta de casa y tuve que dejar la navaja y la idea de lado.

Caminé aún embriagado por aquella idea hacia la insistente puerta y abrí sin preguntar ni mirar quien era... Ver aquel rostro me hizo espabilarme de golpe. - ¿P-prof... profesora Dawson? - La miré dando un par de pasos atrás. No podía ser ella... - Es... está... ¿viva? Nos dijeron que... que había muerto... - La dije sin salir de mi asombro. Ya no solo porque aún viviese, sino porque estaba en la puerta de mi casa. ¿Qué hacía en mi casa? - P-pe... pero pase... no se quede ahí... - Sin entender nada y cordial tal y como me educaron mis padres, la ofrecí pasar.

- ¿Quiere un zumo, un refresco? - La ofrecí mientras la guiaba al salón. - Si quiere hablar con mi madre, no está en casa... y no se lo que tardará...

El sheriff frunció el ceño al ver cómo le recibías.

-¿Estás bien, Ed? ¿Por qué... me has llamado...  ?

No tuvo necesidad de continuar hablando. Entendía que sin duda, estaba más afectado de lo que él mismo había supuesto, aunque aquel chico era tan extraño.... Además, el comisario se fijó en el disimulado bulto que había en sus pantalones. Lo que hubiera estado haciendo antes de que él llegara, podía no significar nada... o ser muchas cosas.

-Está bien, Ed, no te preocupes. Eh... no, no, no me apetece nada, gracias. He venido, porque estoy... investigando la muerte de la profesora y me gustaría hablar con tu padre. Y ya que estás aquí, también contigo, hijo. ¿Puedes decirle a tu padre que baje un momento?

Mientras hablabas con Benson, te giraste instintivamente para mirar a tu alrededor, por pura distracción, y viste a aquel hombre de nuevo.

-¿Qué hay Gaspar? Nos lo estamos pasando en grande, ¿verdad? -te preguntó, en medio de una risa sardónica y esgrimiendo sus cuchillas delante de tu rostro, como si estuviese a punto de emplearlas sobre ti.

De repente, era como si no hubiese nadie más en aquel pasillo, salvo tú... y aquel hombre.

Me senté en el asiento.

Ya había estado allí mas de una vez. Imaginaba que por eso precisamente era la actitud pasota del director.

- No ha pasado nada, señor.- Miré de medio lado a Sandy que se sentí en la silla contigua.- Solo jugábamos al calientacaras, y ella perdió. Nada mas. ¿verdad Sandy, querida?

Cualquier cosa para evitar un castigo o que llamaran a mi padre. joder, mi padre! El puto jefe de policia mayor de este sitio.

A Gaspar no le interesaban demasiado las peleas y discusiones constantes que habían en su clase, de hecho solía permanecer alejado de cualquier conflicto que se daba y rara vez se veía en medio de uno. En el momento que fue a girarse hacia atrás para ver qué era lo que había ocurrido y responderle a Benson algo sucedió, algo que no tenía sentido y había logrado que los pelos de su piel se erizasen por completo, como si se tratase de un gato que de súbito se ve acorralado por una feroz jauría de perros.

Como pudo dio unos pasos hacia atrás con los ojos muy abiertos y el corazón queriéndosele salir por la boca. Su respiración pareció entrecortarse por unos segundos. ¿Qué había pasado? ¿Cómo había llegado allí? Era... era el mismo del sueño.

—Q...¿qué quieres? —alcanzó a decir poco después de reunir el coraje suficiente, prestando suma atención a cualquier leve movimiento que aquel... hombre, o lo que sea que fuese, hiciese con las cuchillas.

El profesor actuaba casi como si no fuera importante, pero ya lo tenía calado. Sabía que era todo poses y que en realidad, solo nos estaba dando la oportunidad de ser honestas.

Pero claro, allí no íbamos a chivarnos. La Carrigan no lo hizo y yo... no iba a comportarme de manera diferente.

-Sí, sí, ha sido así. Sam me ganó porque consiguió darme más fuerte, pero no le guardo rencor -comentó, colocando una mano sobre otra de las suyas y apretando mucho los dientes para fingir una enorme sonrisa.

El profesor pareció escuchar las breves y esquivas explicaciones por vuestra parte, y ni siquiera os miró a ninguna de vosotras cuando las estabais dando, pero en el momento en que terminasteis de hablar, levantó la cabeza y habló con total tranquilidad y sin alzar la voz.

-Entiendo. Ha sido únicamente un juego; uno demasiado violento, a mi parecer, así que esto es lo que haremos. Llamaré a vuestros padres y les recomendaré que hagáis trabajos de ayuda voluntaria durante dos tardes, para compensar vuestra falta de honestidad al explicar las cosas, empezando desde esta misma tarde. Tengo entendido que los laboratorios y la biblioteca necesitan una buena limpieza y vosotras parecéis ser justo lo que necesitan. Ahora podéis iros.

¿Con quién estás hablando?

La voz de John te hizo darte cuenta de que en realidad, no había nadie a tu lado, salvo él, y que ambos estabais solos en el pasillo, justo antes de llegar al vestíbulo.

Benson estaba acostumbrado a las locuras, pero por un momento, le pareció que Gaspar desaparecía del todo y se perdía en él mismo, hablando con la pared y quedándose completamente absorto en nada.

-Oye, tío. Me voy a casa. Hablamos mañana. 

Y acelerando el paso, Benson se alejó de ti, dejándote confundido y sin comprender lo que había ocurrido.