Partida Rol por web

Erick no sabía si aquello era un sí o un no. Recordó el rayo verde deshaciéndose sobre él, y se preguntó si la extraña magia que lo mantenía con vida le protegería también de la mirada petrificadora de un basilisco. 

Por otro lado, a Erick no le gustaba acusar a otros de estar perdiendo la cabeza -no con la fama que tenían los que se dedicaban a las artes mánticas con más seriedad o publicidad que él-, pero ¿y si esos susurros sólo estaban en la imaginación de Goldman? Su comportamiento empezaba a darle motivos serios para sospecharlo. Él mismo notaba su juicio ya algo nublado.​​​

Mirando al frío suelo, siguió al resto. Tenían que salir de allí cuanto antes, o acabarían tan perdidos como Badak. 

Los basiliscos eran criaturas muy poco comunes y apenas se tenía información de su presencia en los últimos tiempos. Mientras el resto avanzaba a toda prisa hacia una posible salida, Brianna se había ido quedando rezagada. Caminaba sosteniéndose con una mano en la pared y la otra posada sobre su costado, donde la camisa, teñida de rojo. se pegaba a la piel. 

Estaba tan cerca la salida y ella se sentía tan débil... Apretó con fuerza los labios e hizo un nuevo esfuerzo, no quería quedarse tan rezagada, pero le dolía muchísimo todo el cuerpo. 

Escuchó la sentencia de Michael y un escalofrío recorrió su cuerpo. A pesar de que lo sabía y ya les había advertido que si de verdad había un basilisco lo mejor que podían hacer era correr, las palabras del bibliotecario fueron como un jarro de agua fría, como si esa sentencia hiciera más real la posibilidad de que hubiera un basilisco...

— Maldición... — Masculló entre dientes. Había llegado tan lejos, ahora no podía rendirse, debía continuar... La salida estaba tan cerca... 

El grupo no tardó en seguir el camino por el que Lord Badak había echado a andar una vez más, entre la incertidumbre que las palabras de Michael habían dejado y la discusión (Bastante interesante de encontrarse en otra situación) respecto a la perdida de la razón del jefe de aurores y su obvio descenso a las artes oscuras ¿Existía aquél basilisco en verdad? Tal como el bibliotecario mencionaba, tal vez no habría forma de sobrevivir ante un peligro como ese en caso de que esta posibilidad existiera, aunque dada la situación y el claro desgaste mental que todos habían estado sufriendo en su descenso por Azkaban y el infierno que traía consigo, dudar podría parecer incluso algo totalmente lógico.

El camino por el pasillo no fue demasiado largo, y pronto pudieron encontrarse con el Arlequín Feliz de nuevo, el hombre o lo que quedaba de él, se hallaba con la vista fija hacía el frente, sin siquiera notarles o voltearles a ver como había sucedido anteriormente. Por fin habían llegado al lobby de esa maldita prisión, Tiberius, quién era el que más veces había estado allí en el pasado, podría notar de inmediato que este lugar no parecía haber cambiado en lo más mínimo (Más allá del obvio desgaste por el paso del tiempo y la falta de mantenimiento) Con una enorme zona de recepción rodeada con escritorios de madera, en donde hacían los registros iniciales de nuevos prisioneros, se registraban las visitas de familiares, aurores e incluso abogados, entre otras cosas. También se podian observar zonas de espera con algunas mesitas y sus correspondientes sillas, todo esto sufriendo una descomposición natural debido al paso de tiempo y la horrible humedad que había en toda la prisión.

Sin embargo ¿Qué estaba mirando Badak? Aún seguía sin prestarles la más mínima atención, la respuesta fue clara tan pronto llevaran sus miradas a la misma dirección que él, una enorme puerta que dejaba ver la salida hacía el exterior de la infernal prisión se alzaba allí, la esperanza parecía volver a todos de un momento a otro; mirando como la lluvía caía torrencialmente sobre las rocosa isla en la que se encontraba construida Azkaban, y la clara ventizca que parecía haber en esos momentos fuera de la prisión. Por supuesto, sus miradas eventualmente tuvieron que enfocarse en la silueta que se hallaba parada justo frente a la salida hacía su libertad, una silueta que era fácilmente distinguible a pesar de encontrarse dandoles la espalda, sus manos se entrelazaban y descansaban en su espalda baja, sujetando una varita entre ellas, como si se encontrara meditando y mirando a la lluvia con cierta solemnidad, un acto que solo aumentaba la oscuridad en él.

Todos sabían de quién se trataba, el hombre responsable de todo… aquél que había mandado a los aurores a darles caza, quién había lanzado el boggart hacía ellos, y de quién habían estado dialogando hace tan solo unos minutos atrás; Matthew Bloodborn, el jefe de aurores no parecía voltear a mirarles, aunque podían estar seguros de que ya se había percatado de su presencia y seguramente les escucharía con atención si tenían algo que decir. ¿Cumpliría su promesa? Era imposible distinguir las intenciones de este hombre, y en esos momentos, parecía ser el único obstáculo entre ellos y su ansiada salida, por la que habían estado luchando sin cuartel piso tras piso.

Matthew Bloodborn estaba aguardándoles al final del camino. El bibliotecario no esperaba otra cosa de su captor, aunque fue en ese momento cuando tuvo la certeza de que no escaparían de Azkaban con vida. Al fin y al cabo, el jefe de aurores no les dejaría partir.

-No bajéis la guardia -advirtió a sus compañeros, en tono bajo-. Esto está lejos de terminar.

Desconfiado por naturaleza, Michael decidió no avanzar, aunque se aferró con fuerza a su varita, preparado para lo que pudiera venir. Tenía la impresión de que Bloodborn no era la única amenaza que les aguardaba en aquella habitación.

-¡Bloodborn, hemos llegado hasta el final de tu sádico juego! -vociferó, decidiendo actuar de frente y que el jefe de aurores les escuchara. Pese a que sostenía la varita en la mano, el bibliotecario no apuntó con ella a Bloodborn.

A pesar de que en parte, el pelinegro había hecho varias visitas, el sitio le seguía dando escalofríos. Todo está igual que siempre... algo más deteriorado, pero igual al fin y al cabo... Suspiró mientras seguía al Arlequín con su varita.

Una vez que llegaron al final del pasillo, el abogado siguió la mirada del Arlequín y pudo ver una puerta. Tenía a alguien delante, pero se fijó en un momento en lo que había más allá de la puerta: la ventisca que caracterizaba a la prisión, su lluvia y los rayitos de luz que entraban. El pecho del abogado se llenó de esperanza y si alguien pudiese mirarlo, podría ver que tenía cierto brillo en sus ojos. Poco a poco, ese brillo y esa esperanza se vio opacado por la silueta que estaba delante de aquella puerta. Su mirada se ensombreció y apretó el puño que tenía libre - Hemos cumplido con nuestra parte, ahora eres tú quien debe cumplir con la suya - dijo sin soltar la varita, estando preparado para cualquier ataque.

¡Bloodborn...!

Allí se encontraba, esperándoles impasible, contemplando la lluvia con una tranquilidad que ponía los vellos de punta. Brianna se detuvo en seco en cuanto vio al mago oscuro y sus dedos se aferraron con fuerza en torno a su varita. Mientras Michael y Tiberius le espetaban sobre lo que él les había dicho en la otra sala, por la mente de la rompemaldiciones empezaron a pasar los dementores, los inferis, el graphorn... Y todas las amenazas a las que se habían enfrentado desde que habían entrado en Azkaban. Aquel hombre no iba a dejarles salir de allí y que tuvieran la oportunidad de informar a la comunidad mágica sobre sus experimentos. No, Brianna estaba convencida de ello... Parecía estar simplemente contemplando la lluvia, pero seguro que si no hacían nada y se quedaban sólo hablando, él iba a actuar...

Mientras el abogado estaba exhortando al auror que cumpliera con su parte, Brianna levantó la varita.

— Petrificus totalus... — Pronunció con voz clara y adelantándose un par de pasos señaló al hombre, intentando pillarle por sorpresa...

Ante las palabras y cuestionamientos tanto de Michael como de Tiberius, el hombre que era responsable de todo lo que estaba ocurriendo en la infernal prisión, no tuvo siquiera oportunidad de responder como era debido, al momento que Brianna impactó un fuerte y efectivo "Petrificus Totalus" de lleno contra el hombre que aún se encontraba de espaldas en esos instantes. Todos pudieron observar como el encantamiento de la rompemaldiciones era bastante efectivo, sin embargo, tan solo un par de segundos bastaban para saber que algo no había salido como debería después de ejecutar el hechizo… Un pequeño círculo negro comenzó a crecer y expandirse justo en la zona de la espalda de Bloodborn en la que había golpeado el encantamiento de Brianna, un rápido vistazo a la varita del hombre bastaba para ver que estaba conjurando algún tipo de magia. De forma extraña y tétrica parecía que no solo se había defendido de un hechizo que había salido a toda velocidad, sino que también daba la sensación de que había absorvido el mismo con este manto negro que había conjurado ¿Que tipo de magia era aquella? ¿Algo que había desarrollado allí mismo en Azkaban? No sería extraño que alguién tan radical hiciera eso. Sea como fuera, al menos parecía que Matthew había resentido un poco el repentino ataque en su contra, pues su postura estaba más tensa en esos momentos.

—Ah… ¿Y asi piensan dialogar su salida de aquí? Maravillosa potencia Brianna, tu profesión y experiencia dejarían a varios aurores sin trabajo— El hombre elogió mientras soltaba una risa suave, sin dejar de mirar en un semblante reflexivo la lluvia que caía fuera de la prisión, para después girarse a ver al grupo. —¡Impresionante! Incluso al Boggart… no debería extrañarnos, siempre queda espacio para mejorar, para perfecciona aún más nuestras capacidades ¿No?— Volvió a decir, como si tan solo estuviera apuntando mentalmente los resultados de su "experimento" 

—¡Levicorpus!— Su hechizo llevó una velocidad sin igual, casi a la par de Brianna, y el mismo terminó impactando contra el cuerpo del Arlequín Feliz, quién se elevó hasta golpear contra el techo, quedando allí atrapado, Bloodborn tan solo quitaba de en medio el estorbo, ya habían visto todos con anterioridad como había una cierta enemistad entre ambos. Una vez que hizo esto, procedió a ver al abogado con una suave pero tétrica sonrisa —¡Mi parte del trato! Claro, claro… podría haberles dejado salir ya mismo, pero…— Guardó silencio un segundo tan solo —Michael ¿Que llevas allí? No estarás pensando en llegar a esos extremos ¿No?— Estaba claro que Bloodborn había notado los papeles y expedientes que tenía el bibliotecario encima, aferrandose a la única forma de poder exponer todo lo que allí estaba pasando. —Atacandome por la espalda, y robando documentos de mi prisión. ¡Que gran forma de cumplir su parte del trato! ¿No Tiberius?— Matthew acentuaba algunas de sus palabras, en un claro tono amenazante y que indicaba, que en cualquier momento podría desatarse una batalla, el jefe de aurores ya había dejado un par de pinceladas con su extraña magia y el repentino ataque contra Lord Badak, quién estaba tosiendo contra el techo, y sin ningún daño mayor a la vista.

Erick estaba de acuerdo con Brianna. Él no pensaba cruzar una palabra más con Bloodborn, ya había dejado bastante claro que no atendía a más razones que las suyas. Aún podía sentir la asfixia de cuando le había hecho callar clavándolo al suelo. 

Aunque el resultado demostraba sus temores: derrotarlo en un duelo de magos iba a ser difícil, si no imposible. Pero había algo que no cuadraba, y necesitaba indagar más. 

Mirando a Tiberius, se encogió de hombros en un mudo "¿qué esperabas?" y se volvió hacia el pobre Badak.Las brutales torturas que había visto en su pasado...ahora podía deducir que eran obra de Bloodborn y sus secuaces. Pero lo que veía en persona no era simplemente experimento cruel, había algo personal.

Sin embargo, las preguntas directas no terminaban de servir con Badak.Tratando de remedar su manera de hablar digna de una pantomima, exclamó: 

-¡¡Oooh!! ¡Pobre Arlequín, colgado boca abajo! Dinos, ¿por qué Bloodborn te odia tanto? 

No, Brianna no se iba a dejar engatusar por la insidiosa lengua de Bloodborn. No se detuvo a intentar dialogar ni a buscar un trato con el mago oscuro. Aquel hombre había estado haciendo experimentos con otros magos, había jugado con la vida de personas y a saber qué más atrocidades había hecho. Mientras el auror elevaba al Arlequín hasta el techo, la rompemaldiciones buscó un sitio donde cubrirse y desde el que pudiera combatirle. 

Le había pillado por sorpresa la protección que estaba conjurando cuando le lanzó el conjuro paralizante, pero ahora había perdido esa concentración, había decidido atacar al pobre infeliz, ignorando los movimientos de la mujer. Ya habían hablado demasiado y le había quedado una cosa clara. Él no les iba a dejar salir de allí con vida. 

— ¡Arresto Momentum! — Se asomó, lanzándole ese nuevo conjuro. Había conseguido librarse de la parálisis, así que optó por intentar ralentizarle para mermar sus reflejos y su letalidad.

Goldman imaginaba que, por un motivo u otro, Bloodborn no les dejaría marchar. Al fin y al cabo, y a pesar de que habían sido capaces de llegar hasta el final del juego del jefe de aurores, si les dejase partir, Bloodborn habría tenido que renunciar a proseguir con sus experimentos en Azkaban, y el bibliotecario sabía que el auror nunca haría eso.

El bibliotecario no respondió a las palabras del jefe de aurores, pues al fin y al cabo sabía que no llegarían a nada negociando con él. Por fortuna, Bloodborn se había centrado inicialmente en atacar al Arlequín Feliz, lo que le había permitido a Briann la posibilidad de atacar.

-¡Protego Totalum! -exclamó Michael, tratando de conjurar un hechizo protector lo suficientemente potente como para cubrirles de los ataques de Bloodborn.

El jefe de aurores se encontró a si mismo bastante lento ante el segundo ataque de Brianna, quién había aprovechado la oportunidad que el propio Bloodborn había creado al concentrarse en quitar de en medio al Arlequín Feliz, el hechizo conjurado por la mujer dio en el blanco con gran eficiencia, causando que el hombre gruñera por lo bajo —Maldita…— Con sus movimientos relentizados por el encantamiento, su siguiente acción fue crear una barrera protectora, haciendo uso de sus habilidades para hacer conjuros no verbales y debido a que tal como Brianna intentaba hacer, sus acciones se habian vuelto más lentas. —¿Asi lo quieren hacer?… ¡Que asi sea!— Bloodborn gritó con un repentino cambio de personalidad, claramente molesto por la "osadía" del grupo para con su persona.

—Bombarda Maxima— Gritó con fiereza, sabiendo bien que el encantamiento de Brianna había hecho efecto y que el bibliotecario estaba alzando un "Protego Totalum", no apuntó a ninguno del grupo, y más bien se enfocó en el suelo que estaba cerca de todos los presentes, para asi sortear a Michael y crear una explosión fuerte que alzara el polvo, piedras e incluso pedazos del mobiliario que se hubiera llevado con su hechizo, de forma que se tuvieran que cubrir si no querían salir heridos y asi ganar tiempo para hacer él lo propio —¡Tan solo miren como estan! ¿Creen que hacer esto sea lo más inteligente?— Soltó en voz alta, mientras aún relentizado se cubría antes de que se llevara a cabo el siguiente intercambio de encantamientos; claramente el hombre hacía uso de su filosa lengua para indicar el estado tanto físico como mental en el que se encontraba el grupo, algo que sin duda tenían que tomar en cuenta.

Tal parecía que la batalla final contra el principal responsable de todo ese infierno había comenzado, Bloodborn se miraba como el único obstáculo que quedaba para el grupo, aunque la duda de si aún existía algún enemigo más quedaba en el aire, mucho más porque hasta el momento, aún no había indicios que comprobaran o negaran la existencia de aquel basilisco que había mencionado Michael. Del mismo modo, la forma tan rápida en la que escalo el conflicto, con Brianna queriendo ir directo a la acción sabiendo que no había forma de dialogar o llegar a algún acuerdo con el jefe de aurores, causó que Erick no obtuviera respuesta de parte de Badak, quién más que enfocarse en la pregunta que le habían hecho, se limitó a seguir riendo como loco. El comerciante tendría que esperar para que su duda obtuviera una respuesta, y dado que estaban ante un enemigo bastante peligroso, tal vez era lo mejor no concentrarse en cosas ajenas a la batalla que se estaba desarrollando en esos instantes.

Esta vez Erick no pudo hacer ninguna de sus portentosas demostraciones de agilidad; un par de fragmentos de piedra levantados por el martillazo de Bloodborn le golpearon en la cabeza antes de llegar a protegerse y cayó al suelo. 

Maldijo la idiosincrasia del Arlequín. Pensó que a lo mejor podría ayudarles como había hecho otras veces, pero en aquel lugar ni la inteligencia ni la lógica funcionaban. O quizá ni él mismo lo recordaba...ya le había dado la impresión cuando buscaban la salida por los pasillos de que, si era una copia animada por la magia de Azkaban, no era completa. 

Cuando logró incorporarse, un reguero le corría por el rostro. Con su mano comprobó que era sangre, y se asustó. Quizá el presagio era cierto. Quizá iban a morir allí. Llevado por el pánico, no se le ocurrió nada mejor que imitar lo que había hecho Bloodborn y trató de volar en pedazos una de las enormes puertas con la esperanza de bañarle en astillas -¡Confringo!- 

Tiberius apretó la mandíbula y no dijo nada acerca de los reproches que comenzó a dirigirles el auror. Sus compañeros comenzaron la lucha. Cuando Bloodborn lanzó la bombarda, el pelinegro se puso a cubierto poniéndose detrás de lo primero que pillara mientras se tapaba la cabeza con los brazos para protegerse - ¿Y qué quieres de nosotros para que nos dejes salir? Hasta donde sabemos, solo teníamos que llegar hasta el final y ¡hemos llegado! - decía en un intento de dialogar mientras estaba escondido.

Se asomó para ver dónde se encontraba su enemigo y apuntó con la varita hacia los pies de éste - ¡Bombarda Máxima! - dijo lanzando el mismo hechizo, con intención de hacerle perder algo de tiempo.

El encantamiento de Bloodborn alcanzó de lleno a Michael, golpeándolo en la espalda con gran intensidad. El bibliotecario apenas tuvo ocasión de esquivarlo, siendo demasiado lento como para evitar que la metralla alcanzase su espalda.

Goldman cayó al suelo con un alarido de dolor, levantándose lo más rápido que pudo, sintiendo todo su cuerpo dolorido y notando un inmenso dolor en su espalda. El bibliotecario sabía que en esos instantes cada acción contaba si querían derrotar a Bloodborn. A priori, todo apuntaba a que el jefe de aurores era el último desafío al que harían frente. Apuntó hacia Bloodborn con su varita, con la esperanza de realizar el hechizo correctamente.

-Petrificus... Totalus... -expresó el bibliotecario, con perceptible indecisión.

A pesar de haber buscado algo de cobertura, un enorme cascote de piedra consiguió alcanzarla, golpeándola brutalmente en el hombro. Un destello de dolor la dejó durante un segundo completamente aturdida. Brianna apretó con fuerza los dientes, ahogando un gemido, enterrándolo en lo más profundo de su garganta. 

Tenía todo el cuerpo dolorido y sentía un fuerte latido en las sienes. La rompemaldiciones volvió a asomarse con la intención de desarmar a Bloodborn.

Sin pronunciar ninguna palabra, apuntó al jefe de los aurores...

El jefe de aurores sonrió con cierta malicia en cuanto vio que el proposito de su hechizo había funcionado bastante bien, con la metralla que había dejado ese Bombarda maxima la cual había alcanzado a la gran mayoria de aquél grupo de magos, quienes se habían salido de su control al llegar tan lejos dentro de Azkaban, algo que por supuesto, le irritaba en sobremanera… El grupo se hallaba herido y bastante más maltrecho ahora que les había caído a todos, salvo Tiberius, aquella metralla. Con Michael y Erick sangrando de la espalda y cabeza respectivamente, y Brianna añadiendo una nueva herida a las que ya su cuerpo estaba intentando soportar, el límite de la mujer estaba siendo rebasado ahora con un nuevo golpe y dolor sobre su hombro, aunque tal vez debido a la adrenalina, o al simple hecho de no querer ceder ante una persona como Bloodborn, estas heridas no parecían ser impedimento para seguir presionando al hombre que les estaba impidiendo escapar por fin de todo ese infierno por el que estaban pasando.

Fue asi que la sonrisa de Matthew se desvaneció al ver, desde la zona en donde se había puesto a cubierto, que el grupo entero se lanzaba a la ofensiva de nuevo, el hombre se llevo las manos a la cabeza para cubrirse de los encantamientos de los tres hombres, que aunque habían fallado sus respectivos hechizos, si que lograron hacer sentir al hombre contra las cuerdas ante tremendo asedio que dejó las puertas de la entrada de Azkaban destrozadas, asi como parte del suelo que había cerca del jefe de aurores totalmente reventado. —¡Era sencillo Carragher!— Gritó desde su cobertura —Solo tenían que entregar todo lo que han robado… ¡Cerrar sus bocas y regresar a casa! ¡Esto es por nuestra comunidad maldita sea!— Gritó de nuevo, indicando que sin duda Bloodborn defendía con su carne misma esa ideología podrida y llena de sangre inocente, toda la que había derramado usando esa prisión como experimento.

Lo que Bloodborn no esperó, fue que de nuevo Brianna le sorprendiera de nuevo ahora con un Expelliarmus que le mandó su varita a volar bastante lejos de él, algo que, en combinación con el hechizo anterior de la mujer, le dejaban como una rata arrinconada —¡Eres una maldita Brianna!— gritó con cierta furia, golpeando la pared mientras soltaba un suspiro. El hombre por supuesto no se rendiría tan pronto, no siendo un auror de alta clase y bastante reconocido ¿Como entonces estaba perdiendo ante esos cuatro? Era imposible, inaceptable… Fue entonces que tomó un poco de aire, listo para intentar un contra-ataque desesperado y sin pensarlo demasiado. Haciendo uso de su magia oscura, se convirtió en una partícula de oscuridad que salió lo más rápido posible de su escondite —¡Diffindo!— Cuatro rayos de luz salieron en dirección a todos, sin embargo, a comparación de la letalidad que había demostrado tener durante su primer encuentro, en esta ocasión todo era diferente; La velocidad de las tinieblas en las que se había convertido era como si estuvieran a cámara lenta, haciendolo un objetivo obvio, al igual que sus encantamiento, que no solo eran más débiles por haber sido conjurados sin varita, sino que su velocidad estaba reducida sin duda alguna, haciendo fácil el poder esquivarlos o bloquearlos con otro hechizo, según fuera el caso.

Matthew sin duda maldecía a Brianna, quién había logrado encestar dos hechizos que le habían desarmado casi por completo, estaba claro que ir a la ofensiva con tales desventajas era un acto desesperado, pero de nuevo, Bloodborn no parecía ser una persona muy sensata. Y aún con todo lo que estaba en contra del jefe de aurores, como su velocidad mermada y la debilidad en sus hechizos, si bajaban la guardia podría ser mortal.

Susurros de Basilisco

Gracias a los esfuerzos del grupo, y de las acciones de su compañera Brianna, el bibliotecario podía ver que la batalla se inclinaba al favor de todos ellos, sin embargo en un momento dado, Michael comenzó a sentir un fuerte punzón en su cabeza, el escalofrío que ya le había acompañado anteriormente volvió a él, y junto a este, aquellos susurros empezaron a rodearle, casi como si aquel horrible basilisco que le había estado acosando desde varios pisos arriba por fin estaba llegando a él. La serpiente comenzó a hablarle de nuevo, en su propia lengua, una que ninguno de sus compañeros podría entender, solo él podía hacerlo.

—Morirán Michael... Es tu oportunidad… Tu momento de escapar— Esta vez sus palabras no solo buscaban atormentarle con la idea de la muerte, sino que parecía ser diferente… parecía estar llena de insinuaciones para que buscara irse de allí, después de todo, con Bloodborn empleando tácticas desesperadas y ante todo el bombardeo que le caía de vuelta, no sería realmente díficil escabullirse y salir de allí —Tienes todos los documentos, solo debes correr… Dejalos morir— los siseos de la horrible serpiente retumbaban en su cabeza, causando que su equilibrio y concentración se sintieran quebrantados por un momento, la influencia negativa que aquella horrible prisión y todo lo que había pasado en pisos anteriores no ayudaban en nada a tener claridad en su mente, tenía que hacer algo para sobreponerse, o su lucidez se iría apagando poco a poco…

-¡¿Pero qué demonios?!- Erick corrió a esconderse del hechizo tras un montón de escombros. No sólo aguantaba conjuros que hubieran hecho caer a un elefante, sino que además los lanzaba sin varita. El alivio que había sentido por un segundo se marchitó igual de deprisa. Estamos perdidos.

O no. Se dio cuenta de que aquel era otro imposible como los que llevaban experimentando desde que despertaron allí. Las crituras alteradas, los pasillos infinitos...era la misma magia oscura de Azkaban, que retorcía las fronteras de lo que se podía hacer. El poder casi divino que había mencionado Badak. ¿Estaba Bloodborn recurriendo a ella en un intento de deternerles? Y si él era el último obstáculo...entonces tenían algo que podía ayudarles después de todo.-¡Accio libros! 

Volvió aquel entisiasmo maníaco. Sí, aquellos libros debían de tener alguna respuesta sobre los encantamientos a los que Bloodborn se había sometido, cómo contrarrestarlos, cómo derrotarle. Bloodborm, a fin de cuentas, era una prueba más. A él no le hacía falta perder tiempo buscando. Y si no lo tenían, lo averiguaría a través de ellos gracias a la bibliomancia. Necesitaban algo más eficaz que lanzarse hechizos, ¿Y no había dicho Bloodborn que hasta él tenía talentos fuera de la norma?

Colocó ambos en el suelo, cerró los ojos y susurró -¿Cuál es el secreto de Bloodborn? ¿Cómo podemos vencerle?- Acto seguido, abrió ambos de un manotazo, y dejó que las páginas corrieran hasta sentir ese momento en donde debía clavar los dedos, a la velocidad del rayo. 

​​​​​Abrió los ojos y leyó. Acto seguido gritó: - ¡Brianna, escuche...!

A pesar del fuerte dolor que recorría su brazo, Brianna consiguió esbozar una sonrisa al ver cómo la varita de Bloodborn era lanzada fuera de su alcance. Sonrisa que desapareció en cuanto vio que él podía seguir conjurando, ignorando la falta de varita. 

La rompemaldiciones estaba herida y el cansancio empezaba a hacerle mella. Sentía su cuerpo tembloroso y cada movimiento era una tortura, pero no iba a dejarse vencer tan fácilmente. Consiguió esquivar el rayo que iba directa hacia ella, pero era consciente de que si lo había conseguido había sido gracias a que Bloodborn se encontraba ralentizado, si hubiera estado en plenas facultades, aquel rayo podría haber sido letal... 

— Estás más loco de lo que pensaba si creías que nos íbamos a ir de aquí como si no hubiera pasado nada... —

De reojo vio a Erick consultar un libro y escuchó que la llamaba, pero no podía detenerse a escucharle...

— ¡Dime...! —

Le respondió, con urgencia en la voz mientras apuntaba nuevamente al jefe de los aurores con un nuevo conjuro, sin pronunciar ninguna palabra, evitando de esa manera ponerle en guardia. Era el momento de volver a intentar paralizarlo, no tendrían otra oportunidad de pillarlo tan vulnerable...