Partida Rol por web

Hans se despertó también e hizo lo mismo que Octavius, esperar a que fuera lo que fuese que se venía arrastrando, asomara por el rellano de la escalera. Iba lo suficientemente lento y ruidoso como para no ser un enemigo. Sería consciente de que los alemanes lo habían escuchado y su vida corría peligro al estar preparados ante su visita.

Octavius se preguntó entonces, qué podía ser. En la mente se dibujó un hígado humano, resbalando lentamente sobre su misma sangre, escalón a escalón. Quizás el hígado de Grüber, arrancado de su cuerpo por otra lanza empaladora. Siguió apuntando con su rifle, sin moverse. Fuera lo que fuese se sabría pronto, apenas en unos segundos aparecería en su campo de visión, justo en las escaleras por la que minutos antes había bajado.

La tensión inicial que Hans había sentido al despertar y lanzarse al suelo remitía, el transcurrir del tiempo en ese lugar parecía no atender a ninguna norma temporal establecida. No debería hacer ni medio minuto que ambos soldados se habían lanzado al suelo pero para Hans ya le parecía como si llevaran horas. Recordó las largas noches esperando tras las trincheras y le parecieron más llevaderas que escuchar el extraño sonido de aquello que se les acercaba.

¡Maldita sea muestrate ya!

Finalmente los pasos llegaron cerca del rellano y la pesadilla se reveló a los ojos de los soldados. Se trataba de un hombre, o al menos lo que quedaba de él, al que le habían arrancado la piel por completo. Los músculos y tendones de aquella cosa estaban al descubierto y se podía observar como se contrarían y se relajaban con cada movimiento.

Se detuvo y con parsimonia giró la cabeza hacia ellos. Unos ojos sin párpados se clavaron en los alemanes, era imposible determinar su expresión ya que la ausencia de labios hacía que mostrara una permanente y grotesca sonrisa. Luego volvió la cabeza y continuó bajando hasta llegar al rellano.

Al verlo de cuerpo entero descubrieron que toda la piel del cuerpo le colgaba de los talones y la arrastraba tras de sí como si de un dantesco velo se tratara. Todo el cuerpo estaba cubierto de coágulos de sangre reseca y uno de ellos mantenía una hoja de papel adherido al abdomen del ser.

Con lentitud adelantó un pie para bajar por las escaleras.

Los rusos recorrieron el pasillo cautelosos. A cada paso que daban el aire, por falta de ventilación, adquiría un fuerte olor a moho a pesar de que el ambiente parecía estar cada vez más seco. Cuando llegaron al recodo del pasillo observaron que este continuaba unos metros más hacia el oeste para morir en una puerta cerrada y que a ambos lados del mismo se abrían nuevos accesos igualmente cerrados. No había otra fuente de luz allí que no fuera la que arrojaba la vela que ellos portaban.

Examinaron la puerta que estaba enfrente de la puerta por la que habían entrado a la planta de la servidumbre. La madera estaba podrida, aunque a diferencia de la anterior no se había hinchado hasta atascar la hoja. No se veía ninguna cerradura y cuando Alexeva accionó la manija para abrir la puerta se escuchó el click del mecanismo, sin embargo la puerta no abría, algo en el interior de la habitación impedía mover la hoja. Probó a empujar por si algún obstáculo dificultaba el recorrido de la hoja pero no consiguió nada.

La pareja continuó su lento discurrir a través del oscuro pasillo, habiendo ya dejado atrás la sala que les permitió entrar a la planta de la servidumbre. Mientras Grigori iluminaba lo mejor que podía dada su precaria, fuente de luz, Alexeva procuraba escuchar con atención a cada pocos pasos que daban, por si los alemanes - o algo peor aún - intentaban sorprenderlos.

Poco a poco avanzaron por el nuevo pasillo, dejando varias puertas, mohosas y oscuras, atrás. Alexeva estaba convencida de que debían ascender para hallar el supuesto dormitorio del niño, si bien nada podía hacer para corroborar sus pensamientos.

De ese modo continuaron hasta llegar al otro extremo del pasillo, con la esperanza de que aquella última puerta condujera a las escaleras...

Todo resultaba demasiada aterrador, pero por suerte, y en cierto modo ya se habían acostumbrado al terror de la casa. Ahora tan solo había que esquivar las pruebas que nos iba poniendo la casa. Solo entonces tendrán una oportunidad de salir de allí.

Con cautela, avanzaron por el estrecho pasillo hasta girar un pequeño recodo hacia la izquierda. -Ojalá todo esto se termine pronto..- Susurro a modo de esperanza intentando no tropezar con nada para que no hicieran ningún innecesario ruido y a su vez no se les apagara su única fuente de luz.

Sin más, Grigori, leyo las intenciones de la mujer y acercó aún mas el objeto hacia el pomo de la puerta para que esta la abriera.

Cuando vió aquello Hans levantó la vista del fusil, incrédulo, como si intentara asegurarse de que aquello estaba allí... y valla si estaba.

Volvió a apretar el fusil contra su hombro y a apuntar a ese ser. Cerró su ojo izquierdo con tanta fuerza que parecía que quisiera hacerlo desaparecer y apuntó con el derecho entre los ojos del descarnado.
Contuvo el aire durante un momento para que el respirar no le hiciera vibrar el fusil y luego hundió el gatillo poco a poco hasta que sonó el disparo.

En esta ocasión la puerta no opuso más resistencia a ser abierta que la debida al largo tiempo en desuso. Al otro lado había unas escaleras de piedra encajadas en unas paredes llenas de verdín que, lejos de llevarles hacia el piso superior como ellos deseaban, se internaban en las entrañas de la tierra. Un fuerte olor a moho y podredumbre hirió su olfato cuando el aire, largo tiempo encerrado en aquel sótano, salió al exterior. Desde lo alto de la escalera los rusos no alcanzaban a ver más que una pequeña porción de suelo embarrado y un barril.

La se abalanzó sobre Octavius, el cual estaba paralizado por el miedo al pie de las escaleras y no acertó a moverse. Hans reaccionó y consiguió la suficiente entereza como para disparar al monstruo. El disparo dio en el blanco. La bala atravesó el cráneo saliendo por la parte de atrás convirtiendo la cabeza del ser en un surtidor de masa cerebral. Sin embargo el disparo no pareció afectarle más allá de hacerle perder momentáneamente el equilibrio a causa de la fuerza del impacto.

Con un movimiento lento pero inexorable el ser descargó un zarpazo sobre Octavius que el joven alemán no tuvo ningún problema en esquivar.

El sonido de los pasos dio lugar finalmente a que vieran qué era lo que los provocaba. -Es ... es el tipo que estaba muerto -alcanzó a decir Octavius antes de quedarse con la boca abierta.No pudo reaccionar. Había visto cosas muy extrañas, sangre, muerte, amputaciones, pero nunca a alguien que hubiera sido despellejado caminando como si nada. No movió ni un músculo hasta que el disparo de Hans le devolvió a la realidad.

Aprovechó el momento para esquivar el ataque de aquel ser. -Dios, ¿has visto eso? ¿qué mierda de bacteria es esa que me dijo Grüber? si hombre... ¿una que se come la piel? -dijo mientras reculaba escapando de sus zarpazos. Dejó atrás los zapatos y los calcetines pero se llevó el rifle. -Acabemos con él, ¿tienes algo que prenda fuego? -miró en sus bolsillos en busca de un encendedor. Tampoco tenía alcohol ni tela de sobra para incinerarlo, pero no sabía bien qué hacer ante aquella persona desprovista de piel y de... cerebro.

-Es como un zombi.

Alexeva maldijo entre dientes al ver que lo que esperaba que fuera un medio de ascender al piso superior era en realidad todo lo contrario. Pero a pesar de todo, procuró no desanimarse. Aún disponían de algo de tiempo, ya que no se oía a los alemanes por ningún lado.

Ambos rusos seguían en silencio, intentando escuchar además si algo se movía en la recién descubierta esclaera, o tal vez bajo ella. Alexeva se giró hacia el fornido campesino, buscando su consejo. Estaban juntos en esa extraña casa, y ambos debían estar de acuerdo para sobrevivir. 

Grigori, ¿qué hacemos ahora?  preguntó a su compañero ¿Inspeccionamos ese sótano por si hubiera algo de utilidad o seguimos buscando?

Se detuvo en seco. No di un paso más. Creyó seguir escuchando pasos alejándose en la oscuridad, pero quizás era solo su imaginación. No avanzómás porque a cada paso que daban, estaban más y más lejos de la salida. Si alguno dejaba de moverse la distancia que les separaría sería menor. Entonces fue cuando miró hacia atrás. Sólo vió el pasillo entre la oscuridad que había dejado atrás. Caminaba lentamente, más de lo que le había parecido escuchar, con una mano en el bolsillo de su chaleco, y mirando al suelo.

No dió mas que un par de pasos para ver que ocultaban aquellas siniestras escaleras, de nuevo giró sobre sus pasos para alargar uno de sus brazos y tenderselo a Alexeva. -Será mejor que sigamos, creo que sería una perdida de tiempo ir abriendo puerta tras puerta, sigamos a ver que encontramos..-

Con decisión tiró de la mano de Alexeva, para que esta le acompañase en el giro, y juntos bajaran por las escaleras.

De acuerdo entonces contestó la mujer mientras descendía tras él. La tenue luz de la palmatoria apenas bastaba para que intuyeran la presencia del siguiente escalón, pero aún así, ambos bajaron paso a paso, aguardando preocupados a que algo saltara sobre ellos...

Octavius se puso fuera del alcance del engendro al tiempo que Hans abría fuego de nuevo contra aquel ser de pesadilla. El disparo acertó de pleno en la cabeza y la hizo volar en mil trozos, salpicando las paredes de sangre y sesos. Octavius imitó a su compañero y también hizo fuego con el fusil. El disparo atravesó la pierna, pero a pesar de todo el ser, descabezado, continuó avanzando hacia ellos.

Bajaron con cautela y alzando la palmatoria para aumentar el radio de acción de la luz vieron que se encontraban en un sótano rectangular que debía ser tan grande como la planta de la casa. El olor a moho y podredumbre era tan intenso y sofocante que les asaltaron unas fuertes nauseas antes de conseguir empezar a acostumbrarse a respirar aquel aire viciado. Las paredes aparecían totalmente cubiertas de un barrillo negruzco y en muchos puntos crecían unos repulsivos y pálidos hongos. El suelo era de tierra y estaba muy húmedo, formando pequeños charcos de agua putrefacta aquí y allí. Lo único que parecía ocupar la estancia eran barriles de diversos tamaños. Algunos rotos, otros en buen estado, otros sin tapa y otros perfectamente sellados.

Les pareció ver algo en el interior de unos barriles destapados que estaban cerca de ellos y se acercaron a examinarlo. A la luz de la vela vieron que el dantesco contenido de los barriles no era otro que cadáveres en diversos estados de descomposición. Los cuerpos habían sido metidos a presión y muchos de ellos presentaban posturas grotescas con los espinazos partidos de diversas formas y los miembros situados en ángulos imposibles.

En ese momento escucharon dos disparos de fusil provenientes de la planta noble de la casa.

El engendro zombi se acercaba hacia ellos inexorablemente. Pese a los disparos seguía caminando como si nada y Octavius temía lo peor. Miró las posibles escapatorias y lo pronunció en voz alta -¿Crees que podrá abrir puertas? -La mano le quemaba, el viento helado congelaba sus pies que llevaban demasiado tiempo sin calcetines y ahora estaba muy cerca de la nieve que entraba por la puerta abierta.

-Creo que deberíamos entrar en la biblioteca o subir por la otra escalera -Empezaba a sonar como si un chiquillo hablara de donde poder esconderse mientras su amigo contaba de espaldas a la pared -uno, dos, tres, cuatro... -debía encontrar la manera de escapar de aquel ex-humano que intentaba atacarle -O bueno, siempre podemos destrozarle -dijo mientras apuntaba a una de sus piernas esperando dañarla lo suficiente para que no pudiera andar.