Partida Rol por web

El mar que os separa de la Isla Leodruhn es tan oscuro como el abismo. La isla es un lugar rocoso e inhóspito, reclamado por los nobles y cuyo fuerte fue renovado para ser usado como palacio de recreo.

Algo más de una milla marina es la distancia que se debéis recorrer sin ser detectados. Sabéis que las luces están situadas en torres de vigilancias, construidas en pequeños islotes que rodean la isla. Su cometido es evitar que ningún intruso se atreva a cruzar estas aguas malditas.

El bote se desliza sobre el mar y poco a poco os acercáis a vuestro objetivo. Lentamente...
Oís algo en el agua, antes de verlo y de que empuje de forma leve el bote por un costado. A Pesar de la escasa visibilidad, una forma alargada se sumerge varios metros por delante de vosotros. Apenas unos instantes después algo golpea la parte sumergida del bote, de manera algo más brusca. El ser repite el empujón, mientas otra segunda forma, también alargada, y se deja ver unos segundos.

El viaje en bote iba a ser muy difícil considerando la situación, cada rincón de estas tierras ya sea por mar o no era peligrosa y Julianne lo tuvo muy en claro. Por ello es que sentada en el bote, fue remando como si se tratase de una caricia sobre el agua para que no genere un ruido especial y mientras intercambió alguna que otra mirada con su compañero, estaba claro que la tensión podía palparse incluso ahí. 

De repente sintió un golpe y al observar, le pareció que algo estaba provocando esto, seguramente algún tipo de animal. Eso le preocupó porque vino otro y otro más, así que rápidamente sin decir palabra alguna, le indicó a Jean que se acostara sobre el suelo del bote para ver si paraba o que más pretendía hacer. Es que de tirarlos, estaban perdidos y la única manera de mantenerse arriba era pegándose al suelo. 

—Estamos jodidos... 

A pesar de que la distancia entre un punto y otro era relativamente corta, Jean-Paul se mantuvo alerta en todo momento. Después de todo, era de sobra conocido que los animales cambiaban en contacto con la lluvia-noche, y aquellas aguas recibían descarga tras descarga de aquella extraña sustancia, por lo que era de esperarse que sus habitantes hubiesen cambiado con el pasar del tiempo.

Lo primero que advirtió fue aquel movimiento en el agua, tensándose como la cuerda de un arco, y tratando de remar con más delicadeza, pero dejó salir un gruñido de frustración cuando sintió aquel golpe en el bote, intercambiando con Julianne una mirada de preocupación, justo antes de sacar los remos del agua, meterlos al bote y acostarse a un lado de la chica, tratando de mantener su respiración controlada. A pesar de la situación, se las arregló para dedicarle una sonrisa entre pícara y tranquilizadora.

— No es definitivamente el tipo de vaivén que tenía en mente —le susurró—. ¿Tienes alguna as bajo la manga? A mí se me ocurre uno, pero es... jodido —concluyó.

La criatura golpea de nuevo el fondo de la barca, lo que hace que os tambaleéis sobre este peligroso mar. Otra envestida y un pequeño crujido en la madera os hace creer que pronto abrirá una vía de agua.

No sucede nada.

Os deslizáis como un simple tronco y os tenéis la certeza de que los animales marinos han perdido el interés en vosotros. Aunque eso no os aleja de los posibles peligros, pues no tardaréis en aceraros a las luces de las torres de vigilancia, situadas en los islotes.

—Tranquilo, tenemos que avanzar lo más pegado al suelo y no resultar una amenaza para ellos. Confía en mi. 

Esas aguas eran muy peligrosas y eso Julianne lo tenía más que claro, sólo que en vez de ir a por el animal marino que estaba en su territorio, prefirió ser un objeto flotando más en el entorno. Por ello se dio cuenta de que más allá del primer embiste, no hubo más porque la criatura esperaba alguna reacción de nuestra parte y eso nos hubiera garantizado la muerte segura, así que por lo menos de esa pudieron zafar. 

—Tendremos que cubrirnos con una manta y avanzar lentamente, las Torres pueden ser otro obstáculo—comentó la joven mientras observaba desde el suelo del bote—. Si en uno de sus avistamientos, solo ven un bote, pasarán de nosotros. Ya verás. 

Era un trabajo de paciencia, más aún cuando se estaba rodeado de tantas desventajas. 

El muchacho se quedó completamente quieto, casi al punto de contener la respiración para evitar que el bote se moviera más de lo necesario. Su mirada danzaba entre la figura de Julianne y la oscuridad del exterior, intentando escuchar o avistar… algo, aunque no estaba seguro del qué.
Cuando el silencio y la tranquilidad se prolongaron hasta que era prácticamente certero asumir que las bestias submarinas habían perdido el interés, Jean-Paul se irguió, quedando sentado sobre sus piernas, lanzándole a su compañera una mirada de satisfacción.
— Nada mal —le guiñó un ojo.
Ya la chica había demostrado su habilidad, así que no tendría ningún problema en seguir sus indicaciones al pie de la letra, remando con extrema suavidad, casi sin chapotear, y preparándose para lo más difícil: llegar al sitio sin que nadie los detectara.

Remando sin provocar ningún sonido o chapoteo el bote se desliza con suavidad entre los haces de luz. Los hombres que vigilan en las torres, cuyos focos y cañones hidráulicos son alimentados por lluvia-noche, se esmeran en cumplir su tarea. Un ruido en las aguas desvía su atención lejos de la ruta que sigue la barca. Un par de criaturas se enzarzan en una lucha para ver cual de ellas consigue devorar un montón de basura que flota sobre el mar.

Entre las torres y la isla, hay patrullas. Se trata de hombres armados en botes. No guardan silencio, pues gritan al ver como los animales, bajo las luces acusadoras, se pelean. Su conducta le impide fijarse en como os coláis a su lado, como fantasmas. Gruñen, apuestan y sueltan crueles carcajadas cuando la sangre tiñe el mar, ya de por si turbio.

La costa rocosa esta a vuestro alcance y desembarcáis. La fortificación amurallada es visible sobre la superficie inhóspita. Cerca de vuestro muelle improvisado se ve una capilla dedicada a los Elevados, de reciente construcción, dentro de una cúpula de cristal y bronce para protegerla de las manchas de la lluvia. El interior está decorado con tapices y cristaleras que representan a los líderes de las casa nobiliarias, como si fuesen los salvadores benevolentes de la gente común.

—Se me da bien convertirme en una sombra. 

Las ideas surgían por si solas, un poco por la experiencia misma o por la mera necesidad de no ser descubierta. De todos modos habían pasado entre aquellos guardias totalmente desapercibidos, considerando el show que se estaban montando esas criaturas en el mismo escenario. Eso resultó ser un golpe de suerte, más aún cuando era difícil en un lugar tan vigilado ser invisible. 

No obstante una vez desembarcaron, rápido Julianne descendió del bote y buscó la manera de esconderlo, más que nada para volver a utilizarlo a futuro y no ser un objetivo cazado por los que vigilan la zona. Una vez alzó la mirada, observó cada detalle que ofreció el lugar, hasta la capilla llamó su atención y sería posible un punto de acceso. Más allá de que esto no iba a ser nada fácil.

—¿Vamos a la Capilla?

— Definitivamente —respondió él, en un susurro, observando con los labios apretados el espectáculo...

Hombres y mujeres indisciplinados, todos y cada uno de ellos... Si bien era cierto que entendía que el trabajo de guardia podía ser el más jodidamente aburrido, la importancia de aquel deber era, usualmente subestimado. No obstante, el muchacho sentía cierta lástima por ellos, pues cuando la sangre del heredero y su dama regaran el suelo, ellos serían los culpables, y definitivamente pagarían el precio.

Tras llegar a la costa, Jean-Paul se aseguró de esconder bien el bote entre algunas rocas, incluso colocándolo al revés para que la quilla del mismo pasase por algún peñasco, arrecife o algo así. Después de todo, lo necesitarían para huir, aunque ahora que lo pensaba, tal vez no era lo mejor... pero no estaba mal tener opciones.

Una vez terminada aquella labor, el muchacho se tomó un momento para admirar el panorama, asintiendo a la propuesta de su compañera.

— En el peor de los casos, nos protegemos de la jodida lluvia-noche —murmuró, fastidiado, mientras el aceitoso líquido se escurría por los lados de su capa.

Os refugiáis en el templo mientras la lluvía-noche cae con más intensidad y maldecís vuestra suerte. Mientras la tormenta amaina, observáis la cara decoración y las mentiras allí contadas, donde se presenta a los rastreros y asesinos nobles como gente de bien.

Cuando la lluvia es un simple aguacero oscuro, emprendéis de nuevo el camino hacia el fuerte.