Partida Rol por web

- Bueno días, doctor Rius. - Saludó el agente obviando sus hirientes palabras. - No esperaba encontrarle en el turno de tarde. - Afirmó. Y de hecho no creía que estuviera tan pronto allí. Al parecer él no era el único que hacía horas extra en aquella ciudad. - Me informó el Comisario de que había una nueva víctima relacionada con el caso del señor Aureli. - Se encogió de hombros. - Pero me he equivocado de cadáver, o es una falsa alarma... - Sonrió.

-Pues no sé muy bien qué decirle -empezó a explicarte el médico -. Cuando lo trajeron, deliraba bastante y se mostraba asustado. Se llamaba Antoni Gaudí. Yo no sé demasiado de estas cosas, pero por lo visto, era bastante famoso. No entiendo demasiado como es eso posible pero podrá ver que su aspecto deja mucho que desear. Si me lo preguntan, diría que vivía en la misma calle. Pero no es cosa mía.

El médico se acercó al cuerpo y se aseguró que la sábana cubría bien su cuerpo y sobre todo, su rostro.

-Antes de morir, no dejaba de hacer referencia a algo que lo acechaba y perseguía. Ignoro si eso tendrá que ver o no con sus investigaciones.

- ¿Antonio Gaudí el arquitecto? - Al escuchar el nombre le dio un vuelco al corazón. - Era quien estaba construyendo ese templo...

El inspector estaba en shock. Aquello acababa de confirmar que el asunto de aquellas extrañas muertes atañía directamente a la construcción del templo. No hubiera esperado nunca que acabase involucrado a tan altas esferas. 

- Pues creo que si, tiene mucho que ver. - Trago saliva. - De hecho es... - Resopló. - ...algo gordo. Tiene que contarme todos los detalles. ¿Llegó vivo entonces? ¿Qué decía? ¿Quién le encontró? ¿Como sucedió?

El médico te miraba sorprendido y preocupado. Lo último que hubiera esperado era despertar en ti aquella emoción al conocer la identidad del fallecido.

-Pues... cuando lo trajeron, apenas respiraba. Balbuceaba cosas sin sentido, hablando de yo-qué-sé roca que pensaba o algo así. Ya le estoy diciendo, desvaríos de un moribundo. Para mí que ya estaba loco antes del accidente pero yo no le he dicho nada. No quiero que alguien diga que estoy difamando a un hombre de éxito, aunque por su aspecto, desaliñado y desnutrido, nadie lo diría.

- Muy interesante... - Respondió Marro. - ¿Dijo que la roca hablaba? ¿Eso dijo? - Preguntó. 

Era evidente que aquel hombre había pedido la cabeza antes de su muerte. Sin duda por sus apariencias, le podrían haber confundido con un simple vagabundo. Eso decía mucho de cómo pasó sus últimos días u horas. 

- Tranquilo. Nada saldrá de aquí. - Le dijo. - ¿Cómo fue el accidente? ¿Quién lo trajo? ¿Sabe si hay testigos? - Seguramente el forense no sabría las respuestas a aquellas preguntas. - Debió de acudir la policía... - Pensó en alto. - Tendré que hablar con la patrulla...

El doctor se ajustó las gafas antes de responder a tus preguntas.

-Creo que eso es todo. El agente que lo encontró debajo de los caballos estuvo con él hasta el final y créame, no hubo nada más, aparte de lo que ya le he relatado. Fue en las proximidades de su obra, esa "Sagrada Familia". Por lo que estoy escuchando, no conviene demasiado acercarse a ella porque creo que no es la primera vez que se habla de problemas. Y ahora, si no le importa, tengo muchas cosas que hacer, muchos informes que rellenar. Buenas tardes.

El hombre se giró y se dirigió hacia su mesa en donde, efectivamente, parecía haber una buena cantidad de informes que leer y firmar.

Sin duda algo, fuera una enfermedad mental o fuera el mismo misterio que había acabado con las otras víctimas, había estado persiguiendo a Antonio Gaudí hasta provocar su muerte al arrojarse a los pies de un coche de caballos. Sin lugar a dudas, al menos para Marro, aquella muerte estaba ligada a las otras. No sabía muy bien lo que estaba sucediendo, pero su raíz, se encontraba en el templo que el difunto estaba construyendo. Era sin duda, el momento de ir a reencontrarse con sus compañeros. Tenían que ir de una vez por todas a la Sagrada Familia.

- Tenga buenas tardes... - Le dijo a Rius a modo de despedida.

Al salir del Anatómico Forense, se encontró con Sánchez. Estaba fumando uno de sus cigarillos de tabaco negro. Al ver al inspector, lo tiró al suelo y lo pisoteó listo para regresar al interior del vehículo y eso hicicieron.

- Volvemos a la comisaría... - Le dijo Marro.

- Bien. ¿Cómo ha ido? - Preguntó Sánchez.

- ¡No quieras saberlo! - Respondió el inspector.

- Perfecto. Tampoco me interesaba. - Sonrió.

Dicho aquello, Marro recuperó el tomo arcano y comenzó de nuevo su lectura. Esperaba poder enterarse de algo más en el camino de vuelta a la oficina y si no le daba tiempo a leer en el vehículo, continuaría en la comisaría a la espera de la llegada de sus compañeros. No podían tardar demasiado ciertamente. Sin embargo, Sánchez tenía ganas de parlotear y su agresiva conducción hacían que fuera imposible leer una sola línea. Marro se dio cuenta de que por mucho que lo intentara, no lo iba a lograr, por lo que cerró el tomo y trató de descansar la vista un rato durante el trayecto, mientras respondía a molestas cuestiones futbolísticas.

- De acuerdo, pero señor yo no entiendo el castellano antiguo pero quizás Teresa sí, creo que entre dos es mejor descifrar que solo uno Alfonso, no quite la personalidad a cada uno que siga el grupo investigando según sus ideas y motivaciones, que si esto es una obligatoriedad se hace muy pesado. ¿Me comprende Marro?, deje a Teresa escoger su camino, yo iré mejor a la iglesia quiero hablar con el portero y preguntarle un par de cosas. Me hace mas tilín eso que ir a hablar con los familiares de un difunto señor Marro. Dijo Antonio algo confundido y dándole el libro a Marro esperó a que Teresa se decantase por algún camino a seguir en la investigación.

Por un lado aliviado de quitarse el libro de encima y a la pesada bibliotecaria que quería que no saliera el libro de allí. Por una vez que Antonio había hecho algo bien ya se lo iban a quitar de las manos. Y aliviado ante la lengua de sus compañeros que convencieron a la mujer respiró con tranquilidad.

El recinto estaba ya abandonado. La jornada laboral había llegado ya a su fin y el lugar, a medida que se aproximaba la oscuridad de la noche, parecía cada vez más abandonado. Hay una ingente cantidad de material de construcción y de herramientas a la vista, a pesar de lo cual, no hay puerta ni vigilancia en la entrada principal. Antes de llegar a la puerta hay una carretilla de obra con picos y palas. Una cabaña de madera cerrada con un grueso hace las veces de oficina del arquitecto. Otras carretillas y carros aparecen diseminados por aquí y por allá. 

Parece que los obreros ni se han molestado en recoger sus herramientas al acabar de trabajar.

Novoa parecía que no tenía nada que decir, así que os despedisteis de aquella pobre mujer y salisteis a la calle. Una vez fuera, había que ordenar las ideas. ¿Cuál sería el siguiente paso? No parecía que aquella visita os hubiera proporcionada nada nuevo, salvo la sensación de que algo volvía loco de terror a la gente, que huía despavorida o se lanzaba por las ventanas.

¡Vaya ideas!

Averiguar qué era lo que les estaba provocando eso... sí que sería complicado.

Una vez pudo hablar vis a vis con Novoa, se sinceró con ella

-De momento, lo que sabemos, es que alrededor de ese Templo, de noche, pasan cosas raras. La gente muere al pasar por las inmediaciones. Había que buscar a la gente que frecuenta esa zona al caer la noche.... si es que no han volado por los rumores. En todo caso, huele a que tendremos que hacer un turno nocturno pateando las calles alrededor suyo, como mínimo.

Pero, lo primero, es lo primero...

-Antes deberíamos ir a reunirnos con los demás, a la comisaría... Y a ver qué pueden haber sacado en claro del libro... En eso, si mucho no me equivoco, usted podrá ayudarnos mejor que nadie pues... se le nota que tiene más cultura que nosotros.

Lo dijo sonriendo, pues reconocía la verdad... él era un perro viejo, un sabueso; ella, sin embargo, tenía una mente entrenada para trabajar con datos... ¿y qué mejores datos que un mismísimo libro?

Era ya media tarde cuando Marro volvió a la Comisaría, y al entrar, se encontró casi de bruces con Novoa y Zapata que regresaban de su entrevista con la familia de la difunta. Los tres miraron a su alrededor y vieron que no había rastro de Calafell o de López.

Marro seguía llevando el libro con él. Quedaba por saber si había sacado algo en claro o continuaban igual que antes. Por su parte, quizás Novoa y Zapata hubiesen hallado alguna pista que les ayudase en aquel endemoniado asunto. 

-Eh... ¡Si, claro!-Asintió a la propuesta de José Alfonso tras darse cuenta de que había sido nombrado. 

Por un momento su mente se había perdido entre tantos y tantos estantes de libros y había acabado abstrayéndose en conjeturas y pensamientos vacuos relacionados con el caso. Balaguer no estaba acostumbrado a trabajar con un grupo tan grande puesto que siempre lo había hecho por parejas y por ello ( Y por la acuciante falta de un café bien cargado)  había llegado a perder el hilo de la conversación general, pero el estruendo causado por Zapata le devolvió al sitio de manera súbita.

Al parecer había trabajo que hacer y, gracias a Dios omnipotente, esta vez iba a ser por parejas.

-Entonces yo acompañaré a Lopez a la iglesia. Quizá me pase más tarde a hablar con los familiares, ya veremos- se encogió de hombros.

- ¡Buenas tardes! - Exclamó el inspector.

Todavía portaba bajo el hombro el tomo arcano requisado en la biblioteca. Llegaba apresurado a la comisaria y parecía faltarle el aire. Su rostro estaba sereno aunque parecía ansioso por contar algo y pronto lo hizo.

- Hay novedades. - Les dijo a sus compañeros. - Vamos a la oficina y os pongo al día. ¿Habéis descubierto algo vosotros? - Les preguntó por el camino.

La oficina era un lugar no demasiado amplio. Cinco mesas con material de escritorio para la redacción de informes, algunas lámparas para que los agentes pudieran trabajad de día y de noche, varios armarios para guardar archivos recientes, una pizarra colgando de la pared para apuntar cosas y poco más. Marro se sentó sobre una de las mesas encarando al agente y la señorita.

- Hay otra muerte. - Dijo entonces. - Podría parecer que no está relacionada con las anteriores, pero lo está. ¡Vaya si lo está! - Hizo una breve pausa. - Veréis... cuando regresé a la comisaria, quise leer el libro. Pero el comisario enseguida me envió al anatómico. - Resopló. - Había una nueva muerte, me dijo. Me llevé a Sánchez para que me hiciera de chófer. ¡No lo llevaré más! Está próximo a la jubilación y ya no ve como antes... - Tragó saliva. - Traté de leer en el coche, pero me fue imposible por como conducía. - Meneó la cabeza. - ¡Pero vamos a lo importante! Una vez en el anatómico, Rius me confirmó que había una muerte que podía estar relacionada con las otras. El rictus de la cara no era como el de las anteriores víctimas, pero no. El cuerpo estaba destrozado. Un camión de caballos le pasó por encima. Iba vestido con harapos de vagabundo y los testigos dicen que deliraba ya antes de ser atropellado, era como si estuviera loco o asustado. - Hizo una pausa. Aquella historia parecía describir la muerte de un vagabundo demente, pero no la relacionaba directamente con su caso. - Se llamaba Antonio Gaudí. El arquitecto de la Sagrada Familia...

El recinto estaba ya abandonado. La jornada laboral había llegado ya a su fin y el lugar, a medida que se aproximaba la oscuridad de la noche, parecía cada vez más abandonado. Hay una ingente cantidad de material de construcción y de herramientas a la vista, a pesar de lo cual, no hay puerta ni vigilancia en la entrada principal. Antes de llegar a la puerta hay una carretilla de obra con picos y palas. Una cabaña de madera cerrada con un grueso hace las veces de oficina del arquitecto. Otras carretillas y carros aparecen diseminados por aquí y por allá. 

Parece que los obreros ni se han molestado en recoger sus herramientas al acabar de trabajar.

Lopez anduvo por la obra junto a Julián: - Voy a echar un vistazo por aquí, a pesar de que dicen que lo del fantasma es una mala idea, creo que aquí ocurrió algo para que estén sucediendo esas muertes, veré si hay algo que pueda ver por aquí, o si hay acceso a la cabaña por alguna ventana u otra zona. Dijo examinando la zona para ver si veía algo que le llamara la atención, o un acceso a la cabaña por alguna ventana o puerta trasera. 

Sus movimientos se veían a pesar de la noche como una silueta grisácea en el paisaje, pasó con cuidado por los escombros mirando con detenimiento cualquier signo que pudiera darle alguna pista. Quizás buscando un cementerio... pero pudiera ser que estuvieran más al fondo... Cogió por tanto López una pala y empezó a escavar en alguna zona que le hubiera llamado la atención.

Entrasteis en lo que parece ser la nave principal de la iglesia. Aún distaba mucho de ser un lugar sagrado. Montones de tierra, pilas de ladrillos y  herramientas diseminadas aquí y allá era lo único destacable del lugar. Al fondo de la nave, dónde suponíais que ubicarían el altar mayor, aparecían dos puertas, una a cada la dado de la nave.

A pesar de ir con la pala, tampoco es que descubrieseis nada interesante en donde hundirla, así que simplemente, continuasteis avanzando y explorando.

Sin embargo, antes de que pudierais descubrir algo más, sentisteis que estabais solos. No sabríais describirlo pero sentiais una presencia cercana y peligrosa. Al mirar hacia atrás... lo veis.

Es una criatura que rechaza toda descripción, Una masa informe que poco a poco parece esta estar recolocando su materia para dar forma a…¡no, eso no!

Pero lo peor de todo es que de alguna manera, la criatura intenta introducirse en vuestra mente para descubrir vuestros miedos y hacer que, cada uno, la veáis con la forma de lo que más miedo os dé en el mundo.

Antonio entró con Julián en lo que parecía la entrada principal de la iglesia, más que la entrada principal parecía un monumento en ruinas por la cantidad de escombros, herramientas diseminadas por el lugar. Avanzaron hacia lo que suponían el altar mayor, pero allí no había nada a los lados dos puertas... A los lados de la nave cuando iban a seguir investigando sintieron algo detrás y al volverse lo vio, era una masa informe que iba cobrando figura pero a la vez intentaba meterse en la mente de cada uno. Antonio salió corriendo de allí como pudo... sin atisbo alguno de querer seguir mirando hacia atrás solo correr lo máximo posible hasta estar a una buena distancia de allí, a ser posible hacia la comisaría.