Partida Rol por web

Noche sobre Venecia

La Violencia del Oleaje

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26/02/2008, 18:40
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28/02/2008, 18:33
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Poco a poco el otoño se vio forzado por las propias leyes de la naturaleza a ceder paso al invierno y el frío estrechó su cerco sobre la Dama del Mar. La noche pasada, la más fría del presente año, fue testigo de la primera nevada de la estación y, aunque leve y presurosa como el rubor de una joven, dejó los tejados y las riberas cubiertos de blanco. Sin embargo, durante el día de hoy un sorprendentemente cálido sol ha ido borrando durante la jornada toda huella de la nevada. Quizás a la noche vuelva a repetirse el proceso... poco queda para la hora oscura.

El sol se ponía ya sobre la laguna, arrojando sus rojizos destellos que iluminaban campanarios y pórticos. Las aves que ejercían su dominio sobre las islas, palomas, gaviotas y gorriones en su mayoría, retornaban ya a sus tejados buscando el cobijo necesario hasta el día siguiente. Los aromas de las especias en los mercados, en los que los comerciantes recogían ya sus mercancías, dejaban el protagonismo a las cálidas fragancias de los festines que se preparaban ya para la cena. Pronto sería el momento del anonimato, de la cara de porcelana, de las fiestas y el placer.

Para Bianca Della Scala todo aquello quedaba muy lejos, al menos de momento. Deseaba pasear por su ciudad, fundirse con la humedad de la estación, pero se encontraba aún en el interior de su taller, revisando el trabajo del día y despidiendo hasta la siguiente jornada a sus empleados. Le quedaba todavía un buen rato de planificación y preparativos, de correcciones y comprobaciones. Más aún cuando su labor se veía interrumpida de forma inesperada.

Uno de sus empleados, un chico joven que se encontraba aún en los años de aprender el oficio, entró en el taller y se plantó ante ella con gesto inseguro.

-Disculpe, lamento interrumpirla pero creo que debería usted salir a al tienda. Un hombre desea realizarle un encargo un tanto... eh... particular.

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02/03/2008, 11:06
Bianca Della Scala

29/02/2008, 22:49

Las manos volaban entre los tules y las sedas, aleteaban recogiendo hilos, lentejuelas, cintas. Estaba arreglando, ordenando. Los materiales nobles eran suyos, con ellos hacía lo que más le gustaba, preparar los modelos especiales, hechos a partir de las instrucciones o la petición de clientes que no se conformaban con los disfraces convencionales.

Bianca disfrutaba haciéndolos, creándolos. Pero ahora la noche caía, y como cada día a esta hora todo debía volver de nuevo a su sitio, para que por la mañana la rueda reanudara su marcha. Reempezara, y en eso la pulcritud era imprescendible.

Hacía frío. Lo notaba incluso aquí, en el taller. A pesar de las bobinas de tela, de los estantes repletos de cajones de madera, y éstos a su vez repletos de multitud de cosas distintas. A pesar de los maniquíes vestidos con los disfraces a medio hacer, a pesar de las tinas con las colas, los barnices. Hacía frío en Venecia.

Ansiaba cerrar los portones, salir por la puerta lateral y sumergirse en las brumas gélidas de la noche. En la soledad, en el silencio. Necesitaba esa sensación de brutal individualidad. Y pensar. Curar cada rincón de su alma, ahora en carne viva, desde la muerte de Doménica. Desde que era heredera de una nueva verdad.

Pero el momento de salir se demoró. El aprendiz, un muchacho solícito aunque inexperto, la abordó.

-¿Un encargo particular...? ¿Qué encargo es ése del que no puede ocuparse Simona? Voy ahora mismo...

Salió inmediatamente hacia fuera, a la parte pública, la de los mostradores. Un encargo especial... ¿sería interesante? Le entusiasmaban los retos, las dificultades. Y ver los rostros complacidos cuando presentaba el resultado de sus ideas a aquellos que le habían confiado sus deseos, y le habían dejado obrar a su aire...

Aunque la turbación del aprendiz era algo extraño.

Sonrió, y se enfrentó al hombre que la esperaba.

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06/03/2008, 11:21
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Sonrió, y al ver al hombre que la esperaba la sonrisa se le deshizo como la niebla bajo el sol de la mañana.

No es que aquel criado de librea, Mario, le molestase en forma alguna, era por el noble al que servía. De hecho el criado siempre la trataba con respeto y educación, limitándose a cumplir los deseos de su señor. Éste en cambio provocaba sobre Bianca una amalgama de sensaciones desagradables que incluso ella era incapaz de definir. Le causaba desagrado por encima de todo, no confiaba en él y hasta podría afirmar que le resultaba repulsivo. No tenía motivos concretos para ello, es decir, causas justificadas. Es cierto que la miraba de una forma extraña y que se sentía incómoda en su presencia, pero salvo eso nunca le había procurado mal alguno.

Por otro lado debía admitir que Fáusto Malipiero era, con gran diferencia, su mejor cliente. Los encargos más costosos y que significaban un mayor reto para ella siempre habían llegado de parte de Fausto. Además pertenecía a una de las familias más poderosas e influyentes de la república y sería un movimiento demasiado imprudente contrariarle en forma alguna. Fausto era Noble por nacimiento y herencia, sus recursos y su poder económico sobrepasaban lo que la artesana era capaz de imaginar. No obstante al contrario que los de su casta, que se limitan a utilizar su rango y título, a vivir de fiestas y lujo y a abusar de todo aquel que les rodea, Fausto se labró un hueco en el corazón de toda la sociedad de Venecia gracias a su voz. Cantaba en el teatro principal casi todas las noches y había causado sensación desde el mismo momento de su aparición. Su voz tenía un pliegue especial, una entonación diferente, y era capaz de transmitir emociones y sentimientos como nunca antes habían sido testigos los habitantes de la Sereníssima República. Embelesaba al auditorio y lo mecía a su voluntad entre el gozo y el llanto. Les hacía estremecer de placer en los increscendo y les llevaba hasta la agonía en los Réquiem. Había algo en él, algo inexplicable, que Bianca sentía igual que todos los demás. Era un aura intangible que hacía imposible pasar a su lado sin mirarle.

Bianca no había asistido nunca a una de sus glamorosas actuaciones a pesar de que había sido invitada personalmente por el propio Fáusto Malipiero a su palco privado en numerosas ocasiones. Muchos de los disfraces de su vestuario personal, así como todas las máscaras que utilizaba en sus obras habían sido creadas por la artesana. El noble pagaba siempre por adelantado y lo hacía presentando una suma muy superior a la que Bianca solía cobrar por trabajos de esa complejidad.

Por lo que parecía, el círculo iba a comenzar de nuevo.

Mario ofreció a Bianca una sentida reverencia y le dedicó una cálida sonrisa apenas rota por los numerosos huecos en su dentadura.

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08/03/2008, 13:33
Bianca Della Scala

Aunque la sonrisa del criado personal del noble Fausto fué cálida y amplia, a Bianca no consiguió fundirle el frío que había sentido al verle allí, ante el mostrador.

Sin embargo se rehizo prontamante, y disimuló, haciendo una inclinación cortés. Cuando levantó de nuevo la cabeza, su mirada era amable, y sus labios dibujaban casi una línea ascendente, casi, casi.

-Ah, Bienvenido seas, Mario, siempre es un honor recibirte en mi taller, nadie como el Señor Malipiero para apreciar nuestro arte, y agudizar nuestro ingenio y creatividad con sus encargos. Siempre exquisitos, debo añadir.

Señaló con un gesto ambiguo, moviéndose ligeramente a un lado, unos estantes en los que podían verse cortes de telas distintas, sedas y brocados, y unos tarros de vidrio con pedrerías de cristal de roca que centelleaban incluso a la escasa luz de las velas que a esa hora eran todo lo que iluminaba el lugar.

-Precisamente ahora acabo de recibir de Oriente nuevo material, telas de rica y elaborada factura, abalorios e incluso piedras semipreciosas... y ¡plumas! Sabes que he añadido últimamente algunas en algunos de los modelos más fantasiosos... Pero dime, ¿acaso traes algún encargo especial de tu amo, Mario...?

Descansó sus manos cruzándolas en su regazo, y calló, esperando la respuesta del criado, e intrigada así mismo por lo extraño de la hora en que su Señor lo había enviado.

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10/03/2008, 18:29
Director

El criado de librea observaba con atención a Bianca mientras ésta le mostraba el nuevo género llegado de oriente. Sus ojos vivaces escrutaban por igual las telas y plumas... y a la propia joven, mientras sus manos se movían nerviosas arrugando de forma incontrolada su sombrero.

-Son muy hermosas estas telas señora, sin duda, hermosas... como vos, bueno, quiero decir, diculpame… ya me entendéis, como este día… bueno ahora ya no porque es de noche, pero ha sido hermoso como... yo no, no he querido ofenderos señora, jamás me atrevería a... no soy poeta pero seguro que sabéis lo que quiero decir. – como siempre que se encontraba en su presencia, el nervioso enviado de Malipiero sufría un irrefrenable ataque de tartamudez. Su nerviosismo llegaba a ser hasta cómico. – Bueno, yo debería... si, debería pagaros ahora. ¡Aunque no os he hablado del pedido de mi señor¡ Perdonad mi torpeza, si claro, primero el pedido. ¿O preferís que os de el pago ahora?

Visiblemente avergonzado por su falta de palabra el criado optó por callar y clavar al vista en el suelo.

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10/03/2008, 21:05
Bianca Della Scala

Ahora la sonrisa que casi se había impuesto Bianca para tratar de contrarrestar la fría sensación que había sentido al encontrarse con el criado del Malipiero se volvió genuina. Las palabras entrecortadas y el visible azoramiento del pobre Mario fueron un divertimento para la joven, que le escuchó en silencio dejándole balbucear hasta que éste clavó sus pupilas en el suelo.

-Oh, mi buen Mario, de ninguna manera vas a pagarme antes de que me digas qué necesita tu Señor... no sé ni qué voy a utilizar, ni en qué cantidad...

Acompañó la frase con un gracioso mohín, aunque quizá él no viera, debido a que no parecía querer levantar la cabeza aún.

-Además, sabes que nunca le pediría el pago por adelantado, sino cuando esté satisfecho con mi trabajo, después de comprobar que se ajusta a lo que desea, como siempre. Y por cierto... ¿cual es ese encargo, Mario? ¿en qué está pensando vuestro Señor Malipiero...?

Notas de juego

¿Qué título nobiliario tiene Malipiero?

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11/03/2008, 11:54
Director

El criado levantó la vista del suelo aliviado de poder encaminar la conversación hacia un tema que al menos le permitiera hablar con conocimiento de causa.

-No, no, no, no, señora. Usted ya sabe que mi señor siempre paga por adelantado. De hecho aquí tengo la bolsa que le envía. – finalmente y en clara contradicción a lo que él mismo había dicho unos instantes antes, Mario sacó del interior de su librea una abultada bolsa de cuero cerrada en su parte superior por un filo hilo de terciopelo dorado. La dejó sobre la mesa y sonrió satisfecho a la artesana.

Durante el proceso del pago se le habían caído también de entre sus ropas unas hojas de papel al suelo, las cuales se deslizaron sobre la corriente de aire que entraba por la puerta y acabaron a varios metros de distancia del descuidado hombrecillo.

-¡Pero que torpe! Lo siento mucho, ahora mismo las recojo. Son los diseños que mi señor me ha entregado para los disfraces que desea y las máscaras que les acompañarán. Es para una nueva obra que están preparando.

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11/03/2008, 18:16
Bianca Della Scala

Sin ceremonias, Bianca fué a ayudar a recoger los papeles que el atribulado Mario había, en su descuido, dejado caer. Los miró con curiosidad, esperando hallar en ellos el reflejo de la siempre desboradada imaginación del Malipiero.

-No te preocupes, ha sido el viento... una ráfaga que se ha sentido sin duda atraída por conocer el contenido de tales bocetos...

Le sonrió más ampliamente, y le habló con voz cantarina.

-¿Qué se está preparando esta vez? ¿Una tragedia, una obra histórica, una pieza bufa...? Tu Señor es un auténtico Mestro sobre el escenario, su voz es ya un mito en la Ciudad...

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19/03/2008, 11:38
Director

Mario recorrió la estancia dando ligeros saltitos a la vez que cazaba las hojas de papel que Bianca aún no había cogido. Con cada diseño recuperado del suelo soltaba un “perdón”, “lo siento”, “que torpe”… que a la artesana le recordaba a los niños cuando jugaban en la calle con las piedras en los adoquines.

Tras la frenética actividad en la que se había visto inmerso, finalmente el criado del señor Malipiero se sitúo delante de Bianca y le entregó los bocetos algo desordenados.

- En esta ocasión se trata de un drama, una terrible tragedia en la que un gentilhombre, un noble de alta alcurnia, cae en desgracia tras sucumbir a los encantos de una criada que utilizando malas artes y brujería consigue dominar su alma y hacer que se enamore enfermizamente de ella. – Mario logró explicar el argumento de la obra sin tartamudear una sola vez, todo un logro. Quizás hasta se lo hubiese memorizado antes de venir para poder recitarlo luego delante de ella.

Bianca dedicó unos instantes a estudiar los dibujos que acababa de recibir. Eran sin duda de una calidad fuera de lo normal, mucho mejores que cualquier otro boceto que el señor Malipiero le hubiese enviado con anterioridad. A buen seguro no habían sido diseñados por él, sino por una tercera persona. En total el encargo incluía cuatro trajes completos, incluyendo capas y sombreros y ocho máscaras de las más intricadas y complejas que la artesana hubiese creado en su vida.

Como adivinando los pensamientos de su anfitriona, Mario se dirigió hacia la mesa y volvió a coger la bolsa con el dinero. Lo ofreció una vez más a la joven con su mejor pose humilde y cara esperanzada. Por el tamaño de la bolsa Bianca sabía que en su interior seguramente habría Ducados suficientes como para cubrir tres veces el coste real del pedido.

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20/03/2008, 17:31
Bianca Della Scala

Con los bocetos de los disfraces y máscaras en las manos, Bianca se sumió en un profundo examen de los detalles, valorando con la pericia de auténtica profesional cada uno de los aspectos de cada dibujo. Las formas, los complementos, todo.

Se entretuvo en ellos, mientras escuchaba a Mario dejar caer de una vez, en retahíla, lo que el Señor Malipieri iba a representar, y lo que requería. Contempló con satisfacción la belleza y la complejidad que supondrían un reto para ella, uno de los que gustaba de afrontar. Y, por otro lado, mientras lo hacía no dejó de observar una mano ajena en el trazo. No era la misma mano de los que hasta ahora le había presentado el noble, quienquiera que los había realizado había disfrutado al hacerlos, al plasmarlos en el papel.

El criado volvió a tenderle la bolsa. Bianca la cogió, con un gesto de asentimiento. No había duda de que este encargo era importante, quizá el más importante que ella y el taller habían aceptado. Había allí suficientes ducados como para realizar los mejores disfraces que pudieran existir. Dignos de ser llevados por un Rey. No podía rechazar hacerlos, pero es que desde luego, hacerlos representaría una satisfacción en sí misma.

-¿Quién ha hecho estos dibujos, Mario? Conozco el estilo del Señor Malipiero, y aunque sin duda su mente está tras ellos, no parece que hayan salido de su mano. Y no por que no sean buenos, no, son excelentes. Y los diseños son... regios. Intentaré complacer a quien los ha realizado, y a tu Señor, espero que el resultado cumpla sus espectativas. Tengo las telas y los materiales, y esta bolsa los vale con creces.

Sonrió, y guardó los dibujos en un cajón del mostrador, sin doblarlos, y no sin darles una última mirada apreciativa. Guardó también la bolsa en un bolsillo de su falda, no saldría inmediatamente como había previsto, pensó, iría primero arriba, a ponerla bajo llave. Y esperó a que el criado respondiera a su pregunta, antes de despedirle.

-Dile al Malipiero que será un honor volver a trabajar para él, y que me podré inmediatamente a ello. Quizá sea necesario, como siempre, tomar medidas para adaptar los maniquíes. Pero él ya conoce el procedimiento. Y si quien ha trazado los bocetos desea visitar el taller para comprobar con sus propios ojos nuestro trabajo, estaré muy honrada de recibirle...

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21/03/2008, 08:57
Director

Mario escuchó nervioso a la joven y observó como ésta guardaba los diseños y el dinero. Su mirada iba de un sitio a otro de la tienda, sus manos jugueteaban sin sentido la una con la otra y le hombre hacía descansar el peso de su cuerpo de forma alterna sobre cada una de sus piernas, lo que producía la cómica sensación de que estuviera dando saltitos.

-Yo... eh... yo no se... quien hizo los diseños, señora. Sólo soy un simple criado. - la mirada fija al suelo, el tartamudeo, el sudor de su rostro. Mario sacó un pañuelo blanco y se lo pasó por la frente -. Hay una cosa más que me encargaron deciros... y es que mi señor... el patricio Malipiero... él quiere... le gustaría... que aceptáseis cenar con él para comentar los detalles del encargo, señora.

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22/03/2008, 16:50
Bianca Della Scala

Bianca se quedó helada. Yerta. Tanto, que no le fué posible disimularlo.

Es cierto que Fausto la había invitado en muchas ocasiones a verle cantar, incluso a su propio palco privado. Pero siempre había encontrado una manera elegante de soslayar la oferta.

Sin embargo, nunca antes se había encontrado ante algo tan personal y directo como una invitación a cenar. Su condición no le permitía rechazarla, desde luego. Ella era una simple artesana plebeya, y él un Patricio perteneciente a la nobleza. Un rechazo sería una falta, un desprecio, que iría mucho más allá de la simple educación. Sería abofetear a uno de los pertenecientes al círculo aristocrático de la Ciudad, y con ello, a cualquiera que perteneciera a la alcurnia.

Pero sabía también los matices que entrañaba aceptar la invitación. Tragó saliva, y casi sin darse cuenta se encontró mirando con fijeza y pasmo al pobre criado que había transmitido la petición de su Señor. Mario comprendía, sin duda alguna. Sus dudas, su vacilación, sus temblores.

Abrió la boca, pero durante unos segundos no consiguió que saliera una palabra de ella. Finalmente la cerró de nuevo, cerró los ojos, inspiró, y exhaló el aire lentamente, calmándose. Abrió los ojos de nuevo.

-¿Cuándo desea al Señor Malipiero que cene con él, Mario? ¿Acaso te estás refiriendo a hoy mismo...?

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28/03/2008, 13:17
Director

El criado de librea sonrió al prever el consentimiento velado de la artesana.

-Ese sería su deseo señora, ya sabéis lo carente de paciencia que es mi señor. No obstante, él comprendería perfectamente que usted tuviera ya otro compromiso anterior para esta noche y deja abierta la invitación para que usted elija, con total libertad, el día… la noche que mejor le pueda venir – una reverencia finalizó la exposición del Mario, quien recordó algo a mitad de su inclinación y se levantó al momento para puntualizar -. Excepto mañana, claro. Mañana sería imposible.

Cruzó las manos detrás de la espalda y quedó a la espera de la respuesta de Bianca, tambaleándose adelante y atrás sobre sus talones.

En esos momentos, la puerta que daba a la calle se abrió con el familiar tintineo de la campanita que descansaba sobre ella. Justo en ese instante Simona se dirigía a cerrar la misma con llave, mas no tuvo tiempo de hacerlo.

Un hombre entró en la sala con aire casual, distraído, aunque no hacía falta más que mirarle durante un segundo para darse cuenta de que nada en aquel Signori era fortuito. Llevaba el pelo pulcramente recortado, así como el bigote y la barba. Sus ojos eran negros, de un profundo que competía con las simas ocultas de los mares. Vestía ropas elegantes, así pues sería noble con toda seguridad, compuestas por un ligero abrigo de elegante tejido italiano que cubría un traje de seda de marcado estilo oriental.

Cuando él ingresó en la tienda algo más lo hizo a su vez: una ráfaga de aire fresco, que meció los cabellos de Bianca y jugueteó con las sedas y otros elementos decorativos expuestos en las estanterías; un aroma único, personal y penetrante, de aquellos que te envuelven en cuanto te tocan y se meten en tu mente para no volver a salir jamás; una presencia embriagadora que invadía más espacio del que necesitaba la propia persona física y que hacía imposible cualquier acción que significara apartar los ojos de él.

Bianca se descubrió a sí misma observando al recién llegado con mayor interés del que el decoro permitía. Un movimiento a su lado le sirvió como excusa para apartar la mirada. Se trataba de Mario, quien parecía haber reconocido al hombre y se dirigía hacia él con pasos presurosos. Una vez llegado a su altura, el criado de librea hizo un movimiento extraño, que a Bianca le recordó el de alguien que fuera a postrarse de rodillas, pero que no llegó a completar, pues tras mirarla y sentirse observado lo detuvo a la mitad, transformándolo en una respetuosa inclinación servil.

-Señor – una única palabra pronunció el criado, pero lo hizo en un tono de voz que Bianca no le había escuchado con anterioridad, el respeto iba perfilando cada una de sus letras.

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06/04/2008, 17:31
Bianca Della Scala

El criado le dió la respuesta que esperaba, un "ahora mismo, si, pero... si quiere o puede", la respuesta que sin duda llevaba implícita una orden de su Señor. No, Fausto Malipiero no admitiría una negativa. Como máximo, le permitía escoger el día de su... cita. Sin embargo, algo le llamó la atención. "Excepto mañana, claro. Mañana sería imposible." ¿Por qué imposible...?

Iba a formular la pregunta, algo aliviada por poder por unos segundos desviar el peso de la conversación a un tema menos comprometido para ella, cuando la campanilla dorada que pendía sobre la puerta, tintineó. Se giró, Simona estaba dirigiéndose a ella, para cerrar, pero no llegó a hacerlo.

Miró intrigada hacia quien había acudido a su establecimiento a una hora tan tardía, mientras Simona se apartaba de su camino. No le vió de entrada, la empleada se encontraba entre ambos, pero al punto se giró, con una inclinación, y miró a Bianca, como si diera por sentado que atenderle era cosa suya. Eso avivó aún más la curiosidad de la joven, debía ser alguien especialmente dintinguido...

Y entonces le vió, y ya no supo cómo apartar de sí una fascinación extraña, cautivadora. Olvidó su cita, su encargo, olvidó su preocupación.

El hombre que acababa de entrar, lo hizo con el aire de la más pura brisa invernal, y ella sintió que hasta su piel reaccionaba a esa frescura, se estremeció. Su aroma tanteó sus sentidos, como dedos imperceptibles, y se infiltró en ella, dejándole el estigma de su esencia impreso en su cerebro, probablemente de manera indeleble, pensó.
No pudo evitar buscar sus ojos, mientras recorría con sus propias pupilas toda la figura de aquel hombre, desconocido, enigmático, atractivo. Sus ademanes, su cuerpo esbelto y elegante entre seda y terciopelo, su pelo brillante y cuidado, y sus ojos... cuando los encontró, halló la profundidad de lo desconocido en ellos, el universo visto desde una ventana al firmamento.

Tuvo que hacer un esfuerzo. Pocas veces se había sentido atraída de ese modo por alguien, y ese magnetismo, esa atracción, eran tan evidentes, de un modo tan sensual, tan físico además, que casi se mareó. No sabía como podría llegar a vencer esa sensación arrasadora, cuando a su lado algo la salvó de mostrar su desfallecimiento.

Mario, con un movimiento inmediato, del que ha reconocido y responde al momento, se acercó al hombre y casi se postró ante él. Bianca le miró, perpleja. El gesto había sido de vasallaje, absoluto, incondicional. Y al gesto le acompañó una única palabra, musitada, pronunciada con adoración, casi un ruego. "Señor"

Estaba tan absolutamente sorprendida y conmocionada que casi no pudo reaccionar. De modo que tuvo que dejar pasar unos segundos para contener los latidos acelerados que en encuentro le había provocado, para recomponer su aire habitual, recuperar su control.

Sonrió, y se adelantó dos pasos, uno, y otro, con parsimonia y movimiento cuidado. Sin apartar los ojos de él, y sin dejar traslucir la impresión que el devoto homenaje del criado de Malipiero le había causado, avanzó. Se situó frente a él, intentando no mostrar la huella que el aura de aquel hombre estaba dejando en ella, y moduló su voz, orando para que no temblara.

-Buenas noches, Señor. Es todo un placer que visiteis mi taller. ¿A quién tengo el Honor de recibir...?

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15/04/2008, 10:50
Enzo Taliani

El hombre recién llegado se desplazaba como ausente por el local, pasando su mirada de forma fugaz por las mercancías expuestas en las estanterías. Apenas había comenzado a explorar la tienda cuando su caminar se vio interrumpido por la muestra de sumisión de Mario, quien acudió de inmediato a recibirle con la docilidad de una mascota y el movimiento sinuoso propio de una serpiente. Su comportamiento le recordó a Bianca por un instante a un helado que se derretía bajo el implacable sol del verano. Era una imagen extraña, sin duda.

Éste al verlo pareció reconocer al criado al momento y no pudo evitar que una expresión de desagrado se dibujase en su cara. No obstante se recompuso al instante y saludó a Mario.

-Ah, Mario. Es una inesperada sorpresa encontrarte aquí – la voz era grave, dominante, tan segura de sí misma que causaba impresión. Las palabras pronunciadas no indicaban con claridad si la sorpresa era deseada o no, aunque la joven artesana apostaba por la segunda opción -. ¿Cómo está tu señor? Supongo que al encontrarte tú aquí es que piensa de nuevo ampliar su vestuario, ¿verdad?

Antes de que el criado pudiera responder Bianca se acercó a ellos y preguntó al desconocido por su identidad. Le llamó la atención comprobar que Mario continuaba con la mirada fija en el suelo y parecía como encogido.

- Mi nombre es Enzo Taliani. – el hombre se quitó el sombrero, que iba coronado con una elegante pluma verde de pavo real y realizó una prolongada reverencia ante la artesana, recorriendo el suelo que tenía ante sí con el sombrero. Acababa de ignorar por completo a Mario y su atención estaba centrada en Bianca, cual si el criado hubiese desparecido de la habitación -. Tiene usted aquí un género verdaderamente peculiar señorita...

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20/04/2008, 14:20
Bianca Della Scala

Nunca había oído ese nombre. Y, desde luego, ni de lejos ni de cerca, había visto antes a este hombre. No era un hombre que nadie podría olvidar facilmente. Pero, en su caso, supo que no le olvidaría jamás. Se sintió incómoda. Algo en él resultaba tan cautivador para Bianca, que lo que despertaba en ella, la sensación que la embargaba, la avergonzó.

Sacudió la cabeza, quizá queriendo con el gesto casi infantil apartar de su mente la impronta causada por él. Lo que consiguió fué que su cabellera oscilara como un espeso cortinaje de seda que se moviera de golpe, lanzando reflejos tornasolados a la luz cálida de las lámparas de aceite del interior. No fué consciente de ello, pero el efecto que causó fué de una gracia y belleza difícil de hallar en alguien que estuviera atendiendo en un mostrador, en una simple artesana.

Había conseguido apartar los ojos de los del misterioso visitante, arrancarlos de su influjo. Y habían tropezado con el cuerpo aún inclinado en sumisión de un Mario irreconocible, servil hasta lo inaudito.

Y eso actuó en ella como un revulsivo. Súbitamente se sintió irritada. ¿Por qué razón nadie había de ejercer tal influjo en las personas...? Y no es que solo le molestara la actitud rendida del lacayo. Es que fué su propia sensación, la emoción que le embargaba a ella misma la que la hizo reaccionar.

Se irguió, levantó la cabeza con orgullo, su barbilla desafió la altura del desconocido, sus ojos le retaron. Su pecho se alzó al inspirar profundamente, buscando calma, autodominio. Sus labios dibujaron una sonrisa, luminosa, radiante. Cuando clavó sus pupilas en las de él, el reto desapareció, para dejar paso a una mirada cálida y curiosa al mismo tiempo. Y, desde luego, ni un punto subyugada, era la mirada de una mujer ante un hombre, una mujer que sabía nadar y guardar la ropa. A la expectativa.

-...Bianca. Bianca della Scala. Celebro que os guste, Signore Taliani. Si es que en "peculiar" incluís también aquello que por bello y raro es difícil de conseguir. De eso es de lo que se precia mi establecimiento, caballero. De ofrecer lo que no se encuentra en otros de su estilo. Telas raras y lejanas, plumas y joyas poco habituales en disfraces y máscaras. Y las formas más audaces, más imaginativas. Para satisfacer a aquellos que gustan de lo más original, lo más sofisticado, lo más regio...

Se giró hacia Mario, haciendo un gesto algo displicente con la mano, hacia él. Pero volvió a enfrentarse al desconocido enseguida.

-Como el noble Fausto Malipiero. Para quien tengo el honor de trabajar desde hace ya mucho tiempo. No dudo que habréis apreciado los trajes que luce en sus obras. Sabéis entonces que clase de cosas sale de nuestro taller...

Se quedó mirándole de nuevo, tras la cortina espesa de sus pestañas entrecerradas, sonriendo, en contraste, abiertamente....

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29/04/2008, 05:48
Enzo Taliani

Bianca tenía por especiales a todas y cada una de sus creaciones. Todos y cada uno de los ornatos, trajes y máscaras que se fabricaban en el Fundaco. Sin embargo, era inevitable que alguno ocupase un lugar especial en su corazón y ésta era sin duda la Máscara de las Sombras Alargadas. La había llamado así por los tonos grises y negros que la dominaban, entrelazados con hilos de plata y purpulina escarlata. Se inspiró en un atardecer, en las figuras que éste creaba sobre la laguna, en los campanarios y torreones, en los puentes y las olas... y las sombras de todos ellos. Una filigrana en particular, una espiral de plata que bordeba el ojo derecho de la máscara, suponía el trabajo del cual se sentía más orgullosa. Había trazado mil veces la línea, la había creado y destruido para volverla a crear más perfecta, más estilizada. Dedicó horas, días, semanas enteras únicamente a esa filigrana.

Aquella máscara era lo primero que miraba cada día al entrar en la tienda y lo último que sus ojos contemplaban cada noche antes de salir de ella. Constituía una parte de sí misma.

Y ahora Enzo se encontraba contemplándola.

Había dado una vuelta por la tienda, deteníendose con ojo experto únicamente ante aquellos objetos de excepcional valor. A continuación se había quedado en pie, quieto, ante la Máscara de las Sombras Alargadas y no parecía que fuera a moverse de allí. Su expresión era de asombro, de admiración, de sobrecogimiento. Alargó un brazo, una mano, un dedo. Sin llegar a tocarla, dibujó a escasos centímetros de ella el trazo de la filigrana del ojo derecho. Recorrió en el aire la espiral perfecta trazando una hermana gemela de la misma sobre el vacío con su dedo como pincel.

A Bianca le temblaron las piernas. Fue como si al recorrer la filigrana estuviesen acariciando su propio cuerpo. Sintió un escalofrío de placer al comprobar como su trabajo era reverenciado de aquella manera y notó una sensación de calor ascender desde su estómago hasta su cabeza. El tiempo pareció ralentizarse mientras Enzo desnudaba el alma de la artista a través de su creación.

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11/05/2008, 19:12
Bianca Della Scala

Era como un sueño. Como un ritual, un baile sensual y lento, seguir el movimiento sinuoso de la mano, de la yema del dedo que sin llegar a tocarla recorría la superficie de la máscara, de la espiral en plata que tan bien ella conocía.

-La Máscara de las Sombras Alargadas... es mi preferida, sin duda. Al hacerla, en ella he depositado mi emoción, mi sentimiento.

En un momento, con un simple gesto que visto por cualquiera no tendría significado ninguno más allá de la apreciación de una pieza bella, ese hombre había vuelto a acelerar el ritmo de su corazón. La sonrisa que ella había adoptado, el reto que había interpuesto como un escudo entre la seducción que la estaba envolviendo y su alma frágil, se disolvió mientras un suspiro profundo brotaba incontenible.

Se acercó a él, y a la máscara. Frente a ella, admirándola también. Muy cerca, hombro con hombro, un poco adelantada, de modo que él le quedó ligeramente detrás. Y levantó su brazo, su mano, hasta donde la de él estaba trazando aún el perfil de la filigrana. Sintió que su pelo suelto rozaba la tela de su traje, debía olerlo, pensó incongruente. Se quedó mirando la máscara, no le miró a él. Le sentía respirar, sentía su aliento cerca de su cabeza, cerca de su cuello.

La mano de Bianca se unió sin tocarla a la de Enzo en el recorrido de la forma perfectamente elaborada en porcelana, de los trazos de purpurina, de las incrustaciones. Durante unos segundos, una encima de la otra. La suya mucho más pequeña que la de él, más fina, aleteando como mariposas. Y entonces la separó de la suya, con un giro lateral pasó junto a la mano masculina, y tomó la máscara.

La levantó, separándola del soporte que la mantenía sujeta, para que pudiera se admirada. Elevó la pieza, con delicadeza, y al hacerlo ondularon las plumas y el tocado de tul que cubría la parte de la cabeza. Era una máscara semientera, con toda la parte superior del rostro, incluída la nariz, los pómulos y la frente; y que dejaba boca y barbilla libres, para que quien la llevara pudiera hablar y beber o comer sin estorbos.

Bianca se giró, súbitamente, con la máscara en la mano. Y durante el giro, como en un paso de baile estudiado y ensayado, se la colocó sobre el rostro. Su rostro, que había sido el molde para hacerla. Así que encajó como un guante, sintió la porcelana adaptarse a su piel, en los pómulos, en la nariz. Supo por como la había hecho girar que el tul y las plumas habían quedado semienredados con su propio pelo. Negro sobre rojo, rojo sobre negro.

Estaba casi pegada a él, casi. Podía sentir la proximidad, su respiración acelerada, aunque no llegaba a rozarle. Levantó la cabeza para mirarle, para buscar sus ojos, quizá esperando encontrar sorpresa. En el óvalo perfecto que dejaba la máscara los ojos de Bianca brillaban rodeados de pestañas oscuras y de filigrana de plata, se alargaban en sombras de Laguna, grises y escarlata, atardeceres quietos, negros callados... que morían en el rojo de sus labios, en el blanco de su piel.

Quiso sonreírle, pero no pudo, quiso hablarle, pero calló... dejó que la admirara, simplemente, como ella, exactamente igual que ella estaba haciendo con él, con sus ojos, con su mirada cautivadora...

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23/05/2008, 12:40
Enzo Taliani

El hombre no apartó la mirada de Bianca ni un solo instante. Observó como la artesana extraía la máscara de su soporte, la acercaba a su rostro y se fundía con ella en un único ser. Comprobó entonces que los rasgos de la Máscara de las Sombras Alargadas realmente eran los del rostro de la joven… y sonrió. Reconocer en ella a la modelo que había sido fuente de inspiración para tal obra de arte, además de a la artista que la creó, provocó en él una sonrisa de satisfacción. Sus ojos se plegaron levemente, creando dos finas arrugas a lo largo de la frente, y sus labios se curvaron hacia arriba en un gesto encantador.

Su sonrisa fue para Bianca como si el sol hubiese decidido salir una mañana sólo para ella, con intención de acariciarla con su calidez y envolverla entre sus brillantes rayos. Por algún motivo que no llegaba a comprender, la satisfacción de Enzo la llenaba de júbilo, incrementando aún más el temblor que notaba en sus piernas. Apreciaba la delicia que suponía la sensación de que su trabajo le agradaba y supo que aquel hombre era diferente a cualquier persona que jamás hubiese atravesado las puertas de su tienda. Él era capaz de percibir la belleza desde una perspectiva fuera de lo normal y transmitía esa percepción con sus gestos.

Enzo se acercó un poco más a Bianca, aunque no llegó a tocarla. Alargó de nuevo su mano derecha hacia la máscara e hizo intención de repetir el recorrido de la filigrana en espiral sobre el aire, pero se detuvo un instante, que para la joven se alargó de forma interminable.

Él ladeó ligeramente la cabeza y en sus ojos apareció el brillo de una sospecha. Entonces, en lugar de seguir su primer impulso y acudir a la filigrana, tomó la máscara con ambas manos y la retiró delicadamente del rostro de Bianca. La apartó de ella, sosteniéndola a un lado y, sin volver a mirar el valioso objeto, realizó el trazo en el aire, a escasos centímetros de la cara de la mujer.

Bianca no pudo observar con claridad el movimiento del dedo de aquel hombre, pues éste se encontraba demasiado cerca de su campo de visión... pero no le hizo falta. Sabía que el dibujo había sido perfecto.

- Precioso… – fue lo único que dijo.