Querida, si lo consideras oportuno, quizás sería buena idea preguntar por las floristerías o herboristerías de la ciudad. Puede que alguien sepa cómo conseguir estas flores. Podría ser un punto de partida.

Si descubres o sospechas algo… nosotros iremos de noche a investigar.

-Así haré, preguntaré también en el lugar donde fue hallado el cuerpo... Quizás alguien oyó o vio algo y se le suelte la lengua con unas monedas...- asiento ante la petición de mi esposo.

A la escena del crimen te acompaña uno de los ghouls de Narsés que encontraron el cuerpo. Te dice que estaban haciendo la ronda cuando se lo encontraron. El cuerpo estaba en un almacén usado por los mercaderes para dejar sus aparejos. El almacén pertenece a una familia de expatriados bizantinos llamada Mouzakios, y no tiene ningún tipo de vigilancia. A estas horas es un lugar bullicioso y la gente no deja de entrar y salir moviendo cajas y cestos.

El ghoul te conduce hasta el final del almacén, te aclara que Narsés ha alquilado esa parte del almacén para que no se interfiera en la investigación. El cuerpo estaba sobre un montón de serrín, y en el mismo todavía se pueden apreciar un poco del polvo negro que expulsaba Roland.

Al examinar el montón de serrín, aprecias una gran cantidad de pisadas en el mismo. Unas cuantas las identificas sin problema como las de las botas de los guardias, y otras como las de Roland, pero hay un tercer juego de pisadas que no logras identificar y que llevan hasta una ventana por la que al parecer el agresor debió entrar.

-¿Han seguido esta pista?- indico al ghoul de Narsés las pisadas.- ¿Tenéis a vuestra disposición algún tipo de perro rastreador o un cazador que se le de bien seguir presas? Son las únicas huellas que vienen de la ventana, deben de ser del asesino...

-Si, lo hemos intentado con perros rastreadores, pero las pisadas desaparecen en la ventana y no continúan al otro lado. La calle a la que desemboca esa ventana es muy transcurrida y es imposible seguir el rastro. -El ghoul se encoge de hombros. -Quien quiera que fuera el asesino tenía muy claro que no se iba a poder seguir su rastro.

Asiento ante lo que dice. Estaba claro que quien se había tomado tantas molestias en cargarnos el muerto, nunca mejor dicho, no había dejado puntada sin hilo. 

-Gracias por acompañarme, ahora marcho a seguir con los encargos de mi esposo- me despido educadamente y voy a dar una vuelta por todas las floristerías preguntando por las flores.

Tu paseo por las floristerías resulta frustrante y a la vez esclarecedor. Tan sólo un par de ancianos floristeros conocen las flores, aunque te confirman lo que ya sabes. En Venecia no se pueden encontrar esas flores, proceden del norte de África y del sur de Iberia. Quien quiera que las tuviera las trajo consigo, no se trata de un encargo, sino de algo mucho más estudiado y personal.

Doy las gracias por la información. Vuelvo para la mansión que alquilamos, con la frustración de no tener ninguna evidencia tangible y sin pistas. Descanso hasta la noche para poder seguir las andanzas nocturnas de mi esposo y acompañarle en su vigilia.

Cuando el ocaso despunta, y tras alimentarse de algún desgraciado que vagara en solitario cerca de la cabaña que es su refugio, Paolo tomo a la mugrienta paloma que le dio el nosferatu (con la cabeza tapada, como siempre) y se dirigio hacia los aposentos de sus compañeros para comenzar la investigación y demostrar su inocencia.

Siento la presencia de mi esposa en la habitación como si recuperase una parte de mi alma. Eso es más que suficiente para hacerme despertar.

Buenos días princesa. ¿Qué tal ha ido la noche? Debes estar cansada.