Lanzo parece meditar las palabras de Asenoc, y su semblante se suaviza.

-Si, la verdad es que la actitud de Tommaso es un poco sospechosa, ahora que me paro a pensarlo. Si, os acompañaré a las negociaciones. Al respecto de quién es el último responsable de la dirección de la Cruzada... ese es el principal problema. Que no es una única tropa, sino la unión de muchas tropas. Cada noble aporta lo que puede, cada uno por su cuenta no puede hacer nada, por eso es necesario un consenso

Comprendo, en ese caso, deberíamos concentrarnos en convencerlos de uno en uno. Disculpadme si dudo de la fe de la mayoría de ellos y me concentro en sus intereses personales. Hasta ahora la nobleza me ha demostrado que la fe y los principios no suelen estar por encima del dinero.

Vos los conocéis mejor que yo. Cuando no estemos en negociaciones, intentemos hablar con ellos uno a uno y veamos que podría hacerles cambiar de opinión.

Si mis sospechas son ciertas, el propio Príncipe ya habrá comprado votos. No obstante, aunque tanto Venecia como Constantinopla son puertos comerciales muy poderosos, el tiempo que los Cruzados llevan alojados en Venecia ha podido consumir parte de sus arcas y haber afectado ligeramente a su comercio.

Nuestra oferta debe ser mejor… y conseguiremos el voto.

Además, si es verdad que el Principe está metido en esto, mi vida podría correr peligro. Debí traer conmigo a Narses.

Miro cómo mi esposo se marcha con Lanzo. Ha sabido controlar su carácter y talante, reconduciendo la conversación a su favor. Sigo a ambos al salón, para buscar a Tommaso y charlar yo con él. Quizás pueda sacarle algo más, pues todo apunta a él como culpable.

-Antes de que os vayais, maese Lanzo ¿podrías indicarme como era la daga robada? Si tenía algun adorno o marca significativa o lo que fuera... El autentico asesino era un verdadero profesional del asesinato y cualquier pista para intentar dar con él seria de gran ayuda.

-La daga era muy peculiar -Lanzo se gira hacia Paolo para hablar con él- de hoja curva al estilo sarraceno, y tanto la vaina como la hoja estaban llenas de extraños símbolos. -Tras esta explicación, y si no queréis hacer ninguna pregunta más, Lanzo regresa a los salones acompañado de Asenoc, y Paolo y Carienn se dirigen a hablar con Tommaso, indicándole que les acompañe al patio interior donde se realizan los interrogatorios.

-¿Y bien?¿Habéis encontrado ya alguna prueba de vuestra inocencia?

-En realidad Tommaso, usted nos parece el principal sospechoso. Alguien contrario a la opinión del fallecido me parece el culpable perfecto. Me gustaría saber en qué términos acabó esa discusión que mantenía con Roland, pues era evidente que vos no poseéis sus dotes dialécticas para convencerle- hago una pausa y lanzo la acusación, mirando su reacción.-Incluso le veo capaz de llegar a las manos por lo que no sabe defender con la palabra. Qué casualidad que a nosotros nos acusen por una prueba circunstancial y quién tiene las principales razones para acabar con él, se pasea por estos salones siguiendo con las negociaciones en las que él se interponía.

-¿Yo culpable? ¿Y qué ganaría yo con ello, mujer? Las dotes dialécticas no tienen sentido cuando tu interlocutor tiene tan clarar sus ideas como para llegar a la obstinación. ¿De qué me hubiera servido matar a Roland? ¿Acaso pensáis que es el único que participa en estas negociaciones con esa opinión? ¿Acaso pensáis que tengo necesidad de ir eliminando a todos aquellos que no son partícipes de mi opinión? -El tono de Tommaso no es de ira ni de soberbia, sino más bien de diversión. -Todavía os queda mucho que aprender sobre política. Mi conversación con Roland acabó cuando llegasteis vosotros, creo que lo recordaréis. Me marché sin más después de intentar durante media hora dialogar con él, cuando me dí cuenta de que la conversación no iba a parar a ningún lado. Cuando esto ocurre, es mejor alejarse, refrescar las ideas, buscar nuevos argumentos y probar suerte en otro momento.

Tommaso mira alrededor, observando el patio con detenimiento y luego prosigue. -Como vosotros mismos... ¿Acaso pensáis que nadie está ocupando vuestro lugar con vuestras ideas en las negociaciones? ¿Tan importantes o imprescindibles os pensáis?

-Con que os marchasteis nada más hablar con él... A refrescar vuestra mente... ¿Y dónde marchasteis? Porque en realidad pienso que no fuisteis a preparar sino una emboscada para Roland. Una opinión contraria no sería mucho para la negociación, pero el placer de acallar la boca que no podéis con palabras es otra cosa.

-¿Marchar? No marché a ninguna parte. Me quedé en los salones hablando con otros interlocutores más propensos a racionar, podéis preguntar a cualquiera de los presentes, no me ausenté de las salas de Narsés hasta que se terminaron las negociaciones del día, y tras ello, acompañe a Khadijah por las calles de Venecia para proseguir una interesante charla que mezclaba religión con política y con los intereses comunes en la Cruzada.

-¿Y Khadijah estuvo con vos toda la noche? ¿También habló sobre ello con Roland? Me gustaría hablar con aquellos que dicen que pueden atestiguar que estuvisteis aquí toda la noche.

-Si, Khadijah estuvo conmigo toda la noche. Ella se lo puede confirmar. Con Roland ella no habló, al menos después de mi conversación con él, si habló fue antes, aunque no lo se, francamente. Sobre que estuve aquí toda la noche, os lo podrá confirmar cualquiera de los presentes, incluso el mismo Narsés. Tras esto... aparte de Khadijah también lo puede confirmar Lucita de Aragon, mi ayudante, que nos acompañó.

-En ese caso, me gustaría hablar con ambas, ya que le cubren las espaldas y son afines a vuestra postura. Creo que hay algo que no decís y que estáis disfrutando con nuestra acusación...

-No, os equivocáis... -El semblante de Tommaso se torna serio- No disfruto en absoluto con toda esta situación, ni con la muerte de Roland, por más que fuera contrario a mis convicciones. Por supuesto, podéis hablar con Khadijah o con Lucita, ambas se encuentran en las salas de Narsés en este momento.

-Hablaré con ellas en ese caso...- asiento y me retiro tras una leve reverencia por respeto, aunque este hombre que me parece de los principales sospechosos, no se merece respeto ninguno. Pero no puedo probar su culpabilidad al igual que él no puede probar la mía. Voy hacia las salas de Narsés, sino a buscar a las susodichas a ver cómo van las negociaciones.