Partida Rol por web

Miré a Liam por un segundo y ambos llegamos a la misma conclusión: No era Christian. Por otro lado, esa espada era algo peculiar. La había visto en algún museo, pero no recordaba nada más sobre ella.

¿Y qué hace esta cosa con una espada como esa?

Pero no tuve mucho más tiempo para reflexionar sobre el asunto, porque Isaiah se abalanzó sobre él sin pensarlo.

-¡Ten cuidado, no es un jugador de futbol, está armado!

Lidia, con sus conocimientos médicos, es plenamente consciente de que un ser humano en esas condiciones no puede seguir viviendo, y sin embargo así ocurre. Liam y Tiffany saben que esa criatura no es Christian Starker, su anfitrión en tan extraño sitio (si bien los confidentes de la policía y los periodistas acostumbran a buscar lugares inconcebibles para sus citas). Sus reacciones, sin embargo, son muy distintas. La más espectacular corresponde a Isaiah Green, el exfutbolista, que no duda en saltar sobre el putrefacto individuo para intentar placarlo en un movimiento típico del fútbol americano.

Claramente cogido por sorpresa, pues esa hubiera sido la última reacción esperable tras verle armado por una espada, el individuo da un espadazo al aire antes de recibir el embate de Isaiah. No grita, no se queja, no hace el menor ruido mientras ambos caen en las maderas del muelle que y cuyo impacto hacen sonar las cadenas que anclan este al fondo del lago. Lidia desea que pueda noquearlo o inmovilizarlo para ponerlo sobre una camilla y abrirlo en canal. Tiffany y Liam lo consideran algo curioso que fotografiar y sobre lo que informar. Pero Isaiah puede que tenga sus propios planes.

Con una fuerza cuyo aspecto físico desdice totalmente, el hombre empuja a Isaiah y lo lanza a varios metros de distancia, cerca del resto de compañeros que le han acompañado y que se habían mantenido a cierta distancia. La criatura no muerta se pone en pie agilmente y empuña de nuevo la espada dirigiéndose al grupo con una clara intención homicida en sus oscuros y inconcebibles ojos. Sus pasos resuenan en los últimos tres metros del embarcadero como si pesase mucho más de lo que su aspecto muestra. Es una fuerza irresistible que no parece que vaya a encontrar un objeto inamovible.

En ese momento se escuchan unas voces procedentes de algún punto en la niebla que envuelve de manera totalmente antinatural el lugar.

—¡Seguridad de Central Park! —grita uno de los individuos, ya que los pasos permiten pensar que son varios—. ¡Permanezcan quietos, no se muevan!

-¡Necesitamos ayuda! -respondí a la voz que decía ser un guardia de seguridad- ¡Aquí hay un hombre armado y parece agresivo!

No quise dar detalles sobre la apariencia de nuestro atacante. El tipo no nos creería. Puede que incluso lo tomara como una broma de adolescentes drogados. No, le dije lo que necesitaba saber. Ya tendría tiempo para sorpresas.

Era como un personaje sacado de una película de terror, daba igual la fuerza con que se le atacara que seguía y seguía. Isaiah había demostrado tener arrestos para ir contra aquel hombre extrañamente vivo que blandía una espada. Y luego es que aparte del estado lamentable en el que se encontraba, estaban aquellas cadenas. No era nada normal lo que estaba sucediendo.

Por el amor de dios, estamos de suerte, los de seguridad del parque han aparecido - ¡aquí, aquí! - tenía que intervenir ante aquel hombre, detenerlo, inmovilizarlo ¿matarlo? - ¡¡arrójalo al agua!! - con esas cadenas seguro que se hundía.

Ni siquiera me dio tiempo a alcanzar al desconocido para arrebatarle la espada cuando éste, en un alarde increíble de fuerza y agilidad, lanzó a Isaiah contra nosotros. Intenté que el pobre viejo no se cayera al suelo mientras veía al loco que, poco a poco, se iba acercando a nosotros.

A pesar de la niebla que se había levantado era capaz de ver la férrea y asesina voluntad de acabar con nosotros que se reflejaba en sus ojos. Avanzaba con paso seguro y nosotros, el objetivo de sus criminales intenciones, estábamos quizás tan sorprendidos que parecía que en ningún momento nos habíamos planteado largarnos a toda hostia de allí.

Estaba a punto de abrir la boca para gritar a mis compañeros que corrieran con todas sus fuerzas, buscando alejarnos de una más que segura muerte, cuando la voz que resonó fue otra muy distinta. Con un suspiro de alivio escuché acercarse a los vigilantes de parque mientras mis compañeras gritaban para guiarlos.

Isaiah se encuentra aparentemente inconsciente a pesar de la agilidad de Liam para evitar que se golpease la cabeza contra el duro suelo de gravilla. El policía situado detrás del grupo, seguido por otros dos, abre los ojos desmesuradamente cuando se acerca lo suficiente para ver al ser que os amenaza con una espada. Después todo sucede demasiado deprisa para ser comprendido por ninguno de los presentes y tan sólo puede ser contemplado con una especie de obra de arte macabra.

La petición de ayuda de Tiffany es atendida por el grupo de los tres guardias que se adelantan unos pasos al grupo tratando de protegerlos de lo que se les echa encima. Si la joven fotógrafa hubiera tratado de explicar la situación, de haber tenido tiempo siquiera, se hubiera encontrado con una incredulidad que hubiera sido mortal para todos. Lydia, pese a la positiva sorpresa inicial por la actuación de Isaiah, no puede evitar sentir que todo se tuerce al verle volar por el aire. Liam, armado de la esperanza de haber escuchado la voz del guarda de seguridad que no venía solo, ve su confianza partir como un pájaro cuando el individuo semidescompuesto y armado avanza.

La espalda refulge contra las luces de las linternas de los guardias mientras traza un grácil círculo en el aire. Un segundo después la cabeza del guardia rueda por el suelo de madera del muelle mientras la sangre salpica en todas direcciones. Como un grifo mal cerrado, las venas del cuello bombean sangre en el suelo. Otro giro, otro brillo, otra cabeza que vuela en dirección al agua del lago trazando un arco escarlata casi negro en la oscuridad de la noche. El tercer guarda, que no ha visto lo ocurrido por encontrarse detrás del grupo saca su pistola reglamentaria y comienza a disparar al escuchar los gritos ahogados de sus compañeros y ver las siluetas de las cabezas cercenadas contra la luna.

Sin pensárselo dos veces, el individuo de la espada la deja caer al suelo y salta hacia el lago. El guarda dispara en un par de ocasiones más, pero se escucha cómo el mortal enemigo se aleja nadando a gran velocidad. Nervioso, tartamudeando, el guardia de seguridad se gira hacia el grupo peligrosamente con el arma aún en la mano.

—¿Qué $%&$%&$ era eso? —logra decir—. ¿Quiénes sois vosotros? ¿Qué $%&$ está pasando aquí?

Había corrido como un poseso como le habían enseñado en el instituto y luego en la universidad, aprovechar toda su masa corporal para lanzarla hacia delante, agarrando por la cintura al contrario para derribarle. Lo que jamás le había ocurrido, ni se habría podido imaginar si quiera, fuese que una criatura esmirriada como aquella, fuese lo que fuese, tuviese tal fuerza para lanzar a un tipo de su corpulencia por los aires de aquella manera. Se lo había quitado de encima como si de un mosquito molesto se tratase.

Todo aquello pasó por la mente de Isaiah mientras volaba por los aires y se golpeaba contra el suelo. Después vio oscuridad, oía voces y gritos lejanos, sabía que de alguna manera, iban con él, pero no podía hacer nada.

Entonces notó cómo la consciencia afloraba de nuevo y recuperaba el contro. Abrió los ojos despacio mientras murmuraba: -¿Dónde... estoy? -notaba en la cabeza esa sensación tan familiar de conmoción cerebral. Había sufrido a lo largo de su carrera cinco, tres de ellas serias. Esta sería la sexta, otra más para la colección. Se le había apagado "el interruptor".

-¡Oh, dios mío! -grité al ver cómo esas cabezas volaban. Por suerte, el tercer guardia tuvo suficiente tiempo para disparar. Debió herirlo, porque el sujeto huyó. Estábamos a salvo, por el momento.

-No lo sabemos -le expliqué al guardia- Vinimos para encontrarnos con una persona, pero en su lugar apareció ese extraño sujeto y comenzó a atacarnos. Necesitamos una ambulancia para nuestro amigo, recibió un golpe muy fuerte.

Vi el reflejo de la espada segar dos cuellos con la misma destreza con que un cirujano rasga la epidermis con su bisturí, había sido un movimiento grácil, certero, de tiralíneas sin embargo toda aquella sangre, ya se sabe al seccionar las venas principales del cuello, lo había cubierto todo, dando al lugar una ambientación terrorífica. Por suerte el tercer guardia había sacado su arma reglamentaria y abierto fuego contra el... ello, y éste se había marchado, huido a través del agua, nadando a una velocidad envidiable.

También Isaiah había rodado por el suelo. Fui hacia él para tomarle el pulso y las constantes vitales - tranquilo, ya se ha ido - le comenté que no hiciera movimientos bruscos, había sufrido un fuerte golpe y convenía hacerle un scanner en el hospital para descartar lesiones - ¿Cómo se encuentra, Isaiah, le duele algo? - le pedí que abriera los ojos para ver como respondía a los estímulos externos.

- ¿Estáis bien? - bueno dentro de un orden claro. El guardia superviviente estaba bastante afectado, al igual que el resto, con la diferencia de que sus dos compañeros estaban decapitados - hay que avisar a la policía, que rastreen la zona en busca del asesino - un ser con semejante descripción no debería de pasar desapercibido, debería de ser sencillo avistarlo, otra cosa sería detenerlo.

- Soy médico - informé al guardia.

- Gracias... sois un encanto.  Todo me da vueltas -murmuraba mientras con los ojos abiertos seguía el dedo de la doctora de un lado a otro y hacía todo lo que le iba indicando -si me ayudáis a ponerme en pie... creo que podré caminar. No es la primera vez que me pasa, las conmociones y yo nos conocemos desde hace mucho. ¿Qué ha pasado? -recordó vagamente que estaban allí para encontrarse con alguien, que le habían enviado una extraña nota en el hospital, entregada por un muchacho de lo más extraño.

Había sido tal el ímpetu y la velocidad con la que el extraño había no solo detenido el golpe de Isaiah sino también se lo había devuelto que apenas tuve tiempo para frenar la caída del viejo. Preocupado por su estado, me disponía a atenderlo cuando la tragedia se reveló ante mis ojos. Con asombro, con terror, con auténtico estupor vi las cabezas de los dos guardias rodando por la madera del embarcadero mientras el desasosiego se cebaba en mí.

Aquello era una pesadilla sacada de la mente de un perturbado, no había otra explicación posible.

Muchas situaciones difíciles había vivido, muchas las experiencias traumáticas que me habían tocado de cerca, pero nada se podía comparar con el horror gratuito que estábamos sufriendo en esos instantes. Sólo salí de ese estupor cuando escuché los disparos del único guardia que aún seguía en pie y, sin dejar de sorprenderme ante la frialdad que mostraban mis compañeras, me preocupé del viejo que estaba volviendo en sí del golpe y que, en esos instantes, esaba siendo atendido una vez más por la médico.

—Agárrese a mí —dije, tendiendo mi brazo para ayudarlo a ponerse en pie—. Todo ha pasado ya... Espero.

Escuchaba las explicaciones que Tiffany le estaba dando al guardia, imaginándome lo satisfecha que se encontraría al tener una noticia tan macabra entre manos. Pero en esos momentos lo más importante y más urgente era la salud de Isaiah, además de dar parte a la policía de lo sucedido.

—¿Está en condiciones de dar parte de lo sucedido? —Pregunté al guardia sin dejar de sujetar al anciano para que no volviera a caer e intentando no dirigir la mirada en ningún momento a las cabezas cortadas ni a toda la sangre que empapaba la madera.

A pesar de haber sido golpeado y lanzado por los aires por aquella criatura en descomposición armada con una espada, Isaiah Green recupera la consciencia con relativa rapidez. Observador, como la calle obliga a ser, se hace cargo al instante de la situación. Están sus compañeros (de momento puede denominarlos así) y un policía que parece a punto de desmayarse. Sólo un segundo después ve la sangre salpicando la ropa de todos los presentes, los cuerpos decapitados que aún gotean al suelo y la omnipresente niebla cubriendo, piadosamente, dos objetos redondeados en el suelo que alcanza a suponer lo que deben ser. Pregunta por lo sucedido, pero en ese momento nadie tiene el ánimo suficiente como para detenerse a explicárselo.

Tiffany, visiblemente alterada, se encuentra relativamente tranquila al saber que los disparos del último guardia de seguridad vivo, de los tres que se habían acercado al muelle, habían puesto a la criatura a la fuga. Ante las preguntas del guardia Tiffany trata de darle una explicación que el hombre no parece escuchar o comprender. La mira y asiente, pero es casi seguro que no podría repetirlo. Ni aunque al hombre le fuese la vida en ello. En la mente de la mujer, las cabezas de los guardias están aún volando y repartiendo sangre por macabra aspersión.

Lydia se congratula interiormente, al igual que el resto de los presentes, de la reacción del guardia. Tras acercarse a Isaiah puede confirmar que sólo tiene una pequeña conmoción. Su pulso está bastante alterado y se ha golpeado en la cabeza. ¿O ya tenía ese golpe de antes? Es difícil asegurarlo. Le pregunta a Isaiah por su estado, pero el hombre responde con cierta naturalidad que hace pensar que no es la primera vez que pierde el conocimiento. Propone llamar a la policía, cosa que pudiera no ser una buena idea considerando lo extraño de la situación y las pocas explicaciones convincentes que tienen para ofrecer. Se identifica como médico ante el guardia de seguridad, con escaso éxito. Definitivamente, el hombre está en shock.

Liam, impactado por la escena de violencia desatada en tan escasos segundos sin que medie una razón para ello, se sobrepone a la situación a pesar de sentirse desconcertado y asqueado. Ayuda a Isaiah a ponerse en pie y en su mente también aparece la idea de avisar a la policía. Pregunta al guardia si está lo suficientemente sereno como para poder dar parte a la policía, cosa a lo que el hombre no responde en un primer momento, pero finalmente solicita refuerzos con la radio que cuelga de su hombro izquierdo.

Cinco minutos después llegan seis agentes del Central Park que llevan al grupo a una de las casetas desde donde llaman a la policía. Dos coches de policía aparecen en el lugar unos diez minutos más tarde y se llevan al variopinto grupo de acompañantes a la comisaría del Distrito de Central Park, situada entre la Calle 86 y Traverse Road. Sientan a los cinco, dado que el guarda de seguridad está con ellos, y les solicitan los datos personales al tiempo que dejan en una mesa, frente a ellos, la espada que llevaba el individuo.

Un agente de policía, alto, rubio y de mirada desconfiada se sienta en una mesa frente a ellos. Lleva el uniforme perfectamente planchado y por su falta de arrugar no debe llegar a la treintena. Saca un folio y lo coloca en una máquina de escribir con aspecto de haber pasado por un bombardeo. La luz cenital de una triste bombilla en el techo provoca extrañas y caprichosas sombras en el suelo.

—Bien, me gustaría escuchar lo que tengan que decir de lo que ha sucedido —alza la vista del papel para mirar a todos—. No hay nadie acusado de nada, por el momento. Sencillamente quiero saber su versión de lo sucedido, la de todos ustedes. Tienen derecho a llamar a un abogado si lo creen oportuno, pero repito que no se les acusa de nada.

El oficial se veía atractivo, pero no podía confiarme. Deberíamos inventar una versión creíble de los hechos si no queríamos terminar en un manicomio. Al menos, no teníamos problemas legales, aún.

-Fui a visitar al señor Green al hospital -expliqué- Allí me encontré con el resto del grupo. Un niño se acercó al señor Green y le entregó una nota. En esa nota, supuestamente, el señor Christian Starker citaba al señor Green en el lugar de los hechos. Todos estuvimos de acuerdo en acompañarlos. Pero al llegar nos encontramos con otro hombre. Era alto y tenía algún tipo de deformidad física. No logré verlo muy bien por la niebla. Estaba armado con una espada y trató de atacar al señor Green sin advertencia alguna. Fue entonces cuando aparecieron los guardias de seguridad. El hombre logró matar a dos de ellos, pero el tercero abrió fuego. No estoy segura de si logró herirlo, pero pareció asustarlo, porque emprendió la fuga.

- Así es, corroboro lo que dice la srta Clark - le comento al policía que había atendido en el hospital a Isaiah y que allí había coincidido con el resto, también lo de que había aparecido un niño con aquel mensaje-cita/encuentro y que habíamos acordado aparecer en aquel lugar, que luego había aparecido aquel hombre armado y con una actitud violenta, luego llegaron los guardias, mató a dos y el tercero huyó cuando le disparó - era un hombre fuerte y muy grande, no me pude fijar bien en su cara pero tenía mal aspecto en general, quizás fuera un vagabundo afectado por sustancias psicotrópicas porque tenía una coloración de la piel un tanto pálida - no iba a decirle al policía que era tan azul como un pitufo, ni lo de las pezuñas en vez de manos, que seguramente tendría una explicación pero dudaba que no enturbiase la declaración - ya le digo que su actitud era hostil - me fijé en el arma que había sobre la mesa por si tuviera algún detalle en plan inscripción o algo que pudiera servir para identificar al asesino o procedencia - nunca lo había visto con anterioridad y suerte que aparecieron los guardias - trato de integrar en la versión al guardia - quizás haya cámaras en donde se le pueda ver el rostro o huellas - nadie aparece y desaparece sin más.

No era la primera vez que me encontraba en una comisaría, y me imaginaba que no sería la última. Tanto para buscar información, para declarar o simplemente para denunciar las visitas habían sido numerosas pero nunca antes por una circunstancia tan difícil de explicar como la que acabábams de vivir.

—Así es agente. Sucedió tal y como comentan mis compañeras —corroboré, empleando el tono más serio y profesional del que fui capaz—. Por circunstancias diversas nos encontramos todos en el hospital donde se estaba atendiendo al señor Green. En concreto yo había ido para hacerle una entrevista después de saber que le habían dado una paliza... Y un chico apareció con una nota donde se especificaba hora y lugar para un encuentro. Para evitar que el señor Green tuviera más problemas decidimos acompañarlo y luego... respiré hondo pues recordar las cabezas rodando por el embarcadero del lago no resultaba nada agradable—. En lugar del hombre que supuestamente había firmado la nota apareció ese loco con una espada romana en la mano. Dispuesto a matarnos seguramente tal y como hizo con los pobres guardias que aparecieron.

A grandes rasgos esa era la historia. La misma historia que tanto Tiffany como la doctora habían contado. Quizás había pequeños matices que no habíamos contado, pero la verdad era aquella y esperaba que el agente a cargo de nuestras declaraciones nos creyera.

El agente, que según una pequeña placa de su mesa es el teniente Dwight, se levanta de su silla con gran agilidad y las sombras parecen moverse para ocultar su movimiento. Sin duda un efecto óptico, pero de gran calado emocional. Mira la España corta y la toca con un reverencioso gesto de respeto.

—Verán… —comienza a hablar sin que parezca claro por dónde seguir—. Por lo que tenemos entendido, y según el guardia del parque, que está declarando en otro despacho, parece ser que lo que cuentan se corresponde con lo que ha declarado él.

Vuelve a mirar la espada fijamente y, dándose cuenta de que os habéis percatado de ello, se decide a hablar,

—Lo cierto es que la agresión que han sufrido tiene ciertos elementos… extraños, si me permiten la expresión —Señala el arma en la mesa—. Esa arma con la que les han agredido, es una gladius, una espada corta empleada por los ejércitos romanos. Lo curioso del caso es que, según nuestra armería, es auténtica. Tiene más de dos mil años de antigüedad… ¡debería estar en un museo! Es increíble que hayan empleado esa espada como arma.

Se vuelve a sentar en su mesa y las sombras de las paredes parecen desvanecerse.

—Y respecto al caballero que menciona la señorita Clark… —releyó sus apuntes—. Christian Starker… tenemos una denuncia por desaparición interpuesta hace dos días. Sea quien fuera el que les envió la nota o no era él o fue escrita bajo coacción. Si tienen la nota, me gustaría quedármela como prueba para enviársela a mis compañeros que llevan el caso. No obstante, y dado el caprichoso carácter del señor Starker en opinión de todos los que le conocen, no sería la primera vez que desaparece un par de semanas para pintar una de sus «obras maestras».

Toma una serie de notas en su libreta que guarda en el bolsillo del pantalón azul.

—Les vamos a dejar en libertad inmediatamente, sin cargos por supuesto, pero les rogaría que no saliesen de la ciudad en una semana hasta que esto se aclare un poco.

Al ver aquel extraño fenómeno con las sombras, recordé aquel evento y el oficial ya no me pareció tan atractivo. Algo me decía que no podíamos confiar en él.

-Sí, yo supuse que debió robar la espada de un museo -comenté intentando sonar casual- El por qué la usaría como arma ya es algo más difícil de dilucidar. Supongo que simplemente estaba loco.

Luego el oficial mencionó que Christian había desaparecido y que podíamos irnos, siempre y cuando no saliéramos de la ciudad.

-¿Bromea? La desaparición de Christian Starker puede ser una gran noticia. Ni loca me alejaría de esta ciudad. Incluso si lo hizo a propósito para reaparecer con una nueva obra, sigue siendo un tema de interés.

Intentaba asegurarle que no huiría, pero sin que creyera que me entrometería. Esperaba que mordiera el anzuelo. Si no lo hacía, podía tener problemas, de los reales.

Una vez que salimos de allí, intenté advertirle a mis compañeros.

-No deberíamos confiar en ese oficial. Creo que oculta algo.

Se encoge de hombros - quizás en una visita a Roma, en un museo, se afanó la espada. El caso es que como ya le han relatado, no tenemos nada que ver con el asunto. Fuimos atacados sin más.. ¡ah! aquí tiene -le tiende la nota que llevaba guardada en la chaqueta, al fin y al cabo, Isaiah no la quería para nada-siento mucho lo de sus hombres, se lo digo de todo corazón. Cuesta creer la cantidad de desaprensivos y malhechores que hay por ahí sueltos. La naturaleza humana...

En ese momento cuando están apunto de salir y se pone en pie, se marea y tiene que sentarse un  momento, es normal en estos casos, el cerebro se desplaza muy rápido se golpea contra el cráneo y se produce una pequeña conmoción, luego vuelve a su sitio pero no termina de estar colocado del todo y a veces se producen estos pequeños mareos.

En seguida se me pasa... -tras un par de minutos recibe la noticia de que van a ser liberados. No podía ser de otra manera claro. Cuando salió a la calle preguntó al resto

- De verdad que lo que vi.... ¿lo visteis también vosotros? no era humano... a mí ese policía me ha parecido de lo más normal. Hay que confiar más en los demás -y eso lo decía un paria, un sin techo, un olvidado e ignorado por la sociedad.

-Precisamente -le expliqué a Isaiah- Hay cosas rondando por ahí que no son exactamente humanas -luego miré al resto del grupo- En mi profesión, uno llega a ver cosas realmente raras -expliqué, con la esperanza de que no me tomaran por loca- Y no sabemos si podemos confiar en algo que no es humano. Pueden llegar a hacer cosas bastante horribles.

La explicación del policía no me pareció extraña, pero lo de las sombras sí que fue algo realmente curioso. Por un momento, estuve a punto de preguntarle cómo lo hacía. Seguro que era practicante de magia o aficionado a los efectos especiales, pero el truco le había salido y resultaba del todo impactante, aparte de lo original que fue.

También parecía que le gustaban las espadas, varias veces le había parecido que se quedaba absorto fijándose en la espada - ¿auténtica? seguro que se la robó a un coleccionista - de qué iba a tener una espada romana aquel sujeto - ¿Puedo? - nunca había tocado una gladius y bueno, ya que era original quería saber qué sensaciones comportaba, vamos sobretodo cuánto pesaba y esas cosas.

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A la salida, una vez ya fuera - sí que me ha parecido que era un poco extraño... un friki ¿habéis visto cómo miraba la espada? - como si le hipnotizara - y luego las sombras, parecía que se movían con él.