Partida Rol por web

Para acrecentar la incertidumbre de alguno de los cuatro ocupantes de la habitación de Isaiah Green, el papel desprende un curioso aroma oleaginoso. Pudiera ser algún tipo de perfume o de tabaco, si bien la lógica apunta hacia esto último. Liam se da cuenta de que la textura del papel no es la habitual en las cartas que se envían por correo o se usan para mensajes, sino que aparenta prácticamente pergamino. Quizá incluso una imitación del papel egipcio.

Gracias a la prueba que realiza la doctora Rivers, queda demostrado que, si bien la mancha roja hizo pensar a los más nerviosos que se trataba de sangre, parece ser únicamente pintura roja de algún tipo. La sangre hubiera provocado un rastro muy distinto en el algodón. Podría hacerle alguna otra prueba, pero acostumbrada como estaba a tratar con todo tipo de heridas, estaba plenamente segura de que esa mancha roja no procedía de ninguna.

—Esperad… ¡Christian Starker! He oído hablar de él —exclama Liam Gallagher—. Parece ser que era un artista mediocre que trataba de destacar como fuese. Sus obras no consiguieron gran repercusión... hasta hace cosa de unos dos años —hace una pausa antes de seguir hablando—. Produjo unas obras tan impactantes que se hizo célebre. Se decía que sus retratos captaban el alma del retratado. Y esa fue justo la razón de la polémica —el periodista sonríe ligeramente—. Retrató como horrendos monstruos a políticos y líderes financieros, lo que le valió ser vetado en algunas galerías del país. Siguió pintando pese a eso… pero sus obras se venden ahora en subastas privadas para coleccionistas anónimos.

Pese a esta nueva información tan relevante, al menos en apariencia, Isaiah, Liam y Tiffany siguen dispuestos a ir a Central Park para averiguar qué quiere de ellos el emisor de la nota donde les previene acerca del peligro que corren sus vidas. La doctora Rivers es la única que aún no se ha pronunciado al respecto y todos la miraron de soslayo esperando una confirmación por su parte. “Esto también te atañe a ti”, parecían decir todos con su mirada.

Increíble, todos parece que se mueren por cumplir a ciegas las recomendaciones de la nota sin saber el porqué nos quiere reunir allí a todos. No entiendo muy bien la relación que pudiera vincularnos, fuera de que conocemos al viejo Isaiah - Está bien, está bien, iré con ustedes. Estaré allí a la hora convenida - si era una broma o tenía algún misterio quería resolver el asunto y zanjarlo, no fuera que se convirtiera aquello en un show.

Los nuevos datos que aporta el periodista, lejos de interesarme me provocan sopor - ese arte abstracto, ya - una especie de caricaturista sólo que en vez de buscar la risa fácil, le da por representaciones gore - en el mundo del arte siempre hay fanáticos - lo de las colecciones privadas tiene su razón de ser, quien no puede representarlo en abierto a todo tipo de público, acaba atrayendo a gente rara.

-Sí... parece haber alguna clase de obsesión con la Biblia -dije ante las observaciones de Liam, recordando que Amoz era el padre del profeta con el mismo nombre que nuestro viejo amigo-. Claro, Starker. Recordaba que era un pintor famoso y polémico, pero no recordaba el motivo del escándalo. Si me preguntas a mí, retratar a políticos como si fueran monstruos no necesariamente estaría alejado de la realidad, pero bueno, hay verdades que el público no quiere escuchar.

—Podemos desprender por las palabras de su carta que ese artista es algún tipo de fanático religioso, así que no me extrañaría que su intención a la hora de retratar a esos hombres supuestamente poderosos como monstruos no deja de ser una llamada de atención sobre la podredumbre de sus almas —algo que en cierta forma no dejaba de compartir pues bien sabía lo que el poder podía llegar a corromper.

Observé con atención a la doctora, la cual parecía mantener una actitud escéptica e incluso aburrida por todo lo que se estaba diciendo. Podía entender su suspicacia por aquella extraña cita, suspicacia que yo compartía, pero suponía que algo de curiosidad debería sentir por saber a qué venía todo aquel asunto y, sobre todo, para averiguar si todo era una simple broma de mal gusto o había algo de verdad en aquel aviso.

—Entonces ¿todos de acuerdo? —pregunté paseando la mirada por los presentes—. A las nueve en el embarcadero de Central Park.

- ¡Ah! que no es más que el nombre del profeta... vale-escucha con atención la historia del artista. Muy interesante pero poco o nada cambia el hecho de que corren peligro. La doctora se une al grupo. Bien, así cuantos más mejor -allí estaré. Termine la cura doctora cuando quiera-recordando a la doctora que aún le faltaba algo.

Se conocía Central Park como la palma de su mano. Hubo una época en la que paraba por allí bastante. Sabía perfectamente dónde quedaba el embarcadero.

Central Park no es un parque público que pueda ser cerrado del mismo modo que lo son otros de menor tamaño. Sus puertas decorativas permanecen abiertas y, por la que usáis para penetrar en su interior, la rodea un muro de dos metros rematado por treinta centímetros de lanzas apuntando al cielo oscurecido. El hierro forjado de las puertas abiertas representa una escena idílica del parque. Siguiendo hacia el interior del frondoso bosque en plena ciudad, puede verse un parque infantil para los más pequeños. Tiene varios toboganes, columpios e incluso un carrusel. En el centro hay un castillo de madera de buenas dimensiones para trepar por él. Un segundo vistazo hace que el observador se percate de que los columpios metálicos tienen una incipiente corrosión.

Unos cien metros más adelante hay un pequeño pero cuidado jardín que ofrece a sus visitantes algunas flores cuyos colores pasan cada vez más desapercibidos a causa de un cielo completamente cubierto y a las escasas farolas que iluminan el parque, que no fue hecho para ser visitado de noche. A lo lejos puede verse la garita de algún guardia de seguridad iluminada, pero una sombra indica que está dentro, seguramente viendo la televisión o resolviendo crucigramas. El lago ocupa una enorme extensión de terreno y acoge una considerable de especies de aves acuáticas. Hay un sendero que bordea el lago completamente hasta donde se pierde la vista. Por cuestiones de seguridad el lago no cubre más de un metro, salvo en el centro, donde tiene unos tres metros de seguridad.

El embarcadero es algo más grande de lo normal. En él hay un pequeño café y una zona de amarre para los botes de alquiler. En el momento en el que os reunís los cuatro en el comienzo de la zona de madera a unos cien metros del muelle. Un lejano rayo ilumina vuestras caras y comienza a caer lluvia, una lluvia que no había sido anunciada por los programas de televisión dedicados al tiempo. Una niebla, surgida del propio lago, ha ido elevándose lentamente cubriendo todo Central Park. Nada se ve con claridad a más de veinte metros. El muelle parece surgir de la oscuridad y a escasa distancia vuelve a la oscuridad por la niebla. Los escasos sonidos del mundo exterior se vuelven sordos e indistinguibles.

De repente, a través de la niebla, se oye un sonido de metal contra metal. Después, un repiqueteo de cadenas mientras alguien se mueve por el muelle. A duras penas se distingue la silueta de un hombre con gabardina de pie a la orilla del muelle que se arrebuja resguardándose de la lluvia y el creciente frío.

-¿Lluvia?¡Qué extraño! -observé cuando las precipitaciones nos dieron la bienvenida al parque- El pronóstico no dijo nada...

Pero entonces, la niebla surgió del lago.

-¡Genial, también tenemos niebla!

Finalmente, divisamos una silueta a lo lejos. Pensé que debía ser Christian, pero todo estaba tan oscuro y difuso que preferí tomármelo con cautela. Ese ruido metálico tampoco ayudaba mucho.

-Tengan cuidado. Esto se ve sospechoso.

Utilicé el transporte público para acercarme a Central Park, la noche en aquel paraje provocaba que el ambiente fuera el de una película de misterio, si bien la oscuridad se comporta como sesgo cognitivo al condicionar nuestras percepciones, construyendo a veces fantasías o pesadillas en nuestra imaginación. 

Caminé hasta el lugar reseñado por la carta que le había llegado "al profeta" valga decir que, si se tratara de un programa de cámara oculta no me habría provocado ni la menor gracia, pero algo debía de haber ya que, para que a estas horas no me encontrara en casa disfrutando de mi serie favorita "Doctor en Alaska"

La zona del lago está aparentemente en calma, hay los típicos botes para dar un paseo y fuera de los que nos habíamos convocado a la hora fijada, nadie más. Me acerco a ellos - bueno, parece que nuestro misterioso interlocutor no ha dignado a acercarse - me lo temía, seguro que había sido una apuesta, una broma; igual nos daban un susto y nos explicaban al final el motivo de todo el show.

En esas divagaciones me encuentro cuando escucho aquel sonido metálico, como de cadenas. Las cadenas que amarran los botes entre sí como efecto de la marea, seguro. Una silueta en el embarcadero... entonces quien sea, ha llegado a través de un bote al muelle, me sirve - parece que el sr. misterioso ha llegado - espero a que alguno ellos sea capaz de reconocerlo o a que se presente.

Una vez terminadas las curas se fue a su sitio de Brooklyn, por muchas palizas que le diesen nadie le iba a echar de allí. Tenía unos dólares guardados que usó para el metro. Luego anduvo directo hasta el lago. Cuando vio a los demás les sonrió -buenas noches -ni siquiera se inmutó cuando la lluvia empezó a caer sobre ellos. Estaba más que acostumbrado a ello -es sólo agua, se lo aseguro. Viene bien para despejar la mente y desembotar los sentidos- al ver la silueta se acercó y dijo en voz alta -hola... por fin ha llegado. Soy Isaiah Green. Tal y como nos pidió, aquí estamos.

Aparqué el coche en el primer hueco libre que vi más cercano al parque, teniendo que caminar los metros que me separaban del embarcadero. Encendí un cigarrillo para despejar mi mente y, mientras recorría los conocidos parajes por los que había camino tantas veces junto a Sarah y Leo, mi cabeza no dejaba de dar vueltas al misterio, o quizás broma, que nos había llevado a cuatro desconocidos a juntarnos con un quinto en mitad de la noche. Si lo hubiese pensado con más calma seguramente hubiera visto lo estúpido que era aquello, pero ahora no podía echarme atrás.

Apenas me separaban unos pocos metros del lago cuando la lluvia comenzó a caer y, subiendo el cuello de mi americana, acabé refunfuñando al ver mi cigarrillo completamente empapado.

—Mierda —susurré para mí viendo cómo la niebla comenzaba a subir del lago—. Esto solo parece ir mejorando —me dije con ironía.

El resto ya se encontraba en el lugar de la cita que, como era de suponer, se encontraba sin un alma a la vista y sin el más mínimo rastro de nuestro del autor de la nota. Suspiré frustrado y, en cierta forma, desilusionado pues en el fondo esperaba sacar algo de interés de todo aquel extraño asunto. Pero estaba claro que había sido una simple y estúpida broma.

—Buenas noches. Siento el retraso pero no encontraba donde… —estaba a punto no solo de justificar mi tardanza sino también de constatar la obviedad de que nos habían tomado el pelo cuando el sonido de unas cadenas hizo que cortara la frase de raíz.

Una silueta emergió entre la niebla y mis ojos se entrecerraron intentando vislumbrar algún detalle del sujeto, pero aparte de ver que se arrebujaba en su gabardina no hubo nada que me hiciera sospechar… aunque tampoco había nada que hiciera que me relajara de aquella extraña situación.

—Parece que por fin sabremos si esto solo es una broma o simplemente somos la diana de las locuras de algún excéntrico chiflado —comenté, esperando que la figura recién llegada contestara a lo dicho por nuestro particular profeta.

El hombre que se abriga todo lo mejor que puede en su gabardina comienza a aproximarse al grupo cuando oye las palabras que le dedican algunos de sus miembros. Sin embargo no responde a nada de lo que se le dice ni realiza ningún comentario para establecer contacto. Liam tiene una intuición demasiado intensa y clara como para poder ignorarla sin más. El periodista está convencido de que ese sujeto que se acerca no es Christian Starker, parezca lo que pueda parecer. Y su instinto no suele equivocarse.

Envuelto en la gabardina, desdibujado por la lluvia, disimulado por la densa niebla, el sujeto se acerca a grandes zancadas al grupo sin mediar palabra. Ha salido del muelle cuando se encuentra por fin a la vista de todo el grupo. Lleva, en efecto, gabardina, una camiseta sucia, vaqueros y zapatillas de deporte viejas y mugrientas. La piel que asoma a través de la ropa, incluyendo la de la cabeza, es de color azul oscuro con ampollas por todo el cuerpo. Una herida en su cuello, que lo atraviesa de parte a parte, está supurando pus sin que parezca que vaya a dejar de hacerlo.

Pero lo peor son sus manos, convertidas en garras, portando en la derecha una espada corta que ha sacado de la gabardina. Isaiah es el que se encuentra más cercano a él y, cuando el misterioso hombre armado levanta la espada, es el único que puede correr peligro inmediato.

-¡Ay, por dios!¿Estás bien? -exclamé al ver las heridas de ese hombre. Pero pronto noté esas garras y el hecho de que llevaba...

¿Una espada?¿En pleno siglo XX?

-¿Qué vas a hacer con eso? -le dije al extraño mientras miraba a Isaiah con preocupación

Y cuando creí que lo había visto todo, un ninja leproso con garras. Espero que no intente lastimar al viejo Isaiah

Era imposible que aquel hombre fuera azul como un pitufo, seguramente el reflejo de algo, una luz azul provocaba verlo así. En cuanto a la herida, quizás fuera especialista de efectos especiales o de estos tipos que les gusta aparentar lo que no son. Un actor, era un actor ¿quién sino llevaría esas garras en vez de manos? - eigg - aquellas ampollas sin tratar, directamente sobre la ropa... estaba a punto de recomendarle una visita a su médico de cabecera para tratarlas cuando veo que levanta el brazo con aquella espada - ¡¡ay dioss, ay diosss!! - ni en mis peores pesadillas, habíamos seguido el juego a un asesino.

- ¡¡Salgamos de aquí!! - corro hacia atrás del embarcadero, el hombre es un psicópata peligroso.

A pesar de que sólo has podido contemplar durante escasos segundos al individuo que se acerca a vosotros, gracias a tus conocimientos médicos puedes afirmar sin temor a equivocarte que está muerto. Ningún cuerpo soporta ese estado y puede continuar viviendo, especialmente ese enorme corte supurante en el cuello. A pesar de su segura mortandad, se mueve tan ligera y grácilmente como un gimnasta o un luchador. Pero está muerto…

Por tus conocimientos de criminología y hombre de mundo, eres capaz de identificar la espada que porta el infame y desagradable individuo. Se trata de una «gladius» utilizada por las legiones de la Antigua Roma desde el siglo III a. C. hasta el siglo III aproximadamente. Aunque algo desgastada, está en perfecto estado de conservación, o al menos eso te parece. No obstante, ese hombre no es Christian Starker en modo alguno.

Más información: https://es.wikipedia.org/wiki/Gladius

Ese individuo que se te está echando encima no sólo porta una espada con ánimo de atacarte con ella, sino que además huele increíblemente mal. Como huevos podridos que llevasen demasiado tiempo tirados en la calle. Por el color de su piel puedes suponer que… ¿ese asqueroso está muerto?

El individuo lleva, en efecto, una espada. Pero no es una espada corriente: has tenido ocasión de verla en algún museo, aunque no recuerdas exactamente dónde, ni cuándo. Lo que sí parece claro es que va a hacer daño al viejo Isaiah y, lo que parece igualmente probable, los siguientes objetivos seréis vosotros. No obstante, ese hombre no es Christian Starker.

Su costumbre norteña era tender la mano - sobre todo a los hombres - cuando veía a alguien por primera vez, así que quedó con la mano en el aire cuando se percató de que el hombre era... algo antinatural. ¿estaba enfermo? ¿era algún tipo de broma? el caso es que durante sus muchos años de fútbol, peleas, juergas y alcohol, había desarrollado un sexto sentido. Más bien era un interruptor que se encendía y que tomaba el control de su cuerpo.

Así ocurrió en efecto, Isaiah se "activó" y al ver el peligro, una espada que iba a por él ¿quién coño lleva una espada a finales del veinte? se lanzó hacia delante para placar al enfermo como si fuese el quarterback contrario.

¡serás hijodeputa!

—¡Pero qué coño...! —dejé el exabrupto a medio proferir cuando me fijé mejor en tipo que, saliendo de la niebla, se acercaba a nosotros.

No me hubiera llamado especialmente la atención aunque sus ropas fueran mugrientas pues de sobra conocía la cantidad de indigentes que se refugiaban en el parque. Pero aquel tipo no era como cualquier mendigo de los tantos que pululaban por la ciudad, aquel tipo era o un magnífico actor que nos estaba tomando el pelo o algo salido de nuestras peores pesadillas infantiles. Por lo menos de las mías sin lugar a dudas.

Sin embargo hubo un detalle que hizo que descartara casi de inmediato que fuera un actor... la espada que, aunque sonara absurdo, llevaba entre unas garras más animales que humanas. Cuando me fijé mejor en la gladius que portaba me dio la impresión de que era auténtica, digna de un museo o quizás de un gran coleccionista. Era imposible que un simple actor pudiera portar una espada como aquella.

Estupefacto, sin ser capaz de reaccionar, no podía apartar la mirada de aquel ser azulado, con una herida que debería haberlo matado de inmediato y con unas pestilentes y supurantes pústulas que daba asco mirar. Era hipnótico, incluso morboso, y fue esa indecisión lo que hizo que me quedara petrificado durante unos instantes.

A lo largo de mis años había visto muchas cosas raras pero ninguna como la que tenía ante mí.

Tardé demasiado en recobrarme ante el inminente ataque sobre Isaiah, tanto que ni siquiera fui capaz de gritarle alguna advertencia. Pero no fui yo quien actuó sino precisamente el viejo deportista el que se abalanzó sobre el desconocido. Porque de eso estaba bien seguro... Aquel hombre no era Christian Starker.

Me dirigí hacia los dos contendientes con la intención de coger y apartar la espada del camino de Isaiah mientras este desestabilizaba a aquel chalado.

- Con esa herida en el cuello nadie podría seguir viviendo - hay cosas que escapan a todo razonamiento científico y aquel sujeto era uno de ellos, ya no sólo la herida mortal en el cuello, estaban las pezuñas en vez de manos, el color azul y aquellas llagas - nunca he visto un ser semejante - era carne de laboratorio estaba claro, el problema era transportarlo hasta allí sin que nos atravesara con aquella espada.