Partida Rol por web

Me gustan más las salas con luz - dijo Ander - no es que le tenga miedo a la oscuridad, pero si hay aliens, me da en la nariz que será en las sombras donde haya más posibilidades de encontrarlas. Que nos hayamos encontrado luz en la habitación es una buena señal. -dijo sonriendo. Él no sabia que hacia Zaina con las cartas, pero como observador de las estrellas que era, creía más en los hechos que en lo místico. 

No había nada de luz frente a mí... de hecho, no podía ver absolutamente nada de dentro de la sala. Quizá fue por eso que traté de guardar silencio y concentrarme por si pudiera escuchar algún ruido del interior que me diera una pista. Sin embargo, tampoco escuchaba nada...

—Parece vacío — susurré volviendo la mirada a mis compañeros.

Luego, con un poco de indecisión, porque la situación no me inspiraba confianza... me acerqué aún más a la puerta y metí la mano en la negrura, tratando de palpar cerca del marco de la puerta en busca de algún interruptor. Porque... en toda habitación, el interruptor de la luz siempre está al lado del marco de la puerta... está claro.

Parece que el plan de subir las escaleras y no esperar a que las hadas malas acaben entrando en ese cuarto húmedo y tenebroso va ganando peso. Aunque el crujir de las escaleras bajo sus pies no es que augure nada bueno. Bien podrían tener esas escaleras más años que Matusalén. Y mira que Matusalén dicen que era viejo. Algo así como un inmortal bíblico... estaría bien ser inmortal en esos momentos, la verdad.

Tras subir las escaleras tenebrosas, se encuentran con un espacio más oscuro que la oscuridad... si es que se puede ser más oscuro. Y siente mucho más miedo... pero intenta calmarse, respirando lentamente. ¿Algún día se acabará todo eso? ¿Podrán dejar de huir? ¿Se morirán las hadas malvadas?

Muchas preguntas que no parecen tener respuesta en la negrura.

-¿Quién... quién tiene las linternas? - intenta no levantar la voz... por si acaso.

-Mierda - dije por lo bajo sin poder evitarlo. Seguro que mi abuela me hubiese dado una colleja por decir palabrotas, pero la desilusión tenía que salir de algún modo.

Como llevaba la gorra en la mano, deseó que fuese como el sombrero de un mago, del que se pueden sacar cosas. Un conejo seguro que estaba gracioso, pero ahora necesitaban luz... 

Instintivamente rebuscó dentro, deseando encontrar una linterna, o algo que iluminase de algún modo. Si podía invocar vendavales, quizás la magia fuese generosa...

–Es algo muy malo, Kolda. Lo peor... o casi–susurró la niña. Las manos le temblaban, así que las metió en el fondo de la chaqueta para que los demás no lo viesen. Decir que no se estaba asustado era fácil, lo dificil era no tener miedo de verdad. ¿Y cómo no tenerlo sabiendo lo que iba a pasar?

La niña parecía estar rumiando aún algo, pero no se decidía a hablar de ello. Tratando de aparentar normalidad, se metió las manos en los enormes bolsillos de la chaqueta. Allí estaba su linterna. No la había metido en el zurrón como pensaba. La niña la sacó y encendió para iluminar la nueva estancia y entrar de una vez. Primero un paso, luego otro. Si había algo dentro ya se enfrentarían a ello, pero lo primero era entrar.

Con cuidado, Robert y Zaina dieron un paso al interior de la estancia. El chico buscó a tientas una llave de interruptor... y la encontró, aunque era rara. Parecía un cilindro que se ensanchaba en los extremos, y había que girarlo. No se parecía a los interruptores que tenían en su casa, con una tecla grande, ancha y plana. Lo giró... pero no pasó nada. No se encendió ninguna luz y todo siguió a oscuras.

A sugerencia de Kate, Zaina buscó la linterna que llevaba en su chaqueta. A Jess tampoco le hacía gracia aquella oscuridad, y trató de concentrarse en sus poderes... pero estaba tan nerviosa que la gorra se le cayó al suelo. Al ir a recogerla, palpó algo extraño. Era una especie de... ¿linterna vieja? De aquellas que parecían una cajita de cristal con asa metálica y se encendían con una llamita. Estaba apagada, pero llevaban cerillas, así que después de todo, podría serles útil. Jess no pudo evitar darse cuenta sorprendida de que una fuente de luz era precisamente lo que había querido sacar de su gorra. ¿Tal vez...?

En ese momento, Zai encendió la linterna que llevaba. El haz de luz amarillenta se coló en la estancia y la iluminó a ráfagas. Era grande, con cuatro pilares que sostenían el techo. Tenía varias ventanas altas, como las de las fábricas viejas... pero estaban todas cegadas por algo que parecían ser cartones o papeles de estraza muy antiguos. En la sala había estanterías vacías de metal, colchones viejos tirados por el suelo y cachivaches de todo tipo, todos herrumbrosos y destartalados. Los únicos accesos que parecía haber, aparte del que habían utilizado, eran dos puertas al otro lado de la estancia.

Entonces escucharon algo. Un gemido, procedente de alguna parte de aquella sala grande y sucia. Había sido muy leve, pero no tenían ninguna duda de que lo habían oído. Les dejó paralizados de miedo por un instante... pero después todo quedó en silencio una vez más.

- ¿Lo... los demás también habéis oído eso? -susurró Melhi alarmada.

- A alguien le molesta la luz - dijo Ender. - ¿Y si intentamos no apuntarle directamente?, igual nos deja pasar

Kolda se asomó entre los rizos de Zaina, con gesto de alarma.

- No sonaba como un Hada -dijo-. Pero no me fío ni un pelo...

Al oír aquello, Zaina pasó la linterna a John, para que con el brazo que no tenía herido iluminase los alrededores y sacó su mechero y el spray.

–Si algo te ataca, John, apunta a lo que sea con ella y le harás mucho daño–. La niña se preparo para incinerar a lo que fuese que se cruzase por el medio. Tenían que proteger a aquel niño fuese como fuese o todo estaría perdido. ¡Daba igual lo que dijesen las cartas! El destino no podía cambiarse, pero si malinterpretarse. Y fuese cierto o no, seguiría actuando como debía. Intentando parecer más valiente de lo que se sentía, dio dos pasos y grito– ¡Seas lo que seas aparece! ¡Te escondes como un cobarde!

La luz de la linterna no es que alumbre demasiado, pero al menos ven lo que tienen delante. Se oye un quejido en uno de los rincones y da un respingo, conteniendo la respiración. No sonará como un hada, pero puede que sea algo peor, ¿no? Aunque si fuese algo peor, ya habría atacado... o eso cree ella. 

-Quizá... quizá sea otro niño atrapado.

Lo cierto, es que lo que menos le gusta es quedarse en la entrada del sótano. Cosas malas siempre pasan en los sótanos. Y en sus escaleras. Los monstruos siempre se ocultan en sótanos oscuros. Y en rincones.

No había interruptores, al menos no como los que yo conocía. Y la cosa esa que giré, tampoco parecía haber servido de nada más que para mancharme las manos de polvo y telarañas. ¡Qué rollo! Sin embargo, todas mis preocupaciones por buscar luz desaparecieron en el instante en el que se escuchó el gemido.

Escuchar el gemido me provocó un escalofrío que me colgeló todo el cuerpo. No estábamos solos, por desgracia...

—Estaos preparados — dije a los de detrás a la par que sacaba mi espada de juguete.

Estaba listo para repartir mamporros a diestro y siniestro si se nos acercaba cualquier cosa. Pero más preparada veía a Zaina. Eso chica sí que era valiente, jope. En cualquier caso, no había que descartar la idea de que fuera alguien pidiendo auxilio.

Ojalá tenga razón Kate...

John cogió la linterna y asintió. Arrugó la nariz tratando de mostrar rudeza en su rostro temeroso. Quería transmitir suficiencia y que los otros niños no pensaran que era un lastre y que tenían que cuidar más de él de lo que ya hacían.

Apuntó la linterna en varias direcciones para hacerse una idea de las dimensiones y posibles usos de esa habitación y siguió a Zaina para protegerla de lo que quiera que apareciese.

—¿Qué crees que hay ahí? —preguntó a la niña conforme avanzaban—. No dejaré que te haga daño.

Mientras avanzaba John sacó su brazo dolorido del cabestrillo que habían improvisado con el pañuelo de Zaina. Pero tuvo que ahogar un grito de dolor y devolver el brazo al cabestrillo. Chasqueó la lengua en señal de disgusto.
 

Tras el chasco con la linterna, que resultó ser de las antiguas, decidí no desecharla. Era de cristal, y si no nos servía como iluminación quizás lo haría como arma.

El gemido inesperado me dejó helada. Recordaba muy bien el miedo a las sombras, a lo desconocido. A lo que hay más allá de un haz de luz, que podía atraparnos, o simplemente rozarnos con un dedo frío en el brazo y...

Negué con la cabeza con fuerza, apartando esos fúnebres pensamientos. Imaginé los abrazos de mi abuelo, el olor de las tartaletas de mi abuela.. cualquier cosa que me recordase a ellos, que siempre me ponía de buen humor. Y ahora eso mismo era lo que me daba fuerzas para no tener miedo.

De nuevo me saqué la gorra, concentrándome en un tornado que pudiese salir de ella si nos atacaban. Secundé a Zaina en su llamada.

-Vamos, ¡sal de ahí seas quien seas!

Zaina se adentró un poco en la estancia, mientras John y Robert la iluminaban con las linternas. Jess se le unió poco después y, tragándose el miedo, las dos chicas exclamaron aquellas palabras para hacer salir a lo que fuera que acechaba en la oscuridad. Si algo les estaba emboscando, al menos que supiera que lo habían detectado.

Pasaron un par de segundos en completo silencio. Sólo se escuchó un goteo lejano, como si alguna tubería tuviera un escape. Entonces oyeron una voz.

- ¿Hola...?

Era una voz débil y femenina, que parecía venir de la parte izquierda de la sala. Sonaba como si estuviera muy lejos, pero cuando enfocaron con las linternas en aquella dirección, pudieron oír cómo una estantería chirriaba. Detrás de ella, entre unos harapos sucios, distinguieron un bulto que se estremecía y hacía sombras a la luz de las linternas en la pared de ladrillo, una cosa viva y demasiado grande para ser un Hada. La voz volvió a escucharse.

- ¿Hay alguien ahí...?

-Sal, ¡que te veamos! -añadí-. Si no nos haces daño, tampoco te lo haremos. Somos muchos, así que... ¡Cuidado con nosotros!

La voz no sonaba muy amenazadora, pero bastantes sustos nos habíamos llevado ya. No pensaba pasar ni una. Como nos atacase, primero le abriría la cabeza tirándole el quinqué, que mi puntería era de las mejores arrojando piedras, y después el tornado haría el resto.

-¡No os fiéis, chicos! -susurré a mis amigos.

-Sal de una vez... ¿Quién eres tú y qué haces aquí? -quería verla ya a la luz.

Cuando escuché la voz, por un momento suspiré aliviado. Sin embargo, Jess no parecía tan aliviada como yo; y, en el fondo, sabía que la chica hacía bien. Su aviso me recordó que... por desgracia... estábamos en un sitio en el que no nos podíamos fiar de nada.

—Eso es — apremié —. ¡Si intentas algo raro, te machacaremos!

Y, aunque le seguía el rollo a Jess e intentaba sonar intimidante... sinceramente, ella daba mucho más miedo que yo.

Recuerda: nunca pelearte con Jess...

–Ni yo a ti–respondió decidida a John.

Mientras Jess y Robert hablaban, tratando de intimidar a lo que se escondía en las sombras, Zaina metió la manita en su pelo para sacar a Kolda y se llevó el dedo a los labios, para indicar que no hablase. Con cuidado aprovechó el ruido para acercarse sigilosamente hasta una de la punta de lo harapos. Si las cartas tenían que acertar, que lo hiciesen cuanto antes. Con más cuidado aún, aguantó el mechero con la misma mano que el spray, esperando ser lo suficientemente rápida como para utilizarlo si llegaba a ser necesario...y tiró de la andrajosa sábana de golpe, sin avisar.

Da un respingo. La cosa no solo se queja si no que además habla y no parece un hada porque es demasiado grande... a no ser que ahora las hadas ya no tengan tamaño portátil. Teniendo en cuenta que hay puertas que aparecen de la nada y hadas con cuernos, seguramente también haya hadas grandes, ¿no? Pero mejor no... mejor que sea otro niño como ellos. Aunque, ¿cómo ha llegado ahí?

Cuando las luces se alejan, ella nota el peligro a su espalda. Seguramente, sea solo el vacío negro del sótano y su imaginación, pero no quiere estar lejos de las luces de las linternas. Corre para estar lo más cerca posible de los demás. Se coge de la manga de Robert y mira por un lado hacia el bulto que se ve.

-¿Y si esas esa tal Oscuridad disfrazada de niño? - murmura, sin fiarse.