Partida Rol por web

-Sonó por encima de nuestras cabezas- aclaré a Ander -sea lo que sea, sabe que vamos y nos está esperando.

Mientras Jess y Ander alertaban al grupo por aquél extraño sonido que procedía de la parte de arriba de las escaleras, Zaina volvió atrás para ir a por Anette. Aún no podían fiarse de ella, pero... ¿y si solo era una niña normal, como ellos, que había tenido la mala suerte de verse atrapada en la misma pesadilla? No podían dejarla sola. Kolda voló rápidamente detrás de la gitanilla para acompañarla.

Robert intentó distinguir algo en la parte superior de las escaleras, pero sólo podía ver más escalones herrumbrosos a la luz de las linternas. No parecía haber nada vivo allá arriba. ¿Sería una emboscada de las Hadas? ¿O de algo aún peor...?

Zaina y Kolda llegaron rápido hasta Anette. La niña se había asomado por debajo de las mantas y sábanas raídas mientras el grupo de niños se dirigía rápidamente a la puerta abierta, sin atreverse a seguirlos. Cuando la gitanilla la habló para convencerla de que fuera con ellos, la miró con recelo y temor...

—Ca... ¿Canadá? —repitió extrañada. Aquél nombre tampoco parecía sonarle de nada.

Pero algo en el tono de Zaina pareció inspirarle confianza. Se levantó despacio, parecía haber decidido ir con ella.

—Va... vale. Iré con vosotros... —dijo empezando a salir de su escondite con gesto de duda.

Quizá simplemente no quería quedarse sola en un lugar tan lúgubre como aquél extraño edificio al que no recordaba como había llegado. Salió de entre las sábanas y tropezó, pero Zaina la sujetó a tiempo de evitar que se cayese.

En ese momento, la puerta que daba acceso a las escaleras se cerró con un portazo fortísimo. Todos estuvieron a punto de echar el corazón por la boca con el estruendo, y cuando el eco se apagó, vieron que ahora estaban separados de Zaina, Kolda y Anette.

En ese momento, la puerta que daba acceso a las escaleras se cerró con un portazo fortísimo. Zaina y Kolda estuvieron a punto de echar el corazón por la boca con el estruendo, y cuando el eco se apagó, vieron que ahora estaban separados de Melhi y el resto del grupo.

Zaina ladeó la cabeza extrañada ante el gesto de Annete al oír la palabra "Canadá". Quizás estuviese...¿Cómo se decía? ¿chocada?... bueno, confusa por todo lo que estaba pasando. La niña, aún con la mano asida a la de Annete, abrió la boca para animarla a seguir cuando de pronto, todo empezó a retumbar como si el techo fuese a venirse encima.
Instintivamente, Zaina se abrazó a Annete, muy asustada, mientras protegía con el hueco del brazo a Kolda. Aturdida, los pies se le enredaron con la sabana y cayó al suelo, arrastrando al hada y a la otra niña. Aún abrazada, miró a la puerta, ahora cerrada.

–No...– murmuró con los ojos muy abiertos.

Anette cayó al lado de Zaina, dando un grito de sorpresa que creció hasta convertirse en uno de terror. Desde el suelo, miró hacia la puerta muy asustada y empezó a balbucear, con los ojos muy abiertos. A su alrededor se había hecho una oscuridad casi total. Kolda era la única fuente de tenue luz en toda la sala.

—¿Qué... qué ha pasado...? —murmuró con voz trémula, como si estuviera a punto de echarse a llorar.

Kolda no pudo decir nada antes de que Zaina la cogiera para protegerla ante el terrible portazo. Se había quedado lívida, pero enseguida se echó las pequeñas manos a la cabeza.

—Oh, no... —musitó—. No, no, no, no, no...

Sacudió la cabeza a uno y otro lado, desesperada. Había sido todo lo valiente que había podido durante esa noche, pero ahora parecía a punto de derrumbarse.

—Es horrible. Es horrible. Estamos cayendo en su trampa cada vez más...

Y, a pesar de todos los indicios de trampa, se deciden a entrar en esa habitación con la escalera que sube en círculos. Y las cosas no pueden ir peor. Bueno, seguro que siempre pueden ir peor de lo que ya van, pero ¡es que están subiendo una escalera de caracol! ¡Esas escaleras siempre son el mal! ¡¡Y encima algunos de ellos escuchan las risas de esos pequeños monstruos en forma de hada!! ¡¡¡¡Es el fin!!!!

Y de pronto... ¡Pum!

-¡Aaaaah! - grita a la vez que cierra los ojos y se abraza a lo primero que pilla.

¡Muertos! ¡Esas hadas van a por ellos! ¡No pueden escapar!

Melhi subió casi medio metro en el aire al oír el portazo, de lo rápido que aleteó debido al susto. Cuando entendió lo que había pasado, se tapó la boca con las manitas y abrió mucho los ojos.

—¡Oh, no! —exclamó aterrada—. ¡Kolda! ¡Zaina!

Las cartas. Las malditas cartas iban preparando el camino... No. Las cartas no eran malas. Las cartas solo avisaban, no causaban.  Zaina temblaba, agarrada aún a Annette mientras Kolda seguía sacudiendo la cabeza. Pasaron unos interminables segundos hasta que Zaina, soltó  Annete y por fin fue capaz de volver a hablar. Y sus primeras palabras no fueron nada halagüeñas.

–Estamos solas– dijo con un temblor repentino. La niña enterró la mano en los rizos y comenzó a respirar pesadamente, intentando calmarse.– No... No pasa nada... Seguro que podemos abrirla. Seguro que no está trancada. Además, Kolda podía comunicarse con Melhi ¡¡Antes lo hiciste!! Todo va a ir bien, esto segura.

Intentando parecer segura, la niña se levantó y ofreció de nuevo la mano a Annete para ir juntas a la puerta, a tratarde abrirla y ver si podían escuchar a sus compañeros. Estaba oscuro, pero gracias a Kolda aún podían ver...aunque no estaría de más intentar hacer algo de luz más fuerte. 

–Vamos a ver si se puede abrir, Annete. Verás como todo va bien.

Ander sonreía. Si bien era cierto que esto era un gran revés, el chico no perdía la esperanza. 

- Tranquila Melhi, ya contactaste con Kolda una vez, volveremos a hacerlo. ¿Creeis que podemos abrir la puerta? Yo soy más bien flojete - rió falsamente. 

Melhi escuchó la sugerencia de Ander y tras tragar saliva, asintió. El pequeño tenía razón, siempre les quedaba ese recurso. Pero aún así... aquello era terriblemente inquietante. ¿Se habían metido de cabeza en una trampa, como había sugerido Kate hacía un rato?

—Puedo intentarlo, sí —respondió a Ander—. Pero tenemos que seguir juntos. Por favor, ¡intentemos abrir la puerta!

Siobhan, que era la que iba en la cola del grupo que había empezado a subir la escalera, se acercó a toda prisa a la puerta. Frunció el ceño enfadada y alarmada, e inmediatamente agarró la manija de la puerta y la giró. Pero la puerta no se movió. Siobhan tiró y forcejeó, pero aquél acceso se había cerrado a sus espaldas a cal y canto.

—¡Maldita sea! —exclamó la niña, dando un puñetazo en la superficie de metal.

Si su mamá la hubiese escuchado decir eso, se hubiera enfadado, pero en aquél momento Siobhan no pensaba en eso. Sólo la horrorizaba que se hubieran quedado separados de Zaina. Dio una patada en la puerta, furiosa.

Zaina y Anette se acercaron a la puerta cerrada, mientras Kolda miraba la sala que se extendía a su alrededor. Cuando llegaron muy cerca, pudieron ver que la manija giraba varias veces, pero la puerta no se abría. Oyeron una voz que gritaba "¡maldita sea!". Zaina la reconoció enseguida, era Siobhan. Debía haber intentado abrir, pero no lo había conseguido. Entonces oyeron un golpe fuerte en la parte baja de la puerta metálica. La niña debía haberle dado una patada desde el otro lado.

La mano de Anette temblaba en la de Zaina. La niña estaba encogida como un conejillo, pero en la oscuridad reinante no se le podía ver el rostro.

—Es... espera —susurró—. Creo que con esto puedo...

Anette soltó la mano de la gitanilla, se oyó un ¡chis! y Zaina percibió un olor a quemado familiar. Entonces hubo un destello a su lado y pudo ver que Anette sostenía una cerilla grande y larga en su mano. La luz amarilla iluminó la puerta y la sala, proyectando sombras que bailaban.

–¡Genial!– exclamó Zaina al ver aquella inesperada y maravillosa lucecita. Rápidamente, la niña cogió el papel de albal del bocadillo que había dado a Annete e hizo un cuenco con él para poner cosas que quemar sin provocar un incendio.  –Kolda, coge trozos de los cartones y ponlos en el cuenco, para que podamos quemar y hacer una hoguera. ¿Te has fijado? Esto parece un colegio de esos donde los niños viven. Mamá quería llevarme a uno, pero al final no lo hizo. Menos mal.

Mientras la pequeña hada se ponía manos a la obra, la niña se acercó a la puerta para hablar con sus amigos. Si ella había oído a Siobhan, ellos podrían oírla.

 –¿Chicos? Estamos bien. ¿Tenéis horquillas? Si podéis pasar una  por debajo de la puerta la abriré como el año pasado hice con el baúl.

Justo después, oyeron al otro lado de la puerta la voz de Zaina, aunque les llegaba muy atenuada.

—¿Chicos? —se escuchó decir a la gitanilla—. Estamos bien. ¿Tenéis horquillas? Si podéis pasar una por debajo de la puerta, la abriré como el año pasado hice con el baúl.

Al menos parecía que podían comunicarse todavía...

Al cerrarse la puerta de detrás mía de golpe, di un respingo del sobresalto. Notaba mi corazón latir a mil por horas... sin embargo, se congeló en el instante en el que me di cuenta de que Zaina se había quedado atrapada en la sala anterior con la chica extraña y Kolda.

Aun así, aún tenía muy presente que algo nos acechaba... por lo que traté de no perder de vista lo que había delante mía y... encima.

—Yo vigilaré — les dije —. Vosotros intentad abrir la puerta si podéis...

Temía que lo que fuera que habían escuchado Ander y Jessica aprovechara este momento de distracción para abalanzarse sobre nosotros. No había que perder la concentración, aunque tampoco podíamos dejar a Zaina, Kolda, y la otra chica allí atrapadas...

El portazo sonó como un disparo inesperado, y me asustó aún más. Me giré para verla cerrada, y que ahora Zaina y Kolda estaban del otro lado, con la niña nueva. Al menos a Zaina se la oía, así que no estaban del todo aislados. Intenté dejar de lado el miedo para volver a ser práctica y hacer caso de la buena idea que tuvo la gitanilla.

-Horquillas... Yo no llevo -rara vez me peinaba el pelo, sólo cuando tenía que ir a sitios importantes-... Pero el fanal éste que no sirvió antes de mucho, tiene piezas metálicas pequeñas. Quitaré alguna, aunque sea el asa de llevarla. Es largo y fino, pero parece resistente. ¡Voy a intentar pasártelo!

Tirando, conseguí desprender el asa, e intenté pasarlo por debajo de la puerta. La especialista en abrirlas era ella, pero si no lo conseguía pasársela lo intentaría yo misma.