Partida Rol por web

—¡Entre dejarla tirada y hacer algo que "tu" crees que es imposible siempre hay términos medios— protestó la niña sin separarse de Anette. La llevaría con ella... o la conseguiría otro final. Uno bueno. —Además, si nos vamos ahora y despertamos esto seguirá así. Tenemos que cerrar el sendero y vencer a tu hermana. Así derrotaremos a la Oscuridad.

-Sí, Zaina... pero ¿cómo? No se me ocurre nada más, no sé qué hacer.  A mí también me gustaría acabar con esto para siempre, pero como no sea enfrentándonos directamente y ganando, no sé cómo podríamos hacerlo. 

De verdad que no se me ocurría, estaba bloqueada. Seria capaz de enfrentarme al bicho sin problema, a lo bruto según mi estilo, pero dudaba que eso fuese efectivo. Seguro que la magia tenía algo que ver y nos echaría la fuerza bruta para atrás.

-Quizás uniéndonos de nuevo y usando nuestros deseos para acabar con todo esto... ¿Se os ocurre otra cosa?

Jess acababa de decir aquello, cuando notaron un movimiento a su izquierda, en el punto al que Amber acababa de mirar. Alguien venía. No era un Hada, ni un alien gris, ni ninguna otra criatura de pequeño tamaño. Parecía ser un niño, como ellos. Cuando se acercó un poco más y pudieron distinguirlo, comprobaron enseguida por su ropa que se trataba de Caperucita.

Pero no la Caperucita que habían conocido...

Sus colmillos se habían hecho más largos y afilados. Según se acercaba a ellos, iba adquiriendo un fulgor anaranjado, como el de las Hadas de fuego. Pero lo peor eran sus ojos, completamente rojos y amenazadores. Detrás de ella, apareció Alice, tan aterradora como la primera. Y un poco después, el niño vestido con pieles animales que no podía ser otro que una grotesca parodia de Mowgli.

Aquella terrible Caperucita se paró a unos diez pasos de ellos, y clavó sus ojos en el grupo. Enseñó sus dientes y gruñó como un perro furioso. Parecía más un animal que un ser humano, por mucho que supieran que no era un ser humano de verdad.

—No saldréis... —lo que salió de su garganta fue un sonido horrible, mezcla de voz infantil y gruñido gutural.

Alice se colocó a su lado. Su dulce rostro se había convertido en una máscara espantosa.

—Os quedaréis aquí... —siseó—. Con nosotros...

Mowgli no dijo nada, pero se agazapó en el suelo y emitió un siseo parecido al de un gato listo para atacar. Parecía dispuesto para saltar sobre ellos en cualquier momento.

Aquella aparición era lo último en lo que Zaina hubiese pensado.  Los personajes de cuentos ¿con las hadas dentro? La niña giró la cabeza lentamente hasta Anette. Ella estaba bien. No había sido afectada, quizás por estar con ellos. Pero había una cosa clara: ahora si que no iba a dejar a la pequeña cerillera a merced de aquellos monstruos. Ni arrastrándola podrían conseguir que la abandonase.

—¿Qué les habéis hecho?— preguntó Zaina a la reina hada— Libéralos ahora mismo o... o...

La situación es muy chunga. Cuando parece que todo va a salir bien, aparecen 3 personajes de cuento poseídos por las hadas o algo así. Pero siente miedo porque parece que no pueden hacer nada para defenderse o salvarse de los malos, pero quizá... quizá haya una posibilidad.

-¡Jess! Quizá podamos usar tu gorra para expulsar a las hadas malas del cuerpo de esos niños. Como el viento contra los aliens, pero algo así como que solo afecte a los malos y no a todos. ¡O, quizá, Ander con su pistola podríamos hacer como los cazafantasmas esos! ¡Sí! ¡Eso serviría!

Mira a los demás, esperando sus opiniones.

A Ander nunca le había gustado el cuento de caperucita roja, pero sí que le encantaba tanto Alicia en el País de las Maravillas como el libro de la selva, y ver a sus protagonistas así, en aquel estado... le hizo enfadarse un poco, o sentir pena... una mezcla de ambas. 

Sacó su pistola, no quería usarla, pero lo haría si era necesario. 

- Preparaos - dijo Ander sin dejar de apuntar a Mowgli. 

Robert sintió un escalofrío recorrer su espalda al ver a los personajes de cuento convertidos en... eso. Una versión terrible y amenazadora de personajes que debían ser adorables. Bueno... al menos en las versiones de los cuentos que él había conocido.

Sin dudarlo, se colocó junto a Ander y sacó su espada de plástico. Llevaba tiempo sin usarla, pero ya sabía de lo que era capaz y volvería a utilizarla si era necesario.

La Reina Hada llevaba bastante tiempo sin decir nada, presa en la carta que Zaina guardaba con celo, pero en ese momento sonreía maliciosa.

—No tengo la menor idea de lo que pasa —respondió a la gitanilla—. Pero espero que se os coman crudos. O al menos, que os retengan el tiempo suficiente para que mis compañeras os alcancen.

Señaló el túnel por el que acababan de llegar a aquél lugar oscuro. Era verdad, las Hadas debían estar persiguiéndoles en ese mismo instante.

—Entonces verás qué bien nos lo pasamos...

-¡¡Eso será si nos cogéis, bicho asqueroso!!

Solo dije aquello, porque mi estupor del principio al ver a todos aquellos seres malignos dio paso a un enfado de esos que me caracterizan. La abuela siempre me dijo que en algún ataque de furia yo sería capaz de hacer volar la casa... Ojalá tuviese razón.

Me llevé la mano a la gorra y la saqué, colocándola hacia arriba. Invoqué a esos tornados que tan útiles nos fueron otras veces, y los dirigí mentalmente contra ellas.

-Espero que hayáis traído peines, porque vais a dar unas cuantas vueltas... ¡¡¡A VOLAR!!!

Justo cuando el terrible enjambre de Hadas les daba alcance, Jess recurrió una vez más a su poder. Como ya era habitual en ella, cogió su gorra y la utilizó para producir un terrible viento huracanado que revolvió los cabellos a toda la pandilla. Melhi, Kolda y Amber tuvieron que agarrarse a la ropa de sus amigos para evitar ser arrastradas también.

La peor parte se la llevaron las Hadas. El tornado fue tan fuerte que las frenó en seco en el aire, y las hizo retroceder dando volteretas desordenadas y chocando entre ellas. El rugido del viento se mezcló con los chillidos de pánico de los seres blanquecinos, que desaparecieron en la oscuridad por el mismo túnel por el que habían venido. El aire removió las piedras del mismo, e hizo que se derrumbasen bloqueando el acceso. Las Hadas no podrían seguirles más, al menos por ese camino.

Robert emitió un silbido de admiración después de aquello.

—¡Alucinante, Jess! —celebró—. Esas cosas blancas ya no nos alcanzarán. ¡Das miedo!

Siobhan suspiró con alivio. Al menos, ya no les atacaban desde dos frentes. Se colocó al lado de Kate.

—La idea de la pistola no está mal... —le susurró—. Pero no sé si Ander habrá visto esa peli...

Se puso al lado del niño del casco, con aire interrogativo. Los dos estaban ahora a la cabeza del grupo, entre sus amigos y los personajes de cuentos poseídos. Siobhan les señaló con un dedo.

—Vamos a salir de aquí, ahora. Y si intentáis impedírnoslo, tendremos que abrirnos paso por las malas. ¡Estáis avisados!

Había intentado que su voz no temblara, consiguiéndolo a medias.

Los personajes de cuento apenas habían reaccionado al tornado de Jess. Los poderes sobrenaturales de los chicos no parecían asustarles. Y cuando Siobhan hizo aquella advertencia, sonrieron con malicia y avanzaron hacia ellos. Despacio, pero sin detenerse. No, no iban a dejarles irse por las buenas...

Zaina miró a Ander y apretó los dientes. Parecía que el niño era el único  que estaba dispuesto a quedarse con ella a arreglar las cosas en lugar de huir y dejar que la pesadilla les siguiese una y otra vez. Una y otra vez. La niña cogió la escopeta y apuntó a los personajes de cuento. No quería hacerles daño, pero bien que podía disparar al suelo para crear una zanja.

—No me voy. No sin Anette o sin dejarla en un sitio seguro. Pero no nos vais a coger. Anette, ponte detrás— Zaina miró a su alrededor. Creía saber lo que pasaba, pero para ello necesitaba encontrar a aquel piojo requemado.—SAL DE TU ESCONDITE. SABEMOS QUE ERES TÚ LA QUE LOS CONTROLA. 

Se giró hacia Amber.

—Es tu hermana, ¿verdad? ¡Ella los ha transformado! ¡Localizala! Se que podéis comunicaros entre vosotras. Ya lo he visto antes.

Bueno, lo había visto con las hadas buenas, pero hadas eran hadas y la cosa era así. Había perros grandes y perros pequeños, pero todos sabían ladrar y mover el rabo.

Justo después de que Zaina dijera aquello, oyeron una risa cantarina y cruel. Sobre el hombro derecho de aquella maligna Caperucita, apareció una pequeña cabeza anaranjada.

—¡Qué lista es Zaina! —dijo el Hada de fuego—. Lista de verdad... Lástima que esta vez no vaya a librarse con nada más que un hombro chamuscado. Me temo que la suerte no va a salvarla dos veces.

Dio una voltereta en el aire y miró a Amber con desdén.

—Y tú, hermanita... ¡qué vergüenza! Ayudando a unos mocosos humanos... ¿Es que no tienes orgullo? ¿Te has olvidado de lo que nos hicieron? ¡Acabemos con ellos de una vez, y quememos todo su mundo hasta que no quede nada!

Se iluminó de forma amenazadora, y todos pudieron sentir lo que Zaina había sentido al pelear con ella. Que el aire a su alrededor se calentaba hasta hacerse casi sofocante. Era justo lo contrario de lo que habían sentido un año atrás, recorriendo aquél bosque en el que hacía tanto frío como dentro de un congelador... pero resultaba igual de peligroso e intimidante.

Si la tengo a tiro me gustaría gastar una o dos tabas blancas para lanzar un rayo con la pistola. 

-¡¡COMO TE ATREVAS TE VOY A CONVOCAR UN HURACÁN QUE TE VAN A TEMBLAR LAS ANTENAS!! -dije. Quizás fuese mentira, pero las ganas no me faltaban. Esto era a lo que los mayores llamaban "marcarse un farol". Que se lo crea, que así ganamos todos. 

Posiblemente no pudiese hacerlo, pero cuanto más peligrosos pareciésemos, mejor, y los huracanes ya las habían despeinado unas cuantas veces ya para que supiesen de sobra que eran peligrosos.

Susurré rápido a mis amigos:

-Este bicho es de fuego. Necesitamos agua para bajarle los humos. Podemos pensarlo e intentar crearla, o desear que la pistola de Ander sea de agua por una vez... Quizás yo no pueda, pero vosotros sí. ¿Probamos?