Partida Rol por web

Ocaso

Capítulo III: Ciudad de muertos

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29/01/2016, 21:37
Alexander de Huntington

Los ojos de Alexander reflejaron un claro desdén tras evaluar a los guardias. Si podía juzgarlos por su aspecto —y eso era algo que Alexander siempre hacía— no le cabía duda de que no tenían rango ni posición como para ser un problema. 

El perro fue otro cantar. Cuando la mirada del heredero de los Huntington se detuvo sobre ese monstruo informe el miedo se mezcló con la repugnancia y casi agradeció no tener boca, pues de haberla tenido sus labios sin duda habrían dibujado una mueca a medio camino entre el terror y el desagrado.

—Huelen el miedo —pensó—. Estos bichos huelen el miedo, así que no lo demuestres. 

Dio un pequeño paso hacia atrás, manteniendo su porte digno a pura fuerza de voluntad y con dificultad apartó la mirada de lo que podría ser un animal para contemplar al guardia que hablaba. Sin embargo, mantuvo al perro en un extremo de su ángulo de visión, vigilando que no se acercase ni un ápice más a él y dispuesto a retroceder si lo hacía. 

Escuchar que el Regente —fuera quien fuese el hombre que ostentaba tal cargo— había solicitado su presencia lo hizo hinchar el pecho con orgullo. Estaba claro, el Regente debía saber quién era él y todo volvería a seguir un curso normal y apropiado. Empezó a caminar hacia la puerta, rodeando al animal a una distancia prudencial y antes de salir por la puerta dedicó una mirada despectiva a la china y al putero mientras un pensamiento desagradable le pasaba por la mente. —Ojalá os pudráis aquí, asquerosos mequetrefes.

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01/02/2016, 14:05
Narración

-Parece que has hecho un amigo, pardillo- dice uno de los guardias en tono de mofa al ver al monstruoso cánido de su compañero seguirte y gruñirte a pesar de tu actitud relativamente tranquila. -Yo de ti, tendría cuidado. Hace unos días uno de esos logró romper el bozal. Todavía estamos buscando las partes del pobre desgraciado que se ganó su cariño- añade mientras ríe divertido. El otro responde con una sonrisa de burla. -Ale, muévete. No tenemos todo el día- dice finalmente dándote una palmada en la espalda.

La comitiva te obliga a caminar frente a ellos, mientras salen por la puerta principal, revelando un pasillo amplio que parece haber sido excavado en la roca. Se trata de un largo túnel con iluminación espaciada y varios otros corredores aledaños que parecen extenderse en varias direcciones. El lugar huele, por alguna extraña razón, a agua estancada y los ecos fantasmales de sonidos y pasos se extienden por todos lados. Frente a la puerta principal hay un pequeño taburete y un guardia frente a él, sentado en el suelo. Saluda con un gesto a tus dos acompañantes mientras caminan internándose en el pasillo principal.

Al pasar junto a uno de los túneles anexos, el guardia que lleva al gigante mastín vocifera -¡Avisadle al Regente que llevamos a su invitado!- y el soldado allí, vestido con una armadura aún más modesta que la de los que te escoltan, asiente y responde con un torpe saludo militar antes de darse la vuelta y correr por el pasillo. En la siguiente intersección, los guardias y el perro (con un apropiado gruñido) te hacen girar a la derecha, y caminar un par de metros hasta llegar a un espacio amplio que termina abruptamente en una pared con una puerta pesada de madera y hierro, flanqueada por dos antorchas que emiten una luz azulada. El primer guardia que te habló busca en su cinto una argolla con varias llaves grandes y antiguas, busca una y la introduce en la cerradura, que se queja con un lamento férreo antes de ceder y abrirse.

-Adentro, pardillo. El Regente no tardará en llegar. Nosotros y tu nuevo mejor amigo te esperaremos aquí- dice el guardia. El infernal sabueso parece entender que se refieren a él, y tensa sus músculos acercándose con una sacudida hacia ti, gruñendo y mirándote con esos ojos horribles.

Una vez entras, la habitación no es particularmente espaciosa. Sus muros están tallados en la misma roca oscura y siniestra que forma los túneles. Frente a ti hay otra puerta similar a aquella por la que entraste, y a tus lados hay dos antorchas del mismo fuego fatuo que ilumina el lugar. En el centro de la habitación hay una mesita sólida de madera, cuya textura es la misma que tiene la madera húmeda y el olor que emana tiene un hálito de tablones en descomposición. Dos desiguales sillas flanquean la mesa. A tu izquierda está una banca vieja, metálica y con signos de óxido, como la que tienen ciertos restaurantes y bares sobre la barra. A tu derecha hay una silla más amplia y espaciosa, una silla de oficina negra y acolchada con algunas salpicaduras rojas y un par de agujeros sobre el cuerpo que la recubre.

Notas de juego

He asumido que no intentarás nada extraño antes de ser conducido a la sala, pero si no es el caso, por favor, avísame.

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05/02/2016, 22:03
Alexander de Huntington

Alexander tan sólo dedicó una mirada despectiva y cargada de altivez a esos guardias. Parecían los típicos matones que creían que por darte un empujón eran mejores que tú. Estúpidos. Era el intelecto lo que hacía a un hombre superior a los otros. Y ni uno de aquellos tipos llegaba a la altura del betún a la mente privilegiada del heredero de los Huntington. 

Caminó erguido, exhibiendo toda su dignidad, ignorando las absurdas historias sobre esa especie de perro. —Tan sólo quieren asustarme, pero ahí se les ha escapado algo importante. "Invitado". No "prisionero". El Regente debe saber de mi rango y cuando todo esto se aclare, será a vosotros a quienes se comerá ese chucho del infierno. 

Con estos pensamientos se sentía fuerte y ni aunque hubiera podido se habría rebajado a responder a aquellos hombres. No. Era con el Regente con quien debía entenderse, aunque todavía no tenía claro cómo lo haría sin poder hablar.

Entró en la sala y contempló la puerta cerrarse tan sólo durante un instante, después estudió la sala, fijándose en las dos sillas diferentes. —Ah, qué bribón más listo este Regente. Cómo conoce el sutil arte de hacer sentir inferiores a los que se sienten frente a él. 

Con esta idea en mente permaneció de pie. No deseaba sentarse en una posición de inferioridad y no lo haría si podía evitarlo. Otra cosa sería si pudiera ser él quien ocupase la silla opulenta y espaciosa. Probablemente algún día lo haría, cuando su posición fuese reconocida en esa especie de Inframundo. No le cabía duda de que tendría que ser así. Al fin y al cabo, todo aquello había sido un terrible malentendido que pronto podría solucionar.

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09/02/2016, 03:13
Narración

Pasan unos minutos de espera. largos y aburridos, hasta que finalmente se oyen pasos y movimientos desde el otro lado de la habitación. Finalmente la puerta se abre y entra el hombrecillo de mediana estatura que porta la máscara plateada bruñida con detalles finos, aquella máscara que brilla y cuya forma parece ser la de un rostro, de malsanas facciones, gritando o gruñendo de alguna manera. El hombrecillo, tal y como le viste desde la ventana cuando estabas en el edificio al que te había llevado el anciano, portaba un traje gris anticuado que no parecía ostentar ni una sola arruga, unos zapatos impecables y en su mano, lo que parece ser una hoja de papel o un pedazo de cartón que no puedes detallar bien desde donde estás.

Detrás de él, ingresa una figura alta, vestida con una elegancia más moderna: Un chaleco negro con rayas delgadas de un color claro, una camisa blanca con una corbata azulada, unos pantalones de un gris oscuro y un par de zapatos, quizás menos descuidados que los que tiene el hombre de la máscara, pero bien cuidados. De él llaman la atención dos cosas: En primer lugar su rostro. Sus ojos son claros, brillantes, sus pestañas de un color oscuro, fuertemente marcado, su piel es pálida sobremanera y su cabello de un rubio muy apagado, que sólo está largo del lado izquierdo, mientras que del lado derecho, su cabeza está rapada y su piel parece mostrar una vistosa arruga típica de las cicatrices mal curadas. Lo más intrigante es que el recién llegado tiene un tapabocas sobre su rostro, un tapabocas blanco con varias manchas de sangre que ocultan su nariz y su boca y que juega un papel igualmente importante en esconder el sexo del mismo. Lo segundo que llama la atención, son sus manos con dedos alargados y huesudos, aparentemente manchados de tinta negra. Finalmente, este desconocido lleva de su mano derecha un bolso grande y amplio, que reconoces como el que los visitadores médicos usaban hace al menos unos 60 años.

Tras ambos personajes, ingresan dos guardias con armaduras e insignias similares a las de los mismos que te detuvieron. Parecen ostentar mayor rango, pero se apuestan uno a cada largo de la mesa en silencio, observando hacia el frente como si la habitación estuviese en efecto, vacía.

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09/02/2016, 03:13
Representante de la Legión Siniestra

El hombre camina hacia el centro y deja el cartón sobre la mesa. Luego levanta la cabeza como examinando el lugar y tras unos instantes te das cuenta que su máscara está vuelta hacia ti. El hombre se acomoda, caminando hacia la silla más amplia y más cómoda mientras pareciera seguir mirándote solamente a ti.

Extiende la mano con rapidez y dice con voz seria -por favor- mientras señala la pequeña banca que está en el lado opuesto de la mesa. Su voz suena casi natural y no ronca o metálica como esperarías. Se gira para voltear a ver a su acompañante, quien puedes ver también te está observando detenidamente. Ambos se quedan allí, aguardando a tu reacción y esperando a que tomes asiento, seguramente para comenzar a hablar.

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12/02/2016, 20:28
Alexander de Huntington

Alexander era muchas cosas. Algunas eran malentendidas por muchas personas necias como defectos, orgullo, altivez, soberbia... Pero si había algo que no era en absoluto, eso era tonto. Sus ojillos astutos estudiaron a los hombres que entraron en aquella especie de despacho del inframundo y de inmediato descartaron a los dos guardias por insignificantes, quedándose tan sólo con los dos importantes: el de la máscara y el que se le antojó una especie de Dr. Frankenstein macabro.

Su mirada se tiñó de deferencia hacia ellos, pues no le cupo duda de que uno de los dos debía ser ese famoso Regente. Le extrañaba que fuese el de la máscara, pues lo había visto liderando aquellas tropas y eso no parecía una labor propia para alguien de alto rango. Sin embargo, le encajaba más en esa posición que el otro, así que ante la duda, dedicó una pequeña venia a ambos. Por si acaso.

Cuando el tipo de la máscara hizo aquel gesto invitándolo a sentarse, se esforzó por no mostrar en su rostro el desagrado que le suponía colocarse en inferioridad. Aunque con ausencia de medio rostro ni siquiera estaba seguro de que tuviese que ocultar nada. No se había visto en un espejo y ciertamente no estaba seguro de querer hacerlo, pero se imaginaba a sí mismo con un agujero terriblemente desagradable a la vista y, al mismo tiempo, carente de expresión. 

Tomó asiento bien erguido. Sabía que en ese momento algo de humildad sería necesaria para que la conversación se desarrollase de una forma medianamente satisfactoria. Al fin y al cabo, podía ser que todavía no supieran quién era. Pero tampoco iba a descuidar su imagen y su porte siempre debería ser el que le correspondía a un aristócrata como él. 

Una vez sentado, miró alternativamente a ambos hombres, esperando que fueran ellos los que hablasen.

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14/02/2016, 18:56
Representante de la Legión Siniestra

Cuando te sientas, puedes observar que sobre la mesa hay un tablero de ouija en cartón sobre ella. Su aspecto es gastado, exhibiendo manchas y dobleces, con algunas de las letras medio borradas del mismo, pero suficientemente legible para cualquier propósito práctico. Los ojos del hombre detrás de la máscara se fijan en ti y tras unos instantes de silencio, acerca la ouija, cuya orientación es perpendicular a los dos, hacia ti.

-Muy bien chico. Las cosas son así, si colaboras con nosotros y respondes a mis preguntas, te prometo que tu situación mejorará.- el hombre explica las cosas con voz desapasionada, mientras mira hacia la mesa y hacia ti a intervalos regulares. -Intenta algo extraño, y te desmembraremos hasta que desees dejar de existir- No había un tono amenazante, sólo un relato objetivo al que se ceñía. Era diferente a la forma con que habían hablado los soldados. -¿Has entendido?- dice mientras saca de su bolsillo un pañuelo que dobla de forma triangular con cuidado y lo pone sobre la mesa frente a él, para apoyar parte de sus brazos y cruzar los dedos de su mano frente a él. -Es aquí cuando respondes- dice señalando con su índice hacia el tablero.

-Comencemos con algo sencillo- dice mientras vuelve a entrejuntar sus dedos. -¿Cuál es tu nombre? y ¿Cuál es tu relación con los Renegados?- pregunta con la misma neutralidad con que ha comenzado la entrevista. Luego sus ojos se abren un poco. -Ah... se me olvidaba. ¿Estás consciente de quien soy yo, verdad?- añade. Los tres otros wraiths presentes no cambian la expresión de su rostro. Los dos guardias miraban hacia el frente sin demostrar ninguna reacción. Sólo el médico te miraba directamente, con algo de curiosidad, según crees percibir.

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20/02/2016, 00:53
Alexander de Huntington

De estar en una mejor situación Alexander habría hecho algún comentario lleno de sarcasmo y quizá habría dejado escapar una carcajada cargada de acidez al ver el tablero de ouija. Era tan terriblemente apropiado y al mismo tiempo tan absurdo que tuvo que contener las ganas de poner los ojos en blanco. 

Asintió cuando el enmascarado le preguntó si lo había comprendido. Tampoco es que fuese muy difícil, hasta la china retrasada de la celda sería capaz de entender algo tan sencillo y eso que había demostrado tener el cerebro del tamaño de una nuez. Frunció un poco el ceño cuando el hombre habló de esos Renegados otra vez, pero cuando hizo la última de sus preguntas, Alexander estiró un dedo y empezó a tocar con él algunas letras, una tras otra, dejando un instante el dedo en las que formaban las palabras que querría poder pronunciar.

—R-E-G-E-N-T-E-? —escribió primero, mirando después al enmascarado.

Era una forma terriblemente lenta e incómoda para comunicarse. ¿Por qué no le daban un papel y un bolígrafo como haría una persona normal? Se sentía como un estúpido espíritu de peli mala de serie B intentando aterrorizar adolescentes tan estúpidas y absurdas como la película. Le habría gustado poder resoplar, pero incluso esa pequeña satisfacción le estaba vedada. Así que tras esa primera palabra, continuó moviendo el dedo, con resignación.

—S-O-Y-A-L-E-X-A-N-D-E-R-F-I-T-Z-G-E-R-A-L-D-D-E-H-U-N-T-I-N-T-O-N-G-D-E-S-U-S-S-E-X.

Se detuvo un instante y buscó la mirada de su interlocutor, si es que podía llamarse así, irguiendo un tanto su postura. Era un noble, por mucho que su familia hubiera caído en la quiebra, eso era algo momentáneo y circunstancial que no afectaba a lo que realmente era.

Finalmente, se inclinó de nuevo hacia la tabla para continuar con la tarea de responder a las preguntas que le habían hecho. Tenía la esperanza de que en el momento en que habían descubierto quién era él, el trato que le dispensaban cambiaría, pero aún así, también quería demostrar que estaba dispuesto a colaborar.

—N-O-S-E-Q-U-I-E-N-E-S-S-O-N-E-S-O-S-R-E-N-E-G-A-D-O-S —Alzó la mirada un instante y continuó. —M-O-R-I-H-O-Y-U-N-V-I-E-J-O-M-E-R-E-C-O-G-I-O-C-O-N-O-T-R-O-S-Q-U-E-N-O-C-O-N-O-C-I-A-E-L-L-OS-H-U-Y-E-R-O-N-A-L-V-E-R-L-O-S-S-O-L-D-A-D-O-S-M-E-A-S-U-S-T-E-Y-L-O-S-S-E-G-U-I

Llegado ese punto, le habría gustado poder hacer una mueca que demostrase lo absurdo que le parecía tener que tocar letras en un tablero para hablar, o tal vez exigir un bolígrafo, pero tras una breve pausa, siguió.

—S-O-Y—Puso los ojos en blanco y se corrigió a sí mismo. —E-R-A-U-N-H-O-M-B-R-E-I-M-P-O-R-T-A-N-T-E-M-E-D-I-C-O-M-E-G-U-S-T-A-R-I-A-C-O-L-A-B-O-R-A-R-¿-E-L-V-I-E-J-O-E-R-A-E-L-R-E-N-E-G-A-D-O-?

Y tras ese último esfuerzo apartó el dedo de la tabla y levantó la mirada una vez más, irguiendo su espalda y buscando la mirada que se atisbaba tras la máscara, esperando alguna reacción o tal vez más preguntas.

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21/02/2016, 22:28
Regente Fred Böhler

El hombre de la máscara está atento a tus movimientos. Puedes escuchar como su voz va enmarcando levemente las letras hasta que paras y vuelve a mirarte fijamente. Asiente ante tu primera pregunta mientras cruza las manos frente a él. -En efecto. Soy el Regente de la Legión Siniestra, Fred Böhler. A su servicio- dice mientras inclina la cabeza con suavidad pero continúa observándote. -No se emocione. Es sólo una fórmula de cortesía. Supongo que entiende la naturaleza de nuestra actual interacción, así que no me gastaré explicándosela. Continúe por favor- dice mientras con la mano extendida señala de nuevo al tablero para que continúes en la ardua tarea de responder al interrogatorio.

-¿Alexander Fitzgerald de Huntington de Sussex?- repite el hombre lentamente a medida que vas señalando las letras en el tablero. -Es un largo nombre. Si no le molesta, me referiré a usted como Alexander. Alex si le parece más indicado- señala el regente. Luego de nuevo su gesto con la mano. -No se detenga, por favor. Sigo atento a sus respuestas- dice y sus ojos esperan mirándote directamente, esperando que reanudes una vez más el proceso de contestar usando el tablero de Ouija.

-Entiendo...- musita el Regente, quien intercambia una mirada con el médico. Luego vuelve a observarte y finalmente al tablero. Asiente finalmente. -Verás Alexander. La verdad no me interesa mucho quién eras en vida y para serte sincero, tu profesión tiene muy poco valor aquí. Estamos todos muertos- dice el hombre acercando levemente la cabeza. -No puedes curar a nadie de nada. Lo que realmente nos importa es cómo moriste y la información de valor que puedas poseer. De valor para nosotros claro está- dice mientras mira al médico y asiente, haciendo que este de dos pasos hacia la mesa y ponga sobre la misma el bolso que cargaba desde que entrase a la sala.

-En cuanto al viejo. Ya veremos que puedes decirme tú de él.- dice con el eco metálico de la voz. El médico va abriendo el bolso y pone sobre la mesa un frasco con un líquido de color lechoso semi-transparente. -¿Sabes que es esto? Corpus líquido. Bastante valioso ahora mismo y definitivamente no es el tipo de cosas que andas regalando por allí a cualquier presidiario sospechoso de ser un Renegado.- añade lentamente. -Sin embargo, Es evidente que a usted le hace falta un poco y con los servicios del Doctor Miller, podemos reconstruir las partes faltantes de su rostro.- y sus manos se ponen sobre la mesa. Sus ojos están concentrados en ti. -Sin embargo, sus servicios y los materiales tienen un precio. Uno bastante alto para alguien que, de acuerdo con sus propias palabras, murió hace tan sólo un par de horas...- luego una pausa. -... qué me dice, Alexander. ¿está interesado?-

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27/02/2016, 21:24
Alexander de Huntington

Alexander había hecho un gesto con la mano que no estaba sobre el cartón para indicar que le era indiferente con qué nombre se refiriesen a él. Aunque por supuesto que no lo era tanto, habría preferido que lo llamaran como correspondía a su posición. Pero si su situación dependía de ese Regente y él quería tomarse familiaridades con él, tampoco le parecía mal. Recíprocamente, el hombre de la máscara sería para él simplemente «Fred» de ahí en adelante.

Tardó poco en comprender la magnitud de lo que le ofrecían. Sus ojos se dirigieron con cierta avaricia hacia ese frasco y después miró al doctor, evaluándolo. ¿Habría sido médico en vida, como él? ¿Sería suficientemente competente para esa labor? Suponía que si le ofrecían un trato se encargarían de cumplir su parte de la mejor forma posible. 

Así que al devolver su vista hacia el Regente, asintió. Ni siquiera necesitaba pensarlo, o preguntar cuál sería ese precio. Daría cualquier cosa por recuperar su rostro, por poder hablar y tener expresividad. Y por si acaso ese gesto no era suficiente, movió su dedo de nuevo por la tabla, ignorando el hastío que esa acción le producía.

—L-O-E-S-T-O-Y-Q-U-I-E-R-O-C-O-L-A-B-O-R-A-R.

Y tras deletrear esas letras levantó la mirada con esa altivez que le era tan propia y esperó, alternando su mirada entre los dos hombres.

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29/02/2016, 12:24
Regente Fred Böhler

-Muy bien, Alexander- responde el regente con una sonrisa en su rostro. -Eso es exactamente lo que quería leer. Sin embargo, voy a necesitar un co-deudor. No sería muy prudente de mi parte darte algo tan valioso y no recibir una garantía de que vas a pagar el precio.- su mirada estaba fija en ti, mientras sus manos se entrelazaban. El doctor te observaba y podrías jurar que estaba sonriendo bajo la máscara quirúrgica que está usando. Un silencio incómodo queda flotando en el ambiente mientras los cortos instantes que transcurren entre la última frase del regente y su siguiente intervención parecen extenderse bajo el tic inaudible de un enorme reloj antiguo imaginario. El doctor guarda de nuevo el frasco en su bolso, lo cierra y se retira hacia la posición que tenía antes.

Luego, el regente Böhler se levanta de la silla entonces, y se hace a su lado. Mira hacia los guardias y asiente. -Que quede bien amarrado- es su única orden y de manera mecánica, como si no hubiesen sido más que estatuas hasta entonces, los dos centinelas voltean su rostro hacia ti y se encaminan de forma agresiva, dispuestos a agarrarte. El doctor se gira de medio lado y busca algo dentro de su cartera, mientras el regente permanece impávido. -Coopere con nosotros. Le prometo que no sentirá más que un piquetito- añade con su voz metálica y con cierta inflexión poco agradable, casi burlona.

Los guardias te sujetan a ambos lados sin que te resistas. Te llevan con cierta fuerza exagerada para tu nivel de colaboración y te hacen sentarte en la silla que deseabas, la silla del regente. El médico se acerca y les pasa un par de correas a cada uno. Primero te amarran por las muñecas a los brazos de la silla, arrodillándose para estar a la altura. Aprietan bastante para dejarte firme y luego hacen lo mismo con tus pies, dejándote completamente asegurado. El regente pone una mano en tu hombro. -Eso es, buen chico. Sigue cooperando con nosotros y acabaremos más pronto de lo que crees- dice, pero no puedes voltear a verle desde tu posición. Finalmente los guardias retiran la banca en la que estabas y la mesa frente a ti, poniéndose uno a cada lado. La usan para bloquear la puerta por la que entraste.

Cuando todo está dispuesto, regresan a su posición frente a la puerta y es el médico el que se posiciona frente a ti.

Notas de juego

Puedes intentar resistirte. Como quisiera dejar un poco más adelantado, ¿te parece si me dejas una tirada de lo que vayas a hacer y yo te añado el resto durante el transcurso del día? :)

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29/02/2016, 13:49
Doctor Miller

-Buenos días Alexander- dice mientras lanza una mirada para que uno de los guardias acerque la banca hacia él. La hace bajar y se sienta frente a ti. -Como el buen regente Böhler ha comentado, soy el doctor Miller. Antes de proceder con la intervención, quisiera advertirle. Será doloroso pero necesario. Una vez pase por esta pequeña...- hay un acento extraño y marcado en él, habla con lentitud, como si cada palabra tuviese un peso en su intervención -...cirugía ambulatoria, procederé a realizar una reconstrucción parcial de su rostro- dice. Ha dejado el bolso junto a él y lo levanta. El guardia, quien se mantiene cercano, termina cumpliendo la función de perchero, Saca de allí unas pinzas quirúrgicas y un escalpelo. Toma uno en cada mano, los observa y le pasa las pinzas al regente.

-Para asegurarme de que no has mentido, voy a tener una charla con tu muy estimada amiga...- dice mientras sostiene el escalpelo entre el dedo meñique y el anular, y con los demás dedos abre con fuerza tu camisa, exponiendo tu pecho desnudo. -...tu sombra- y sus ojos te observan con una mirada penetrante y aguda. 

Miller cambia el escalpelo ahora entre su pulgar y su índice y realiza una incisión en tu corpus a la altura del pecho. El acero se siente frío y molesto, mientras tu interior parece agitarse. En lugar de salir sangre, un líquido oscuro comienza a escurrirse lentamente. El doctor está concentrado observándole, mientras finaliza su corte de casi 20 centímetros. No hay tanto dolor como la percepción de frío y miseria que se extiende por tu cuerpo. Luego el médico extiende la mano hacia su lado, y el regente, quien también parece observar con detalle la intervención, deposita las pinzas en su mano. Miller las pone a lado y lado de la abertura y con fuerza la abre. El dolor comienza a aumentar, sientes como tu piel, tus huesos y músculos (si es que les podías llamar así) crujen con la fuerza aplicada, sientes como todo tu cuerpo se resiente y como tu interior grita.

Pero los que sigue es lo que se escapa de la normalidad. El doctor te mira un momento, mira al guardia y dice -Deje eso en el suelo y sostenga aquí- ordena refiriéndose a las pinzas. Cuando el otro está en posición, Miller pone una mano en tu hombro y posteriormente introduce su mano derecha en tu interior. Puedes sentir como hurga, como todo su brazo entero parece perforarte, mover tus órganos, como cada toque causa dolor y como tu temperatura desciende, mientras aquello se hace más y más insoportable. Y entonces aprieta su mano alrededor de algo, sosteniendo alguna parte de ti que no logras definir.

-Por el cuello. Es mi día de suerte- dice en voz alta. -Comencemos entonces con la segunda parte del interrogatorio.- y mira al regente quien asiente. Entonces, con una voz fuerte comienza a disparar una tras otra pregunta. El sonido se riega por tu interior, parece surgir de tus propios oídos llenándote de agonía, mientras lo que sea que él tuviese agarrado, se movía con enorme fuerza, agitándose y tratándose de liberar por cualquier medio posible.

-¿Cuál es el verdadero nombre de tu psique?-

-¿Tenéis alguna relación con los Renegados?-

-¿Conocéis a los otros que murieron casi al mismo tiempo que vosotros?

-¿Cuál es vuestra relación con el viejo?-

-¿Estáis dispuestos a colaborar con nosotros?-

-¿Cómo habéis muerto?-

-¿Habéis visto el rostro de los otros Renegados?

- Tiradas (1)

Tirada oculta

Motivo: Secretos Oscuros (Percepción+Castigar)

Tirada: 8d10

Dificultad: 4+

Resultado: 10, 7, 10, 4, 1, 10, 10, 4 (Suma: 56)

Exitos: 7

Notas de juego

Puedes permitirle a tu sombra hacer una tirada para defenderte (si no, está indefensa xD).

 

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29/02/2016, 14:07
Narración

La mano se introdujo dentro de Alexander y te alcanzó. Sientes aquella extremidad buscando, palpando y antes de que puedas advertir nada, está alrededor de tu cuello. De ese cuello que no sabías que tenías. Se cierra con fuerza y te hace difícil hablar, moverte, pensar. No puedes dejar de concentrarte en él, en Miller, en la manera como te está empujando en medio de las sombras mientras quieres gritar. ¡oh! ¡cómo quieres gritar! sientes el dolor en tu propia carne oscura hecha de tinieblas, cruzando como un relámpago que rompe, agita y se aferra con inhumana fuerza a ti.

Cada pregunta viene como una bofetada y no puedes simplemente ignorarle. Debes responder, su mano se cierra más y más, cortándote la posibilidad de hablar con claridad. No puedes callar, no puedes huir, estás acorralado y él ejerce todo el poder necesario para que comiences lentamente a responder todos y cada uno de los cuestionamientos que hace.

Notas de juego

Ganas un punto de Angustia temporal por el proceso. Sin embargo, y salvo que Alexander te deje tirar para defenderte, debes responder las 7 preguntas que te han hecho con la verdad. Sin embargo, puedes responder como creas conveniente, de manera críptica o siendo muy literal. Es decir, no puedes mentir o evadir, pero si puedes retorcer la manera como das las respuestas.

La sensación es como si te tuviesen por el cuello, y estás siendo forzada de manera violenta.

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01/03/2016, 03:33
Alexander de Huntington

A Alexander le habría gustado poder decir que esa violencia no era en absoluto necesaria. Pero desgraciadamente no podía decir nada, así que se limitó a pensarlo con fuerza, sin que su mirada llegase a abandonar esa altivez que parecía inherente a ella misma. 

No se opuso, ni se resistió. Había dicho que iba a colaborar y no iba a manchar su honor poniendo en entredicho su palabra. Colaboraría. Se cagaría mentalmente en aquellos deshechos humanos que llamaban guardias, pero colaboraría. Con estoicismo se dejó llevar hasta la silla y con la espalda envarada en una postura rígida permitió que atasen sus brazos y piernas. En su interior empezaba a sentir algo de miedo, todavía tenía fresco en la memoria el dolor que había sentido cuando le habían arrebatado medio rostro. Pero estaba dispuesto a soportar lo que viniese con la misma fortaleza interior con la que había soportado aquello. 

Con la barbilla algo elevada, con cierta soberbia, devolvió la mirada al doctor y al escuchar sus intenciones casi se sintió insanamente satisfecho de que esa voz insidiosa tuviese también su merecido. Ya era hora de que no le tocase todo sólo a él. 

—Parece que es tu turno —pensó, dirigiéndose a esa parte de sí que parecía haberse desdoblado desde que llegase a esa tierra muerta y podrida. 

Después todo fue expectación, contemplaba con una especie de curiosidad quirúrgica la destreza del supuesto médico. Al menos hasta que llegó el dolor. Miró hacia abajo horrorizado al sentir las pinzas abriendo su carne, o lo que fuese que tenía en su lugar. Ese «Corpus» que había mencionado el viejo que consideraba responsable de meterlo en aquel lío. 

Finalmente habría gritado, si hubiera podido. Llegó un momento en que supo, a ciencia cierta, que si hubiera tenido boca, de ella habrían escapado alaridos de dolor. Y sin embargo, esa satisfacción al sentir cómo ese lo que fuese coleteaba en su pecho, intentando escapar de las garras del doctor, no había desaparecido, sino que se había asentado.

—Jódete —le dirigió en su mente, aún teniendo dificultades incluso para razonar—. Que te jodan pero bien.

Notas de juego

Nada de tiradas ò.ó.

Que te den, querida Sombra mía :P.

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16/03/2016, 21:28
Sombra de Alexander

La voz está en silencio mientras dura el interrogatorio. Al menos la primera parte de él. En cuanto el regente con aires de grandeza saca aquel frasco se revuelve, pero sigue sin decir nada más. Es cuando aquel médico entra y nombre la palabra "sombra" cuando te dedica unas palabras.

-No puedes confíar en ellos. -Te dice, con cierto recelo.- No les hagas caso. ¿Tan barato te vendes? Me das pena.

Pero no sirve de nada. El médico ya ha empezado a jugar con todas las leyes que conoces hasta entonces. Tus palabras no hacen más que hacer entrar en cólera a tu voz interior. -Te vas a arrepentir de esto. No son de fiar. Hay otras formas de recuperar tu voz. Si lo haces vas a ser un esclavo de por vida.

La sensación es desagradable, mucho. Jamás se había sentido tan vulnerable como entonces. Las palabras resuenan en la cabeza de la sombra con fuerza y se ve incapaz de evadirlas.

-El verdadero nombre de mi psique es Alexander de Huntington.- Responde, entre dientes y casi en contra de su voluntad.

-No, no tenemos relación con los renegados. Y aunque lo tuviéramos no te lo diría.- Rie al final de la frase.- Esta pregunta es bastante estúpida.

-Claro que los conozco. Eran bastante más agradables que vosotros y mucho más atractivos, aunque tenían menos clase que tú, Fred.

-El viejo no ha hecho nada por nosotros y por su culpa de él estoy aquí. Créeme, le odio por ello. No se me ocurre peor compañía en estos momentos. Nos rescató, si es que a eso se le puede llamar rescate, y después nos dejó tirados.

-Mi psique lo está, hasta que obtenga lo que quiere de vosotros. Después os hará pagar por todo lo que habéis hecho. a mí me gustará especialmente la segunda parte.

-Íbamos rápido y un camión se interpuso en nuestro camino. Pum. Fin de la familia. Sin herederos. Hasta en eso fracasamos.- En este punto la voz te parecía aburrida.

-Si no tenemos relación con ellos no sé cómo vamos a haber visto sus rostros, aunque espero verlos pronto. Significará que vendrán a sacarnos de aquí y podré olvidarme de vuestros desafortunados rostros.

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18/03/2016, 03:50
Doctor Miller

Lentamente la voz en tu interior iba respondiendo a los cuestionamientos. Tú estabas seguro de poder escuchar esa molesta voz, pero no sabías si el médico era capaz. Continúo aquella intervención y a medida que una respuesta iba saliendo, el funesto cirujano iba replicando en voz alta.

-No ha mentido con su nombre- es lo primero que retransmite. El regente asiente y quisieras pensar que lo hace con aire de satisfacción, sin embargo, sólo puedes ver los ojos a través de la máscara plateada.

-Tampoco tiene relación con los renegados...- y hay un punto de inflexión. -Aunque no parece que por decisión suya- dice mirándote un momento. El regente asiente de nuevo y musita un lacónico "prosiga", al tiempo que el doctor reanuda su interrogatorio.

-Tiene alguna familiaridad con los otros infantes- replica en voz alta. Estás seguro de que el doctor ha ahogado una risita ante la respuesta de la sombra. El regente no se mueve y sus ojos parecen penetrar tan profundo como las manos del doctor.

-El viejo les ha segado. Y poco más, según dice su sombra- y el regente murmura un "interesante" mientras apoya un brazo sobre la mesa.

-Está dispuesto a colaborar... mientras le convenga- dice Miller, y gira el rostro mirando hacia Fred. Éste parece pensativo, sus ojos están enfocados en algún lugar de la sala. Mueve la cabeza de arriba abajo y continúa.

-Le pertenece a la legión Esmeralda- dice finalmente. El Regente observa al médico. Replica casi inmediatamente. "¿Estás seguro? Según las informaciones, los infantes fueron víctimas del asesino. Todos" pronuncia de manera imperativa. El doctor asiente. -Se ha estrellado en el coche. Y su sombra no nos miente. Le pertenece a los Esmeralda- y hay un silencio incómodo antes de que se haga la última pregunta.

-No podría identificar a los renegados- concluye. Cuando ha terminado dice -Buena chica.- y retira lentamente sus manos, manchadas de un líquido negro y espeso que gotea lentamente. El agujero en tu pecho se cierra y la desagradable sensación desaparece. Incluso puedes sentir como hay un alivio latente proveniente desde tu interior, pero desligado de tus propias emociones de alguna manera.

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18/03/2016, 04:04
Regente Fred Böhler

-Muy bien, Alexander- dice el Regente quien se ubica de nuevo frente a ti, mientras el doctor se hace a un lado, buscando algo entre sus cosas. No tarda mucho en localizar una toalla para limpiarse aquella sustancia.

-Parece que podemos confiar en usted... nominalmente. Por fortuna, su condición requerirá que sea re-procesado en otra de las legiones que no está a mi cargo.- y se apoya sobre el borde de la mesa. -Digo por fortuna, porque me viene genial poder emplearle para una tarea bastante secreta y luego que sea problema de alguien más- y el hombre se cruza de brazos unos instantes.

-Sin embargo, mi trato sigue en pie. Estoy dispuesto a proveerle algo de corpus para esa herida, a cambio usted me pagará con su servicio para esta misión, su secreto y unos 50 Oboli que cubren los honorarios del doctor y mi tiempo de trabajo. ¿Qué dice?- estira la mano hacia ti, esperando que al estrecharla, muestres tu conformidad con el trato.

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20/03/2016, 22:03
Alexander de Huntington

Alexander sentía una malsana satisfacción al sentir esa presencia en su interior retorcerse y sufrir. Incluso lamentó que el interrogatorio no durase más, sólo para que siguieran torturándola. Ciertamente algunas de las cosas que decía le molestaban, pero no lo suficiente como para sobreponerse al regocijo. 

Fue un alivio cuando el doctor se apartó y el dolor empezó a desaparecer con el cierre de la herida. Alexander enderezó su postura en la silla como pudo, todavía atado de pies y manos. Su mirada altiva buscó entonces al Regente ese. «¿Ve como no mentía?», quería decirle, envolviéndose de la dignidad que habían intentado arrebatarle al atarlo a esa silla. Pero claro, no podía. Así que se limitó a mirarlo, alternando sus ojos entre él y el doctor. Lo intrigaba aquello de la legión Esmeralda, ¿qué tendría eso que ver con su muerte? ¿Y qué era aquello del asesino? 

Sin embargo, cuando el Regente se dirigió a él, Alexander detuvo sus ojos en los del tipo, detrás de la máscara. Lo escuchó y valoró su oferta. Le habría gustado preguntar qué eran esos óboli y de dónde iba a sacarlos, pero no podía hablar y tampoco podía señalar estúpidas letras en el aún más estúpido cartón con las manos atadas. 

Los ojos de Alexander contemplaron esa mano tendida como para sellar un acuerdo, después bajaron a sus propias manos y finalmente volvieron al rostro del tipo. Enarcó entonces una ceja con soberbia, como queriendo decir «¿Me tomas el pelo, Fred?».

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27/03/2016, 21:29
Regente Fred Böhler

Silencio durante unos instantes. Tu gesto no pasa desapercibido por el regente, quien se toma unos instantes antes de comprender la situación. No estás seguro de si habrá sonreído o si habrá hecho un gesto de vergüenza, simplemente asintió. -Es cierto, aún no puede mover sus manos- dice retirando la suya propia y mira al guardia. -Ejem. Desata a Alexander. Supongo que no necesitaremos retener sus manos mientras restaura su mandíbula. ¿Verdad doctor?- a lo que el hombre responde asintiendo y encogiéndose de hombros al mismo tiempo. Böhler parece satisfecho con la respuesta y vuelve a prestarte atención.

El doctor continúa guardando sus cosas con cuidado, mientras el hombre en armadura deja la bolsa en el piso y da un par de grandes pasos para ponerse a su lado. El guardia se apresura a retirar la correa de tu mano derecha y luego la de tu mano izquierda. Cuando estás libre de tus ataduras, el regente vuelve a estirar su mano reiterando su oferta. -Bien. Estaba usted a punto de decidir si aceptaba el trato que le ofrecemos o si preferirá la otra alternativa- comenta con el mismo tono que ha utilizado hasta ahora.

-Pero estoy casi seguro de que preferirá volver a hablar...- añade el regente, esperando tu reacción.

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03/04/2016, 21:05
Alexander de Huntington

Una vez con las manos libres Alexander extendió la mano para volver a señalar letras sobre el tablero absurdo. Estaba dispuesto a prácticamente cualquier cosa por recuperar su boca, pero al menos necesitaba saber a qué se estaría comprometiendo. Él no era ningún estúpido al que estafar para que aceptase un acuerdo sin conocer los términos.

—¿-O-B-O-L-I-?-¿-Q-U-E-S-O-N-?-¿-D-E-D-O-N-D-E-L-O-S-S-A-C-O-? —deletreó moviendo su dedo por el cartón.

Y cuando terminó, levantó la mirada, buscando los ojos del Regente a través de los agujeros de su máscara de metal. Sentía cierta curiosidad por saber por qué la llevaría. Tal vez era demasiado horrendo como para querer mostrar su rostro. O quizá le habían desfigurado, como a él. Tampoco era que le importase en exceso, si lo pensaba bien. Lo que quería era largarse de allí cuanto antes, a ser posible, con su boca en su sitio.