Partida Rol por web

Llegas al templo, pero no hay nadie, ni Eladamri ni ningún sacerdote.

Tamlorm sigue atacando a la gente mientras va en dirección al dragón.

- Jajaja, ¡tranquilo! Por supuesto que es válida, y no, no era ningún truco. Sólo era una forma de conseguir un poco de información extra si lo conocías. Para ser sincero no sé si es un apodo o son unas iniciales, pero juraría que es eso último.

- Así que no lo conoces... curioso - murmuró tras una pausa, hablando para sí mismo pero en un todo audible. Todo había parecido indicar que efectivamente Sartael no tenía nada que ver con JR, pero estaba bien saberlo con seguridad. A medio plazo, podía jugar la baza de atraer hombres de JR y hacerlos pelear entre ellos. Y en cuanto a lo más inmediato, ahora tenía al hamatula preguntándose quién demonios era JR. Sonrió, y no precisamente por las cartas que tenía en la mano.

- Sí... lo de los puentes puede ser complicado, teniendo en cuenta que no podemos dejar que nadie salga. Estaría muy bien si tuvieras algún conjuro de fuego para quemarlos, o alguno de invisibilidad para coger un par de barriles de brea sin que nos vieran. No sé yo si vamos a tener tanta suerte...

Conforme había avanzado el juego, se había ido atrapando solo cada vez más, y había terminado con una mano incluso peor con la que empezó. Estaba perdido. Quizá no fuera tan mala idea que Sartael le hiciera alguna pregunta, al fin y al cabo, la información importante la estaba obteniendo en las conversaciones casuales. Era una táctica que le funcionaba a menudo, distraer al objetivo mediante el juego mientras sonsacaba cualquier información útil. También solía añadir alcohol a la mezcla, pero aunque quizá se tratase sólo de una idea preconcebida (ya que en realidad no lo sabía), algo le decía que no sería tan fácil emborrachar a un demonio. Además, más les valía estar sobrios para lo que se avecinaba. Mostró su mano suspirando con resignación, pero en cuanto vio la de Sartael, se quedó de piedra durante unos instantes antes de reaccionar.

- ¡Jajajaja! Sarty, Sarty... ¡Te las has arreglado para joderla incluso más que yo! Qué patéticos somos... En fin, ahí va la pregunta. - "¿Y qué narices pregunto ahora?" - Teniendo en cuenta que no conoces a JR, ¿cómo oíste hablar de la llave?

-Donde se ha metido el Eladamri. piensa Samay, piensa, dijo que tenía un plan pero no explicó cual es. Además por lo que parece no está funcionando pues la gente está muriendo en la ciudad.

Sin tener muy claro hacia donde encaminar sus pasos, la pícara decide que lo mejor es tratar de buscar por la ciudad, en la zona del embarcadero.

después de matar a uno de los guardias, me giro a Samay, que va a ir a buscar a Eladamri, "Samay, espera, te acompaño", le grito mientras empiezo a correr en su dirección.

Tras ir al templo y descubrir que allí no hay nadie, Samay piensa en ir al embarcadero. Os dirigís allí pero tampoco está Eladamri, ni os lo habéis cruzado por el camino. 

La gente mientras tanto sigue saliendo despavorida de sus casas gritando.

El dragón mientras tanto destruye el otro puente de Punta Arena con fuego y una embestida, sellando así la segunda salida del pueblo, después se dirige al norte y desde allí empieza a incendiar la puerta norte y todo lo que pilla a la vez que con sus garras, dientes y cola va matando gente y destruyendo estructuras del pueblo.

Nadie puede hacer nada contra el dragón que supera en fuerza a todos los del pueblo unidos que van cayendo como moscas.

Llegas donde se encuentra el dragón sin problemas.

Me gusta matar gente con mis propias manos, sin conjuros a ser posible. De momento no es mi responsabilidad matar a todos los del pueblo, para eso estáis vosotros.

Por la pregunta que me haces, sabes poco de la llave excepto su ubicación, así que es buena idea que me la des en cuanto puedas.

En ese momento que termina Sartael de hablar te viene olor a quemado, te asomas por instinto a mirar hacia Punta Arena y está saliendo de allí el humo, a la vez ves una criatura sobrevolando el pueblo.

Echo una ojeada a mi alrededor para ver alguien pretende hacerle frente.

Punta Arena estaba acabada, toda la gente a la que habían ayudado, los que confiaban en ellos iban camino de la muerte. Era incomprensible lo que estaba sucediendo para una mente mortal como la suya.

-Da igual lo que hagamos el pueblo está acabado. dijo a sus compañeros. -Ahora solo queda esperar a que se termine y ver que espera el Dios responsable de la destrucción de nosotros.

El humo de la destrucción del dragón se le pegaba en la garganta, dificultando la respiración, miró a su alrededor por si podía ayudar a alguien o veía alguna señal de Eladamri.

observo al dragón, no se quien lo envío, pero claramente nos estaba haciendo el trabajo, "mejor, no me gustaba la idea de mancharme las manos de sangre de inocentes", pero no veía una señal de Eladamri, lo que me estaba empezando a cabrear, "no veo nada de ese maldito elfo, lo del dios prefiero encargarme luego."

Tamlorm se separa de vosotros mientras el dragón sigue arrasando, ahora se dirige al puerto y empieza a incendiar todas las embarcaciones. La gente despavorida ve, en instantes de lucidez ante la locura del miedo que les provoca el dragón, como su hogar y sus gentes (familiares y amigos) van cayendo presa del fuego y los ataques de la criatura alada. En una ocasión pasa una madre con su bebé recién nacido, de un coletazo la madre está estampada en la pared muerta mientras el recién nacido llora sin parar hasta que un pisotón del dragón acaba con su sufrimiento.

Te diriges donde se encuentra la guarnición del pueblo, no es grande, más bien pequeña. Entras y no hay nadie que defienda la entrada, seguramente habrán salido huyendo o a "salvar al pueblo" cosa difícil. 

Entras y bajas a las prisiones, en una celda ves a Eladamri tumbado e inconsciente. Hay otras tres celdas ocupadas.

Fuera de las celdas en una pequeña habitación, que deduces era desde donde se vigilaba a los prisioneros, se encuentra el arma de Eladamri. Una espada bastarda de color negra con vetas color violeta.

Primero observo a mi alrededor, buscando cualquier tipo de trampa o individuo que esté oculto y, si tras ello, no detecto nada sospechoso, cojo el arma de eladamri. Una vez en mi poder me acerco a la celda de este y pego un fuerte golpe en la puerta para que este se despierte.

Eladamri despierta en una celda, está desarmado y con dolor en el cuerpo. Tiene el sabor a una poción curativa en la boca. Hace calor y huele a quemado pero no ves fuego en los alrededores, las paredes te impiden ver. Sin embargo, escuchas gritos fuera de gente. Fuera de la celda está Tamlorm con la enlutada mirándote mientras despiertas. La celda es cuadrada, tiene tres paredes y el frontal con la puerta de de rejas de metal. Haces memoria y la celda es la que visitaste cuando llegasteis a Punta Arena. La celda está cerrada.

Tamlorm se queda observándolo en silencio, sumido en las sombras del lugar esperando a que el iniciado en esta curiosa aventura le de una respuesta que no solo le alentase a abrir de nuevo la puerta sino que además impidiese quedarse con su arma y con su vida.

Así que está todo hecho, bueno supongo que cada quien tiene lo que merece. - digo en tono lacónico mientras me pongo de pie.

Di mi palabra que empezaría con la mayanza pasada la media noche y no antes, puedes preguntarle a la Enlutada si no me crees.

Supongo que ya es la hora. ¿Podrías dejarme salir para hacer mi trabajo? Tienes mi palabra de que no voy a dejar escapar a nadie. Les di una oportunidad porque les debía algo, ellos atendieron mis heridas y me dieron cobijo cuando lo necesité, pero escogieron desatender a mis advertencias y encerrarme aquí. - digo con seriedad, mientras me resigno a cumplir mi labor.

Les advertí que era edicto divino, pero nunca les dije como llegaría, en verdad me hubiera gustado que huyeran, pero en lugar de eso escogieron atacarme, ahora me lo deben. - añado con rabia en mi voz, al tiempo que me pongo de pie y miro a Talrom a los ojos.

Malditos idiotas, en verdad pudieron salvar sus vidas pero escogieron la muerte, pues bien, si eso desean se las serviré con gusto.- pienso con rabia.

Tamlorm escuchó con atención cada una de las palabras de aquel hombre. No podía evitar el mostrar decepción y hasta cierto punto, asco. Asco por un ser tan despreciable e hipócrita.

Así que esperas que te libere...precisamente tu, quien claramente ha desobedecido a un dios por unos cuantos y simples humanos, aún a sabiendas de que había una mínima posibilidad de poner en peligro la vida de quienes te acompañaron durante el camino. -su voz era profunda y grave, como la de un narrador de antiguas gestas capaz de hacer vibrar de emoción a todo un público.

He de reconocer que has tenido valor al tomar dicha decisión, solo un necio lo haría sin sopesar las consecuencias. ¿De veras creías que esta gente tenía salvación alguna?, ¿Cómo crees que se habrán tomado tu traición los demás?. Te alejaste de nosotros y al poco vinieron a prendernos, hasta nos informaron de tu pedanía...

No Eladamri, tus actos te han llevado aquí... podría matarte, pero no lo haré, si quieres salir, si piensas afrontar tu decisión hasta el final, saldrás de aquí por tu cuenta y si lo consigues, tu arma estará esperándote.

Tamlorm comienza a alejarse del lugar mientras pronuncia unas últimas palabras.

Si yo fuese tú iría dándome prisa, hay un dragón destruyendo el lugar, casi ha terminado con su gente, así que pronto llegará aquí.

Un jodido dragón, deberíamos estar luchando contra él no contra los aldeanos. Maldita sea mi suerte. Bueno mejor salgo de aquí y ya luego veré como recuperar a La Enlutada. 

Debo alejar esa espada de las manos de Talrom sin importar el qué. Ese sujeto ya es demasiado peligroso sin esa arma. - pienso mientras empiezo a salmodiar un conjuro poniendo mi mano sobre el pestillo de la puerta.

¡Vamos congélate! - pienso mientras veo como el frio va penetrando en en viejo y oxidado metal del pestillo de la puerta.