Partida Rol por web

Te encuentras en un barucho de mala muerte. El único de la aldea. Si es que aquel lugar se puede llamar aldea. Por no tener, no tiene ni nombre. La patrulla ha recibido orden directa de uno de los magistrados de investigar el tráfico de destello en el lugar. Lo más probable es que tengan relación con los Gorchoff, con lo que es una misión peligrosa. El mayor problema es que la patrulla de Jalisco está compuesta por un solo hombre, tú. Habéis tenido problemas últimamente para encontrar reclutas. La Agrupación Sierra Nueva y los Gorchoff se han encargado de deshacerse de los últimos y asustar a los indecisos.

Así que ahí te encuentras. Rodrigo Watanabe. Solo. Ante un pequeño grupo de tres parroquianos y un barman que se te quedan mirando cuando entras por la puerta. Tu peste a GEO por suerte se ve un poco tapada por tu pinta de nativo. Pero está claro que aquella no es una zona turística. Y debes estar muy desesperado para parar tu lanza y entrar ahí. Casi puedes ver las manos desplazándose hacia las cartucheras. Aunque esperas que sólo sea una mala jugada de tus neuronas. Parpadeas un par de veces y te aseguras. No, nadie se mueve. De momento.

Saludo a los presentes con un hosco movimiento de cabeza, me acerco a la barra y pido lo que quiera que estén bebiendo los otros. Suspiro al sentarme, como si estuviese cansado.

El barman duda un rato. Mira a la mesa ocupada, como esperando confirmación. Y deben dársela, porque como un resorte se gira y en un instante planta delante tuyo un vaso y lo llena hasta el borde. Luego juguetea un poco con la botella, dudando de nuevo, y decide volverla a colocar en su sitio.

Se gira y te da la espalda descaradamente, buscando cualquier excusa para no mirarte. El silencio se mantiene en el local.

Me giro hacia los otros parroquianos.

-¿Es así de amable siempre? -digo en tono jocoso.

Uno de los tres matones suelta una carcajada seca, que muere rápido y da lugar de nuevo al silencio opresivo. Otro escupe al suelo. El barman ni se inmuta. El tercero se levanta y camina despacio hacia ti, con ese aire que ya has visto otras veces de ser el dueño de la situación. Se sienta en la barra, a tu lado. Coge tu vaso y se lo bebe de un trago.

- No le gustan los forasteros. Ni a mi tampoco.

Sonrío, intentando parecer tranquilo.

-Si te sirve de consuelo, a mí tampoco me gusta este sitio, pero era el único que me quedaba de paso y no he tenido más opción que parar aquí.

Miro de soslayo a sus amigos, atento a cualquier movimiento brusco.

El barman sigue empeñado en sacar brillo a vasos que seguramente hacía no se limpiaban desde el Recontacto.

Los otros dos matones están sentados, expectantes. Parecen relajados y más dispuestos a divertirse viendo cómo su compañero te machaca que a intervenir.

El otro sonríe con desprecio.

- Entonces, deberías empezar por pagar las tasas de paso por el local. Veamos lo que llevas en la cartera.

Me pongo en pie mientras sigo sonriendo, tratando de parecer amenazante. Cuando menos se lo espera, apoyo las manos sobre la barra y salto al otro lado.

Los dos del fondo se levantan al unísono. El otro da un paso para atrás sorprendido y casi tropieza con su banqueta. El barman salta como un resorte y se tira al suelo. Parece el mejor entrenado de todos.

Saco la pistola y encañono al más cercano mientras me parapeto todo lo que puedo tras la barra (asomando sólo los brazos, los hombros y la cabeza).

-¡Patrulla nativa, todo el mundo quieto! Portaos bien, no queremos que haya heridos.

El barman se queda rígido en el sitio. Los dos de la mesa alzan las manos sin dudar, como si les fuese la vida en ello. El tercero, al que estás en cañonando y que parece el jefe del grupo, remolonea. No levanta las manos, pero tampoco hace movimientos bruscos.

- Tengo media docena de muchachos en el almacén, que saldrán corriendo en cuanto grite. O escuchen el ruido de un arma. Dispara, y no volverás a ver la luz del sol.

El tipo parece bastante sincero y confiado. Quizá sea cierto.

Así que el tipo tiene un almacén, ¿eh? Interesante.

-Pero es que yo no quiero disparar, y tú no quieres gritar porque si lo haces yo tendré que disparar, y entonces el que seguro que no va a ver la luz del sol vas a ser tú. Quedas arrestado. Sé listo y vente conmigo, sólo quiero hacerte unas preguntas. Cualquier otra decisión será peor para todos.

Viendo que tú tampoco tienes mucha intención de abrir fuego, los dos del fondo parecen relajarse, aunque siguen con las manos en alto. El barman sigue en el suelo. El jefe mueve los hombros, incómodo. Se esfuerza por sonreír, aunque la mueca queda bastante extraña. Mira de reojo a sus dos compañeros, a la puerta del fondo de la habitación, al barman y por último vuelve a fijarse en ti.

- Parece que hemos llegado a un punto muerto. Está claro que ninguno de los dos quiere morir hoy. Seguro que podemos llegar a un acuerdo. No creo que tu sueldo de terráqueo de segunda sea muy alto.

Echas un vistazo al lugar para hacerte una idea.

La sala es bastante pequeña para ser un pub. De la barra a la pared de enfrente debe haber 5 metros. Y de fondo no debe haber más de 10. La barra va de una pared a otra, con esos mismos 10 metros. Al fondo, en la pared opuesta a la entrada, hay dos puertas. En una hay un desvencijado cartel que reza "W.C.". En la otra, pintado en un rojo chillón y bien marcada se puede leer la palabra "Privado". Desde tu posición hasta esa puerta debe haber unos siete metros. Hasta el barman no más de dos. Hasta la mesa ocupada unos cuatro, y al tercero en discordia está a medio metro del cañón de tu pistola.

-Claro. Éste es el trato: yo te detengo por robo con intimidación en grado de tentativa (poca cosa; como seguro que no tienes nada que ocultar, saldrás libre al día siguiente) y tus amigos se quedan aquí y esperan a que nos vayamos con las manos donde pueda verlas. Como muestra de buena voluntad, pasaré por alto tu intento de soborno.

Seguramente podría abatir a dos de ellos antes de que les diera tiempo a reaccionar...

El hombre parece pensárselo. Lo cual es ya un avance. Vuelve a mirar al barman, aunque notas algo en su gesto que te escama. Por el rabillo del ojo, ves que el hombre desde el suelo ha extendido la mano hacia una escopeta y está a un instante de agarrarla. Ninguno se da cuenta de que lo has visto. El jefe sigue hablando como si no ocurriese nada.

- Está bien. Una noche en prisión y nadie saldrá herido. Pero a cambio no volverás a pasar por aquí.

Suena totalmente artificial. Está claro que intenta ganar tiempo y distraerte.

No hay tiempo para pensar, ni para hablar; como me pegue un escopetazo a esta distancia, me hace mierda, así que me giro para dispararle.

Ves como todo empieza a moverse a cámara lenta. El primero en reaccionar es el jefe del grupo, que se lanza al suelo y rueda al otro lado de la barra. Tu preocupación por la escopeta es todo lo que necesita para apartarse de delante de tu cañón a tiempo. Escuchas el ruido de un arma al deslizarse fuera de una cartuchera.

Le sigue uno de los matones del fondo, que tumba la mesa más cercana y se esconde detrás. Ves el reflejo del diamante cuando un cuchillo aparece en sus manos.

Tras la confusión inicial, la descarga de adrenalina parece ayudarme a focalizar mi atención.

Eliminar al barman. Quitarle la escopeta. Matar al jefe.