Partida Rol por web

- Sí... mi ama... Ellos me han traído la desgracia... mi ama...

- ¡Vosotros... gandules! ¡Apresad a Amina... Atadla y dejadla inconsciente!

- Yo acabaré violentamente... con el que se retuerce en el barro... mi ama... Le arrancaré la piel... y la traeré ante ti... mi ama.

La mente de Erik van Hunden se derrumba y se precipita al abismo esmeralda, tu abismo, donde queda a tu merced y bajo tu control. Tal como le ordenas, el matón grita a sus hombres para que apresen a Amina al tiempo que se dirige hacia la ladera embarrada para acabar con Sirül. Al llegar a él le destroza de un solo golpe y empieza a desollarlo con su hacha bajo la luz de la luna.

Los tres matones reaccionan rodeando a Amina, que deja de conjurar el humillante 'controlar animal' contra tu hermano para emprender la huida a toda velocidad. Tus nuevos esbirros la acorralan y juegan con ella al gato y al ratón entre las tiendas, a la luz de la hoguera. Luego la persiguen durante un corto trayecto, pero la rápida bruja consigue finalmente escapar, alejándose y perdiéndose en las sombras del bosque. Heimdallr sigue a tu lado, inmóvil, preparado para 'embestir' o hacer lo que le pidas.

Detrás de vosotros, el efecto del abismo esmeralda se disipa progresivamente en la mente de van Hunden, y al darse cuenta de lo sucedido, del control que has ejercido sobre él, y manteniendo entre sus manos la ensangrentada piel del brujo a medio rasgar, huye del mismo modo que Amina, invadido por el pánico, y gritando a sus hombres para que se salven.

- ¡Corred! ¡Vamos! ¡No la miréis a los ojos! ¡VAMOS!

El desfigurado cuerpo a medio desollar de Sirül se hunde en el fango de la ladera y en un charco de su propia sangre.

Pero Amina ha escapado y Erik van Hunden y sus hombres se alejan de la hoguera a toda prisa y en todas direcciones.

Sonreí divertida, mientras veía el espectáculo... al menos hasta que el efecto del control mental desapareció. Entonces... fruncí el ceño. Había sido demasiado pronto; y, de todos los escenarios posibles, el que se me presentaba a continuación era el peor.

—¡Heimdallr! ¡No dejes que escape! —grité, señalando al líder de los bandidos—. ¡Lo quiero vivo!

Por el contrario, yo me lancé en la persecución de Amina. No podía haber huido muy lejos aún...

Los otros hombres me daban igual. Sólo eran peones en este improvisado tablero de ajedrez. El líder y Amina eran los únicos que podrían darme algo de información. No podía dejar que escaparan...

Corres en la dirección por la que Amina se ha alejado y escabullido. Tras de ti Heimdallr hace lo mismo, pero siguiendo los pasos de Erik. Al controlar su mente has sabido algo de él, como su nombre: Erik van Hunden. También sabes que está aquí no por su propio interés, sino por el de su señor, una sombra difusa, un ente oscuro y esquivo.

Seguir el rastro de Amina en plena noche y a través del bosque no es fácil. La traidora es escurridiza, y conoce esta zona mejor que tú. Al poco de alejarte del campamento te das cuenta de todo ello.

Erik servía a alguien. No era algo que no pudiera deducir, después de todo sólo parecían un grupo de mercenarios. Sin embargo, ¿de quién se trataba? ¿Quién había contratado sus servicios? Fuera quien fuese, era alguien que también había utilizado a Amina y Sirül para sabotear mi misión. ¿Tal vez el Alto Consejero? ¿Quizás el Vitûr? ¿O... alguien más?

Sin embargo, seguir a Amina parecía ser especialmente complicado. Aquella maldita escoria era especialmente escurridiza. Jamás podría alcanzarla sólo siguiéndola... por lo que traté de observar mi entorno. Quizás me diera una pista... algún atajo por el que llegar antes hasta ella o alguna información relevante de hacia dónde se podía dirigir.

Detuve mi avance, traté de calmar mis desbocadas ansias de sangre y miré a mi alrededor...

Debía ser inteligente y no dejarme llevar por las emociones.

Amina se escapa. Pero sabes que se dirige hacia el este, atravesando los bosques de la frontera entre Etûr (Anelûk) y Anodiräs. En esa dirección no hay nada, al menos nada que aparezca en los mapas, hasta dentro de dos horas de camino a pie. La pequeña aldea de Saninek es el primer asentamiento que puedes encontrar, y a dos horas más llegarás a las Cuevas de Ssokram, una aldea minera semi-subterránea a orillas del Lago Jaranïs. Lago que hace de frontera entre el Maestrazgo enano y la Baronía de Zeläj. Eso si la bruja no cambia de dirección. En caso de que lo hiciese, estos bosques están limitados al norte por el río Anzûr y al sur por el río Linej, que discurren paralelos hacia el oeste. El río Linej es difícil de cruzar a nado, por lo que Amina tendría que dirigirse a alguno de los puentes existentes. Las opciones más lógicas son el de Retaj y el de Sabaj, ambos pequeños asentamientos destinados a la vigilancia y al cobro de peajes.

No vas tras ella, dejándola escapar, consciente del enorme esfuerzo necesario para perseguirla y la baja probabilidad de conseguirlo. Al no alejarte, puedes oír un ruido proveniente del interior de una de las tiendas del campamento de Erik. Una voz quejumbrosa, femenina, una voz que te es familiar: Gü.

El capataz, aún contigo, te mira sorprendido, esperando alguna indicación u orden.

- Tenebrïs...

Me maldije una y mil veces por haber dejado en manos de aquellos incompetentes tratar de apresar a Amina. Por su culpa había huido... Ya era tarde; sería imposible alcanzarla... pero al menos podía intuir la dirección en la que huía. Nuestros destinos volverían a unirse tarde o temprano, me encargaría de que pasara, y cuando eso ocurriera... le haría pagar su traición y sus reiterados insultos...

Ahora debía volver con Heimdallr, y eso pensaba hacer hasta que escuché la voz de Gü.

—Tranquila, ya estás a salvo —le dije suavemente a la par que abría la tienda en la que parecía estar y la liberaba de sus posibles ataduras—. ¿Puedes caminar?

Le tendí mi mano para ayudarla a levantarse.

Si Gü esperaba que la hubiera rescatado con un ejercito, no podría estar más equivocada. Sólo quedaba yo en aquel maldito campamento bandido... Y, aun así, no había necesitado de más ayuda para conseguirlo. Sin embargo, pese a que hubiera fracasado en la misión que le había encomendado y se hubiera dejado capturar, la traté con atención y amabilidad...

Dadas las circunstancias, necesitaba que mi séquito me guardara máxima fidelidad...

Cuando volviésemos al campamento, le preguntaría sobre lo ocurrido... pero antes de que eso ocurriera, y mientras le daba tiempo a que asimilara lo que había pasado, busqué a Heimdallr y, posteriormente, me encargué de revisar detenidamente el resto de tiendas de campaña en búsqueda de algo que pudiera aportarme más información sobre quién eran los mercenarios y a quien servían.

El rastro de Heimdallr es muy fácil de seguir, ya que su pesado cuerpo deja profundas huellas en la tierra húmeda. Sabes que no se detendrá hasta cumplir con tu orden, perseguirá a Erik a través de los bosques de Ûldatär, sin descanso, hasta capturarlo vivo, y no volverá a ti si no es con esa alimaña arrastrándose. Le lleve el tiempo que le lleve cumplirá obediente su misión, y volverá a ti, siempre lo ha hecho.

En el campamento hay algunas armas y víveres, cosas útiles pero de poco valor. Atado sobre una mesa, degollado como un cerdo, está el bárbaro que acompañó a Amina. Y amontonados más allá están los cadáveres de los esclavos. Parece que Amina y Erik se lo han pasado bien torturándoles y mutilándoles.

Gü está herida pero puede caminar. También la han torturado y mutilado, arrebatándole una de sus manos.

Voz débil: - Encontré su rästro... caí en su trampä... me capturarön... me torturarön... pero no dije nadä... nadä... buscabän el artefactö... te conocën... Tenebrïs... sabën todos... tus secretös... hablaban de ël... del príncipë... viene a por tï... Tenebrïs... viene...

Miré a mi alrededor, observando el cuerpo del bárbaro y de los esclavos... Fruncí ligeramente el ceño. Si ya mi séquito era pequeño, ahora... se había reducido cosiderablemente su número. ¿Quiénes quedaban? Samaj, Gü, Naesan, un bárbaro y Lämh. No pude evitar soltar un suspiro de hastío...

Finalmente, escuché el relato de Gü...

—¿Del Príncipe? —lejos de preocuparme, sonreí amargamente—. ¿Viene a por mí? ¡Pjé...! ¿Crees que me da miedo que venga a por mí? Al contrario: estoy deseando que lo haga.

Llevaba décadas deseando hacerle pagar su traición... hacerle pagar por arrebatarme mi reino y devolver a la vida a Dagthir convertido en un... monstruo. Pero si quería consagrar mi venganza, debía hacerme con el Artefacto antes de que él lo arrebatara. Era la única forma de conseguirlo... y cada vez lo tenía más y más lejos de mi alcance.

—¿Puedes andar? —le pregunté, observando sus heridas—. Ve al campamento e informa a Naesan y a Lämh. Esperadme allí...

Yo no podía dejar Dagthir sólo... ni aunque supiera que lograría completar su misión... no podía correr el riesgo de perder a un activo más. No me lo podía permitir... menos si cabe si era él. No pensaba perderle de nuevo...

- Sí, mi Tenebris.