Partida Rol por web

Tras unos momentos, de la torre salen dos personas, un anciano con un bastón que tiene que ser el mago y su joven aprendiz. Las primeras palabras son de rechazó, pero luego se tornan más tranquilas.- Señor Goldrin Rováskulcs, hemos venido para tratar de ayudarles, y a la vista esta que tienen algunos problemas. La marquesa sabe de la debilidad de algunos orbis y nos envió a Esiracas, para ponernos en contacto con usted, y que nos dijese en que podíamos serle de ayuda.-Eran muchos los ojos y oídos que estaban pendientes de la conversación, se oían ruidos cerca de ventanas y puertas, y no era cuestión de alarmar a estas buenas gentes, el mago fue consciente de la situación y les invitó a pasar al interior de la torre.-Si, será mejor que hablemos en un lugar más tranquilo.-Dice Eranor mientras les acompaña al interior de la Torre. Hace un gesto a Lomo plateado para que espere fuera y no cause problemas.

Era la primera vez que veía el interior de una torre y le pareció muy similar a una casa más de la aldea, aunque seguro que en la parte alta habría cosas nada comunes. Les invita a sentarse a la mesa, tienen una marmita en el fuego, y al parecer la comida ya estaba lista.-Lamento que les molestemos justo cuando iban a comer. Y por favor siéntese usted primero, este es su hogar, yo me acomodo aquí en el suelo, es un magnífico sitio para descansar mientras hablamos. Aunque la verdad es que no diría que no a un poco de esa comida que tan bien huele, eso si, siempre que haya un poco para todos, no es cuestión de que ustedes se queden sin comer por nuestra culpa.

Y espero, a ver si poco a poco iba desapareciendo la desconfianza que todavía era muy evidente en la cara del anciano mago.

Parece que nuestros discursos han logrado que el anciano deje de esconderse dentro de la torre pero no parece terminar de fiarse de nosotros. Junto a el sale una chica joven que se presenta como su aprendiz e intenta calmarlo aunque el no parece querer escucharla.

Me llama la atención como ninguno de los dos menciona el problema del orbis en voz alta, supongo que no quieren que la gente de la aldea se asuste y decido mantenerme en silencio para no decir algo que pudiera molestarles.

Una vez nos invitan dentro de la torre, me quedo un poco sorprendida al ver que era una habitación normal y corriente, sinceramente me esperaba estanterías llenas de libros, mesas con mil papeles de lenguajes antiguos, amuletos... no era mi primera vez en el interior de una torre de mago pero aun así siempre esperaba encontrar alguna que cumpliera mis expectativas.

-Muchas gracias por la invitación pero por mi tampoco hace falta que se preocupen, sentaos y comer tranquilos- digo mientras me quedo junto a Eranor repasando la distribución de la habitación -supongo que aquí podremos hablar más tranquilamente de... el problema, ¿cuanto tiempo hace desde que empezó a pasar?-

Esperaba no haber empezado demasiado bruscamente pero según la respuesta podríamos saber la gravedad de la situación, si era algo que avanzaba poco a poco o por el contrario debíamos darnos prisa en encontrar una solución.

Me detengo al escuchar la voz de Eanor, mirándolo de reojo, y aunque titubeo un poco, decido hacerle caso y no continuó. Quizá el cansancio y el fantasma de la resaca me han impacientado algo más de lo que es debido. Al final, resulta ser una buena decisión, porque mago y aprendiza salen a recibirnos. Parece que no esperaban que fuera a venir nadie, después de todo.

Suspiro con alivio cuando, pese a todo, nos invitan al interior de la torre. «No puedes ni imaginarlo. Cansados es poco, amigo» pienso, pero me callo. Dada la situación, quizá va a ser mejor mostrarnos como individuos en sus mejores condiciones, y no como tres trotamundos cansados con más ganas de dormir que de salvar ninguna aldea.

Cuando paso frente a Goldrin le dedico una inclinación, llevándome una mano al pecho. Con ella también repito el gesto, pero lo acompaño de una sonrisa más cansada que radiante. Me despierta un poco la expectativa de ver las maravillas que uno se imagina encontrar en la vivienda de un mago, pero la torre resulta ser tan mundana que se me parte el alma en dos. Me siento ligeramente traicionado por todas las historias que he escuchado.

—Unos aposentos agradables —No es exactamente una mentira, porque que sean decepcionantes no significa que no puedan ser agradables—. Agradecemos que nos hayáis recibido, pero debo unirme a la insistencia de mis compañeros. No teníamos intención de interrumpir vuestra comida. Incluso podemos esperar, si es necesario.

Intento sonreir. Malditas cortesías, en realidad estoy deseando sentarme y ponerme las botas, pero es bien sabido que hay que rechazar una y hasta dos veces las cortesías para causar una buena impresión.

—Dicho eso, tal y comenta mi compañera, cuanto más sepamos sobre lo que ocurre más fácil será ayudaros.

El anciano mago no puede evitar lanzar una mirada reprobatoria a Eranor cuando pone de manifiesto, a viva voz y en mitad de la aldea, que el orbis de Esiracas tiene un problema evidente. Sin embargo agradece la prudencia de Kintsu y Desmond, a su parecer más prudentes y discretos.

- No es ninguna molestia, no. Poneos cómodos y descansad, ¿sí? Si venís de Abatis habéis debido caminar durante varios días al menos, ¿no es así? Mi aprendiz nos servirá, y luego comerá ella. -sin ningún inconveniente se sienta a la mesa en la silla que Eranor ha dejado vacía. Comeréis los cuatro, servidos por la joven, y con Eranor sentado en el suelo.

Mientras Zulira os sirve un aromático guiso de verduras en cuencos de arcilla, el mago no puede evitar fijarse en el velo de Kintsu y en la gema talismán que cuelga de su cuello. Por unos segundos se queda mirándola fijamente, en silencio, pensativo: - Sois sensible a la magia, ¿verdad? Compartís conmigo el... la virtud, de manipular ciertas energías. Al menos... hasta hace unas semanas. Cuando... no... yo... habéis notado la debilidad del orbis, ¿no es cierto?

Eranor pudo ver el gesto y mirada reprobatoria de Goldrin, cuando comento que el orbis estaba debilitado, pero no lo dijo gritando, ni mucho menos, y era algo tan evidente, que nadie en la aldea podía desconocer. Pero ciertamente estaba hablando más de lo que debía, no era su fuerte el conversar y ser muy sutil, lo suyo era la naturaleza y la caza. Y en las relaciones con los demás era franco y directo, no era partidario de las dobleces ni hipocresías. Estaba lejos de casa y tenía que ser cuidadoso con lo que decía, para no meterse en problemas.

Sus pensamientos se desvanecen por completo cuando se acerca la amable aprendiz, con un cuenco de apetitosas y aromáticas verduras.-Muchas gracias, es usted muy amable.-Le dice a la joven cuando le acerca su cuenco, y sin mayor dilación se pone a comer, tratando de ser educado y no comer demasiado rápido.

Cuando Goldrin pregunta si hemos notado la debilidad del orbis, Eranor no sabe que contestar, no es evidente, no la ha visto todo el mundo en la aldea. Dado que por comentar algo a media voz sobre esto, el mago se había disgustado, no quería ser motivo de más recelos, aún así contesta:-Lo cierto es que nos llamo la atención la debilidad del orbis cuando nos acercamos, y aún más cuando atravesamos la barrera. 

Y no queriendo extenderse, siguió con su comida, lo mejor era dejar hablar a sus compañeros, se alegro mucho de su decisión de sentarse en el suelo, a cierta distancia. Allí podía descansar un rato mientras que ingería las apetitosas verduras.

Ante la insistencia de Goldrin decido aceptar la oferta de sentarme y comer junto a el. El guiso huele de maravilla y tengo que hacer un esfuerzo para no empezar a comer directamente en cuanto me sirve la joven -Muchas gracias Zulira, esperamos dejar suficiente para ti- le digo con una sonrisa.

Mientras sirve a mis compañeros, me fijo en cómo Goldrin mira mi velo y mi talismán y no puedo evitar ponerme un poco nerviosa, pero luego al escucharle empiezo a entender un poco mejor lo que está pasando.

-Si que soy sensible a la magia, el velo es más por protección pero el talismán lo utilizo porque me ayuda a canalizar mejor las energías- le contesto tranquila intentando crear confianza tras tener algo en común -Si que lo notamos al cruzar y por eso, entendemos perfectamente el porque os estáis asegurando de que seamos gente de fiar- tras decir esto empiezo a comer el guiso pues no quiero que se enfríe y espero a ver la reacción de Goldrin.

Mis palabras son sinceras pero las elijo con cuidado para intentar lograr que el mago nos hable con más confianza, al final tiene que entender que nuestro único objetivo aquí es ayudar a arreglar esta situación y no podremos hacerlo si no nos da toda la información posible al respecto.

Y ahí llega, la segunda invitación. Esa es la cortesía dicta que se puede aceptar, según reglas no escritas que, a decir verdad, pueden resultar un tanto absurdas.

—De acuerdo, pero solo por vuestra insistencia —respondo con una inclinación, en esta ocasión, algo más torpe. Se me nota la impaciencia algo más de lo que me gustaría—. Tenéis nuestro agradecimiento por vuestra hospitalidad.

Dicho eso, me dejo caer en la tercera silla, y mi estomago emite un ruidillo poco decoroso cuando me ponen el cuenco en frente. Diablos, qué hambre tengo de pronto. No me queda otra que dejar que la gula haga de las suyas, llevándome un par de cucharadas rápidamente a la boca antes de tragar sonoramente y replicar a sus palabras respecto al estado del orbis.

—Si no hubiera sido nuestro destino, es muy posible que no nos hubieramos dado cuenta —añado con la voz ligeramente ronca—. Pero sigue siendo preocupante, y resulta obvio al cruzarlo. Los últimos tiempos no han sido favorables a nadie... aunque desconozco cómo de informados estáis sobre la situación en el exterior.

Por lo pronto, no digo más que eso. No quiero asustarlo más de la cuenta si todavía no está preparado para ello... y además así puedo vacíar todavía un poco más el cuenco. Un cuerpo tan grande como este no se mantiene en pie solo con suelos y esperanzas, después de todo.

El mago parece mucho más interesado en Kintsu que en sus dos rudos acompañantes. Come rápidamente, aunque también de un modo elegante y refinado. Apenas pronuncia algunas palabras, y no habla del orbis. Sin embargo observa a la felínida con mucha curiosidad, como con prisa, y al terminar no espera siquiera a que hayáis terminado de comer vosotros, si es que no lo habéis hecho, cuando propone:

- Maga Kintsu... ¿sería, sí, tan amable de acompañarme a la estancia contigua? No tiene nada que temer, sólo quiero enseñarle algo, ¿sí? -luego mira a su aprendiz y a los dos hombres- Sírveles otro cuenco, ambos parecen muy hambrientos. Y come con ellos, ¿sí?

La joven obedece asintiendo con la cabeza, sin decir nada, y se acerca para retirar los cuencos de Desmond y Eranor y volverlos a llenar, al tiempo que prepara uno para ella misma.

Parece que mis palabras han surtido efecto y Goldrin se fía un poco más de mi, aunque no puedo decir lo mismo respecto a la opinión que tiene de mis dos compañeros. Al ver como termina con prisa de comer y solo me invita a mi a pasar a la sala contigua dejo el cuenco medio vacío en la mesa sin dudar pues no quiero que, por verme dudar, cambie de opinión.

-Estaría encantada- le contesto educadamente mientras me levanto de la silla dispuesta a seguirle donde me guiara, no sin antes asentir con la cabeza a Desmond y Eranor para que se queden tranquilos.

Espero que no les importe que no diga nada sobre dejarles pasar a ellos también, pero creo que es mejor idea que alguien consiga la información y luego ya la pongamos en común. Tampoco me quiero arriesgar a que el mago se vuelva a negar a hablar con nosotros y nos tengamos que volver sin solucionar nada.

Cuando Kintsu me asiente con la cabeza, aprovecho para guiñarla un ojo. Está bien así: Con que el gran Goldrin Rováskulcs confíe en ella, a mi me basta y me sobra. Además, estoy seguro de que lo que tenga que mostrarla incluirá un montón de tecnicismos mágicos de los que seguramente no entendería ni papa, así que estoy muy, muy bien justo aquí.

Dedico una pequeña sonrisa a la aprendiza cuando se acerca a retirar mi cuenco.

—No es necesario, Zulira. Otro cuenco ya sería gula, y no tengo ninguna intención de dejarte sin nada —Comento, a sabiendas de que todavía hay suficiente para los tres—. Deberías sentarte y comer con nostros.

Tampoco es cuestión de delegar toda la responsabilidad en Kintsu. Ahora que el maestro no está presente, puede que Zulira también esté más dispuesta a charlar sobre lo que está ocurriendo.

—Un lugar bonito, Esiracas. Una lástima no haber lo visitado en tiempos mejores —Hago una pausa, ladeando ligeramente la cabeza—. Espero no preguntar más de lo que debería, pero, ¿es que lleváis mucho tiempo en esta situación? La gente del pueblo parecía verdaderamente asustada.

Eranor continúo comiendo sentado en el suelo, dejó un rato el cuenco en el suelo para que se enfriasen las calientes verduras. Le parecía que Kintsu estaba venciendo la desconfianza de Goldrin, cuando este invitó a Kintsu a acompañarle a otra habitación para hablar a solas. Eranor le hace un gesto con la  cabeza a Kintsu en respuesta al de ella. Tenía sentido que entre magos se sintiesen más cómodos, y al menos un miembro del grupo puede ahora conseguir información sobre lo que esta pasando y en que les podemos ayudar a estas gentes.

Luego Zulira se acerco a ofrecerle más comida.-Muchas gracias Zulira, eres muy amable pero no puedo comer más, un cuenco es más que sufieciente, de hecho me ha costado trabajo terminarlo, y eso que esta delicioso.-Y aprovecho para estirar las piernas y apoyar espalda y cabeza contra la pared. Estaba tan cómodo que tuvo miedo de quedarse dormido, así que trato de seguir la conversación que tenían en la cercana mesa Desmond y Zulira.-Si, la verdad Zulira es que tenéis un pueblo muy bonito y pintoresco.

El mago guía a vuestra compañera Kintsu hasta la sala contigua, y cierra la puerta tras de sí. Con vosotros queda Zulira, quien muy sonriente se sienta en la misma silla que ha ocupado el mago, y empieza a devorar el guiso bajo vuestras miradas. - ¿Te gusta estar sentado en el suelo? -pregunta divertida a Eranor, con la boca llena de verduras.

- Esiracas, bueno sí, es bonita, pero no es mi aldea. -sigue comiendo, y hablando a la vez, con la boca llena- Veréis, yo no soy de aquí. Nací y crecí en Laguna Amarga, al otro lado del Paso de Adobal. -notáis cierto orgullo en sus palabras- Desde muy pequeña era capaz de hacer cosas que los demás no podían. Les asustaba, también a mis padres y a mis hermanas. Hacía magia, y siempre me metía en problemas. Allí me encontró el viejo. Habló con mis padres y les convenció para traerme con él, y enseñarme. -hace un gesto de desaprobación, de desdén, al pronunciar esa palabra- Decía que si no tenía un maestro me convertiría en una peligrosa hechicera. -ríe- Llevo dos años en este agujero y aún no he aprendido nada. ¡Nada! Y menos que voy a aprender ahora, con el viejo sin encontrar su poder. Por eso la debilidad del orbis ¿sabéis? Y por eso tantas otras cosas... -y sigue comiendo.

Con mucho misterio el mago te conduce al otro lado de una puerta, cerrándola tras vosotros al pasar, y dedicando una última mirada a los tres que se quedan comiendo en la primera estancia. Estáis en un pasillo con estantes a ambos lados, llenos de viejos libros de cocina, teatro y otras artes, y también algunos objetos extraños. Camina un poco, pidiéndote que le sigas, y abre uno de los anaqueles como si fuese una puerta, una puerta secreta, accionando un mecanismo tras una figura. Una oscura escalera se desvela ante ti, el viejo sonríe al ver tu cara, y empieza a subirla con pasmosa agilidad. Le sigues. Subís mucho, más de un piso y de dos podrías asegurar.

Llegáis a una estancia mucho mayor, muy alta, sin ventanas a los lados pero con mucha luz, que entra por el lucernario del techo. Huele a papel, a tinta, a conocimiento. El piso está repleto de libros. Los hay por todas partes, en estanterías que cubren todas las paredes, en el techo, en los muebles, sobre las vigas de madera, apilados en el suelo formando torres más altas que tú... Los títulos son extraños: "Codex Herbalia", "Nebunie Profitabiläs", "Pululus Invocatrix", "Malediktiis Fortunatiis", "Ingrassamat Mulguris", "Umbräs", "Potio dei Lagrimmae", "Rânas Anelûkas", "Dekokos", "Legio Spektra", y muchos más...

- Esta es mi biblioteca. -Goldrin observa expectante y sonriente tu reacción.

Goldrin se fue con Kintsu a otra habitación, y cerro la puerta para que la conversación no llegase hasta nuestros oídos. Zulira se sentó a la mesa y me pregunta si me gusta sentarme en el suelo, a lo que contesto:-Me he sentado en sitios peores, pero en este caso era tan solo un sencillo problema de matemáticas, tres sillas y cinco personas, esta claro que no nos podemos sentar todos a la mesa, así que alguien tiene que quedarse de pie o hacerlo en otro sitio. Y debido a que estoy cansado he preferido sentarme en el suelo y descansar mientras como estas exquisitas verduras que tan amablemente nos has ofrecido. Espero que no te moleste, pero prefiero terminar aquí mis verduras, mientras estiro las piernas y descanso un rato.-Luego continuó escuchando con atención la historia de la joven aprendiz. Goldrin no podía encontrar su poder, ahí estaba la posible explicación a las reservas y dudas en el comportamiento del mago, además de la posible causa del debilitamiento del orbis. 

No tengo conocimientos de magia, pero eso que dices de que tu maestro no puede encontrar su poder, no suena bien y supongo que será la causa de la debilidad del orbis. ¿Y cuanto tiempo hace de esto? Tal vez podamos ayudar, pero desde luego es Kintsu quien más sabe de esto.-Comenta echando un vistazo a la puerta cerrada tras el paso de los magos. 

Una vez terminadas todas las verduras, se pone en una cómoda posición, para descansar un rato. Aunque, luego piensa que tal vez continuar en el suelo, pueda ser considerado un gesto de mala educación por Zulira. Así que recoge el cuenco vacío para dejarlo encima de la mesa y se sienta a la mesa con ellos. No sin antes echar un vistazo al exterior de la torre para ver que Lomo Plateado este bien, luego se sienta.-No quiero que pienses que soy un maleducado, aunque paso mucho tiempo solo con lomo plateado en la naturaleza, tengo costumbre de seguir las costumbres de buena educación con mi familia, amigos y vecinos.

Cruzo la puerta siguiendo a Goldrin y nos recibe un pasillo lleno de estanterías con libros, tras fijarme en algunos títulos puedo identificar algunos libros de cocina pero no era nada que me llamará la atención.

El mago no se detiene ahí pues sigue caminando hasta abrir lo que parece una puerta secreta, me asomo para ver el interior y me quedo bastante sorprendida al ver unas escaleras que subían hasta perderse en la oscuridad. Le sigo de cerca y me sorprende lo ágil que se mueve para la edad que parece tener cuando por fin llegamos a la siguiente sala.

Me quedo atónita en la entrada mientras analizo todo a mi alrededor, esto si que era lo que tenía en mente al entrar en una torre de mago. Libros y papeles por todas partes creando pilas que me sobrepasaban por encima de la cabeza.

-Esto es increíble- digo emocionada mientras entro del todo en la biblioteca para poder apreciar la belleza de la misma, todo el conocimiento que habría en esta sala, los días que podría pasar aquí leyendo y aprendiendo -estoy completamente cautivada... es preciosa-

Me da miedo moverme mucho por si tiro alguna cosa, por lo que voy con cuidado fijándome bien en donde piso y el tener espacio para mi cola.

Como mi buen compañero Eranor se ha encargado de hacer la pregunta que importa, yo decido sencillamente hacer conversación, que también es importante.

—¿Nada? Vamos, algo te habrá enseñado, ¿no? Que el estofado está riquísimo, pero dos años dan para mucho más que para aprender a cocinar —comento con una sonrisa divertida. Tendría tela que el viejo hubiera tomado una aprendiza simplemente porque quería que alguien le hiciera las tareas de casa—. Además, yo me pensaba que tu maestro tenía una buena reputación a su espalda. ¿Cómo es eso de que no encuentra su poder?

Apoyo una pierna sobre la otra, estiradas bajo la mesa, y cruzo los brazos sobre el pecho. Caray, qué bien se está con el estómago lleno, solo me falta... ¡Ah! Un traguito. Mi mano se escurre lentamente en dirección al odre. No creo que hoy vayamos a hacer nada, ¿verdad? Y un poco de alcohol en la sangre nunca ha matado a nadie. Así que lo destapo y me lo llevo a los labios, con cuidado de que no se escurra una sola gota. El sabor del vino me llena la boca, y le pego un buen par de tragos antes de cerrarlo y dejarlo otra vez colgando de mi cintura.

Ahora sí que estoy comodísimo.

Lomo Plateado sigue afuera, erguido y alerta junto a la puerta. Por la ventana podéis verle.

- Tranquilo Eranor, no creo que seas un maleducado. Hace unas semanas que el viejo empezó a notarse raro -los tiempos coinciden con la aparición del Bosque Sagrado- Al principio no le dimos importancia, dada su edad... y su temperamento... pero luego fue a más. Ha ido empeorando, poco a poco. Y ahora apenas puede hacer nada... de magia. -y cuando ve que miras a tu lobo- ¿Es tuyo? Me da miedo.

- Cocinar no es tan sencillo. ¡Y además hago todas las tareas de la casa, no sólo cocinar! -sonríe resignada- El viejo se pasa las horas en su biblioteca, copiando viejos tomos y leyendo. Hablamos poco. Por eso agradezco las visitas, aunque no son muchas, y rara vez tengo la oportunidad de hablar... yo, pero... Siempre vienen a verle a él. -parece triste al decir esto, como sintiéndose sola y poco valorada- Es cierto que es un mago muy conocido, un sabio. Un erudito, como dicen, y como dice él mismo. Pero es muy duro conmigo, y no le gusta enseñarme. Tiene una enorme biblioteca, a veces me lee, y a veces me cuelo en ella para leer yo misma y fantasear... aunque no entiendo mucho. Él... no confía demasiado en mí. Ese vejestorio no me cree digna para su magia... ¡pero ahora ya da igual! ¿No? ¡Ahora él tampoco la tiene! -tras estas tristes palabras recupera un poco el humor y cambia de tema- ¿Qué contiene esa bota? Huele bien, ¿es vino? ¿Me das un poco?

El mago sonríe al ver tu reacción, parece satisfecho y muy orgulloso de sus libros.

- Son grimorios, copias. Sí. Contienen muchos de los conjuros y teorías de todo el continente. Es mi legado. Pero... no. No tienen mucho poder, no sin mi magia, ya no. -suspira- Con los años he aprendido algo. Algo sobre los colores de la magia, ¿sí?. Sobre sus fuentes, algo profundo y complejo. Tu magia es cian, ¿sí? Es especial, sí, eso puedo notarlo. Eres especial. -te mira con curiosidad- La magia cian no es muy común, no. Las comunes son la Verde, la Roja y la Azul. Sí, esas tres. Yo tengo... tenía... sensibilidad por la Azul. Era sensible a la Azul, sí. A aquella que emana del conocimiento, del estudio, de la erudición. Soy un erudito, sí, eso no puedo negarlo... o lo era. -su semblante se vuelve triste y cansado- Lo era, pero ya no. Porque la fuente de magia Azul, el conocimiento, se desvanece, ¿sí? Los otros colores, las otras fuentes, las otras magias, devoran su espacio, la debilitan para fortalecerse, ¿sí? ¿Comprendes?

Yo también giro la cabeza para mirar al lobo, sonriendo un poco. Al principio tampoco me terminaba de sentir cómodo cerca de Lomo Plateado, pero el animal había resultado ser un compañero más, incondicionalmente fiel a su dueño. Debería preguntar algún día a Eanor cómo se las ha apañado para amaestrarlo.

Por otro lado, parece que mi sospecha inicial no era muy lejana a la realidad: Goldrin ha encontrado en Zulira más una asistenta que que una aprendiza. Titubeo durante un momento cuando me pide un trago, mirando la bota, pero qué demonios, parece que la pobre se lo ha ganado. Dos años es mucho tiempo.

—Mhm, vino, el mejor amigo del viajero —Agito un poco el odre en la mano, estimando cuánto le queda, y se lo lanzo con cuidado después—. Qué menos Zulira, sírvete.

Me quedo mirándola un momento, con curiosidad. Quizá me estoy metiendo donde no me llaman, pero qué vamos a hacerle. Hay impulsos a los que uno no puede negarse.

—¿Y alguna vez le has encarado con todo esto? —pregunto—. Los magos tienden a ser excéntricos, pero no confiar en ti después de dos años parece un tanto exagerado —miro a mi compañero—. ¿No piensas igual, Eanor?

O nuestro famoso Goldrin es todo un personaje, o Zulira nos ha contado una versión muy parcial de los hechos, pero por lo pronto nada me ha dado a pensar esto último.

Eranor se sentó a la mesa junto a Desmond y la joven aprendiz.-Gracias Zulira, no soy maleducado, aunque a veces puedo resultar algo tosco y parco en palabras.-Y pensando en los modales y la educación, al menos en su pueblo era costumbre ofrecer a los demás cuando bebías o comías, pero al parecer esto no era conocido por Desmond, quien sólo paso el odre a Zulira, tras esta habérselo pedido, sin pensar en ofrecer a nadie. Ante las palabras de la joven respecto al lobo, comento:- No debes preocuparte por Lomo Plateado, lleva conmigo toda la vida, y aunque vive en libertad tenemos un fuerte vínculo y cuando salgo de viaje, suele dejar a su manada y se viene conmigo.- Le intrigó mucho que el mago estaría perdiendo su capacidad para realizar magia, y que la joven aprendiz se sintiese tratada como una criada.-Respecto a que Goldrín tenga dificultades para hacer magia, es un asunto grave y seguro que relacionado con la debilidad del orbis, seguro que a nuestra compañera Kintsu se le ocurre algo. Y respecto a que te hayas sentido como una criada, no creo que tengas que estar preocupada, seguro que es parte de un largo aprendizaje en el que primero tengáis que conoceros e ir aprendiendo poco a poco las cosas que necesitaras para ser una gran maga.-Y luego respecto a la pregunta de Desmond, contestó:-Eranor, Desmond mi nombre es Eranor no Eanor. Y poco es lo que puedo decir sobre los magos, son pocos los que conozco y no demasiado, pero entiendo que algún sentido tendrá esta larga espera, o eso espero. No creo que su intención es que seas tan solo su criada, eso seguro Zulira.

Y luego callo un buen rato, que ya había hablado mucho más de lo que era habitual en el.