Partida Rol por web

Ethan se encontraba bastante despejado gracias a haber descansado un poco. Su preocupación había desaparecido, pero tras ver ese camión, su curiosidad se disparó por las nubes. - ¿Cucarachas? Claaaro que sí. Y yo me lo creo. - susurró para sus adentros. No le gustaba que le tomaran por tonto, por lo que decidió bajar e intentar descubrir de que demonios iba todo eso, de la forma más discreta posible. Estaba claro que aquellos tipos de negro no eran inspectores y que estaban tramando algo que iba a afectar severamente al hospital.

Se acercó paseando de forma casual, intentando que no le vieran y pasando por los pasillos que daban a la zona por donde estaba ocurriendo la acción. Si le veían a través de una ventana siempre podría disimular que estaba haciendo cualquier otra cosa.

El hombre le da escalofríos nada más verlo y el tono de su voz no ayuda a cambiar la sensación que tiene al tenerlo cerca. Le enerva un poco que esté anotando cosas mientras la mira y no haga nada para desamarrarla. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué hacia esas preguntas y no la soltaba? Volvió a mover los brazos por inercia para tratar de soltarse un poco, recordando por el dolor en sus extremidades que de hecho, le es imposible.

Claro a salvo. Sobre todo. —Por favor, suélteme. ¿Dónde estoy? — vuelve a preguntar, la mirada del otro solo le indica que no responderá nada que no quiera, pero no pierde nada con intentarlo. —Tengo un dolor en la coronilla… Y en los labios — terminó por decirle, recordando la sangre. Recordando que si piensa mucho en eso, se va a alterar por alguna razón de más. —¿No recordar nada cuenta como no pensar con claridad? — no sabía si se estaba portando bien, estaba siendo educada o colaboradora. No le importaba, solo quería saber que estaba pasando. —¿Me dirá que hago aquí?

Ethan comienza a bajar las escaleras, seguro de que hay gato encerrado. Esos hombres de negro inspiraban de todo menos confianza, y el nerviosismo del director antes había sido aún más inquietante. El poco respiro que había tenido mediante sus programas de lo paranormal se había desvanecido en el aire, a la par que las preocupaciones e intrigas volvían de nuevo.

Acercándose tratando de no llamar la atención para mirar por las ventanas, Ethan se da cuenta de que el camión ya está parado. A escasos diez metros de él, el camión es mucho más grande de lo que habría esperado, y tenía una serie de detalles sutiles que lo hacían único, como refuerzos en las llantas y ruedas, y que la caja parecía especialmente gruesa. 

Aunque la mayor sorpresa no fue esa, sino ver bajar a otros hombres de negro de dicha caja. Sin embargo, esos hombres de negro no eran como los otros... Tenían protecciones antibalas, y cargaban con ellos rifles de asalto de estilo militar. Otro grupo de hombres con traje se encontraba más cerca del hospital, saliendo al encuentro del camión. Después de un par de saludos formales, hicieron una seña hacia la entrada del hospital, indicando a alguien que se acercara.

Se escucha entonces un grito que rápidamente es acallado por algo, pero está fuera de tu alcance visual...

Una mano aferra a Ethan por la espalda sin previo aviso, y antes de que se de cuenta un fuerte tirón lo lanza al suelo, a los pies de uno de esos hombres de negro. Cubre sus ojos con gafas de sol a pesar de ser de noche y estar bajo techo, probablemente para ocultar sus ojos más que por la luz. Aparte de eso no hay muchas más pistas, salvo por su cabeza bien afeitada, su barba bien recortada que rodea su boca, y una serie de pendientes que perforan su oreja derecha. Desde su altura, te mira sin un atisbo de emoción en su rostro, y habla con una voz clara, grave y amenazante.

«Tú. Largo. No es de tu incumbencia.»

Echando un mejor vistazo desde su posición, también se puede ver que lleva las manos enguantadas, y el traje, negro como los demás, está impoluto y con una corbata bien anudada y perfectamente a medida con el traje. Los zapatos son negros en su totalidad, aunque un brillo metálico se puede ver en sus puntas. Y, también, tiene una pistola colgada del cinto, y su mano izquierda está peligrosamente cerca de ella. 

Se queda mirando a Ethan esperando su reacción, aparentemente relajado. 

El médico simplemente mira a Brianna, sin decir nada, ignorando su petición para liberarla, y sus preguntas. Sin embargo, cuando menciona el dolor del labio y la coronilla, rápidamente comienza a escribir más notas en su libreta, a la vez que murmura para sí mismo. Sin dar mucha información, el médico comienza a hablar.

«Es normal sentir algo de escozor después de la intervención, no debe preocuparse por ello.»

Cuando Brianna comenta que no recuerda nada, el médico ríe un poco por lo bajo.

«No recordar nada, en su situación, es pensar con claridad.»

Parecía estar siendo críptico a propósito. Aunque no parecía disfrutar atormentando a la chiquilla con tan poca información, tampoco tenía pizca de estima o empatía por ella. 

«Bueno, he concluido mis preguntas. Ahora, estese quieta.»

El médico entonces se acerca un poco a Brianna, no sin antes asegurarse de que su mascarilla está correctamente colocada en su posición. Por sus movimientos pareciera que iba a liberarla, pero en su lugar saca una grabadora de bolsillo y la coloca en una de las mesitas de operaciones. Después, pulsa el botón de grabar, y comienza a hablar mientras toma una jeringa de otra mesita y comienza a prepararla, llenándola de una sustancia incolora.

«Día dos. La sujeto despierta. No hay signos de avance tras la intervención. Procedo según la fase dos.»

Entonces el médico comienza a acercarse a Brianna, jeringa en mano, dispuesto a inyectarle lo que sea que fuera eso.

Ethan se sobresaltó de sobremanera al sentir la mano sobre su hombro, después de todo se sentía como en una película de espías. Con cierto y notable nerviosismo se giró para contestar al hombre. - ¡Oh! Y-yo trabajo aquí, estaba haciendo mi ronda. Pe-perdón si estoy estorbando. - aun así su curiosidad era muy superior a su miedo. - Aunque antes de irme y ya que trabajo aquí... Creo que estaría bien saberlo. - tragó saliva, se armó de valor. - ¿Estáis trayendo a un nuevo paciente? He oído un grito dentro de ese extraño camión. Si es peligroso no pasa nada, aquí tenemos varios así ¡sabemos tratarlos!

Se sorprendía a si mismo, no estaba acostumbrado a hablar tanto, sobretodo con un desconocido, de hecho en cualquier otra circunstancia habría salido por patas, pero esto era su trabajo, su futuro y su estabilidad. ¡Que menos que plantar un poco de cara ante la adversidad de un desafío social!

Realmente a Brianna le estaba comenzando a caer realmente mal el dichoso doctor. La libretita que tenía en la mano le resultaba irritante, principalmente porque en vez de responderle, se ponía a escribir en ella. Cuando dijo aquello de intervención, una punzada de miedo la llenó y un nudo apareció en su estómago. ¿La habían operado? —¿De… de que habla? ¿Qué intervención?  — preguntó completamente nerviosa. Sobre todo cuando le dice que está todo bien el hecho de que no recuerde nada. ¿Es en serio? —¿Cómo que es normal? ¿Cómo va a ser normal? ¡Respóndame! ¿Qué hago aquí? ¿Dónde estoy? — no iba a darse por vencida, necesitaba tener alguna respuesta que sirviera de algo, pero el otro simplemente indicó que había finalizado sus preguntas y se acercó a ella.

Lo vio entonces acercarse y por acto reflejo, por los nervios y el miedo que comenzaba a darle el hombre intentó alejarse de él, lo que resultó en que intentara pegarse más de la camilla al no tener a donde ir. Una muy, pero muy leve esperanza la llenó cuando lo vio ir a sus extremidades, pero se apagó como una llama en una tormenta cuando este lo que hizo fue poner una grabadora a su lado, a la que comenzó a hablarle.

Lo miró aprensivamente, con ganas de levantarse y patear la dichosa grabadora. Pero lo que la hizo dejar de mirar mal al aparato y volver su mirada ahora llena de pánico, fue al médico que se le acercaba con una jeringa. De inmediato comenzó a sentir un sudor frío recorrerle, una sensación horrible por dentro y el miedo llenarla. Los movimientos para intentar alejarse del otro lo más que podía, intentando soltarse nuevamente solo para correr lejos de la aguja no era lago que estuviera pensando demasiado. Ella solo quería alejarse, no quería que la inyectaran. Sus ojos se aguaron de inmediato y esas lágrimas que no habían salido en todo el rato, aparecieron de inmediato en sus ojos —¿Qué es eso? ¡Aléjate!

El hombre hace caso omiso a todas las declaraciones de Ethan, y sin mostrar un ápice de duda echa mano de su pistola y apunta a su cabeza con ella.

«Largo. No habrá un tercer aviso.»

¿Era en serio? ¿Podía simplemente matarlo y ya está? Probablemente estuviera intentando asustar a Ethan, pero su cara no mostraba ningún tipo de gesto que indicara claramente que era un farol. 

Sin embargo, antes de que este pudiera decir nada más, el hombre se llevó una mano a la oreja, donde tenía un auricular que Ethan no había visto antes desde su posición. El hombre parecía claramente contrariado, escuchando a quien fuera que se estaba poniendo en contacto con él como si le estuvieran dando una mala noticia. Entonces, guarda la pistola de nuevo en su funda, y se dirige a Ethan antes de darse la vuelta y caminar hacia la salida del hospital.

«Vete. No vuelvas a espiar, o tendré que matarte.»

Ethan se quedó congelado en el sitio brevemente. ¿Qué había sido eso? Ese tío parecía dispuesto a matarlo sin dudar, a sangre fría. ¿Tan importante era lo que estaban haciendo fuera? Las dudas y la intriga de Ethan se elevaban por momentos, además del miedo por la situación que acababa de vivir. 

Entonces... cayó al suelo. Una gran explosión retumbó en los oídos de Ethan, y un temblor sacudió el edificio de arriba a abajo. Pequeños cascotes caen del techo y de la pared, y se sucede otra explosión, más fuerte que la anterior. Entre la polvareda y la confusión, Ethan puede ver al hombre de negro, agachado y reptando con dificultad hacia el marco de una puerta. Casi parecía que el edificio entero se iba a venir abajo. ¿Qué eran esas explosiones?

Los oídos de Ethan pitaban de una manera infernal, pero pudo distinguir una alarma a lo lejos, estridente e incómoda. ¿Qué significaba todo esto? El pánico comenzaba a aflorar en el pecho de Ethan, tirado en el suelo como un fardo, aturdido y conmocionado por las explosiones. 

Fue entonces cuando vio a un enfermero correr por el pasillo, tratando de llegar a la salida. Gritaba de pavor, lleno de polvo. Una parte del techo se vino abajo entonces, sepultando al enfermero bajo los escombros. Los gritos cesaron.

El médico siguió sin hacer caso de las preguntas de Brianna, mientras la chica se retorcía en la camilla, tratando de huir tan desesperadamente como inútilmente de él. Parecía que no se iba a poder liberar de ninguna forma, y que sea lo que sea que hubiera en esa jeringa iba a acabar en su cuerpo.

Entonces, un tremendo temblor sacudió la habitación entera, y sonó una explosión. El médico trastabilló, a punto de caer al suelo, pero se mantuvo firme finalmente. La camilla se movió un poco en el sitio, asustando a Brianna. El médico miró a su alrededor, confuso. Entonces una explosión aún mayor sonó, y la habitación volvió a sacudirse aún más fuerte que antes. El médico perdió pie y cayó, y comenzó a gritar en el suelo. La camilla de Brianna se volcó de la fuerza del temblor, haciéndole un poco de daño al caer al suelo. Sin embargo, las correas no se aflojaron, dejando a Brianna semisuspendida en el aire, en horizontal al suelo.

Las mesas de operaciones cayeron al suelo también, volcando y desparramando todos los instrumentos que había en ellas por el suelo. Un bisturí cayó cerca de la mano izquierda de Brianna, la más cercana al piso. A pesar del estruendo y de la confusión, Brianna podía escuchar perfectamente los alaridos del médico, aunque no podía ver lo que estaba pasando, ya que estaba detrás de la camilla.

Todo había pasado muy rápido y Ethan en la vida había estado tan cerca de la muerte. Dos veces. Por suerte la muerte del enfermero que tenía frente a él le sacó del estado de Shock en el que se encontraba, entendiendo así que debía salir de allí a cualquier coste. Estaba bastante aturdido, sobretodo por tener tan mermado el sentido de la audición. Intentó levantarse, pero no pudo, por lo que resignado a ir a gatas por el suelo, intentó salir por el mismo lado por el que parecía que estaba saliendo el hombre que hace un momento le estaba apuntando con una pistola.

Ethan no entendía nada de lo que estaba pasando, parecía un ataque terrorista, pero los hombres de negro no parecían terroristas, más bien todo lo contrario. ¿A caso el tipo que le había apuntado con una pistola hace un momento era del FBI o algo así? ¿Todo esto era culpa de algún terrorista de algún tipo? Ethan no paraba de buscar una explicación lógica para todo aquello que estaba ocurriendo.

El hombre la ignoró por completo lo que no ayudó a que el miedo que la llenaba menguara ni un poco. No veía escapatoria iba a estallar en un llanto desesperado cuando sintió el temblor.

La sacudida de la camilla la hizo soltar un grito por lo bajo por el susto y la sorpresa. La siguiente explosión la hizo sobresaltarse de nuevo, pero la que la hizo exclamar algo ininteligible fue que la camilla se volcara.

Los gritos del doctor no ayudaban a que se calmara o aclarara. Comenzó a mirar a su alrededor luego de que milagrosamente nada de la mesa médica le hiciera daño buscando nuevamente una salida, hasta que notó el bisturí al alcance de su mano.

Volvió a hacer una mueca ante el ruido, pero comenzó a estirar su mano con cuidado de no volcar del todo la camilla tratando de agarrar el instrumento filoso. Era su única salida. Hizo todo lo posible para alcanzarlo hasta que puedo, ahora era cuestión de poder utilizarlo.

Mientras Ethan iba gateando, aturdido por el ruido, los cascotes y las dos explosiones que acababan de suceder, pasó por al lado del enfermero, ahora muerto, mientras intentaba reunirse con el otro hombre. Al pasar, vio que un charco de sangre se extendía del cadáver del enfermero, de un color rojo brillante. Tenía la cabeza completamente aplastada, el cráneo sepultado bajo la pila de escombros. Un cascote cayó de la pila que estaba a sus pies, con lo que Ethan pudo ver que el enfermero tenía pequeños espasmos en la pierna. 

Cuando llegó al sitio donde estaba el hombre de negro, este rápidamente puso el brazo en su camino, impidiéndole que pudiera avanzar más. Sin decir nada, el hombre señaló más adelante, hacia fuera del hospital. Ethan tuvo que hacer un poco de esfuerzo para ver entre el polvo y la oscuridad del hospital, cuyas luces habían comenzado a fallar. 

Sin embargo, pudo ver claramente cómo una persona con una bolsa en la cabeza se levantaba del suelo, y se quitaba la bolsa a trompicones. Ethan lo reconoció de inmediato: era un paciente del hospital. Y probablemente fuera el que había emitido el grito momentos antes, silenciado por la bolsa en la cabeza. Lo siguiente que vio, sin embargo, fue aún más desconcertante y aterrador.

Cuando el enfermo se quitó la bolsa, comenzó a correr huyendo del hospital. Sin embargo, no dio ni dos pasos antes de que tres disparos lo abatieran: uno en el abdomen, otro en el pecho, y otro en un ojo. La sangre manó con abundancia de las dos heridas del tronco, mientras que la bala que impactó en su ojo atravesó su cráneo, esparciendo restos de sangre y hueso por el suelo, junto a sus sesos. El cuerpo cayó como un fardo al suelo, inmóvil. 

Brianna trató de coger el bisturí, haciendo un esfuerzo con sus extremidades para intentar alcanzarlo. Cuando lo consiguió, lo agarró con fuerza, temerosa de perderlo, y con ello, perder su vía de escape. Rápidamente empezó a moverlo de arriba a abajo, intentando cortar la cincha que mantenía su brazo sujeto a la camilla. Dolía el roce del cuero en su piel, pero en ese momento a la muchacha le importaba poco.

Cuando por fin consiguió cortar la correa, el resto fue más fácil, cortando entonces la correa de la otra mano. Al cortarla, la parte de arriba de su cuerpo cayó al suelo por su peso, pero aunque dolía un poco no le importó, decidida a liberarse. En cuestión de unos segundos más, las correas de sus pies habían sido cortadas, y la chica se encontraba libre, por fin. El bisturí estaba muy afilado y había hecho que cortar las correas fuera casi un paseo.

Cuando se dio la vuelta, vio al médico en el suelo, gritando y gritando de dolor. La mascarilla se le había caído de la boca, y el médico se agarraba la cabeza y un objeto que sobresalía de su ojo: la misma jeringa que iba a utilizar en Brianna. 

La jeringa estaba hundida en el ojo del médico, el cual la sujetaba con la mano sin atreverse a tirar de ella. Se dio la vuelta hacia Brianna, todavía gritando.

«¡A dónde vas! ¡Quítame esto del ojo, joder!» dijo el médico, entre alaridos de puro dolor. 

Ethan estaba horrorizando con todo lo que estaba viendo. Era demasiado gráfico, demasiado realista para él, si ahora se despertara y le dijeran que todo había sido un sueño, se lo creería. Continuó arrastrándose hasta que finalmente el tipo de negro que hace un momento le corto el paso. Gracias a los cielos que lo hizo, porque si no habría acabado igual de mal que el paciente que por lo visto estaban secuestrando.

Estaba muy perdido, no entendía por qué demonios había ocurrido una explosión, ni por qué demonios se estaban llevando a los pacientes ¡menos aún por qué los estaban cosiendo a balazos! Ethan intuyó que aquél tipo de negro no era mala gente, a pesar de que le había apuntado hace un momento en la cabeza, ahora le había salvado el pescuezo, pero intuyó que no querría contar demasiadas cosas ahora mismo, así que hizo la acción que le parecía más lógica. - ¿Qué hacemos ahora? - no podían volver atrás, porque se les podía caer el edificio encima, pero tampoco podían ir hacia delante, porque acabarían como un colador.

Le había costado al inicio soltarse por la posición, pero a pesar de los dolores y la desesperación, logró soltarse. Le dolía el cuerpo, tenía lágrimas secas en las mejillas que no notó cuando cayeron, pero estaba libre. Se levantó con cuidado, sentía su cuerpo tembloroso y que le costaba caminar sin caerse, pero se forzó buscando al médico.

Al rodear entonces la camilla la vista que la encontró la dejó muda. Abrió la boca horrorizada ante el espectáculo, encogiéndose en sí misma al sentir el amago del dolor. Se alejó dos pasos al verlo moverse hacia ella y sus palabras no hicieron más que asustarla.

—¡No! ¡Aléjate! — dos pasos atrás más —Tú... Tú me ibas a inyectar eso... — negó nuevamente, rodeo al hombre apuntándole con el bisturí para que no se acercara y huyó por la puerta.

«¡No! ¡Vuelve, hija de puta!» el médico comenzó a reptar detrás de Brianna, sufriendo con la aguja clavada en el ojo. 

Quizás fuera debido a eso que le costara más bien poco poner distancia entre el doctor y ella misma, pues antes de que el hombre pudiera alcanzarla ya había salido por la puerta. Sin embargo, los gritos furiosos y alaridos de dolor del médico resonaban a sus espaldas, lo cual significaba que la estaba siguiendo. De hecho, así era cuando vio aparecer al médico por el marco de la puerta tras ella.

«¡No vas a salir de aquí, zorra de mierda! ¡Voy a matarte, ¿me oyes?! ¡VOY A MATARTE!»

El médico corrió de nuevo en pos de Brianna, trastabillando por el camino. Brianna corrió con más fuerza, huyendo de él. Debería ser fácil, teniendo en cuenta que él no podía correr con la jeringa en el ojo, pero vio con horror que el hombre había decidido arriesgarse a quitarse él mismo la jeringa. 

Sin embargo, Brianna se sobresaltó aún más cuando los gritos del médico aumentaron de intensidad, y al volver a mirarlo vio que este estaba en el suelo, con una herida en la cabeza y un cascote a su lado. El médico se retorcía en el suelo, aullando. La jeringa había penetrado más en su cráneo, probablemente a causa de la caída, y el globo ocular había estallado finalmente. El médico gritaba y se retorcía en el suelo de puro dolor, mientras la sangre manaba de la cuenca del ojo, ahora vacía. 

Finalmente, los gritos cesaron, y el médico se dejó de mover. Había perdido el conocimiento por causa del dolor, y aunque no estaba muerto, pronto lo estaría con esa hemorragia. Un charco de sangre comenzó a formarse bajo la cabeza del médico, empapando el suelo de rojo.

•••

Entonces, un recuerdo, claro como el agua, vino a la mente de Brianna. El recuerdo era nítido ahora, y casi parecía que lo estaba viendo frente a sus ojos, experimentándolo como si fuera una película proyectada en la sala de un cine. 

Brianna yacía en el suelo, y bajo ella había un charco de sangre. La pierna se hallaba torcida en un ángulo imposible para la fisiología humana, y de su cabeza manaba la sangre, lenta pero inexorablemente. Una chica gritaba a su lado armando un escándalo, pero sin acercarse a socorrer a Brianna. Parecía estar en pleno ataque de ansiedad, a la par que Brianna experimentaba un gran dolor. Finalmente, aturdida y mareada por la pérdida de sangre, acababa inconsciente.

El tipo de negro no respondió a la pregunta de Ethan, y sin decir nada se levantó del suelo cuando todo parecía haber pasado. Sin ningún ápice de miedo o preocupación salió a la puerta exterior con las manos en alto, señalando a algo que llevaba en el interior de su chaqueta. 

Sin embargo, rápidamente rodó por el suelo buscando la cobertura del marco de entrada cuando una salva de tiros pasó rozándole. Ethan pudo oír en ese momento los gritos de furia del hombre.

«¡¿Qué coño hacéis?! ¡Soy de los vuestros!» a lo que el hombre hizo una pausa, como si escuchara algo, antes de proseguir. «¿¡Vais a dejarme tirado, hijos de puta!?»

El hombre siguió gritando un poco más, pero poco a poco se fue calmando, y finalmente se calló. Ethan vio aparecer al hombre arrastrándose en dirección al marco de la puerta donde él se encontraba de nuevo, y sin decir nada ni hacer el menor gesto siguió arrastrándose en dirección contraria por el pasillo.

Ethan se resignó a seguir hablando con aquél tipo, después de todo nunca le contestaba y cuando lo hacía, lo hacía de bastantes malas formas. Observó que también recibió un par de disparos por sus compañeros, aunque por suerte para él, ninguno le dio. Ahora los dos estaban iguales, sin amparo ninguno ni garantías de salir de allí con vida.

El tipo se metió hacia dentro nuevamente, parecía que hacia fuera no iban a encontrar ninguna salida, al menos no una segura. No vio otra oportunidad excepto seguirlo, aún con riesgo a que explotara algo más dentro o que se derrumbara algún pedazo más de techo y le aplastara la cabeza. ¿Dónde iría aquél tipo? ¿Estarían el resto de pacientes y enfermeros bien? Las dudas y el nerviosismo asaltaban a Ethan, además de que todo estaba lleno de polvo y suciedad debido a la explosión. Empezaba a sentir la necesidad de una buena ducha.

El hombre siguió hacia delante, buscando algo con la mirada. Un detalle sutil es que había sacado la pistola y la llevaba bien sujeta en la mano, atento a sus alrededores, alerta. Mientras Ethan lo seguía, fue mayor la convicción de que ese tipo era alguien del gobierno. Probablemente fuera de algunas fuerzas especiales, o fuera de un servicio secreto. 

Al llegar a la esquina, el tipo se asomó con cuidado, tratando de evitar hacer ruido. Después, se dio la vuelta, y de nuevo con su tono de voz neutro, se dirigió a Ethan.

«¿Dónde está la salida más próxima de este hospital?»