Partida Rol por web

Con cierto esfuerzo, consigo deshacerme del boxer, con una sonrisilla triunfante voy bajándolo por sus piernas con ayuda de mis pies, al tiempo que su cuerpo muy cercano al suyo se deja sentir muy pronto a mi sexo. Lo miro a los ojos y le sonrío, sin duda puede ver el brillo del deseo en mis ojos y a continuación enredo mis piernas en su cintura de manera que con un breve movimiento, nuestros sexos puedan encontrarse.

Dejo de mirarle, cerrando los ojos para mover mis caderas suavemente y apenas rozar sexo contra sexo, es una locura lo que me puede hacer sentir con apenas apretarse a mí.

Mmmmm... ¿piensas volverme loco, cariño...? Susurro en su oído mientras dejo que nuestros sexos se rocen una y otra vez.

Mis manos continúan en su trasero, presionando hacia abajo, para que sienta toda la dureza de mi mienbro en su sexo y para que se presione contra mí.

Levanto mis caderas bajo la presión de sus manos, suelto mis piernas levemente, la verdad es que no lo tolero más, así que moviéndome de cierta manera, puedo notar su sexo en la entrada del mío y mirándolo a los ojos, le dejo entrar en mí. Un gemido escapa de mi garganta.

-Tanto como tú a mí...

Comienzo a moverme de manera suave y circular, dejando que se adentre cada vez más en mí.

Necesitaba mucho esto, cariño... Le digo mientras nuestros cuerpos se unen nuevamente.

Ella se empieza a mover despacio, para que mi sexo entre en el suyo con delizadeza, mientras que yo voy besando su cuello y sus labios. Después, lentamente, voy penetrándola cada vez más y más, ayudado con mis manos, que empujan sus caderas hacia arriba, permitiendo que mi miembro la penetre lo más profundamente posible.

Me siento flotar entre sus manos y mi cuerpo se deja guiar por él, que al sentirlo tan dentro me provoca más gemidos que siguen el compás de sus embestidas. Me entrego a sus besos, a la humedad de su lengua paseándose por mi piel y me aferro con las manos a su espalda.

-Rafa...-musito.

Mis manos pasan ahora a su pecho para acariciarlo, abro los ojos y lo miro con una mezcla de lujuria, deseo y amor que sólo él me puede provocar. La fricción de su sexo con el mío me tiene enloquecida, capaz de perder el control.

Suspiro fuertemente cuando mi sexo entra y sale del suyo como un poseso. Empujo con fuerza, y con cada empujón de mis caderas, mi respiración se va haciendo cada vez más entrecortada. Mi cuerpo está completamente en tensión, moviéndose ritmicamente, como si fuera la última vez que voy a estar entre sus piernas.

Erin. Le respondo mientras mis labios se funden con los suyos una vez más.

En mi frente pueden verse gotitas de sudor debido al placentero esfuerzo, sus labios se apoderan de los míos de tal manera que sólo atino a responder con la misma pasión. Mis caderas responden a sus embistes como movidas por una fuerza ajena a ambos. Mantengo cierto movimiento circular para sentirlo cada vez más dentro de mí.

-Mmmm...

Los gemidos escapan de mi boca sin que pueda o quiera hacer algo para detenerlos. Abro los ojos para verlo a él, para ver su cara mientras me hace el amor y me enloquece de placer. Los roces piel con piel se sienten ardientes, casi como si una electricidad nos recorriera de pies a cabeza provocando aquellos movimientos que hacen de la fricción de nuestros sexos una sola melodía.

Erin... Le digo mientras continúo con mi ritmico movimiento. Te amo y quiero casarme contigo ya. Continúo mientras mis manos se abrazan a ella y mi boca sigue besándola.

Mi cuerpo comienza a estremecerse con cada movimiento, mientras que el sudor perla mi frente. Deseo que esto no se acabe nunca, deseo tenerla conmigo para siempre, la deseo a ella, que sea la madre de mis hijos...

Mi cabeza da vueltas, estar entre sus brazos es como estar en el mismo cielo, respondo a sus besos en la misma intensidad, mordisqueo sus labios suavemente.

-Hagámoslo ya...-respondo a su deseo de casarnos.

Mientras mis caderas continúan pegadas a las suyas, moviéndose hacia atrás y hacia adelante, dejándome guiar por los roncos gemidos de Rafael.

Con cada empujón de mis caderas, el placer comienza a llegar a mi cuerpo. La brisa que entra por la ventana roza mi cuerpo y me hace estremecer un poco más. Poco a poco, comienzo a moverme más lentamente, dejandome llevar por el aroma que desprende el cuello de Erin, el cual me vuelve más loco si se puede.

Exhalo con todas mis fuerzas cuando el climax, el orgasmo llega desde mi cerebro hasta cada célula de mi cuerpo y me abrazo con más fuerza el cuerpo de mi amada.

Siento como me aprieta con fuerza, su cuerpo se aferra al mío por dentro y por fuera y el movimiento aunque menor es más profundo, mi columna se arquea suavemente para recibirlo, para sentirlo en su totalidad. Una extraña electricidad empieza a recorrerme desde la punta de los pies, hasta la de mis cabellos, mi cuerpo convulsiona arrancándome gemidos en casa descarga, sintiendo la humedad en nuestros sexos. Mi sexo se ciñe al suyo con cierta fuerza, producto de la incontrolable excitación y comienza a bañarlo tibiamente en espera de la misma sensación de vida de su miembro.

-¡Oh, Rafael! ¡Ah! ¡Ah! ¡Mmmmm!

Cada vez es más difícil controlar aquellos gemidos, cada vez el orgasmo se hace más fuerte y se recrudece con el de él, haciéndome sentir que he perdido por completo el control.

Vuelvo a exhalar con fuerza cuando el orgasmo llega a su fin y me quedo sobre ella un ratito más, con mi sexo dentro del suyo, dejando que poco a poco mi corazón se tranquilice.

Creo que podré repetir esto mil veces, cariño. Le digo al oído mientras le muerdo su pendiente.

Luego de aquella vorágine de sensaciones, nuestros cuerpos se relajan, mis manos ya no están crispadas y aunque aún lo siento dentro de mí, la sensación es otra, quizás igual de placentera.

-Y yo, cielo...

Le beso la frente y cierro los ojos, creo que continúo mareada. Deben ser las emociones. Demasiado para un solo día.

Bueno, ¿qué? Le digo aún sobre ella. ¿Nos casamos aquí o que?

No me apetece esperar mucho más. Quiero que sea mía, mía para siempre.

Abro los ojos y le sonrío, mis mejillas están enrojecidas, estoy radiante.

-¡Estás muy loco, doctor Rivas!

Lo beso suavemente en la comisura de los labios.

-Pues casémonos de una vez, tenemos todo lo que necesitamos.

Lo abrazo fuertemente, esperando que todo sea como parece.

Necesitamos un cura, o un predicador o algo... ¿habrá alguno en el hotel?

No soporto más la espera, necesito casarme ya. Ella, es la mujer de mi vida.

¡¡¡Vamos a buscar uno ahora!!!

Sonrío a Rivas, su impetuosidad me hace sonreír como una tonta.

-Supongo que alguno debe haber pero Rivas, quiero un vestido bonito. No me casaré con una bata de médico-bromeo.

Pues entonces, vayamos a comprar un vestido bonito, ¿no? En el hotel hay una tienda en la que hay de todo, seguro conseguimos algo que te guste. Le digo mientras salto de la cama y extiendo mi mano para ayudarle a levantarse.

Vamos, cielo, es hora de comprar.

Me levanto con algo de flojera, la verdad es que si quiero comprar un vestido pero no me encanta tener que salir de la cama para hacerlo, aún así, Rivas lo consigue.

-Bien pero primero necesito una ducha ¿o piensas que voy a salir así?

Voy directa a la ducha sin esperar a que diga nada, antes le planto un beso en la mejilla derecha, muy sutil. Enseguida estoy bajo el agua tibia de la ducha.

Pues vale, date una ducha rápida que si no, la tienda cerrará. Le digo mientras me besa y sale pitando hacia la ducha.

Bueno, bueno. Espero que mi cuenta corriente aguante un poco más... por que después del anillo... madre mía...