Partida Rol por web

El mundo sumido en un frágil equilibro pronto para romperse. Los clanes mágicos, aquellos dedicados a transmitir los conocimientos a lo largo del tiempo, empezaban a elegir un bando.

Abisal, escondida en las turbulentas aguas del océano no era ajeno a la situación del imperio. Un clan milenario de asesinos y mercenarios, actualmente se oponía a la familia imperial, cree que es posible meter las manos para hacer caer a la dinastía Cary.

Allí habías sido llamado por Helmen, líder del clan, sumidos  dentro del castillo, tú, aprendiz de Abisal.

- Odio que me hagan esperar... - Dijo desde el sillón, donde bebía una copa.

- Te preguntaras porque te mande llamar, quisiera contar con otros, pero ahora la mayoría están ocupados en otras misiones - Rió de esa forma particular que lo hacía, incluso llegaba a fastidiar, pero insultarle o llevarle la contra nunca era recomendable. A pesar de esa mala costumbre de fatidiar a la gente, Helmen Erlum era un hombre respetado, poderoso y protector de cada uno de su clan, aquellos muy cercanos sabían bien que el daba todo por cualquier miembro del clan sin importar el estatus dentro del mismo.

- Necesito que me traigas algo - Agregó cambiando el semblante, ahora estaba muy serio.

Aquel lugar se me hacía aún demasiado ajeno. No estoy acostumbrado a estar en un lugar tan grande y menos aún entre tanta gente desconocida. El lugar más parecido fue con los Cary y aun así solo llegue a encontrarme a gusto debido tal vez a Syl… No obstante aquí estoy… Nada que pueda hacer para cambiar la situación ahora y tengo que ayudar como pueda.

Este lugar tiene demasiados corredores, escaleras, habitaciones y más habitaciones… demasiados lugares exactamente iguales. Aun no me habituó a estar entre paredes. Por toda respuesta ante aquella provocación fruncí el ceño e hice una inspiración sonora. El sabe mejor que nadie que apenas llevo aquí unos días.

Permanezco callado, la fuerza de la costumbre supongo. Jeger también tenía manías, aunque al menos a las suyas me había acostumbrado, hasta ignorar algunas y prever otras. En estas situaciones me encuentro francamente… incomodo. No saber que esperar, y estar en un ambiente tan poco familiar para mí, ciertamente está resultando una prueba para mi calma.

-Y… ¿Qué es? Supongo que se me dará algún dato de lo que tengo que traer, donde y quien o que lo protege.- Eso quizá a sonado demasiado insolente… debería medir mejor mis palabras pero aún me cuesta.

- Supones bien... - Dijo el poderoso mago de piel negra, a la par que agitaba la copa de vino - En dos días zarpará un barco volador desde Ciudad Abisal rumbo a la Ciudad Imperial Cary... Allí viajarán miembros del clan Ehcupam, nuestros espías me han informado que llevan una valiosa carga, un cofre de plata, podría cambiar el curso de la guerra civil y poner fin al conflicto...

Helmen se levantó lentamente, deambulando pensativo por la habitación - No podemos enviar a un miembro oficial del clan, una guerra entre clanes sería una masacre... por eso irás tú

En ese instante Erlum abrió la puerta, dejando a una niña entrar. Sus ropas estaban algo sucias, al igual que su pelo y manos, indicio de que probablemente era una esclava. Así mismo pudiste reconocerla claramente, sus ojos, su nariz e incluso aquel enmarañado pelo eran los de Jeger Skygge.

- Cómo pediste, aquí está tu paga... Ella es Zuria Skygge, peero... - Las manos de Helmen tomaron la muñeca de la niña, Zuria se retorció de dolor dejando en él aire un seco chillido, junto al humo proveniente del contacto con el negro. Le había hecho un tatuaje.

Un robo… no entre mis especialidades, pero tampoco lejos de mis capacidades. El problema son los detalles, y por supuesto el hecho de que tendré que permanecer en un lugar aislado mientras me buscan y escapar con el cofre después. Muy arriesgado.

Pero después de todo, parece que Helmen sabe lo que se hace. Miro de reojo a la niña un momento. Las similitudes con Jeger son enormes… Un pequeño movimiento, pero estoy seguro que es capaz de percibirlo, revela mi intranquilidad con la pequeña. Y cuando chilla aprieto el puño sin siquiera ocultarlo.

-Cuidado, yo no tengo tanta paciencia como el Maestro Skygge. Usted no quiere que yo deje marcas inadecuadas, y yo quiero a la niña sana y salva.- Le replico sosteniéndole la mirada. 

Aquel mago sabía mantener la situación controlada para que las cosas funcionaran a su antojo. Soltó la muñeca de la pequeña Zuria, esta, cayó arrodillada en el suelo con lágrimas en sus mejillas.

- Es solo un seguro, ya que... - Helmen sonrió con un tinte sombrío en sus ojos - Viajará contigo.

Sí, había dicho bien, los oídos no habían engañado al asechador - En cuatro días, El Indomable estará volando sobre los montañosos bosques de Rumbedor, pronto para salir a las estepas... deberás bajarte, ya tu verás como, y antes del amanecer en el quinto día te encontrarás con los nómadas... - Bebió de la copa hasta acabarla, caminando lentamente para finalmente volver al sillón - Allí entregarás el cofre a los miembros del clan y le quitaremos la maldición a la niña - Esto último lo dijo restando importancia.

- ¿Dudas?

Dedico una mirada envenenada al patriarca de Abisal.  Sus métodos para asegurarse mi cooperación, me resultan tan molestos… que de ser capaz y no acabar en suicidio, quizá tratase de acabar con su vida en aquel momento. Al menos esto se me pasa por la cabeza. Pero es una mala idea, muy mala idea. No solo por todo lo anterior, si no para el negocio en sí. Aunque bien mirado esta última parte realmente me importa bien poco.

Ayudo a la pequeña Zuria a incorporarse y la situó a mi lado.- Imagino que se habrán encargado de los pormenores del viaje.- Mis ojos se desvían un segundo a la hija de mi Maestro, y luego regresan calculadores sobre Helmen.- ¿Qué contiene ese cofre? ¿Qué resistencia puedo esperar encontrarme? Y ¿En qué consiste esta maldición?- No me gusta, las maldiciones suelen ser algo muy complicado y yo no tengo ni medios, ni tiempo para poder curarla… así que no me queda otra que atender a sus demandas. 

- Imaginas bien… - Comentó tamborileando sobre el apoya brazos del sillón, aquel hombre – Partirás de aquí hacia el puerto libre cerca de Ciudad Abisal, de allí tomas rumbo a la ciudad… ¿Qué contiene el cofre? – Se rio con una sonora carcajada – Eso no te incumbe... la resistencia serán algunos miembros del clan Ehcupam, si te resultan un fastidio mátalos, como llevan o quienes llevan el cofre no lo sé, será parte de tu trabajo averiguarlo… En cuanto a la maldición…

Su rostro volvió a quedar serio, con aquel tinte oscuro y que de alguna manera te daba una sensación de escalofrió – Sera una verdadera sorpresa, pero esperemos que no tengas que verlo… o sea completa la misión y no deberás preocuparte por pequeñeces.

Helem volvió a levantarse, con su típico andar tranquilo. Llegó hasta un mueble, donde había un manojo de llaves de las cuales selecciono una, para abrir uno de los cajones.

- Aquí hay suficiente para costear el viaje, incluso un poco más, en las estepas recibirás el resto y te aseguro, chico, tu y la mocosa no necesitaran preocuparse por dinero el resto de sus vidas… - Dicho esto arrojo la bolsa sobre una mesilla en frente al sillón donde estaba sentado anteriormente, al alcance Yves Sjuende.

Sopeso la bolsa antes de abrirla, la cantidad de oro es sorprendentemente generosa. Una muestra más del valor real que debe tener el contenido del cofre, si aún hay más esperándome al final de este viaje. Claro que no me puedo fiar. Guardo la, atándola al cinto por el momento.

-Partiremos de inmediato.-Cuanto más rápido lleguemos, más tiempo para prepararme tendré. Descender puede ser un problema… De hecho toda la maldita misión será un problema. Nunca me he encargado de nadie. Hasta hace poco se encargaban de mi… de una manera u otra ¿Qué debería hacer? Por ahora no mostrar miedo, ni dudas. Me doy la vuelta y guiado a la niña con una mano en su espalda camino al exterior de la habitación.

-Me encargare del viaje y de conseguirte algo más de ropa.- Me doy cuenta que no me he presentado y que sigo usando un tono duro y cortante.- Soy… soy Yves, soy… era el…- Suspiro. Como voy a explicarle esto a una mocosa. Me rasco bajo la barbilla pensativo.- Ahora yo cuidare de ti.- Si eso esta mejor.

La puerta se cerró detrás de ambos, el castillo era bastante grande, habían muchos pasillos y puertas por los cuales perderse. Yves ya sabía bien los lugares básicos y sin problemas llegar al exterior si quería.

Fuera había todo el bullicio y movimiento que el clan generaba, el ruido constante de la forja, los establos y gritos de los magos entrenando dejaba una sensación contraria a lo sombrío del clan de asesinos y mercenarios.

Sin mas lejos el muelle también tenía actividad, con barcos llegando y yéndose constantemente.

¿Qué haría ahora? Recorrer el castillo, irse a entrenar o poner rumbo a alta mar.

Zuria se tomó la muñeca y salió junto al asechador. Su rostro más que dolor, dejaba ver ira entre las últimas lágrimas que brotaban de aus ojos.

- El mismo perro con diferente collar - Comentó entre dientes y moviéndose para que la mano del hombre no le tocara.

- ¿Ahora que... amo? - Dijo secándose las lágrimas y mocos con la manga de sus ropas.

Dedico una mirada entre molesto e indulgente a Zuria. Supongo que es normal esta actitud, pero no deja de ser algo ofensiva hacia mí. Por ahora se la consentiré, pero será mejor que le deje claro que no será así como va a ser a partir de ahora.

-Deja eso de perro y amo. No eres mi esclava, soy quien te cuida. Es diferente. Aun me tienes que obedecer, pero solo porque soy responsable de ti.- Le explico. La estudio un momento, quizá sea mejor comprarle algo de ropa antes de partir, aunque no sé si aquí pueda.- Te conseguiré algo mejor de vestir para empezar.- Suavizo el tono, para añadir.- Tratare de que tu vida sea mejor ahora.- Busco en el bolsillo mi viejo pañuelo, un trozo de tela raído que al menos le servirá para limpiarse un poco.

-Vamos quizá en el muelle encontremos algo. Si no, lo haremos en el próximo puerto.- Le ofrezco la mano, y espero a que sea ella quien la tome. Trato de sonreír amistoso para que vea que realmente digo la verdad.

Yves no era parte oficial del clan, por lo que todos se reusaban a hablar con él, mucho menos venderle algo. Zuria rechazaba cualquier clase de contacto físico y ante aquellas preguntas que quisiera responder lo hacían con un “Si amo ó no amo”. Sin más remedio debieron abordar el barco que le llevaría a Puerto Libre.

Una vieja goleta de nombre “Andy”, su rechinar constante, el hedor y los rostros de los marineros y mercenarios que viajaban allí, no hacían que el viaje fuera exactamente agradable, más aun cuando no se era miembro del Clan Abisal y se llevaba una niña tan joven con apariencia de esclava.

Con el sol a cuestas apenas amanecido, aun les quedaba un rato largo de viaje.

Abisal no ofrece muchas opciones para los extranjeros, así que embarcamos y al parecer en el viaje promete más o menos lo mismo. Para colmo Zuria decide continuar con su actitud malhumorada y casi despectiva, pero trato de darle algo de espacio, en lugar de tratar de corregir de forma más activa esta conducta.

Me siento en un barril y miro Zuria preguntándome que estará pensando ¿Cómo podría acercarme a ella? Tengo poco tiempo y en realidad no sé cómo hacerlo para que la pequeña me tome algo de confianza.- ¿Por qué continúas llamándome amo? Ya te dije que no soy tu amo.- Comento sin mostrar enfado, en todo caso algo de decepción.- Ya no eres una esclava, y cuando puedas cuidarte sola, podrás decidir lo que quieras hacer con tu vida. Incluso tratare de enseñarte lo que pueda. Aunque no hay mucho que pueda enseñarte. Tu padre…- Me callo. No quiero mencionar ese detalle, pero es algo que se me escapa.

El barco empezaba poco a poco ganar velocidad del viento y a mecerse con las bravas olas del mar. La joven Skygge se mantenía parada a un costado sin moverse.

- ¿Cree que es el primero en decirme eso? Así empieza… y luego termina gimiendo… como un cerdo… - No dijo más nada, su rostro se lleno de ira al mirar al asechador, parecía que la chica iba a ser un hueso duro de roer.

- ¡Auch! – Exclamo la pequeña que había caído al suelo varios metros adelante, no por el vaivén del barco, sino por el empujón de un marinero que cargaba un barril y ni se había inmutado.

Fruncí el ceño. Ahora veo el problema, el origen de su rabia y de su falta de confianza. Va a ser un camino mucho más duro que simplemente librarla del estigma de ser una esclava. Tiene cicatrices que no pueden curarse.

Mire un segundo al marinero quedándome con su aspecto mientras le perforaba con la mirada, sin embargo no hice nada. Sería estúpido iniciar un altercado en este momento y por estas circunstancias. Aunque mi lengua es más rápida que mi mente al parecer.- Ten más cuidado.- Le espeto mientras me levanto para ver si la pequeña está bien. Me arrepiento ligeramente de esas palabras, aunque solo ligeramente.

-Debiste mantenerte a mi vera. Este barco pertenece al clan, no van a respetar a nadie fuera de él, y menos a alguien que parece y se porta como una esclava.- La miro con un gesto serio.- Cuando lleguemos a puerto te compraremos algo adecuado, y será mejor que cambies la actitud que tienes si no quieres que la gente te trate como a alguien libre.- Dejo que piense en ello un momento.

La chica dejo escapar solo un chaskido con la lengua, aquellas por ahora eran solo palabras, al menos por ahora. Simplemente se quedo allí, parada.

Los marineros iban y venían – ¡Estribor!, ¡suelten mas vela! – y gritos de esa índoles se escuchaban cada dos por tres desde cubierta, desde el interior empezaba emanar aroma a comida de olla.

Era cuestión de esperar que el tiempo pasara, tratando de sonsacar palabras a Zulia, quedarse en silencio o moverse por el barco, en todo caso, el estomago de la niña rugio.

Volteo los ojos, es cabezona, justo como su padre. Sigue siendo mucho pedir que me tome confianza tan pronto. – Vamos.- Le digo y comienzo a caminar por el barco en busca de un lugar en el que hincar el diente. No creo que me nieguen adquirir alimento.

Miro a la pequeña mientras camino por la superficie de madera. Su supervivencia depende de mí, en demasiados sentidos. Esto me hace sentir incómodo. Jamás había tenido una responsabilidad semejante… bueno, algo así, tuve que cuidar un huevo de una criatura en una ocasión pero no es lo mismo ¿Qué haremos en el barco volador? Tengo que mantenerla  a salvo y después abandonarlo con ella a salvo. No me queda otra que esperar a llegar a ese puente para saber cómo cruzarlo pero es demasiado riesgo y poca preparación.

Niego con la cabeza y vuelvo la cabeza al frente, debo ocupar la cabeza en el presente. Una mente que divaga es el mayor peligro.

La goleta era bastante espaciosa, seguramente preparada para la guerra entrarían alrededor de 70 hombres y unos cuantos cañones, pero ahora la mayor parte del espacio estaba ocupada por barriles, cajones y bolsas, eso demostraba el poderío del clan Abisal para usar aquella nave con el fin de transportar mercadería.

Adentrándose poco a poco, el dúo empezó a observar algunos camarotes abiertos, a veces había marineros que devolvían una mala mirada ante tal curiosidad. Tras unos instantes dieron con el lugar que emanaba el aroma; la cocina.

Un lugar no muy amplio, contaba con una sola ventana que apenas ventilaba; por eso el olor a comida se distribuía por el barco. Ollas encendidas, sacos, cuchillos y alguna que otra rata iba y venía.

Dos marineros de apariencia no muy agradable parecían discutir entre ellos y a la vez con una mujer. La mujer por su parte era hermosa, con elegantes ropas y dos estoques en su cintura, nada más entrar sus miradas se clavaron en Yves y Zulia.

- ¿Polizontes? Parece que la cena de hoy será todo un festín – Dijo uno de los marineros.

-A parte mira esa ricura… dicen que las jóvenes son las más sabrosas– Comento el otro, relamiéndose los labios

Ambos piratas desenvainaron sus armas y amagaban iniciar un ataque.

- Hara hara, muchachos, es el hombre que vino a ver al jefe… ¿no queremos que sucedan tragedias a bordo verdad? Al menos no en este barco – La mujer sonrió a los muchachos, estos guardaron las armas resoplando y siguieron con sus quehaceres.

Aquella marinera caminó alrededor de Yves pasándole de hombro a hombro, luego miró a Zuria y se relamió los labios.

- Mi nombre es Mary Reed, pueden llamarme Reed… ¿Qué los trae a la cocina del “Andy”? – Agrego haciendo circulitos con el dedo sobre Yves.