Partida Rol por web

Antigua Casa de Cambio de Kelmarane - Fireday 8 de Sarenith 4719 A.R.???

Vuestra conciencia empieza a regresar tras una larga inconsciencia. No tardásteis en uniros a la comitiva de Almah junto a Garavel, y la princesa del comercio os había encargado una misión. Recuperar el pueblo, fuera cual fuera el coste. Los favores que alguien de su curia podía otorgar eran generosos sin duda, y fuisteis despachados con las provisiones suficientes hacia el pueblo, a medio día de viaje hacia el norte desde vuestro campamento en la Garra del Sultán.

Los gnolls parecían bien fortificados en su interior, y pese a sus números la expedición iba bien. Esas estúpidas criaturas jamás os hubieran detectado pero... Había algo más. Una terrible criatura, una impía quimera de lobo, ciervo y halcón, cuyas fauces rezumaban sangre os avistó desde el cielo y cayó con vosotros con ferocidad. Luchásteis largo y tendido y pronto los gnolls tomaron alerta de vuestra posición. A medida que manteníais vuestro asalto contra el salvaje animal que los gnolls parecían usar como guardián, su boca iba pronunciando palabras... en un roto común:

"Vuestros corazones palpitantes... Sacrificios... Sí... ¡Entregádmelos!"

Con vuestra espalda a la pared, vistéis como varios gnolls armados con precarias armaduras de pieles os rodeaban, algunos montados en criaturas cánidas, parecidas a hienas sobredimensionadas, mientras que otros simplemente empuñaban lanzas en vuestra dirección, sin atreverse a acercarse mientras la quimera aún estuviera cazando.

La mera mirada de la terrible criatura y unas rotas palabras bastaron para que los gnolls se limitaran a mantener la distancia:

"Mi... Presa... ¡Tenemos un trato!"

Fue Bakji quien con su maleficio consiguió dormir a la criatura cuando y por un momento, albergásteis la esperanza de ganar el encuentro, sólo teníais que cortar un camino a través de los gnolls allí reunidos antes de que toda la tribu se reuniese allí, y justo cuando Halem se disponía a encabezar la carga hacia la libertad, un bramido os estremeció, y el edificio que teníais detrás fue roto en pedazos por la embestida del enorme cuerpo de una demoníaca criatura. Mitad cabra mitad maligno, empuñaba un oscuro tridente y la fuerza del impacto os arrolló al suelo.

Los gnolls aullaron con ansia de victoria, y vuestra conciencia parecía desvanecerse por momentos, lo último que visteis fue cómo unas oxidadas cimitarras os eran puestas al cuello y vuestros brazos atados tras vuestra espalda con unas ásperas cuerdas de cuero.

Cuando recobráis la conciencia...

Un denso olor a carroña es lo primero que notáis a vuestro alrededor, un humo negruzco parece emanar de un gran caldero que burbujea bajo un fuego mientras una estridente voz parece tararear una alegre canción. A medida que vuestros ojos se ajustan a la oscuridad que cubre la estancia en la que os encontráis cautivos, podéis ver que un claraluz en el techo permite que la luz de las estrellas entre por encima vuestro.

Vuestro líder, el Capitán de Ventura Oxvard no puede ser visto por ninguna parte, pero quien sí os acompaña en esta habitación es una horrible arpía, acompañada por un buitre que se mueve de estante a estante haciéndole llegar diferentes ingredientes asquerosos para aquello que quiera que está mezclando en el caldero mientras aletea a su alrededor.

A medida que se hace que se hace evidente que empezáis a recobraros, la arpía se gira hacia vosotros y deja estar la larga pértiga con la que removía los contenidos del caldero y os dedica su atención:

"Ahhh... Por fin habéis despertado, queridos..." — grazna, posándose en el suelo mientras os mira directamente — "Triste destino, el de unos hombres tan apuestos... ¿No creéis?" — dice mientras acaricia la cara de Halem con una delicada pluma — "Un poderoso guerrero, ahora aquí retenido..." — su atención vuela hacia Mondo, paseándose hasta llegar directamente hacia él, y poniéndose a su altura para observarle directamente — "¿Y tú? Menudo bombón estás hecho... Un ladronzuelo lleno de picaresca y vivacidad... Sí, definitivamente los hombres como tú... Me vuelven loca."

Sacudiendo la cabeza, la arpía parece decidirse a dejar de juguetear con su presa. Parece que os ha conservado con vida por algún oscuro propósito, y en su cabeza sois meros juguetes creados para su disfrute:

"Os preguntaréis... Por qué os halláis con vida ahora mismo. Un juguete ya me ha sido arrebatado, pero aún me quedan cuatro... Los cuatro que el jefe descartó. Se supone que sois sacrificios para la Madre. Estoy en desacuerdo..." — por un segundo sus ojos se llenan de ira e indignación, casi como si fuera a sucumbir a la emoción — "¡Ese maldito! ¡Yo le arrebataré a él todo!" — una lágrima rueda a través de su mejilla — "Si prometéis ayudarme... Os puedo conducir a la libertad. Un trato, entre vosotros y yo... Incluso... Podría llegar a algo más..." — dice guiñando el ojo hacia Mondo — "¿Puedo confiar en vosotros?"

A Silene no le gustaba nada esa situación... estaba bastante segura de que negarse a ayudar a la arpía podría significar claramente acabar en el menú de esta.

Comprende que necesitaremos saber a que nos estamos compromentiendo. Dijo con la voz más tranquila de la que fue capaz. Haleem debería sentirse orgullosa, era la única persona que realmente la conocía en el continente, y que sabía lo que le costaba no mandar al demonio a aquella criatura. Antes de aceptar el trato.

Ni se molestaba en intentar desatarse... la última vez que lo intentó acabó con el hombro dislocado... Curiosa vida de un clérigo, que puede hablar de más de una vez intentando quitarse ataduras

Mondo se arrastro pegando su espalda contra la pared, primero la emboscada y ahora esto, pensó mientras se le aclaraba la mente. Quien me mando meterme en este lio, acerto a decir entre dientes.

Ante el acoso de la arpia, no pudo mas que sacar su mejor sonrisa para un momento asi. Una mueca que apenas pudo salir de su cara, mientras evaluaba su situacion. Muy bien Mondo, o te arrancan el corazon o acabas de amante de una arpia cachonda.

Bueno de que te coman el corazon en un ritual no tiene vuelta atras, y no va a ser la primera y ultima mujer a la que abandone.

Mondo aclaró su garganta, Ejem, ya se que mi compañera tiene reparos, pero de que se trata el intercambio de favores, porque has utilizado esa palabra ESTUPIDO, digo el trato que nos ofreces. Porque podemos ser libres pero estar muertos al instante siguiente, y volvio a aclararse la garganta, me gustaria conservar mi pellejo.

- Le tengo aprecio, mucho aprecio.

La arpía sonríe ante la favorable disposición que muestran Mondo y Silene, y mira directamente a la clériga:

"Es muy sencillo. Empiezo a estar harta de los gnolls y sus risas de hiena, los sacrificios rituales y estar aquí encerrada día y noche mezclando pociones para los gnolls... Puedo dejaros libres como pajaritos al viento, ahora en la noche..." — la arpía sonríe de forma malévola.

"No hay muchos guardias y unos intrusos que se hubiesen liberado imprevistamente y, por algún misterio, conociesen rutas secretas... Podrían desaparecer sin dejar rastro. Incluso unos intrusos simpáticos podrían... Recuperar aquello que les fue sustraído..." — de repente se pausa — ​​​​​​" Pero por supuesto, eso no juega en mi interés... Necesitaría de unos intrusos dispuestos a volver con refuerzos, con un plan para... Eliminar al jefe de la tribu, a mi querido "marido"... Con una promesa así... Podríamos tener un trato."

Cuando abrió los ojos la situación había cambiado por completo, lo encontró curioso. Bakji se dedicó a pasear la mirada con parsimonia estudiando lo poco que se podía. La arpía era una suerte de alquimista esclava al servicio de los gnolls que buscaba ayuda a su manera. Una criatura maligna atrapada, se preguntó si podía sentir algo afín a ella, cuando él pasó tantos años sirviendo a otros, posiblemente muchos más de los que ha estado ella aquí.

- Es todo muy comprensible, yo también estaría harto, y con ganas de hacer un cambio radical.

Se mantuvo frío mientras lo decía y luego sonrió maquiavélicamente.

- Claro que puedes confiar en nosotros, queremos lo mismo que es librarnos de estos gnolls. Un objetivo común que nos convierte en aliados.

Muy conveniente todo ello, estando dentro de lo que parecía un templo gnoll podían hacer un buen estropicio y si alcanzaban a su líder el golpe sería tremendo. Ya escapar lo veía más complicado pero estaba cerca Halem que bien sabía que obraba milagros a su manera, milagros afilados con su espadón. Sonrió otra vez de ese modo retorcido.

- Si nos dices dónde están nuestras cosas, dónde está tu marido y a dónde llevaron al otro sacrificio nos podemos ocupar de todo. Serás libre en pocas horas.

Sonaba fácil, primero el equipo, luego una operación de rescate y finalmente buscar al caudillo.

El paladín estaba escuchando toda la conversación. Sin embargo no podía creer lo que se decía, ¿colaborar con una criatura del mal? Imposible, como todas las demás debe morir. Pero el trato que les proponía era justo, y beneficioso para su causa, volver con refuerzos podría exterminar por fin a toda esta hueste de gnolls y liberar a los cautivos.

Su debate interno se habría paso entre sus principios y la conveniencia de aceptar. Cayden, dame una señal, sé que apruebas la vida a través de estos extremos... conseguir la libertad para muchos... pero también que lo justo debe prevalecer, y esta arpía habrá matado a cientos de inocentes, si no miles, y lo seguirá haciendo en todo caso si escapa de aquí.

Quizá el mal menor sería lo fácil... pero también es cierto que tú te lo jugaste todo, quizá por nada, aceptar un desafío te agrada y nadie sabe aún a qué nos llevará esto por muy inmediato y claro que parezca el camino.

... harta de los gnolls, acabar con los sacrificios, eliminar a su líder, disgregar la manada...

Debía aceptar, elegir el camino que le llevaría a la gloria... y si no haber vivido de modo intenso. Al fin y al cabo había decidido aceptar este trabajo para recuperar el tiempo perdido, ya le había fallado a su señor y no volvería a hacerlo. Quizá esta era la señal que esperaba, le estaba dejando elegir de nuevo y no iba a volver a enterrarse en su misería y dejar aquí su espada, hasta que alguien viniese a reclamarla ya con su vida perdida.

- Ya has oído, bruja. Dinos cómo escapar y tendrás la cabeza que ansías en una bandeja de plata. Y quizá la tuya propia.- Pero eso no lo dijo en voz alta.

No había olvidado cómo tratar con seres como este, ni como hacer que ellos mismos dejasen agujeros en sus palabras para poder cobrar un trato distinto al que esperaban, sin traicionar el juramento que le hicieran.

- Nuestra libertad por su vida, sabes que mi palabra es mi ley.

La arpía miró divertida a los héroes, como si fuese un mero juego al que estaba jugando, con aquellos a quien se suponía que debía mantener prisioneros, y en lugar de ello estaba confabulando con ellos. Toda expresión de la ira que había manifestado evaporada de su rostro.

"Oh... Veo que el perro viejo aún puede ladrar..." — dice con expresión divertida ante la determinación que muestra el anciano paladín — "Pero bueno, estamos hablando de negocios, que impropio de mi... Ante unos caballeros tan formales..."

Tras esto, se acerca un poco a vosotros y empieza a explicar:

"Mi querido... Marido... Está bien protegido, en el centro de la aldea. Tiene a sus guardias de élite, y por si fuera poco, los... Queridos comerciantes que se acercan a hacer negocios u observar las luchas de gladiadores también tienen sus propios mercenarios... Es un lugar difícil de asaltar. Por supuesto, imagino que primero querréis recuperar vuestras cosas. En el centro del pueblo, cerca de la plaza central, hay una mansión en ruinas que ahora los gnolls usan como almacén. Si no me equivoco, deberían haber lanzado allí vuestras pertenencias. La noche es oscura y no toman muchas guardias a estas horas, estarán demasiado ocupados con sus... Repugnantes festines de carroña, imagino. Pero Kezurkian sigue haciendo su ronda alrededor del pueblo. Él no parece cansarse nunca... Quizás podríais ocuparos de él... O quizás podríais tomar un camino que nadie conoce..."

Mientras va relatando esto, la arpía se pasea por delante vuestro, casi como si escogiera a quien liberar primero. Finalmente, parece decidirse por Silene, a quien da la vuelta y corta las cuerdas que la retiene con las afiladas zarpas de sus pies. Liberando a la clérigo, pasa uno por uno, cortandoos las ataduras mientras se fija atentamente en vuestras expresiones. Siguiendo por Bakji, Halem y finalmente Mondo, hasta que todos habéis sido liberados.

"Si queréis evitaros un combate peligroso... Dirigíos a la antigua mezquita. Allí, en el patio trasero hay una estatua rota y a sus pies... Un pozo. Ese pozo lleva a un camino secreto que sólo Kardswann conoce... Os puede sacar de aquí en secreto." — finalmente su cara se endurece — ​​​​​​"Pero será muy peligroso para mí que vosotros escapéis y yo quede ilesa... Nadie se tragaría esa historia... Y mucho menos mi "querido marido"... Tú, " — dice girándose hacia Mondo, mientras le alcanza un cuchillo de obsidiana — ​​​​​​" sabes usar esto, ¿verdad? Hiereme. No te cortes, porque necesito que parezca de verdad."

La arpía había cumplido su palabra, al menos de momento. Incluso su idea de ser herida para dar credibilidad a su plan parecía indicar que la ayuda era certera, aunque no les hubiera desvelado de verdad la totalidad de sus planes.

Sin querer preguntar qué había en el caldero, sacó un cuchillo de su bota y se dirigió a la puerta.

- ¿Hay enemigos al otro lado?- Trataba de susurrar para no alertar a posibles guardias.

Su visión en la oscuridad le permitía moverse por el entorno una vez acomodada la vista pero muchos de ellos sin duda agradecerían la pequeña iluminación que entraba desde el tragaluz.

- ¿Qué tal si buscamos ese pozo?

Con el arma en la mano observaba al buitre y a la bruja, esperando aún una reacción traicionera.

- Ah, que querias que nos desatasemos, y huyesemos dijo el picaro mientras con un juego de manos sacaba sus dos kukris y se cortaba las ataduras antes de que llegase la arpia.

Con una reverencia rechazó la daga de obsidiana, mejor dele el arma a otro compañero que lo necesite.

- Mondo, como un caballero que es aprecia el buen corazon de la dama. Ahora que tenia las dagas en sus manos, su confianza volvia a su animo, asi que hizo otra nueva reverencia.

- No se preocupe, Mondo le ha dado su palabra, hizo una pausa y su mirada se desenfoco levemente, como si recordase un tiempo pasado y un hombre ha de ser fiel a algo, aunque solo sea a si mismo.

- Por cierto, todavia no nos ha dicho su nombre, el mio es Mondo

- Si le parece bien, le puedo clavar la daga aqui, le dijo señalandose el hombro, no cortara ningun tendon ni le afectara la movilidad pero la herida sera fea y sangrara abundantemente.

- Ante todo Mondo siempre es un profesional.

Ante las palabras de Halem asintió, Vayamos al pozo, debemos recuperar nuestras posesiones si queremos ser peligrosos de nuevo

La arpía pasó delante suyo liberándole de las ataduras, al instante se acarició las manos agradeciendo que aquella presión ya no existiera. Les planteaba varios cursos de acción mostrando un cuadro lleno de elementos arquitectónicos como la mezquita, la plaza central o las ruinas, Bakji miró al paladín que desarmado no podría hacer gran cosa.

- Necesitaríamos aunque fuera un arma para Halem, yo con lo que tengo puedo ser útil por mí mismo ya que puedo lanzar misiles mágicos y dormir.

Mondo había logrado sacar dos kukris, las debió de esconder, y Silene era una invocadora mas le faltaba su arco. Le gustaría ir por sus cosas mas les faltaba equipo, si al menos un gnoll cayera en sus manos... luego cayó en la cuenta de otra cosa y no tardó en preguntar.

- ¿No dijiste que había otro sacrificio?

Estaba inquiriendo a la arpía antes de que el maestro de cuchillos la dejara demasiado mal.

Silene agradeción en silencio que la "negociación" hubiera sido tan rápida y efectiva. No estaba del todo segura de que sus compañeros hubieran querido pactar con la arpía.

Si nos indicas por donde está el centro del pueblo para que cojamos nuestras cosas y qué ha sido del capitán, podremos irnos rápidamente. Dijo una vez todos estuvieron listos. Era cierto que la mayoría de su potencial provenía de los conjuros que Erastil le daba, pero se sentía desnuda sin su arco.

¿Qué tal estáis los demás? Preguntó luego por lo bajo. ¿Alguien necesita curación?

Halem escuchó a Bakji, habían compartido muchas hazañas en el pasado y ambos se entendían con la mirada.

- Bien, vayamos entonces a por nuestras cosas y luego salgamos de aquí.- Observó a la arpía.- Hemos dado nuestra palabra y debemos volver, lo haremos con más fuerza y el golpe será demoledor.

Todos estos momentos le hacían recordar sus gestas del pasado. Desde el momento en que consiguió escapar de sus amos había estaba liberando esclavos o dirigiendo revueltas contra los opresores de su pueblo, pues pese a quizá no haber nacido aquí consideraba este territorio como su hogar.

Estos años de olvido no habían conseguido que perdiese la emoción de la acción, la adrenalina corriendo por su cuerpo dispuesta a darle ventaja sobre sus enemigos. Por suerte además conservaba el medallón, su dios estaba con él. Le había fallado todo este tiempo, pero Cayden era un dios honorable, no vengativo y sentía su poder sobre él desde que decidió redimirse. Lanzarse a la aventura le agradaba... aunque supusiera la muerte.

- Bakji, ¿me secundas?

Su intención era saber qué había al otro lado de la puerta, si se encontraba con algún guardia necesitaría apoyo para eliminarlos y que no diesen la alarma.

Ahhh, vuelvo a sentirme vivo!!

Debían de ponerse en marcha, así que el samsaran asintió despacio ante la idea de Halem para moverse.

- Puedo dormir enemigos e incluso tratar de tumbarlos con mis misiles mágicos, intentaré apoyarte con esos trucos. En cuanto tengáis un arma los dos será todo más fácil.

Como bien sabía su viejo amigo, Bakji era experto en arrojar los misiles de fuerza a las rodillas de los oponentes de manera que no solo los dañaba sino que podía tirarlos al suelo. Allí tendidos y con el paladín enfrente era fácil lograr rendiciones.

- Yo no necesito curación, gracias Silene.

Silene también tenía varios trucos con ella, y Mondo sus kukris, así que les veía opciones de alcanzar el almacén. El samsaran mostró una sonrisa divertida a la que sus cicatrices le añadían un aspecto levemente macabro.

La harpía sonríe levemente ante la inquietud de los héroes a medida que les libera. Viendo la petición de indicaciones que parecen necesitar para acometer su tarea, traza un burdo plano en la arena con su garra, indicando las ubicaciones de los edificios importantes.

"No contaba con que tendría que daros tantas indicaciones... Pensaba que erais capaces de apañaroslas solitos... En fin, " — suspira con resignación — "Nos encontramos en este edificio de aquí¹, mi pequeño laboratorio. Aquí nadie nos va a molestar si... Queréis tomaros un tiempo conmigo..." — dice arqueando una ceja sugestivamente hacia Mondo — "Por lo menos hasta el cambio de guardia en unos... pocos minutos. Aquí al lado, hay edificio medio derruido², creo que era algún tipo de mansión, que los gnolls usan como almacén. Con toda seguridad, hayan arrojado allí vuestras armas. No obstante, yo que vosotros..." — sonríe con malicia — "Iría con mucho cuidado. Esta a plena vista del mercado de batalla. No quisierais que mi querido Kardswann os viese... Por desgracia, estamos en todo lo alto de la colina, y para vosotros... Una caída podría ser letal. Podéis intentar escabulliros por el camino, y rezar porque las torres de vigilancia no os vean pero... Si queréis evitaros todo eso, mirad en la mezquita abandonada³. En el fondo del pozo de la sala central, se encuentra un camino secreto... Respecto a vuestro capitán... Veréis..."

En ese momento, interrumpiendo sus palabras, casi como un presagio, se oyen resonando en la distancia las risas maléficas de varios gnolls. La harpía abre sus ojos con preocupación y os mira directamente.

"¡No nos queda mucho tiempo! Tenéis que moveros rápido. Has dicho en el hombro, ¿verdad? No pierdas tiempo..." — se gira hacia Mondo y su cara se suaviza un poco — "Aunque bueno, quizás aún tienes tiempo de robarme un beso..." — sugiere arqueando una ceja.

El cuchillo del hombre no tiembla un segundo y se hunde sobre la carne de la arpía, mientras el resto abandonáis la cobertura del almacén en mitad de la noche. Sólo la luna menguante brilla con su reflejo azulado en el cielo, mientras os escabullís. En efecto, parece ser que una patrulla de gnolls está haciendo su ronda alrededor del perímetro de la colina⁴. Rodeando el edificio del almacén por la parte norte para evitar el camino de la patrulla, accedéis a lo que otrora hubiera sido una de las habitaciones interiores del edificio, ahora una ruina vacía y arruinada, donde meramente el contorno del suelo de un imaginario segundo piso secciona la pared en dos, enmarcando una maltratada puerta de madera bloqueada con un gran cerrojo oxidado.

- Decidamos, si vamos a por nuestras cosas hagámoslo ya. Hay más opciones de que nos vean y no sé si habrá algo valioso, en mi caso la espada pero puedo usar mi daga si hace falta y obtener otra.

- La opción más segura es largarnos ya definitivamente de este lugar por esas ruinas, parece que ni nos verían y más adelante recuperaremos todo.

- Vosotros decidís.

Saboreaba cada momento de vuelta a la acción y de modo rápido estaba desentumeciendo sus músculos, que habían quedado rígidos al estar atado. Esperaba el momento de la acción, si llegaban saltaría sobre ellos como un águila sobre su presa, aprovechando la sospresa.

- Se acercan, hemos de darnos prisa. Yo diría que saliésemos hacia el otro sin que nos viesen, aún acabando con ellos daríamos la alerta al resto.

Silene echaba de menos su arco... realmente no le habían quitado nada que hiciera que no pudiera defenderse... sin embargo sin su arco se sentía desprotegida, no le gustaba dejarlo atrás.

¿Ninguno de nosotros tiene habilidades para recoger nuestras cosas sin que le vean? Preguntó. Yo no soy muy habilidosa en ese aspecto... pero me desagrada dejar atrás mis cosas.

Mondo inspiró fuertemente antes de soltar el aire y clavar su kukri en el hombro de la arpia. Habia dado su palabra así que un corte limpio sin tocar hueso, tendon o nervios.

Mientras a la arpia se le contraian los musculos aprovecho para sacar el kukri con maestria si tocar ninguna arteria.

- Marchemos, el ruido de los gnolls hizo que bajase la voz, y en silencio.

Avanzaron hasta la sala desvencijada, y el grupo pausó su avance.

- Mondo* podria entrar y salir si que nadie se enterase, miro a sus compañeros, pero si me descubren todo el campamento se enterará de que estamos aqui.

- Si teneis cosas de valor, Mondo lo intenta, sino huyamos a toda velocidad

Observó cómo la mujer creaba los trazos usando sus garras, describió bastante bien la escena y ahora creía que podrían ir a almacén pues estaba justo al lado. Después podrían escapar de allí con la intención de ir a por refuerzos. Seguían sin saber dónde estaba el otro prisionero del que se habló pero parecía perdido.

- Dale el beso, maldita sea. Se lo merece por la ayuda prestada.

Le decía a Mondo con su macabra sonrisa, trataba de divertirse a costa del pícaro. Tampoco iba a pasar nada por un inocente beso, no era el inicio de una relación siquiera.

- Vamos al almacén, aprisa, recuperemos objetos o no podríamos sobrevivir al camino ¿dónde vamos con un paladín desarmado o una clérigo sin símbolo sagrado? Y yo tengo habilidades para que no nos vean, se llama "maldición de sueño".

Esa que duraba unos 12 segundos lo justo para darle un sueño más duradero a la víctima con los kukris de mondo en plena garganta. Miró al grupo, era bastante heterogéneo con dos servidores puros del bien y otros dos que se antojaban más caóticos. Quizás se mantendría el equilibrio gracias a eso.

El samsaran fue junto al resto buscando el almacén tratando de evitar a lo que parecían un buen puñado de guardias que no iban a poder vencer sin sus cosas.