Partida Rol por web

12 de marzo de 1999, 17:20

La semana siguiente a la aventura en el Ensueño con Seve Amaia recibió una invitación para pasar la tarde en los aposentos privados de Lord Marcel. La nota, entregada por una paloma quimérica, la animaba a llevar a su pupilo. 

Los aposentos de Lord Marcel ocupaban toda una torre del Nido de Arpías, y consistían en varios pisos de salones y estudios. Fuera soplaba un viento helado, pero las paredes cubiertas de tapices, los pesados cortinajes y la chimenea encendida les protegían del frío. 

El Conde les recibió en el penúltimo piso, justo debajo de su alcoba. Estaban en una sala de estar con forma de semicírculo. Nada más llegar Blanca les había hecho apartar sofás y mesas a un lado para hacer sitio para entrenar. En un rincón Seve se inclinaba sobre un cuaderno mientras Lord Marcel, que le rodeaba los hombros con un brazo, le ayudaba a hacer sus deberes de francés.

Antes de llegar Amaia había recibido una nota de Seve en la que le decía que Lord Marcel no sabía nada de su aventura en el Ensueño y no tenía por qué enterarse.

-Venga, coge esa espada e intenta hacerme daño -la animaba la troll, inclinándose hacia delante con los brazos abiertos-. A ver qué sabes hacer.

Amaia desenvainó. Como siempre que veía a Blanca, algo cálido y vibrante se había instalado en su estómago. Estaba nerviosa y feliz, pero sobre todo lo primero.

-No quiero hacerte daño -dijo con una sonrisa tontorrona-. Pero supongo que aunque quisiera no podría. Vale, allá voy.

Trazando un arco más abierto de lo que debería, Amaia trató de alcanzar a Bianca en el brazo.

El sátiro recibió el entrenamiento con una amplia sonrisa, emocionado por ver un combate a espada aunque fuese de prueba.

- ¡Vamos, Amaia! ¡Dale una paliza! - exclamó Samuel casi pegando un brinco, dándose cuenta justo después de que quizás ofendería así a la troll. Se intentó tranquilizar, sin mucho éxito. - Emh... ¡hacedlo lo mejor que podáis! -

Él no sabía pelear con una espada, pero aquellas luchas de honor tan caballerescas le fascinaban un montón. Aunque confiaba en Amaia, sabía que Blanca era una experta en eso y que su mentora no tenía demasiadas posibilidades de ganar.

-¡A por los ojos! -la animó Seve.

Lord Marcel le lanzó una mirada reprobatoria y Seve, obediente, volvió la atención hacia sus deberes.

Blanca reaccionó más lentamente de lo que cualquiera que la conociera hubiera esperado de ella. Se echó hacia atrás en el último momento, y si Amaia no logró alcanzarla fue por pura suerte. La troll se irguió y soltó un suspiro exagerado.

-Pensaba que iba a costarme más convencerte para intentar matarme -dijo haciéndose la ofendida-. Me quieres muy mal tú, ¿eh?

Por el rabillo del ojo Samuel vio que un tapiz negro con una gran estrella violeta en el centro, uno de los muchos que decoraban las paredes de la habitación, se movía ligeramente. No hubiera sido nada notorio en otras circunstancias, pero las puertas y ventanas estaban firmemente cerradas y no había nada de corriente en la habitación.

-¿Qué? -preguntó, sonrojada-. ¡No! Quiero decir, ¡sí! Yo sólo... ¿Qué?

Amaia no sabía qué hacer, así que lanzó otra estocada.

El sátiro esbozó una sonrisa divertida ante la confusión de Amaia, que parecía estar más concentrada en la troll que en el combate en si. Samuel se llevó las manos a los bolsillos, dando un paseo por el lugar mientras el duelo seguía su curso.

Con todo el disimulo que era capaz de reunir se paseó por la sala como si estuviera haciendo tiempo, aburrido por el combate, encaminándose hacia el tapiz que se había movido para verlo más de cerca. Primero se quedaría próximo a dicho tapiz, echando un vistazo para ver si veía algo más desde esa posición y ya desde aquí quizás se acercara a mirar más de cerca.

Por eso del amor al arte y la belleza. Claro.

Al acercarse se dio cuenta de que había unos piececitos descalzos asomando bajo el tapiz, que se abultaba ligeramente. Cuando se acercó más no le quedó duda de que tras el tapiz había alguien muy pequeño, a juzgar por la altura.

Já. El sátiro esbozó una satisfecha sonrisa por haber cazado a aquel pícaro con las manos en la masa, como uno de esos detectives con gabardina de la televisión que cazaban siempre al tipo malo.

Aunque algo decepcionado porque no hubiera una puerta secreta, Samuel agarró el tapiz por un lado y rápidamente lo movió para revelar a la pequeña figura que se encontraba detrás.

- ¡Bu! - exclamó, aunque en voz baja para no llamar demasiado la atención del resto

Detrás del tapiz había un sluagh Infantil vestido con ropa demasiado grande para él y demasiado sucia para que hubiera pasado por manos de una madre. Samuel lo conocía. Era Javi, el niño que solía rondar por el Alisedo. Y tenía un cuchillo oxidado en la mano. El niño clavó los ojos en Samuel un momento antes de echar a correr hacia Lord Marcel y Seve.

Blanca soltó un grito cuando la estocada de Amaia le hizo un profundo corte en el brazo. La sangre salpicó la camiseta de la redcap. Blanca respondió al ataque apartándola de un empujón que la lanzó contra un sofá. Aterrizó entre los cojines tras rebotar contra el respaldo.

Lord Marcel dio un grito de alarma y se tiró sobre Seve para cubrirle al tiempo que Javi saltaba sobre ellos con el cuchillo en alto.

-¡Muere, muere! -siseaba el niño fuera de sí. Estaba encogido sobre el escritorio, su cuerpecito delgado temblando. Saltó sobre Lord Marcel y trató de apuñalarle en el tiempo que Blanca tardó en alcanzar la mesa-. ¡Muérete, muere!

Amaia no entendió por qué su espada había alcanzado a la troll. Tendría que haber sido parada o esquivada. Era absurdo que Blanca no pudiera... Y entonces salió volando y la espada se le cayó de la mano.

-¡Au! -gritó a pesar de que había caído en blando.

La redcap parpadeó al escuchar a un niño gritar. ¡Estaban atacando a Seve y a Lord Marcel! Fuera de sí y probablemente berreando, Amaia echó a correr para sostener las manos del sluagh y retenerlo como pudiera. No quería hacerle daño, pero odiaba a los putos sluaghs e igual le tenía que dar un buen meneo.

- ¡Ah! - casi se había asustado tanto como Blanca al recibir la estocada de Amaia, y cuando vió a Javi salir corriendo con aquel cuchillo en la mano se temió lo peor. Corriendo todo lo posible con sus patas de cabra echó a correr tras el sluagh (que le parecía ciertamente gracioso, ya que la mayoría de su clase parecían haber salido de alguna especie de oscura cloaca) e intentó agarrarle por debajo de los brazos para que no hiciera daño a nadie con el cuchillo - ¡Para, niño loco, que le vas a dar a alguien! -

El niño gruñó y trató de escabullirse del agarre de Amaia retorciéndose como una anguila. Cuando la redcap le retorció las muñecas soltó el cuchillo, que rebotó contra la esquina del escritorio y cayó sobre la alfombra. Amaia sentía sus huesos moviéndose y abultándose en sitios que no deberían, y Samuel se llevó un codazo en la nariz. Con una serie de desagradables crujidos el niño logró escabullirse de las manos de Amaia y trató de alcanzar al Conde, pero Blanca llegó antes. Envolvió su cabeza con los dedos y lo levantó con una sola mano antes de estamparle contra la mesa.

El golpe provocó un chasquido terrible que se oyó claramente sobre los gritos de Seve. Blanca soltó al niño, que cayó de cualquier manera sobre la alfombra. Tenía una profunda brecha en un lado de la cabeza, el manantial de un lago de sangre que de inmediato empezó a extenderse por la alfombra, y el brillo animal de sus ojos se había apagado. Lo único que quedaba de su furia asesina era la mueca con la que les enseñaba las encías.

Amaia empalideció cuando vio a Blanca reventar a un niño contra la mesa. Su lado Luminoso se horrorizó ante lo que acababa de ocurrir, pero su legado Oscuro vibró de emoción ante tal muestra de fuerza y superioridad aplicadas. No supo si abofetear a Blanca o comérsela a besos. Pero dado que había un niño sangrando como una fuente, las prioridades eran otras.

La redcap se quitó el pañuelo palestino que llevaba al cuello y se lo apretó al sluagh con fuerza para que dejase de chorrear. Le temblaban las manos. Le daba igual si tenía que estrangular al crío: esta vez se iba a quedar quieto.

-¿Y eso? -preguntó con voz temblorosa-. ¿Qué coño pasa?

Sam se echó hacia atrás con un quejido cuando recibió el inesperado codazo en la nariz, llevándose las manos a la zona dolorida intentando así calmar un poco la sensación, pero Javi se escabulló de Amaia y el sátiro se temió lo peor... y lo peor pasó, aunque no como se lo esperaba.

Una corriente eléctrica recorrió toda su espina dorsal al escuchar aquel chasquido y ver como Javi caía con una terrible brecha y sangrando como un cerdo al que acaban de sacrificar. Abriendo mucho los ojos y casi olvidándose ya del dolor de nariz, se acercó aterrorizado mientras Amaia intentaba parar la herida.

- ¿Está muerto? ¿Está muerto? ¡Te-tenemos que llamar a una ambulancia! - miró con urgencia a Lord Marcel, esperando que dijera algo, hiciera algo o moviera el culo de una vez por todas