Partida Rol por web

El palestino no tardó en empaparse de sangre, pero Amaia había estado en suficientes manifas para saber que la herida parecía mucho más seria de lo que era. Las pupilas de Javi se clavaron en ella un instante y después el niño cerró los ojos, suspirando. Cogió aire y su cuerpo se crispó como si fuera a levantarse, pero no fue necesario sujetarlo: se echó a llorar como un niño pequeño que se ha pillado los dedos en una puerta.

Lord Marcel se levantó, todavía agarrado al pooka. Ninguno de los dos estaba herido, pero el sidhe palpó de todos modos los brazos y el pecho de Seve en busca de puñaladas. Por su parte, Seve miraba sus deberes manchados de sangre. Estaba blanco como un fantasma y temblaba en los brazos del Conde.

-¿Estás bien?

-Sí, sí. ¿Y tú? -Se incorporó para mirar por encima de la mesa-. ¿Está muerto? -preguntó con un hilo de voz.

-No -respondió Blanca, que se habia agachado junto a Amaia y Javi pero no prestaba atención a ninguno de los dos, concentrada como estaba en echarle a Seve una mirada desagradable-. Ha sido un golpecito de nada.

-Avisa a los guardias y traslada a esa alimaña a las mazmorras. Y consíguele un sanador -añadió Lord Marcel cuando Seve le apretó el brazo. Se desembarazó del pooka y rodeó el escritorio. Miró al niño como si fuera un insecto que aplastar, y Amaia y Samuel sintieron que se encogían bajo la ira del sidhe, que empezaba a brotar de la confusión-. Quiero interrogar a este... esta criatura en cuanto deje de sangrar, ¿me oyes, Blanca?

-Sí... mi señor -respondió Blanca entre dientes. Se levantó y salió de la sala dando un portazo.

Amaia no dejó de temblar ni siquiera cuando los guardias vinieron a llevarse al crío. Estaba segura de que no era nada importante, aunque la troll bien podía haberle roto la cabeza. Eso daba mucho miedo, casi más que el que le daba pensar que los asesinos salían de detrás de los tapices para matar a diestro y siniestro.

Miró a Samuel con confusión y salió tras Blanca con las manos manchadas de sangre.

-¡Blanca, espera! -La llamó. Le temblaban las rodillas y andar no se le daba bien-. ¿Qué ha pasado? ¿Q-Qué ha sido eso? ¿Por qué le has hecho eso al niño? ¡Podrías haberle inmovilizado! N-no... ¡No está bien! Y tú tampoco estás bien...

Amaia siguió a Blanca a través de uno de los puentes que conectaban las torres. En el exterior soplaba un aire helado que le recordó que se había dejado la chaqueta dentro. Sobre sus cabezas revoloteaban las arpías, soltando plumas y profiriendo chillidos y llantos.

Blanca se detuvo en seco y retrocedió hasta alcanzar a Amaia. Su piel azul estaba tan pálida que parecía congelada. Clavó sus ojos furiosos en la redcap y le golpeó en el pecho con un enorme dedo índice.

-¿¡Cómo voy a estar bien!? Ese mocoso ha intentado matar a M... al Conde. ¡Tenía que hacer algo! ¡Tú deberías entenderlo! ¡Eres una puta redcap, por el amor de Dios!

Amaia se echó hacia atrás, intimidada, pero fue sólo un momento. Cuando la llamó redcap frunció el ceño y empezó a gritar:

-¿Y qué si soy una redcap? Bueno, ¡pues sí! Y tú eres una troll y eres mucho más fuerte que yo. ¡No puedes ir por ahí matando niños, Blanca, joder! Puta mierda. -Le dio una patada a al muro del puente y soltó un grito de dolor y frustración. Empezó una retahila de insultos y juramentos y acabó cagándose muchas veces en Dios. No sabía cómo había llegado a estar tan enfadada, pero necesitaba eso.

Y le dolía el pie.

Se sentó en el suelo y enterró la cara en las manos.

-No sé... no sé qué te pasa, Blanca, no sé por qué te has vuelto tan mala. Te quiero igual, pero te juro que me das mucho miedo.

Blanca respondió a la patada y las palabrotas cruzándose de brazos y mirándola con dureza. Cuando Amaia terminó de cagarse en Dios la troll se sentó en el otro lado del puente y apoyó los codos en las rodillas. Tenía la vista clavada en el suelo. La levantó unos instantes para mirar a Amaia, pero enseguida volvió a bajar la mirada.

-Ya sé que me he pasado, ¿vale? -dijo en voz tan baja que había que esforzarse para oírla por encima del viento-. No tenía que haber sido así. Tenía que haber nacido antes, cuando la guerra. Otro gallo hubiera cantado.

-¡Pffff! Menuda chorrada. ¡Si nuestra Guerra fue un puterío! Las únicas espadas que se usaron fueron para cortar tartas de boda. Anda, no me jodas, Blanca. Tú lo que necesitas es hacer boxeo o salir a cazar quimeras o algo así, pero no ir matando a nadie. ¿Por qué no piensas en ello, eh? Si tienes sed de sangre haz lo que hago yo. Úsala para algo bueno. Algo que no sea... Bueno, matar a nadie.

Blanca se quedó en silencio un largo rato. Dos veces levantó la vista del suelo para mirar a Amaia sólo para apartarla de nuevo sin decir una palabra.

-Tienes razón -dijo por fin-. Joder, tienes razón. Pero soy una guerrera. Lo que hago es luchar y matar. Es lo mío. Marcel dice lo mismo: deberíamos haber peleado. Dice que... -Bufó  y se palmeó las rodillas. Se puso en pie y le ofreció la mano a Amaia para ayudarla a levantarse-. Venga, vamos a por los guardias.

La mirada de Samuel bailó al principio entre Seve y el sidhe, pero cuando este último comenzó a cabrearse por el intento de asesinato del sluagh tuvo que apartar la vista, superado por las circunstancias. Blanca por su lado parecía verdaderamente molesta y estaba claro que no era únicamente por Javi.

Tras responder a la mirada de Amaia, observó como la redcap y la troll salían de la habitación, pero él se quedó quieto sin saber qué hacer mientras cruzaban el umbral. Al darse cuenta de que iba a quedarse solo con Marcel y Seve salió disparado para seguir a su mentora.

Samuel vio que Amaia y Blanca estaban hablando en el puente de las arpías, pero que ahora mismo se levantaban. La redcap le saludó con la mano.

-Íbamos ahora mismo a buscar a los guardias -le explicó cuando llegó.

El corazón de Sam comenzaba a calmarse mientras se acercaba a Amaia y Blanca. Respondió al saludo de la redcap y se acercó un poco más.

- Umh, ya. Si, es una buena idea, pero... ¿por qué diantres ha intentado Javi clavarle un cuchillo a Lord Marcel? No se supone que debería tener nada contra él... - al fin y al cabo, Javi apenas iba a otro lugar que no fuese el Alisedo

-No lo sé -dijo Blanca en voz baja. La furia con la que había destrozado a Javi había desaparecido completamente y cuando volvió a hablar lo hizo con voz temblorosa-. ¿El crío está bien?

- Supongo. Si no se ha muerto del golpe dudo que vaya a ir a peor. Además, Blanca, los críos son de goma, ¡no te preocupes! - quizás así la troll se animara un poco, así que el sátiro se acercó a darle una amistosa palmada en el brazo - El crío paraba bastante por el Alisedo, quizás la Baronesa o Sir Efraín sepan por qué ha llegado a pasar algo así. -

Encogiéndose de hombros, Samuel se pasó la mano por la incipiente barba, pensativo. - Más allá del interrogatorio en si es lo único que se me ocurre para darle un poco de luz a todo esto. -

-La verdad es que a mí ya me está acojonando la idea de que haya niños que quieran matar a gente... -dijo Amaia-. Vale que los sluaghs dan mal rollo de por sí, pero...

-Voy a mandarle un mensajero a Lady Mónica para preguntarle qué significa esto -aseguró Blanca mientras cruzaban el puente-. Dudo mucho que esto sea cosa suya. Es una descerebrada. Apenas le da para ponerse los zapatos sola, mucho menos para planear un asesinato.

Al llegar al final del puente entraron en la sala en la que el Conde hacía esperar a sus visitas antes de recibirles en sus aposentos. Allí había dos guardias quiméricos que les hicieron un saludo formal al verles entrar. Blanca les dio un chillido.

-¡Han intentado matar al Conde, imbéciles! ¡Traed al resto de la guardia! ¡Y un sanador! ¡Vamos!

Los guardias se encogieron atemorizados ante los gritos de la troll, pero obedecieron rápidamente. Blanca se volvió hacia Amaia y le dedicó una sonrisilla tímida mientras los guardias salían de la estancia dando un portazo.

Amaia jugueteó con una rasta, sonrojada.

-Supongo que no estaría de más averiguar algo sobre esto. Una vez el niño suelte algo, quiero decir. ¿Qué me dices, Samuel? ¿Quieres ser mi compañero investigador?