Partida Rol por web

Idoya las recibió con gritos e insultos. Mientras Amaia obedecía a Blanca y bajaba la persiana sintió una explosión de Glamour a sus espaldas, y cuando se volvió el semblante mortal de Blanca había desaparecido. Blanca destrozó unas cestas de plástico de un hachazo e Idoya soltó un grito aterrorizado.

-Ven aquí, hija de puta. ¿Qué le vas a hacer a Lucía, eh? -Y sin esperar respuesta agarró a la redcap Oscura del cuello y le golpeó la cabeza contra la caja registradora. Idoya intentó escabullirse y Blanca le hundió el mango del hacha en el estómago-. ¿Qué les vas a hacer? ¡Habla ya, cojones!

-N-no... Joder, yo no... -empezó a decir Idoya antes de que la troll la interrumpiera con un puñetazo en la cara.

Amaia estaba asustada, pero le gustaba la idea de tener a una troll cargada y peligrosa. Sin embargo, no tardó demasiado en sentir una fría oleada de decepción extendiéndose por su vientre. Miró a Blanca con ojos de cachorrillo. No se le había ocurrido que la troll pudiera haberse liado con Lucía, y menos aún que todavía hubiese algo entre ellas. Viendo cómo reaccionaba, estaba claro que Blanca aún sentía cosas por la sátiro. Y si de verdad Idoya planeaba algo, bien la podía matar. Para algo había invocado a la fantasía.

La redcap dio la vuelta al mostrador y se interpuso entre Idoya y la troll.

-¡Blanca, para! Tómatelo con calma, ¿eh? Que la vas a hacer daño de verdad.

Idoya respondió con un gemido lastimero y una arcada, pero Blanca parecía dispuesta a quitarla de enmedio a bofetones. Entornó los ojos y hubo en su mirada un brillo de reconocimiento.

-Merecido se lo tiene -dijo, poniéndole una mano en el hombro y agitando el índice delante de la cara de Amaia-. Si esta tía te toca un pelo, ¿me oyes, gorda hija de puta? Si te toca un pelo a ti o a cualquiera, la parto por la mitad. ¡Y como no me digas qué le vas a hacer a Carlos te mato, así que empieza a hablar ya.

-¿Quién cojones es Carlos? ¡No sé de qué me hablas, loca de los cojones! -lloró Idoya, apretándose la herida de la cabeza, que sangraba profusamente.

-¡Vale, vale, yo te lo digo, pero deja de pegarla! -Como no se lo agradeciera la puta gorda de mierda después...- ¡Cálmate, Blanca, por favor! A ver... -Cogió a Idoya por las mejillas y la miró a los ojos-. Mira, hija, te va a matar si no le dices lo que quiere. ¡Júrale que no vas a seguir persiguiendo a Lucía y ya! ¿Por fa? ¿Idoya?

-¡Que yo no le voy a hacer nada, joder! -Blanca apartó a Amaia y agarró a Idoya del brazo, que retorció hasta que soltó un crujido muy desagradable. Idoya soltó un alarido y se echó a llorar con la cara aplastada con la cinta transportadora-. ¡No se quién es el Carlos ese, lo juro! ¡Para ya, por Dios! ¡Seve! ¡Voy a por Seve! ¡Suéltame, por favor!

-¡Blanca! -gritó cuando oyó el crujido. Pero cuando la escuchó hablar de Seve se le pasó rápido la buena intención. Se volvió hacia Idoya y le pegó un tirón en el pelo que la puso de pie. Le salió la mala hostia de redcap, y a la mierda la caridad cristiana-. ¿Cómo que a por Seve? ¿Por qué le quieres hacer daño?

Idoya se desplomó sobre la caja y la miró sin dejar de sollozar. Los dos agujeros abultados que tenía por nariz estaban hinchados y no dejaban de soltar una mezcla de sangre y mocos, y tenía una brecha en la frente. Sus manos buscaban desesperadamente algo a lo que agarrarse.

-Yo no... Que te den por culo, joder -dijo. Le dio un débil empujón a Amaia, que vio que la redcap había echado mano del hacha de Blanca.

Antes de que Idoya tuviera oportunidad de hacer nada Blanca la agarró otra vez y volvió a estamparle la cabeza contra la caja registradora, que se abrió con un alegre timbrazo. Idoya cayó al suelo como un saco de patatas y la troll recuperó su hacha.

De nuevo armada, destrozó la caja registradora a hachazos. Monedas de cien pesetas, duro y cinco duros volaron en todas las direcciones. Cuando se dio por satisfecha agarró a Amaia del hombro y tiró de ella hacia la puerta.

-Vámonos antes de que venga alguien.

Amaia temió que Blanca le incrustara el hacha en el cráneo. Por suerte no fue así y sólo la tomó con una inocente caja registradora. Como la redcap no era idiota, aprovechó que las monedas y los billetes saltaban aquí y allá para meterse tres puñados en los bolsillos y salir detrás de Blanca con los pantalones tan pesados que temía que se le fuesen a bajar.

Cuando Blanca arrancó la furgoneta de nuevo y las sacó de allí a toda pastilla, Amaia la miró con miedo.

-¿Qué ha sido eso, Blanca? ¿Qué es lo que te pasa?

Una vez se hubieron alejado lo suficiente Blanca dejó de acelerar. Conducía igual de torpemente que antes, pero sin la furia que parecía incitarla a poner las vidas de las dos en peligro. El trayecto fue, por tanto, mucho más tranquilo. Blanca condujo hasta un parque y aparcó cerca de una parada de autobús.

-Escúchame. Si Idoya o cualquiera de sus amigos se te acerca me lo dices. -Echó una mirada al asiento trasero, donde había tirado el hacha, y miró de nuevo a Amaia, muy seria-. Y no digas nada de lo de hoy. A nadie. ¿Entendido?

-Que sí, que vale, pero dime qué coño pasa, tía. -La redcap se cruzó de brazos-. O sea, ¡casi matas a Idoya! ¿Qué pasa?

Amaia frunció el ceño y la boca, y estaba bastante fea al hacerlo.

-Que es una hija de puta y una imbécil, eso pasa, y si no es a hostias no entiende -respondió Blanca con un bufido. Bajó la ventanilla y escupió en la acera-. Le tenía ganas desde hace tiempo ya. Le dije hace tiempo que como se le ocurriera tocarle un pelo a mis amigos le partía la cara, así que se lo debía. Ya sabía lo que hacía cuando te ha tosido, y si no lo sabía es que es retrasada. No te preocupes por eso, ¿vale?

-Humf.

Amaia no dijo nada. Apoyó el pie en el salpicadero y se mantuvo en silencio un buen rato. Luego dijo:

-Mmm... ¿tú y Lucía...? ¿Cuando Lucía iba de picos pardos...? -Amaia se rascó la nuca, roja como un tomate-. O sea, no es como si me importase, pero...

Blanca frunció el ceño sin entender y soltó gruñido interrogativo.

-¿Qué? Estuvimos liadas y eso, sí. Hace mucho tiempo. Carlos mi primo y nos llevamos bien y tal. -Frunció el ceño aún más, tanto que sus cejas estaban a punto de tocarse-. ¿Por qué? 

La redcap se sintió desfallecer.

-Ahm. Bueno, no sé. No sabía que te iban las tías y eso... No es que me dé... Quiero decir. O sea, no. Que da igual. Era sólo curiosidad. Y qué cosa que el marido sea tu primo, ¿no? O sea, qué raro. Qué buen rollo, qué hippie todo. O sea. Eso.

No podía dejar de hablar.

-Es... es maja Lucía, ¿eh? Es buena chica. Yo sólo quería que Idoya no le hiciera daño. Estaba muy preocupada, Lucía digo, un día de blancón. Yo pensaba que Lucía, como es así tan kinki, pues que no te gustaría. Como va de porros y esas cosas, y tú eres una troll... Porque los trolls no son de ese estilo, ¿no? Sois todo legales y tal. ¿No?

Blanca sonó una risotada siniestra.

-Mira, me viene a hablar de estereotipos la redcap Luminosa. A ver, que Lucía es una tía muy maja y tal, y me llevo muy bien con ella, pero ya está. Es familia. Si Idoya la molesta, la defiendo. Y gracias por defenderla tú también, eh. Tú sí que eres legal.

Amaia había tomado un tono grana completamente estereotípico.

-Bueno, es que no es plan de matar a nadie, y la verdad es que acojonabas un poco. Que Idoya no es que me caiga bien, pero tampoco se merece... ¡ah! ¿Que dices de Lucía? Claro, joder, si es colega mía...

La redcap la miró de reojo.

-Oye, Blanca, ¿no te parece que te has pasado un poco? No sé tía, me he cagado de miedo...

-Pero qué pesadez. Que ésa es una broncas, y si no es a hostias no entiende. ¿Te llevo a algún lado?