Partida Rol por web

Ser Roshar no pudo dejar de mirar a los distintos invitados en busca de indicios de culpabilidad. El festín se presentaba como una ocasión muy vistosa para llevar a cabo un crimen, aunque quizás demasiado arriesgada. ¿Cuánto removería el Rey Robert para descubrir a quien osara envenenar a alguien en su banquete? Pensó que si podían encontrar la prueba que portaba también podrían hacerlo con el asesino e intentó disfrutar de los abundantes entrantes. Aunque fuera solo en apariencia. 

El caballero habló con los comensales cercanos, bromeando sobre asuntos de poca relevancia y bebiendo. Contenido ante la presencia de Lord Evan para evitar las reprimendas. Aunque captó su mirada y compartió sus temores. Se sentía algo frustrado al no poder hacer más que esperar los acontecimientos... Quizás hubiera preferido haberse evadido de la ceremonia para poder avanzar en sus pesquisas. Pero por desgracia habían acontecimientos que era mejor no rechazar.

Alzó la copa y se unió a los brindis. Esperó que no sucediera nada. 

Whalen siguió la conversación con Marita. A pesar de su aspecto rudo, con los vestidos y con aquellos modales cortesanos uno podía olvidar como se comportoba en la taberna. Era agradable y cortés. Si no tenía marido, debía ser por decisión propia. No parecía el tipo de mujer a la que se le puede escoger marido sin su consentimiento.

Cuando salieron los heraldos buscó con la mirada a su esposa, para que se uniera a ellos. Había visto lo que le había parecido un infructuoso intento de acercamiento a los Dannett y ahora que seguramente marita se disculparía para ir junto a su familia, era hora de que él hiciera lo propio.

Le pasó por la cabeza sobornar al mayordomo real para conseguir unos sitios mejores en el banquete, pero temía que aquello provocara un escándalo y los marcara aún más. Prefirió mantener algo de discreción. Con todo lo que llevaban encima ya serían la comidilla de las siguientes semanas. Mejor no añadir más fama.

Mi señora... Estemos atentos. Le susurra a su esposa. Quizás ahora van a envenenar a alguien.

A pesar de los deliciosos platos, apenas mordisquea unos bocados. Entr elos nervios del torneo y los de la propia cena con invitado envenenado sorpresa, tenía un nudo tan grande en el estómago que apenas podía comer. Beber sí que podía. Y lo necesitaba. Los vinos tintos del Rejo y los blancos ambarinos de Dorne paliaban un poco su ansiedad.

Scarlett regresó a sentarse junto a Whalen.  Le hizo una mención a baja voz de los diferentes nobles y sus casas que había reconocido. 

La dama, al igual que lady Orlanna, se dio cuenta de la falta de interés por parte de ser Adrik en la joven y cuando estuvo claro que los Shreeve se iban a ir a buscar "otros pastos" se despidió cortésmente. -¿Tan unido estaba a Galdrín?- se preguntó mentalmente e hizo un repaso por lo que sabía del joven Crogall. A lo lejos divisó el infructuoso acercamiento de Scarlett a los Dannett y se mojó los labios con el ambarino líquido de la copa que había código de una bandeja.

De repente la aparición de Orten con su familia reclamó de nuevo la atención de la señora de la casa, saludó a los recién llegados con una sonrisa y acabó dirigiendo sus pasos hacia el hermano mayor.

-Los Lugus deben estar orgullosos de contar con los buenos guerreros de sus hijos, -la mirada de Varya se paseó por los tres hermanos, sin hacer distinción -aunque el que compita en el torneo sea sólo uno de ellos. Brindemos por el éxito de los jóvenes y audaces herederos.

Lady Varya quería chocar su copa con la de Naton y hacer que bebiese más de lo aconsejado entre alabanzas y asombro por las "batallitas" del joven, si había que reír sin ganas ella era una maestra.

Varya entró con el resto de miembros de su casa al gran salón donde se celebraría el banquete, la mano izquierda apoyada en el antebrazo de su esposo y aparentando la más absoluta normalidad. Tomó nota mental de donde se sentaban las casas conocidas, tanto las aparentemente amigas como las enemigas, así como del lugar que ocupaban los caballeros que no tenían sequito y demás gente que podía tener un papel relevante*. También, y mucho más importante, quienes estaban a su alrededor, si pasaba algo ellos serían los que podrían dar fe de sus actos, o mentir para inculparlos. 

Los platos fueron pasando, todos tenían una pinta increíble, pero la señora de la casa Crogall apenas probó bocado ni se mojó los labios. Para quien no la conocía podía pensar que ese era el motivo por el que su cuerpo se mantenía tan delgado. En vez de ello jugueteó con el contenido de su plato mientras hablaba, en su mayor parte de temas banales, con los comensales y alababa los malabares.

Cuando llegó el plato principal su mano cogió la de su marido y se unió a los brindis por los reyes, aunque siguió sin beber realmente pues no quería que nada empañase su visión ni su cerebro. 

Temiéndose lo peor, los Crogall se unieron al brindis por los reales anfitriones de tan suculento festín de bienvenida. Sus ojos bailaban entre los invitados a la espera de que uno de ellos cayera desfallecido y agonizante por el veneno y que todas las miradas y los dedos acusadores apuntasen hacía ellos, mas con tantos invitados presentes en el gran salón de la Fortaleza Roja, resultaba imposible tener controlados a todos y cada uno. Afortunadamente sus temores no llegaron a materializarse y el brindis dio paso al degustamiento del asado. Durante unos largos minutos los invitados se centraron en comer y apenas se levantó la vista de los platos más que para pedir a los sirvientes más vino o alguna otra demanda similar.

Para finalizar el banquete se dio paso al postre, los sirvientes cargaban en bandejas de plata unas pequeñas tartaletas de fruta, pasteles de limón escarchados y helados de frutas con miel entre otros diversos dulces que dieron a elegir entre cada invitado. Por si alguien quedaba con la duda de qué elegir, se sirvieron dos rondas más de postres para satisfacer a todo el mundo. Y por supuesto, Robert ordenó que se sirviera mucho más vino y cerveza para que el final de la cena fuera lo más dulce posible.

Esto desató una cascada de brindis que comenzó halagando al Rey Robert y siguió por la Reina Cersei y otros familiares reales allí presentes como Lord Stannis o Lord Renly, e incluyendo a la Mano del Rey, Lord Jon Arryn. Los vítores pronto llegaron a alabar a los participantes del Torneo Real, se escuchaban gritos pidiendo un brindis por ser Jaime Lannister, otros por ser Barristan Selmy y también por caballeros de menor envergadura como ser Meryn Trant, ser Boros Blount, ser Preston Greenfield, Thoros de Myr, ser Jodis Clint, ser Naton Lugus, ser Langley Woods, ser Adham Dannett, ser Gennady Shanin, ser Lineston Coldwell y muchos otros hasta llegar a nombrar a todos los participantes del torneo. Todas las casas fueron vitoreadas, los Bywater, los Chelsted, los Harte, los Massey o los Rosby, entre otras muchas.

Adham Dannett se había mantenido pensativo y ceñudo durante todo el banquete. Apenas había probado bocado aunque sí que había vaciado la copa en reiteradas ocasiones durante toda la cena. El joven heredero de la casa Dannett se mantenía apático y sin mostrar la más mínima reacción al ambiente festivo ni a las alegres palabras de su séquito, quienes sí lo estaban disfrutando. Alzó levemente sus ojos azules, despegándolos del fondo de la copa cuando se pronunció su nombre y a partir de entonces dirigió furtivas miradas hacía el Rey Robert. Alguien entre la multitud propuso un brindis por el honor de los Crogall y en ese momento Adham ya no pudo soportarlo más.

El banquete ya estaba terminando para entonces, y la mayoría de los invitados habían bebido gran cantidad de copas de vino y de cerveza, Adham Dannett entre ellos. Su paciencia se había agotado y el alcohol no le ayudaba a soportar aquello. El joven Dannett lanzó su copa al suelo derramando el vino sobre las lujosas alfombras myrienses del salón y se levantó dando bandazos, haciendo que su banco rechinase contra la piedra. Con un dedo acusador señaló a Lord Crogall y a su hijo, el calor del alcohol le daba valentía.

-¿Honor?, -exclamó con rabia. -¡Algunos de los que se atreven a venir a este torneo y a compartir esta mesa no saben nada del honor! ¡No hay lugar aquí para los llamados caballeros y nobles que masacran inocentes granjeros y a sus familias, salvo para enfrentarse a la justicia del Rey!

Adham se giró hacía Robert Baratheon que miraba atónito la escena. Todo el mundo se había girado hacía ellos y los Crogall compartían miradas con el joven caballero de la casa rival. Muchos se preguntaban qué pasaba, otros asentían como quien confirma sus temores sabedor de que tarde o temprano aquello iba a ocurrir. La reina se giró hacía Lord Varys y este le susurró una breve explicación. Los músicos dejaron de tocar y Adham volvió a hablar con más fuerza y seguridad para presentar su reclamo.

-¡Majestad, en nombre de mi padre y de mi casa, os ruego escuchéis mi demanda contra estos asesinos!

Lord Crogall respiró hondo, como tratando de controlarse. Su mano apretó suavemente la muñeca de Lady Varya debajo de la mesa. Acto seguido, se levantó de su asiento, ultrajado y con furia en sus ojos.

En realidad, no le sorprendió del todo el atravimiento del joven Dannett, pues había parecido estar aguantándose. Y los diques al final se rompen, y entonces la marea es más fuerte.

-¡Qué insolencia!, espetó entre dientes y golpeó la mesa con el puño. La situación era complicada para el señor de la humilde casa de los Crogall. Entrar en una discusión con otra casa vecina en presencia del rey difícilmente podía suponer más que desgracias y pérdida de favor. Y encima, los Dannett contaban con el viento a favor por los rumores vertidos. No obstante, quedarse callado era casi como admitir la culpa de tan graves acusaciones. Era necesario defender el honor de los Crogall.

-¡Faltáis a la verdad para manchar el nombre de esta Casa!

La mirada de Evan buscó en los ojos de Adham Dannett alguna señal de duda o incertidumbre, aunque parecía decidido a llevar este tema hasta sus últimas consecuencias, y ante los ojos del Rey.

El brindis por Adham Dannett arrastró la atención de Ser Roshar hacia el joven. Si los rumores sobre la casa no lo hubieran colocado como líder del ataque a los granjeros hubiera alzado la copa sin ningún remilgo. El Blackfist se mostraba preocupado por su honor, y si hacían mención a las habladurías sobre su reputación defendía que sus motivos siempre fueron justos. Aunque no era más que parte de su fachada. 

El caballero no pudo dejar de observar las miradas del heredero Dannett hacia el Rey y como mutó su gesto cuando se pidió alzar las copas en nombre de los Crogall. La puesta en escena le pareció muy pulida. La irritación, la furia, la insolencia... La acusación impregnada de autenticidad. La sospecha estalló en la mente de Ser Roshar. Era posible que Adham Dannett no supiera la verdad. ¿Qué mejor portavoz ante la corona que quién cree defender la verdad? 

El Blackfist se apartó escasos centímetros de la familia, lo poco que le permitía su asiento a la mesa, como si el asunto no fuera con él. Aunque estaba tan atento como el resto de presentes en el transcurso de los acontecimientos y miraba hacia Robert Baratheon para intentar descubrir qué versión se creía. 

Si me lo permite, Rey Robert, Reina Cersei, quisiera tomar sólo un minuto para aclarar las cosas.  Esto es un mal entendido y falso rumor que sólo traería la desunión entre dos casas valiosas.  -la Tully levantó la mano y pidió la palabra para exponer el caso de una manera tranquila, lejos de los impulsos del momento. 

Whalen se había mantenido algo ajeno, observando a los comensales en busca de una muerte fulminante y había ido trasegando vino para intentar pasar lo antes posible aquella asquerosa visita a la capital del reino.

Ojalá no pise nunca más este nido de piojos que huele a mierda.

No podía quitarse el olor a estiércol humano de la nariz. Era muy desagradable. El olor dulzón de las heces humanas era mucho peor que el hedor aceitoso de los pantanos de su tierra.

Llegan los brindis y va levantando la copa, con desgana, a cada puto nombre que van citando. la lista no acaba nunca. Hasta brinda por el tonto resabidillo de Adham... y va y salta con sus grititos de niña histérica y consentida. Como un jodido chivato que va a lloriquear a las falditas del Rey. Lo mira con desprecio. Con desprecio invisible para todos, pues tiene los ojos nublados, embrutecidos por el alcohol. Él, que ha matado lobos, que se enfrentó al mercenario Flores... Puede ver los dientes de aquel hombre volando como mariposas cuando alguien le golpeó con su guante de malla. ¿Fue ser Roshar? O la lucha con el joputa Zorro. La muerte de Galdrín... Los lloriqueos de los Claviger. Exactamente como los de ese subnormal rubio de los Dannett. Que asco de gentuza.

Su padre se levanta y grita algo. Su mujer dice algo así como muy cortés y amable. Él se levanta, algo tambaleante, con pesadez, y se queda allí, apoyado con los nudillos sobre la mesa, mirando ceñudo al joven Dannett. Para reforzar los argumentos de su padre y su esposa, sean los que sean.

-¡Callaos, asesino! -Le espetó Adham Dannett a Lord Evan Crogall.

Las palabras posteriores de Lady Scarlett provocaron que Adham se pusiera todavía más furioso. Varios miembros de su séquito le rogaron prudencia, pero Adham estaba demasiado enojado como para atender a consejos o razones. Adham replicó que los únicos mentirosos allí eran los Crogall e hizo callar a gritos a cualquiera que se opusiera él, demostrando así que no estaba interesado en argumentaciones razonadas o debates sobre lo ocurrido. Adham sólo reclamaba justicia.

No había nada en cualquier rincón de los Siete Reinos que le gustase más al rey Robert que una buena fiesta, especialmente si ésta venía acompañada de un gran banquete como el que había preparado y además disponía de un tipo de vino diferente para cada plato. Todo estaba saliendo a pedir de boca, durante la celebración se mostró contento y sonriente. Despreocupado por una noche de las tareas que más odiaba, que no eran otras que las de gobernar. Entonces llegó el postre amargo de la reclama de Adham Dannett y el barullo que siguió después. Los Crogall y los Dannett enfrentados verbalmente y, tras el silencio inicial fruto de la sorpresa a la reacción de Adham, los gritos e insultos que se lanzaban desde los más diferentes puntos del gran salón. La mayoría simplemente rumoreaban entre sí, algunos, los menos, todavía ajenos a lo ocurrido, otros aparentemente neutrales, pero eran varios los que se atrevieron a sumarse de parte de Adham e insultar a los Crogall tildándolos de mentirosos y matacampesinos. Todavía eran menos quienes, como Orten Lugus o ser Bryan Telson, defendieron a los Crogall posicionándose de su parte.

Robert golpeó la mesa con su gran puño y apunto estuvo de hundir la madera y hacer caer todos los postres que todavía quedaban en ella. Tenía el rostro compungido y las mejillas enrojecidas, aunque más por fruto de aquel enfado que del alcohol que había ingerido. Quien conociera bien al Rey sabría que a esas alturas, a pesar de todas las copas ya ingeridas, todavía estaría muy lúcido.

-¡Silencio! -Ordenó con su fuerte y recia voz. -¡Que majadería es esta!

Parecía que Robert fuera a mandar ejecutar a todos allí mismo por el enfado que gobernaba su ser. La reina Cersei agarró su poderoso brazo para tranquilizarlo y le susurró unas palabras pausadas en voz baja con la intención claramente de calmarle. Debieron surtir algún efecto, pues Robert volvió a sentarse en su sillón. Dada la naturaleza pública de la acusación, el Rey no tenía más opción que escuchar lo que Dannett tuviera que decir, aunque se mostraba claramente disgustado por ese giro de los acontecimientos de lo que era una feliz celebración. Tras unos segundos de sepulcral silencio, Robert suspiró y habló de nuevo para dar pie a Adham a que expusiera su reclamo.

-Podéis hablar.

Lady Varya siguió con su forma de ser comedida durante los brindis y cuando Adham Dannett se levantó cogió aire y puso su semblante más neutro. Devolvió el apretón de mano que su marido le dio antes de levantarse, la charada daba comienzo y era momento de interpretar el papel que les había tocado. Permaneció sentada observando al heredero de la casa rival. La dama intentaba averiguar si el joven se había emborrachado para reunir el valor necesario para mentir al rey, o si por el contrario el dolor y la ira que se veían en su rostro eran ciertos y había sido engañado*.

De ser el segundo caso la pregunta era quién le había mentido, ¿había sido su padre y por eso él no había acudido al torneo? para así no mentir ante el rey ¿o lord Dannett también había sido engañado? lo que habían ido averiguando inculpa al lord pero parecía que en aquel asunto nada era como lo contaban. Varya sospechaba era que, fuese lo que fuese, la desaparición de Iris tenía un papel importante en todo aquel lio.

El rey Robert habló y la mirada de la mujer cambió su objetivo, no le pasó desapercibido que fue la reina Cersei quien informó a su esposo de la situación, o más bien de las habladurías, y esperó poder tener un momento para hablar con ella antes de que se dictase sentencia.

Whalen se tambaleaba en silencio, al lado de su padre. Co la mente sobria estaría cagado de miedo por la intervención real. Y estaría pensando en lo adecuado de aquel momento para intervenir de la forma adecuada. El rey lo que quería era zanjar aquello y continuar con la cena. Pero por suerte o por desgracia del heredero, estaba bastante bebido y todo aquello le pasó desapercibido. 

Miró por un instante a su padre, con expresión espesa, y volvió a fijarse en el joven Dannett. En su cabeza se formulaban frases para lanzarle a aquel gilipollas, pero su mente iba lenta y estaba muy embotada.

La intervención de la Reina había calmado el arranque de enojo del Rey Robert. -discurría la mente de Scarlett-  Quizá era la movida adecuada para no ofender el "justo reclamo" de una Casa importante (todo Rey debe dar ese espacio), quizá era algo más, un movimiento de peones por parte de la reina.   

En todo caso el primer movimiento está dado.  Lady Scarlett puso más derecha la espalda, para jalar la atención de las reclamaciones hacia ella, para que se viera que las recibía con dignidad, pues estaba segura de la respuesta negativa que daría, segura de que eran reclamos falsos.   Si el banquete se había convertido en sala de juicio improvisado, ella actuaría la parte.  Y las percepciones del "jurado" estarían basadas en lo que vieran en los Crogall, eso lo cuidaría.   A la vez, estudiaría cada movimiento y gesto del joven Dannett, preparando su respuesta, su mejor respuesta.

O Adham Dannett era un magnifico actor, o realmente se creía la historia que estaba contando y las reclamaciones de justicia que de su boca salían hacía oídos del Rey, y de todos los allí presentes. Pues el joven heredero de la casa Dannett comenzó a relatar con ferviente pasión las razones que le habían llevado a actuar de aquella manera. Describió las circunstancias del ataque sin previa provocación sobre los campesinos desarmados de su tierra, el brutal asesinato de los Quince de Marshbury.

-Masacrados. -Dijo rotundamente. -Me ahorraré los detalles escabrosos, Alteza. Pero esos bastardos asesinos se deleitaron en la matanza que provocaron en las tierras de mi padre. ¡Era una obra de salvajes! Quince pobres y humildes campesinos que trabajaban nuestras tierras en las granjas de Marshbury. No concibo que clase de retorcido motivo les ha llevado a cometer estos actos injustificables, pero los Crogall siempre han estado perjudicando a mi familia. Mi padre, Lord Alfric, es un fiel servidor de la Corona. Durante la Rebelión lucho bajo el estandarte del Venado y perdió a seis hermanos, como vuestra Alteza ya sabrá. ¡En cambio los Crogall son unos sucios cambiacapas! Nos odian y quieren vernos arruinados. Hace poco más de un año nos arrebataron el agua con la que estos campesinos regaban sus tierras apoyándose en Lord Tully, quien siente preferencia por ellos pues Lord Crogall fue habilidoso para casar a su hijo con una Tully. Pero no les ha bastado con mermar el sustento de nuestros granjeros, han tenido que masacrarlos sin mediar provocación alguna y sin tener un buen motivo que justifique tal barbarie. Por si eso no les bastara, después quemaron y saquearon las granjas.

Adham hizo un gesto hacía Edan Ward, que se encontraba junto a él, y éste sacó un escudo ensangrentado con los colores verdinegros de los Crogall y la silueta del lagarto-león en él dibujada. Ward se acercó al Rey y le entregó el escudo a ser Barristan Selmy de la Guardia Real, quien a su vez se lo mostró al Rey para que lo examinara. Parecía un escudo auténtico de la casa Crogall, como el que el propio Lord Duncan y sus hijos habían llevado a la batalla en numerosas ocasiones.

-Este escudo con el blasón de los Crogall se encontró en el lugar de la masacre. Seguramente se le caería a alguno de sus asesinos cuando apuñalaban brutalmente a los pobres granjeros desarmados. Alteza, en nombre de mi padre Lord Alfric y de las buenas gentes de Marshbury, vengo a reclamar justicia y una restitución por parte de los culpables. -Señaló de nuevo con un dedo acusador sobre Lord Crogall y los suyos.

Las palabras apasionadas del joven caballero de la casa Dannett habían levantado un murmullo de voces que se fue alzando hasta convertirse en comentarios airados y expresiones que calificaban a los Crogall de asesinos y cosas peores. Mucha gente se había creído las palabras de ser Adham, incluso entre quienes no habían sido condicionados de antemano por los rumores que se habían esparcido los días previos. Si había alguien en Desembarco del Rey que no hubiera escuchado tal historia, acaba de ponerse al día.

Robert Baratheon alzó las manos desnudas enjoyadas con gruesos anillos de oro y piedras preciosas hacía sus invitados para demandar silencio. Poco tardaron sus vasallos en obedecer al Rey y dejarle hablar en relativo silencio. Robert era poco paciente, se decía de él que apenas asistía a las reuniones del Consejo, y que gobernar le gustaba menos que recordar el apellido Targaryen. Pero pese a todo era un hombre justo y, aunque era de temperamento volátil, no tomaba decisiones a la ligera cuando tenía que mediar en alguna disputa.

-Lord Crogall, ¿tenéis algo que decir ante estas graves acusaciones? -La mirada inquisidora e impaciente del rey Robert se clavó el Lord Crogall. Si había alguien capaz de intimidar a Evan Crogall, ese sin duda era Robert Baratheon.

La mirada de Lord Crogall era pétrea cuando escuchó sin inmutarse a Adham Dannet. En cierto modo, las palabras del joven Dannett eran las que habían estado esperando. Aún así, eran duras y directas, llenas de emoción y cargadas de razones, y acompañadas de una prueba sangrienta. Los hechos de los que se les acusaban eran de por sí graves, y al mismo tiempo la animosidad histórica entre las dos Casas era un hecho irrefutable.

Ni un músculo se movía en la cara del señor de los Crogall, pero tampoco agachó la cabeza. Ni siquiera cuando le mostraron el escudo de su familia manchada de sangre de inocentes. Se mantuvo de pie, como una estatua. Era el señor de la Casa, no podía alterarse y responder a las provocaciones en la presencia del Rey. Tal vez le hubiera gustado ver a algunos de los suyos hacerlo, pero Whalen estaba demasiado bebido y Ser Roshar se había apartado de forma conveniente.

En su interior, un joven Evan luchaba desesperadamente por salir, por agarrar al insolente Adham por el pescuezo y darle su merecido. El viejo Evan respiró hondo, y cerró los ojos un instante. Volvió a sentir el aire estancado del pantano, las capas de olores cargadas de vida y de historia, la niebla de la mañana… Su hogar, y el de sus antepasados. Entonces escuchó las palabras del Rey Robert Barathaeon. Un hombre directo y fuerte, y cuya mirada resultaba difícil de sostener.  

Y allí estaba. Lord Crogall y el rey se miraron. Evan optó por dejarse de rodeos. –No fuimos nosotros los que masacraron a aquellos campesinos, lo juro por los dioses antiguos y por los nuevos. Reconozco que a los Dannett y a los Crogall no nos unen vínculos de amistad, pero los Crogall no somos asesinos de campesinos. Alguien cometió esos crímenes, y nos quiere echar la culpa a nosotros.

Luego miró a Adham Dannett. -¿Qué prueba tenéis de tan grave acusación? Espero que sea algo más que ese blasón ensangrentado. Bien conocido es nuestro escudo en aquellas tierras, y los asesinos pueden haberse hecho con uno o lo pueden haber falsificado. Habéis lanzado una acusación delante del rey, debéis tener algo más que un … un simple trozo de tela para sostenerla.

Su mano hacía un gesto como de desprecio a una prueba de cargo importantísima, también por lo simbólico que era.

Lady Varya desvió los ojos hacia su hijastro tambaleante y apretó las mandíbulas, esperaba que el alcohol no le soltarse la lengua y no dijese nada de ciertos mensajeros. Con lentitud y sin llamar la atención se inclinó hacia su nuera y le susurró unas palabras.

-Sería mejor que Whalen no hablase en su estado...

No creía que lo fuese a hacer, pero si el rey se lo pedía esperaba que la Tully se sacase algún as de la manga para contener la situación. La dama estuvo de acuerdo con las primeras palabras de su marido, pero con las segundas contuvo la respiración en espera de la contestación. Era tan fácil comprar a la gente para que dijesen lo que uno quería... ya lo habían visto con la hija del herrero. Incluso había veces en que no hacía falta ni que mediase el dinero, como había podido comprobar Varya, tan solo era menester encontrar a alguien dispuesto a creer.