Partida Rol por web

Muy a pesar de que las intrigas que se cernían sobre ellos habían desviado completamente el objetivo de aquel viaje, la familia Crogall tuvo que dedicar aquella mañana a los preparativos que requería el evento que acogía la ciudad y que había sido relegado para ellos a un segundo plano, casi incluso olvidado. El Torneo del Rey comenzaba con los invitados nobles ya presentes en su totalidad y la explanaa del torneo de Desembarco del Rey cubierta de coloridas tiendas y pabellones. Su duración prevista era de una semana, desde aquella jornada inaugural con el banquete de bienvenida hasta las últimas lizas en la final de las justas y la gran fiesta final de celebración.

Pero aquella tarde, todas las casas estaban citadas a la presentación de armas ante el Rey, seguido de un festín de bienvenida durante la noche. Faltar a alguna de las citas se consideraría un desprecio a la Corona, y a pesar de las circunstancias debían quitarse el polvo del camino y la tristeza de los rostros para mostrarse dignos y gallardos cuando luciesen los colores de su casa frente a Robert de la Casa Baratheon, el primero de su nombre, rey de los ándalos y los rhoynar y los primeros hombres, señor de los Siete Reinos y Protector del Reino.

Pero una hora antes de que reclamasen su presencia en la arena del torneo recibieron algo de información sobre el asunto que tanto había hecho por quitarles el sueño. El maestre regresó del cónclave con algo de información sobre la extraña daga que Whalen recibió como presente.

Las marcadas ojeras en el rostro surcado de arrugas del maestre demostraban lo poco que había podido dormir durante aquella última noche y lo intenso que había trabajado en el equipo de laboratorio que pudo tomar prestado del Cónclave de maestres que se celebraba aprovechando la reunión de las más celebres y recónditas casas del Reino.

-He estudiado el líquido que había en la daga y en la redoma de cristal de la empuñadura y ya he llegado a una conclusión sobre su naturaleza. -Anunció el maestre para Lord Evan. Llevaba consigo el viejo puñal y se lo devolvió a Whalen. -Tal y como temía, el líquido es un veneno. Lágimas de Lys. La muestra era pequeña, pero no me cabe ninguna duda.

El maestre estaba versado en esos temas, como así demostraba el eslabón de plata de su cadena, mas el resto poco o nada habían oído hablar de aquél extraño y exótico veneno. Cuando el maestre, agotado por la intensiva jornada de trabajo, se percató de ello se apresuró a explicarlo.

-Es un veneno raro de encontrar, y muy caro, se trata de una sustancia clara y dulce similar al agua que no deja huellas. Ataca el estómago y las entrañas de quien es envenenado, provocando una enfermedad que va consumiendo al enfermo hasta su muerte al cabo de varios días, nada digno y muy desagradable. Os lo aseguro. Actúa sin dejar rastro. Como su propio nombre indica procede de la ciudad libre de Lys, al otro lado del Mar Angosto y aunque tiene cura, al ser tan difícil de detectar la mayoría de los afectados mueren o sufren graves secuelas.

Al despertar, mientras se preparaba, el caballero se tomó unos largos minutos para serenarse. La perdida de su amigo era muy reciente y le costó asimilarla, abandonar los deseos de que hubiera sido solo un mal sueño. No podía cambiar los acontecimientos y se forzó a pensar en el presente. En que habían riesgos acechando a la familia y debía evitar que hubieran más victimas. Ser Roshar había esperado que la marcha de los portadores del cuerpo no se realizase hasta la mañana, pero parecían haberlo tomado como una urgencia. Lo cual acrecentó su preocupación, pues contaban con dos guardias menos para la protección de la familia, además de la falta de Galdrín y la dudosa utilidad de Ser Adrick. Esperaba no tener que arrepentirse también de no haber hecho recapacitar a Evan sobre su decisión.

La aparición del maestre atrajo la disimulada atención del Blackfist. 

- ¿Entonces no hay forma de descubrir si alguien ha degustado las lagrimas? 

Era una de las posibilidades, que ya hubieran usado aquel veneno y les hubieran entregado el arma para inculparles. Pero ¿era posible evitar la tragedia? ¿quién podía ser la victima? Contaban con pocos datos para conjeturar. Incluso sabiendo que síntomas buscar sería difícil entre la multitud de almas reunidas en Desembarco, a no ser que el destino lo presentara ante los ojos de la familia. 

Lady Scarlett hablaba con su familia mientras daba los últimos toques a su arreglo, elegante, llamativo pero no demasiado.  Algo muy propio de las mujeres de su generación en Poniente. 

Lord, Lady, creo que deberíamos informar de esto a la gente del Maestro de Susurros, o hacerle llegar la información.  Si alguien trajo algo de esta sustancia en un cargamento tendría gran poder con asesinatos impunes. 

Ahora bien, ¿como le haría la esposa del heredero de una Casa menor para hacer llegar esta información sin meterse en problemas? 

Que fuera un veneno era casi obvio. las palabras que iba diciendo su viejo mentor eran casi lógicas. Le daba pena, por otra parte, observar su rostro cansado. Ya era viejo como para ir trasnochando. Parecía mucho más mayor en aquellos momentos.

Un veneno tan caro... ¿Nos podríamos permitir un veneno tan exótico, maese Nicholas?

Intentaba con ese dato dilucidar si el puñal era un regalo de un amigo o un enemigo.

¿Si el afectado estuviera vivo aún sería posible curarlo? Era otro dato que creía importante saber.

La pregunta de Roshar le parecía pueril. Sólo había un fondo en la redoma. Alguien lo había tomado. Quizás moriría pronto, si no había muerto ya. Para él la pregunta era otra. Una pregunta que expresó en voz alta.

¿La muerte de quién podría suponernos un problema añadido? Y la mente le viajó al recuerdo del Camino Real, y la ejecución (no conseguía verlo de otra forma) de los heraldos del rey.

Si podían adelantarse un paso, podrían evitar una muerte desastrosa para su casa.

Darle esta información al maestro de los susurros acarreraría otras preguntas, y si la víctima, que no sabemos quien es, acaba muriendo, bueno... Sería la guinda del pastel. No estoy seguro de quien es nuestro enemigo y quien es nuestro aliado y quien nuestro enemigo.

Comenta a su esposa, pero hablando a todos.

No sabemos quien puede tener un interés en nuestro caso. Quizás nos usan, como casa menor, para meternos en algún asunto de estado y luego les servimos de cabeza de turco. Sólo somos una casa menor, cuya desaparición no importaría a muchos. De hecho daría una alegría a los Dannett.

Por la mañana, antes de afrontar el día, Lord Evan le tomó la mano de Lady Varya con dulzura. Los dedos de él eran duros y agrietados, llenos de recuerdos y vivencias. No obstante, al rozar la suave piel de ella, eran capaces de transmitir mucho más que sus torpes palabras. Ella era su amada, su confidente, su mejor aliada. Y la necesitaba a su lado más de lo que nunca había necesitado a nadie. Tras un breve silencio, comentó alguna cosa:

-Lo que me dijiste de Iris Dannett... De algún modo, ella es una de las claves de todo esto. Mira si puedes mover algunos hilos, o acercarte a los Dannet. Tantear la posibilidad de esa reunión, o mostrar preocupación por ella. Ten cuidado, y ten los ojos bien abiertos.

El juego se estaba volviendo cada vez más peligroso, pero no podían esperar nuevos golpes sin tomar la iniciativa.

Amaneció un nuevo día, y Lord Evan se había levantado pronto. Seguía taciturno, pero salvo para sus más allegados, al señor de la Casa no parecía que le había afectado en exceso las habladurías y las malas nuevas de los últimos días. Vestía sus mejores galas, y caminaba con decisión aunque cojeaba algo más de lo habitual de su pierna. No quería mostrar debilidad, ni fisuras en la familia a los ojos de los demás.

Era el día del banquete, y la Casa Crogall debía acudir. Las nuevas del Maestre Nicholas confirmaban sus peores presagios. –En la jornada de hoy, el protocolo dicta donde he de estar en cada momento. A medida que podáis, estad atentos. Menos ojos están pendientes de vosotros que de mí. Mucho me temo que van a intentar usar las Lágrimas de Lys en el banquete de hoy, y echar la culpa sobre nuestra familia.

Era la opción más evidente, aunque no la única. Entonces miró a Lady Scarlett, y negó con la cabeza ante lo que había dicho. Lord Evan estaba de acuerdo con Whalen en el tema de denunciar los hechos en este momento. –No creo que estamos en posición de avisar a las autoridades. A todas luces, ese veneno nos pertenece ahora, y no tenemos a quien señalar como sospechoso de nada. Creo que debemos optar por la paciencia… No precipitarnos, ni mostrar nuestras cartas antes de tiempo....

Aún siendo una mano terriblemente mala.

-Mucho depende de si podemos evitar el uso de ese veneno, que de momento me inclino a pensar en los Dannet. Echó una mirada significativa a Lady Scarlett, y a Lady Varya. Ellas tenían mayor libertad de movimiento durante el banquete. Tal vez podían averiguar algo.

-Luego está el tema del torneo. Ser Roshan, ¿os encontráis en condiciones de representar a esta Casa? Su voz sonaba fuerte en el claro, y se notaba un cierto hastío en su porte. Con la muerte del Maestro de Armas, la Casa Crogall contaba con escasos participantes, y Ser Roshan de Blackfist era una espada juramentada a pesar de todo. Aunque Whalen era la principal baza de la Casa en el torneo. Era cierto que de algún modo el gran evento se había pasado a un segundo plano, pero aún así Evan no dejaba de pensar que los ataques iban a seguir hasta culminar en el torneo de algún modo.

De momento, centró su atención en el Maestre. Le interesaban las respuestas que pudiera tener a las preguntas formuladas.

La mujer sintió un cosquilleo en su mano y miró a los verdes ojos de su esposo, en ese reducto de amor aguardó hasta que la voz de él rompió el silencio. Asintió a sus palabras y puso su otra mano en la curtida mejilla.

-Ten fe.-susurró antes de juntar sus labios en un corto pero sentido beso.

Luego comenzó a arreglarse para el banquete.

Varya estuvo casi todo el día con los preparativos. Por la mañana salió al pabellón que hacía las veces de comedor para coger algunas piezas de fruta, pan y curtidos, se asomó al exterior echando un vistazo más allá de los guardias y los colores de su casa, y volvió a sumergirse en su tienda para seguir dando instrucciones a su sirvienta personal Amelie.

Por fin, cuando quedaba apenas una hora para el banquete, hizo acto de presencia donde estaban los miembros de la familia. Llegó a la vez que el maestre y se posicionó detrás de su esposo, como si hubiese estado ahí todo el rato, oculta en su sombra. Al oír el nombre del veneno una ceja se elevó en el bello rostro -Y yo dije que la daga tenía triple filo... quíntuple sería más exacto-, pero asistió a la explicación y al siguiente intercambio de palabras sin despegar los labios ni moverse.

-Si las Lágrimas se van a utilizar y alguien nos va a acusar, ¿qué hacemos con el arma? Quedárnosla es poner una soga en nuestro cuello, pero si nos sorprendiesen deshaciéndonos de ella... Visto ahora el registro de cuando entramos a la ciudad nos habla de que parece que ya están avisados de un posible crimen con veneno.

Después de su corta intervención, llamando la atención sobre un punto que parecía haberse olvidado, esperó en 'su sitio' la siguiente ronda de pensamientos.

El viejo maestre tenía las piernas doloridas y no podía aguantar más de pie, la intensa jornada de estudio lo habían dejado completamente exhausto. No había dormido y su viejo cuerpo comenzaba a acusarlo ahora que el merecido descanso se encontraba ya cerca. Alzó la vista hacía Lord Evan y señaló con su mirada una de las sillas al tiempo que iba hacía ella para sentarse. Evan y Nicholas se conocían desde hacía muchos años ya y los formalismos prácticamente no eran necesarios, con aquella simple mirada, el maestre había expresado su solicitud de permiso para tomar asiento y al mismo tiempo la explicación de que de no hacerlo se caería de bruces por puro agotamiento.

Al sentarse sus articulaciones crujieron y sintió como su cuerpo se quejaba dolorido por todo el esfuerzo al que había sido sometido, ya tenía una edad demasiado elevada para todas aquellas cosas. Uno nunca se terminaba de acostumbrar al hecho de hacerse viejo. Escuchó las ideas, pensamientos y divagaciones de todos los presentes, y miró a Whalen con especial cariño. Se había convertido en un buen alumno. Asintió con orgullo a sus palabras, ese tipo de orgullo de quien observa como un niño crece hasta convertirse en un adulto maduro tras innumerables horas de enseñanzas. Entonces Whalen le dirigió una pregunta curiosa y Nicholas se dispuso a hablar de nuevo, de forma pausada.

-Es un veneno caro, si lo comparamos con otras hierbas y aún con otros venenos. Pero aunque su precio es excéntrico, no sería algo que no pudiéramos conseguir.- La segunda pregunta de Whalen tenía el mismo fondo que la cuestión que Ser Roshar planteaba, así que el maestre miró a ambos y chasqueó los labios antes de tragar saliva, respirar profundamente y responder. -Si el afectado siguiera vivo aún sería posible curarlo, pero... -señaló con un dedo largo y huesudo a Ser Roshar, -sería prácticamente imposible saber si alguien ha sido envenenado hasta que no presente los síntomas y una vez que lo hace es cuestión de horas, o tal vez minutos, dependiendo de cuánto daño haya hecho el veneno. Incluso es posible que llegados a ese punto la victima muera igualmente, por mucho que se haga.

El maestre se recostó en la silla y extendió las manos con las palmas hacía el techo del pabellón verdinegro de los Crogall. -Averiguar quién ha sido envenenado en una ciudad de medio millón de almas es como buscar una migaja en una playa repleta de granos de arena.

-Mi señor, nos esperan. -Ser Adrik había entrado por la puerta del pabellón cuando el maestre terminaba sus últimas palabras para dirigirse a Lord Evan y anunciarle que debían acudir al acto que se celebraría para inaugurar el Torneo del Rey. Ya era la hora, no podrían retrasarse demasiado o el heraldo anunciaría a una casa fantasma.

Ser Adrik había pasado en vela toda la noche, ensimismado en su propio atudimiento después de la conmoción de ver morir a su mejor amigo. A la mañana siguiente se había despertado con los ojos enrojecidos por las lágrimas vertidas, todavía aletargado y algo mareado. Sabía que no podía seguir así, por lo que aquella misma mañana, antes de que el sol despuntara al alba salió del pabellón y se dirigió al Gran Septo de Baelor. Allí puso una vela al Desconocido y rezó una plegaria para que Galdrin encontrara su camino allí donde fuera que estuviese en esos momentos. A su vuelta se encontraba algo mejor, todavía sentía una terrible congoja que le devoraba el interior y una pena abrumadora que hundía sus hombros, pero al menos había salido de su ensimismamiento. Tomó su espada y apretó la empuñadura con toda su fuerza. Juró en ese momento que iba a ganar el torneo para Galdrín.

Durmió hasta que el sol se encontraba en lo más alto y después se preparó para la ceremonia de aquella tarde. Vestía sus ropas más elegantes y había preparado su armadura más lustrosa para la ocasión. Su sobrevesta era completamente negra y lucía en su pecho un terrorífico un lagarto-león con las fauces abiertas. Allí sobre el umbral de la puerta del pabellón parecía un auténtico caballero. El ser Adrik de siempre, aunque ahora, sospechaban, más callado de lo que ya acostumbraba.

-Gratitud Maestre Nicholas, dijo Lord Evan. Sin duda profesaba un cariño especial hacia el viejo maestre. Las noticas que traía a menudo no eran buenas, pero era un erudito y un sabio, y su lealtad estaba fuera de toda duda. –Esto nos lleva de nuevo a la daga. ¿Qué hacemos con ella?, preguntó repitiendo la duda expuesta por su esposa. –Creo que no podemos deshacernos de ella...

Entonces fue interrumpido por la llegada de Ser Adrik. Se alegraba de verle con mejor cara, pero cuando Lord Evan se percató de que el tiempo apremiaba dijo: -Me quedaré yo con el arma de momento, si no tenéis otra idea mejor.

La mente de Ser Roshar trabajaba para adelantarse a los acontecimientos, pero no contaba con la información suficiente. Pensó que lo más probable era que el veneno ya hubiera sido usado, pues no era demasiado práctico ir trasvasandolo de un contenedor a otro. Y si querían acusar a la familia, la victima debería tener alguna relación... ¿pero quién? Otra opción era que les hubieran hecho el obsequio pensando que llegaría el momento en que debieran usarlo. ¿Un aliado inesperado que haya descubierto la trama por accidente? No resultaba la mejor manera de colaborar... ¿O acaso quería que mantuvieran la daga a buen recaudo hasta el momento oportuno? ¿hasta realizar la acusación que desvelaría la trama? Existían demasiadas posibilidades...

- Sí, mi señor. - respondió en referencia al torneo. Su otra participación ya no tenía sentido y podía abortar el plan. Ya no había Zorro que cazar. 

El caballero avanzó hacia Lord Evan tras su ultimas palabras. 

- Será mejor que no carguéis con un arma que os pueda incriminar, mi señor. Dejad que me encargue. Puedo llevarla conmigo, guardarla hasta que sea necesaria o deshacerme de ella. Como ordenéis. - El Blackfist pensó que de ser encontrado con la daga podría librar a la familia de toda culpa. Minimizaría las perdidas. - Ya podría haber una victima. Una que nos beneficiaría, para poder culparnos de ella, pero que... - se le vino una idea a la cabeza y siguió la frase perdido en sus propios pensamientos. - ... favorecería más al culpable... - Centró la atención en Evan. - ¿Cuántos deseos tiene Adham Dannett de suceder a su padre? - No habían demostrado demasiados escrúpulos al masacrar a su propia gente para inculpar a los Crogall ¿dónde estaban sus limites? ¿y si todo el plan era de Adham para impulsar su casa y hacerse con el control al mismo tiempo? - Aunque no tendría mucho sentido que trajéramos el arma hasta Desembarco. A no ser que pretenda acusarnos de querer envenenarlo a él también. - 

Se arrepintió un poco por haber expuesto sus sospechas antes de confirmarlas. No quería que el resto se viera condicionado. El estrés empezaba a jugar en su contra. No le gustaba esperar los acontecimientos a ciegas.

Y de nuevo otra posible revelación, alguien que podía tener respuestas. La joven fugada. 

Lord Evan aceptó la propuesta de Ser Roshar de que fuera de momento el caballero de la Casa Blackfist el custodio de la daga. Por un lado podría eximir a la Casa Crogall si todo se torcía. Por e lotro podría condenar a Ser Roshtar, pues su honorabilidad estaba en tela de juicio y por lo tanto su palabra de caballero valía ahora menos. -Qué así sea, dijo  le entregó el arma. Pero en vez de sentir alivio, notó cómo una nueva carga pesaba ahora sobre sus hombros. Tenían que hallar respuestas.

-No había pensado en que tal vez el veneno ya haya sido utilizado, reconoció Lord Evan. -En tal caso, durante el banquete, si alguien muestra síntomas, estad atentos a la reacción de los que hay alrededor. Sobre todo de Adham Dannett y de su séquito. No sé cuánto ansia suceder a Lord Alfric, pero Adham es muy joven y sé que su padre le tiene en alta estima, o tal vez quiera comprar la lealtad de su hijo a base de regalos caros.

Lord Crogall nunca había aprendido a interpretar las sutilezas de ese tipo de comportamientos. -Si lo que desea es mostrar su vaía, tal vez provocar un enfrentamiento con nosotros acusándonos falsamente, para luego derrotarnos...

Y si de paso muere el viejo Lord Alfric, mejor para Aldham, ¿no?

Hizo una mueca de descontento con la boca, y agarró una copa de vino con un movimiento brusco. Estaba tenso, y se hallaba perdido entre tantas preguntas sin respuesta.

-¿Qué sabemos de la joven Iris Dannett?, preguntó finalmente a los presentes.

Ser Roshar cogió la daga y la escondió con cuidado entre sus ropas. No esperaba cargar con ella demasiado tiempo, prefería evitar el riesgo. Buscaría un lugar seguro donde esconderla o quizás un tercero no relacionado con la casa en quien se pudiera confiar. O que no supiera lo que tenía entre manos. 

- Creo haberla encontrada, mi Lord. - entonces giró hacia Ser Adrick. Le agradó verlo recompuesto y dispuesto a defender los colores de la casa. Pero su presencia en aquel momento reclamaba urgencia por acudir a la cita con el monarca. No debían retrasarse. - Lo confirmaré. - 

Se hizo a un lado y se acercó al maestre para hablar en voz baja. No quería entretener más a Lord Evan.

- ¿Tendrá lo necesario para atender a la víctima de ser necesario? - Podría ser necesaria atención urgente. Aunque esperaba que esos utensilios no fueran a resultar sospechosos... En ese caso recomendaría precaución. 

Lady Varya escuchó en silencio la contestación del maestre Nicholas, sólo cuando su esposo dijo de quedarse él la daga sus hombros se tensaron y sus labios se abrieron dispuesta a quitarle aquella idea de la cabeza, si era peligroso que la tuviese el heredero que fuese el lord quien se la quedase era un suicidio. Por suerte no hizo falta que dijese nada, ser Roshar se adelantó y se ofreció para ser el portador del infame objeto. 

La dama relajó la postura de nuevo y se humedeció los labios, el enfoque de que fuese Adam el que quisiese a su padre fuera de juego tenía su aquel, además estaba el hecho de que lord Dannet no había acudido al evento. Debían enterarse de por qué. La conversación se vio interrumpida cuando Adrik les informó que debían partir de inmediato si no querían llegar tarde, algo que dada su situación era mejor evitar a toda costa.

-Podemos suponer que el envenenado estará en el banquete. Será mejor que vayamos mi lord, -dijo a lord Evan -no estamos en situación de contrariar a nadie mas y menos al rey.

Avanzó unos pasos por el lateral de la estancia para acercarse al maestre y a ser Roshar, no escuchó la pregunta del caballero al anciano por lo que ella le susurró unas palabras sin esperar la respuesta.

-Cuando sepáis donde se encuentra Iris, avisadme. El lord cree que entre mujeres nos entendemos mejor.

No vio necesario decir que posiblemente la chica estaba falta del cariño de su madre, que haber crecido con sólo su padre y su hermano no había sido lo mejor para la sensibilidad de la joven, y que la obligasen a casarse con un 'viejo y rico mercader' había sido mortal para su tierno y soñador corazón. Todo eso estaba segura que el Blackfist ya lo sabía.

Luego se posicionó al lado de lady Scarlett y de Whalen, en espera de que lord Crogall diese por terminada la reunión, la comitiva saliese y así ocupar su lugar al lado de su marido.

-¿Ya tenéis el retrato del 'zorro'? creo que deberíais llevarlo.-dijo dirigiéndose a la dama, tomó aire y continuó -Vos podríais hablar con Adam Dannet, preocuparos por su hermana y su padre. Lo intentaría yo pero vos sois más joven, además sois de la familia pero al mismo tiempo sois una Tully...

Estaba segura que su nuera captaba la idea, un poco de flirteo, un poco de 'qué rudos son estos pantanosos' y el joven creería que tenía en ella a una aliada. Sólo esperaba que no fuese verdad, no lo creía, ocasiones había tenido y siempre se posicionaba al lado de Whalen.

Whalen estaba francamente preocupado. Las respuestas de su mentor no eran agradables. Nada les exculpaba y todo indicaba que la daga era de un enemigo de su casa. El joven se esforzaba por intentar encontrar aliados entre aquel nido de víboras, pero parecía que en aquella ocasión tampoco habría suerte. Alguien iba a morir (si no había muerto ya) y ellos iban a pagar el pato. Todo parecía muy estudiado. Suspiró cansado, posó su mano sobre la del maestre con cariño.

Gracias musitó, tras lo cual, y mientras su padre agradecía al maestre sus desvelos, llenó su copa con un refrigerio que templara sus huesos cansados.

Se puso nervioso cuando su padre pidió llevar la daga, y el hecho que la llevara Roshar, el famoso hombre de los "trabajitos" de la casa tampoco le gustaba. Iba a ser un blanco obvio y era un hombre valioso para la casa. No necesitaban su sacrificio.

Observó como el cabaLLero se guardaba la daga y se sintió obligado a intervenir.

Ser Roshar. Tirad esa daga al río, o donde os plazca. Ahora me parece mala idea tenerla. Si luego descubrimos que nos puede ser útil siempre podemos ir a recuperarla. No me gusta la idea de que esté en posesión de alguien de la casa. Ahora os necesitamos más que nunca, ser. Y en una celda no os queremos ver.

Nada sabía del tema de Iris y no era algo que le preocupaba ahora mismo. Podía ser importante, o podía no ser nada. Su mente se centraba en las cosas que sabía y había vivido, y la caja de la puta daga llevaba su nombre.

Ah! Y la caja. La de la daga. Quemadla.

Luego aparece su madrastra, como una aparición, con susurros. Desde toda la crisis se ha mostrado amable, mordaz pero sincera y útil. Es una mujer turbia, pero cada vez la ve más Crogall. Desde luego es como ver una personificación del lema familiar.

Se envara cuando comenta lo de que su mujer vaya a visitar a los Dannett. No le gusta la idea, pero es cierto que ella, que es Tully, podría ir en su calidad de no apellidarse Crogall. Y no se puede decir no a un Tully. Y menos a una tan bella y perseverante como su esposa.

Sonríe satisfecho.

-Eso espero. -Contestó con cruda sinceridad a la pregunta de Ser Roshar, consciente de la potencia del veneno. Aunque el maestre contara con la mayor habilidad de los Siete Reinos para tratar aquellas toxinas y lograran encontrar a la víctima a tiempo de procurarle atención médica, no sería seguro que fuera a sobrevivir a las infames Lágrimas. Aún así, el maestre lo intentaría.

Todos se dispusieron para marchar tras el anuncio de Ser Adrik de que les estaban aguardando para desfilar frente al Rey y hacer acto de presencia en la ceremonia inaugural. El maestre, cansado y con los huesos doloridos, se levantó pesadamente de la silla y se dirigió a Lord Crogall.

-Si me lo permitís, me temo que me ausentaré en la ceremonia para poder descansar brevemente. Nos veremos en el banquete. -No cabía duda de que el viejo Nicholas se había ganado aquel descanso tras las largas horas en el laboratorio sin tregua alguna.

El caballero esperaba que la buena voluntad del maestre no revelara los conocimientos que tenían de que las Lagrimas podían tomar el protagonismo pronto. Si iba a ausentarse en la ceremonia quizás sus habilidades acudiesen demasiado tarde, pero exhausto tampoco podría ser de gran ayuda. 

Ante la petición de Lady Varya asintió, y cuando Whalen se dirigió a él respondió solícito. Agradecía sus palabras. 

- Lo haré en cuanto me sea posible. -

El problema al que se enfrentaba el Blackfist era el tiempo. No tenía el suficiente para deshacerse de la daga y asistir puntual a la ceremonia. Y presentarse cuando el veneno podría entrar en acción con la prueba incriminatoria en su poder no resultaba la mejor decisión. 

- Mi Lord, ¿he de acudir a la ceremonia? 

La respuesta decantaría su proceder. Si era necesaria su asistencia escondería la daga donde fuera posible, aunque fuera entre sus pertenencias en el pabellón de la familia. Si no lo era podría actuar con mayor libertad, aunque desconocía si su presencia sería necesaria en el evento. Siempre podría llegar tarde y asumir las consecuencias que podría acarrearle...

-Si queréis deshaceros de la daga, -habló de pronto ser Adrik sorprendiendo a los presentes, pues no era muy dado a tomar la iniciativa y solía guardarse sus consejos para el ámbito privado, -dádsela a Covern.

Un reflejo cargado de cierta malicia brilló en sus ojos por un momento. La idea no estaba mal desencaminada. ¿Quién era Covern? Alguien prescindible, un simple cazador que habían contratado para mantener el capricho de llevar la bestia que ahora trataban de ocultar a toda costa. Si dado el caso, alguien pillaba a Covern con la daga, ellos mismos podrían acusarlo de traidor y mandarlo ejecutar sin reparo alguno. Al menos eso era lo que la mirada de ser Adrik reflejaba.