Partida Rol por web

Peregrinaje a la Ciudad de las Gaviotas

Segundo Capítulo: El reparto de mil robos

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02/04/2019, 20:27
El Peregrino

El peregrino volvió del transitorio mundo de los muertos al que algunos llaman sueño con el espasmo violento del miedo y la culpa de quien se ha adentrado en una pesadilla tan vívida como la propia existencia. Una pesadilla en la que todo estaba ya perdido: la parca ha pasado su guadaña a su alrededor en una danza de matemática perfecta, separando toda cabeza del torso que la sostiene antes de cerrar la última puerta a su espalda, como si se hubiese olvidado de él, condenándolo al vacío y la oscuridad por toda la eternidad.

Pero en ese vacío en el que flotaba no había lugar para el olor de almizcle y brasa de incienso que ahora trazaba desde sus fosas nasales el árbol invertido que eran sus pulmones.

Sus ojos estaban a punto de salirse de las cuencas, sus pupilas tratando de enfocar el mundo de sombras naranjas, rojizas y blancas que se abría a su alrededor.

Sus oídos escuchando el jolgorio de un mercado proveniente de alguna ventana, por encima del nivel del suelo. Fragmentos de metal tintinean mecidos por un ligero viento y en lontananza, campanas y otros utensilios de percusión reclaman a los fieles de una religión cuyo reclamo desconoce, no así sus formas de llamar a los creyentes.

Su boca no estaba tan rasposa como debería. La dureza de la arena del camino y las esquirlas de vidrio cicatrizaban y se suavizaban, como también parecían hacerlo sus laceradas carnes, de las que ya no notaba el latido que ocasionaba dolor tras cada paso.

Su mano derecha se lanzó con fuerza contra su pecho, temiendo que la parca de sus sueño sólo hubiese venido a por lo único que le quedaba, pero allí lo notaba, encerrado en su cuerpo, adormecido como no lo había estado en sus últimos momentos de consciencia, cuando la promesa del Llenatumbas lo había excitado hasta sus límites. Seguía portando la llama de su hijo...

Aquel mismo hijo cuyo caparazón, cubierto en vendas y aceites le devolvía una mirada vacía desde una mecedora agitada lentamente por algún tipo de mecanismo que le daba la cadencia que una cuna daría al neonato para apaciguarlo.

Sus cicatrices le hablaron de días de cuidados y reposo, trataron de apaciguarlo, susurrándole que de no ser por estos cuidados ya sólo quedarían huesos pulidos sobre el vidrio del desierto.

Dos preguntas tratan de forzarse fuera de su amodorrada migraña  ¿Es esta la ciudad de Kalisia o ha sido recatado y arrastrado a algún otro punto del mapa?
¿Quién le habrá dado asilo?

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02/04/2019, 21:02
El Séptimo Oráculo

El estruendo de una pesada puerta de madera al arrastrarse sacudió la tranquilidad de la choza. A la luz que se colaba desde el exterior el peregrino pudo ver entrar, torpe y cuidadosamente, a un hombre con tan enorme corpachón, con tan bobalicona mueca, con tan dorada piel, que más bien parecía arrancado de un cuento de hadas. Llevaba con preocupación un saco polvoriento como un enorme bebé en un brazo mientras levantaba tres cabras enloquecidas, aterradas y pateantes, bajo el otro.

-¡No, no, Brall, estúpido!- ordenó una voz rabiosa, chillona y reseca desde el saco: un brazo huesudo y pálido salió despedido de este como una serpiente para propinar un feroz castigo de bofetadas y puñetazos al gigante que gimoteaba-. ¡Vas a despertarlos!¡Estúpido, estúpido Brall, sí!

La paliza prosiguió con golpes sordos y lloriqueos mientras el peregrino fingía el sueño. Del fardo terminó de salir un vieja larga y escuálida, toda codos y rótulas que, una vez satisfecha, se descolgó del brazo al suelo con agilidad: no podía usar sus piernas atrofiadas y envueltas en sucios lienzos, pero serpentó ágil y llena de energía por toda la estancia, camino de la marmita que desprendía los vapores cargados de aromas a almizcle e inciensos.

- Brall, hijo mío, desnuca uno de esos bichos para la cena,sí. Pronto despertará nuestro huésped y lo quiero lleno de fuerzas, sí, de fuerzas y de ingenios vivos para que lleve consigo mis maldiciones, sí. Todos esos cerdos kalisios pueden quedarse tras sus muros, sí, masticando las flores de sus jardines, sí, riéndose en sus tontas fiestas y tirándose sus cochinas monedas manchadas de mierda a la cara, sí. ¡Cerdos, cerdos todos ellos! ¡Y sus hijos! ¡Y los hijos de sus hijos, sí!

Lo que había empezado como un susurro había terminado con un escupitajos de rabia y ojos desorbitados.

- Al final lo único que importa es que Sharla caminará sobre las ruinas de sus asquerosas mansiones...- susurró limpiando su mentón de baba con un brazo, la mirada perdida-, pero eso ya será después de la cena, ¿verdad, dormilón?

Entre sus párpados el peregrino sintió la presencia de Sharla, que lo miraba fijamente, como si supiera que se encontraba consciente, y el crujido de un cuello roto lleno el espacio entre ambos.

Notas de juego

Pues ya sabes, si así lo quieres estarás en el exterior de la ciudad de Kalisia, cobijado por Sharla, la paria del lugar y su inmundo hijo.

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02/04/2019, 22:54
Qiasis

El oráculo lanzó la moneda al aire y comprobó su resolución.

"¡Oh, pobre y desamparado peregrino que buscas sin descanso la esperanza de un nuevo amanecer! La suerte no te acompaña esta vez y debo relatar el sino que los Altos han decidido para tu viaje. Duda de tus sentidos, mi peregrino, pues las campanas que escuchas son producto de la locura de mis semejantes.

Tan cansado se hallaba tu cuerpo y tan moribundas las almas que llevabas a cuestas que decidiste refugiarte del cristal abrasador en una ruinosa caravana. En la linde del desierto, los tablones de madera y la endeble estructura te dieron cobijo en la desolación y el abandono del transporte en una noche sin estrellas. Ningún ser de carne la echó en falta, pues su mercancía permanecía intacta. De entre todos los tesoros, sedas y perfumes un espejo había sobrevivido a la herrumbre y el maltrato del paso del tiempo.

¿Qué ven tus ojos sino la ausencia de todo reflejo? Una mirada a un abismo cristalino de plata te devuelve el saludo. Como si notara tu presencia, su superficie ondeó como las aguas de un lago recientemente perturbado por la mano del hombre y una voz queda y burbujeante se hizo eco en tus oídos:

¿Siento el rostro de un viajero perdido o la pérdida de toda esperanza? No temas, buen hombre, que mis artes son antiguas y mi mente colma sabiduría. Sácame de este espejo y le daré paz a tu sufrimiento. Cualquier deseo será concedido. "

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03/04/2019, 21:35
Aenidë

Dicen que desde Kalisia

parten cien mil caravanas

todos los días, y cantan

quienes quedan a la zaga.

Cantos oyes Peregrino

en una lengua vernácula

que te suena a la de aquellos

que el camino cimentaran

del desierto espejo y con

lágrimas pulimentaran.

En Kalisia estás o en una

de sus muchas hermanastras:

ves por entre las cortinas

que enmarcan esa ventana

media torre de arenisca

ornada con joyas blancas

de cristal y de berilo

blanco y verde y gris, sin mácula

formando con sus diseños

muchas palabras sagradas.

Ves también el cielo y ves

pajarillos de la pampa,

te das cuenta de que estás,

de Pucela, en la morada.

Templa el ánimo viajero

esto es una encrucijada

pues conforme a sus costumbres

los monjes que habitan mandan

que la mitad de sus huéspedes

de sus salas libres salgan

y a otros esclavos hacen

para honrar la doble cara

que Pucela muestra al mundo:

de perdón, o de venganza.

Notas de juego

Bueno... Probando con el romance :)

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04/04/2019, 21:20
El Peregrino

Dos oráculos me aseguran que esto es Kalisia, pero uno parece condenarme a una morada en la que impera la locura y la otra hace que dude de mis benefactores ¿Abrirán la mano dejándome probar la libertad de sus calles o me someterán al yugo de una divinidad con dos caras enfrentadas.

Un tercer oráculo, no sé si menos piadoso, aún me condena a las arenas del desierto, haciéndome sufrir alucinaciones en un carromato varado ¿O realmente ha hablado ese espejo? 

¿He de pagar con locura o esclavitud ese breve olvido que he de tomar por descanso?

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05/04/2019, 18:09
El Peregrino

Por un momento mis sentidos elaboraron aquella extraña elucubración al no asimilar que había superado la tortura del desierto, haciéndome creer que todavía me encontraba en aquella locura de brillos cegadores, fantasmas bajo el vidrio y una temperatura abrasadora capaz de derretir la carne sobre los huesos, refugiado en una ruina decorada con los tesoros, sonidos y olores propios de la estancia de un noble, donde un espejo encantado trataba de seducirme con promesas de poder.

Pero había llegado a Kalisia, y aquellos opulentos decorados eran reales... Así como lo eran las promesas del ente de reflejos, cautivo. Pero al ver el emblema en la pared de la diosa Pucela, supe dónde me encontraba en realidad, no en un gallinero donde se acinaban sus esclavos, pero puede que en una estancia previa a tal destino. Alguien debía de haber intercedido por mi, o me habría despertado hundido en la hedionda oscuridad de los pozos. 

El cautivo de los reflejos cayó al escuchar los pasos firmes que se dirigían hacia nuestro emplazamiento por el pasillo. Pude reconocer un rostro, perdido en un pasado anterior al nacimiento del muchacho, a tantas eras de distancia que haba sacrificado su recuerdo...

Y pregunté, molesto por recurrir a los oráculos ante tan nimia circunstancia, sabiendo que debía algo a aquella persona surgida del olvido ¿Qué fantasma del pasado me ha socorrido?

Notas de juego

Una moneda para Aenidë y otra para Qiasis.

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08/04/2019, 14:58
El Séptimo Oráculo

Piel oscura manchada con el tinte que dejaba rastros parecidos a la ceniza arrastrada por las lágrimas. Ojos oscuros, inquisitivos e inteligentes, rodeados por un blanco tan limpio, tan brillante como su porte.
Una mueca oscura: un rictus tirante y tembloroso en el que se adivinaban reproche, miedo, ira, pena y amor, mucho amor, todos a punto de reventar el dique.

Antietam observó al peregrino mientras el monje pucelano volvía a bloquear la puerta con el tranco a su espalda. Se acuclilló junto a él y el suelo resonó suavemente cuando el cuchillo de hueso, rama y piedra dejó de pender del cordón a su costado para quedar apoyado. Aquel era un cuchillo limpio, cuidado y pulido con esmero, respeto y dedicación, no así el del peregrino, basto, polvoriento y ensangrentado.

- El mejor de entre nosotros...- musitó el peregrino desde el suelo.
-...tras su más querido amigo, no lo olvides-, completó Antietam. Dio un vistazo apenado a las heridas del torso y al cuerpo del hijo envuelto en vendas y aceites-. Tienes que parar: lo que estás haciendo es monstruoso y lo sabes. La orden ha enviado a otros; tienes suerte de sea yo el que ha dado contigo.
- ¿Y qué harás?
- Ya lo sabes. Volveremos a casa. Lo liberarás. La orden te juzgará y pagarás tu parte. Lo que venga después será cosa tuya.

El grillete cayó junto al peregrino, pesado y gris, su otro extremo prendido al brazo del otro Suspiro de las Sombras, que volvió a incorporarse.

- Te estás volviendo loco de dolor. Si no lo haces por él, hazlo por Teuma: permíteles reunirse; deja de ser el monstruo que separa a una madre y su hijo.

El peregrino vio cómo le tendían una mano llena de compasión, sí, pero también firmeza.

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08/04/2019, 16:45
Aenidë

Su mirada es odio ardiente,

su sonrisa es una mueca,

manos rotas, de sirviente

y esa carne adolescente

que ahora está gastada y seca.

 

Fue tu nuera y ahora ha visto

de tu hijo el cuerpo inerte

y ahora todo está previsto,

tú te pasaste de listo,

y por ti se hizo su suerte.

 

Buen y mal sino es el tuyo

te odia pero aquí, en tu pecho

percibe encerrado al cúyo

y su corazón es suyo

y no puede darte arrecho.

 

Entre eslavos ha vivido,

y de mano en mano fue,

y de Pucela en el nido

sirviendo está la que ha sido

quien te salvó del traspié.

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08/04/2019, 22:58
El Peregrino

La sombra perfecta, mostrando una piedad que no suele mostrar gratuitamente o la dolorosa muñeca rota que en tiempos fue mi nuera, llena de odio por mi y de amor por aquello engastado en mi pecho, a ambos tendría que pagar por su ayuda, pero temo el contenido de sus escrituras.

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08/04/2019, 23:54
Qiasis

El oráculo hizo bailar la moneda entre sus dedos y con una floritura exagerada se la colocó cerca del oído.

"Escucho una canción, peregrino, que canta el origen de la creación. Los Altos se recrean con su dulce melodía y las vetustas palabras que revolotean en el aire. Son conocedores del pasado, presente y todos los futuros. Incluído el tuyo.

La diosa Pucela es testigo de tu encuentro. En la habitación donde tus heridas han sido tratadas un joven te observa. De rostro enjuto y afilado, es el curandero de Kalisia. Sin embargo atisbas en sus ojos el pasado que habéis compartido y, desdibujando las marcas del paso del tiempo, su rostro es tan semejante al tuyo como lo fue cuando vuestra madre os vio nacer.

El destino quiso que os separárais a una edad temprana. Con el recuerdo de su espalda en tu retina, os tomáis de la mano como si el contacto de vuestra piel restaurara el hilo que os había unido. No obstante, en su voz se tiñe el resentimiento y la melancolía. Cuando tú, peregrino, os embarcásteis a buscar bonanza él cargó con las penurias que tu nunca sufriste. El hambre, la enfermedad y la esclavitud.

Te susurra su historia. Kalisia le ha dado refugio y un motivo para vivir. Pero te lanza esta advertencia:

No saldrás vivo de Kalisia si no te haces respetar. Es fácil entrar, pero salir es una hazaña que pocos han podido lograr. 

Sin conocer la veracidad de sus palabras, pues la discordia es palpable en cada sílaba pronunciada, te deja solo con tus pensamientos en los primeros rayos del alba".

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09/04/2019, 22:34
El Peregrino

Bajé la cabeza mientras aquel nivel del puzle quedaba finalizado. Me giré dando la espalda al ocupante del espejo, para que no supiese que su ocupante me había contactado, y volví a levantar la vista. Antietam me sonríe, piadoso y me promete una libertad que sé imposible desde hace tiempo, pero aún así no puedo enfrentarme a él ahora, y necesitaba saber de aquel otro al que había enviado la orden.

Tomé le grillete y lo recorrí repetidamente con unos dedos que habían pedido sus huellas y su sensibilidad hacía más de mil noches, evaluando la longitud de su cadena, pero mi antiguo compañero no era tonto en absoluto y no me iba a regalar una vía de escape tan sencilla, si se había molestado en recorrer medio mundo para hacerse con aquello que tanto ansiaba la orden.

- No lo entiendes, Antietam. Hay una oportunidad... He oido sobre los antiguos, no son cuentos de viejas, y ellos pueden... ¡ELLOS PUEDEN HACERLO!- Le mentí sin especificar más, permitiéndole sonreír, sentirse inteligente ante una idea tan peregrina, pero mientras lo hacía me giré hacia el espejo, viendo cómo un brillo violeta, que no debía estar allí, me respondía como si fuese un guiño. Lo miré con ira, me hinché desde la profundidad de mis entrañas y golpeé con un solo impacto seco la brillante superficie, que se cubrió de miles de nervaciones blanquecinas.

Volví a girarme hacia Antietam, mostrando cómo la ira había contenido el llanto y cómo esta, a su vez, se iba disipando mientras tomaba el grillete de nuevo, cerrándolo en torno a mi muñeca y ofreciéndoselo a mi interlocutor para que este lo cerrase, con la esperanza de que este gesto le pareciese lo suficientemente sumiso como para aceptar mi silenciosa promesa de que iba a caminar junto a sus pasos.

Ambos nos pusimos en pie, poniendo rumbo a dónde quiera que me quisiese arrastrar, mientras escuchaba a mi espalda cómo saltaba un fragmento de vidrio enmarcado por nuestro resquebrajado reflejo. Me pareció escuchar una risa minúscula, con el tono de la voz del reflejo.

La misión encomendada por la orden era sólo una vulgar excusa, Antietam había venido a cobrarse una deuda tan perdida en el tiempo que sería asombroso que los oráculos aún pudiesen recordarla. ¿Cuál es esa deuda de la que algunos hablan como El Reparto de mil Robos?

Notas de juego

Una moneda para el Séptimo Oráculo.

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10/04/2019, 23:41
Qiasis

Con un movimiento rápido de muñeca, multiplicó una moneda en tres piezas más de oro macizo.

"La respuesta es breve y la historia vieja. No es oro lo que debes a tu viejo amigo Antietam. No son tierras ni tesoros ajenos lo que viene a cobrar. En mil pedazos se rompieron las lágrimas de Dastia, heraldo de la diosa de la guerra, para proteger vuestro hogar de un derramamiento de sangre inocente. Convocaron a la orden, fieles seguidores de Dastia que os garantizaron la inmunidad ante la mano mezquina del hombre. Sin embargo, nada en el mundo terrenal es dado sin recibir algo a cambio.

Mil lágrimas derramó el heraldo para saciar la sed de los fantasmas de tus enemigos y mil lágrimas deberás llorar a Dastia por cada alma que fue arrebatada aquel dichoso día de violencia y muerte. La tarea es sencilla, pero nadie ha logrado verter mil gotas sobre el rostro marmóreo de Dastia, tallado en el suelo de centenares de torres a lo largo y ancho de la tierra. El castigo podría ser perder un ojo, un sentido, un recuerdo o la capacidad de sentir el amor. El pago por el fracaso siempre lo dictamina Dastia.

Recuerda mis palabras. "

Notas de juego

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11/04/2019, 12:45
El Séptimo Oráculo

Captor y cautivo atravesaban los pasillos del templo cuando timbales, cuernos y campanas rugieron desde el exterior. El peregrino sintió cómo la prisa invadía a Antietam, que corrió a asomarse a una de las estrechas ventanas: bajo ellos discurría la Puerta del Puerco, la entrada al barrio más pobre de Kalisia, pero una lujosa comitiva se abría camino entre el lodo y los podioseros.

Un gigantesco palanquín abierto destellaba de oro y piedras preciosas levantado por un centenar de esclavos. A su alrededor un ejército de guardas y criados se ensañaba a gritos, latigazos y empujones con los curiosos, mientras los instrumentos de los músicos que los seguían continuaban bramando con estruendo.

Sobre la plataforma, reflejando la luz como un faro, había un Hijo Dorado: su carne de oro viviente adoptaba ahora la forma de un bebé y palmoteaba con alegría sobre las faldas de una de sus nodrizas. Tomó con destreza adulta uno de los pechos, varicoso, amoratado y herido, y lo estrujó con deleite para dar un largo y goloso trago. Ella, como el resto de nodrizas, tenía la mirada ausente y vidriosa de los adictos: algunas debían de mascar hojas de loto rojo como indicaban sus encías vivamente carmesíes, pero ésta lucía las picaduras y venas negras de las repulsivas orugas de opio mientras amantaba esos labios de metal con leche, sangre y drogas.

- Monstruo aberrante...- susurró Antietam, con los ojos fijos en la criatura como si todo lo demás se hubiera desvanecido. La intensidad del amor y el respeto que sentía por el peregrino se había transformado en una vibrante pira de odio.

- ¡Traedme a ese sultán vuestro! -ordenó el Hijo con voz grave y poderosa capaz de empujar las velas de una flota de barcos, de acallar la tormenta-. Que venga con los mil regalos debidos, a mí y a mis hermanos.

La guardia kalisia se había sumado sumado al fin al séquito, y comenzó a conducirlo hacia la ciudad interior y sus palacios por entre las míseras callejuelas dejando atrás la Puerta del Puerco.

- ¿Has venido a por él?- preguntó el peregrino.
- He venido a por él.
- ¿Voluntariamente?
- Voluntariamente.
- ¡Ja!-, rió secamente el prisionero-. ¿Quién es el loco entonces?

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11/04/2019, 19:06
Aenidë

No es mi poder quien te lo dice, Peregrino,

es del cristal habitante de quien viene

este canto visceral que yo traduzco

solamente como se, por eso, ¡escucha!:

 

Azur tiene los colores

Millet negro para el párpado

Ravon es dueño del flujo,

de Beak los hueros páramos.

Luz y sombra, vida y muerte

de mil robos de los pájaros.

Su madre, la diosa Inanna

de muerte y amor diáfano

era dueña y engendró

con su ser a cuatro vástagos.

Robaron su esencia y tú

ciego a la luz como un cárabo

tu recuerdo recuperas

por mi poder psicofármaco.

Soy libre, pues pagué el precio

me voy sin hacer escándalo:

¿dónde están las cuatro plumas

negras de los cuervos vástagos?

¿Cómo hiciste la prisión

que en tu pecho es como un Tártaro?

Notas de juego

La diosa Inanna, por cierto.

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12/04/2019, 16:00
El Peregrino

El peregrino creía que en la soledad asumida durante su deambular hacia la ciudad de las gaviotas se habría librado de la monstruosidad humana y sus consecuencias pero parecía que al ser arrastrado a aquella ciudad, a aquel templo, a aquella amistad y aquella ventana, se había vuelto a hundir en los enfermizos espectáculos viciosos surgidos del apetito de poder.

Aquella criatura dorada, bajo el resplandor, amamantada por un seno venenoso emitió una voz repugnante, carente de cualquier rasgo de piedad, y todo para exigir más, más y más. Así pues las Sombras continuaban con su segundo mandamiento (el primero se refería a la recolección de las Dádivas Oscuras): dar fin a las Bocanadas Impías. Con esa denominación se referían a los hijos y descendientes de las criaturas demoníacas que habían llovido sobre todo su mundo hacía varias generaciones. 

El peregrino había pactado con una para que mullera su pecho y depositase allí a su hijo. Por ello se había convertido en un enemigo de su antigua orden, pero si Antietam le había prometido una oportunidad tenía que ser porque al liberarse de su peso estaría dando muerte al impío que le había socorrido. Mientras se mantuviese ese lazo, la criatura sería inmortal en esa realidad. Y si su viejo amigo debía enfrentarse a aquella aberración, él también tendría que mancharse las manos.

El Reparto de Mil Robos era el corazón de las arcas de la orden, una pieza abstracta que devolvía la mirada a cualquier ente sintiente haciéndole ver aquello que más ansiaba, convirtiéndose en su obsesión. Aquel hijo dorado de una pesadilla (y sus muchos hermanos) habían creído en su ingenuidad que realmente se trataba de mil regalos, y así se lo habían prometido.

El peregrino y Antietam habían de encarar aquella negociación portando el grillete que los volvía a hermanar, debían seguir el camino que había tomado aquella procesión y actuar como buenamente pudiesen

Ante aquella tanda de imprevistos, el pregrino no pudo más que volver a recurrir a su panteón privado de oráculos, abordándolos con dos de sus dudas más acuciantes:
¿Iba la orden de Pucela dejarlos salir de aquellos aposentos libremente?
¿ El habitante del espejo sería un tercer aliado?

Notas de juego

Moneda para el Séptimo Oráculo, y dos nuevas monedas en juego.

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14/04/2019, 19:30
El Séptimo Oráculo

Antietam empezó una carrera por los pasillos del templo camino de la salida casi arrastrando al peregrino consigo. Atravesaron miradores cubiertos de hojas y polvo que olían a olvido y descomposición; comedores tenebrosos en los que los monjes trataban de arrancar brillo a las piedras rascando cepillos, agua y vinagres a la escasa luz de los candiles; galerías en las que el techo dejaba pasar la luz dibujando el emblema pucelano: un hexágono dividido en una zona oscura y otra luminosa...

Durante aquella apresurada incursión en la vida monacal el peregrino no dejaba de atisbar, siempre en el borde mismo de su consciencia, siempre acechando y a punto de hacerse patente, la presencia del espejo. Las grietas en el cristal parecían latir, pulsar al ritmo de un corazón, y la oscuridad se reflejaba junto a sombras humanas y volutas púrpureas. Como un insistente admirador el espejo surgía en cada habitación y cada pasaje que recorrían, inadvertido por nadie más.

Al fin llegaron al portón, de una madera tan pesada y grisácea como las paredes que la rodeaban. Sobre él un relieve de Pucela, la Diosa Hendida, contemplaba el espacio extrañamente sombrío y gélido: la mitad hermosa de su rostro sonreía con candor mientras la otra, tuerta y abrasada por las llamas, exudaba rabia y severidad. Dos enormes monjes estaban apostados con las manos descansando en los pomos de gigantescas cimitarras tan altas y pesadas como niños. Pero, tan terrible la visión de esos filos, peor era la de sus rostros: cada uno mostraba las mismas horrorosas quemaduras y la misma expresión de ferocidad que su diosa, mientras ocultaba la mitad sana de su cara tras vendas aceitadas y colgantes.

- No podéis marcharos aún-, dijo uno de ellos, aunque las vendas y el rebote de los ecos en los altos techos y paredes impedían saber cuál.
- Pucela aún no ha dictado vuestros destinos- dijo el otro, una voz solemne e impersonal.
- Nos acogimos al cuidado del templo- protestó Antietam.
- Y cuidado obtuvisteis- respondió una voz femenina tras ellos: seis monjes surgían de entre las sombras que portaban varas y cuchillos. Hombres y mujeres, todos lucían las vendas y las cicatrices-. Ahora la diosa decida qué regala o qué reclama.
- Y a tí no te reclama, Suspiro de piel morena.

Otra docena de monjes apareció, ominosa, solemme y cargada de armas sencillas y letales. El que había hablado mostraba en alto una moneda: el hermoso rostro de Pucela cantaba.

- No tenéis que hacer esto. Podemos llegar a un acuerdo...

Las atropelladas palabras de su compañero no llamaron la atención del peregrino: tenía sus sentidos puestos en otro monje que lanzaba al aire una moneda. O más en su imagen: el espejo había reaparecido y ahora estaba dispuesto tras los recién llegados. Los dos metales completaron sus recorridos y pudo cómo aparecía el rostro hermoso en el reflejo de la moneda, pero el rostro herido en la moneda real.

- Puedes seguir tu camino, Suspiro pálido.

¿Cómo era posible? El monje sostenía en alto la pieza con el desfigurado rostro de Pucela, pero nadie lo advertía. Como nadie más advirtió el guiño cómplice qué dirigió el monje reflejado al peregrino.

-Bien, podemos dejar el templo -, Antietam a duras penas podía disimular su alivio mientras se dirigía a los guardianes de la puerta.

- No así el tercero de vosotros-, resonó un último monje que enseñaba una moneda con el resultado funesto.
- ¿Qué tercero?
- ¡La Diosa Hendida reclama!- corearon los monjes al unísono.
- Mi hijo, Antietam-, ladró el peregrino-. Pucela ha reclamado a mi hijo.

Notas de juego

Aquí, optando a las dos Monedas :)

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14/04/2019, 22:49
Qiasis

El oráculo contemplaba su semblante ciego en un espejo de mano, similar al objeto que portaba el peregrino que pedía su consejo.

"Netera nota tu miedo a través de tus dedos. Sabe que la diversión está próxima a su fin. Aún confinado en los oscuros abismos del interior del espejo, palpita su fuerte corazón desde las profundidades y te llama, Peregrino. En tu deambular escuchas una voz en tu cabeza, burbujeante y queda como en la ensoñación que Netera te indujo en las puertas de Kalisia.

Vas a morir. Susurra la voz.

La oyes claramente y sabes que solo tú eres el destinatario de sus palabras, pues Antietam sigue imperturbable. Miras nervioso al espejo y vuelve a resonar la voz de Netera en tu cabeza.

Puedo ver tu alma, Peregrino. Un pacto solo se rompe si el pecado es ajusticiado. Pero te propongo un trato. Los dos saldremos beneficiados. Déjame poseer el cuerpo de la criatura impía que colocó a tu hijo en tu pecho y libérame de esta prisión cristalina ¡A cambio desharé la naturaleza infame de este ser y te acompañaré en tu travesía hasta el momento indicado en que asesine a la bruja que injustamente me encerró!

La muerte del Peregrino significaría la mortalidad para la criatura y la purificación de la orden frente a Pucela. Sin embargo, me pregunto si el ente del espejo te ayudará a escapar de sus garras. Solo tienes que entregarle el espejo al que amamanta y el reflejo quebradizo del espejo intercambiará sus almas."

 

Notas de juego

No sé si responde a tus dos preguntas porque no, no te dejan ir y el espejo es tu aliado xDDD Ya me decís si está bien ^^u

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16/04/2019, 19:56
Aenidë

Bajando las escaleras

del umbroso semiergástulo

de Pucela, donde esclavos

con los huéspedes exhaustos

se mezclan, está el portal

que os mantiene a buen recaudo.

Antiétam, sus hechizos

lanzará manipulando

a los que guardan la puerta

para salvar el obstáculo:

"perdón" y con sus palabras

mil corrientes dando pábulo

a la umbría hechicería

os darán el paso franco.

Pero tú tienes un as

en la manga: que has guardado

de Turulë un lindo truco,

trocarás así sus cálculos:

donde perdón, es venganza

y de los dos, el incauto

será Antiétam, pues atados

ambos por grilletes mágicos

seréis también los contrarios

a los ojos de los fámulos

de la diosa y a tu amigo

convertirán en esclavo

mientras tú, pagando multa

libre saldrás de sus claustros.

Notas de juego

Creo que les dejarán salir... ¿O no?

La otra pregunta igual me da tiempo a contestarla mañana :S

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17/04/2019, 18:26
Aenidë

Una vez fuera, tu mano

seguirá estando grillada

han cortado la cadena,

de tu brazo cuelga lacia.

Alguien sigue ahora tus pasos

presurosos por la plaza,

la Puerta del Jabalí

verá -son sus piedras blancas-

el encuentro en el que tú

veras a quien te miraba

desde el cristal encantado

que rompiste allá en la casa.

Ojos verdes la capucha

de tela verdidorada

piel morena y cicatrices

en cuello, manos y cara.

Femeninos son los rasgos

de aquella que te prestara

el don que de los espejos

extraído se sustancia

invocando los reflejos

que engañen a quien tú mandas.

Te ha alcanzado allá en la puerta

tu atención así demanda:

en tu hombro posa su mano

de uñas largas y afiladas.

Túnica verdidorada

zapatillas de piel blanca

joyas ocultas que suenan

cuando se gira o señala.

"Pues mi nombre está vedado

llámame Serinamalva

me has liberado y ahora

te persigo por las plazas

para decirte que fui

viajera de aquella pampa

de espejos y que caí

presa de desesperanza".

"¿Quien eres tú? ¿Que ocurrió

que ese camino buscaras?

¿Donde te llevan tus pies?

¿Cual es tu historia y tu casa?

Dímelo y a cambio yo

de cada pregunta tanta

respuesta como me des

te ofreceré como dádiva".

Escucharas sin poner

atención a sus palabras

pues tu problema candente

se esconde tras la fachada

de las salas de la diosa:

¿no has salido tú del paso

tu servidumbre librada?

¿No tienes el pecho lleno

de tu retoño del alma?

Algo ha quedado detrás

hueco pero de importancia:

su cuerpo tras la aventura

se ha quedado en la estacada.

Notas de juego

Bueno... No sabemos si será un tercer aliado o no, pero conoceríamos su aspecto y el nombre por el que se le llama.

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21/04/2019, 19:48
El Peregrino

El peregrino se dejó arrastrar por los pasillos del templo camino de la salida, atravesando miradores cubiertos de hojas y polvo que olían a olvido y descomposición; comedores tenebrosos en los que los monjes trataban de arrancar brillo a las piedras rascando cepillos, agua y vinagres a la escasa luz de los candiles; galerías en las que el techo dejaba pasar la luz dibujando el emblema pucelano: un hexágono dividido en una zona oscura y otra luminosa...

Durante aquella apresurada incursión en la vida monacal no dejaba de atisbar, siempre en el borde mismo de su consciencia, siempre acechando y a punto de hacerse patente, la presencia del espejo. Las grietas en el cristal parecían latir, pulsar al ritmo de un corazón, y la oscuridad se reflejaba junto a sombras humanas y volutas púrpureas. Como un insistente admirador el espejo surgía en cada habitación y cada pasaje que recorrían, inadvertido por nadie más.

Al fin llegaron al portón, de una madera tan pesada y grisácea como las paredes que la rodeaban. Sobre él un relieve de Pucela, la Diosa Hendida, contemplaba el espacio extrañamente sombrío y gélido: la mitad hermosa de su rostro sonreía con candor mientras la otra, tuerta y abrasada por las llamas, exudaba rabia y severidad. Dos enormes monjes estaban apostados con las manos descansando en los pomos de gigantescas cimitarras tan altas y pesadas como niños. Pero, tan terrible la visión de esos filos, peor era la de sus rostros: cada uno mostraba las mismas horrorosas quemaduras y la misma expresión de ferocidad que su diosa, mientras ocultaba la mitad sana de su cara tras vendas aceitadas y colgantes.

- No podéis marcharos aún-, dijo uno de ellos, aunque las vendas y el rebote de los ecos en los altos techos y paredes impedían saber cuál.
- Pucela aún no ha dictado vuestros destinos- dijo el otro, una voz solemne e impersonal.
- Nos acogimos al cuidado del templo- protestó Antietam.
- Y cuidado obtuvisteis- respondió una voz femenina tras ellos: seis monjes surgían de entre las sombras que portaban varas y cuchillos. Hombres y mujeres, todos lucían las vendas y las cicatrices-. Ahora la diosa decida qué regala o qué reclama.
- Y a tí no te reclama, Suspiro de piel morena.

Un monje giró otra moneda de oro, y la Pucela hermosa volvió a mostrar su clemencia. - También el tercero de vosotros puede partir.- Comentó, haciendo referencia al hijo del peregrino.

Y una tercera vez se repitió el juicio de la diosa, mostrando por primera vez su rostro mancillado.- Eres tú quien ha de pagar por todos, peregrino. - Exclamó una etérea voz femenina desde las alturas.

Pero tan pronto como esto se dijo, antes de que el peregrino se pudiese preguntar cómo separarían a padre e hijo para que este último no sufriese su condena, vio una vez más el espejo por el rabillo, en el que se vio a sí mismo repitiendo unos ademanes muy concretos que había aprendido y casi olvidado de Turulë. Sin pensarlo los repitió de este lado del espejo, con movimientos prestos, antes de que los custodios de la entrada y guías de los condenados volviesen a increparle.

- Ya has oído a la Diosa, peregrino. Tu lugar está ahora entre nosotros.- Escuchó un celérico corte en el aire, bajando entre Antietam y él, que terminó en el sonido seco del hierro quebrado.- Has de venir con nosotros a los rincones bajos.- Continuó el monje tomando a Antietam del brazo.

Aquel hechizo había surtido efecto pero ni lo habría recordado de no ser por el habitante del espejo.

Cuando Antietam separó sus labios en una clara mueca en la que se gestaba una queja, la voz del peregrino surgió del espejo, rebotando en las paredes hasta salir de los labios del nuevo esclavo de Pucela. - Sea pues.- No dijo Antietam, pero así todos le habían entendido.

El portón se abrió y un falso Anteitam se coló entre sus gruesas láminas mientras la auténtica sombra nacida con aquel nombre se tornaba en un ceniciento peregrino, caminando bien flanqueado hacia las estancias subterráneas.

- No tenemos demasiado tiempo.- Susurró la habitante del espejo, que por fin descubría su género, al ahora libre peregrino.- Antietam recuperará su aspecto tan pronto como su faz sea quemada, y eso será en las misas del atardecer. ¿Me liberarás ahora de este quebrado cautiverio y me explicarás cómo podremos huir?

Notas de juego

Esta vez es Serinamalva, la habitante del espejo, quien hace las preguntas.

Una moneda para el Séptimo Oráculo y otra para Aenidë.