Partida Rol por web

Sigmar logra impactar con éxito en la Pixie A, dejándola bastante débil, pero las pequeñas Hadas no se quedan quietas y contraatacan lanzando un par de estacas de hielo hacia el pobre Tetsuya, por suerte para él, no fueron golpes muy fuertes.

¿Qué era esto? ¿Dónde estaba? ¿La realidad? ¿Un sueño? ¿Una pesadilla?

Ayame no solo era una amante del ocultismo, sino que de verdad creía en los espíritus. De verdad... que lo sentía. Era algo difícil de explicar, imposible quizá. Una conexión con lo sobrenatural que desde muy pequeña había sentido que tenía. Así que cuando se vio repentinamente en aquel lugar extraño, que parecía completamente el juicio de Anubis, se asustó de verdad. Estaba muerta, ¿verdad? No sabía cómo, ni por qué, ni podía recordar nada más que el haberse ido a dormir, pero estaba muerta... y ahora su alma estaba siendo juzgada.

Lo llamativo y extraño que era el juez que le había tocado, o el pobre chico que tenía al lado sufriendo algo parecido, las voces y los murmullos externos... todo quedó completamente en segundo plano cuando Ayame vio a la persona a la que tenía delante. No otra... que sí misma.

"Por fin, chica... que ya era hora." oyó decir a su reflejo, dándole de algún modo la bienvenida. No cabía duda, era ella. Era su voz y apariencia, la única diferencia significativa siendo el brillante color amarillo y dorado en sus ojos. La otra Ayame se encontraba mirando aburrida un reloj invisible, con gesto aburrido y serio. Y cuando giró su cabeza para mirar a la Ayame de ojos aguamarina, y comenzó a hablar, esta última sintió un terrible escalofrío de puro pavor.

"Esta vez, me vas a tener que escuchar."

Ayame se abrazó a si misma, tenía mucho, mucho frío, sentía un sudor frío recorriéndole el cuerpo y los dientes le castañeaban. No necesitaba escucharla otra vez, no necesitaba escucharse otra vez. Esa voz... esa voz que tanto odiaba y temía, su propia voz, que tantas y tantas veces la había torturado. 

"Nadie te quiere, Ayame."

Ahí estaban. Las primeras palabras. El principio del mismo discurso, el que una y otra vez acababa oyendo. El que venía cuando estaba en silencio, el que venía cuando estaba a solas. El que venía cuando se paraba a pensar. Ayame sacó atemorizada sus auriculares y se los llevó a los oidos, y frenéticamente buscó su móvil para poder poner a reproducir música, la música acallaría la voz de su mente, como tantas veces había hecho. Su cara se puso pálida al ver que no llevaba encima el móvil, ni ningún reproductor de música.

'Dark Ayame' sonrió, y para el horror de Ayame continuó. Continuó hablando. Continuó con ese discurso. Casi siempre era el mismo, no las mismas palabras, pero sí el mismo sentido. Algunas veces era más brillante que otras, es decir, más especialmente punzante, doloroso y desgarrante.

Hoy era una de esas.

"Nadie te quiere porque eres una aguafiestas y una asesina. La responsable de que mamá muriera, y de que papá la perdiese." La Ayame de ojos aguamarinos se llevó las manos a las orejas, intentando taponar esa voz, como fuera, pero sus esfuerzos eran en vano, porque sin música no podría dejar de oírla. Se oía al mismo tiempo dentro y fuera de su cabeza. Sin una distracción, sin otra conversación, algo, lo que fuera... No podría dejar de oírse a si misma. "Sí, vale... lo reconozco... puede que dejar a su hija abandonada cuando más le necesitaba no fuera la opción más responsable para un padre... Nuestro padre no se comportó bien. Pero... ¿puedes culparle, Ayame? ¿A que en verdad no? No habrías hecho tú exactamente lo mism-" 

"¡DÉJAME EN PAZ! ¡CÁLLATE!" Ya estaba bien. ¡Ya bastaba! Ayame agarró a su copia con brusquedad de la chaqueta y la empujó con fuerza tirándola al suelo. Siempre era así. Siempre intentaba acallar lo que no le gustaba con empujones, y así su otro yo se lo hizo saber sin siquiera decir ni una palabra, tan sólo mirándola, mirándose con frío reproche. Ayame decidió reaccionar nuevamente, actuar y negar, negar como había hecho tantas, y tantas y tantas otras veces. "¡DÉJAME EN PAZ! ¡CÁLLATE! ¡NO AYUDAS! ¡Y-Y YO NO SOY ASÍ! ¡YO NO TENGO LA CULPA, YO NO... Y-YO NO...!"

Dark Ayame se mordió un dedo con fuerza, haciéndose sangrar a si misma, pero el dolor y la sangre, como un fiel reflejo al espejo, también aparecieron en la mano de Ayame. El dolor era desagradable e insoportable. Era, de nuevo, otra de las formas que Ayame había encontrado para acallarse, para silenciar esa voz interior. Era un método que no le gustaba, mucho más agresivo que el de escuchar o hacer música, que el de leer libros, charlar con alguien o salir a correr para hacer ejercicio. Autolesionarse no provocaba en Ayame ningún placer, tan solo dolor y repulsa. Pero funcionaba. Acallaba las voces, como la propia Dark Ayame acababa de recordarle haciendo callar a su yo de ojos aguamarina.

"Cállate tú. Estás haciendo lo mismo de siempre. Lo mismo que hizo papá. Huir, huir, huir y agachar la cabeza. Pero en el fondo lo sabes, sabes que estás sola. Que eres patética y que tienes harta al servicio. Solo siguen en la mansión contigo porque les pagas. O en el caso del mayordomo, porque a diferencia de ti y de papá, él no huye de la vida ni de sus responsabilidades. Como haces tú."

Ayame agachó la cabeza. El mayordomo, Wasabi, siempre había sido prácticamente parte de la familia... pero ella siempre había sido una carga para él. Siempre dándole problemas, a él y a todos. Al servicio, a los tutores privados, los médicos, las plantas, los compañeros de curso... Poco a poco, Ayame se agachó cada vez más, hasta quedar sentada en el suelo, con lágrimas en los ojos, abrazándose las rodillas, sin poder evitar el contacto ocular con su otra mitad.

Su otro suspiró, y se llevó una mano a la barbilla, apoyando la cabeza sobre la palma de su mano, recogiendo un mechón de pelo entre sus dedos con aire aburrido. La miró con auténtica repugnancia, y la señaló con desprecio.

"¿Sabes por qué nadie te quiere, Ayame? En el fondo lo sabes... Es porque no lo mereces. Porque me odias a mí, te odias a ti, odias a papá y mamá y odias al mundo entero. No los mereces, asesina. Asúmelo de una santa vez. ¡Asume que eres basura sin remedio! ¿Pero quién puede culparnos, Ayame? ¿Quién puede culparnos de nuestro odio? Nadie. ¡Nadie! Nadie más que tú, que has vivido una vida llena de lujos, pero vacía. Tan vacía como lo está nuestro corazón, por mucho que te esfuerces en intentar ocultarlo con falsos deseos de ayudar a la gente, al medio ambiente y a ti misma. Todo es mentira. Caminas como un zombie a todas partes, porque es lo que eres. ¡Un zombie, como el resto del mundo! Te odias, me odias, y sabes que todos en el fondo hacen lo mismo. Todos salen corriendo como papá. Todos desean con celos tu vida y tus lujos, y atropellarían a su propia madre en coche solo por tener la educación de élite que has tenido tú, y los lujos. Los manjares, la mansión, el jardín, tu fortuna e ingresos. ...¡Pero si eres una privilegiada, y encima te quejas! ¡Encima tienes el valor de quejarte de que "estás sola en el mundo"! ¡Pues claro que lo estás! ¡Todo el mundo lo está, asúmelo de una vez! ¡Y nadie hace nada por arreglarlo! Todo el mundo es tan egoista como papá, ¡todo es negro! ¡No hay color, no hay música, no hay amor! ¿Y encima te atreves a pensar, en el fondo, que esto está mal? ¿Que encerrarte en ti misma no es lo correcto? ¿Que pensar de esta forma está mal? ¿Que debe de haber todavía música en el mundo? ¿Espiritualidad? ¿Color? ¿Amor? ¡Déjate de tonterías infantiles! ¡¡No existe nada de eso! ¡Solo egoismo puro, duro y crudo! ¡Todo el mundo mira sólo por si mismo! ¡Tu padre lo hizo, y te dejó tirada! ¡Tirada porque no vales nada! ¡Empieza a entenderlo, y empieza a mirar por ti y solo por ti de una vez! ¡Deja de obsesionarte con que puedas hacer feliz a nadie, con que puedas "ayudar" a la gente!"

"Basta... por favor... para... Me haces daño... me haces daño de verdad..." suplicó Ayame entre lágrimas, abrazada a si misma, impotente, asustada, incapaz ya siquiera de mirarse a la cara. Pero la Ayame de ojos amarillos no se calló. No paró. Entró aún en más cólera. Dark Ayame se acercó a su otra mitad y la agarró como le había agarrado ella antes. La levantó del suelo, sólo para agitarla y después tirarla contra el suelo otra vez.

"¡PARA TÚ DE VIVIR! ¡Sólo eres una molestia! ¡Ni siquiera sabes hacerte feliz a ti misma! ¿¡Cómo diantres vas a hacer feliz a nadie más!? ¡Me tienes harta! ¡Hipócrita! ¡Niña estúpida, deja de molestar! ¡CÁLLATE! ¡Deja de intentar engañarte a ti misma! ¡Déjate de falsas sonrisas! ¡Deja de pensar! ¡NO MERECES NADA! NI SIQUIERA MERECES VIVIR. MAMÁ MURIÓ POR TU CULPA. PAPÁ TE DEJÓ POR TU CULPA. ¡¡HACES DAÑO A LA GENTE SÓLO CON TU EXISTENCIA!!"

Tendida en el suelo, no sabía que estaba pasando, siendo sólo consiente de que sentía el cuerpo pesado y un fuerte dolor de cabeza, luego, un llanto, uno que se le hacía familiar, a pesar de saber que nunca lo había oído. Abrió los ojos y cayó en esa confusión que todos tenemos cuando despertamos e intentamos recordar donde estamos. Esa sensación no se esfumó luego de los tres segundos que uno tarda en recordar qué ha pasado. Llegó El Segundo quinto, y esa conmoción no se esfumaba. Se sentó la chica, el llanto se hacía más intenso y se dio cuenta que provenía de su bisabuelo que estaba en una esquina, sollozando.

 — Ojīsan... — lo llamó, pero el espíritu no se movió, seguía dando la espalda, sin escucharla. Hotaru se puso movió y buscó gatear hacia el espíritu guía que tenía, pero paso se detuvo por alguien que se ponía delante de ella, era una chica, llevaba la falta de su uniforme de escuela, así que se sentó en sus pantorrillas y miró hacia arriba, sin saber qué esperar.

 — eres patética... — se encontró con alguien igual a ella, distinta sólo por pequeños rasgos  — indigna de todo el poder que deberías tener, pero insistes en ser... esto... una miserable e insegura niñita... no estas ni cerca de ser como tú madre, o tu abuela, ni cerca de ser digna heredera de tus poderes, deberías haber muerto tú y no tu madre  — le hablaba con mucho odio y desprecio, sus ojos amarillentos se entornaron mientras Hotaru intentaba entender qué quería decir o quién era, sin embargo sus ojos fueron de esa imagen que no reconocía como ella misma, y los enfocó en su bisabuelo, gateando en otra dirección para poder llegar donde él.

 — no me evadas...  — le grita amenazante, su alter ego se pone delante de ella nuevamente cerrando el paso  — eres incapaz de enfrentar algo, eres un error, alguien que no debió haber nacido... alguien que le quitó a su hermano, su madre  — Hotaru sigue en silencio. Bajando la mirada y arrugando el ceño, pero sigue sin responderle, se pone de pie y arregla sus ropas, y cambia de dirección otra vez, para ir con su abuelo.

 — ¡maldita... idiota!  — le grita y vuelve a cerrarle el paso, su abuelo seguía sollozando, hasta que la chica extiende su mano hacia el espíritu y comienza a desaparecer, aún sollozando por alguna razón.

  — ¡Ojīsan...! — grita al fin reaccionando y girándose hacia su misma imagen  — ¡déjalo en paz... déjalo tranquilo¡ — exclama, apretando los puños, para Hotaru ayudar a otro siempre era más importante para atender cualquier otra cosa, la chica tragó saliva, tambaleando ligeramente  —no... no sé de qué hablas.. realmente no me interesa — su voz comenzó a temblar, bajando su mirada, angustiándose por no saber qué pasaba.

— no me mientas, a mí no puedes mentirme, Hotaru, sé lo que sientes y piensas, sé que no entiendes mucho lo que te pasa... pero sobre todo temes que otros lo sepan, te ocultas y eres débil, demasiado, por eso eres indigna del donde que heredaste, patética — la mujer sonrió como signo de victoria, colocando sus manos en su cintura, podía sentir lo que sentía Hotaru, ante ella sí no podía no podía engañarse — podría ser distinta, ser segura de tí misma...— 

— ¿podría? — preguntó, levantando su mirada — ¿dejarás de molestar a mi abuelo? — intentó saber, su corazón latía con mucha fuerza — digo... podrías hacer que dejara de llorar o los demás espíritus — muchos fantasmas sufrían, y muchos vivos también lo hacían porque les faltó decirles algo importante a sus seres queridos. Todo eso ella lo podía sentir, por eso siempre sentía pena y angustia, al compadecerse de aquellos que sufrían.

— ¿y por qué iba a querer hacer eso?... pfff ¿vez? podrías ser la mas fuerte, ser reconocida.. no temerle a nadie, perdón... digo, yo podría, a nadie le temería, ellos lo harían — se larga a reír, y pasa su lengua por sus labios — deja de lamentarte y ser el remero del ser poderoso que puedes ser, y deja que el brillo de nuestro poder lo cubra todo, la muerte estará en todos lados, nadie se librará — abría sus ojos, disfrutando de saberse libre y pudiendo usar a los espíritus para cumplir sus deseos. Hotaru quedó en silencio, un largo rato...

— No —se escuchó con fuerza — no te dejaré, no permitiré que le hagas daño a otros... no, no serás yo — la enfrenta, nunca antes había enfrentado a nadie en su vida. Hasta ese día. 
 

Oh así que la escoria también sabe sacar los colmillos ¿eh?- rió a carcajadas tras ver como os enfrentabais a vuestras sombras. - Tanto da, escoria que se defiende sigue siendo escoria, ahora morid. - dio un mazazo en su mesa, dando una falsa sentencia y haciendo que vuestras sombras se transformaran en unas pequeñas hadas-monstruo.

Pero algo en vuestro interior se iluminó. Donde debía estar vuestro corazón, una luz blanca empezó a iluminarse, hasta que finalmente se hizo tan intensa que explotó como una bombilla, haciendo aparecer frente a vosotros unos monstruos. Por alguna razón sentíais que esos monstruos os eran muy familiares, a pesar de que nunca los habíais vistos en  vuestras vidas. La juez, al ver aparecer esos monstruos, abandonó corriendo la estancia por una puerta que había donde ella se encontraba.

¡Pero como os atrevéis a contrariar al libro oscuro! Está aquí escrito ¡todas las almas me servirán y morirán por mi si así lo requiero! Como pone en el capítulo diecisiete-B las almas que... - os soltó un tocho bastante importante, para finalmente dar un mazazo en la mesa y aplicar una falsa sentencia. - ¡Por eso os sentencio a convertiros en sombras! ¡Morid! - acto seguido aquellas copias vuestras se transformaron en dos hadas-demonio que se dispusieron a atacaros.

Pero algo en vuestro interior se iluminó. Donde debía estar vuestro corazón, una luz blanca empezó a iluminarse, hasta que finalmente se hizo tan intensa que explotó como una bombilla, haciendo aparecer frente a vosotros unos monstruos. Por alguna razón sentíais que esos monstruos os eran muy familiares, a pesar de que nunca los habíais vistos en  vuestras vidas. El juez, al ver aparecer esos monstruos, abandonó corriendo la estancia por una puerta que había donde ella se encontraba.

-Espera, ¿ahora que ocurre?- este sueño se había puesto de lo mas raro en especial por que ahora las sombras eran hadas, pequeñas Hadas con vestidos azules  y la juez ahora se limitaba a emitir una sentencia, a pesar de que habíamos ganado, esto si que era bizarro, pero antes de que pudiera defenderme una luz brillante y luego una especie de lobo metálico estaba frente a mí.

-¿Qué se supone que eres?- pregunté al ser que parecía con intención de defenderme de aquella hada agresiva.

-Yo soy el espíritu que todo lo devora, rompiendo las  cadenas del tiempo y el espacio, ¿eres el cazador o la presa? mi nombre es Fenir y estoy aquí para ayudarte, yo soy tu persona- mencionó el ser mientras se preparaba a combatir.

-¿Mi persona?- por alguna extraña razón entendía o parecía entender, este sueño era muy raro pero si Fenrir estaba ahí para ayudarme podía huir, pero lo cierto es que algo me obligaba a quedarme, algo me indicaba que debía dar alguna indicación pero cual, los pensamientos se fueron conectando y fue como si supiera que debía hacer -¡Fenrir, Agi! - grite al ser.

El lobo por su parte pareció entender lo que deseaba  por lo que se preparó para combatir frente al hada,llamas se formaron en sus fauces y una bola de fuego salió disparada sobre el hada que era mi rival.

Es hora de actuar, el momento de defender nuestra humanidad, la voz de mi corazón se hace más fuerte

"¿Así que este esta es tu convicción, joven? Bien, entonces hagamos el contrato, he estado esperando mucho tiempo. Yo soy tú, tú eres yo. Di mi nombre"

Una chapa de abogado aparece delante mía, la agarro con la mano y la aprieto hasta que se rompe, liberando así el poder de mi Persona

-¡Inari Okami!
Una figura casi etérea, la representación de mi alma, aparece detrás mía, una mujer alta sin pelo vestida con un kimono del mismo color de mi chaqueta y nueve colas.

-¡Garu!
Una poderosísima(natural 20) proyección de viento se dirige a Pixie1

Pude ver como la chica de mi lado también se oponía a su clon malvado lo cual me hizo aumentar el tamaño de mi sonrisa, en cuanto quedo claro que no nos íbamos a dejar doblegar por ellos tanto como clon como yo miramos al juez, el cual al parecer no se mostraba tan impresionado como ellos y nos sentenció de igual manera. Entonces ambos clones se deformaron hasta ser una especie de lodo negro con toques rojos que luego se elevo formando dos hadas.

- Pues daban mas miedo como eran antes la verdad... -respondí a la chica con toda la tranquilidad del mundo a pesar de que en realidad estaba casi temblando, por suerte para ambos una luz a la altura de nuestro pecho empezó a brillar cada vez mas y mas- ¿Pero que? -entonces la luz "exploto" e hicieron aparición dos seres frente a nosotros, uno de ellos el mas cercano a mi me resultaba extrañamente familiar e incluso su nombre apareció en mi mente- Sanada, ¿porque se tu nombre?

Sanada observaba a ambos enemigos con su katana en mano, el samurai no me miraba tenía todos sus sentidos enfocados en el enemigo hasta que una de sus manos soltó el arma, no sabía el porque pero empecé a seguir sus movimientos, ambos alzamos la mano con la palma abierta apuntando a el hada que instantes antes fue mi otro yo, de inmediato sentí dolor por todo el brazo como si algo me hubiera golpeado en la mano y el dolor continuara por todo el brazo, de la impresión incluso lo baje pero no sin antes ver lo que había causado con ese simple gesto.

. . .

Detrás de aquella dulce e inválida joven, apareció una mujer voluptuosa, vestida de negro junto con un kimono morado y una garra dorada en su mano derecha capaz. Con sus visibles cuatro alas negras, uñas de color violeta muy afiladas, dos cintas negras que en realidad son cuchillas y un peinado sujeto por numerosas peinetas doradas en forma de flechas.

¡Eiha!

Una bola de energía oscura salió de la palma de la mano de aquella mujer que impactó contra Pixie2.

La Pixie A recibe el Bufu de Umi, dejándola bastante tocada, pero al llegar el turno de Saito, le hace un daño que parece afectarle más de lo normal, aparte de hacer que desaparezca.

La pequeña y tenebrosa niña acaba con el hada sin problema alguno, pues la oscuridad parece afectarle demasiado. Parece ser la oportunidad perfecta para volver a atacar.

¡Eiha!

Aquella criatura volvió a lanzar una bola de oscuridad pura contra la otra hada que aún quedaba en pie, por algún motivo, Lilie no comprendía muy bien qué era lo que estaba pasando, pese a ello, lo que sí intuía que estaba ganando, a fin de cuentas, no estaba ardiendo ni sangrando... esas pequeñas hadas sí...

No entendía nada... Recordaba que me había ido a dormir en sí, pero ahora estaba en una especie de Isekai de Phoenix Wright, teniendo que defenderme a mi mismo de un cargo que no entendía, mezclado con una especie de Shinigami queriendo mi alma o algo parecido, y encima mi oponente era yo mismo, una especie de doppelganger con ojos amarillos. ¿Acaso iba a intentar comerme o algo así? No lo parecía, suponía que tampoco tuviera mejor capacidad física, y la parte de tener que servir a alguien como ese tan violento no era algo que me apeteciera en absoluto... ¡Menudo juego más mierda!

Pero mi compañera en este Isekai; que no recordaba o directamente no la conocía, pasó a verse mucho peor que yo... ¿Matado a su madre? ¿Su padre la abandona? Joder, su doppelganger si que andaba bastante cabreada, pero eso de que muriera... Eso era pasarse. ¿Pero me atrevería a interrumpirla? Miré a mi propio doppelganger, esperando que este dijera algo, pero no lo parecía que fuera a hacer, simplemente mirándome... Pero ya acabé hartándome, pasando a agacharme un momento cogiendo la zapatilla que tenía del pijama, y luego pasar a lanzar dicha zapatilla hacia el doppelganger de la chica, dándole en plena cabeza.

- ¡Ey! ¡Deja ese juego tan malo! - Dije, claramente mostrando uno de los problemas sociales que tenía, de que todo lo solía asociar a un juego. Mi doppelganger dio unos pasos hacia delante, colocándose al lado mío, pero estaba mirando también a la doppelganger, con una leve sonrisa en su rostro. No entendía por qué parecía estar de momento de mi lado, sin hacer nada, pero no parecía hacer mucho más ahora mismo. Pero yo iba a dar mi discurso a mi manera... ¡Ojalá tuviera esta valentía fuera de este sueño! Si es que fuera un sueño claro.

- No porque ahora mismo no sepa ser feliz, no quiere decir que no se llegue al final feliz algún día. ¿Acaso el héroe no tiene que pasar por penurias? ¡Si no pasara eso, el juego sería aburrido! - Dije, colocándome justo entre ellas aprovechando el posible estupor de haber recibido una zapatilla al rostro, teniendo ahora la otra zapatilla en la mano, dispuesto a usarla para demostrar mis intenciones. El doppelganger me seguía en sí, pareciendo cada vez más contento con lo que andaba pasando.

- Puede que sea culpable de que no me relacione con nadie... - Dijo mi doppelganger, dando en el clavo de lo que había sido mi soledad durante la gran parte de mi vida... Era algo que me dolía, el no poder considerar a alguien como amigo fuera de la pantalla de un ordenador o del televisor cuando jugaba a un videojuego online, pero igualmente era mejor eso que sufrir las traiciones habituales de la vida real. 

- Pero eso no quiere decir que me vaya a quedar solo siempre. Solo he de dar un paso al frente para solucionarlo, como muchos de los héroes de los videojuegos, afrontando con valentía esto, y siempre se tienen a compañeros que ayudan a llegar al fin feliz. - Continué, antes de darme la vuelta, y mirar a la chica, tendiendole la mano para que ella pudiera levantarse del suelo con mi ayuda... si es que ella no me tiraba al suelo cuando se levantara, que yo no era precisamente fuerte en sí.

- Y por eso... - Continuó mi Shadow, pasó a mirar a aquel que decía que íbamos a estar bajo su control si perdíamos el juicio, junto con la parte de ser violentos entre otros. No íbamos a permitir eso, y con mi otro brazo que tenía la zapatilla todavía en mano, pasé a señalar a aquel chico que se creía el Game Master del juego.

- ¡Nos negamos a participar en tu juego trucado! - Gritamos tanto mi doppelganger y yo a aquella persona, claramente desafiando a alguien que nos podría dar una paliza, pero estaba dando por fin el paso que quizás debería haber dado hacía tiempo... 

La Pixie B, ante un hechizo de oscuridad, cae al suelo medio derrotada. Parece la oportunidad perfecta para rematarla.

Aquella Persona se puso seria por instante, iba a ocurrir algo que daría por finalizado de una vez por toda aquella batalla, la luz y la oscuridad chocarían nuevamente, el equilibrio se obtendría, y la justicia sería llegada; por lo que la Persona dio un ligero paso atrás y preparó su movimiento especial para ello, quizás con la complicidad de los presentes, quizás no. Pero... allá iría ella...

¡All-Out-Attack!

Las hadas se desvanecen en la oscuridad, la gente de la habitación os mira asombrados y se aparta, formando un pasillo por el que podéis llegar hasta la salida. Al salir, os encontráis en una habitación bastante más grande...

Una zapatilla salida de la nada le cayó entonces a Ayame en la cabeza. Bueno, a una de las dos Ayame, la que tenía los ojos color amarillo. "¡A-au! ¿¡De qué vas!?" se llevó las manos a la cabeza y protestó enfadada, girándose a quién le había lanzado la zapatilla, pero aún enfadada la Ayame de ojos amarillentos tenía una expresión en el rostro mucho menos severa que la que había mostrado cuando regañaba a la otra Ayame. Y aún más se suavizó al transformarse en sorpresa al ver que quién había 'disparado' era una de las otras pobres almas en aquel juicio de Anubis, un chico en pijama, acompañado de su otro yo que sonriendo observaba la situación junto a él. "¿Final feliz? ¿Una heroína? ...¿Ella?... ...¿Yo?" repitió parpadeante la sombra, señalándose con la mano, mientras que el chico se interponía entre ambas para frenar la discusión y pelea. Ayame estaba igual de sorprendida que Dark Ayame. No se conocían de nada... pero aún así había acudido a ayudarla sin miramientos, a pesar de que él tenía justo al lado su propio problema, una sombra igual de intimidante y tétrica. Su sombra habló, también él sabía lo que el otro pensaba, pero aquello extrañamente no parecía ser un problema sino una ayuda. Uno empezó a hablar y el otro continuó su frase... colaborando...

'Siempre se tienen a compañeros que ayudan a llegar al fin feliz.' dijo él, antes de girarse hacia ella y tenderle una mano. Ayame, con los ojos todavía llorosos, agarró esa mano amiga y se dejó ayudar a levantarse. Se secó las lágrimas con las mangas, y en un sollozo, mirando hacia abajo comenzó a responderle a su sombra. "Es verdad... que no me merezco nada... q-que mamá murió por mi culpa, y que papá me odia por eso... E-es verdad que no puedo quejarme, viviendo la vida lujosa que vivo... Y-y es verdad... que camino y vivo casi sin vivir, como un zombie, y-y que intento engañarme mostrándome enérgica y fuerte..." comenzó a decir, mientras que su otra mitad la miraba y escuchaba con el ceño fruncido, pero tambaleante. "P-pero no es verdad eso que dices... sobre la gente... y sobre el mundo." Ayame apretó con fuerza su puño y levantó la cabeza para mirarse, aún a pesar de que la aterraba, se aterraba a si misma. "¡Yo...! ¡Siempre he pensado que nuestra existencia en el mundo debería tener un significado mayor que simplemente pasar por él, como un maldito zombie o como un monstruo que hace infeliz a la gente! ¡Que debería haber color, música, magia! ¡Y-y tengo una prueba de eso! ¡E-él nos ha ayudado!"

"Yo... quiero ganarme esta vida que no merezco... "

"...Ganarme de alguna manera el perdón... por siquiera existir..."

"...Por haber hecho infelices a papá y a mamá... y por ser tan molesta con los demás."

"Q-quiero... ser esa heroína... que ayuda a la gente y la hace feliz... p-porque a mí eso también me hace feliz..."

La Ayame de ojos aguamarinos le tendió la mano a su otra mitad, y la otra mitad la tomó. Y entonces, ambas dijeron lo mismo al unísino:

"...Quiero encontrar el punto en el que podamos tener nuestra propia felicidad... quiero ganarme el derecho a existir... e-el derecho a poder perdonarme... quiero no tener que hacer infelices a mis seres queridos... nunca más."

Una de las dos hadas cayo al suelo en cuanto le impactaron nuestros dos ataques, de hecho aunque fuera por un solo instante juraría que mi ataque le había afectado bastante mas que el de la chica por alguna razón. Tenía muchas dudas sobre que estaba pasando en general, que acababa de hacer, quien era Sanada pero por un momento deje todas esas dudas a un lado y me centré en el combate. Volví a alzar la mano no estaba del todo seguro de que esta técnica fuera realmente mas efectiva que otras contra las hadas pero para asegurarme la volví a usar. Y nuevamente sentí el dolor recorriendo mi brazo pero esta vez lo esperaba y no me costo aguantarlo.

¡La segunda Pixie cae al suelo y parece estar desprotegida! ¡Es el momento perfecto para rematarlas!

El juez que había allí empezó a vomitar de una forma muy exagerada, haciendo incluso un ruido tan brutal que no sería de extrañar que se oyera en otras habitaciones. - ¡POR EL AMOR DE DIOS! ¡QUE DE CURSILADAS! OS MERECÉIS MORIR LOS CUATRO, TANTO LAS SOMBRAS COMO LOS HUMANOS. - gruñó un poco. - Bueno, que se le va a hacer, puedo subyugar a vuestras sombras para que os ataquen, tanto da. Venga sombritas, dejad de hacer manitas y arrancadles la cabeza. - con esto último dicho, dio un mazazo y vuestras sombras se transformaron en una especie de hada-demonio.

Pero algo en vuestro interior se iluminó. Donde debía estar vuestro corazón, una luz blanca empezó a iluminarse, hasta que finalmente se hizo tan intensa que explotó como una bombilla, haciendo aparecer frente a vosotros unos monstruos. Por alguna razón sentíais que esos monstruos os eran muy familiares, a pesar de que nunca los habíais vistos en  vuestras vidas. El juez, al ver aparecer esos monstruos, abandonó corriendo la estancia por una puerta que había donde ella se encontraba.