Partida Rol por web

Finalmente llegaron a la mina. El viaje se había enrarecido después de los últimos acontecimientos. Sin embargo, los mineros en ningún momento dudaron sobre si debían acudir a sus puestos de trabajo. Era su deber... aunque tanta obsesión por ir a la mina resultaba intrigante. Después de todo, eran un grupo de paletos queriendo aumentar el número de callos de sus manos, no era propio que tuvieran el sentido del honor de un caballero.

La entrada de la mina estaba prácticamente aledaña al camino, de manera que era bien visible desde los alrededores. Tampoco ofrecía mucho resguardo de las saetas si estaban apostados en las colinas un grupo de, digamos por ejemplo, bandidos élficos armados con arcos.

Pero el lugar estaba tranquilo, y ningún aluvión de flechas fue desatado a vuestra llegada. Los enanos ataron los bueyes del carro a un triste encinar que había logrado crecer en un desagradecido terreno pedregoso. Retiraron del carro picos, palas y alguna lámpara de aceite (seguramente para iluminar los ojos de los pocos mineros de raza no enana, que bien podrían ver en la oscuridad de los túneles).

De la boca de la mina salía a modo de lengua el carril de las vagonetas, que se ramificaba en tres al llegar al exterior. Cada uno de los tres ramales terminaba en un montículo de apenas un par de pies de alto. Uno de los mineros se encargó de poner a los pies de cada montículo un gigantesco saco de tela vieja para que los trabajadores pudieran volcar el contenido de sus vagonetas llenas de mineral.

Todos estos pormenores preocupaban poco a los mercenarios. Como mucho, el más inquieto por el despliegue fue Wilbur, al que retornaron malos recuerdos de su juventud como minero. Por lo demás, el resto de la misión consistía en aburrirse a lo largo de ocho pesadas horas montando guardia. Borateo, Roger y Wilbur podrían al fin desayunar, después de que el alguacil Esvatt prácticamente los arrancara de entre las sábanas. Valandil el elfo, al dormir poco y desayunar a su hora en la comodidad de la posada, al fin tendría la tranquilidad para renovar sus votos con la Madre Naturaleza.

 El pelirrojo y rudo monteraz, de semblante serio ante la amenaza de una emboscada por parte de los jodidos orejudos. Sacó unas pocas provisiones y las engulló mientras los mineros empezaban a organizar sus labores.

 Mirando a sus compañeros mientras comía comentó.

 - Iré a dar un vistazo por los alrededores para ver si encuentro algún rastro de presencia de los elfos o alguna otra amenaza. No estaría de más el intentar alguna defensa aquí por si deidieran visitarnos de forma inesperada. - Tras engullir un bocado añade.- Unos sacos llenos con runa serían suficientes par amontar unos parapetos defensivos.

valandil se habia mostrado taciturno y pensativo hasta llegar a las puertas de la mina. Se alejo unos pasos y se puso a preparar sus ritos diarios.

Y ahi quedo, haciendo rezos y dibujando runas en la tierra con un palito, mientras el resto desayunaba.

En su búsqueda por los alrededores, Borateo se desliza por un cañón hasta que encuentra un grupo de humanoides en la lejanía.

En el interior de la mina los trabajos avanzan rápido. Uno de los enanos sale de vez en cuando empujando una vagoneta de mineral. Vuelca el contenido en los sacos que esperan cuando termina la vía. Uno de los sacos permanece vacío. Los otros dos empiezan a llenarse.

 Medio agazapado, con la misma postura que adoptaba para rastrear y moverse furtivamente, tanto para encontrar rastros como para destacar cuanto menos mejor, el pelirrojo montaraz detectó unas siluetas en el horizonte. Humanoides. Como acto reflejo buscó ocultar su cuerpo en los alrededores mientras que con la zurda hacía visera sobre sus ojos, para forzar su vista en la lejanía, intentando sacar más detalles de estos...

Mientras monta guardia, Wilbur ve pasar a Borateo y recapacita sobre el incidente con el lobo y como su supuesta lanza de gran calidad resultó dañada. Alzando una ceja desenfunda su maza y la examina detenidamente, con el ojo de alguien criado entre mineros y acostumbrado a usar herramientas.

Un humano. Le acompaña un... seguramente un semielfo, por la complexión algo más delicada. Solo llegas a distinguir a esos dos, pero no sabrías decir si hay o no alguien más. Están armados. El hombre tiene una espada y viste una armadura. El mestizo lleva un estoque al cinto.

El humano da unos pasos de modo que un saliente le oculta de ti. Pero parece que no te ha visto. Reaparece arrastrando por el suelo un... ¡un cadáver! No logras identificar la raza del bulto, pero lleva ropas y es de estatura mediana.

El metal de tu maza es bueno, cualquier minero sabría apreciarlo. No es adamantina, no es mithril, pero es una aleación de acero de muy buena proporción de hierro. Lo que hace que realmente coja valor son las florituras de la empuñadura: unos relieves especialmente tallados, de rombos y semiesferas. Mucho trabajo empleado para solo un arma mundana. Es posible que se trate de un arma mágica, eso si justificaría tantos detalles tan bien hechos.

Existen varias posibilidades que lo explicarían. Vuestro proveedor fue el alcalde. Es posible que no solo tu arma, sino todas las armas proporcionadas al grupo sean armas mágicas. ¿Pero porqué ocultároslo? Tal vez solo para recuperarlas pagandoos el precio de un arma no mágica. Se arriesga a daros buenas armas contra los ladrones, pero os lo oculta para poder arrebatároslas llegado el momento. Sería prudente que el alcalde no sepa que lo sabes, y oponerse a cualquier trueque que pueda hacer por vuestras armas... oponerse incluso si exige su devolución a cambio de nada.

Otra posibilidad es que el alcalde desconozca que las armas que os ha dado son mágicas. De ayer a hoy es muy poco tiempo para que los herreros de Holmet forjaran armas de gran calidad para todos. Tal vez parte o todas las armas fueron suministradas del patrimonio del propio alcalde, una herencia de un antepasado más heroico que el funcionario. Lo más honesto sería revelar al alcalde la verdadera naturaleza de la maza.

 Por su especial odio y aberración a los bandidos y a los salteadores, ya que estos fueron los que le arrebataron su tranquila vida llena de amor, Borateo arruga la frente con la mandíbula prieta al parecerle bandidos. No obstante, tras expulsar el aire de su pulmones tres veces, decide darles el beneficio de la duda.

 Así pues, decide acercarse un poco más, oculto entre la espesura y las rocas, para alcanzar una posición que le permita observarlos para identificarles mejor.

Decepcionante... Existía la posibilidad de que si tu ojo clínico no era capaz de determinar el precio de la maza es porque tenía el coste estratosférico propio de las armas mágicas... pero no. Tu detectar magia determina que la maza no tiene ni pizca de aura mágica. Es solo un arma bien forjada. Aunque sigues sin saber cuánto sacarías por ella si la tratases de vender...

Al acercarte más captas parte de la conversación que tienen.

... no sé si has oído... pero...

...mis dotes de sanación son de un troll... gran ayuda... ese que desenterramos antes.

 Agazapado entre la maleza, a punto de saltar e caso de ser preciso, el montaraz siente la necesidad de mirar de quienes se tratan, pero aguarda.

 Hace un cálculo aproximado de la dirección que están tomando, por la trayectoria que tenían y por el rumbo que tiene, reflexionand que posibilidades hay de que se dirijan hacia la mina.

Borateo toma posición en el cañón. No hay maleza alguna, tan solo formas rocosas abruptas tras las que ocultarse. En la tierra, a pies del batidor, no hay más pisadas que las suyas propias. Y el cañón solo avanza en una dirección. Si ellos no pasaron por donde vino Borateo, significa que su camino les lleva en dirección a la mina.

 Tengo que informar de esto. Me gustaría saber cuantos son y que son, pero es mejor que vaya ahora para informar que intentar averiguar algo más y mandarlo todo a la mierda.

 Con precaución el montaraz abandona su posición, buscando en todo momento un lugar tras el que querdar oculto y poner distancia entre él y los reciénllegados, avanzando agachado o incluso a rastras en algunos puntos. Afortunadamente el grupo no avanza muy deprisa al arrastras un cuerpo.

La rutina se repetía. Uno de los mineros empujaba la vagoneta y volcaba material en las sacas del suelo. Dos de ellas se empezaban a llenar, aunque se ve que aún tenían espacio para bastante más. La tercera saca seguía allí, tirada y vacía. Pura monotonía. Borateo aún no había vuelto, pero tampoco daban señales de vida ningún bandido, lobo ni cualquier otra cosa.

Ya debían de ser las once de la mañana cuando ocurrió...

¡¡¡BABOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!!!

Una gigantesca explosión retumbó desde dentro de la mina, y de su entrada empezó a rezumar un espeso humo de color negro intenso. Atados en el árbol, los bueyes se agitaron sin lograr escapar. La onda expansiva casi logra levantar el carro, poniéndolo sobre las ruedas derechas, pero al no terminar de volcarlo, las ruedas izquierdas volvieron a caer dejando el carro en su sitio.

¡¡¡BABOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!!!

Durante tu trayecto de vuelta, una explosión se escucha a lo lejos, en dirección al lugar dónde dejaste a Roger, Valandil y Wilbur. Has puesto varios minutos de camino entre ti y los ya alejados dos extraños del cadáver, pero sin duda ellos también habrán oído el ruido, despertando su atención.

Has oído del grisú, pero afortunadamente en tus años de minero nunca has sufrido en tus carnes algo así. Tus conocimientos sobre el grisú son como los conocimientos de los niños sobre el coco: crees en su existencia y te amedrenta ser su víctima, nada más.

También has oído que los gnomos y los enanos están más avanzados en técnicas de extracción minera que los humanos. Por lo menos en tu antigua vida como mineros erais más rudimentarios. Si usan alquimia, magia o lo que sea que puede haber creado esa explosión, se escapa de tus conocimientos.

La cantidad de humo indica que la explosión no ha sido controlada. Si es un suceso casual de la naturaleza, el gas grisú encajaría. Si los enanos querían hacer explotar una roca dura del interior de la montaña, les ha salido mal.