Partida Rol por web

Mala opción la de retrasarse. Según el herido fue perdiendo sangre, el goteo se volvió inconstante, y el camino a seguir entre gota y gota dependía de la intuición. Sabe Garl que no es una de las virtudes de Sichen ser un buen rastreador. Al final, unos gritos de pelea le devolvieron a la buena senda.

Sichen llegó a un arroyo, en cuya orilla un saliente ocultaba parte de la escena. Las piernas del cuerpo tumbado de Theodore asomaban tras el risco. A un lado, Guicel tranquilizaba a su monstruo corrosivo.

Sichen... Ocurrió como dijiste. Tu amigo se alteró al ver llegar al monstruo corrosivo. Traté de razonar con él, pero me atacó y... Traté de dejarlo inconsciente con mis puños, pero en el último golpe el chico cayó hacia atrás y se abrió la cabeza con una piedra. Lo lamento.

Sus palabras son difíciles de creer, si Sichen quiere dar crédito a sus primeras impresiones... con Guicel dejando escapar a la bestia con malas intenciones. ¿O realmente se le escapó la correa? El abdomen del enano presenta una quemadura en la piel, alargada, como la que haría un rayo eléctrico; aunque en esta ocasión no se escuchó el estruendo que causó el alud cuando Theodore y Sichen lucharon mano a mano con otro monstruo corrosivo.

Sichen lamentaba la muerte de Theodore, pero se consolaba pensando que no podía hacer otra cosa. En cualquier caso ya no se fiaba demasiado del enano y decidió estar atento por si a continuación decidía atacarlo a él.

- En fin, tal vez sería adecuado que cavasemos una tumba para este pobre diablo.

Con esas palabras como excusa Sichen se acerca al cadaver de Theodore para buscar entre sus ropas algún objeto que pueda serle de utilidad (como su anillo), pues a él ya no le hace ninguna falta, aunque intenta evitar que el enano lo vea.

Las manos enguantadas de Theodore portaban dos anillos. El del puño que invocaba los truenos ya no está, pero el otro sigue ahí. Sin duda Guicel sufrió en carne propia los efectos de la magia del anillo y decidió apropiárselo. En el registro del gnomo también descubre que bajo la elegante camisola de seda, el geógrafo guardaba una coraza de mithril (si que tenía que ser delgado para incluso con el grosor de una coraza siguiese pareciendo un enclenque).

La capa puede servir de mortaja. Iré a buscar piedras y con ellas le haremos un túmulo.

La coraza podría valerle al pequeño Sichen, pues aunque el muerto fuese más alto, tenía un cuerpo muy fino. Eso sí, si la lleva encima, Guicel se dará cuenta a simple vista del cambio de armadura: las ropas de Sichen son demasiado pequeñas para ocultarla.

Aprovecha la marcha del enano para quitarle la coraza y meterla en su mochila, al fin y al cabo ahora que había perdido su martillo y ballesta habría sitio para ella aunque tuviera que llevar alguna bolsa colgando. Después de colocarle la camisa de nuevo a Theodore dedica unos segundos a examinar el anillo que le ha sustraido al cadaver.

Vaya, vaya, vaya... Theodore llevaba otro anillo mágico... Aunque Sichen no sabe qué uso tiene.

El gnomo mira a uno y otro lado. Guicel tardará poco en volver, pero Sichen tiene el tiempo suficiente para marcharse. Sabe que Holmet está a la orilla del lago, así que si sube por la ladera de alguna montaña tendría una panorámica lo suficientemente buena como para saber guiarse solo hasta allí. También podría permanecer al lado del enano, y que le lleve hasta el campamento.

Si su oportunidad para orientarse era subir de nuevo solo a una montaña lo llevaba claro, casi se despeña antes de encontrarse con theodore, y al toparse con el primer insecto gigante a pesar de combatirlo entre dos y de no estar herido fue Theodore quien lo liquidó, y nisiquiera tenía en sus manos el anillo que usó para acabar con él.

Su salida era aquel enano mentiroso, pero ¿y si en realidad había ido a por mas de sus amigos para atacarle? para asegurarse se escondió tras unos árboles desde donde aún tenia una buena vista del lugar donde yacia Theodore antes de que éste volviera, y a falta de otro sítio donde guardar su nuevo anillo, se lo puso en un dedo.

Al cabo de unos minutos, Guicel vuelve. Una precaria red de lianas cuelga a un lado y a otro del monstruo corrosivo, a modo de alforjas, transportando un montón de piedras.

Al no ver a Sichen, el enano mira extrañado a su alrededor. Mientras se atusa la barba con la mano, saluda en la dirección en la que está el gnomo.

- Voy, estaba realizando unas labores urgentes de botánica. - (plantando un pino, y que se fastidie el muerto)

Menudo ojo tiene.

- En fin, pues podemos ir empezando. - agarro una piedra no demasiado pesada para mi y espero a que el enano tome la iniciativa para hacer el túmulo, Sichen no se ha visto obligado a enterrar a nadie, y menos aún de esa forma.

El enano da las explicaciones por buenas. De sospechar algo le sería complicado encontrar un motivo para esconderse de él en estos momentos, cuando Theodore está aún por enterrar.

Pronto se termina el túmulo, mientras el monstruo corrosivo queda atado a una gran roca para que no estorbe. La red improvisada de lianas queda abandonada en el suelo, y los dos varones y la bestia insectoide abandonan el lugar para ir al campamento.

Un escalofrío se le pasa a Sichen por la espalda. Es una de las antenas del monstruo corrosivo, palpando la mochila que guarda la armadura de mithril.

¡Quieto, bicho!-y tira de la correa para alejarle de Sichen-Va a ser mejor que me adelante un par de pies para que este animal deje tus cosas en paz.

Las anchas, velludas e indefensas espaldas del enano quedan expuestas ante el gnomo.

Sichen agradecía que la criatura estuviese domada, de lo contrario dudaba que renunciase a una comida así como así.

- Espero que no tengais muchos de estos en vuestro campamento, o al menos que les hayais dado de comer antes.

Antes dijiste que erais unos aventureros creo recordar ¿estais buscando algún tesoro por la zona o tan solo estabais de viaje? Me gustan los tesoros y no me vendría mal recuperar mis perdidas tras este viajecito tan turbulento.

poco a poco empieza a aflorar de nuevo la vieja costumbre de Sichen de hablar sin parar.

Aprecio a la gente que aprecia los tesoros... Hay una buena recompensa para quienes nos ayuden a llevar a cabo nuestra misión. Estamos tratando de impedir una guerra, ¿sabes? Hemos bloqueado por un tiempo el suministro de hierro desde las minas de la montaña a la capital. Un trabajo limpio. O al principio lo era. Ahora se ha complicado. ¡Allí! ¡Ya hemos llegado!

El campamento consiste en varias tiendas en torno a los restos de una fogata. Unos elfos holgazanean distendidamente a la hoguera apagada. Más allá, atados a un árbol, tres prisioneros humanos.

Ya he vuelto.

Los elfos se apresuran a ponerse en pie.

¿Quién es el gnomo?

Olvida eso ahora. ¿Encontraste a Gregor, Guicel?

No hablemos de eso ahora. Midhardhi, coge al huelehierros-dijo refiriéndose al monstruo corrosivo-y dále algo de comer. Aún no ha vuelto mi hermano, ¿verdad? Gnomo, espera aquí. Ya habrá tiempo para presentaciones luego. Sagaldre; Aurol; Valthonis; venid conmigo.

Desde el árbol, uno de los presos trata de llamar la atención del recién llegado.

Pssss... pssss... Eh, gnomo. Sácanos de aquí y nuestro jefe te recompensará.

Sichen estaba intentando ordenar sus pensamientos respecto a lo último que ha dicho el enano, y creía comenzar a ubicar la verdadera identidad de Thodore.

Sin embargo verse involucrado en una guerra a ciegas era demasiado para él.

Sichen había barajado la posibilidad de seguir disimuladamente al enano y sus compañeros, pero con un elfo alimentando al insecto y otro enano (supuestamente) rondando los alrededores, le pareció mejor intentar sonsacar algo a los presos.

- Si claro, nada me hace más feliz que liberar presos desconocidos antes de la cena, ¿quien es vuestro jefe para tener algo que me interese?

Shhhht... Baja la voz. Somos soldados del Rey. Nuestro jefe en estos momentos es uno de sus recaudadores de impuestos. ¿Crees que este es buen momento para ponerse a hablar distendidamente?

Sichen baja un poco la voz, pero sigue sin ser ni remotamente un susurro.

- Bueno, para tí tal vez no sea buen momento, tienes pinta de estar muy incomodo ¿por que os han atado a todos ahí?

Aggggh... Está bien. Mira, somos el señuelo. Se supone que iban a venir a rescatarnos... Pero algo debe haber ido mal, porque nadie viene. Nuestro jefe logró escapar, pero nos abandonó aquí a nuestra suerte.

- Me estas pidiendo que os ayude a escapar de un campamento más numeroso y seguramente mejor armado que vosotros, ¿confiando en una recompensa por parte de un jefe que os ha abandonado? ni un kobold borracho apostaría por ello.

- ¿Tu jefe no será por casualidad un tipo delgaducho y bien vestido, con capa y anillos, verdad?

¡Sí! ¡Sí! Su nombre es Gregor. Tan delgado y pequeño como una muchacha. ¿Le has visto?

La descripción socarrona del prisionero bien podría aplicarse al que se presentó como Theodore.

- Me temo que ya no está en condiciones de recompensar a nadie, y tampoco de ayudaros. Le atrapó uno de esos insectos comehierro.