Partida Rol por web

Coraline que aún tiene la pipa en la mano, alterna la mirada entre ésta y el sitio por el que había venido el ruido.

Baja la mirada. Será idiota... Murmura en voz baja. Se queda un rato más ahí. Como si esperase a alguien. Ni siquiera oye la orden de la capitana. Es su mascota la que la hace volver a la vida real con un leve ladrido. Se gira y ve como sus compañeros ya empiezan a entrar en la cueva.

Voy, voy... le dice a su mascota empezando a entrar también, no sin antes guardar la pipa en su improvisada mochila y mirar una última vez hacia el "boquete".

Entráis a la cueva enorme todos juntos. Tenéis lugar para entrar todos ya que la abertura es enorme.

A lo lejos se puede ver una luz, seguramente de una fogata, que alumbra toda la cueva y una de las paredes del fondo. El piso está tapizado de huesos y más huesos, pieles y algunos cráneos de los que suponéis son de los tios enanos que rondaban alrededor de la Reina de la Tribu.

Pero todo parece tranquilo.

Demasiado tranquilo para vuestro gusto.

En ese momento, el lobo de Coraline comienza a mordisquear un hueso de una pila allí amontonada y todos y cada uno se caen al suelo con un estruendo. Ya sabéis, a los perros los pirran los huesos y más si aún tienen un poquitín de carne.

El ruido resonó por toda la cueva y os quedáisteis quietos, esperando que el gigante o lo que sea no haya oído nada de lo que estaba sucediendo.

Pero no fue así.

Una gran sombra apareció en la pared y un grito atronador retumbó en toda la cueva. Era él. El gigante. Que avanzaba lentamente a pasos "agigantados" hacia donde os encontráis.

Aunque todavía no os ve, ni tampoco vosotros, así que si, podéis correr... ahora mismo...

Coraline entra juntos con sus compañeros con mucho cuidado, pero el silencio no dura mucho.

¡Nooo..! Le susurra a su mascota. Pero era demasiado tarde. El gigante venía hacia ellos. Los pelos se le ponen de punta, y vuelve a agarrar el cuchillo de Elisabeth, luego mira a sus compañeros y sobretodo a la capitana, esperando órdenes.

Elisabeth suspira cuando escucha el estruendo de los huesos, pero su mirada se queda clavada en el fondo de la cueva... hasta que escucha los pasos del gigante. Podían huir, sí... pero... ¿no habían venido a matar a ese gigante? ¿Dónde era mejor enfrentarse a él? ¿Dentro o fuera? ¿O sería mejor esperar a encontrarlo dormido? La cabeza de Elisabeth era tal hervidero de preguntas sin respuesta, que es incapaz de hacer nada más que mirar a los demás, que tenían mucha más experiencia que ella en temas de lucha...

¡Capitana! Dijo Markus llamando la atención de Mery en voz baja, aun sabiendo que el gigante ya sabía de la presencia de intrusos en su cueva. Podemos tenderle una emboscada en los laterales de la entrada. Solo necesitamos que alguien se quede rezagado para hacer de cebo y sacarlo de aqui. Continuó la explicación.

Como siempre él mismo podría ser el señuelo si decidía seguir el plan propuesto, con solo una orden lo haría de buena gana.

¿O preferimos la fiesta por todo lo gigante grande?

¿Desde cuando los hombres y mujeres de Mery Red huyen y tienden emboscadas? Pregunto mientras saco mis pistolas preparadas para disparar de sus fundas. ¿Es qué nos hemos convertido en unos gallinas? ¿Es que ahora somos eso? ¿Eh?

Me coloco en el centro de la cueva mirando hacia la sombra en la pared mientras amartillo mi arma.

Podéis correr si queréis, pero olvidaos de ser parte de mi tripulación si hacéis eso, pedazo de escoria.

Sabía que la capitana estaba loca, pero hasta el momento no creía que tanto, atacar de frente a un  gigante en un posible cuerpo a cuerpo sin ningún tipo de artimaña era simplemente una majadería ¿que pretendía que le hicieran con sus espadas?. Aún así Rodrigo Sacó su pistola y la amartillo, apuntando al frente esperando a que el enemigo apareciera.

Elisabeth mira a la capitana, incrédula.

Pues los hombres y mujeres de Mery Red va a terminar sus vidas aquí y ahora...

¿Porqué no podía tratarlos bien? Parecía que no se daba cuenta de que en realidad, las vidas de todos pendían de las de los demás. Suspira y saca dos de sus cuchillos, mirando nerviosa el punto por el que debería llegar el gigante. ¿Qué iba a hacer? ¿Apuntar a los ojos?

Bueno... es un buen comienzo.

Lentamente la sombra se hace más y más grande...

Pero al poco tiempo, sorprendentemente, la sombra comienza a ser más y más pequeña...

Y más pequeña...

Y mucho más pequeña...

Hasta que al final aparece.

¿Quién osa venir a molestar a Kurk El Gigante? ¡Moriréis por la afrenta, que lo sepáis! Grita el pequeño ser con una voz más fina que la de Elisabeth.

¿Quienes sois? ¡Hablad!

Para nada somos tal cosa, capitana. Respondió el pirata.

Cuando la sombra se hizo visible, Markus quedó extrañado por la rara apariencia de aquel "gigante", así como de lo poco-aterradora que sonaba su voz. No obstante, en ningún momento bajó su espada, única arma de que disponía, a la espera de la voz de ataque o del siempre tedioso diálogo.

Pues sea fiesta, Mery...

Elisabeth parpadea un par de veces mirando al pequeño ser que tiene delante. ¿Eso era un gigante? Incluso se frota las sienes cerrando los ojos de nuevo.

Debo tener visiones...

Y al volver a abrir los ojos, suspira. Había esperado estar tan aterrada, que ahora no le sabía a nada. Mira a los demás, incrédula. ¿De verdad tenían que deshacerse de él? ¿No habría otro gigante escondido por ahí?

Se inclina y da un par de pasos a un lado, intentando ver qué hay más allá en la cueva.

Mierda. Es... un enano... es... un enano... pfff... prrfffff... pffff...

Debo controlarme un poco, soy la capitana, soy la responsable del grupo.

Elisabeth, tu. Habla con él que eres la más diplomática de todos. Le digo a la chica noble. Si quiere figurar, pues este es su momento.

Después me giro a los demás y sonrio.

Preparad las armas por si esto sale mal. Susurré.

Coraline casi se cae de culo al ver al gigante enano. Pues vaya.. piensa desilusionada. Sin embargo, repara en los huesos que hay por la cueva... ¿Lo estarían subestimando? Por si acaso, obedece a la capitana y no guarda el cuchillo, a la vez que intenta que su mascota no pierda la concentración del "gigante" por los huesos.

El oficial se quedo de piedra al ver al "gigante", un suspiro insonoro de alivio salió de su pecho, al menos el tamaño no iba a ser un problema en aquel combate. 

Aquel cabron de enano tenía cara de malas pulgas y al parecer, un cabreo encima de mil pares de huevos. Rodrigo apuntaba a la cabeza del pequeño ser mientras este hablaba con sus compañeros y compañeras, no debían subestimarlo si había causado tantas muertes hasta el momento, después de lo que habían visto hasta el momento quién sabe con que los podía sorprender.

Elisabeth da un respingo al escuchar la órden de la capitana.

¿Antes quería enfrentarse a un gigante y ahora prefiere que nos pongamos de cháchara con un enano?

Casi habría suspirado y negado con la cabeza, pero eso sería una falta de cortesía hacia el "gigante" y ahora, ella, ya estaba metida en su papel.

Se gira hacia él y hace una perfecta reverencia, quedándose delante del grupo. Sonríe con amabilidad... aunque esa amabilidad casi sirve para que se le escape una carcajada. Consigue contenerse, pero una mueca es una mueca.

Disculpadnos, milord... Nos han enviado aquí en busca del enemigo de la Reina de los gatos, Eryzheia, para intercambiar palabras de paz. Nos gustaría saber si sois vos o se precipitaron dandonos una dirección equivocada.

Puez zi. Zoy yo. ¿Ez qué porque zoy pequeño no puedo azuztar a la gente? ¿No comerme a la gente? ¿Eh? ¿Quienez zoiz vozotroz? ¿Qué quereiz? ¿Queréiz parte de mi tezoro, no? Puez que zepáis que no oz dejaré ziquiera azercaroz. Dijo el enano ante las palabras, un poco torpes de la noble Elisabeth.

Sin embargo, no parece querer mataros.

Lo que no sabéis si no quiere mataros por que sois muchos, o por que no quiere ensuciarse la ropa con vuestra sangre.

Elisabeth carraspea y se apresura a negar con la cabeza.

Tales acusaciones me ofenden, milord. Somos naufragos. Esa es la realidad. Llegamos a esta isla dejándonos llevar por la corriente de las olas, y nos encontramos con Eryzheia. Ella nos contó barbaridades de vos... Pero parecéis mucho más civilizado de lo que esperaba. No me refería a vuestro tamaño, señor... no me permitiría jamás una ofensa de tales magnitudes. Sólo pretendemos intercambiar palabras de paz. Estamos autorizados a realizar un pacto con vos, para que la tribu pueda vivir en paz.

Vuelve a sonreir después de todo el discurso y deja un poco de tiempo para que sus palabras calen hondo. Luego vuelve a hablar, aprovechando la charla para dar algún paseo de un lado a otro, siguiendo al "gigante" con la mirada y acercándose a él de forma amistosa.

Así pues, con ese motivo, me propongo averiguar qué es lo que tenéis en contra de ellos para poder solucionar vuestras diferencias... si no es inmiscuirse demasiado en vuestro asuntos, claro está.

El Gigante se rascó la barba durante un momento.

Parece que las palabras de Elisabeth de alguna manera, le habían llegado al corazoncito. Tal vez esté dispuesto a pactar, ahora sí, o tal vez no...

El gigante enano parecía pensar en una solución, hasta que miró uno a uno a los que estabáis allí y sonrió.

Miz niñaz tener hambre. Dijo mientras hizo un ademán con su mano y cinco arañas enormes salieron de los huecos de las paredes, ocultos hasta ahora.

Pero podemoz llegar a un acuerdo por vueztraz vidaz. Continuó mirando a la capitana. Ñaca Ñana o Ñam Ñam, vozotroz dezidiz. Zi deziz que zi, me ire de ezta izla y oz podeiz quedar con el oro. Zi deziz que no... puez mis hijaz oz comeran.

Al final, como todo, vuestra suerte se decidirá solo por eso. El sexo.