Partida Rol por web

Los piratas parecen estar indecisos, no saben que hacer.

El ruido de los tambores se hace cada vez más y más fuerte mientras los hombres de Mary Red piensan si seguir o no seguir. Por entre las ramas de los árboles, se puede vislumbrar movimiento de gente, seguramente los amigos del extraño ser que ha aparecido antes.

Markus se asoma un poquito entre las ramas y ve a estas criaturas en un claro, danzando alrededor de una hoguera, y cantando, y elevado los brazos al cielo.

El pirata se asoma un poco más y a lo lejos, justo del otro lado de una multitud de seres extraños ( es decir igualitos al tio de antes ) hay un gran trono donde se encuentra sentada la que parece ser la Reina o Jefa del lugar.

En ese momento, la extraña dama levanta la mirada y ve al pirata asomado entre las ramas, y sonrie...

Levanta su dedo índice y le pide que se acerque... sin dejar de sonreir...

La joven mujer posee una sonrisa hipnótica...
Cualquiera que no prestase atención a lo que hace, se dirigiría a ella sin siquiera pensárselo dos veces... Pero... Eran forasteros...
Sí, más de uno a juzgar por lo que le habían informado... Puede que hubiese algo interesante en es conjunto...

Descubriendo al hombre que se asoma, la mujer le llama, indicándole con el dedo que se acerque...

-Acércate...-su voz es exótica, envolvente... Es raro que se logre oír entre tanto barullo... Pero lo hace, firme, y seductora... Parece que está acostumbrada a dar "órdenes"....-No tengas miedo... No van a morderte...-refiriéndose a sus súbditos-...Acércate tú y los demás... Quiero veros de cerca...-Se muerde el labio inferior, pensativa... Un gato blanco yace a su lado, observando con penetrantes ojos todo cuanto sucede... Otro, negro, sobre su regazo, ronroneando mientras ella le acaricia...-¿Os habéis extraviado, marinero? Raro es que alguien llegue a mi isla... Sin más....

Sonríe felina, dejando que cada una de sus palabras cale en ellos, consciente de que ése es su reino, y que ellos no son más que intrusos.
Aguarda a que se acerquen, sin moverse de su sitio... De momento no parece muy peligrosa...
Pero... Bueno...

Nunca se sabe...

La joven noble mira a sus compañeros y después de tragar saliva, avanza hacia la mujer con paso seguro y elegante, pasando entre sus súbditos sin prestarles la mínima atención. La misma que le había prestado el indígena de antes a ella.

Cuando llega al frente del trono, la rubia hace una perfecta reverencia como tan acostumbrada estaba a hacer y al hablar, lo hace en tono firme y seguro, sin mostrar ni pizca del miedo que empieza a arremolinarse en su interior.

Si me permitís, señora... yo misma seré quien os explique cómo nuestro barco naufragó la noche anterior y las olas del mar nos trajeron a vuestra acogedora isla.

Aunque su tono sea de fuerza y seguridad, su mirada se muestra baja, sumisa. Sabe que se encuentra en un ambiente que no es el suyo y no tiene ningún tipo de dato sobre su exótica "anfitriona". 

Si nos permitís quedarnos un tiempo en vuestra costa, conseguiremos encontrar el modo de construir un nuevo navío. Ni siquiera sabía si sus compañeros podrían construir un nuevo barco que los llevara a tierra firme... a algún sitio lo suficientemente civilizado para salir adelante... Pero no era cortés hacer demandas a quien acabas de conocer.

Maldigo jurando al aire al darme cuenta de que hemos sido descubiertos - Mierda, la idea era que no nos vieran para analizar un poco la situación...- Es inutil seguir manteniendonos escondidos así que salgo detras de Elisabeth. Cual es mi sorpresa al descubrir que la reina de todo aquello es una preciosa mujer, su mirada y su voz me dejan completamente atontado, por una mujer así uno sería capaz de hacer cualquier cosa. No paro de mirarla mientras estamos frente a ella.

La joven mujer primero centra su atención en Elisabeth, quien ha hablado y propone contarle ella misma lo acaecido... Mas luego observa cómo otro de los nuevos visitantes se acerca también...

Su mirada se posa en él durante unos breves instantes, escrutándole atentamente, para luego volver a fijarse en la joven rubia...

Una sonrisa felina se esboza en sus labios...

-Bien... Ya que a nuestro marinero le habrá comido la lengua algún gato... Por favor, Señorita...-aguarda a que ella le diga su nombre-... explicadme qué os trae aquí... Me gustaría saber por qué un grupo tan variopinto acaba llegando a una isla como la mía...-Sin dejar de sonreír, señala lo dicho, a la par que en sus oscuros ojos un brillo de un interés verdadero y absoluta diversión momentánea se pasea libremente...

Elisabeth asiente y aún bajando la mirada, sumisa y con mucho respeto empieza a hablar con voz suave.

Como ya os he dicho antes, bella señora, nuestro variopinto grupo como vos nos habéis bien calificado, viajaba hacia Puerto Príncipe en la fría noche de ayer cuando fuimos asaltados por uno de nuestros viejos enemigos. La batalla fue cruenta y entretodos conseguimos vencerlo a él y a todos sus hombres, pero una desdichada bala se desvió de su trayectoria yendo a parar a uno de los barriles de pólvora del navío enemigo. Y supongo que bien sabe lo que ocurre cuando se unen un barril repleto de polvora y una bala mal encaminada. El barco enemigo voló por los aires y el nuestro, el magnífico Bereniece, estando tan cerca de la explosión, también sufrió su impacto, acabando hecho pedazos de madera. Nosotros, supervivientes del incidente, pudimos llegar a ésta, vuestra tierra, agarrados a tablones astillados y empapados no solo de agua, sino de nuestro amor por el que fue nuestro hogar durante tanto tiempo.

Hace una pausa melodramática y levanta la cabeza para mirar a la mujer. Bien es verdad que Elisabeth no era la que más tiempo llevaba en el barco, pero sí había llegado a cogerle aprecio. Sus ojos parecen empañados en lágrimas sólo unos instantes... ¿o ha sido vuestra imaginación? Pues cuando volvéis a fijaros en la mirada de la rubia, sigue serena y sumisa como anteriormente, pero cargada de fuerza y decisión como siempre.

Así es como este variopinto grupo de luchadores han llegado a vuestro terreno sin ninguna intención más que la de volver a embarcarnos en nuestra aventura en cuanto nos sea posible encontrar un nuevo hogar.

Mira de reojo a sus compañeros, demorándose un poco más en la capitana, y espera paciente la reacción de la mujer que tiene en frente.

Eryzheia escucha las palabras de Elisabeth apoyando su cabeza sobre una de sus manos...

El interés de la historia en sí no logra cautivarla más de unos pocos segundos... Lo cierto es que le importa poco lo de la nave destrozada... Más bien le interesa saber de ellos...
De cada uno de ellos...

Tomó como dato importante hacia dónde viajaban, puesto que el destino le llamaba la atención... Pero... Ahora que lo pensaba...

-No me habéis dicho de dónde zarpasteis... Ni vuestro nombre, Señorita...-sonríe felina-...Cuando uno llega de invitado a una casa... Es conveniente presentarse si el anfitrión no les conoce...-Ríe bajito, pícara...-Aún así... Vuestra situación me parece curiosa... Y... He de confesar que últimamente me aburría mucho aquí... Así que... Se me ocurre algo que podría proponeros... Pero... Por supuesto, antes, me gustaría que os presentarais... Puesto que... Hacer tratos con desconocidos.. No es algo que suela hacer....

Se alza del asiento, magnífica. El oscuro vestido que lleva puesto deja entrever todas las curvas de su cuerpo... Un cuerpo bastante deseable, a decir verdad. Aunque ella, no parece demasiado consciente de ello. Quizás sea por la convivencia con los seres que la rodean... O no...

Mirando a aquéllos que han aparecido, y escrutando entre los arbustos, deseosa de ver a los que faltan, la joven mujer vuelve a hablar, mientras el Gato Blanco se coloca a su izquierda, y el Negro a su derecha, como si estuviesen coordinados con su ama... También mirar de forma penetrante a los recién llegados...:

-Mi nombre es Eryzheia... Reina de Eileän Khäit... El lugar en el que os halláis...-sus ojos brillan, divertidos. Aguardando a que los demás también se presenten, puesto que ella ya lo ha hecho...-Y os doy la bienvenida... Al menos de momento...

Sin apenas reaccionar, Markus se había visto atraido hacia aquella mujer. El pirata, quien solía tener desconfianza de los extraños se encontraba en aquellos instantes con la guardia completamente baja.

Cuando la mujer se dirigió a él, las palabras apenas salían de su garganta, por lo que silenciosamente agradeció la intervención de Elisabeth ya que le daría algo de margen para espabilar.

Eryzheia escucha las palabras de Elisabeth apoyando su cabeza sobre una de sus manos...

El interés de la historia en sí no logra cautivarla más de unos pocos segundos... Lo cierto es que le importa poco lo de la nave destrozada... Más bien le interesa saber de ellos...
De cada uno de ellos...

Tomó como dato importante hacia dónde viajaban, puesto que el destino le llamaba la atención... Pero... Ahora que lo pensaba...

-No me habéis dicho de dónde zarpasteis... Ni vuestro nombre, Señorita...-sonríe felina-...Cuando uno llega de invitado a una casa... Es conveniente presentarse si el anfitrión no les conoce...-Ríe bajito, pícara...-Aún así... Vuestra situación me parece curiosa... Y... He de confesar que últimamente me aburría mucho aquí... Así que... Se me ocurre algo que podría proponeros... Pero... Por supuesto, antes, me gustaría que os presentarais... Puesto que... Hacer tratos con desconocidos.. No es algo que suela hacer....

Se alza del asiento, magnífica. El oscuro vestido que lleva puesto deja entrever todas las curvas de su cuerpo... Un cuerpo bastante deseable, a decir verdad. Aunque ella, no parece demasiado consciente de ello. Quizás sea por la convivencia con los seres que la rodean... O no...

Mirando a aquéllos que han aparecido, y escrutando entre los arbustos, deseosa de ver a los que faltan, la joven mujer vuelve a hablar, mientras el Gato Blanco se coloca a su izquierda, y el Negro a su derecha, como si estuviesen coordinados con su ama... También mirar de forma penetrante a los recién llegados...:

-Mi nombre es Eryzheia... Reina de Eileän Khäit... El lugar en el que os halláis...-sus ojos brillan, divertidos. Aguardando a que los demás también se presenten, puesto que ella ya lo ha hecho...-Y os doy la bienvenida... Al menos de momento...

Coraline había permanecido apartada, observando toda la situación y la valentía de Elisabeth, la verdad es que aquella mujer era bella pero imponía mucho respeto también.

Impaciente por tanto parloteo, da unos pasos y se situa junto a Elisabeth. Si querían salir de esa isla, debían seguir las reglas de su gobernanta. Pero antes de presentarse, deja a la diplomática Dama hacer los honores.

Elisabeth sonríe con amabilidad e inclina de nuevo la cabeza.

Tenéis toda la razón. Os ruego perdonéis mi falta de educación. Mis dotes diplomáticas están algo oxidadas después de todo lo vivido los últimos meses. Mi nombre es Elisabeth Williams de Hampshire, Inglaterra. Mi navío naufragó mientras era trasladada a Virginia, y la tripulación del Bereniece liderada por la capitana Mery Red, salvó mi vida y dejó amablemente que me quedara con ellos. -Hace un gesto con la mano señalando a la capitana e invitando a los demás a presentarse por sí mismos mientras se reprimía a sí misma en su interior por no haberse presentado nada más poner un pie frente a la reina.

La noche del naufragio del Bereniece, zarpamos desde Isla Tortuga hacia Puerto Príncipe, y no dudéis por favor en presentar todas vuestras dudas y curiosidades, que procuraré resolver con presteza.

De repente...

En toda la isla...

Comienza a escucharse un grito desgarrador.

Un grito grave y profundo que proviene de lo más alto de la montaña.

Todos podéis ver como los hombrecitos comienzan a correr de un lado a otro, mientras que la Reina Gatunácea intenta calmarlos con las manos y con palabras, sin embargo, estos siguen corriendo de un lado a otro como locos.

El grito se sigue escuchando, y el eco retumba en vuestros oídos...

¿Qué demonios será eso? 

¿Por qué le tienen tanto miedo a un simple grito?

Markus se sobresaltó al escuchar aquello, y quedó alerta mirando en todas las direcciones con bastante desconcierto. ¿Qué es eso? Preguntó en voz alta, esperando que la mujer de los gatos, o alguno de sus compañeros le diera una respuesta.

Elisabeth esquiva a un par de los hombrecillos que pasan por su lado como "dopados". Luego mira a la reina para preguntar a qué se debe ese comportamiento y peor... cual es el orígen de ese espeluznante grito. Pero viéndola tan ocupada como está, llega a la conclusión de que es mejor no importunarla. Así que sigue esquivando, pacientemente, hasta que su anfitriona vuelva a prestarles atención.